~36~

*Créditos al/a la autor/a de la imagen en la multimedia.*


*AVISO: mención de muertes, pensamientos suicidas, alusión a inanición y malnutrición y referencias a fobias y trastornos mentales. Si te sientes incómodo con esto o por cualquier otra razón, puedes saltarte este capítulo y me podéis pedir en los comentarios que os haga un resumen de este. No tengo ningún problema en hacerlo.*

*NOTA: Este es el capítulo más largo con diferencia que he escrito hasta la fecha, así que os recomiendo poneros cómodos/as, que esto va a tomar su dulce tiempo.


Un día normal, o no tan normal con los signos en su Au:


Acuario:

La oscuridad consumía tus alrededores lentamente, comenzando por aquello situado más lejano a tu figura para finalizar por la silla en la que estabas sentada, observando todo aquello con una mezcla de aburrimiento y desesperación. A veces tenía que ser tan dramática...

Una vez la oscuridad engulló todo lo existente en tu mundo, una risa hizo acto de presencia, inundando todo el lugar aun sin tener forma material que técnicamente ocupase espacio de verdad.

- ¿Tienes que montar un número diferente cada vez que quieres hablar conmigo? - Preguntaste a la nada con un pequeño bufido al final. Estabas en medio de una conversación de lo más civilizada con G sobre cómo el mismo esqueleto había despertado enrollado en una infinidad de capas de papel higiénico, pareciendo una momia recién salida de su tumba. El hecho de que fuera un esqueleto no te ayudó a reprimir tus risas delante de este.

- Hmph, no eres nada divertida Acua. - Delante de ti se materializó la figura de una chica que conocías demasiado bien para tu propia desgracia. La recién llegada tenía el pelo castaño, casi pelirrojo, el cual le llegaba hasta la altura de la barbilla; sus ropajes consistían en un simple suéter verde con una raya amarilla pálida atravesándolo por en medio y unos pantalones cortos marrón chocolate acompañados de unas botas de montaña del mismo color. Mantenía una expresión de tristeza falsa, haciendo un puchero igual de falso al mismo tiempo que se cruzaba de brazos.

Rodaste los ojos. Ni siquiera te ibas a esforzar en hacer un comentario sarcástico, aquello solo acabaría en una pelea sin sentido por parte de ambas.

- ¿Qué es lo que quieres ahora Chara? No pienso cerrar ningún trato contigo. - Fuiste directa al grano. Ya estabas un tanto harta de las constantes llamadas por parte de la castaña que llevaban a desconectarte de la realidad y, por consiguiente, que G aprovechara para pintarte un bigote junto con otros dibujos infantiles en tu cara. Que justamente hubieses estado en medio de una conversación con él había sido definitivamente un golpe de mala suerte.

La mencionada siguió de brazos cruzados, mirando a otro lado con el mismo puchero de antes. Suspiraste. No entendías para nada a aquella pequeña demonio, la cual era, muy extrañamente, más baja que tú; no obstante, preferías no mencionarlo puesto que no querías acabar con un brazo roto de nuevo.

- Si tan solo me has "invocado" para hacerme perder el tiempo, ya puedes llevarme de vuelta. Estaba en medio de algo importante. - Hiciste comillas con los dedos de las manos en el aire. No entendías nada de cómo era que Chara era capaz de hacer eso de llevarte de la realidad a este luar; una vez te lo trató de explicar, pero te quedaste igual que antes.

- Pero por supuestoooo, ¿cómo he podido ser tan impertinente? Discutir con G es muchíiiiiiisimo más importante que yo. - Te replicó con ironía, cambiando su estado de ánimo en menos de un milisegundo. Ahora, tenía las manos en sus caderas mientras te observaba con una actitud de descarada y una sonrisa ladina.

- Nunca entenderé tus repentinos cambios de humor. - La contraria se encogió de hombros, a lo que tú rodaste los ojos; aquello ya se había convertido en una costumbre cada vez que estabas con la otra humana.

- Si quizás no fueras tan... - Se paró un segundo para pensar las palabras adecuadas, colocando una mano en la barbilla como si eso le estuviera dando la solución. - ... inexpresiva, fría, que no te importan los demás, que no sabes qué es la calidez y el amor humano, aburrida... - Y seguramente seguiría mencionando insultos hacia tu persona si no fuera porque te acercaste a ella y le tapaste la boca.

- Lo he pillado. Ahora, ¿vas a callarte? - Le lanzaste una de tus miradas inquisitorias, a lo que ella respondió con morder uno de tus dedos.

- ¡Hija de-! - Te sujetaste la mano que tenía el dedo herido, notando que la desgraciada lo había mordido lo suficientemente fuerte como para que un pequeño hilo de una sustancia rojiza recorriese la piel de tus dedos. Por su parte, Chara estaba en el suelo, partiéndose de la risa, como si hubiera escuchado el chiste más gracioso en su larga y solitaria vida fantasmal.

La miraste con una expresión de enfado, lo cual pareció funcionar ya que la del suéter verde paró inmediatamente y se sentó en el suelo sin decir una sola palabra. Bueno, puede que también fuera porque había vuelto a cambiar de personalidad así de la nada de nuevo, pero preferías pensar que había sido cosa tuya.

Cubriste la herida con la parte baja de tu suéter y aplicaste presión para detener la hemorragia. No parecía que fuera muy grave así que unos pocos minutos bastarían.

- Buenas noticias, ha parado de sangrar. - Hablaste en voz alta, más para ti misma que para Chara. - Malas noticias, mi suéter favorito está manchado.

- La vida es un constante ciclo de miseria. No importan las cosas materiales que has recibido a lo largo de esta ya que al final van a desaparecer, quedando reducidas a meros recuerdos por tu parte, alguien que solo es un peón para la sociedad, descartado en cuanto ha cumplido su misión, ya sea con o sin éxito. - Chara respondió a pesar de que ni siquiera te estabas dirigiendo a ella. Había pasado de un modo tranquilo y calmado a un modo emo y negativo en el intervalo de tiempo que tu herida había dejado de sangrar.

Suspirando pesadamente, te preguntaste internamente qué mal habías hecho para acabar en aquel extraño lugar con tan extraños seres.

- Aún no has respondido a mi pregunta. - Le recordaste a Chara. La observaste en caso de que volviera a cambiar radicalmente de personalidad, lo cual fue exactamente lo que ocurrió.

- Oohhhh, ¡cierto! - Su voz tenía un tono infantil y juguetón. - Me aburría mucho estando sola en este lugar taaaaaaaan solitario. - Se levantó de un salto y extendió los brazos, como si tratase de abarcar toda la oscuridad que se extendía hasta el infinito. - Así que decidí llamarte a ti. - Dio dos pasos hacia el frente, acercándose un poco más a ti, y señalándote con el dedo índice.

Lo debías de haber supuesto. Gruñiste internamente ante tu estúpido pensamiento anterior, el cual trataba sobre que verdaderamente había algo importante de lo que hablar con Chara. Ella era así, completamente impredecible; la detestabas con toda tu alma. Si ya te era difícil comprender qué era lo que pasaba por la cabeza de una persona normal y los sentimientos de esta, el conseguir entender a Chara era cien veces más complicado.

- ¿E-Estás enfa-enfadada conmigo? ¡P-Perdón! - La de ojos rojos se echó para atrás con las manos tapándole la cara, seguramente por la vergüenza o algo parecido. Involuntariamente, ya casi por acto reflejo, rodaste los ojos.

- No me enfadaré si dejas que me vaya. - Había que sacarle provecho ahora que había adoptado una personalidad más débil. Tu plan fracasó a los pocos segundos de siquiera haber pronunciado la última palabra.

- ¿Huh? ¡¿Quién te crees que eres para darme órdenes?! - Chara había vuelto a cambiar de personalidad; ahora tenía el ego por las nubes. - No voy a dejar que alguien como tú piense que puede mandar a quien quiera. ¡Aprende dónde está tu sitio! ¡En la basura! - Pataleó como una niña pequeña al mismo tiempo que gritaba lo más fuerte que podía.

Gruñiste, esta vez en voz alta, sin siquiera molestarte en guardártelo para ti misma. Escuchaste una risa molesta por parte de, adivina adivinanza..., ¡ding ding ding! ¡Exacto! ¡Chara! Si tan solo pudieras pegarle un buen golpe en la cara para callarla... Por supuesto, el mundo no quería que fueras feliz porque Chara técnicamente era un fantasma que no tenía forma corpórea y por tanto no podía interactuar con seres y objetos a menos que se hiciera con un cuerpo para controlarlo.

- ¿Qué te hace tanta gracia ahora? - No entendías por qué te molestabas en hablar con ella, de todas formas, nunca conseguías una respuesta que saciase tu curiosidad. La contraria tan solo se limitó a reír un poco más, deleitándose de tu enfado que iba creciendo por momentos.

- Nada, nada de nada. - Replicó con una amplia sonrisa y ojos entrecerrados, manteniendo sus manos por detrás e inclinándose un tanto hacia adelante. "Como una niña pequeña." Pensaste para tus adentros.

Te cruzaste de brazos, todavía mirando fijamente a la humana de ojos rubí y cabellos castaños. Ella se mantuvo en la misma posición, sin que su expresión infantil vacilase ante tu intensa mirada.

Pasaron así unos pocos minutos que parecían haber sido horas y apartaste la mirada, negando con la cabeza mientras suspirabas. Deberías de saberlo mejor que nadie: no había forma de sacarle información a Chara; era demasiado... impredecible.

- ¿Sabes? - Comenzó, aún con la misma personalidad infantil de antes. Enarcaste una ceja, no era tan común que mantuviese una misma forma de ser por tanto tiempo. - Eres muy aburrida Acua. Eres demasiado... predecible... - Ni te inmutaste, no te ibas ni a molestar en contradecirla. - ¡Ves! ¡A eso me refiero! No expresas para nada tus emociones y eso solo te vuelve una sosa. - Sacó la lengua para molestarte.

"Exactamente igual que una niña pequeña." Aunque lo dicho era cierto; tus reacciones consistían principalmente en rodar los ojos, suspirar y, en algunas ocasiones, gruñir, con la excepción de cuando le gastabas bromas a G. Era imposible no reírte de él cuando conseguías salirte con la tuya.

- Al principio me diste curiosidad, ¿sabes? Me preguntaba a mí misma por qué eras tan distante con Frisk y con el otro. - Por supuesto que Chara no iba a pronunciar el nombre de G; le tenía demasiado odio como para ni siquiera nombrarlo.

- Y por eso me intentaste asesinar, ¿no es así? - Interviniste con un comentario sarcástico antes de que pudieras evitarlo. Aquello era cierto. Ocurrió hacía bastante tiempo, pero ninguna de las dos volvisteis a sacar el tema de nuevo.

Fue la primera vez que Chara te "invocó" a aquel lugar y, estando tan desorientada, no te diste cuenta de que una figura surgió de la nada para comenzar a atacarte. Te defendiste como pudiste hasta que Chara estuviera lo suficientemente cansada como para seguir atacándote y que tú pudieras mantenerla quieta para sonsacarle información. Lo que pasó después fue historia y así es cómo llegasteis hasta este momento, en el mismo lugar donde había comenzado todo.

- Lo pasado pasado está. - La chica de suéter verde ni se molestó en darte una explicación concreta; nunca te la daba. Tan solo se limitó a mover la mano arriba y abajo, como si lo que hubieras dicho no tenía importancia. - Antes quería hacer un trato contigo porque me llamabas la atención. Ahora sé que no tienes nada de especial, en otras palabras, ya no me eres de interés. - Su expresión se había vuelto más seria, lo cual era la primera vez en mucho tiempo que no ocurría.

Sentiste un escalofrío recorrer tu columna vertebral. No comprendías qué era lo que estaba ocurriendo, pero preferías no averiguarlo.

- No sé si sigues a dónde voy con esto Acuario, pero si no me demuestras que puedes serme de utilidad... que no eres un simple personaje de relleno en esta historia... - Hizo una pausa y alzó un dedo a la altura del cuello. - ... no dudaré en descartarte como la títere inservible que eres. - Movió el dedo, trazando una línea invisible a través de su cuello.

Inconscientemente, casi posicionaste una mano en la zona de tu garganta, como si estuvieras protegiéndola, aunque te detuviste en el último momento. Sentiste una pizca de miedo, pero no dejaste que la contraria lo percibiera, no la dejarías; de todas formas, eras una maestra en enmascarar tus emociones.

- No me decepciones. - Y con un gesto de su mano, tus alrededores empezaron a nublarse, mezclando el mundo de Chara con el tuyo.

Abriste los ojos, desperezándote y estirando los músculos entumecidos de tus brazos. Debías de haberte quedado "dormida" en la mesa por mucho tiempo, o al menos eso suponías al ver que no había nadie en el salón. También podía ser porque G era un cobarde que no era capaz de enfrentarse a ti cara a cara cuando te levantases y vieses tu cara manchada de tinta de rotulador.

Suspiraste para tus adentros, rememorando las palabras de Chara al mismo tiempo que te dirigías hacia el baño para limpiarte la cara.

"¿Serle de utilidad? ¿Personaje de relleno?..."


Piscis:

- Otra vez ha ocurrido... - Te levantaste de la cama de flores doradas con un suspiro y sin ganas de hacer nada.

Inspeccionaste tus alrededores detenidamente; parecía ser que nada había cambiado en aquella sala. Tus ojos se volvieron por inercia a la cama de flores de doradas y la memoria de la flor que encontraste al inicio de tu viaje resurgió de las profundidades de tu mente.

Por muchos resets que pasasen, como habías comenzado a denominar a aquellos saltos en el tiempo tan confusos en los que siempre cambiaba algo, nunca volvías a encontrar a aquel extraño ser que te entregó el medallón que usabas como pulsera/brazalete. Te estaba muy justo como para ponértelo alrededor del cuello, así que te las arreglaste para utilizarlo como una pulsera/brazalete.

Instintivamente, rozaste la brillante superficie de aquella joya, rememorando todas aquellas veces que te había llegado a salvar de una muerte segura. Las amalgamas eran seres imposibles de vencer y no había manera de salir con vida de un encuentro con alguna de estas a menos que huyeses o aceptases su petición.

Avanzaste hasta la siguiente habitación, quedando cara a cara con un esqueleto de gafas que abrazaba protectoramente contra su pecho una carpeta, la cual parecía estar a punto de estallar por la cantidad de papeles que contenía en su interior.

El esqueleto dio un respingo junto un diminuto salto para atrás, completamente sobrecogido por la sorpresa. Tú también te habías sobresaltado, pero no dejaste que el monstruo lo notase ya que no querías que el pobre monstruo se asustase más de lo necesario.

- Hola, mi nombre es Piscis. Encantada de conocerte. Acabo de caer a este lugar y estoy un tanto perdida. - Aunque no te gustaba mentir, no te veías capaz de decirle a la cara algo como: "Hola, soy Piscis, una chica que lleva no sé cuánto tiempo encerrada en este sitio por culpa de unos extraños saltos temporales a los que he decidido llamar resets. Cada vez que ocurren, algo extraño sucede y algo cambia en este lugar. Aparte, parece ser que puedo separar las almas de unos extraños seres que se llaman amalgamas con este medallón que me entregó una flor parlante y que murió a saber cómo. Por cierto, me gustan mucho tus gafas." Sí... no creías que esa fuera la mejor forma para introducirte, así que mezclaste un poco la verdad con una mentira inocente.

- ¿N-No estás asustada de ver a un esqueleto andante? - Inquirió el contrario con un leve tartamudeo. Todavía estaba nervioso, lo que se podía notar por sus manos temblorosas que aún sujetaban con algo de fuerza la carpeta, pero su mirada denotaba curiosidad y una pizca de desconfianza.

Suspiraste un poco. No te habías percatado de tu error así que ese era el precio que debías de pagar; a primera vista, nunca hubieras llegado a sospechar que aquel esqueleto tan asustadizo fuera tan perspicaz. Ahora ya no serías capaz de hacerte la asustada puesto que era muy probable que notase tu actuación al instante.

- Bueno, me has pillado. - Respondiste con una sonrisa llena de culpabilidad. - Llevo aquí el tiempo suficiente como para explorar los alrededores y encontrarme con algunos monstruos, pero es cierto que he caído hace relativamente poco. - Las mentiras brotaban con una facilidad sorprendente, incluso para ti misma. Tenías un mal sabor de boca después de todo lo dicho.

- O-Oh. En ese caso, creo que debería presentarme. E-Esqueleto soy, el Sans. - Se dio cuenta de su error, abriendo excesivamente las cuencas y poniéndose nervioso inmediatamente. - ¡Q-Quiero d-decir-! Soy Sans, e-el esqueleto. - Soltaste una pequeña risa, lo que Sans no pareció tomarse muy bien, pensando que te estabas burlando de él.

"Si supiera la de veces que he escuchado a varios esqueletos introduciéndose con ese nombre, se sorprendería." Eso era cierto. En gran cantidad de los resets, aparecían diversos esqueletos parecidos al que estaba frente a ti y que se llamaban exactamente igual, a pesar de que sus personalidades eran completamente diferentes. También variaban sus formas de hablar, de vestir, la gente que les acompañaba, sus chistes...

Todavía no habías llegado a la conclusión del por qué aparecían tantos esqueletos similares, ni tampoco a una conclusión de por qué sucedían esos resets; es más, ni siquiera sabías cómo era que cada reset era diferente al anterior, desde los personajes que te encontrabas hasta las zonas que podías visitar antes de que ocurriera un nuevo salto en el tiempo.

