Capítulo 39
NATHALIA
Se acerca de manera amenazante y me arrebata el teléfono, nuestras miradas están en una batalla que no pienso perder.
—Tú. —La señalo, temblando por la impresión—. No puede ser —susurro, presa del miedo.
—Yo nada, Lía, no es lo que crees.
Lleva las manos a su chaqueta y puedo divisar cómo saca una navaja de ella con disimulo. Trago saliva y miro a todos lados en busca de algo que pueda usar para defenderme de su inminente ataque.
—Mataste a la mamá de Alex —un sollozo escapa de mi garganta ante el dolor de saber que esta mujer acabó con la única familia que le quedaba a mi chico.
—¡Cállate!
Se abalanza sobre mí y me ataca con el arma entre su mano.
Me defiendo, esquivando todos sus intentos y le doy una patada con fuerza en el estómago. Aprovecho que ha bajado la guardia y me le acerco para golpearla de nuevo.
Le doy varios puñetazos en la cara, pero me hace un gancho y caigo boca abajo de golpe. Me agarra el pelo con fuerza y me inmoviliza, poniendo una navaja en mi cuello. Respiro con dificultad, el miedo cala mis huesos al saber que esta mujer es capaz de todo.
—Eres una entrometida, Lía, tan bien que íbamos y tuviste que arruinarlo.
—¿P-Por qué? —balbuceo con dificultad.
—Solo le estoy haciendo un favor a un viejo amigo, nada personal.
La puerta se abre y Elena me suelta con brusquedad.
—¡Qué demonios!
Escucho la voz de Alex y en un santiamén lo tengo a mi lado. Elena corre hacia la salida y se retira. Hace ademán de ir tras ella, pero lo detengo tomando su brazo. Me sostiene y me lleva al sofá.
—¿Qué fue eso? ¿Por qué peleaban?
Levanto la cabeza para mirarlo, sus ojos lucen angustiados y su rostro más pálido que de costumbre.
—Elena es una asesina —lloro en su pecho, incapaz de decirle la verdad.
—¿Te sientes mal? Puedo llevarte al médico.
—Estoy bien.
Me limpio la cara con las manos, tratando de componerme.
—Debemos denunciar a esa mujer, Nathalia, estás embarazada y si algo les llega a pasar, yo mismo acabo con ella —habla con rencor.
—Quiero irme de este lugar, Alex, todo lo que creía han sido mentiras y no puedo más —sollozo y me recuesto en su pecho.
Me acaricia la espalda la dulzura, sin decir ninguna palabra y eso me hace entender que está furioso.
—Podemos irnos a mi vieja casa en el campo, amor, solo que tendría que buscar algo para sobrevivir.
Su aliento golpea mi cara cada vez que habla y no me resisto. Lo beso apasionada, es lo único que me mantiene cuerda entre tanta mierda.
Me siento a horcajadas sobre él, sus manos viajan a mi trasero y me muevo sugestiva. Beso su cuello con hambre, luego miro su cara con detenimiento.
Sus ojos lucen brillosos a través de los cristales, sus labios están rojos e hinchados de tanto besarlos al igual que sus mejillas. Alex es un hombre atractivo, varonil y me encanta su esencia.
—Te amo —afirmo y él sonríe un poco.
Me besa otra vez, juntando más nuestros cuerpos.
—También te amo, cariño —habla entre el beso—. No puedo estar tranquilo sin saber por qué esa mujer te atacó de esa manera.
Asiento, apenada, y me bajo de su regazo para acomodarme a un lado de él en el sofá.
—Es que vi un mensaje que le envió Evan. —Frunce el ceño ante la mención de su "amigo"—. Ellos mataron a tu madre, Alex.
Sus ojos se abren por la sorpresa y se levanta de golpe. Hago lo mismo y noto que está llorando.
—¿Por qué harían algo así? —solloza más fuerte, haciendo que mi pecho se encoja—. Evan era mi amigo y no sabía siquiera que se conocían.
Agacho la cabeza sin saber qué decirle.
