1.
El viento resoplaba con fuerza sobre la cara de Zonder, este no pudo evitar cerrar sus ojos para no tener que lidiar con el polvillo que golpeaba su fisonomía como pequeñas hormigas desorientadas sin su reina, a través de un desierto árido y lleno de sequía.
La tarde se acercaba y el Kakapus seguía su curso hacia la tenue luz que descendía del gris paisaje y caía sobre el horizonte más lejano de aquel triste lugar.
Zonder aún meditaba sobre lo acontecido al planeta. Se les había advertido, se les dijo de miles de formas y millones de maneras, pero el ser humano era voraz por naturaleza y por crear un desarrollo tecnológico para la población, terminó por destruirse así mismo y dejando solo unos pocos sobrevivientes en una tierra azotada y moribunda, a la espera del último suspiro de vida del ser humano.
No crecían ya los bosques ni lagos, ni mucho menos se observaba un animal por las rocas sedientas. Era un triste paisaje sin lugar a dudas.
El joven echó una mirada a su embarcación, era necesario que todo estuviera en orden. El gran Oráculo no estaba cerca de la ciudad de Brón, pero era primordial que Zonder sostuviera una reunión urgente con lo más cercano a espiritualidad y saber que había en el planeta.
Se dijeron muchas historias sobre ello, que apareció justo cuando los primeros misiles destruyeron una tercera parte de la vegetación, causando la casi extinción de la fauna silvestre, en especial las abejas. Y en un lapso de cuatro años, ya la Tierra estaba devastada.
La ausencia de un guía, de un líder que pudiera lidiar con todo el embrollo en que ellos mismos se habían metido no los hizo dudar siquiera cuando el Oráculo comenzó a hablar y a decir qué pasos se tenía que seguir. Al contrario, estaban muy agradecidos por el enorme apoyo que aquel enorme monumento de granito ofrecía.
En poco tiempo se convirtió en lo más sagrado entre las ciudades que lograron levantarse después de la Gran Devastación. Todos acudían a su sabiduría y a su manera de pensar. Los escépticos alegaban que aquella estatua era un fraude y que era solo un robs instalado allí, programado por alguien que quería el poder por sobre todas las cosas.
Zonder no era ni mucho menos un creyente, pero él estaba seguro de lo que había visto mientras dormía, y esa visión lo persiguió por varios días, voces, luces y caos es lo que recordaba en aquella epifanía.
Todos en Brón le dijeron que fuera dónde el Oráculo y así lo hizo. Tomó varias maletas y recipientes de aluminio para llevar suministros para el largo viaje que estaba emprendiendo. Chequeó la velocidad del viento y verificó que la pala estuviera firme con los choques de corriente. Tomó el timón y lo giró con fuerza para probar la dirección, todo estaba en orden.
No era ni mucho menos imprudente, había cargado varios tanques de azufre, el único combustible que sustentaba la aeronave; era un derivado del gas que se podía extraer y cualquier cráter que estuviera por allí.
Si se era un piloto, se sabía cómo proceder y no era algo costoso, pero en algunos sectores servía como materia de cambio. Zonder programó el piloto automático y se fue a la cubierta a refrescarse y alimentarse un poco. Dejó un estante exclusivo para sus insumos.
De nuevo tuvo la visión de un paisaje verde y agradable, la imagen de una mujer hermosa con una sonrisa en su rostro lo volvió a sumergir en sus pensamientos. Luego, escuchó aquellas voces extrañas que lo hacían palidecer y estremecer de miedo, no sabía qué pasaba y tenía que averiguarlo.
Zonder pudo tomarse tiempo para descansar un rato, decidió programar el piloto automático a pesar de ser un escéptico en eso de dejar que una máquina manejara su aeronave; estaba en contra del excesivo uso de robs para los quehaceres cotidianos, pensó que esa era una de las causas del porqué vino la Gran Devastación ya hace unas cuatro décadas o quizá más, no llevaba la cuenta y nadie le contó cuando niño de las fechas exactas.
Creció solo con una madre que lo rechazaba y abandonó en Brón a su suerte hace unos veinte años. De allí se formó y educó como todos los niños de la calle, robando comida y soportando el hambre por largos periodos de tiempo. Pero el olor a azufre y metales oxidados lo hacía viajar y dormir en exceso para sí pasar las noches más solitarias.
Creció entre un grupo de niños más grande que él y le enseñaron todo lo que tenía qué hacer para sobrevivir en Brón, una de las primeras ciudades creadas después de la Gran Devastación. Como era un puerto marítimo, la pesca era su principal fuente de ingresos, pero al bajar la marea de los océanos y la casi extinción de los peces, se vio obligada a subsistir de otra manera, y allí, unos mineros lograron conseguir cráteres de azufre para sacar el derivado necesario para el combustible de las aeronaves que ya se estaban creando en todo el mundo.
Zonder se maravilló con aquellas bellas naves y soñó en incontables noches de hambruna como manejaba una, saliendo de allí y viajando horizonte adentro para una mejor tierra con abundante comida y árboles, lejos del azufre venenoso de las rocas, y un mar azul repleto de cardumen por todos lados.
La idea lo ilusionó por varios años hasta que ya siendo un joven logró reunir una buena cantidad de dinero por el arduo trabajo con la mina de azufre, para comprar la base de lo que sería su aeronave. Y allí estaba descansado en su primera y única aeronave: el Kakapus, así le había puesto.
No sabía por qué le colocó aquel nombre, era lo que le rondaba en su mente y así decidió hacerlo. Se cubrió su rostro del cruel viento con su capucha, el sonido de la soledad lo atormentaba desde las entrañas. Se dio la vuelta, engañar su mente era una tarea difícil, miles de cosas le pasaban mientras intentaba cerrar sus ojos.
Se sentía triste y vacío, algo le hacía falta. He indudablemente Zonder sabía que sentirse abandonado era como tener un cuchillo afilado entre el pecho, ardiendo desde dentro queriendo explotar y emerger de la nada.
A medida que crecía, se hacía a la idea en su mente de una mejor infancia. Una donde sí tuvo a sus padres a su lado, para ayudarlo en su formación y valores tanto espirituales como éticos. Le molestaba tener que vivir de la manera que sufrió. Se había convertido en un hombre solitario, taciturno y desconfiado.
Ciertamente en aquella época no se vivía, se subsistía de la mejor manera, si ahorrabas dinero para comida, debías sacrificar otra necesidad, era imposible tener dos cosas a la vez. No en ese cruel mundo.
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