Hasta el momento, solo habías hallado una respuesta temporal ante la causa de esas anomalías temporales: la separación de las almas de una amalgama. De cierta forma, tenía sentido, puesto que era la única variable que se mantenía constante en todas las situaciones; sin embargo, no estabas del todo segura debido a que en cuanto ocurriese una sola excepción, tu teoría se iría por la ventana.

- Perdona. Es tan solo que me había causado algo de gracia. Me habías recordado a alguien que conocí hace tiempo y no pude evitar soltar una pequeña risa. - Sonreíste. Aquello sí era cierto; te recordaba a una dinosauro muy tímida llamada Alphys con la que te encontraste hacía ya muchos resets. De todas formas, no ibas a mencionar su nombre en el caso de que Sans número "perdiste la cuenta después del reset número 100" la conociese y sospechase de ti.

Sans, pero no el Sans que encontraste en la línea temporal pasada ni en la anterior ni en la anterior, te miró con algo de pena. No entendías el por qué, pero no te ibas a preocupar demasiado por eso.

- Me gustaría explorar el resto de este lugar... - Hiciste como si estuvieras pensando en voz alta. Aunque tus dotes de actriz no fueran las mejores, el esqueleto de gafas parecía que se tragaba el cuento de que era tu primera vez en el Subsuelo. - Si no te importa, creo que voy a ver qué hay por allí. ¡Nos vemos luego! - Te despediste un tanto apresurada, dirigiéndote a la puerta que conectaba la sala cubierta de un telón de oscuridad con la sala de las escaleras y hojas color rojizo.

- ¡E-Espera! - Antes de que pudieras cruzar el umbral de la puerta, Sans te había tomado de una de las mangas de tu camisa rosada, tomándote desprevenida por completo. - E-Eh, esto... Si no es mucho p-problema, me g-gustaría ir contigo. - Te soltó la manga mientras miraba al suelo como si el secreto de la vida estuviera escrito en este, sin dignarse a mirarte directamente a los ojos.

Sopesaste tus opciones en tu cabeza. Por una parte, te vendría bien tener algo de compañía mientras no tuvieras nada que hacer; había veces que no te encontrabas con una amalgama por días, incluso semanas, y a pesar de que tuvieras la compañía de Sanstrocity, te sentías bastante solitaria. Por otra parte, tendrías que fingir para que Sans no descubriese sobre los saltos en el tiempo debido a que no estabas del todo segura de que quienes desaparecían después de que se ocasionase un reset recordaban todo lo ocurrido en aquel retorcido lugar.

Podría parecer ilógico el no querer contarle a nadie sobre eso ya que era muy probable que no le volvieses a ver o que no recordase nada después de que "activaras" el salto temporal al separar las almas de una amalgama; no obstante, temías la reacción que ese individuo tendría al descubrir semejante verdad. Si ya de por sí estuviste en estado de shock por horas la primera vez que experimentaste un reset y en fase de negación por meses cuando llegaste a la conclusión de lo que estaba ocurriendo... No era que querías el secreto de ese mundo para ti, sino que no querías que nadie más tuviera que soportar el peso que cargabas a tus hombros.

- No hay problema. - Respondiste con una amplia sonrisa. No pasaría nada malo por estar algo de tiempo con ese Sans, ¿cierto? De todas formas extrañabas un poco hablar con alguien que no fuera Sanstrocity.

Tiempo más tarde, habíais atravesado las puertas de las Ruinas, ingresando en el helado bosque de Snowdin. Frotaste tus manos con la intención de conservar algo de calor corporal, lo cual no llegó a funcionar del todo.

Suspiraste. No sabías si era cosa tuya, pero te parecía que en esta ocasión, en Snowdin hacía más frío que de costumbre; aparte, la nieve caía con más abundancia, provocando que, a los pocos segundos, un montoncito de nieve se hubiera apilado en lo alto de tu cabeza.

- T-Tienes un poco d-de nieve ahí. - Señaló Sans a tu cabeza, tratando de ayudarte a retirar la nieve de tu pelo, sin llegar a conseguir nada.

- No tiene mucha importancia. Será mejor que sigamos adelante antes de que nos congelemos. - Avanzaste con dificultad por la nieve, no estando acostumbrada a que se apilase tanta cantidad.

Durante el camino, notaste por el rabillo del ojo a cierta amalgama que te observaba desde lo lejos, no queriendo ser descubierto por el Sans que te acompañaba. Le hiciste señas de que más tarde, cuando estuvieras sola, jugarías un rato con él, lo que le hizo bastante contento.

Tardasteis unas cuentas horas en llegar al pueblo, el cual estaba prácticamente deshabitado, como era de costumbre, o al menos para ti. Aunque querías ir a pasar un rato con Sanstrocity, no debías levantar sospechas así que te hiciste la cansada y medio arrastraste a Sans al motel para que pudierais descansar.

Unas horas después, cuando te aseguraste de que el esqueleto de las gafas estuviera en su habitación, saliste sigilosamente del motel a la zona del letrero de Snowdin, donde te esperaba tu único verdadero amigo en ese solitario lugar.

Nada más verte, la amalgama te saltó encima, aplastándote en el proceso. Después de asegurarle que estabas bien y que no te habías hecho daño, Sanstrocity y tú fuisteis a dar un paseo por el bosque, de vez en cuando rebuscando entre las zonas más espesas del bosque en busca del ser al que tenías que ayudar en esta ocasión.

Completamente exhausta, la amalgama te llevó de vuelta al motel, depositándote con cuidado en la puerta de este. Te despediste de él con un abrazo, o al menos aquello que fuera eso que habíais decidido llamar abrazo puesto que no podías abrazar como se debía al pobre monstruo, y subiste a tu habitación. En el momento en el que tu cuerpo tocó la cama, te sumiste en un profundo sueño.

Por otra parte, una figura observaba desde su ventana a tu mejor amigo retornar cautelosamente al bosque de Snowdin, como si no quisiera ser visto.

- Nada de e-esto tiene sentido... - Y aún con miles de dudas dando vueltas por su cabeza, se tumbó en la cama, dejándose acunar por el calor que le proporcionaban las cálidas mantas de la cama del hotel.

Al día siguiente, te despertaste por culpa de un repentino estruendo. Tardaste solo un momento en escanear tus alrededores y percatarte del lugar en donde estabas. Seguidamente, te asomaste por la ventana, apenas vislumbrando un cuerpo blanquecino que se arrastraba en dirección al bosque.

Sin registrar lo que estabas haciendo, casi como si aquello fuera por instinto, tomaste el medallón de la mesita de noche y saliste afuera del motel, corriendo tras la criatura. No te percataste de los horrorizados gritos de cierto esqueleto con gafas, quien, al ver que no lo prestabas atención, murmuró un par de coloridos insultos y salió en tu búsqueda.

La amalgama, a pesar de su gran tamaño, poseía gran velocidad y, por si fuera poco, su apariencia le era ideal en aquel clima nevado, resultando en que casi le perdieras el rastro en varias ocasiones. Cuando no pudiste seguir persiguiéndola, apenas sin aliento, te apoyaste en un árbol situado justo en el borde de un claro el cual desembocaba en un acantilado.

Sin aliento y con pura confusión, te dispusiste a investigar el lugar en busca de alguna pista sobre el paradero de la criatura. No pasó mucho tiempo para que Sans, quien te había perdido de vista a mitad de camino, llegase al lugar, completamente cansado y para nada acostumbrado a hacer tanto ejercicio físico y utilizar más magia de lo usual.

- P-Por... fin... - Masculló entre grande bocanadas de aire. Solo entonces fue cuando te diste cuenta de la presencia del esqueleto que te habías encontrado al principio de aquel reset. Estabas tan acostumbrada a la soledad, que no habías caído en que posiblemente te hubiera seguido hasta allí.

Te diste un golpe mentalmente por haber sido tan descuidada. No querías preocuparle y, por si fuera poco, no solo habías conseguido eso, sino que ahora el pobre esqueleto estaba a punto de caerse por el cansancio y la falta de aire.

- Perdona Sans... No era mi intención preocuparte... - Te disculpaste sinceramente, con puro arrepentimiento en tus ojos. El otro se sentó en el suelo, tomando grandes bocanadas al mismo tiempo que levantaba una mano, indicando que le dieses un momento para recuperarse.

A los pocos minutos, Sans se había recuperado y ambos os habíais sentado al borde de precipicio, maravillados ante la vista del bosque que se podía vislumbrar desde allí. No solo te sentías culpable por hacer que Sans hubiera gastado tanta energía, sino también porque la amalgama se había escapado y podrían pasar días, incluso semanas hasta que volvieras a encontrarla.

- En cuanto a l-lo de antes... Saliste corriendo detrás de e-esa cosa sin pensar... c-como si fuera un hábito... como si ya lo hubieras he-hecho en varias ocasiones... ¿Cuánto ti-tiempo llevas haciendo esto? - Te sobresaltaste ante la repentina pregunta, aún más por lo dicho. Escogiste con mucho cuidado tus palabras, siendo consciente de que el mínimo error sería captado al instante por el esqueleto sentado a tu derecha.

- Mucho tiempo... - Te limitaste a responder. No querías revelarle más de lo necesario. Sans asintió, perdido en su propio mundo; igualmente, tu cabeza comenzó a inundarse con miles de pensamientos que te arrastraban cada vez más lejos de la realidad.

"¿Por qué sigo con esta fachada...? De todas formas, da igual... Seguramente se olvidará de todo cuando ocurra el reset... Se olvidará de mí y de todo esto como el resto..." Algo en tu mente hizo clic y tus manos comenzaron a temblar. Las tomaste entre sí, sintiendo cómo las palmas de estas estaban cubiertas de sudor.

"No... no estoy del todo segura de que no se acuerden de nada... Aunque tampoco puedo afirmar que pueden recordar todo lo ocurrido, después de todo, nunca los he vuelto a ver... Y si es por eso que nunca han retornado... porque no se acuerdan de mí..." La cabeza empezaba a darte vueltas, causándote fuertes mareos. Por otra parte, tu respiración se volvió más agitada. "¿Por qué solo yo puedo recordar...? ¿Por qué me tienen que olvidar...? Si no existiesen esos saltos temporales, ¿aun así me recordarían? Ellos me no me olvidarían, ¿cierto...?" La respiración aumentó era más entrecortada.

Sans pareció salir de su ensoñación y, al girarse para hacerte otra pregunta y encontrarte en ese estado, casi le da un ataque de ansiedad.

Tu mente no cesaba de repetirse como un disco rayado, repitiendo las mismas preguntas una y otra vez, como si tú fueras la única capaz de responderlas. Tus alrededores daban vueltas alrededor tuyo, obligándote a cerrar los ojos para evitar los flashes de colores que aumentaban aún más tus nauseas.

- Lo siento... - No escuchaste el murmullo de Sans antes de perder el conocimiento, todavía con esas miles de preguntas retumbando en tu cabeza.


Aries:

Habían pasado ya varios días desde la última vez que habías visitado el Reino mortal, más específicamente la capilla en la que trabajaba Chara. Por una extraña razón, no podías evitar sentirte agobiada ante el hecho de que todavía no pudieras ir a comprobar si tu amigo/a estaba bien.

- No te preocupes Aries, si algo hubiera ocurrido Chara se habría puesto en contacto conmigo. - No respondiste, dirigiendo tu mirada al enorme ventanal de la sala de estar.

Te cruzaste de brazos, apoyándolos en el reposabrazos del sillón, hundiendo la parte inferior de tu cara en estos. El Dios de la Esperanza se había trasladado a un sillón diferente después de que te hubieras tirado en plancha sobre el sofá sin importarte quién estuviera sentado en él. Asriel todavía podía recordar vívidamente cómo se le había escapado todo el aire de golpe al recibir el impacto de tu cuerpo sobre él.

El escenario que observabas era una extensión de nubes que parecía no tener fin: los alrededores del castillo del Rey de los Dioses, Asgore. No era la vista que alguien del mundo mortal se esperaría debido a la falta de color y, bueno, de todo en general; los pocos mortales creyentes que quedaban en la faz de la tierra siempre exageraban las "maravillas" que plagaban el plano celestial.

- ¿Estás del todo seguro de eso...? - Murmuraste por lo bajo. No obtuviste respuesta así que no estabas segura de que te hubiera escuchado.

Pasasteis unos momentos en silencio, tranquilamente observando el movimiento de las perlinas nubes que conformaban el "suelo" de la explanada frente a vosotros. El sol estaba por ponerse, envolviendo en un paño dorado el castillo del rey y sus terrenos y dotando de una extraña aura a estos.

- Chara y yo tenemos un vínculo especial, por si no lo sabías. - Interesada en el tema, volteaste tu cabeza, cruzando tu mirada con la de tu "hermano". - Él/Ella es el último acólito de la esperanza en la Tierra, lo que significa que si algo le pasase, nadie podría acceder a mí. ¿Entiendes a lo que me refiero? - Negaste con la cabeza.

Nunca habías mostrado interés en nada relacionado con los aspectos técnicos de los dioses, considerando que no eras uno, así que no tenías la menor idea de qué trataba de explicarte Asriel.

- Si te soy sincero, no me sorprende... - Bufaste ante su afirmación, a lo que él soltó una leve risa e, infantilmente, te sacó la lengua. No pudiste reprimir la sonrisa que se formaba en tu rostro cuando repetiste su misma acción.

El Dios de la Esperanza carraspeó, adoptando una actitud seria. Lo que sea que te quisiera explicar tendría que ser de gran importancia así que reprimiste tus ganas de seguir molestándolo y escuchaste atentamente a las palabras que salieron a continuación de su boca.

- Los Dioses son entidades que representan una necesidad, aptitud o característica de los seres humanos. - Asentiste; extrañamente, ya sabías eso. - Los humanos, por insignificantes que puedan ser representados por otros dioses, son la base de la existencia divina. - Ya te habías perdido entre tanta palabrería elegante.

- En español por favor. - Lo interrumpiste, todavía dándole vueltas al posible significado de la segunda parte de la explicación. El monstruo cabra suspiró.

- Aunque existan dioses que digan que los seres humanos no sirven para nada y que deberían de ser eliminados de una vez por todas, eso no es correcto. Sin ellos, los dioses desaparecerían ya que no tendrían ningún motivo para existir en este mundo. - Al terminar la explicación de la explicación, hiciste un "oooh" cuando por fin entendiste.

- Son como las sanguijuelas. Son unos animales asquerosos. Una vez tocan tu piel, clavan sus afilados dientes en esta. Al final terminan matándote si no te las quitas a tiempo por toda la sangre que te chupan. Son unos vampiros en miniatura y no me puedes decir lo contrario. - El contrario suspiró pesadamente. Tus comparaciones eran demasiado raras como para entenderlas, pero mientras asintiese e hiciese como si tuvieras razón no habría problema.

- Sí, justo eso... - No sabía qué más añadir. Tosió para disimular y continuó en donde lo había dejado. - Siguiendo lo que te estaba diciendo... Los dioses necesitan a los humanos y viceversa, aunque la comunicación entre estos siempre es un tanto complicada. Un dios puede escuchar las plegarias de sus creyentes ya que técnicamente somos omnipotentes y omnipresentes; no obstante, los dioses no podemos ponernos en contacto y mucho menos, interactuar con ellos. - Tu cara se transformó en una mueca de enfado ante la mención de la última oración.

Detestabas con todo tu ser la gran parte de las reglas impuestas en el reino divino, o al menos las que te habías esforzado en conocer. No entendías el porqué de la mayoría de ellas; por ejemplo, la prohibición de interactuar con todo aquel mortal que no fuera un oráculo, emisario o acólito. Desde tu punto de vista, era una injusticia el que solo una pequeña parte de la sociedad tuviera el privilegio de poder saber las respuestas a sus plegarias. Además, casi todos aquellos que interactuaban con los dioses manipulaban las respuestas de estos para su propio bien e incluso la manipulación de los que se encontraban en escaños más bajos.

No eras capaz de entender las razones detrás de la corrupción de todos aquellos seres, lo cual provocaba que te hirviese la sangre. Y te enervaba aún más que los dioses sabían de todo aquello y no intervenían en ninguna ocasión a menos que les afectase directamente.

- Como deberías de saber, la excepción de esta regla se aplica a los oráculos, emisarios, y acólitos, teniendo los últimos una mayor importancia debido a que son los que enseñan sobre nuestras "enseñanzas". - Asriel hizo comillas al mencionar "enseñanzas". Asentiste inconscientemente, siendo todavía consumida por la rabia que te había inducido recordar aquellas injusticias terrenales y celestiales. - Por otra parte, tratando otro aspecto completamente apartado al anterior, existen dioses menores y mayores. - Saliste de tus pensamientos llenos de furia, mirando con algo de confusión a Asriel.

Rememorabas haber escuchado muy brevemente algo sobre el tema; sin embargo, no eras capaz de comprender la razón por la que tu hermano adoptivo había decidido sacarlo a la luz.

- Papá y mamá son dioses mayores, al igual que Alphys, Undyne, Sans, Papyrus, Gaster, Gerson, Muffet y Grillby. Al principio, yo también figuraba en esa lista de dioses mayores; sin embargo, en la actualidad, mi número de creyentes, emisarios y oráculos ha disminuido drásticamente, relegándome a un cargo de dios menor. - Enarcaste una ceja ante la revelación. Nunca hubieras esperado que el príncipe de los dioses no tuviera una horda de seguidores que le rezara cada día y noche.

