Capítulo 12
ALEX
Camino por el largo pasillo del laboratorio, arrastrando el carrito del aseo con torpeza. El padre de Nathalia me ofreció un empleo; estoy feliz porque la paga es buena, lo único malo es que soy conserje.
No es que me sienta al menos por la posición, pero según Nathalia podemos aprovechar eso ya que el área de limpieza tiene acceso a todas las llaves del lugar. Porque sí, voy a ayudarla a descubrir qué es lo que su padre está haciendo y si él está detrás de todas las muertes y desapariciones de la Zona B.
Al principio pensé que me quería usar al conseguirme este trabajo. Es que yo creía que su interés por conseguirme el empleo se debía a su preocupación por mí, pero ahora estoy muy bien con la situación, ya que voy a ayudarla e impresionarla.
Es un poco arriesgado y debo saber cómo moverme para que no descubran que quiero sacar algún tipo de información, aun así estoy muy satisfecho porque me siento útil y estoy en contacto a diario con Nathalia. Hablamos a cada momento, salimos a almorzar y compartimos mucho tiempo juntos.
Quiero declararle lo que siento por ella. De hecho, lo iba a hacer hace unos días atrás, pero no pude. Tengo miedo de ser rechazado, aunque estoy casi seguro que le gusto. La forma en cómo me trata, cómo me habla, cómo se preocupa por mi bienestar la delatan.
Nathalia es la chica más maravillosa que he conocido, no solo es su belleza física, ella tiene un alma pura y buena. La admiro muchísimo. He tenido el privilegio de asistir a la escuela donde imparte clases a niños de preescolar y es increíble cómo se maneja. A veces olvido que es Lía también, su lado oscuro.
Cuando está en la Zona B es como si fuera otra persona, le encanta estar entre las sombras, la oscuridad es su aliada. Hace unos días fui a buscarla y me atacaron los hombres del tal Jared. Lía me defendió y la vi pelear con ellos como toda una profesional. Debo decir que eso solo hizo que me enamorara más de ella.
—Aquí se viene a trabajar, no a dar vueltas sin rumbo.
Detengo mi andar y miro de arriba abajo a Elena. Ella es una compañera que, por alguna razón que desconozco, no me soporta desde el primer día.
—No estoy dando vueltas. —Se cruza de brazos sin dejar de mirarme de manera despectiva—. Me dijeron que debo ir a la planta de abajo y eso hago.
—Sí, claro.
Sus enormes ojos negros me escanean con intensidad, es una pelirroja bajita y muy delgada. Donde sea que voy me la encuentro y trata de molestarme siempre. Creo que me persigue y me fastidia a propósito, aunque no entiendo ni encuentro una razón lógica del porqué.
La ignoro y sigo mi camino, dispuesto a cumplir con mi trabajo.
Entro al salón donde debo limpiar, es un lugar espacioso y vacío. Verifico cada rincón en busca de algo que parezca interesante, pero es en vano.
Decido empezar a asear el piso, así que reviso los detergentes que pusieron en el carrito a mi disposición. Son varios frascos que no tengo idea para qué utilizarlos, mas los vierto en el contenedor con agua para poder avanzar.
El área se ha llenado de humo, al parecer mezclé dos químicos de limpieza sin darme cuenta que no debía. Toso y muevo las manos en un intento de disipar la humareda, pero solo se ha propagado más.
—¿Y este desastre? —Lo que me faltaba, Elena entra y se cubre la boca—. ¿Qué hiciste, Daft?
Ruedo los ojos al escuchar que me llama por mi apellido cuando le he dicho varias veces que no me gusta.
—No entiendo, yo solo estaba limpiando y pasó esto.
Ella me mira, luego al desastre y suspira con cansancio. Abre unas ventanas y enciende los ventiladores. Poco a poco todo se va normalizando.
—Vaya, qué fácil.
—¿No me digas? Trata de no causar otro problema o te irá muy mal. Aquí todo lo que dañes o arruines, lo pagas. —Asiento a lo que dice mientras tomo notas mentales sobre eso.
—Gracias, no sabía qué hacer.
Se cruza de brazos, molesta como siempre. Esta chica es rara.
—No es nada, Daft, solo lo hice porque tienes pocos días aquí y se te nota de lejos lo necesitado que estás —dicho esto se retira, dejándome irritado ante sus palabras.
***
Evan me mira como si me hubiese crecido otra cabeza.
—Estás loco, Alex —afirma y enciende un cigarro.
Frunzo el ceño, ofendido por lo que acaba de decir.
—¿Por qué dices eso? Fue tu idea. Recuerda que tú mismo me habías dicho que necesito un cambio de imagen.
—Sí, Alex, pero eso era por ti, no para impresionar a nadie. Si tan seguro estás de que la loca esa está enamorada, ¿por qué cambiar?
Me cruzo de brazos, molesto por cómo habla de ella.
—Le gusto, Evan, pero sé que será más fácil si no uso los anteojos.
—Estás tan ciego, amigo, no es por hacerte sentir mal, pero no creo que esa chica esté interesada en ti de esa forma. —Sus palabras me hieren, puede que sea cierto lo que dice. No soy nadie comparado con Nathalia—. No te pongas así, el problema no es por tu físico. ¿No crees que la chica que se fije en ti debe hacerlo por cómo eres?
—Pero soy yo, solo que en un paquete más pasable.
Me mira con fastidio.
—Haz lo que quieras, solo te lo estoy advirtiendo.
—Lo sé y agradezco que te preocupes por mí, pero no es necesario. Nathalia me ha demostrado que me quiere y estoy dispuesto a dar el paso.
Me mira con la duda marcada en sus facciones mientras niega varias veces.
—Esa chica con complejo de mujer maravilla no me convence, Alex. No seguiré opinando sobre eso porque sé lo insistente y terco que eres, pero no quiero que te haga daño. Eres un tipo con un corazón muy frágil y dulce, te conozco desde hace mucho tiempo y sé que si te rechaza vas a sufrir mucho.
Sus palabras me asustan y molestan a la vez. ¿Por qué es tan increíble que Nathalia se fije en mí? ¿Tan horrible soy? Ella cada día me demuestra con sus actos que le intereso y no me quedaré de brazos cruzados pensando en un tal vez si puedo dar el paso. Puede que ella esté esperando que me le declare y no seré un tonto en desaprovechar la oportunidad.
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