Capítulo 33

ALEX

—Déjame ver si entiendo, ¿arreglaste las cosas con tu mamá y la loca es tu pareja?

Frunzo el ceño por cómo habla de Nathalia.

—Sí, Evan, ¿puedes dejar de referirte a ella de forma tan despectiva? —bufa y no entiendo por qué su molestia.

—Así que mientras te encontrabas de "luna de miel" yo estaba aquí preocupado porque te habías ido sin despedirte. —Hace comillas con los dedos y me mira con reproche.

—Ya te dije que las cosas no pasaron de esa manera. Me golpearon y, por alguna razón que no entiendo, me dejaron en casa de mi mamá —explico de nuevo con cansancio.

—Vaya, las cosas te están saliendo muy bien. Excelente diría yo, pasaste de ser el chico marginado que nadie lo quiere a tener una novia y amor de madre.

No sé si habla en serio, pero su ironía me irrita. No comprendo qué le pasa a Evan, se supone que es mi amigo.

—Voy a mi cuarto, quiero descansar. —Asiente, perdido en sus pensamientos.

—Alex —detengo mi andar y giro para verlo—, supe que los padres de Patricia la mandaron a otro país. Puede que ya no te interese, pero pensé que debías saberlo.

Me sorprendo al escucharlo, hacía tiempo que no sabía nada de Patty. Espero de todo corazón que le vaya bien.

Sin responderle, me doy la vuelta y entro a mi cuarto, dispuesto a descansar.

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Observo a Nathalia, quien está concentrada mirando su plato. La invité a comer, pero ha estado rara y pensativa. Lo dejo pasar y le doy una mordida a mi rica pizza, comprobando el porqué dicen que son las mejores de la ciudad.

—¿Sucede algo, cariño? —Niega y le da un pequeño mordisco a su porción—. Es que estás muy callada.

—No es nada, Alex, solo estoy algo distraída.

Asiento no muy convencido.

Hace dos semanas que llegamos del campo y nos hemos visto poco. Ella ha estado muy reservada, rara y alejada de mí. Tengo miedo al pensar que quizás se arrepiente de estar conmigo y puede que esté pensando en dejarme. No, debo dejar mi miedo e inseguridades atrás, Nathalia me ama y si está aquí es porque quiere.

—Puedes confiar en mí, amor.

Me mira con una dulzura que me desarma y asiente despacio. Sus ojos lucen angustiados y ojerosos, en momentos así es que quiero tener la habilidad para leer mentes. Todo sería mucho más fácil, las mujeres son tan complicadas.

—Aquí están. —Elena se sienta a mi lado y me da un beso en la mejilla, ganándose una mirada de muerte de mi chica—. Lía, necesito hablar contigo, te has desaparecido. ¿Es que piensas dejarme a mí sola con el problema? —le reprocha y toma un pedazo de pizza.

—No es eso, he estado ocupada estos últimos días —se defiende Nathalia con la cabeza hacia abajo.

—¿Qué mosca te picó? Estás rara.

Ruedo los ojos por la falta de sutileza de la pelirroja.

—Ya, Elena, déjala en paz. Cada quién tiene sus días amargos —bufa y sigue tragándose mi almuerzo.

—Pues que se ponga seria, que encontraron dos personas muertas anoche en la Zona B. Los delitos se han intensificado.

Nathalia y yo nos miramos cómplices, sé lo que está pensando y niego varias veces haciendo que ella frunza el ceño.

—Todo es mi culpa. —Cubre su cara con las manos con pesar—. Se supone que debo impedir que estas cosas pasen y no he logrado nada.

Me duele que piense esas cosas.

—Amor —ella levanta la cabeza y nuestras miradas se entrelazan—, deja de estar asumiendo cosas que no te pertenecen. No tienes superpoderes ni controlas los eventos que pasan ahí. Muchos buenos deseos sí, pero no es suficiente.

Asiente a lo que he dicho y Elena chasquea la lengua con fastidio.

—Alex tiene razón, sabemos quién está detrás de todo esto, entonces actuemos.