- ¿Y qué? Sabes perfectamente que no me puede importar menos que tengas siete millones de creyentes como que tengas once. Si alguno de esos otros dioses infelices se burla de ti, tan solo tienes que decírmelo a mí o a papá y no habrá ningún problema. - Cambiaste a una posición sentada, con las piernas cruzadas encima del cojín del sillón mientras que con un puño imitabas la acción de aplastar algo, utilizando para eso tu otra palma abierta.

El contrario agitó las manos a forma de expresar que ese no era el caso y que no tenías que llegar a tales extremos mientras mantenía una sonrisa nerviosa en su rostro. Bufaste, aunque le hiciste caso y no volviste a sacar el tema a la luz.

- A lo que quería llegar con esto... Los dioses menores corren el peligro de quedarse sin seguidores y emisarios con mayor facilidad que los dioses mayores, por lo que si ese fuera el caso... - Hizo una pausa, mirando a la nada. Comprendiste por fin la situación y el peligro constante que acechaba a Asriel cada día.

En el caso de que algo le ocurriese a Chara, el último acólito de la esperanza, se detendría el proceso de "enseñanza" de las "lecciones" del dios que resultaba ser tu hermano adoptivo. Si esto ocurría, dejarían de formarse nuevos creyentes y, por ende, cuando estos murieran, el Dios de la Esperanza desaparecería con ellos.

- Pero siempre pueden formarse nuevos acólitos, ¿no? - Preguntaste con un leve tono de inquietud en tu voz. No querías pensar en la peor de las situaciones, pero si eso fuera lo que ocurriese, debías de intentar encontrar una solución.

Asriel negó con su cabeza, volteándola levemente para observar el paisaje a través del ventanal. A pesar de estar observándolo fijamente, sus ojos parecían no enfocarse en nada en concreto, como si estuvieran perdidos entre el inmenso mar de nubes que "miraba".

Te encogiste en tu sitio, sintiendo una sensación de impotencia al saber que no podías hacer nada por evitarlo. Si tan solo te dejaran ir al mundo humano y gritar a todo pulmón que los dioses existían y que los mismos seres humanos que los idolatraban los estaban exterminando, quizás algo cambiaría.

"Estúpidas reglas..." Miraste de reojo a Asriel, quien seguía perdido en sus propios pensamientos y no pudiste evitar que un sentimiento en concreto invadiese tu cuerpo de pies a cabeza: desesperación.


Tauro:

La nieve caía grácilmente sobre el páramo helado que se extendía ante tus maravillados ojos. A ambos lados del lugar crecían árboles cuyas hojas permanecían misteriosamente en las ramas a pesar del frío sobrenatural del lugar.

Tu cuerpo, cubierto por una gruesa capa de color púrpura, tiritaba inconscientemente. Seguramente estabas tan acostumbrada a la tibia temperatura de las Ruinas que tu cuerpo no estaba tomando muy bien un cambio de temperatura tan extremo.

Te echaste la capucha por encima de tu cabeza, ocultando la mayor parte de tus rasgos faciales debido a la sombra que proyectaba en tu cara, y cerraste la puerta de las Ruinas tras de ti.

Después de varios meses de convencer a Papyrus para que te dejase explorar el resto del Subsuelo, tu persistencia y obstinación habían dado frutos. Ahora te encontrabas en el bosque de Snowdin, o al menos así era como pensabas que se llamaba por lo que habías escuchado del cuidador de las Ruinas.

"Ahora solo tengo que encontrar al/a la amigo/a de Paps." Antes de que cruzaras la puerta del sótano de la casa del esqueleto de túnica morada, él te había advertido sobre los peligros que te acechaban al otro lado, en especial sobre qué era lo que te ocurriría en el caso de que alguien supiera que eras una humana; de ahí el tener que ocultar tu identidad. Asimismo, te había informado sobre un personaje misterioso con el que hablaba frecuentemente a través de la puerta y quien supuestamente había prometido a Papyrus que iba a mantenerte a salvo.

Volteaste la cabeza en varias direcciones, pero no encontraste a nadie. Tu única compañía eran los gráciles copos de nieve que danzaban sobre tu cabeza y las oscuras siluetas de los árboles del bosque.

"Supongo que le encontraré más adelante..." Antes de continuar, sopesaste tus opciones. Por una parte, podrías ir en busca del individuo misterioso, aunque eso no significaba que le encontrarías con tanta facilidad, es más, ni siquiera podías garantizarte a ti misma que terminases perdiéndote al no conocer el camino. Por otra parte, no creías que era una buena idea quedarte en una zona tan abierta; además, tenías que moverte un poco para entrar en calor y no congelarte.

Al final decidiste andar un poco por los alrededores, sin alejarte demasiado de la doble puerta morada. En caso de que algo ocurriese, podrías volver rápidamente; también evitarías perderte en una zona desconocida y el misterioso personaje no debería tener muchos problemas a la hora de encontrarte.

Seguiste lo que parecía ser un camino en la nieve o quizás eran marcas de algo, no estabas del todo segura, hasta llegar a un puente un tanto peculiar. Una barrera con los barrotes demasiado separados entre sí como para detener a alguien estaba situada enfrente del puente, el cual era una simple tabla de madera.

Te asomaste por la grieta y te sorprendiste al no conseguir visualizar el fondo. Por pura curiosidad por saber qué tan profunda era, tomaste una pequeña piedra y la soltaste justo encima del barranco en miniatura.

Pasó un minuto... dos... cinco... Después de unos sólidos ocho minutos, seguía sin escucharse el ruido del impacto, por lo que supusiste que el pedrusco todavía no había alcanzado el fondo y que esa grieta era mucho más honda de lo que pensabas. La tabla de madera usada como puente ahora no te inspiraba tanta confianza como antes.

No queriendo tentar tu suerte, te giraste y volviste sobre tus pasos. No te habías encontrado con nadie por el momento, lo que hizo que te cuestionases muy seriamente la dedicación del/de la amigo/a de Papyrus. No pudiste llegar muy lejos ya que escuchaste una voz a tus espaldas que te heló la sangre más aun de lo que estaba.

- Humano... - Esa simple palabra, esa mísera y maldita palabra consiguió paralizar de terror hasta la última fibra de tu ser.

No habías sido tan descuidada como para quitarte la capucha mientras investigabas la zona, así que no eras capaz de entender cómo era que el/la desconocido/a supiera sobre que eras humana. Quizás había estado vigilándote desde que pusiste un pie fuera de las Ruinas y no habías sido capaz de notar su presencia hasta que este/a había decidido dirigirte la palabra.

Por el momento, pensabas en ignorarle y continuar con tu camino. Quizás, si no le prestabas atención, se aburriría y te dejaría en paz. No obstante, el detalle de que supiera sobre tu pequeño "secreto" descartaba completamente ese plan completamente. Si le contara a alguien sobre un humano que vivía en las Ruinas, probablemente vendrían a por ti y Paps.

Comenzaste a pensar en múltiples planes de escape, solo para tirarlos todos a tu cubo de la basura mental. Tendrías que esperar y ver qué hacías después. Aunque no te agradaba improvisar, no tenías otra opción.

- ¿No sabes cómo saludar a un nuevo amigo? - La voz era un mero susurro. Apenas podías escucharle. No estabas del todo segura de si era un monstruo varón o hembra. - Date la vuelta y toma mi mano. - Muy lentamente, volteaste tu cuerpo 180 grados, quedando "cara a cara" con tu "nuevo amigo".

El/La contrario/a portaba una chaqueta verde clara y cara estaba cubierta por una capucha, al igual que tú, de forma que no podías visualizar ninguno de sus rasgos faciales. Te mordiste la lengua, evitando un chasqueo por la decepción de no poder ver la cara de aquel/aquella misterioso/a monstruo.

Muy lentamente levantaste tu brazo y, al tomar su mano, un espeso líquido rojo manchó la blanquecina capa de nieve que cubría el suelo rocoso de aquella parte de la caverna.

Retiraste inmediatamente tu mano al mismo tiempo que una sonora risa resonó por el lugar. Dirigiste tu mirada al/a la desconocido/a y no pudiste evitar que tus ojos se abrieran por la sorpresa.

- Quien sea que haya tirado esos sobres de kétchup, se está perdiendo este gran momento. - La figura misteriosa había echado la capucha un poco para atrás, todavía puesta sobre su cabeza, aunque permitiéndote ver su rostro mucho mejor.

Era un/a humano/a, al igual que tú. Tu sorpresa era tal que no supiste cómo reaccionar ante tal revelación, manteniéndote en la misma posición y observando con estupefacción el rostro del/de la humano/a, quien mostraba una amplia sonrisa ladina.

- Saludos, el nomb- - Una vez vuestras miradas se cruzaron, a pesar de que solo fue un breve instante, te pareció notar una pizca de asombro y confusión en los ojos del/de la contrario.

Inconscientemente, trataste de cubrir tu rostro aún más de lo que estaba con la capucha, solo para darte cuenta que esta había sido bajada en algún momento. "¿Pero qué-?" No llegaste a cuestionar mucho el asunto ya que tus pensamientos fueron interrumpidos por el/la misterioso/a desconocido/a.

- Esto es interesante... - Creíste haberle oído mal puesto que estaba hablando para sí mismo/a susurrando. No pudiste cuestionarle debido a que continuó hablando, esta vez dirigiéndose a ti. - Mi nombre es Chara. Soy humano, al igual que tú. - Prosiguió con una sonrisa plasmada en su rostro, como si no hubiera ocurrido nada anteriormente.

- ¿Pero cómo es-? - No terminaste de formular tu pregunta cuando Chara se había posicionado a tu lado, echando un brazo sobre tus hombros y comenzando a hablar de nuevo, sin importarle que te hubiese interrumpido.

- Lo sé, impactante, ¿cierto? Te dejaré unos momentos para que puedas comprenderlo. - Quitaste su brazo que rodeaba tus hombros, apartándote repentinamente, lo que provocó que perdiera el equilibrio y casi se cayera al suelo si no fuera porque mantuvo el equilibrio en el último momento.

- ¿Eres el/la amigo/a de Papyrus? - Decidiste preguntarle directamente. En cierto modo tendría sentido que ese fuera el caso ya que sabía sobre tu "secreto" sobre ser humana al igual que él/ella mismo/a lo era.

Chara asintió con la misma sonrisa ladina plasmada en su rostro. Te fijaste con más atención en sus rasgos faciales: mejillas rosadas, seguramente por el frío del lugar, ojos marrones chocolate con un inusual brillo carmesí, varios mechones de cabello castaño rebeldes que sobresalían de la capucha y esa sonrisa que no se borraba de su rostro.

- ¿Hola? Chara llamando a humana desconocida maleducada que no ha querido decirme su nombre. ¿Sigues ahí? - Volviste a la realidad justo cuando una mano entró en tu campo de visión, sacudiéndose de derecha a izquierda para llamar tu atención.

- Perdona, me he quedado pensando en algo. Mi nombre es Tauro y me gustaría que respondieras a mi pregunta anterior. - Respondiste, dando un par de pasos al darte cuenta que el/la humano/a de ojos marrones se había acercado a ti mientras estabas analizando sus rasgos faciales.

- ¿Huh? ¿No has escuchado nada de lo que te he dicho? - Chara suspiró pesadamente. - Y yo que pensaba que me estabas escuchando tan atentamente que no querías interrumpirme. - Añadió dramáticamente.

Enarcaste una ceja. Aquel individuo no era para nada cómo te habías imaginado que sería el conocido de Papyrus. En primer lugar, no solo porque no era un monstruo, sino porque te parecía un tanto inmaduro/a.

- Se ve que no tengo más opción que repetírtelo. Asegúrate de escucharme bien esta vez, ¿entendido? - Te señaló acusadoramente, a lo que tú rodaste tus ojos. - O si no quieres, no tienes por qué. - Se encogió de hombros. No podías creer que alguien tuviera una actitud tan despreocupada.

Chara te explicó el cómo había conocido a Papyrus y, después de un par de preguntas por tu parte, decidiste confiar en él/ella casi a regañadientes. Mentirías si afirmases que no te alteraste un poco sobre que supiera tantos detalles de los que ni tú misma te habías percatado, poniendo por caso ciertas muletillas que Papyrus soltaba de vez en cuando, exceptuando su característico "nye-he-he".

- Ahora que ya no estás tan paranoica, ¿qué te parece dar una vuelta por el bosque de Snowdin? -Sugirió el/la otro/a humano/a. - Ese amable cuidador de las Ruinas mencionó que querías aprender más sobre las otras zonas del Underground y qué mejor lugar para empezar que un siniestro bosque en el que podrías perderte y congelarte sin que nadie pueda venir a ayudarte porque estamos a cientos de metros del núcleo de población más cercano. ¿No te parece divertido? - Enarcaste una ceja. No sabías si estaba siendo sarcástico/a o verdaderamente iba en serio.

- No estoy del todo segura. - Por el rabillo del ojo visualizaste las oscuras siluetas de los árboles. Aunque antes habías considerado adentrarte en el bosque, lo habías descartado casi inmediatamente debido a la posibilidad de que hubiera algo peligroso en el interior de este.

- No te preocupes por nada, conozco este bosque como la palma de mi mano. Además, no haría nada que te pondría en peligro... hice una promesa... - Antes de que pudieras preguntarle sobre lo último que había murmurado tan bajo que no habías podido escuchar, Chara te subió la capucha, tapando la mitad de tu campo de visión, incluyéndole a él/ella.

- ¡Hey! - Le escuchaste reír y, casi como si su risa fuera contagiosa, soltaste una leve risa.

- ¿Quién lo iba a decir? Al final va a resultar que tienes algo de sentido del humor. - Bromeó al mismo tiempo que te daba un ligero codazo de manera burlesca en el brazo. - ¡Vamos a explorar! - Te tomó del brazo y te arrastró en dirección al tenebroso bosque que ya no te parecía tan amenazador.


Géminis:

- Sujeto G3_13, siéntese en la silla situada en el centro de la estancia. - La voz robótica resonó por la estrecha habitación de ningún punto en concreto. La sala estaba sumida en una oscuridad más oscura que la misma noche, siendo la única luz la proveniente de la bombilla situada encima de la silla del centro de la habitación.

Te mantuviste inmóvil en tu sitio, negándote a obedecerles. Eras consciente de las consecuencias a las que tendrías que atenderte; aun así, te mantuviste firme con la cabeza alta.

- Sujeto G3_13, siga las instrucciones. No queremos recurrir a métodos poco convencionales nuevamente. - Nada. No les obedeciste.

Tu última sesión en aquella misma sala, la cual había tenido lugar hacía solo unos días atrás, no había sido la más agradable por decirlo lo más suavemente posible. Un escalofrío recorrió tu espalda al rememorar cómo habían invocado tu alma sin tu consentimiento y habían empezado a manipularla contra tu voluntad, principalmente inyectando docenas de agujas en ella.

El dolor que habías sentido en aquellos momentos había sido una experiencia que no le desearías ni a tu peor enemigo. Se sentía como si cada partícula que componía tu cuerpo estuviera siendo atravesada por miles de lanzas tan afiladas como una aguja de costura. Habían sido seis horas, seis largas horas en las que habías llorado, gritado, pataleado y rogado para que pusieran fin a esa inhumana tortura. Te negabas a volver a experimentar aquello.

El pitido que señalaba que la puerta electrónica había sido desbloqueada fue el incentivo que necesitabas para devolverte a la realidad y tratar de escapar de aquel infierno encubierto como un laboratorio que velaba por el progreso humano y más estupideces.

Aunque quizás solo había sido pura suerte, lograste apartar de un empujón al científico que acababa de desbloquear la salida, quien sujetaba una jeringuilla con una sustancia que seguramente serviría para ponerte a dormir.

No lo pensaste dos veces: saliste corriendo como si tu vida dependiera en ello. Qué ironía.

Reconocías alguna que otra cara estupefacta a lo largo del pasillo por el que estabas huyendo. Algunos intentaron detenerte, solo para fallar estrepitosamente en el intento. El sonido de una alarma inundó la instalación de experimentación, sumiéndola en caos total.

No faltó mucho para que te perdieras entre los laberínticos e idénticos pasillos del edificio, finalizando tu persecución al ser acorralada por los guardas de seguridad reclutados para casos como este.

Uno de ellos se acercó a ti cuidadosamente, tal como lo haría con un animal salvaje descontrolado. No hiciste ademán de moverte, observando cada uno de sus movimientos con evidente miedo reflejado en tus ojos.

Tomó tu brazo en un rápido movimiento y antes de que comprendieras lo que estabas haciendo, le mordiste la mano por acto reflejo. Nada más tu cerebro asimiló lo ocurrido, diste un par de temerosos pasos hacia atrás, chocando contra otro de los individuos de trajes azul apagado.

Sentiste algo frío en la parte posterior de tu cabeza. Oíste un clic y casi estuviste a punto de llorar en ese mismo instante; te detuviste en el último instante, evitando exponerte como el débil ser humano que eras.

- Sujeto G3_13. - Una mujer con un traje similar al de los guardias de seguridad emergió de la multitud que te rodeaba, quedando cara a cara contigo.

La mujer parecía emitir un aura de superioridad que te puso más nerviosa de lo que estabas antes si es que eso era posible. Tenía el pelo corto, tan negro como la habitación de los horrores, como habías decidido llamarla, tez morena y dos ojos color verde apagado, como si su luz vital se hubiera extinguido hacía mucho tiempo. Llevaba una carpeta en la que había una hoja de papel cuyo contenido desconocías.

- Debido a tu oposición a la honorable investigación de los laboratorios Scoult, teniendo en cuenta incidentes pasados de semejante grado de gravedad, me veo en obligación de erradicar el problema de raíz. - Sus palabras hicieron que se erizaran los pelos de tu nuca. Estas eran las consecuencias de tus actos. Ibas a ser ejecutada ahí mismo en ese mismo instante.

