Capítulo 28

ALEX

Me encojo ante la mirada acusatoria y minuciosa que me da Angus Benson. Su pelo es castaño claro, ojos azules y piel muy blanca. Es alto, musculoso y no aparenta los años que me imagino tiene. No disimula la molestia hacia mi persona, es demasiado evidente.

—¿Por qué estás sola con este... —sus ojos me recorren de arriba abajo de manera despectiva— debilucho? —finaliza, cruzando los brazos.

Los hombres que vinieron con él me observan como si fuera una basura.

—Alex es un amigo, tío. ¿Qué haces aquí?

Nathalia lo enfrenta y mira a su alrededor con cautela. Estos tipos son muy altos y lucen peligrosos.

—Vine para hablar contigo, la otra noche no pudimos llegar a nada.

—Ah, sí, ya él se iba. —Asiento, aterrorizado—. Ven, Alex.

Me hala de un brazo para dirigirme hacia la habitación.

Cierra la puerta con seguro y se pasea de un lado a otro. No sé qué hacer; no quiero dejarla sola con esos hombres, pero tampoco deseo quedarme.

—Te voy a pedir un taxi para que te lleve a tu casa.

Se acerca, me abraza por el cuello y me besa los labios con dulzura.

—No es necesario, amor, puedo irme en autobús —le digo, aún con su boca pegada a la mía—. ¿Estarás bien con ellos aquí? —

Asiente mientras me besa la mandíbula. 

—Alex, te amo. —Junta su frente con la mía y cierra los ojos—. Desde que ellos se vayan te llamo y te cuento todo.

Agito la cabeza varias veces, abrumado por su olor y la beso de vuelta.

—También te amo, cariño.

Sonríe, me besa la mejilla y se aleja, dejando en mí un sentimiento de vacío. Me acomodo los lentes y salimos juntos de la habitación.

Los ojos de los presentes se posan sobre nosotros; el tal Angus sigue todos mis movimientos. Paso por su lado para salir, pero me agarra del brazo de una manera no muy amable, evitando que siga.

—Dos de mis hombres te van a llevar, la noche suele ser peligrosa por estos lugares.

Sus palabras me dan escalofríos, así que dirijo la vista hacia Nathalia y ella niega con temor.

—No es necesario, tío, Alex se va en un taxi —interviene, parándose a mi lado.

—No aceptaré un no por respuesta, Tony y Paul te acompañarán.

Los aludidos se acercan con cara de pocos amigos. Trago en seco al ver lo intimidante que son estos tipos, sus músculos son exagerados al igual que sus estaturas.

—No, tío —Nathalia refuta mientras aprieta las manos en puños—. Te dije que no es necesario.

—Tranquila, Lía, ellos solo lo llevarán a la seguridad de su hogar.

Le acaricia la mejilla y ella se aleja. Me mira con preocupación y angustia; sonrío, o eso trato, para que se calme.

Salgo del apartamento con los dos matones detrás de mí.

Me abren la puerta de una camioneta negra y subo. Uno de ellos se sienta a mi lado mientras el otro conduce. Trato de que no se note lo nervioso que estoy, miro a mi alrededor y diviso que salimos del residencial de Nathalia.

—¿Cuál es la dirección?

El que conduce pregunta, su voz grave me es terrorífica. Le digo dónde es en un hilo de voz, no creo que sea prudente que esta gente sepa donde vivo, pero no hay nada que se pueda hacer ya.

El que está a mi lado recibe una llamada telefónica, solo dice que sí y luego cuelga. Me mira con malicia y posa una de sus manos en el hombro del que conduce. El vehículo se detiene en una calle oscura y mis sentidos se activan.

—No es aquí donde vivo, sigan conduciendo.

El tipo que está a mi lado me agarra del cuello y sale del auto, llevándome con él.

Los dos me miran con sonrisas burlonas, esto hace que el corazón me lata con fuerza. Todo está mal, nunca debí dejar que me trajeran.

Recibo un puñetazo en la cara que me hace caer en medio de la calle, el dolor es inmenso y creo que me rompió la boca. Me levantan, uno de los tipos me agarra por el cuello para después aventarme contra el vehículo.

—Angus quiere que te demos una lección, renacuajo, espero que esta advertencia te haga desistir de ver a Lía.

Me golpea la entrepierna, el dolor me doblega y me hace jadear en busca de aire. No quiero llorar, pero no puedo evitarlo. Caigo al piso de nuevo y ellos me atacan con saña, me patean por todos lados sin piedad.

Me siento desorientado por los golpes, la cabeza me duele y puedo probar el sabor metálico en la boca. Grito por ayuda, pero sus golpes no cesan. Toso desesperado, la sangre no me permite que abra los ojos y estoy seguro de que los lentes deben estar rotos en algún lugar de la calle. 

Me entran al vehículo con brusquedad, no pongo resistencia porque no tengo fuerzas ni para quejarme. El pecho me duele, mi respiración es irregular y la consciencia se me va nublando de a poco.

—No te vuelvas a acercar a Lía, maldito imbécil, Angus no será bondadoso la próxima vez.

Me sacan del auto y me avientan en el piso.

Escucho que se alejan a pasos rápidos. Hago el intento de levantarme para tratar de ver dónde estoy, pero no puedo. Cada parte de mi cuerpo duele, respirar se me dificulta y el mareo hace que desista de seguir moviéndome.

—¡Alex!

Escucho una voz lejana al mismo tiempo que me agarran por los hombros. Jadeo por el dolor e intento sacudirme, pero no tengo el control de mi cuerpo. No quiero sufrir más.

Me depositan en una superficie blanda, me retiran la ropa y me pasan algo frío por la piel. Arde, quema; deseo decirle que no siga, mas nada sale. Me Limpian el rostro y me dan de tomar agua.

Escucho murmullos a mi alrededor, pero no logro entender nada. El cuerpo me tiembla por el frío, una aguja es incrustada en uno de mis brazos provocándome más dolor. Siento que me ahogo, boqueo en busca de aire con desespero y unas manos me sostienen para que no caiga.

Quiero dormir, deseo que esto acabe, que el dolor se vaya y olvidarme de todo lo que ha pasado. Las palabras de los hombres hacen eco en mi mente una y otra vez.

Debo alejarme de Lía, ella no es buena para mí. Alejarme de Lía, ella no es buena.

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