Capítulo 31
ALEX
Manoteo lo que sea que me está pasando por la cara. Un calor intenso me inunda, haciendo que me voltee hacia la izquierda.
Abro los ojos con lentitud, notando que la luz del sol me da de lleno y tengo que entrecerrarlos por la molesta claridad. Las ventanas no tienen cortinas y eso hace que los rayos de la brillante estrella entren sin ningún impedimento.
Me siento en la cama, desorientado y sin saber dónde estoy con la vista borrosa por la falta de mis lentes. Me paso las manos por el pecho y noto que estoy desnudo.
—Al fin despertaste.
Me alarmo al escuchar esa voz. Por favor, no.
Me coloca los lentes y mi visión se aclara. Observo a mi alrededor y me espanto al ser consciente de que estoy en mi antigua habitación. Vislumbro el armario repleto de libros viejos y algunas figuras de caricaturas, mi única mesita y la pequeña cama donde quepo de casualidad.
El corazón me late con fuerza al saber que estoy aquí de nuevo, los ojos se me inundan de lágrimas porque creo que todo ha sido un sueño, no me he ido a estudiar y no conocí a Nathalia.
—M-mamá —balbuceo, preso del miedo al verme de nuevo en mi viejo cuarto con ella.
—Creí que no volverías en sí nunca.
Coloca una bandeja con comida en mi cama y se aleja. La miro con recelo, ella nunca había hecho esto por mí.
—Gracias —digo en un hilo de voz. Esto es muy raro, yo no debería estar aquí.
—Déjame ver. —Verifica mi cara con detenimiento, sus ojos marrones están cristalinos—. Dormiste por más de una semana, Alexander. —Abro la boca en sorpresa, ¿cómo pude durar tanto tiempo?—. Me alegra que hayas despertado.
Asiento, dudoso y confundido por su comportamiento.
—¿Qué me pasó? —Tomo la taza de café y le doy un sorbo.
—No lo sé, hace más de una semana que unos hombres te trajeron y me dejaron una suma grande de dinero. Estabas muy herido, dijeron que habías sufrido un asalto. La suerte es que tenías tus viejos lentes aquí porque si no, hubiese tenido que comprarte otros.
Recuerdo la noche que estaba con Nathalia en su apartamento, luego llegó su tío y me llevaron sus hombres. Yo no fui asaltado, ellos me golpearon sin piedad. ¿Quién me trajo acá? ¿Ellos mismos? ¿Pero por qué?
—Muchas gracias.
Mis palabras son sinceras, nunca iba a imaginar que ella hiciera esto por mí.
—Eres mi hijo —susurra y agacha la cabeza.
Trago saliva sin saber qué decirle, siempre he sido su hijo y eso no ha sido impedimento para que me trate como lo hacía desde que tengo uso de razón. De hecho, este cuarto me trae malos recuerdos. Tantas veces que me golpeaba por nada o me insultaba diciendo lo inútil e inservible que era. Niego varias veces en un intento de sacarme todas esas imágenes de la cabeza.
Se retira y me levanto para después caminar tambaleante hasta el armario. Lo abro y paso las manos por cada una de las prendas que ahí se encuentran.
No tenía pensado venir a este lugar de nuevo, pero quizás no sea mala idea. Puede que nunca debí salir y tal vez me hubiese evitado todas las cosas malas que he vivido en la ciudad. Pero entonces pienso en ella, en este sentimiento que me está perforando el pecho y que duele porque estoy lejos.
Nathalia dijo que me ama, quiero creerle, pero me es difícil porque es perfecta en comparación conmigo.
La imagen en el espejo me es horrorosa, mi cara tiene moretones horribles y las ojeras son gigantes. Sin antes era feo, ahora parezco una bestia.
════ ⋆★⋆ ════
Salgo del baño con una toalla colgada y entro al cuarto de nuevo para vestirme. Me asomo a la ventana, el patio está igual con toda la vegetación que recuerdo. Esta casa es una herencia que dejó mi abuela y estoy seguro que vale mucho dinero por el gran terreno que tiene. Está en medio de muchos árboles, nuestros vecinos están alrededor, pero hay que caminar un poco para dar con ellos.