Tu mente estaba dividida. Por una parte, tu instinto de supervivencia te imploraba que suplicases por tu vida, que hicieses lo que fuera necesario para sobrevivir sin importar si tu orgullo fuese hecho añicos en el proceso. Por otra parte, una parte de ti ansiaba aquello; deseaba poner fin a todo el sufrimiento por el que habías pasado. Sabías que salir de aquella situación con vida significaba continuar con los experimentos, con las agujas, con la sangre, con el dolor... Solo existía una salida.

Tu boca estaba seca y sentías la gran opresión que se había instalado en tus pulmones. El sonido de tu corazón latiente se aceleró, palpitando tan fuerte que su sonido era prácticamente lo único que podías escuchar sobre el cuchicheo de los curiosos que se habían detenido a ver la conmoción.

- ¿Últimas palabras? - La mujer cuestionó robóticamente. Daba la impresión de que había repetido esas palabras más veces de las que una persona desearía.

- Heh... - Apenas podías hablar sin que tu voz se quebrase. Era normal que tuvieras miedo a pesar de que tú misma habías elegido aquel camino. - Os veré en el infierno. - Cerraste los ojos, esperando a que llegase el momentáneo dolor de la bala perforando limpiamente tu cabeza.

La de ojos verdes no mostró ningún ápice de empatía cuando dio la señal de disparar al soldado situado detrás de ti, quien resultaba ser un novato que había sido transferido hacía unas escasas semanas.

La mano del novato de cabello castaño temblaba, delatando sus nervios. Él nunca habría imaginado que tendría que disparar a una niña pequeña; él no quería hacerlo. Y solo por eso, dudó.

Fue solo un momento de titubeo, un instante de duda. No obstante, hasta la decisión más insignificante de todas puede cambiar completamente el curso de la vida de muchos.

- ¡E-Esperad un momento! ¡No disparéis! - Un hombre que aparentaba unos cincuenta años más o menos trató de hacerse paso entre la multitud de agentes de seguridad.

El chico castaño suspiró con alivio al ver a su superior, la mujer de ojos verdes, dirigiéndole la señal de que esperase. Había estado de apunto de matar a alguien... había estado a nada de acabar con la vida de una niña pequeña. ¿En qué estaba pensando? ¿En qué trabajo se había metido?

- Señor Jiwa. ¿Se puede saber la causa de su presencia y de la interrupción de la ejecución del protocolo a llevar a cabo? - Miraste con una mezcla entre curiosidad y odio al hombre que había impedido que te disparasen.

Te habías sorprendido ante la repentina interrupción y, a pesar de que una parte de ti estaba aliviada por no haber sido atravesada por una bala, la otra estaba ardiendo de rabia.

- Siento la interrupción señorita Hidup... - El hombre había conseguido llegar al centro del círculo. Todos los ojos estaban ahora puestos en él.

El hombre de apellido Jiwa, según habías supuesto por lo dicho por la mujer de ojos carentes de vida, aparentaba unos cincuenta años. Llevaba puesta una bata blanca, idéntica a la de los científicos e investigadores que trabajaban en la facultad. Solo sabiendo que él pudo haber tenido algo que ver con todo tu sufrimiento provocó que tu odio por él aumentase.

El señor Jiwa se detuvo un momento, recuperando el aliento después de haber corrido por toda la facultad en busca de la comitiva allí presente antes de que se cometiese un grave error. Pasó una mano por su pelo rubio con alguna que otra cana que adornaba su pelo debido a la edad.

- Sé que es mucho pedir por mi parte, pero no puede ejecutar al sujeto G3_13. - Nada más esas palabras salieron de su boca, todos los curiosos empezaron a murmurar entre ellos; incluso algunos guardias empezaron a cuchichear ante tal revelación.

Nunca, en todos los años que los laboratorios habían estado operando, se había incumplido el reglamento por muy grave que fuera el asunto. Si el señor Jiwa solicitaba que se cumpliese su petición y esta se concedía, eso significaba que estaba sucediendo algo mucho más allá de la comprensión de la mayoría de los individuos reunidos allí.

- Usted debería saber mejor que nadie que no puedo cumplir su petición, señor Jiwa. El hecho de que sea uno de los líderes del proyecto no va a cambiar nada. En el momento en el que la seguridad de estas instalaciones se vea comprometida, este asunto queda fuera de su alcance. - La señora Hidup no titubeó, recitando aquello como si hubiera sido programada para aquello.

Un escalofrío recorrió tu espalda. No era de miedo, sino de puro odio, de un odio que se extendía a una velocidad vertiginosa por todo tu cuerpo.

Por un instante, vuestras miradas se encontraron. El hombre rubio se quedó petrificado en el sitio. En cuanto había mirado a tus ojos, había visto un odio tan profundo que casi había dado dos pasos hacia atrás por puro miedo. Si las miradas pudieran matar, el hombre estaría enterrado a siete metros bajo tierra.

Con toda la fuerza de voluntad que le quedaba, el señor Jiwa apartó su mirada de ti, a pesar de que seguías observándole intensamente, y se dirigió nuevamente a la mujer de tez morena enfrente de él.

- Por favor Rini, estamos muy cerca de conseguirlo. - La mujer se tensó. El señor Jiwa continuó, sin percibir el cambio en la atmósfera del lugar. - Necesitamos que siga viva si queremos seguir adelante. - Tu mirada seguía clavada en el hombre de cincuenta años. Este se sentía muy incómodo, como si tu mirada pudiera indagar en las profundidades de su alma.

- Con el debido respeto, no me vuelva a llamar así señor Jiwa. - Sus palabras parecían forzadas. El aura de autoridad que emitía la primera vez que la había visto aparecer estaba quebrándose poco a poco. - Además, según tengo entendido, todavía disponen de más sujetos. Estoy segura que pueden prescindir de este. - Estabas asqueada con la conversación.

El solo escuchar con la normalidad con la que hablaban de la situación era repugnante. Eran capaces de hablar de los seres humanos encerrados en aquel infierno como meros objetos, como si las vidas de los centenares de niños que habían allí recluidos no tuvieran más valor que el de una rata de laboratorio.

- Lo importante no es la cantidad, sino la calidad. - El rubio de ojos marrones empezaba a desesperarse. - Ella es la única que ha sobrevivido todas las pruebas impuestas. Hemos invertido millones en este proyecto y no vamos a desperdiciar todo el sudor y lágrimas que nos ha costado llegar a este punto. - Si antes las palabras que había pronunciado te causaban repugnancia, estas te resultaban nauseabundas, repulsivas, etc.

La pelinegra no habló, manteniéndose en silencio mientras el científico exponía sus razones para mantenerte con vida. Quizás te lo habrías imaginado, pero jurarías que habías visto un ápice de incertidumbre en sus ojos verde esmeralda ahora no tan muertos.

- Solo una prueba más. Si resulta infructuosa, podrás ejecutarla, pero al menos deja que nos aferremos a este rayo de esperanza. - No podías dar crédito a lo que estabas escuchando. No podía ser verdad. No. La mujer no iba a ceder... ¿cierto?

Tu mirada pasó del hombre de la bata a la mujer de traje azul apagado. La mujer seguía sin decir nada. No podía estar considerándolo. No. No debía. Ella tenía que acabar contigo. Ese era su trabajo. Ella era tu última esperanza de escapar de aquel castigo demoníaco. Ella era la única capaz de darte lo que deseabas: la muerte.

Tu lado deseoso de la muerte había opacado completamente a tu instinto de supervivencia y sentido de razón. Solo querías acabar con todo.

- Presentaré tu petición al consejo. Seguramente te la concederán si expones bien tus razones. - La señora Hidup suspiró con pesadez. No podía creerse lo que estaba haciendo. - No desperdicies esta oportunidad. - Hizo una seña y el cadete, el novato de pelo castaño, bajó su arma, apartándola de la parte posterior de tu cabeza.

Tanto el novato como el científico se sintieron aliviados, aunque ambos por razones completamente diferentes. Por otra parte, tu mundo se desmoronó por completo en el instante que procesaste aquellas palabras.

No. No querías continuar con aquello. ¿Es que nadie era capaz de entenderlo? No te importaba morir si eso conllevaba al descanso eterno. ¿Es que aquellos imbéciles no eran capaces de comprender algo tan simple?

Ni lo pensaste dos veces. Te volteaste rápidamente y le arrebataste el arma al chico que había estado apuntándote todo ese tiempo. Al no esperarse una acción de ese tipo por tu parte, lo habías pillado completamente desprevenido. Todos se pusieron alerta, listos para actuar.

Varios se pusieron delante del señor Jiwa, protegiéndolo; otros hicieron lo mismo con la señora Hidup. Los guardias no sabían qué debían hacer. No podían atacarte puesto que sabían que debían mantenerte con vida; no obstante, tampoco podían dejarte con una pistola y que hicieras lo que quisieras con ella.

- ¡Me niego! - Quitaste el seguro de la pistola; un clic resonó por el pasillo sumido en silencio y en un aura de tensión y miedo. - ¡Estoy harta de ser vuestra rata de laboratorio. - Agitaste sin miedo alguno los brazos de forma exagerada. Muchos se encogieron de miedo en su sitio sabiendo que podías disparar en cualquier momento.

Te detuviste un momento, tomando aire y tratando de calmarte. Esta era tu oportunidad, no podías desaprovecharla.

Elevaste la pistola hasta dejarla a la altura de tu cabeza, posicionándola de forma que la boquilla de esta estuviera apuntando a uno de los lados de tu cabeza, justo donde se suponía que el cerebro debía estar.

Se escucharon varios sonidos de asombro por parte de tu audiencia. No evitaste que una sonrisa maníaca se esbozase en tu rostro. Aquel sentimiento de adrenalina al ver las muecas de miedo y de puro pavor era exhilarante.

- Sujeto G3_13... - Reconocías esa voz. Te volteaste casi inmediatamente en dirección al hombre rubio de ojos marrones con la bata de laboratorio. Este se estremeció al ver la locura reflejada en tus ojos.

- Tú no tienes cabida en este asunto hijo de p**a. - Maldijiste por primera vez en tu vida. Se sentía bien. - Ya no voy a dejar que hagáis lo que queráis conmigo. Si la muerte es mi única salida, la recibo con los brazos abiertos. - Algo dentro de ti se había roto; algo había cambiado.

Nadie se atrevía a decir nada. Todos estaban o demasiado estupefactos como para decir nada o temían acercarse demasiado. Tus entrañas se retorcieron una vez tu lado "racional" había decidido intervenir; lo ignoraste por completo.

- No fue ningún placer conoceros y espero no veros en otra vi- - No llegaste a completar tu oración cuando sentiste un fuerte golpe en la parte posterior de tu cráneo.

Habías sido golpeada con algo muy pesado por detrás. Te maldijiste internamente por haber sido tan descuidada. Antes de perder el conocimiento, le dirigiste una última mirada de odio al chico de cabello castaño al que le habías arrebatado la pistola. Se ve que él era quien te había noqueado.

"Maldito..." Y quedaste inconsciente.

Te incorporaste de un salto de la cama.

"Estúpidas pesadillas. ¿Por qué tengo que recordar todo esto ahora...?" Te limpiaste una lágrima que seguramente se te había escapado mientras tenías aquella mezcla entre pesadilla y recuerdo.

"Lo pasado pasado está y ahí es donde se debe quedar."


Cáncer:

- ¡Y así fue cómo vencí a Undyne en nuestra última competición de natación! - Exclamaste animadamente, recibiendo una sonrisa y un sonido que se interpretaría como una risa por parte de Frisk. Papyrus tan solo se dignó a mover su cráneo de un lado a otro con una expresión que radiaba decepción.

Los tres estabais dando un paseo por la capital, más específicamente estabais yendo de un lado a otro, entrando en las tiendas de ropa que os interesaban.

Milagrosamente, habíais conseguido convencer, después de muchos ruegos por tu parte y de la de Frisk cabe añadir, al esqueleto de permanente expresión de enfado para que os acompañase. Realmente necesitabas nuevas prendas de ropa que no fueran los suéteres que le venían grandes a Frisk y la ropa con la caíste al Underground hacía unos escasos meses.

Mientras le contabas a Frisk sobre tu última competición con Undyne, Papyrus se había acercado a la caja a "pagar" por todos los artículos de ropa que sostenía. El pobre monstruo apenas podía ver delante de sus propias narices inexistentes de lo alta que era la montaña de ropa.

Con mucha dificultad, dejó todos los artículos en el mostrador, enfrente de una monstruo que ni siquiera se molestó en echarle una mirada, únicamente enfocándose en su móvil. Sin apartar la vista de su aparato electrónico, escaneó los precios de las prendas de ropa.

- Serán 549G o lo que sea. - Tras lo que había parecido una eternidad, la dependienta le dijo el precio. A Papyrus casi le dio un ataque a su alma al escuchar el precio. Él sabía que la ropa era cara, pero nunca hubiera pensado que era tan cara.

- ESO NO PUEDE SER POSIBLE. COMPRUÉBELO DE NUEVO. SE LO ORDENA EL GRAN PAPYRUS. - La monstruo, elevando sus ojos de la pantalla de su móvil, le dirigió una rápida mirada. En cuanto se dio cuenta con quién estaba hablando, dejó lo que estaba haciendo al momento y se puso a comprobar una por una las prendas que el jefe de la subdivisión de Snowdin había dejado.

Por otra parte, tú estabas teniendo una "discusión" con Frisk sobre qué era mejor: la canela o el caramelo.

- No puedo creerlo... ¿En serio prefieres esa- esa... ¿esa cosa? - No dabas crédito a lo que Frisk te había mencionado en lengua de signos.

Antes de que pudieras exponer tu punto sobre qué ingrediente era mejor, el sonido de un móvil resonó por la tienda, provocando que el resto de clientes se giraran en vuestra dirección.

Sacaste el móvil de uno de tus bolsillos con pura confusión y desconcierto. No recordabas tener ningún teléfono.

Miraste mejor el móvil y te percataste que era el de Papyrus. Ahora te acordabas; se lo habías "confiscado" con el pretexto de que seguramente iba a ignoraros durante todo el viaje cuando en realidad tan solo querías ver si tenía juegos en él y, de paso, jugar a algunos.

Sin molestarte en comprobar quien fuera que estuviera llamando al esqueleto, contestaste al teléfono, murmurando un simple "¿quién es?". Te extrañó escuchar la voz de Alphys al otro lado de la línea. La última vez que comprobaste, Papyrus y Alphys no se hablaban a menos que fuera algo relacionado con el trabajo o que fuera importante.

Rebuscaste entre los rincones de tu mente para asegurarte que le habías comentado a Undyne sobre vuestra excusión a la capital y que Papyrus se iba a tomar el resto del día libre y que no debían de molestarle con nada relacionado con la Guaria Real. Sí, lo hiciste. Aquello era extraño.

- ¿Cáncer? ¿Está Papyrus? Es urgente. - Respondiste que sí y te dirigiste al mostrador, donde Papyrus estaba gritando a la pobre dependienta sobre los precios desorbitados de la tienda o algo parecido. Frisk te siguió, intrigado/a en el asunto.

- Papyrus, es Alphys. - Le pasaste el teléfono al esqueleto de bufanda roja, quien inmediatamente lo tomó, alejándose del mostrador y dándole un respiro para calmarse a la monstruo dependienta.

- '¿Qué crees que ha ocurrido?' - Te encogiste de hombros, sin saber muy bien qué responderle al/a la humano/a de suéter rayado.

Pasaron unos minutos, los suficientes como para que te aburrieses y te pusieses a dar vueltas por la tienda por decimoquinta vez en busca de algo que te gustase a pesar de que probablemente te supieses el repertorio de ropa mejor que varios empleados.

Escuchaste un fuerte estruendo proveniente del lugar donde estaban tus dos acompañantes. Casi por instinto, corriste al lugar, esperando encontrarte alguna pelea o a Papyrus a punto de hacer polvo a algún infeliz que había decidido que era buena idea molestarlo. No obstante, el ruido en realidad había sido provocado por una de las estanterías al caer. Y para poca sorpresa de tu parte, había sido el monstruo esqueleto quien la había golpeado y tirado.

Te colocaste al lado del/de la humano/a mudo/a, formulando una pregunta silenciosa sobre lo acontecido. Él/Ella entendió y comenzó a mover las manos rápidamente.

Te habías vuelto muchísimo más fluida al tener que estar comunicándote con él/ella prácticamente las 24 horas del día. Aunque, al principio te costó acostumbrarte debido a que estabas bastante oxidada al no haber practicado nada por años, no te resultó un camino muy complicado una vez le tomaste el truco.

- 'No te puedo decirlo con certeza, pero pienso que Alphys le ha dicho algo que ha enfadado a Paps. Creo que tiene que ver con Snowdin y Sans.' - Asentiste una vez terminó.

Era algo extraño sin duda alguna. Y no pensabas que era casualidad que justo ocurriera algo importante cuando Papyrus estuviera fuera de la zona que él mismo se encargaba de dirigir. Posiblemente Sans se habría metido en alguna pelea o algo similar; no obstante, no pensabas que Alphys llamara por algo tan insignificante y usual.

Desechaste la idea, guardándola en el archivo del fondo de tu mente por si acaso tenías que recurrir a ella más tarde. Mientras seguías pensando en las posibilidades de la urgencia que tanto había enervado a Papyrus, este se acercó a ti y a Frisk.

