Capítulo 11

NATHALIA

—Me tienes preocupada, cariño. —Mi mamá me cepilla el pelo con suavidad—. Has estado muy triste y extraña en estos últimos días.

Me encojo de hombros sin saber qué decirle. La muerte de Ángel me ha pegado fuerte, llevo un tiempo sin pisar la Zona B porque aún no me siento lista. Sé que Carmen y Eva deben estar preocupadas por mí, pero me he dado cuenta que no soy tan fuerte como quería pretender.

—No es nada, mamá, tú tranquila.

Asiente, no muy convencida, y se levanta de la cama.

—Sabes que puedes contar conmigo. Si tienes problemas en la escuela, me puedes decir y te ayudo. 

—Todo está bien allá, mamá, muchas gracias.

Asiente y abre la puerta.

—¿Sabes qué creo? —Niego con la cabeza—. Que necesitas un novio.

Me guiña un ojo y sale sin dejar de sonreír con picardía.

Agacho la cabeza con pesar, yo tenía uno y me lo mataron. Mis ojos se llenan de lágrimas ante el recuerdo del cuerpo sin vida y desfigurado de Ángel. No logro dormir bien porque todos mis sueños son sobre él, aún escucho sus gritos de agonía claros en mi memoria.

Pero debo seguir, ahora no solo se debe a mi tío Angus, voy a vengar la muerte de mi novio. Tengo miedo de descubrir a las personas que están detrás de todo esto, o más bien, temo confirmar las sospechas de que mi papá sea el culpable de lo que está pasando en la Zona B.

***

Camino con sigilo hacia las voces de mis padres, la curiosidad de saber lo que dicen es el motor que me impulsa a espiarlos. Se encuentran en la terraza de la casa y me escondo detrás de unos arbustos para que no me descubran. Vislumbro a mi madre regar las plantas, ese es su pasatiempo favorito desde que tengo uso de razón.

—¿Verificaste la mercancía que llegó?

Ella asiente a la pregunta de papá y deja lo que estaba haciendo.

—Jorge, hay algo mal con esos productos, estuve analizando su reacción y son muy peligrosos. No entiendo por qué lo quieres usar para la cura que estás buscando.

Abro los ojos en sorpresa ante lo que ha dicho, puede que esté en lo cierto y mi papá sí está haciendo algo indebido. Mi madre es bióloga, no ejerce su profesión porque él no quiso que trabajara cuando nací. Es muy controlador, ella quería tener su propio consultorio, pero se conforma con la ayuda que le da a mi padre en su laboratorio.

—No hables de lo que no sabes. —Mi atención se dirige de nuevo hacia ellos—. Tu trabajo es velar que todo llegue correcto.

—Jorge, sé muy bien lo que vi y te aseguro que es letal lo que tratas de hacer.

—¡Baja la voz! —Se le acerca alarmado—. Nunca fuiste buena en tu oficio, por eso es que siempre has sido una fracasada.

Sus palabras me duelen. ¿Cómo se atreve a hablarle así?

—Eso no es cierto, la única razón por la que me quedé estancada fue porque eres tan celoso, inseguro y envidioso que no soportabas verme ser mejor que tú.

Un grito ahogado se me escapa de la garganta al ver cómo mi padre golpea a mi mamá en una mejilla. Ella llora y él se va del lugar molesto.

Las manos se me cierran en puños por la rabia contenida. Estoy consciente que ellos siempre han tenido sus peleas y que mi papá le impone su voluntad, pero presenciar que la maltrata me llena de ira y odio. ¿Qué clase de monstruo es Jorge Benson?

Decido abandonar la casa para no cometer una locura y poder canalizar todo lo que estoy sintiendo en estos momentos. Camino deprisa hacia donde está mi vehículo parqueado para dirigirme al lugar que creí no pisaría en un buen tiempo, pero es el único escape que tengo ahora mismo.

