Capítulo 10
ALEX
La observo con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Nunca me iba a imaginar que ella vendría a verme, pero sí, mi madre está aquí y no sé cómo sentirme al respecto.
—¿No me vas a saludar, Alexander?
Me hago a un lado para que pase y luego cierro la puerta.
—M-Mamá —balbuceo—. ¿Qué haces aquí?
—Quería ver el lugar donde te estás quedando después de que me abandonaste.
Resoplo porque sé muy bien por dónde se dirige esta conversación.
—No te abandoné, mamá, pero tenía que aprovechar esta beca. Si no lo hacía, no iba a poder realizar mis estudios universitarios —le explico y ella solo observa todos los rincones de la casa.
—No está nada mal, siempre supe que debajo de esa fachada de idiota que tienes hay un hombre ambicioso. —Sus palabras son como dagas directo al corazón, como siempre lo han sido.
Agacho la cabeza y aprieto las manos en puños con impotencia ante el dolor que me provocan sus actos. Ella nunca me ha querido y se ha encargado de demostrarlo cada que puede.
—¿A qué viniste? —Mi voz sale dura, ¿para qué aparentar las cosas?
—¿Es cierto que vives con un chico? —pregunta, ignorándome por completo. Asiento despacio.
—Con Evan, mamá, ¿lo recuerdas? Mi amigo de hace mucho tiempo.
Sus ojos miel me recorren entero y juro que puedo notar cómo arruga la cara en desagrado.
—Un hombre, Alexander, ya sabía yo que tenías otras preferencias. Nunca te conocí una novia. —Niega con la cabeza varias veces, fingiendo pesar.
—Eso no es cierto, Evan y yo solo somos amigos. Vivimos juntos porque nos ayudamos con los gastos, él tiene su cuarto y yo el mío. —Asiente no muy convencida.
—Eres como tu padre. —Se acerca y me señala el rostro—. Tan parecido a él hasta en la forma de tratarme.
—No digas eso, mamá, sabes que tuve que irme por mi bien. En ese lugar no iba a llegar a nada.
—Y mucho que has logrado, ¿no? —Su sarcasmo me descoloca, la verdad no sé qué gana haciéndome sentir mal.
—No mucho, pero estoy estudiando lo que me gusta y he conocido personas agradables.
—Ay, Alexander, no sé por qué te mientes a ti mismo, sabes muy bien que nunca llegarás a nada.
Parpadeo en un intento de retener las lágrimas que están locas por salir. No sé si lo hace a propósito, si disfruta hacerme daño.
—¿Por qué estás aquí, mamá?
—¿Tienes dinero? —su pregunta no me sorprende, ahora entiendo el porqué de su visita.
—No. No estoy trabajando.
Agacho la cabeza debido la vergüenza. Por más que he buscado algo qué hacer, no he encontrado nada y ya estoy desesperado. Evan se está encargando de la renta solo y eso me hace sentir muy mal.
—Tan inútil como siempre, no sé para qué pierdo mi tiempo en buscarte.
Asiento dolido, no creo que ella pueda decir algo que me duela más de lo que ya ha hecho.
—Creo que debes irte.
Le abro la puerta ante su silencio. Ella me mira con intensidad por unos segundos para luego retirarse.
***
—¿Qué estudias, Alex? —cuestiona Nathalia del otro lado de la línea.
—Medicina —respondo, apoyando el celular con el hombro mientras reviso el horario—. ¿Por qué lo preguntas?
—Es que voy a hablar con mi papá para ver si te puede ayudar con un empleo. —Sonrío emocionado al escucharla.
—¿En serio?
Guardo la lista y tomo el teléfono con la mano mientras camino hacia el aula.
—Así es, será muy fácil convencerlo porque tiene un laboratorio y puede que le seas útil. —Asiento, consciente de que no puede verme.
—Muchísimas gracias, Nathalia, no sabes lo que significa para mí que hagas esto.
—No es nada, Alex, me siento culpable porque fue por mí que no te dieron el empleo en la librería.
Sonrío al imaginarla, sé que debe tener las mejillas sonrojadas y los ojos cristalinos. Hace unos meses ya desde la noche que Nathalia estuvo muy mal por algo que desconozco aún, pero todo fue a mejor porque nos hemos hecho muy cercanos.
Nos despedimos y me siento a esperar que llegue la profesora mientras leo un libro para avanzar.
La clase, que sentí eterna, acaba al fin y me encamino hacia la salida en un santiamén. Los largos pasillos están llenos de personas que se detienen a hablar con los demás, esto dificulta que avance como deseo.
—¡Alex! —Me giro y diviso a Patty que corre hacia mi dirección.
—¿Qué quieres?
La voz me sale dura, no la he perdonado por cómo me trató cuando terminé con ella. De hecho, no sé por qué me dirige la palabra si sabe que la he evitado como la peste.
—¿Podemos hablar, por favor? —pregunta tímida, observo que su cara está hinchada y enrojecida al igual que sus ojos. Al parecer estuvo llorando.
—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar.
Hago ademán para irme, pero me agarra un brazo con fuerza.
—Por favor, Alex, estoy metida en un gran problema, la estoy pasando muy mal. —Empieza a llorar como si de una Magdalena se tratara.
Suspiro con cansancio y me dirijo hacia unas banquetas un poco alejadas de los demás estudiantes. Ella me sigue y se sienta. No me pasa desapercibido cómo mueve los dedos de las manos con nerviosismo.
—¿Y entonces?
Me mira a los ojos y empieza a llorar más fuerte.
—No sé qué voy a hacer, Alex, me estoy volviendo loca. Por favor, ayúdame.
Se hala el pelo con desesperación lo que la hace parecer una demente. Bien, ahora estoy asustado por lo que le pueda estar pasando. ¿Acaso se estará muriendo?
—¿Qué sucede? —pregunto con cautela y a la vez curioso.
Ella se levanta y empieza una caminata en círculos.
—Promete que me vas a ayudar, Alex, necesito a alguien cerca de mí.
La observo como si estuviera loca, si supiera que solo quiero que me diga para poderme ir de aquí.
—Habla de una buena vez, Patty, no tengo tu tiempo.
Sé que fui grosero, pero es lo menos que se merece por todo lo que me dijo la vez que terminamos.
—Estoy embarazada —confiesa y rompe a llorar de nuevo.
Siento que me mareo, la voz no me sale y mi cara debe parecer todo un poema. Cuando estoy a punto de colapsar, recuerdo que nunca me he acostado con ella y respiro aliviado.
Su problema no es asunto mío.
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