- HUMANOS, NOS VAMOS AL LABORATORIO DE ALPHYS DE INMEDIATO. - Saliste de tu lluvia de ideas mental, asintiendo mientras te dirigías con Frisk a la salida, siendo seguidos por el esqueleto. Este dirigió unas últimas palabras a la dependienta, quien se encogió de terror en su sitio.

Puesto que el río no llegaba a la capital, tuvisteis que andar todo el camino desde la ciudad hasta el Hotel de Mettaton en vez de tomar el barco de Riverperson. Una vez allí, el robot asesino os estaba esperando para llevaros al laboratorio. Seguramente Alphys ya le habría avisado de antemano.

Durante el corto trayecto, estuviste dándole vueltas de nuevo a la razón por la que la científica real había llamado a Papyrus, expresamente indicando que se trataba de un asunto urgente. Por el momento tenías varias hipótesis, aunque ninguna era muy agradable. Seguramente, la más viable era que alguien había matado a Sans en una pelea.

En cierto modo, tenía sentido. La ira incontrolable de Papyrus, a pesar de que esta podía haber sido provocada por cualquier otro acontecimiento, era justificada si este era el caso. "Oh bueno..." Pensaste. Era una pena. Ya le darías tu pésame al esqueleto de bufanda roja más adelante.

Nada más se paró la limusina enfrente de las puertas del laboratorio, Papyrus saltó fuera del coche, ignorando las protestas y maldiciones de Mettaton sobre que tenía que tener más cuidado la próxima vez.

Más tranquilamente, salisteis del coche Frisk y tú, agradeciendo rápidamente al robot asesino que todavía se encontraba murmurando profanidades al alto esqueleto. No perdisteis ni un segundo en alcanzar a Papyrus, teniendo alguna que otra dificultad para seguirle el paso.

Sin siquiera llamar a la puerta, el jefe de la Guardia Real de la zona de Snowdin abrió de par en par las hojas automáticas de la puerta del laboratorio. Enarcaste una ceja. Tampoco hacía falta volverse tan temperamental e irascible.

Prácticamente podías ver el aura de furia emergiendo de Papyrus al acercarse a la científica real con grandes zancadas. Alphys, por su parte, o no le importaba en lo absoluto lo enfadado que se encontraba el contrario o no se había dado cuenta de su presencia, debido a que observaba con una mirada crítica la pantalla enfrente a ella.

- DOCTORA ALPHYS, EL GRAN PAPYRUS EXIGE UNA EXPLICACIÓN AHORA MISMO. - Ah sí, Papyrus siendo Papyrus refiriéndose a sí mismo en tercera persona. Habías deducido que hacía eso para que el resto de monstruos le tuvieran más miedo y respeto. Extrañamente, le funcionaba bastante bien. - NO PUEDES DECIRME QUE SANS ESTÁ DESTRUYENDO MEDIO SNOWDIN Y ESPERAR QUE ME CREA ESE SIN SENTIDO. - Eso no te lo esperabas.

Mientras Papyrus seguía "discutiendo" con la doctora Alphys, más bien continuaba gritando sin darle ocasión a la científica de explicarle la situación a este, te acercaste a la gran pantalla colgada en la pared opuesta a la comitiva. Frisk, por su parte, hacía todo lo que estaba en su mano para evitar que el esqueleto iniciase una pelea en ese mismo momento.

Bufaste mentalmente ante los notorios problemas de ira del miembro de la Guardia Real. Normalmente podías soportarlos con bastante facilidad, o al menos eso era lo que aparentabas; en realidad, al mismo tiempo que mostrabas una sonrisa que provocaba diabetes, internamente estabas descargando tu frustración con lo primero que fuera que pasase por tu mente.

La pantalla estaba dividida en múltiples ventanas que transmitían en vivo los vídeos de que estaba ocurriendo a través de cada una de las cámaras de seguridad esparcidas por todo el Subsuelo. Tras buscar entre la infinidad de vídeos, encontraste el que buscabas.

Si no habías creído en las palabras de Papyrus sobre lo que Alphys le había contado telefónicamente, ahora no podías dudar de ellas. El vídeo que mostraba a Sans peleando contra otros dos esqueletos muy similares a él era prueba suficiente.

Por lo que podías ver, habían dos bandos: el de Sans y otro esqueleto de ropas monocromáticas y con un gusto extravagante por las cruces, y el del esqueleto de chaqueta azul con una vaga sonrisa y el otro de ropas cafés que portaba un pincel más grande que él.

- Jefe, quizás quieras ver esto... - Te volteaste, señalando tras de ti a la pantalla, en donde habías ampliado la ventana de la cámara del pueblo de Snowdin y que transmitía la pelea en directo.

Tras lo que pareció muy poco tiempo en comparación de la realidad, 30 minutos, la pelea terminó. Papyrus inmediatamente tomó su teléfono y marcó el número de teléfono del inútil de su hermano, Frisk trató de calmarlo sin conseguirlo y Alphys se puso a inspeccionar las grabaciones.

Te retiraste a un sitio más apartado, quedando algo decepcionada con cómo había finalizado. Tu mente formulaba y descartaba hipótesis a una velocidad tan vertiginosa que te sentías mareada y con un fuerte dolor de cabeza.

"Nada de lo que hemos visto tiene sentido alguno. ¿Quiénes eran esos individuos que tanto se parecían a Sans? Nunca los he visto por el Subsuelo y, por lo que deduzco de las reacciones de Frisk, él/ella tampoco los conoce." Te sentaste en una silla, delante de un escritorio que parecía no haber sido usado en meses por la capa de polvo acumulada en la superficie de este.

"Por otra parte, está el tema de Snowdin...La forma en la que se veía a través de las cámaras daba la sensación de que toda el pueblo junto con la mayor parte de sus alrededores se había desvanecido de repente. No quedaba prácticamente nada..." Eligiendo un bolígrafo al azar del bote del escritorio y tomando una hoja de un montón de papeles inservibles, anotaste todos los detalles que considerabas importantes.

Esbozaste tu primera sonrisa verdadera en mucho tiempo. Al contrario de lo que alguien se imaginaría, tu sonrisa era terrorífica, era una mueca llena de locura.

"Esto es muy interesante... Todavía no puedo entender nada, pero es solo cuestión de tiempo que pueda unir las piezas y descifre este enigma."

Volviste tu mirada a la pantalla, la cual mostraba a Sans mirando a la cámara directamente con puro pánico reflejado en sus cuencas sin pupilas para, seguidamente, dar un giro de 180 grados, tirar el teléfono detrás de él y teletransportarse a quién sabe dónde. La señal fue interrumpida repentinamente, como si la cámara hubiera dejado de funcionar.

"Y creo saber por dónde empezar."


Leo:

- Windows Vistaaaaa, me aburroooooo... - Te quejaste a un destructor de universos que tan solo quería tomar una siesta en paz y tranquilidad por una vez en su mísera existencia. Por supuesto que no ibas a darle tal lujo. Si tú sufrías, él también; así de sencillo.

Error te ignoró completamente, dándose la vuelta en su hamaca improvisada hecha de sus hilos. Aquello no te gustó.

Frunciste el ceño, para nada complacida con la "respuesta" de tu único conocido en aquel infinito vacío. Ink no contaba puesto que él figuraba en la categoría de "secuestrador". Error en un principio había estado en esa categoría, pero después de haber convivido dos meses y medio con él, te había comenzado a agradar un poco más. Si no fuera tan gruñón, lo habrías clasificado como "amigo", pero qué se le iba a hacer.

- Errooooooooor, me aburroooooooo. Baja aquí para que pueda molestarte. - Por supuesto, no tenías forma de subir a la "guarida" del destructor a menos que este te elevara en el aire con sus hilos. Tendrías que encontrar una forma de alcanzar ese lugar por tu cuenta; no siempre podrías depender de Error.

El esqueleto de huesos oscuros gruñó, mostrándote una linda forma de afecto al tomarte con sus hilos boca abajo, al igual que la primera vez que le robaste el chocolate. Qué buenos recuerdos.

- I̸͕͘n̶̗̂t̶̥̊e̸͔͑n̸̈́ͅt̴͕̀o̶͙̾ ̶̗͠d̵͔͘ő̷̝ř̸̤m̵̘͘i̵̠͘r̶̞̀,̶̨͊ ̷̭͘¿̸̖̿s̸̯̆ả̵̠b̵̮̾e̵̘͌s̷͚͐?̸̗͊ ̶̺̾A̴͎̍s̵̹̆í̴͙͗ ̶̮̊q̷͎̏u̶̘̍e̴̜̊ ̸̝͌h̴̢̉à̴̼ž̷̧m̵̪̕ë̷̥́ ̵̺́ȕ̶̱n̸̰͆ ̷̺̑f̶͙͝a̸͍͋v̷̹̾o̷͎̽ř̵̘ ̴̥̄y̷͖̍ ̸̮̈́c̶̝̃á̴̡͗l̴͍͊l̶̠͐å̵̝ț̸͘e̸̗͌.̴̰͒ - Gruñó sonoramente el destructor.

No te pudo importar menos lo que él quería y seguiste molestándole, cantando, más bien gritando, a pleno pulmón, canciones un tanto bastante desafinadas.

Estabas a mitad de la canción de "Let it go", un clásico en lo que a romper tímpanos respecta si se desafinaba lo suficiente, cuando sentiste los hilos dejar de sostener tu cuerpo en el aire, provocando que te precipitases en picado en dirección al suelo. Sin embargo, el impacto nunca llegó ya que caíste sobre una red de hilos color azul marino, rebotando sobre esta como si de una cama elástica se tratase.

- ¡Wiiiiiiiii! - Reíste como una cría pequeña. Era igual a saltar en los parques esos de trampolines a los que solías ir de pequeña; solo con el minúsculo detalle que podías apoyar mal el pie y atravesar un hueco de los hilos, torciéndote, o peor, fracturándote el tobillo en el proceso.

- ¿̵̘̚H̷͍͝a̶̯͌s̸͈̀ ̷̧͛t̸̗͆ë̶̦́ŕ̶͚m̸͚̄i̷̱͗n̵̝̎ạ̶͌d̴̛̻o̸͉̓?̸͓̌ - Te percataste que Error había bajado el nivel de su hamaca, quedando a escasos centímetros del suelo, y se había sentado en esta en vez de quedarse tumbado. En vez de responderle, preferiste darle una cucharada de su propia medicina, ignorándolo olímpicamente; él, por supuesto, reaccionó rodando las pupilas multicolores de sus cuencas.

Bajando con algo de dificultad de la improvisada cama elástica, te sentaste en el "suelo" del Antivoid. Aunque hubieras preferido haberte tumbado en la cama elástica, sabías mejor que nadie que el otro habitante del lugar no iba a mantenerla por mucho tiempo; era un uso innecesario de magia y energía después de todo.

- ¿̸͙̅Q̸͍̄u̵̪̓é̵̟̎ ̴̤̾e̴̬̒s̵̬̈́ ̸̗́l̵͙̏ő̷̮ ̸̹̌q̵̰̐ů̴͕e̷͂͜ ̶̼̄q̴͙͒u̴̱͐i̸̠̾e̵͖̾r̸͚̕e̴̞͠s̷͉͛ ̸͚͐h̷̗̀a̴͈̿c̵̰͠e̷̱͑r̷̫̃ ̵̛̣a̷̜͒n̵̫͝o̷̮͘m̸̛̰å̸̺l̷̞̊í̷̼̔à̵̫?̸̬͠ - Te preguntó el destructor de universos con un tono enlazado con evidente aburrimiento.

Hiciste como que te lo estabas pensando muy seriamente, concentrándote en ningún punto específico. En realidad, solo lo estabas haciendo para molestarlo; el esqueleto de huesos oscuros no es que tuviera mucha paciencia y tú te estabas tomando tu dulce tiempo en "pensar en algo que hacer".

- C̷̟̔o̵̼͋m̵̗̎o̷̹͊ ̶̩͂n̸̨͝o̸̳͑ ̴̜̐d̷̡̉i̵̧͘g̷̺͗a̴̼͆ş̸̅ ̶̼͆a̸̱̾l̵͈͌g̴̼̈́ȏ̴̝ ̷̬͊q̶̨͑ũ̷͍e̴̝̐ ̴̮̎ḫ̶̊a̸͙̅c̵̛̦ę̷̌r̷̞͝ ̵͖͊e̵̞͝n̵̦͌ ̴̗̔l̶̗͠o̶̼̓s̸͇̏ ̵̪́p̷̦͝r̷̐ͅó̵̡̅x̵̰͊i̸̼͠m̷̭̂ő̸̜s̷̔͜ ̸̪̌d̷͇́ì̴̲ē̵̮z̸̟̀ ̸̢͛s̶̝͘e̵̝̚g̸̯̏u̶̯̎n̶̠͂d̵̜̓o̴̢͝s̵̗̀,̶̥͌ ̴̮̅t̶̖̀e̴̪͒ ̶̭͠ä̸͔b̷̙̽ȃ̴̤n̴̪̋d̷̥̓ó̷͖ṇ̵̔o̴̹͊ ̵̲̆e̴̬͌n̵͙̔ ̴̰̈́Ú̵̧n̶͉̈́ḑ̷͋e̴̹͆r̷̦͠w̵̬̔o̵̲̚r̴̡̕ļ̴̒d̷̩̾ ̷́͜s̴͖̑ȋ̸͙ṋ̷́ ̶̗̓n̷͈̓e̸͎͘c̸̜͛ē̸̹s̷̼̎ȉ̷͓d̶̲͛a̵̪̓ḑ̴̕ ̸̹̊d̵̩̾e̶̠̓ ̸͚̌p̶̞͆e̸̖͋ǹ̵̗s̴͎̄a̵̼͠r̴̙̄l̴̺̈́o̸͙͠ ̵̣́ď̴͚o̵̹̎s̷͂͜ ̸̱̀v̵͖̌e̵̹̚c̶̙̅e̸͈͝s̷͕̎.̸͉͂ - Un escalofrío recorrió tu espalda. Recordabas con demasiada exactitud aquel Au, el cual nunca mencionabas después de aquella experiencia traumática.

Aquel fatídico acontecimiento tuvo lugar alrededor de la mitad del primer mes de tu estancia en el Antivoid. Por aquel entonces no te habías hecho demasiado a la idea de tener que vivir en aquel extraño sitio en que el que no se podía distinguir su final o comienzo; mucho menos ibas a aceptar tener que pasar el resto de tu mísera existencia con aquel esqueleto de marcas azules en sus mejillas.

Habías estado analizando detalladamente la rutina de Error por todo ese tiempo, la cual era un tanto aleatoria y confusa. Esperabas, no sabías el qué, pero esperabas que ocurriese algo, una abertura, lo que fuera que te permitiese escapar de ese sitio que te estaba comenzando a volver loca.

Por fin, después de dos semanas, contemplaste anonadada cómo el destructor abría una especie de grieta en medio del aire que, al atravesarla, le había llevado a no estabas segura dónde. Cuando volvió, tomaste tu oportunidad, apartándole fuertemente de aquella extraña "salida", provocando que se glitchease fuertemente y tuvieras una leve ventaja para darle poder perderlo de vista una vez atravesases aquella extraña abertura flotante.

Digamos que tu plan no resultó como habías deseado; tuviste suerte de que Error llegase a tiempo y te liberase de las garras de un terrorífico monstruo marino que daba la impresión de haber sido sacado de una pesadilla. Aquella boca de dimensiones tan fuera de lo común, llena agujas que podrían haber perforado tu piel en milisegundos y esos diminutos ojos oscuros como la noche, los cuales carecían de luz propia y reflejaban un odio de tal magnitud que te erizaba la piel de tan solo recordarlo, seguirían invadiendo tus pesadillas por lo que te quedaba de vida.

- Â̴͜p̴̍ͅù̷̝ė̸̳s̶̖͐t̶͉͌o̶̭͠ ̵̝̃ả̸͎ ̵͜͠q̶̤͝ů̶̫ę̶̅ ̷̮̿n̵̬̈́o̷̭͂ ̴̛͕d̸̲̐ù̶̻r̸͓̿a̸̒ͅr̵̙͒í̸̢̔ä̵̡́ŝ̶̠ ̷̺̿ṁ̴̰á̷̺̆s̶͇͊ ̷̺͒d̷̨͝e̸̝͝ ̷̤̏ḏ̷́i̵̲̎e̶̩̽z̶̪͋ ̸͍̎s̴͓̒e̴͆͜g̴͕̀ù̴̥ñ̸͕d̶̬̍ô̶͓s̵͉̍.̸̥́ - Frunciste el ceño ante esa afirmación, interrumpiendo tu proceso de reminiscencia.

- Primero, eso ha dolido. - Colocaste tu mano en la zona donde se situaba tu latiente corazón, volteando tu cabeza ligeramente a la izquierda para darle un mayor efecto de dramatismo. Error solamente se limitó a rodar sus pupilas multicolores. - Segundo, podría decir lo mismo de ti. - Le señalaste acusadoramente, frunciendo levemente el ceño; por su parte, el contrario enarcó una ceja inexistente.

