Capítulo 15

NATHALIA

Remuevo el cubierto en mi cena sin ningún deseo de nada, las miradas que se dan mis padres no ayudan tampoco. Ruddy es el único que come a gusto y animado porque está ajeno a la tensión asfixiante del lugar.

—Estás muy rara últimamente, Nathalia. —Observo de mala manera a mi papá al hablarme con reproche—. Las salidas que haces a no se sabe dónde son cada vez más largas y crees que soy tan estúpido que no me doy cuenta.

—No soy una niña, papá, pero gracias por preocuparte.

Mis palabras destilan veneno, papá no es mi persona favorita en estos momentos.

—Mientras vivas en esta casa haces lo que yo diga.

Ruddy para de comer al ver cómo mi padre golpea con su mano la mesa con rabia.

—Jorge, deja a la niña tranquila, ella ha tenido mucho trabajo. Por eso está así —interviene mi madre ante la batalla de miradas que nos damos él y yo.

—Trabajo —dice con ironía—. ¿Se le puede llamar así a dar clases a unos mocosos por unas horas? Eso no es un oficio digno de un Benson. Mi esperanza era que estudiaras medicina o algo parecido al negocio familiar.

Ahí va la cantaleta de nuevo. Mi padre nunca estuvo de acuerdo en que estudiara magisterio y mucho menos cuando le dije que empecé a trabajar lo que me gusta.

—Yo estudiaré medicina, papá —interviene Ruddy, animado—. Quiero ser tan bueno como el tío Angus. —Él no se percata de la mirada asesina que le da papá al mencionar al tío.

—¡Ja!, como Angus. Ese no era más que otro inservible.

Me levanto de la mesa enojada y, sin pedir permiso, salgo de ahí. Sé lo furioso que se pondrá porque no le gusta este tipo de comportamientos, pero me da lo mismo.

—Nathalia, no le hagas caso a tu padre. —Mi madre entra a la habitación y se me acerca—. Mi niña, no me gusta verlos pelearse.

El moretón que tiene en su rostro no me deja prestarle atención a lo que dice. Acaricio el lugar y ella se tensa.

—¿Por qué permites esto, mamá? No mereces vivir así.

Me retira la mano de su cara deprisa.

—No es lo que crees, mi vida, yo soy muy torpe y...

—Te caíste —la interrumpo molesta por creer que soy idiota—. A ruddy lo puedes engañar, mamá, pero a mí no.

—Tu padre es un hombre excelente y sin él no podríamos vivir cómodos.

—No puedo creer que estés tan ciega o te haces. Lo odio, mamá.

—¡No! No digas algo así, Nathalia, tu padre ha sido bueno con ustedes y los ha sacado adelante. Somos una familia ejemplar.

La miro como si estuviera loca, ¿por qué su empeño en tapar el sol con un dedo?

—La única razón por la que sigo viviendo aquí es por Ruddy y por ti, no los quiero dejar solos con ese hombre.

Me mira espantada, sin poder creer lo que dije.

Yo era una niña de papi cuando pequeña, creía que era un héroe por todos los inventos que hacía y me llenaba la boca diciendo lo maravilloso que era a mis amiguitos. Así que todo lo que ha pasado me ha pegado tan fuerte que a veces creo que es irreal.

***

—¿De qué quieres tu helado? —pregunta Alex, observando muy concentrado el mostrador con todos los sabores.

—Chocolate —respondo ida, acariciando la pulsera que tanto me gusta.

Su entusiasmo me hace sentir mal, soy una mala persona y él no se da cuenta.

Nos sentamos y él saborea el postre muy a gusto contándome su día. No puedo seguir con esto, Alex no merece lo que estoy haciendo, ya es hora de acabar con lo que sea que tenemos.

—¡Alex! —Una chica se nos acerca y para en seco al mirarme. Sus ojos me recorren entera, poniendo cara de desagrado—. ¿Tú quién eres? ¿Qué haces con mi Alex?

Abro los ojos sorprendida al escucharla, no sabía que él tenía novia.

—Patty, largo de aquí —dice él a la defensiva.

Los observo tranquila mientras empiezan a discutir.

—Por esta flacucha terminaste conmigo, maldito, ahora entiendo que no fue por mí.

No entiendo nada, así que decido irme.

—Nathalia, no es lo que crees, ella no es mi novia.

Alex me agarra del brazo con fuerza, puedo notar lo nervioso que está.

—Es mejor que me vaya, hablamos después.

La tal Patty no deja de mirarme con cara de muérete y me señala con su índice.

—No quiero que te acerques más a mi novio, arrastrada, o si no te la verás conmigo.

Quiero reírme por su amenaza, pero en cambio asiento y salgo del lugar.

—¡Nathalia! —Alex me toma del brazo y me gira—. Ella no es mi novia, terminamos mucho antes de lo nuestro y está loca porque quiere hacerme la vida imposible. —Sus ojos lucen angustiados y estoy segura que se echará a llorar en cualquier momento.

—Pues está obsesionada.

Asiente varias veces a mis palabras.

—Sí, pero hace mucho que no siento nada por ella. —Suspira aliviado al decir esto—. La única chica que me importa eres tú.

Se acerca y besa mis labios con dulzura. Me recrimino por esto, quiero decirle la verdad, pero tengo mucho miedo a que me odie y lo pierda.

Se aleja un poco para después tomarme la mano entre las suyas y caminamos por la acera sin un rumbo fijo.

La noche nos sorprende más rápido de lo que deseo, entre bromas y algunas anécdotas.

—Me debo ir, muchas gracias por tu compañía.

Él se queda mirándome como de costumbre, de esa manera en la que me desarma y me hace sentir culpable.

—Es un placer estar contigo, Nathalia —dicho esto, me da un beso de despedida y se aleja a pasos rápidos.

Me dirijo hacia la casa sin dejar de pensar qué haré de ahora en adelante con mi vida. Entro y subo las escaleras, agradecida de que no haya nadie en mi camino.

Me introduzco en el cuarto e inmediatamente me tumbo sobre la cama. No sabía que estaba tan agotada hasta ahora.

—¡Mi mamá! —Ruddy entra a mi habitación de repente, haciendo que me caiga de la cama del susto—. Nathalia, mi mamá está mal, grita mucho.

Me levanto del piso y corro hacia él. Sus ojos están rojos por el llanto y sus manos tiemblan sin control.

—Cálmate y respira, Ro.

Trato de que se relaje, diciéndole los ejercicios para que lo logre. Lo hace poco a poco, hasta que se levanta de golpe y se dirige hacia la puerta, pero lo detengo.

—Debo ir a ayudarla, ella no está bien.

No puedo dejar que la vea en las condiciones que me imagino debe estar.

—Yo voy, Ro, tú quédate aquí que me hago cargo. —Asiente aún temblado—. Mírame, ella está bien. Iré a verla y luego vendré por ti.

Salgo de la habitación con un sabor amargo en la boca. Toco la puerta de la habitación de mis padres, pero no responden. Giro el pomo y este cede, dándome paso a su interior. Todo está en orden y no hay rastros de mi madre.

—Mamá, ¿estás aquí?

Me dirijo al baño y me paralizo al ver la escena. Un grito desgarrador sale de mi garganta, los ojos se me llenan de lágrimas y caigo al piso sin fuerzas.

El cuerpo de mi madre yace en la bañera llena de agua junto a varias botellitas de medicamentos abiertas.



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