Capítulo 38

NATHALIA

Salgo del baño a pasos lentos, acabo de vaciar mi estómago otra vez y siento que la vida se me fue en esta ocasión. Nunca imaginé que esperar un bebé fuera tan traumático. No puedo comer nada porque lo vomito, siempre estoy cansada y con sueño. Debo visitar a un doctor para que me ayude con los cuidados y verifique que todo está correcto.

Me tumbo en la cama, sin deseos ni de respirar, esperando que pronto me sienta mejor. Llevo varios días sin ir a trabajar y extraño a mis niños. Ya es hora de que me reintegre, ahora más que nunca necesito dinero y eso me ayudará a distraerme de todo lo que está pasando.

Alex me contó sobre Evan. No lo creí al principio, pero él no tiene por qué inventarse algo así. Me duele saber que mi madre fue vilmente engañada y puedo deducir que eso era una de las causas de su depresión eterna.

Quiero enfrentar a mi padre, asimismo, decirle que estoy al tanto de lo que pasó con Angus. No sé cómo voy a resolver esto; los casos en la Zona B han estado ocurriendo, pero ahora de manera distinta.

Tengo miedo de ir e investigar por mí misma porque no sé qué cosas podría encontrarme y no puedo poner en riesgo la vida de mi hijo o hija. Acaricio mi vientre por inercia de manera protectora, desde que me enteré del embarazo he desarrollado un amor hacia este bebé que no puedo explicar. No sé si es instinto maternal, pero necesito que esté a salvo de todo.

Por mi mente ha pasado revisar su despacho de nuevo, pero estoy segura que él no tiene nada ahí ya. Es mejor dejarle claro que sé lo que ha hecho e intentar razonar con él.

Me levanto con pesadez, me cubro con una bata ancha y salgo de mi cuarto en busca de papá.

Sus ojos azules me recorren de pies a cabeza cuando abre la puerta de su habitación. No luce sorprendido por mi visita, de hecho, se hace a un lado para que pase. Me abrazo en un intento de darme fuerzas y me quedo parada en un rincón de su cuarto.

—Habla, Nathalia, creo que hay muchas cosas que tienes que explicarme.

Su mirada furiosa me hace temblar, no sé por qué está enojado y eso es un punto débil para mí.

—No entiendo el porqué te empeñas en aparentar algo que no eres. —Niego con la cabeza—. Sé todo, papá, asesinaste a Angus para robarle su experimento. Eres igual o peor que él —escupo con rabia.

Asiente, sin dejar de escanearme con profundidad.

—Lo hice para salvarte, Angus estaba mal de la cabeza y te iba a utilizar como conejillo de indias.

—Le robaste sus fórmulas, no te hagas el desentendido.

Resopla y se acerca a mí para luego tomarme de las manos.

—Yo participé en ese proyecto, Nathalia, fue algo que empezamos juntos y después se quiso adueñar. Siempre fuimos rivales, a él todo le salía bien y yo era la oveja negra de la familia. Ven siéntate. —Me dirige a su cama y me acomoda con cuidado—. Cuando fingió su muerte, porque los de la Zona B ya no lo querían ahí, aproveché y los tomé de vuelta, pero no sabía cómo seguir.

—¿Por qué en ese lugar? —pregunto, aprovechando que se está abriendo conmigo.

—Al principio lo hacía con vagabundos de algunos barrios, pero las muertes de esas personas empezaron a llamar la atención de las autoridades y tuvimos que desistir. No quería matar a nadie, pero era necesario para llegar a nuestra meta. Angus pudo rediseñar el experimento y lo mejoró. No me juzgues, Nathalia, estoy en quiebra y tengo que hacer lo que sea para volver a ser el hombre exitoso que fui una vez.

Mi boca está muy abierta por la sorpresa que me causa saber que todos estos crímenes son solo por ambición.

—No puedo creer que para ustedes esas vidas no valieron nada.

Las lágrimas salen sin mi permiso y me odio por están tan débil emocionalmente.

—Ese lugar no tiene remedio, son personas aisladas de la realidad y que no les importan a nadie. —Me asquea la forma en que habla—. Angus los ayudaba y quería cambiar las cosas para ellos, pero lo traicionaron y atacaron sin importarles todo lo que hizo. Son unos animales malagradecidos y sin ningún tipo de leyes, si te descuidas te apuñalan por la espalda.