—Lo siento mucho, Alex, yo tampoco entiendo el porqué hacen todo lo que hacen.
—Algo me decía que no confiara en esa maldita pelirroja, lo sabía —espeta con rabia, caminando de un lado a otro—. Debemos abandonar esta casa, no es seguro que estemos aquí.
Camina hacia su habitación, saca una maleta de su armario y empieza a echar ropa. Lo ayudo a recoger todas sus cosas y caminamos hacia mi auto.
Conduzco sin rumbo fijo sin saber a dónde dirigirme, debo pensar con claridad, cualquier cosa que haga será contundente en nuestras vidas.
—Vamos a irnos, pero primero debo ir a buscar algunas cosas. —Asiente, pensativo—. Te voy a dejar en la parada del autobús, yo voy a mi casa y te paso a buscar.
Me mira, dudoso.
—Mejor voy contigo, Nathalia, no quiero perderte de vista.
Niego varias veces, no quiero que mi padre lo vea y quiera hacerle daño como me advirtió.
—Amor, será rápido.
Asiente, indeciso, y desvía la mirada hacia la ventanilla.
***
Me besa con ansias y le correspondo de la misma forma. Tenemos rato en la parada de autobús y no he podido marcharme.
—Mientras más rápido me vaya, será mejor para nosotros, Alex.
Se aleja un poco y me acaricia la mejilla.
—Lo sé, lo siento. —Agacha la mirada, apenado, luciendo muy tierno—. Es que tengo mucho miedo, Nathalia.
Me acerco más y beso sus labios con dulzura.
—Todo estará bien, voy a ir a buscar algunas cosas y vengo por ti.
Me da un último beso y se sienta en la banqueta, colocando la maleta en el suelo. Hace gestos de corazones con las manos, susurra "te amo" y hago lo mismo. Reímos cómplices para después dirigirme hacia mi auto y conducir directo a mi casa.
════ ⋆★⋆ ════
Entro a mi habitación, busco una maleta en mi armario y voy sacando las prendas que más usaré. Me detengo y recorro mi cuarto con tristeza. Me duele dejar este lugar, siempre pensé que era muy afortunada porque tenía una hermosa familia que me amaban y apoyaban. Era una mentira, vivía engañada y es duro que lo que me representaba como persona se haya esfumado.
Lo he perdido todo de un momento a otro, no sé dónde pisar ni en quién creer. Por eso es mejor que me vaya, siento mucho dejar las cosas inconclusas en la Zona B, pero no puedo hacer nada más. Mi padre va a vender la fórmula maldita y el caos se hará en otros lugares.
Lo intenté, hice todo lo que tenía a mi alcance y no logré nada. Ahora debo preocuparme por mi bebé y por tratar de ser feliz. Quiero que Alex realice sus sueños también y estoy dispuesta a ayudarlo en lo que sea.
Tengo unos ahorros que nos van a sostener mientras conseguimos cómo ganarnos la vida. Quizás pueda dar clases y emprender algún negocio, pero sé que, pase lo que pase, será mejor que quedarme aquí.
—Nathalia.
Me giro, encarando a mi padre. Sus ojos se posan de mí a las maletas que se encuentran en la cama y no me pasa desapercibido como encierra sus manos en puños con rabia.
—Papá —susurro, presa del miedo.
No puede ser que él vaya a arruinar mis planes.
—¿Qué significa esto, Nathalia? —Se acerca y retrocedo por instinto.
—Me voy de la casa, papá, soy mayor de edad y pienso hacer mi vida.
Sus ojos se abren, su cara refleja lo furioso que se encuentra y me agarra de un brazo con brusquedad.
—Eres tan egoísta, Ruddy desapareció y mira lo que piensas hacer.
Pierdo la fuerza al escuchar lo que dice.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste, Nathalia, salió temprano a verse con unos amiguitos y vinieron para decir que no aparece.
Me cubro la boca y lloro con desesperación al pensar que mi querido hermanito puede estar en manos de Evan.
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