Suspiro y salgo a la sala en busca de mi mamá y así preguntarle más sobre qué pasó ese día. Unos toques en la puerta me hacen saltar en mi lugar, camino hacia ella y abro. Un escalofrío me recorre al ver a Nathalia frente a mí, más bella que nunca y tan fuera de lugar. Ella es demasiado para pisar esta humilde casa.
—Alex.
Sus ojos se llenan de lágrimas y se abalanza sobre mí mientras llora. Le correspondo y la acurruco contra mi pecho, logrando percibir el rico olor de su colonia. Esto es irreal, Nathalia está aquí.
—No llores cariño.
La alejo un poco y le limpio las mejillas con los dedos.
—¿Por qué te fuiste? —inquiere y luego golpea mi pecho varias veces.
—No, eso duele —me quejo, agarrando sus manos con fuerza. Me mira con pesar y se echa a llorar de nuevo.
La llevo a la cocina y le preparo un té para que se calme. Lo toma dando pequeños sorbos sin quitar su mirada de mí. Le cuento todo lo que pasó la noche en que los hombres de su tío me golpearon, o lo que recuerdo. Llora sin control ahora y no sé que hacer para que se sienta mejor.
—Lo siento mucho, todo es mi culpa. —Hipa y se pasa una mano por la cara.
—No, mi amor, no te sientas así, estoy seguro de que no sabías qué él iba a hacer eso.
Asiente con la mirada hacia abajo.
—¿Y tu madre? Quiero conocerla.
Me pongo nervioso al escucharla. No creo que sea bueno que ellas se conozcan, me da vergüenza que Nathalia vea a mi mamá.
—Creo que salió.
Asiente y sigue disfrutando de su bebida.
Me mira directo a los ojos y se levanta, quedando frente a mí. Pasa las yemas de sus dedos por los contornos de mi cara sin apartar sus orbes grises.
—Mira cómo te dejaron.
Cierro los ojos ante sus caricias y siento que roza sus labios con los míos.
La beso con hambre, saboreando sus dulces labios y la levanto, esto provoca que ella rodee sus piernas en mi cintura.
Camino con ella, tratando de no tropezar y matar el momento, hacia mi habitación. Me da pena que vea mi diminuto cuarto, pero ese pensamiento se esfuma cuando me retira la camisa y me va quitando el cinturón del pantalón, despacio. Hago lo mismo con su vestido y Nathalia queda en ropa interior. Sonrío al notar que es rosa.
Ella se sonroja y me besa mientras me guía hacia la cama. Casi no cabemos, pero eso se arregla cuando me posiciono sobre ella y beso cada parte de su cuerpo.
Los jadeos que emite su garganta son música para mis oídos y me animan a seguir porque sé que lo estoy haciendo bien. Es muy hermosa, admiro su cuerpo desnudo siendo consciente de que no merezco a una chica como ella.
—¿Tienes preservativos? —su pregunta hace que me aleje un poco y la miro con temor. Niego, pero espero que no decida parar por eso—. Debemos cuidarnos, Alex.
Se separa totalmente de mí y una tristeza me invade.
—Entiendo.
Agacho la cabeza con pesar, mi mala suerte es tan grande que cuando no es una cosa es otra.
—Pero... —La miro y ella sonríe pícara—. Puedo tomar la pastilla de emergencia luego.
Dicho esto, se abalanza sobre mí y me besa el cuello con desesperación.
La miro a los ojos y entrelazo nuestras manos al penetrarla con suavidad. El placer es tan intenso que creo voy a perder la razón en cualquier momento. Sus labios entreabiertos dejan escapar pequeños gemidos que provocan acelere mis movimientos.
La beso, me muerde, nos entregamos mirándonos a los ojos y diciendo cuánto nos amamos. Sus temblores y gritos me hacen acelerar las embestidas hasta que siento que me pierdo en su calor.
Sudor, lágrimas y susurros de te amo son lo último que recuerdo antes de terminar dormido sobre ella.
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