- ¿̸͍̅Q̴̫͛u̷̪̎ḯ̵͚é̶͖̄n̴̪̕ ̴͙̒e̵̛̩s̸̢̈́ ̴̲̾è̷̟l̸̨̾ ̵͈͂d̴̝̎ẹ̵̕s̵̱͐t̴̛̝r̴̯̿u̶͓͗c̴̺͝t̶̖̒o̷̭̚ṛ̵͝ ̷̫͗d̷̳̿ḙ̶̀ ̷̬̾A̶̧̕u̵̦̾ŝ̷̩ ̸̖̎a̷̲͘q̵̙̔u̵̒͜í̶̯̆?̶̢̏ ̶̠̀¿̸͔̀H̷̯͒a̷̬̕s̷̺̆ ̷͈̄ŏ̷̤l̸͓̿v̵̡̛i̴̖̎d̶͚̂á̶͚d̶̲͝ȯ̴̯ ̷̩̎a̷̟̔ ̸̛̗q̷̧̽u̵̯͠é̵̖́ ̷͍̑m̴̥̓ẻ̴̤ ̴̛͍e̴̢̒ń̴̰f̸̱̓r̶͓̈e̵̞͒ṅ̵̖t̸̥̃o̷͔̅ ̷̤̿c̵̜̍o̵̪͝n̶̼͝s̴̝̐t̸̢̃a̵̲͗n̸̙͂t̵̼̆e̷͖͒m̸̼͒ȅ̷͖n̷͙̉ẗ̵͚ẽ̴͇ ̸̞͑ỷ̴̝ ̵͔̈́t̷͎̀ȯ̸̹d̸̠͋o̸̧͐ ̵̧͊l̵̢̛o̸̠͘ ̶̮͛q̸̼͘ṷ̶͌e̸̝̎ ̴͖͊h̸̛̫è̸͇ ̵̦̇v̸̗̌i̴͕̾š̶͇ṭ̸̈́ơ̸̱ ̸̲̈́y̷̪̅ ̶͇̇d̶̡̀e̶̻̿s̷͍̑t̶͎͒ŗ̴̿u̶̥͌i̷̛̦d̴͍̓ó̵̬?̷͕͆ ̴͖͐A̶̜͠d̴̡̆ẻ̵̠m̷̻̐á̷̢̈́ś̵͇,̷͎̓ ̶̤̍¿̸̟̌q̷̣̽u̵̹͘i̸̫͒é̸̳̌ṋ̷̈ ̵̞̏e̶̘̚s̶̰͐ ̴͉̀q̵͔̏u̵͒͜i̶̲͆e̷̡͝n̵͔̓ ̴͔͑ẗ̶̹́ĕ̴͙ ̸̬͂s̵̯̚à̵͈l̵̯͘v̴̫̈́å̸̞ ̶̫̀c̵̠̑a̵̬͝d̴̲͑a̴͔̅ ̵̞́v̸̖͒ĕ̷͙z̵͙̚ ̷̝͝q̷̹̉ṳ̸̉e̸̻͘ ̷̨̎ë̸́ͅś̷̝t̴̨̎á̶͉͘ś̶͎ ̵͖́ȃ̸̞l̷̪̽ ̷̨͠b̷̜̄ō̸̲r̶̰̾d̷̨̕ĕ̸̦ ̴̙̍ḋ̵̺ë̴̻ ̵̙̑l̶̰̋a̸̝̓ ̶̤̃m̸̤͛u̴̡͒e̶̖̕r̷̛͇t̵̻͋e̸̟̎?̴͈̋ - Le sacaste la lengua infantilmente, sin poder impedir que tu boca se torciese en una pequeña sonrisa.

- No me has dejado terminar. Ahora, por haberme interrumpido, no voy a contarte la tercera y última cosa. Que por cierto es muchísimo más importante que todas las anteriores y podría cambiarte completamente toda tu vida. - Te cruzaste de brazos, haciéndote la indignada y dando un giro de 180 grados al mismo tiempo que estabas sentada.

Te estaba costando aguantar la risa al escuchar los ruidos glitcheados del esqueleto de huesos oscuros que eran un claro y maravilloso indicador de los fructíferos resultados de tu espléndida actuación. Era demasiado fácil y divertido molestar a Error.

- Ś̸̘i̶͚͌ģ̷̑o̷̯͂ ̸͈̾s̶̤̏i̴̮̾n̴̻̏ ̵̋͜p̶̺̔ȯ̴̺d̸͓̂e̸̯͋ŕ̷̥ ̶̮̍c̷̝͝r̸̼̅ĕ̷̬e̴̛̲r̶̬̂ ̴̟͆q̷̱̍ụ̵͛e̴̞̿ ̶̰̐ẗ̶̻́į̸͐è̸̫n̸̫̔e̵̛̟s̵̥͘ ̴̯̀1̸͇́8̸̣̆ ̵̅ͅă̷̱ñ̸̳́ọ̴̓s̸͉͗.̶̖́ - Escuchaste el suspiro glitcheado de Error con un tono mezclado de enfado y decepción, solo para después oír más ruidos similares que aumentaban de intensidad por momentos; posiblemente Error se estuviera enervando al no conseguir controlar sus "espasmos glitcheados".

Casi se te escapó una risa; dabas gracias a tus grandes dotes de actriz por haber aguantado tanto. Por otra parte, te causaba algo de pena; no obstante, sabías que Error después estaría perfectamente y no tenías por qué preocuparte por él, así que apartaste ese sentimiento de lado.

- Ya, ya, Windows Vista, no tienes que montar un espectáculo cada vez que no consigues lo que quieres. - Volteaste la mitad superior de tu cuerpo en dirección al esqueleto que trataba inútilmente de calmarse. Tu sonrisa tan solo se hizo más amplia al notar cómo el contrario te lanzaba una mirada cargada de odio.

- T̸̢̆ã̶͎ǹ̶̢ ̵̟̕s̷̈́ͅō̵͎l̴͔͒o̴̱̕ ̵̢̈́d̴͓͌ḯ̴̭m̷̙̈ë̶̝́ ̵̹̕e̶̤͆s̵̪̉o̷̒ͅ ̴͛ͅq̸̻̅u̴̗̍e̶̺̒ ̸̩̀t̷͖͛ã̵̦n̷̟͋ț̴͌ö̷͜ ̷͇̈́m̴̼̽e̷͎̋ ̷̯̾v̵̧̉à̸̧ ̸̭̀â̷͔ ̷̹̽c̷͓̏a̷͔͌m̶͍̏b̷̧̈́i̵̢̇a̵̮͊r̴̨͊ ̸̬͒l̴̳̾a̵̛̪ ̶̚͜v̷̖̋i̸̳͘d̴͇͛a̴̲͐ ̵̛̭a̵̲̔l̸̗̒ ̸̩͝ė̵̙s̶͈̓c̸̬̚u̸̠͋c̴̰͂ḫ̶̕a̴̭̅r̵̳͊l̴̫͗ö̴͇.̸̯̅ - Aunque daba la sensación que estaba más tranquilo, eras perfectamente consciente de que aquel no era el caso. Tan solo era necesario echar un rápido vistazo a las señales en las que se leía "ERROR", las cuales inundaban la vista de tu acompañante, para saber que su "calmada apariencia" era una simple mentira.

- Oh, nada, tan solo era para decirte que no se me ocurría ninguna idea sobre lo que podríamos hacer. - Giraste por completo tu cuerpo, quedando cara a cara con el esqueleto de marcas azules en las mejillas.

Esta vez no pudiste evitarlo. Estallaste en sonoras carcajadas pocos segundos después de que Error crasheara. "El pobre no ha podido soportar la emoción."

Una vez habías decidido que te habías desahogado lo suficiente, procediste a presionar el botón "YES" de la pantalla flotante en la que se podía leer un familiar mensaje que habías visto más veces de las que alguien pensaría.

Bajaste a Error de la hamaca, tumbándolo en el suelo puesto que, como habías predicho anteriormente, el destructor había "desmontado" la red de hilos que había servido para evitarte una fea herida por causa de la caída. Además, querías tumbarte un rato mientras esperabas unas largas y solitarias horas a que el destructor de mundos volviese a la realidad.

Gruñiste internamente ante el pensamiento de permanecer tres horas en silencio y sin nada que hacer. Al menos antes tenías a alguien a quien molestar; ahora, lo único que podías hacer era contemplar la infinidad blanca del Antivoid o echarte una buena y merecida siesta.

Optaste por la segunda opción, cerrando tus ahora pesados párpados y cayendo en un profundo sueño al instante, siendo envuelta por los velos del mágico e intrincado paraíso de los sueños.

Miraste a ambos lados de aquel espacio cubierto en una oscuridad infinita. Aquello era muy extraño, incluso para ser un sueño. Estabas acostumbrada a que estos fueran alocados, sin ninguna explicación alguna, así que el encontrarte en un lugar tan vacío era algo excepcionalmente diferente a lo te habías esperado antes de caer rendida en esa hamaca de hilos azules.

- ¿Hello? ¿Alguien por aquí? - Llamaste a la oscuridad infinita, sin esperar respuesta alguna. De alguna forma, aquel espacio te recordaba al Antivoid... si este tuviera un modo nocturno.

"Hey, no es una idea tan mala ahora que lo pienso. Sería mucho más cómodo ya que no dañaría tanto mi vista." Te quedaste divagando un buen rato en tus pensamientos sobre cómo podrías conseguir hacer esa "pequeña" y "casi insignificante" modificación al Antivoid; estabas tan ensimismada en estos, que no fue hasta que pasaron unos buenos minutos que te percataste de un persistente y molesto murmullo que retumbaba en el extraño lugar.

- ¿Hola? - Preguntaste esta vez más alto. La única respuesta que recibiste fue ese murmullo que parecía aumentar de intensidad por momentos.

Apenas podías entender algo de aquel insufrible y abrumador vocerío, el cual te estaba comenzando a provocar un gran dolor de cabeza. De la nada, empezaste a sentir falta de oxígeno en tus pulmones, provocando que tu respiración se hiciera más agitada.

Agobiada, tomaste grandes bocanadas de aire, intentando calmar esa presión aplastante en tu pecho; sentías como si te estuvieras ahogando con nada en concreto. Por si fuera poco, las voces se hicieron más y más fuertes. Si antes era un griterío del cual no eras capaz de entender ni una sola palabra, lo de ahora era equivalente al sonido que producirían tres de las mejores sopranos de la faz del Multiverso si se pusieran de acuerdo en romper los tímpanos de alguien y dejarle sordo por el resto de su vida.

No aguantaste. Tu cara estaba prácticamente azul de no poder respirar, empapada por grandes gotas de sudor que pegaban tu flequillo a tu sudorosa frente, dificultándote aún más la visión, la cual estaba increíblemente borrosa y con puntos negros en los bordes. Te desmayaste al momento, pensando que había llegado tu fin.

Antes de que "perdieras la consciencia", te pareció entender una frase en específico entre la infernal conglomeración de voces: "¿Estáis seguros de que ella es la adecuada?"

Te despertaste con sudores fríos y un escalofrío recorriendo tu espalda, milagrosamente no cayéndote de la hamaca de lo brusco que te habías levantado. Miraste a ambos lados, visualizado un destructor a aún a medio de reiniciar y la infinita blancura del Antivoid. Todo seguía como antes.

Te pareció escuchar el sonido de un portal abriéndose y una voz, muy a tu pesar, demasiado conocida.

- ¡Esta vez conseguiré salvarte! - Suspiraste con pesadez ante la afirmación de la tinta que no se iba ni con lejía. Todo seguía como antes...


Virgo:

- Siento los problemas de nuevo Grillby. - Te disculpaste sinceramente con el barista, sujetando lo mejor que podías al estúpido esqueleto que no sabía cómo mantenerse emocionalmente estable sin tener que recurrir a tomarse quién sabe cuántos litros de aquella bebida que parecía ser kétchup, aunque en realidad resultaba ser otra sustancia completamente diferente, para emborracharse.

- No es ningún problema, ya estoy acostumbrado a que Sans haga esto casi todos los días. - Te mostró una "sonrisa" y, disculpándose, fue a atender a otros clientes que estaban reclamando la presencia del monstruo llama a gritos mientras agitaban sus copas llenas de una sustancia rosa fosforescente.

"No quiero ni saber qué es eso." Reprimiste una arcada de asco al tener que mantener a Sans de pie, el cual estaba evidentemente borracho a más no poder.

- OoOOoh, la pequEña- ¡hip! humana ha decididO sssalir de su CuevaA. - A pocas penas podía andar, mucho menos hablar; arrastraba las "s" y algunas vocales, apenas vocalizando y teniendo alguna que otra "ruptura" en su voz, interrumpiendo sus frases con breves hipos. En resumen, no entendías prácticamente nada de lo que decía.

Lo ignoraste, medio arrastrándolo por medio del local hasta la puerta, evitando a propósito los sitios en los que la clientela que estuviera "ocupada", bebiendo o tomando otro tipo de sustancias; en otras palabras, tuviste que desviarte ochocientas veces de tu camino para poder salir afuera.

Aunque odiases los lugares abiertos, parecía ser como si te hubieran quitado un peso de encima una vez atravesaste el marco de la puerta y tus pies se hundieron en la blanquecina y espesa capa de nieve. Cerrando la puerta tras de ti, el esqueleto que estaba apoyado en ti, perdió el equilibrio y se cayó de cara en la nieve.

- Es que no puede ser... - Frunciste el ceño al escuchar las risas ahogadas por Sans, el mismo que no estaba haciendo ningún esfuerzo por levantarse a pesar de que podría coger un serio resfriado por la ropa que llevaba y el frío sobrenatural del lugar.

Sin saber de dónde sacaste las fuerzas para continuar con aquel castigo infernal, levantaste como pudiste a Sans y lo llevaste medio arrastrando en dirección a la casa que ambos compartíais con Papyrus. El trayecto no era tan largo; sin embargo, resulta mucho más complicado de lo que aparenta si llevas encima un peso muerto que se tropieza con el aire cada tres segundos.

Te cuestionaste a ti misma cómo habías acabado en ese situación al mismo tiempo que levantabas al esqueleto que querías dejar a su suerte a ver si se moría de hipotermia.

Papyrus era quien generalmente recogía a Sans del bar cuando este atravesaba lo que comenzaste a llamar "un período de crisis". Esta semana había estado ocurriendo con más frecuencia que de costumbre y al final tuvo que pasar lo inevitable: Papyrus no estaba disponible para recogerlo.

Según lo que te había dicho Mettaton por teléfono, el hermano del esqueleto inútil que arrastrabas por la nieve había tenido esa tarde una reunión con los miembros de lo que tú preferías llamar "troie reali" puesto que no ibas a ensuciar tus preciosos labios llamándolos por el nombre que ellos habían elegido, y que estaba durando más de lo planeado. Era algo sobre que no quería seguir con el entrenamiento de esos parásitos (eso último parafraseado por ti) ya que quería demostrar a Mettaton que iba en serio con su relación.

Muy lindo y todo eso, pero eras tú la que ahora estaba a punto que tener un ataque de nervios al volver a caerse Sans a pocos pasos de la puerta de la librería por la... ya habías perdido la cuenta entre tanto recordar.

Escuchaste a Sans volver a reírse y, ya por desesperación, te sentaste en los escalones de la biblioteca, abrazando tus rodillas y encogiéndote lo máximo posible para conservar la mayor cantidad de calor corporal que pudieras.

- Tienes suerte de que aún me quede algo de compasión para darte. - Murmuraste por lo bajo, castañeándote los dientes por las bajas temperaturas. Deberías haber traído un abrigo más grueso.

Escuchaste el sonido de algo revolviéndose en la nieve y, por el rabillo del ojos vislumbraste al maldito esqueleto sentándose con dificultad en la nieve y apoyando su espalda en la pared de ladrillo color anaranjado, echando el cráneo hacia atrás con los ojos cerrados. "Ahora puedes moverte hijo de la gran- Respira Virgo, respira..."

- Hey, vIrg- ¡hip! vIIIiirgoOo, ¿quierEsss oír algo grAciOsso? - Al igual que antes, apenas podías hablar correctamente; milagrosamente, pudiste más o menos entenderlo.

- No estoy para chistes de doble sentido Sans. - Aunque te intrigaba lo que quería contarte, probablemente eras de las que mejor sabía que no te convenía averiguarlo. Quizás se tratase de algún chiste de doble sentido, pero no ibas a arriesgarte; como bien dice el dicho, la curiosidad mata al gato. - Si ya te encuentras mejor, levántate y vamos a casa. Me estoy congelando aquí fuera. - Lo levantaste, abrazándote a ti misma con un solo brazo, sujetando al esqueleto de ropa neón con el otro y arrepintiéndote de no haber tomado la mano de esa chica cuando tuviste la oportunidad.

- Nuesstro unIversso eSss- ¡hip! coomo uuuUno de essstoOss copossssss de nIiiEve... - Continuó hablando Sans como si no hubieras dicho nada en primer lugar, sujetándose en ti por apoyo, provocando que tuvieras que volver a reprimir tus ganas de empujarlo y apartarlo de ti.

"¿De qué está hablando ahora...? ¿Nuestro universo? ¿Ha estado viendo películas de ciencia ficción por una vez en su vida en vez de ver esos horribles y repugnantes "vídeos" que salen en televisión todos los días?" Proseguiste con tu camino, con la creciente duda en el fondo de tu mente sobre a qué se estaba refiriendo tu acompañante.

- DiiiIcen queEe un- ¡hip! copOoo de - ¡hip! nIiieEve es ÚUuuniiico e irrrrepeeEEetible- ¡hip! EsssspeciaaAl por deeEcirrrloooOO aAsSsssí. - Hizo un sonido que interpretaste como una risa ahogada. - ¿PeErooo hayyYy aaAalguien quee- ¡hip! pueeEda- ¡hip! afiiIirmaAaarr cOooOn sssseguridaaaAad que ssSseeeAa assssíIi? ¡Hip! NooOoo pueeEeEdesss coomprobaAarr toodoOOss losss- ¡hip! coOOpossSssS de- ¡hip! nieEeve- ¡hip! ¡hip! deeEl SssSsubsueeeEeElo y aasssegurAar queeE todoOsss y- ¡hip! caaAada unooO de esssoOssSs ssSsSooOn diferentes. - Era apenas comprensible, así que tuviste que prestar especial atención para entenderlo.

