Capítulo 41

NATHALIA

Sus ojos me observan muy abiertos, sin poder creer lo que le digo, cubre su cara con las manos y luego se pasea de un lado a otro. Mi padre está desconcertado por la noticia y, para ser sincera, me sorprende su actitud porque no ha mostrado algún indicio de que le interese recuperar a Ruddy.

—¿Cómo ese malnacido se enteró de mi experimento? —su pregunta me hace encararlo y resoplo, cansada de lo mismo.

—¿Eso es lo que te preocupa, papá? Tiene a Ruddy y puede hacerle daño si no cooperas.

Niega varias veces y me da la espalda.

—De todas formas lo hará, no puedo arriesgarme y caer en su juego.

Lo giro con brusquedad, indignada por su comportamiento.

—Es tu hijo a quien tiene, no puedo creer que estés sopesando la idea de dejar a Ro en manos de ese loco.

Las lágrimas salen y las limpio con rabia, no es hora de estar sensible. Sus ojos me recorren de arriba abajo con desagrado.

—No confío en nadie, Nathalia. Tú eres igual que tu madre, una arpía que buscas la forma de perjudicarme sin detenerte a pensar las consecuencias de tus actos. No dudo que haya sido tú que te pusiste de acuerdo con ese bastardo para joderme la vida.

Lo miro como si estuviera loco.

—Yo soy incapaz de hacer algo que perjudique a mi hermano, no me interesa tu dinero.

Ríe sin gracia y me agarra la cara con fuerza.

—Tú estabas detrás de lo que ocurría en ese lugar como si fueses una luchadora por el bien y esas mierdas. Buscaré la manera de resolver el asunto, pero no permitiré que ese maldito se salga con la suya.

—¿Qué hacemos, entonces? —pregunto, desesperada.

—Engañarlo para recuperar a tu hermano.

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—Yo también te extraño, pero no puedo irme hasta resolver el asunto de Ruddy.

Lo escucho resoplar del otro lado de la línea.

—Lo sé, amor, y no sabes lo mal que me siento al no poder estar a tu lado en un momento así. Cuídate mucho, Nathalia, no quiero que ustedes salgan lastimados.

Me llevo una mano a mi pequeño vientre y lo acaricio con suavidad.

Dos días han pasado desde que Ruddy fue secuestrado. Mi padre está negociando con Evan, pero no se ponen de acuerdo del lugar donde sería el trueque. No me ha dado ninguna información sobre lo que hará porque no confía en mí, por eso tengo miedo de lo que pueda ocurrir.

¿Cómo estará Ro? Espero que no lo haya maltratado, lamento tanto que él, a su corta edad, esté pasando por esto. Ya bastante tiene con la muerte de mamá.

—No te preocupes, estamos bien. Me estoy cuidando mucho, Alex.

Hace un ruido con la boca en señal de asentimiento

—Hablamos luego, Nathalia, debo ir a ayudar a Amancia a seleccionar las frutas para hacer jugo.

—Sí, te amo —digo con pesar, estoy desesperada por verlo y estar entre sus brazos de nuevo.

—Te amo más, corazón. —Cuelga.

Escucho toques desde la ventana de mi cuarto, me acerco y abro las cortinas. Gael está del otro lado, haciéndome señas con las manos para que le abra. Lo hago y me alejo para que pueda saltar.

—¿Qué haces aquí? —pregunto, sorprendida por su visita, hace días que no lo veo.

—Sé que estás pasando un momento difícil y quiero que sepas que puedes contar conmigo.

Sonrío, agradecida. Gael me ha demostrado que puedo confiar en él.

—Muchas gracias, no sabes lo bien que me hacen tus palabras.

Es inevitable, sollozo al pensar en Ruddy, en Alex y en todo lo que estoy pasando. Gael me abraza y acaricia mi pelo con dulzura.

—¿Qué piensan hacer?

—No lo sé, mi papá no me ha dicho nada. —Lo siento asentir, sin dejar de acariciar mi pelo.

—Como estás sola en estos momentos, me voy a encargar de hacerte compañía y ayudarte en lo que necesites.