Carmen me abraza con fuerza, repite que lo lamenta y me besa la frente con dulzura. No puedo evitar llorar entre sus brazos, ella sabe cuánto amaba a Ángel y cómo me siento porque a su esposo lo asesinaron de una manera similar.

—Ay, mi niña, lamento lo que sucedió —dice sin dejar de apretarme las manos—. Jared ha estado como loco.

—Me imagino. Perdón por haber desparecido, es que no podía venir.

—Te comprendo, Lía, es bueno verte de nuevo. Eva ha estado preguntando por ti mucho, le afectó la muerte de Ángel también.

Trago en seco, pobre niña que tiene que vivir estas experiencias tan pequeña. Me aparto de su lado y me dirijo a la habitación de Eva.

—¡Lía! —Se abalanza sobre mí y la aprieto con fuerza—. ¿Estás triste?

Me mira con ojitos inocentes, lo que me hace sentir aún peor. 

—Sí, pero ya estoy bien.

Sonríe y me abraza, sin dejar de pasar sus manitas por mi espalda con dulzura.

***

Observo a Alex devorar una hamburguesa como si hacía tiempo no hubiese comido. Lo invité a almorzar para hablarle del trabajo que estoy tratando de conseguirle con mi papá.

Tuve que esperar varios días para hablar con él porque no podía ni mirarlo sin tener fuertes deseos de decirle lo que se merece. Lo peor de todo es que mi madre lo oculta y defiende, nos hace creer que todo está perfecto en su matrimonio. Es un golpe bajo para mí, cuando era una niña pensaba que tenía la mejor familia y la realidad es otra.

—Esto está delicioso. —Sus palabras me sacan de mis pensamientos—. ¿No te vas a comer eso, Nathalia? —Señala el plato con un burrito y papas fritas.

—No tengo hambre. —Noto cómo observa mi almuerzo de reojo al darle el último mordisco a su hamburguesa—. ¿Lo quieres? —se lo ofrezco, acercándole el plato

—Bueno —dice, rascándose la nuca apenado y sonrío por lo tierno que luce—, no está bien desperdiciar la comida. —Asiento y empieza a degustarla.

—Vaya, solo eres flaco.

Río al ver cómo se avergüenza y deja de comer.

—Sí, es culpa de mi metabolismo. Pero tú eres privilegiada también, tu figura es muy bonita. Es decir, estás en forma y no eres un palillo como yo.

—Si supieras, Alex. Hubo un tiempo que sufría mucho por mi peso.

—No te creo —expresa sorprendido—. Pensé que siempre has sido así.

—Pues no, tuve un desorden alimenticio por la presión de querer ser flaca, luego de un tiempo entrenando con mi tío fue que pude llegar a mi peso ideal con muchos sacrificios y dietas.

Tiemblo por los nervios, no puedo creer que le he dicho esto a Alex. Es uno de los secretos que no quiero que nadie sepa porque me da vergüenza, pero es que él me inspira demasiada confianza.

—Vaya, yo creía que...

—¿Era perfecta? —lo interrumpo, adivinando sus pensamientos—. No es así, mi vida está muy lejos de serlo.

Sus ojos me miran con esa intensidad que hace me sienta incómoda. Titubea, al parecer quiere decirme algo y no se atreve.

—Ah. —Hace silencio y rasca su nuca—. Tengo que contarte algo, Nathalia. —Asiento para que siga—. Bueno, yo, es que.

—Alex, dímelo ya. ¿Qué sucede? —Se queda pensativo por unos segundos y luego niega con la cabeza.

—En realidad no es nada. —Ríe nervioso—. Háblame del trabajo, ¿qué te dijo tu papá? —Lo miro extrañada, este chico es muy raro.

—Me contó que va a buscar una vacante en donde puedas encajar. Le pasé tu hoja de vida.

Se levanta de la silla para luego abrazarme y me dice lo agradecido que está. Le correspondo y sonrío al percibir el rico olor a suavizante de su camisa. Se separa sin dejar de mirarme directo a los ojos. Este chico es muy especial, agradezco haberlo conocido y que sea parte de mi vida ahora.


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