La miro, confundido.

—¿A qué te refieres? —Nathalia pregunta.

—La única forma de acabar con todo es que mates a Angus Benson.

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Camino de un lado a otro sin saber qué hacer, tengo miedo de entrar y enfrentarlo. Ahora entiendo todo, sus palabras y la forma tan despectiva de referirse a ella. No sé qué pensar, no quiero estar equivocado y quedar como un idiota. Tampoco lo culpo, solo que si hubiese sido sincero tal vez pensara diferente.

Me armo de valor y entro a la casa, Evan está en la sala y desvía sus ojos hacia otro lado. Me acerco y quedo frente a su gran figura.

—Solo quiero que me digas la verdad.

Asiente en silencio y se sienta en el sofá.

—No es lo crees, Alex, siento mucho que hayas tenido que ver eso. No soy un enfermo tampoco —su palabrería solo me confunde más.

—Aquí estoy, esperando por una explicación, Evan, tanto que decías odiarla...

Sus ojos me miran con intensidad ahora, me da miedo, muchas cosas pasan por mi mente y todas son escalofriantes.

El hecho es que ayer entré a la habitación de él, lo buscaba porque necesitaba algo y en un escritorio que tiene ahí encontré muchas fotos de Nathalia. Pero no fotos normales de esas que puedes sacar de las redes sociales, no. Son de distintos días, diferentes tomas y hasta como Lía en la Zona B.

Mis pensamientos en ese momento fueron de lo peor, pero no puedo juzgarlo sin que me explique por qué todo ese odio hacia ella y lo de las fotografías. Evan ha sido mi amigo desde  que éramos niños, le agradezco muchas cosas porque por él estoy aquí ahora. Así que le daré el beneficio de la duda, escucharé todo lo que tenga que decirme.

—Tengo esas fotografías de tu novia porque estaba investigando qué hace.

Mi cara de desconcierto hace que él trague saliva, no le creo nada.

—¿Investigando? Pero tú no tienes nada que ver con esas cosas, Evan. ¿Para qué lo hacías?

Carraspea y se rasca la nuca con nerviosismo. Esto es muy raro, no quiero pensar lo peor, pero él no está ayudando.

—Te aprecio mucho, Alex, eres mi amigo y quería saber con quién estabas tratando.

—Entonces, ahora te metiste a detective —hablo con ironía y molestia—. Deja de mentir, ¿acaso tienes algo que ver con lo que ocurre en la Zona B?

—¡Claro que no! Deja de decir estupideces. —Se levanta, furioso, y hago lo mismo para encararlo—. Eres un idiota, Alex, tanto que te dije que te alejaras de esa tipa.

Se agarra el cabello con rabia y lo hala con desespero.

—¡Dime la verdad! ¿Estás enamorado de Nathalia?

Sus puños se cierran con fuerza y se me acerca amenazante.

—Nunca me fijaría en esa perra.

Mi ira se desborda y le pego un puñetazo en la cara, él retrocede un poco y luego se abalanza sobre mí para golpearme. Es mucho más fuerte que yo, estoy en suma desventaja. Evan va al gimnasio, sabe boxeo y ni hablar de lo alto y musculoso que es.

Me agarra el cuello y me estampa en la pared, chillo por el dolor y me remuevo, tratando de soltarme de su agarre.

—No debiste entrar ahí, se supone que no podías ver esas fotos.

Su respiración es irregular y sus ojos me miran con odio al decir esto.

—S-Suéltame, Evan —balbuceo desorientado por la falta de oxigeno.

Me libera y caigo al piso, tosiendo por la falta de aire.

—Me voy de la casa, a ver cómo te haces con los gastos tú solo.

Entra con rapidez a su habitación, me levanto y toco su puerta con saña.

—¡Abre, Evan! No entiendo nada y me debes una explicación.

Sale a los minutos con una maleta en mano y se dirige a la salida, ignorándome por completo.

—Es mejor que cuides tu espalda, Alex.

Es lo último que dice antes de retirarse.

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