- ¿Copos de nieve? ¿De qué estás hablando ahora? - No te percataste de que pronunciaste tus pensamientos en voz alta; aun así, no fue importante ya que Sans tampoco les prestó especial atención.

- Hay taAaantosss AAaaAausSs en el- ¡hip! MmultiveeEerrsSso cooOmo cOooOposs de nieeEve haAYyy eEn el SssSubsueeeEelo. No- ¡hip!... ¡en tOooOodo eEel mUundoOo! - Tomándote por sorpresa, levantó sus brazos y, antes de que pudieras sujetarlos para que se cayera, perdió el equilibrio, cayó para atrás y acabó tumbado boca arriba en la capa de nieve que había aumentado unos escasos milímetros de espesor.

"No otra vez..." Exasperada y completamente helada de frío, te frotaste los brazos en un vano intento que entrar en calor. Por el rabillo del ojo podías distinguir la familiar silueta de la cabaña de madera con las luces de Navidad defectuosas que colgaban de la parte superior del techo y ventanas.

- Hay trilloneEsss y cuatrilloOnesSs de Auss... Todos tienen un propóOoOsito- ¡hip!... unaAa razón paAaAra exisstir... peroO... ¿y el nuesstroO? - Aunque parecía que estaba pasándose el efecto del alcohol puesto que ahora era más fácil comprender las incoherencias que murmuraba, todavía podías notar ese rubor lila en sus pómulos, un claro indicador de su estado de embriaguez. - NuessStro univeEersso eSs inúUutil- ¡hip!... NossoOtros sSsomos inútileess. - Rió amargamente, con un par de lágrimas amenazando con salir de sus cuencas entrecerradas.

Frunciste el ceño. Quizás no fueras capaz de comprender a qué quería referirse Sans; sin embargo, eso no significaba que ibas a permitirle que fuera tan duro consigo mismo. No ibas a permitirle que pasara por lo mismo que tú.

Ayudaste al borracho esqueleto a incorporarse, apoyando su cuerpo en uno de los árboles más cercanos a vosotros. Tratando de no alterarlo más de lo que estaba, te sentaste a su lado y le diste un abrazo lateral algo incómodo a ver si conseguías animarlo un poco. Que conste que si no tenías la menor idea de cómo interactuar con alguien, mucho menos sabías cómo consolarle.

- Hey, aunque no entiendo bien qué es lo que quieres decir, solo quiero que tengas en cuenta que no tienes que ser tan crítico contigo mismo. - Apenas podías pronunciar esas palabras, como si estuvieran atascadas en el fondo de tu garganta, rehusándose salir. - Sé lo que se siente sentirse impotente ante una situación difícil o que parece ser que no tiene solución. - Continuaste, tratando de pasar por alto lo seca que se encontraba tu boca. ¿Por qué tenías tanta sed de repente? - Y solo quiero que sepas que no tienes que juzgarte tan severamente... Si puedes evitarlo desde el comienzo te será más fácil que hacerlo cuando sea demasiado tarde... - Inconscientemente habías estado mirado a tus zapatos como si fueran lo más interesante del mundo la mayor parte de tu discurso motivador.

Sans soltó una risa genuina algo quebrada, finalmente desmoronándose y rompiendo a llorar. Alarmada, te apartaste un palmo del esqueleto con la intención de darle su propio espacio.

No dijiste nada, esperando que el esqueleto con lágrimas moradas recorriendo sus pómulos se recompusiese. Finalmente, después de lo que había parecido una eternidad durante la cual habías intentado entrar en calor, solo para fallar estrepitosamente nuevamente, Sans se giró hacia ti con una sonrisa genuina y un par de gruesas lágrimas que amenazaban con volver a caer de sus cuencas.

- HEeh, graAciass niñaAa. - Casi le replicaste por el apodo, aunque te contuviste. - ¿SsSabes? Eress una graAn amiiiga. A peSsar de quEe sSsiempreE te eEsstoy moleEsstandoOoo, me tratass- ¡hip! coOmo uno máAass de laA famiiiliaa, junto cOon PapssS, MettaAton y RoOssssie. - Prosiguió con un tomo que interpretaste como confuso y lleno de interrogantes a los cuales no podía hallar respuesta. - No ssé por quéEeee no hay mássS de ti eEn otrooos AussSs... en oOtross AuUuss que sSon copiAas literaaalesss de eeesSte... pero- ¡hip! habloO dessde el fooondo de mii almAa cuando diiigoO que essstoy agradeeecidOo... heh, quizáaas- ¡hip! este Aau no seEa tan malooo desSpuésss de toOdo... - Terminó con una amplia sonrisa y cerrando sus cuencas, provocando que cayeran las lágrimas que había estado aguantando para que no comenzase a ponerse a llorar de nuevo.

Estabas boquiabierta ante lo dicho por el esqueleto de ropas neón. Querías decir algo, pero tu boca no articulaba palabra, sin conseguir emitir un solo sonido. El instante en el que saliste de tu estado de shock, te percataste de que Sans había estado inmóvil durante todo ese tiempo; se había quedado dormido.

Suspiraste. Ahora tenías más preguntas que antes. Con pesadez, te levantaste, sujetando al ahora dormido esqueleto. Era más fácil llevarlo ahora que no estaba tropezándose con el aire cada tres milisegundos; no obstante, seguía resultando pesado y digamos que tus fuerzas se habían agotado hacía ya bastante rato.

De la nada, sentiste cómo el peso de Sans era retirado de tu espalda. Casi te pusiste a llorar en esos momentos; no podía haberse caído de nuevo, ¿verdad?

- Había pensado que necesitabas ayuda. No puedo simplemente ignorar a una damisela en apuros. - Sobresaltándose ante la voz desconocida pero algo un deje familiar, te volteaste rápidamente, solo para que tu cara se transformase en una mueca que era una mezcla entre exasperación, enfado, alivio y decepción.

- Y yo que pensaba que nunca más iba a volver a encontrarme contigo... - Suspiraste con una mano en uno de los bolsillos de tu fino abrigo, preparada invocar tu arma psychí; si iba a intentar algo, no ibas a permitírselo.

- Hey, nunca digas nunca. - Exclamó con demasiado entusiasmo para tu gusto; era extraño... Su forma de actuar era más infantil y menos arrogante; bueno, seguía siendo arrogante, pero en menor medida que la primera vez que te encontraste con este/a.

Antes de que pudieras replicar, comenzó a andar en dirección a la casa que estaba a menos de unos escasos metros con Sans cargado a su espalda. Corriste tras de Frisk, todavía con miles de preguntas rondando por tu cabeza debido a lo ocurrido con Sans hacía unos escasos minutos.

- ¡Hey! ¿Qué te crees que haces? - El/La mencionado/a no se detuvo, tan solo mostrándote una expresión de pura confusión.

- Ayudándote, por supuesto. ¿No te he dicho eso antes? - No le replicaste nada. Aunque era cierto que le odiabas y tan solo querías que desapareciera de tu vista, no ibas a desaprovechar la oportunidad de llegar antes a la casa y entrar en calor lo antes posible.

Llegasteis con rapidez al portal de la casa de los hermanos esqueleto. El/La de suéter de cuatro franjas de colores distintos dejó con delicadeza a Sans en el porche y justo en ese momento una pregunta en específico rondó por tu mente.

- ¿Cómo sabías que necesitaba ayuda? - Observaste como Frisk se quedó tan tieso/a como una tabla. Algo hizo clic en tu mente. - ¡Me has estado espiando! - El/La pobre humano/a no conseguía formar una frase coherente para defenderse.

- E-Eh, pues resulta que... nonononono, estaba... eso no... da la casualidad que... emm... ¡tengo que irme! - Y cruzándote de brazos, le observaste huir a saber dónde.

"Espero no volver a verle." Tu mirada se posó en la figura del esqueleto durmiente. "Y espero poder averiguar las respuestas a mis preguntas. Supongo que hacer esto un par de veces más no hará daño."


♎Libra♎:

Paseabas tranquilamente por el bosque de Snowdin en dirección a la puerta que te conduciría a las Ruinas. Era un día muy tranquilo; la nieve caía grácilmente del techo de la caverna, una fría corriente de aire recorría el lugar... Cómo desearías pasar días como estos más a menudo.

Venías de pasar la tarde en el laboratorio de Alphys, durante la cual habíais estado conversando un poco de todo y habías aprovechado para hacerle unas cuantas preguntas sobre los monstruos del Underground que todavía no habías encontrado en tu travesía. En un principio, el plan había sido pasar la noche allí, haciendo una fiesta de pijama con la científica real y Papyrus; desgraciadamente, debido a que el rey iba a ir a comprobar algo sobre un experimento, habíais tenido que posponer vuestros planes al próximo día en el último momento.

Recordabas que antes de irte había vislumbrado algo extraño en una de las pantallas que estaban conectadas a la red de cámaras de Alphys: un humano que nunca antes habías visto saliendo de las Ruinas.

Antes de que hubieses podido avisar a Alphys, este había desaparecido del campo de visión de la cámara y, cuando intentaste encontrarle en otras cámaras de Snowdin, no obtuviste resultado. Pensaste que quizás había sido cosa de tu imaginación; había sido solo durante un breve instante y parecía como si se hubiera desvanecido. Para confirmar esa teoría que tan solo había sido una ilusión, no te encontraste con este/a en ningún momento durante tu viaje de vuelta a las Ruinas.

Soltaste un leve suspiro, formando una pequeña nube de vapor que inmediatamente se desvaneció por la ráfaga de aire helador que te dio directamente en la cara, quedando con más aún frío que antes. Tu nariz empezó a cosquillearte y, antes de que lo supieses, te pusiste a estornudar sin poder detenerte.

"Hace nada estaba bien. Espero no haberme resfriado." Reposicionaste la bufanda de lana que te había tejido Toriel alrededor de tu cuello y proseguiste con tu camino, con una nariz congestionada a más no poder, ojos llorosos y estornudando cada dos por tres.

Una vez llegaste a la gran puerta dorada de doble hoja, no evitaste que una pequeña sonrisa se formara en tu rostro; no obstante, no duró demasiado antes de que se transformase en una mueca de confusión.

La puerta estaba medio abierta, como si alguien se hubiera olvidado de cerrarla tras de sí una vez atravesada. Te acercaste con cautela, mirando en múltiples direcciones por si acaso encontrabas algo o a alguien; nada.

Toda la escena era normal a excepción de la puerta entreabierta. Para muchos no sería gran cosa, pero para ti era preocupante en cierto modo. Toriel no era tan descuidada y siempre se aseguraba de que el acceso al bosque de Snowdin estuviera siempre cerrado y nunca, y sabes perfectamente que nunca es nunca con Toriel, se olvidaba asegurarse de aquello.

Con una sensación aplastante en el pecho, atravesaste el morado portón, sin molestarte en cerrarlo; era demasiado pesado para ti de todas formas. A tientas, atravesaste la sala sumergida en una profunda oscuridad en la que podía vislumbrarse un débil halo de luz que iluminaba tenuemente una diminuta porción de parche.

Nunca entenderías el propósito de esa habitación; no obstante, ese no era el momento para ponerse a divagar sobre eso. Con dificultad, avanzaste hasta atravesar el marco de piedra morada que te llevaba a un pasillo excavado en piedra de tonalidades similares a la de la gran puerta que habías atravesado previamente.

Lo recorriste sintiendo tu corazón palpitar cada vez más rápidamente, tu cerebro retumbando dentro de cabeza y tu respiración entrecortándose con mayor frecuencia.

No te habías percatado, pero repentinamente habías pasado de una marcha rápida a una carrera en la que tu enemigo eras tú misma, tus propios pensamientos y tus propias preocupaciones. Llegaste frente a una segunda puerta, de mucho menor tamaño que la primera y con la Runa Delta, el "Emblema de la Profecía", inscrita en esta.

Acorde a las múltiples versiones que habías escuchado por parte de Toriel, Alphys, Papyrus y Sans, esa simple inscripción representaba una leyenda conocida en toda la faz del Subsuelo, denominada simplemente como "La Profecía". Si no recordabas mal, trataba sobre un ángel, el círculo con alas, que liberaría a los monstruos, los tres triángulos, en un futuro. Te parecía una bonita historia y, no ibas a mentir, en alguna ocasión llegaste a pensar que quizás tú misma podrías ser ese ángel; sin embargo, sabías perfectamente que aquello no era posible y obligabas a tu cabeza a bajar de nuevo a la realidad en la que te tocaba vivir.

Empujaste con fuerza ambas hojas de la puerta; para ser más pequeñas que las del portón que comunicaba con la otra zona del Underground, seguían siendo increíblemente pesadas. Nada más pudiste abrirla lo suficiente, ingresaste en una estancia morada en la que podía verse al final un pasillo del mismo color.

Estuviste por avanzar, pero una ráfaga de aire frío que provenía de la zona del bosque de Snowdin, y que había conseguido llegar hasta allí gracias a que el portón continuaba abierto, provocó que una sustancia grisácea de la que no te habías percatado anteriormente se esparciese por la sala.

No lo pudiste evitar; estornudaste repetidamente, notando un escozor en la zona de tu garganta y en tus ojos. Tus ojos se abrieron como platos una vez conectaste todas las piezas del puzle en tu mente.

- ¡Ma-¡ ¡Toriel! - Llamaste con evidente sofocación e inquietud, tu voz resonando por los solitarios pasillos excavados en esa roca de tonos peculiares...

*You called for help...*

*But nobody came.*

Un escalofrío recorrió tu espalda y, antes de que pudieras comprendieras qué estabas haciendo, te giraste y echaste a correr de vuelta a Swowdin.

Tenías que haberte percatado de que algo no estaba bien desde mucho antes de haber visto el portón entreabierto, mucho antes de atravesar el anormal silencioso bosque de Snowdin... tenías que haberlo previsto desde que habías visto a ese extraño humano...

Quizás era demasiado tarde, pero una pequeña parte de tu alma albergaba la esperanza de que quizás, y solo quizás, pudieras avisar a tiempo a los monstruos del pueblo de Snowdin y que estos pudieran evacuar antes de que llegase ese horrible ser y acabase con ellos.

De repente, un pensamiento se introdujo en tu mente, lentamente haciéndose con esta de forma que tan solo tenías ese pensamiento en bucle sonando en tu cabeza como un disco rayado. "¿Y si tan solo estoy malinterpretando la situación?" El ritmo de tu carrera disminuyó. "¿Y si su causa ha sido completamente diferente a la que creo que es...?" Te detuviste a unos escasos pasos del puente que separaba el pueblo de Snowdin del bosque.

"¿Estoy completamente segura de que estoy en lo cierto? ¿Y si tan solo hago que se propague el caos por todo el lugar sin una razón coherente?" No sabías qué hacer. Estabas paralizada en el sitio.

Por una parte, querías creer que todo se trataba de un malentendido, de forma que aquel humano había sido simplemente fruto de tu imaginación y que Toriel había sufrido un accidente, lo cual le había imposibilitado cerrar la gran puerta morada. Por otra parte, estabas atemorizada ante la idea de que hubiera un humano sediento de sangre rondando por los alrededores.

- Tengo que decidir qué hacer... - Ante pronunciar esas palabras, sentiste un sudor frío recorrer tu espalda.

- Podría volver atrás y hacer como que lo ocurrido son solo imaginaciones mías... - Volteaste hacia atrás.

Tus piernas se sentían como gelatina, de forma que tuviste que apoyarte en uno de los postes que sostenían el inestable puente colgante. Tragaste saliva antes de volver tu mirada en dirección a donde se encontraba el pueblo e Snowdin.

- O podría considerar que esto esos pensamientos tan alocados están en lo correcto y avisarles sobre ese ser que está en camino... - No entendías el por qué te era más difícil hablar; sentías como si tuvieras un nudo alrededor de la garganta que te impedía respirar correctamente

"¿O quizás ya haya llegado y sea demasiado tarde?" En ese momento dejaste de funcionar correctamente.

Comenzaste a hiperventilar y tu ritmo cardíaco aumentó considerablemente; por un momento pensaste que tu alma iba a salirse de tu pecho de lo fuerte que estaba latiendo. Tus manos al igual que tus piernas temblaban con tal intensidad que no sabías cuánto más conseguirías mantenerte en pie.

"No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo. No puedo.No puedo.No puedo.Nopuedo.Nopuedo.Nopuedo.Nopuedo.Nopuedonopuedonopuedonopuedonopuedonopuedonopuedono-"

Estabas a punto de romper a llorar de la presión sino fuera porque tus oídos captaron una conocida voz que había sido arrastrada por el viento.

- YO, PAPYRUS, VEO GRAN POTENCIAL EN TI. - Aunque era solo un susurro movido por el viento, lo percibiste sin ningún problema, causando que algo dentro de ti se removiese.

Un recuerdo en específico surgió del fondo de tu mente, disipando toda la niebla que te impedía pensar con claridad.

- YO, PAPYRUS, VEO GRAN POTENCIAL EN TI PEQUEÑA HUMANA. - Papyrus se dirigió a ti con una gran sonrisa. Te detuviste un segundo para observarle con algo de incertidumbre. - TAMBIÉN VEO QUE TIENES MIEDO, ¡PERO ESO NO IMPORTA! EL MIEDO NO IMPIDE LA MUERTE, PERO Sí LA VIDA. ASÍ QUE, HUMANA, NO TEMAS, ¡EL GRAN PAPYRUS ESTÁ AQUÍ PARA AYUDARTE!.