Eso es mentira, conozco a esas personas y solo son marginados y desechos de esta sociedad. Me duele pensar en Carmen y Eva, no tienen oportunidades y la niña no va a la escuela. Por eso me he encargado de enseñarle y ayudarlas con lo que he podido.

—Eso no les da el derecho de hacer lo que hacen.

Se encoge de hombros como si no le importara lo que digo.

—Voy a vender las fórmulas y así salir de las deudas e hipotecas que me van a dejar sin nada. No pienso rendirme y perder todo lo que he logrado. Ustedes están acostumbrados a vivir cómodos y no permitiré que sea de otra manera.

Sus palabras me hacen recordar algo más.

—¿Cuándo pensabas hablarnos de Evan? —pregunto, sarcástica.

Sus ojos se abren en demasía por la sorpresa.

—¿Quién te contó eso?

Se escandaliza y lo observo, incrédula.

—¿Eso es lo que te preocupa? Engañaste a mi mamá y tuviste un hijo que nunca reconociste. ¿Tienes una idea de todo el daño que has causado? Estoy segura que la depresión de mi madre empezó por todas las cosas que le hiciste.

—Evan fue un error que no debió ocurrir nunca, su madre lo tuvo para manipularme y no lo consiguió.

Niego varias veces, él no sabe el monstruo que ha creado.

—Ese chico nos odia a Ruddy y a mí. ¿Sabes de lo que es capaz una persona llena de odio, rencor y, encima de eso, rechazada por su propio padre?

Busco en sus ojos algún indicio de que lo que le estoy diciendo le importa, pero no lo encuentro. En cambio, noto altivez, desprecio y orgullo.

—No te metas en lo que no te importa, Nathalia. —Me abraza con fuerza y pone una mano en mi estómago, presionando fuerte—. Sé que te dejaste embarazar de un maldito, no te conviene hacerme enojar. Cuando ponga mis manos encima del malnacido que se atrevió a hacerte esto le voy a dar una muerte lenta y dolorosa.

Trato de zafarme de su agarre, pero no puedo. Lloro de la impotencia, solo quiero acabar con todo esto e irme lejos.

—No te atreverías.

Se carcajea sin gracia.

—No sabes aún de lo que soy capaz. Trata de mantenerte al margen y cuida a ese bastardo que llevas dentro. Sería una pena que, accidentalmente, lo pierdas. 

════ ⋆★⋆ ════

—Así que piensa vender la fórmula —susurra Elena para sí misma. Asiento, ida, sin saber si estoy haciendo bien en confiar en ella—. ¿Te dijo cuándo lo hará?

Niego, me da mala espina su pregunta.

—No lo mencionó y no creo que lo haga, me advirtió que me mantuviera al margen de todo.

Camina de un lado a otro, pensativa.

—Tenemos que averiguar esa información, Lía. Debes encargarte de buscar esos datos y así vamos a poder idear un plan para acabar con esto.

Suena tentador, solo quiero que termine esta pesadilla. Es difícil luchar en contra de tu propio padre, sentir temor y estar consciente de que podría hacerme daño sin ningún remordimiento.

—Veré qué hago, Elena.

Asiente y me mira de arriba abajo. Sus ojos lucen molestos y sus manos se cierran en puños.

—Me enteré que estás embarazada, la verdad es que no imagino al pobre de Alex con un hijo.

Agacho la cabeza, avergonzada. Es cierto, él es muy joven e inmaduro.

—Está poniendo de su parte, fue a una entrevista de trabajo y quiere buscar un lugar para vivir juntos. —Sonrío al pensar en todas las cosas que él está haciendo por nosotros. Acaricio mi pequeño vientre, aliviada por eso—. ¿Alex te lo comentó?

—No, Gael fue que me lo dijo —habla con reproche—. Necesito ir al baño.

Le señalo el pasillo y camina hacia allá.

Estamos en la casa de Alex, él está tratando de conseguir trabajo y no ha descansado en estos días para lograr su cometido.

El celular de Elena brilla sobre la mesita de centro y me acerco, percatándome de que es un mensaje. Trato de alejarme, pero la curiosidad me gana y me acerco. Agarro el aparato y la notificación está en la pantalla bloqueada.

La toco y aparece parte del mensaje con el nombre de Evan Moore. Lo que leo me hace tambalear, las manos me tiemblan y un escalofrío me recorre la espalda.

No sirvió de nada matar a la mamá de Alex, él sigue en la ciu...

—¿Qué haces con mi teléfono, Lía?

Me giro y vislumbro a Elena, quien muestra espanto y odio en su mirada.

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