Capítulo 34

NATHALIA

—¿Qué has pensado de lo que te dije?

Levanto la cabeza para mirar a Elena directo a los ojos.

Hace días que me ha estado insistiendo y tratando de convencerme sobre Angus. Quiere que lo asesine porque, según ella, es la única salida a los problemas. Yo no sé si puedo hacerlo, mi tío es un monstruo, pero no soy capaz de quitarle la vida.

—No lo sé, no creo que esa sea la mejor decisión.

Rueda los ojos y se para delante de mí con los brazos cruzados.

—Creí que no querías volver aquí, Lía, además te ves horrible.

Su rostro hace una mueca de desagrado al decir esto.

Es cierto, tenía muchos días que no pisaba la Zona B porque no estaba lista para enfrentarme a Angus. Sumándole a eso que no me he sentido bien, creo que estoy enferma y tengo miedo de ir al doctor. Pero aquí estoy, dispuesta a interferir en los planes de mi tío y porque tengo que hablar con Carmen. Necesito explicarle todo, no puedo perder su amistad.

—Tengo cosas que hacer, Elena. —Entrecierro los ojos, mirándola con sospecha—. No sé qué haces tú aquí, pensé que tu ayuda era desde fuera, como una persona madura e inteligente —me burlo, usando las mismas palabras que utilizó una vez conmigo.

Sonríe maliciosa y se me acerca, quedando una frente a la otra.

—Tú y yo somos muy diferentes, Lía —susurra y frunzo el ceño sin entender—. Suerte con el psicópata de tu tío.

Se aleja y desaparece entre las calles oscuras. Elena es muy rara, a veces me da la impresión de que no es quién dice ser. Su comportamiento es muy sospechoso.

Resoplo y camino, dispuesta a ir a ver a Carmen.

—Al fin apareces. —Detengo mi andar y me giro, despacio—. Es bueno que hayas venido, tenemos algo pendiente tú y yo.

Angus y unos cuatro hombres están parados frente a mí.

—¿Cuándo vas a parar todo esto? —pregunto y agarro una navaja de mi cinturilla.

Se ríe burlesco, da unos pasos hacia mí y retrocedo.

—Estoy feliz, Lía, mi trabajo está dando frutos. —Me acorrala entre una pared y su cuerpo—. He inyectado a un tipo y no se le ha desintegrado la piel, aunque es doloroso.

Lo observo, horrorizada.

—Aún no entiendo qué beneficios vas a sacar de esto.

Pasa sus manos por mi mejilla y ladeo la cabeza, evitando su toque.

—Un arma pensante, mejorada y que pueda pasar por alguien normal. Capaz de cualquier cosa, sin sentimientos de por medio y sumiso a las órdenes de su amo. Sería perfecto. —Niego varias veces y me trato de zafar de su agarre—. Ahí es donde entras tú, mi hermosa Lía, ¿nunca te preguntaste por qué mi obsesión en entrenarte? Te estaba preparando porque me vas a servir de mucho.

—No te entiendo.

Mi voz sale entrecortada y unas ganas inmensas de llorar me inundan.

—Este experimento fue pensado para ti, corazón.

Me aprieta el cuello y me remuevo en un intento de soltarme.

Su agarre se hace más fuerte, la estabilidad me va abandonando y los mareos me debilitan. Me siento desorientada, hasta que me suelta y caigo al piso.

Unos brazos alrededor de mí me llevan a alguna parte. Quiero pelear y luchar para liberarme, pero no tengo fuerzas. Me meten a una camioneta y la ponen en movimiento hacia no sé donde.

════ ⋆★⋆ ════

Abro los ojos con pesadez, siento que me duele todo el cuerpo y unas náuseas me causan arcadas. Trato de mover los brazos, pero me percato de que están sujetos a unas cintas.

Miro a mi alrededor, estoy acostada en una cama, los pies también están amarrados y esto evita que me mueva. Lloro por la incomodidad y porque tengo unas ganas enormes de ir al baño.

La habitación donde me encuentro es blanca totalmente, hay un escritorio con muchos recipientes y carpetas. Tengo mucho miedo de lo que me van a hacer, nunca me había sentido así en mi vida.

—Buenos días, Lía. —Angus entra, sonriendo, hala una silla y se sienta al lado de mí—. Me alegra que hayas despertado, dormilona. —Se carcajea por su propio "chiste".

—¿Dónde estoy? —Arquea una ceja, divertido.

—Bienvenida a mi laboratorio, bueno a una parte de él.

—Quiero ir al baño.

Suspira y se me acerca. Desata las correas que me mantenían atadas y me ayuda a pararme.

Camino detrás de él, tambaleante, mi vista se torna borrosa y las náuseas me hacen vomitar a sus pies. Escucho cómo maldice, me agarra por un brazo con fuerza y me introduce en un cuarto pequeño. Es el baño, me acerco al lavamanos y me enjuago la cara.

Estoy horrible y las náuseas regresan. Me acerco al inodoro y vacío una vez más mi estómago. No recuerdo la última vez que comí, así que no entiendo por qué estoy vomitando tanto.

—Sal de ahí, Lía.

Recargo la cabeza en la pared, tratando de componerme.

La puerta se abre, entra y me toma del brazo, sacándome con brusquedad. Me caigo, las rodillas me duelen y siento que me levanta.

—No me hagas daño, por favor —ruego desorientada, las lágrimas bañan mis mejillas y una parte de mí duele.

Quiero salir de aquí, no es justo que mi vida acabe de esta manera. No puedo dejar a Ruddy solo, debo estar al lado de Alex.

Alex, mi amor, no puedo rendirme tan fácil.

Me avienta en la cama y me hago bolita, temblando como una hoja. Escucho algunos disparos, él se pone alerta y saca un arma del cinturón de su pantalón.

Un estruendo proveniente de algún lugar hace que Angus asegure la puerta y esconde muchos papeles en unos maletines.

—No puede ser —dice para sí mismo y puedo notar el miedo en sus ojos.

—¿Qué sucede? —pregunto, ida, sin poder entender qué es lo que está pasando.

—No puedo dejar que lo encuentren.

Camina de un lado a otro, llevando a una puerta que hay dentro del cuarto algunos recipientes.

Mis párpados pesan, las manos me empiezan a temblar y siento que estoy perdiendo la cordura. No quiero desmayarme, tengo que salir de aquí y ponerme a salvo.

Pasos más cercanos se escuchan, disparos y gritos ensordecedores inundan el lugar. Mi estómago se revuelve y me acerco al borde de la cama para vomitar de nuevo.

Levanto la vista y me cruzo con la mirada aterrada de Angus, sudores escurren de su frente y sus manos tiemblan. Quiero preguntarle qué sucede, salir de aquí o simplemente dormir y no despertar jamás.

La puerta se abre de repente, disparan y agacho la cabeza para cubrirme. Un silencio vicioso se adueña del lugar y levanto la mirada con temor. Angus yace en el suelo en un charco de su propia sangre. Un grito ahogado sale de mi garganta cuando siento unas manos tomar mi cuerpo y cargarme.

Trato de escurrirme sin lograr mucho, estoy muy débil y la voz no me sale. Me tocan la cabeza para que me recueste en el cálido pecho y percibo ese olor que es tan conocido para mí. Levanto la mirada con temor, nuestros ojos se cruzan y lloro al reconocerlo.

—Papá —es lo único que digo antes de caer en la inconsciencia.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top