Me alejo para mirarlo a los ojos, conmovida por su actitud. Es la primera vez que lo veo tan maduro.

—Muchas gracias, Gael, se siente bien tener a alguien al lado en medio de todo lo que estoy pasando. —Asiente mientras me acaricia las mejillas.

—No lo agradezcas, es un placer para mí.

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Mientras tanto, en otro lugar...

—¡No aguanto más a ese mocoso!

La pelirroja entra frustrada y azota la puerta del cuarto del chico que la mira con una sonrisa burlona.

—Fue tu idea raptarlo, Elena, así que te aguantas.

—Sí, pero para conseguir la maldita fórmula y hacernos ricos. Esto se está tardando demasiado, se supone que íbamos a hacer el intercambio de una vez.

Aprieta las manos con fuerza al darse cuenta de que su plan no está saliendo como esperaba.

—Eso pensé, pero Jorge no quiere ceder tan fácil.

—Pues mira a ver lo que vas a hacer o yo misma me encargo de matar a ese niñito. —Se le acerca peligrosamente, haciendo que Evan retroceda con temor—. Creo que debemos mostrarle de qué somos capaces y que no estamos jugando —propone, ida.

—¿A qué te refieres?

Él la mira con recelo, sabe que esa mujer está loca y dispuesta a lo que sea.

—Vamos a cortar parte del cuerpo del muchacho y mostrárselo, así será más rápido en tomar una decisión.

Evan abre los ojos, sorprendido. Quiere venganza y dinero, pero es muy extremo lo que ella propone.

—No, Elena. Yo me vengaré de todos, pero no así. De todas formas, estoy seguro de que Jorge cederá tarde o temprano, la tonta de Nathalia debe estar presionando para que pase. Mi plan es buscar un lugar para hacer el intercambio en el que pueda llevar a cabo mi venganza. Ver arder cosas es mi pasión y cuando tenga esa fórmula en las manos es precisamente lo que haré con ellos.

Sus ojos se dilatan al pensar en eso, disfrutaría tanto escuchar pidiendo piedad al hombre que le hizo tanto daño.

—Tú y tu manía por el fuego. Eres un maldito loco, Evan.

Lo mira de arriba abajo con desprecio, no puede creer que tuvo que recurrir a un psicópata pirómano para poder llegar a conseguir lo que quería.

—No sabes lo placentero que es escuchar los gritos de ayuda y el fuego abrasador consumiendo todo a su paso hasta que hay silencio, como pasó con la mamá de Alex.

Sonríe como un maniático al recordar lo que hizo con la madre de quién era su amigo.

Elena se da la vuelta, sumida en sus pensamientos. No confía en Evan, pero le ha ayudado a salirse con la suya hasta ahora. Además de que su as bajo la manga le está haciendo de gran utilidad.

Evan se le acerca y le besa el cuello con la brusquedad que lo caracteriza.

—Dejemos de pensar en esas cosas por un momento y vamos a divertirnos un poco, preciosa.

Le palmea el trasero con fuerza y la gira para observar sus ojos.

Es una mujer hermosa, pero muy malvada y eso es precisamente lo que más le gusta. Ella le sigue el juego, acercándose a él y lo besa con intensidad. Evan la tumba en la cama y le arranca la ropa con desesperación.

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—No me ha dicho nada, pero haré que lo haga. —Elena lo besa y se aleja de golpe—. He hecho mucho por ti, merezco algún tipo de premio —le recrimina, ansioso por tocarla.

—No es suficiente, se supone que me ibas a ayudar, pero lo que has dicho me es inútil.

Sus palabras le duelen, ha estado haciendo muchas cosas de las cuáles se cuestiona para que ella esté con él y aún así no valen nada.

—Lo estoy haciendo, me estoy esforzando, pero esas cosas se escapan de mis manos.

Ella se acerca y roza sus labios con los de él despacio.

—Haz lo que te pido y tendrás tu recompensa, te aseguro que valdrá la pena.

Se aleja, dejándolo molesto y frustrado.

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