"Paps... Si de verdad sigue ahí, puedo advertirle... no tengo que pensar en qué opción es la mejor, tan solo debo actuar... no tengo que temer, tan solo actuar..." Y movida por esa recién encontrada motivación, avanzaste como pudiste puesto que tus piernas parecían no querer responder ante tus deseos.

Atravesaste el poblado completamente y aun así, no hallaste ningún rastro de Papyrus; no solo eso, no había ni una sola alma presente en la zona. Inquieta, posaste tu mirada en el camino que conducía hacia la tercera zona del Subsuelo, aquella en la que no habías puesto un solo pie por puro miedo: Waterfall.

Tragando saliva, continuaste tu búsqueda en esa dirección. El camino desembocaba en una explanada en la que se estaba produciendo una gran ventisca de nieve. Con dificultad, vislumbraste dos figuras en medio de la tormenta de nieve.

Tu cuerpo se paralizó, tu mente se quedó en blanco y, por un milisegundo, tu corazón dejó de latir. Con tus propios ojos acababas de observar cómo el humano que habías visto a través de las cámaras decapitaba con un limpio golpe a tu mejor amigo.

- B-BUENO, ESO NO ES LO QUE ESPERABA. - Su cuerpo se volvió polvo y, al mismo tiempo, un par de silenciosas lágrimas empaparon tus mejillas; no faltó mucho para que tu visión se volviera borrosa por la cantidad de lágrimas en tus ojos. - PERO... ¡AUN... AUN ASÍ! ¡YO CREO EN TI! - Si pensabas que no podías llorar más, estabas equivocada.

Querías correr a su lado, sostenerlo en tus brazos en sus momentos finales; no querías creer que esto estuviera ocurriendo verdaderamente. Apenas podías respirar; tus alrededores se volvieron difuminados y varias manchas negras aparecieron en tu campo de visión.

- ¡PUEDES HACERLO UN POCO MEJOR! ¡AUN SI NO CREES EN TI! - Papyrus dirigió su mirada hacia ti con profunda tristeza reflejada en sus pupilas, cuya luz comenzaba a apagarse. No te percataste por las manchas negras y la borrosidad de tu campo de visión causada por las lágrimas.

No podía ser real, te rehusabas a creer que esto era verdad. Papyrus, tu mejor amigo, tu única luz que te guiaba en aquel mundo repleto de tinieblas, estaba muriendo.

- TE... ¡TE LO PROMETO! - Y con sus últimas fuerzas, Papyrus te dirigió esas últimas palabras. A continuación, su cráneo empezó a convertirse lentamente el polvo.

- Paps... - Quisiste gritar, expresar tu frustración; no obstante, solo pudiste emitir una débil llamada que nunca fue respondida.

*You called for your friend...*

*But nobody came.*

No tenías fuerzas ni para continuar llorando. No tenías fuerzas para levantarte del suelo. No tenías fuerzas para encarar a la figura del humano que se acercaba lentamente hacia ti. No tenías fuerzas para huir a pesar de saber perfectamente qué era lo que iba a acontecer. No tenías fuerzas para una vida carente de luz...

- Hazlo... - Susurraste con voz entrecortada. - Wacht op mij Paps... Tot gauw... - Exhalaste tu último aliento en este mundo con una sonrisa y una solitaria lágrima en tus sonrojadas mejillas.

El sonido de un alma rompiéndose en miles de pedazos retumbó por todo el Subsuelo.


Escorpio:

La nieve caía grácilmente sobre vuestras temblorosas figuras, las cuales avanzaban lentamente con cautela por miedo a ser encontradas por seres indeseables. Frotaste tus brazos cubiertos por un jersey de tela fina con tus manos, arrepintiéndote de haber rasgado tu chaqueta hacía un par de semanas para detener la hemorragia de un corte bastante profundo en tu pierna y la de otro que se había hecho Aliza en su brazo.

Observaste la temblorosa figura de la chica. No eras capaz de comprender cómo había aguantado tanto tiempo en ese clima tan extremo con tan solo un vestido de manga corta que estaba rasgado en varias zonas, principalmente en la parte inferior, de forma que el vestido que antes le debía haber llegado por un palmo bajo las rodillas le quedaba a unos escasos centímetros por encima de estas.

- Aliza, ¿estás segura de que puedes seguir? Podemos volver a la cabaña de antes. - Antes habíais pasado una construcción que se asemejaba mucho a la de una pequeña cabaña que había sido construida hacía tiempo, por lo que habías podido deducir del aspecto deplorable en el que se encontraba y la espesa vegetación que decoraba las paredes de la edificación. No obstante, habíais decidido pasar de largo ya que os había parecido escuchar un ruido proveniente de su interior; hicisteis lo que cualquier ser humano con dos dedos de frente en esa situación haría: huir de allí inmediatamente. - Estamos todavía a tiempo... Puede que quien fuera que estuviera allí haya desalojado ya el lugar. - Por el rabillo del ojo podías ver a la pobre humana dudar de qué debíais hacer.

Te detuviste y escaneaste tus alrededores: árboles, nieve, más árboles y más nieve os rodeaban por todas partes. Dirigiste tu mirada hacia arriba; la nieve parecía caer ahora en mayor cantidad que hacía un par de momentos.

- Una tormenta de nieve... - Como respuesta a tu murmullo apenas perceptible, una ráfaga de viento se levantó de la nada, dirigiendo una gran cantidad de nieve. Fue tan solo un instante antes de que se fuese, pero fue suficiente para poner en funcionamiento las alarmas de tu cabeza.

No ibais a encontrar ningún sitio en el que refugiaros antes de que la tormenta empezara. Esto tan solo era la calma antes de la tormenta, nunca mejor dicho. Volviste a escanear tus alrededores, solo para no encontrar nada que pudiera serviros como protección.

- Tenemos que volver. - Susurraste; se había vuelto un hábito para ti el hablar muy flojo. A ver, vivías tu día a día escondiéndote de seres que querían devorarte... ¿cómo no ibas a tratar de ser lo más silenciosa y precavida posible?

- ¿A la casa de antes...? - Podías notar cómo Aliza se había puesto tensa nada más pronunciar esa simple oración. Le pediste perdón en tu mente y asentiste.

Una de las principales debilidades de Aliza no era que fuera muy ingenua y confiaba en los demás con mucha facilidad; bueno, sí, ese era un gran defecto, pero no al que te referías. Miedo. Aliza era demasiado miedosa.

La humana de ojos rasgados y hundidos no podía actuar por su cuenta una vez el miedo consumía su mente y alma, como un parásito que se apoderaba del control de todo su ser y la paralizaba por completo, convirtiéndola en una mera espectadora del horror que se presentaba frente a sus ojos. Normalmente ese episodio de intenso miedo duraba unos escasos minutos, mientras que en otras ocasiones, podía llevar mucho más tiempo.

Esto había sucedido en varias ocasiones "de riesgo". Si no fuera porque sabías lo básico sobre autodefensa, ambas estaríais siendo digeridas en el estómago de algún monstruo que habitaba por la nevada zona en estos instantes. Ventajas de tener un padre policía-investigador que estaba paranoico con que te podían atracar cuando anduvieras por la calle en solitario: sabes cómo defenderte.

- No hay otra opción. Es eso o morirnos congeladas. - La tomaste del brazo, notando que estaba volviendo a ser consumida por el miedo, y la medio arrastraste de vuelta en dirección a la cabaña que habíais pasado hacía poco menos de una hora. Si os dabais prisa, quizás llegaseis en media hora y, con algo de suerte, antes de que comenzase la tormenta.

Tras una eterna media hora de navegar por el bosque de Snowdin en donde todos los árboles parecían iguales y no había forma de orientarse, os pareció vislumbrar la silueta de una estructura de dos plantas en la lejanía. Aliviada, tomaste del brazo a Aliza, quien se acababa de quedar paralizada por el miedo, y avanzaste con algo de dificultad por culpa de la abundante nieve que caía y los fuertes vientos que empezaban a formarse hacia vuestro refugio por los próximos días.

Una vez dentro, dejaste a la humana que todavía no podía responder correctamente a ningún estímulo exterior en un sillón cubierto por una manta blanquecina cubierta de una espesa capa de polvo. Especulando que no iba a volver a la realidad en un buen rato, tomaste otra manta que cubría otro mueble de la sala al que no le prestaste mucha atención y se la pusiste por encima; si se enfermaba, podríais tener complicaciones más adelante.

Una vez te aseguraste de que tu compañera estuviera en buen estado, proseguiste a realizar una rápida inspección del lugar; era prácticamente un hábito que realizabas cada vez que os "hospedabais" en un nuevo lugar.

En primer lugar, diste una vuelta rápida por la cabaña, tomando nota del tipo de sala que había en cada planta: en la primera planta había una sala de estar, la cual era la habitación en la que habías dejado a Aliza para que se tranquilizase, un comedor bastante amplio, una modesta cocina y lo que suponías que era una despensa; la segunda planta estaba destinada principalmente a habitaciones y baños, con la excepción de una sala para la colada; asimismo, encontrase una trampilla que llevaba a un sótano, aunque decidiste no entrar por el momento y dejarlo para cuando hubieras terminado de registrar el resto de estancias.

A continuación, investigaste con mayor profundidad y dedicación aquellos lugares que podrían contener algo de interés para ti y Aliza. Lo primero fue la despensa, completamente vacía. Bufaste por lo bajo; habías tenido la diminuta pizca de esperanza que podrías encontrar algunos víveres, aunque en el fondo, sabías que quien hubiera estado allí la primera vez que habíais pasado por la zona se habría apropiado de la mayoría de recursos.

Afortunadamente, tras una intensa y cuidadosa búsqueda, hallaste un par de latas en conserva cubiertas por telarañas al fondo de un armario de una esquina de la cocina y un saco de arroz medio lleno junto con una hogaza de pan mohoso poco más grande que tu mano, escondidos tras una nevera que ya no tenía ninguna utilidad.

Satisfecha con tus descubrimientos, trajiste la comida a la sala de estar, en donde Aliza había vuelto a la realidad y estaba observando con creciente curiosidad las fotos que colgaban de las paredes de la habitación.

- Hey, ha habido suerte. No es mucho, pero podemos considerarnos afortunadas de al menos tener algo que podamos tomar después de una semana en la que hemos estado a punto de morirnos de inanición en varias ocasiones. - Bromeaste al final con una risa seca. A pesar de la dura verdad presente en esa oración, Aliza soltó una pequeña carcajada, su voz un tanto rasposa.

Dejaste la comida en la mesa cubierta por otra de las mantas blancas; parecía ser que todo el mobiliario de la sala de estar estaba tapado por esas sábanas. Una pregunta se formuló en el fondo de tu mente, pero decidiste no darle mucha importancia y ponerte a examinar el estado de vuestros nuevos víveres. "¿Por qué el resto de salas no tienen los muebles cubiertos por sábanas?"

- El arroz y las latas están en buen estado, pero no puedo decir lo mismo sobre el pan... - Observaste con algo de pena la hogaza de pan que podría haber servido para alimentaros por unos buenos tres días. Aun así, lo dejaste en la mesa puesto que quizás podrías darle un uso más adelante; regla de oro del Subsuelo: nunca tires nada ya que todo puede servirte un algún momento.

- ¿Has inspeccionado el resto de habitaciones? - Negaste la ante la cuestión de Aliza. Todavía te faltaba el comedor al igual que toda la segunda planta y ese sótano al que se accedía por medio de una trampilla en la cocina.

Una repentina ráfaga de viento te hizo estremecer. Dirigiste tu mirada a una ventana medio abierta frunciendo el ceño. La tormenta comenzaba a empeorar y, por lo que podías suponer, podría llegar a durar unos pocos días. No era la primera vez que ocurría algo similar y, en cierto modo, era reconfortante puesto que en estas condiciones nadie en su sano juicio se atrevería a salir al exterior y mucho menos podría llegar a vuestro nuevo refugio.

- Debemos asegurar las ventanas y las puertas. - Murmuraste inconscientemente, a lo que Aliza asintió sin saber que estabas hablando contigo misma.

Diste un rápido vistazo a la sala y, a los pocos minutos, le hiciste una seña a tu compañera para que te ayudase a bloquear la puerta con un armario que estaba en la pared opuesta a esta. Una vez terminasteis de mover el pesado mueble, proseguisteis con las ventanas, cerrándolas como podíais y colocando muebles lo suficientemente altos para taparlas.

A continuación, repetisteis el mismo proceso en el resto de estancias de la primera planta. Estuvisteis unas largas horas moviendo mobiliario junto con tablas y planchas de madera descartadas por el suelo, seguramente trozos que se habían desprendido del techo por lo que suponíais debido a la presencia de agujeros a través de los que podíais ver la segunda planta desde la primera.

Cuando por fin terminasteis, le pediste a Aliza que buscase la mayor cantidad de madera que no os fuera de necesidad mientras tú te aventurabas fuera de la casa con una cacerola abollada que habías tomado anteriormente de la cocina. Necesitabais una buena cantidad de nieve para poder proveeros de agua potable.

Una vez retornaste, tomaste un par de palos del montón de madera descartable que había reunido tu compañera y comenzaste a frotarlos rápidamente, esperando pacientemente a que salieran un par de chispas y humo por el roce de ambos.

- Ya está. - Te apartaste de las recién formadas llamas de fuego y añadiste la madera que había recogido Aliza, avivando el fuego hasta que tuviera un tamaño considerable. Posteriormente, colocaste la cacerola con la nieve, esperando a que se fundiera.

En silencio, preparasteis la primera comida "completa" que había tenido en poco más de siete semanas. Te decepcionaste al darte cuenta que las latas de conserva tan solo contenían un tercio de lo que se suponía que debían tener.

- ¿Es suficiente para hoy o tenemos que acompañarlo con arroz? - Aliza preguntó en voz alta, aunque estabas segura que era más bien para sí misma. Soltaste un par de insultos por lo bajo, sin poder creer la mala suerte que teníais. Preferías guardar el arroz para cuando más adelante fuera estrictamente necesario, teniendo en cuenta que era una excelente fuente de vitaminas y minerales y todo ese rollo que soltaban los expertos en nutrición de la superficie. Tu mirada se posó sobre el pan con alguna que otra mancha azul en su corteza.

- Con hambre, no hay pan duro. - Y nada más pronunciaste esas palabras, vertiste el escaso contenido de una de las latas en la otra y se la pasaste a Aliza. Ella te miro confundida al mismo tiempo que tomabas el pal de la mesa y quitabas con dificultad las zonas en las que el moho era más prominente.

- ¡E-Escorpio! No tienes por qué comértelo, podemos compartir la comida de las latas. - Detuviste tu proceso y observaste la casi esquelética figura de Aliza. Algo dentro de ti te impedía aceptar su oferta; quizás fuera pena mezclada con compasión por tu única compañera en este hostil mundo o quizás fuera culpa por haber arrastrado a Aliza a aquel infierno helador.

- No hace falta. Estaré bien, así que disfruta de la comida. - Con una pequeña sonrisa tomaste un bocado de la hogaza de pan, resistiendo las ganas de escupirlo en el momento en el que entró en contacto con tu boca.

La humana de vestido rasgado asintió leventemente, no del todo convencida, y tomó asiento a tu lado, cubriéndoos a ambas con la manta más grande que había encontrado en la sala de estar.

Digamos que no fue tu decisión más inteligente. Y todos sabemos que hasta la decisión que más insignificante parezca, es la desencadenante de una tragedia.


Sagitario:

- Night, ¿puedo explorar un poco? - Le preguntaste al esqueleto recubierto de odio con la pequeña esperanza de que te dijese que sí. Nunca te dejaba hacer nada, tan solo quedarte en tu habitación encerrada o entrenar para que pudieras invocar tu arma psychí. Si tan solo supiera que de verdad podías invocarla y tan solo estabas fingiendo... Un escalofrío recorrió su espalda a modo de respuesta frente a ese pensamiento.

Nightmare no te respondió, tan solo se limitó a asentir levemente mientras tomaba con sus tentáculos unos cuantos libros de los estantes más altos de la "mini-biblioteca" del castillo. No procesó lo que le habías dicho, muy ensimismado en encontrar cierto volumen sobre magia en humanos que él sabía que había dejado por alguna parte de aquel lugar; no obstante, tú no sabías que lo había hecho inconscientemente, de forma que pensaste que, por primera vez, te había dejado explorar un poco.

Con una gran sonrisa en tu rostro formándose en tu rostro, saliste de la biblioteca corriendo en una dirección al azar, emocionada por poder ver algo más que esas aburridas cuatro paredes. No pensaste en si a lo mejor estabas invadiendo la privacidad de alguien, entrando en habitaciones y observando qué había en estas con fascinación; estabas demasiado entusiasmada como para ponerte a pensar detenidamente si lo que estabas haciendo era correcto o no.

Las salas que inspeccionabas no eran gran cosa ya que no solía haber nada de interés en ellas, pero para ti era como descubrir un nuevo mundo. Cada habitación tenía algo que hiciese que tu detuvieses a analizarla concienzudamente; perfectamente podría ser una tontería como un simple escritorio, pero eso te daba algo que entretenerte como buscar si había algún cajón que tuviese una llave secreta que te llevase a alguna habitación oculta.

Habías inspeccionado ya unos cinco cuartos de invitados que estaban impecables, seguramente porque nunca habían sido utilizados antes, y otras muchas salas cuando escuchaste un ruido proveniente de la zona de abajo. No te habías dado cuenta que estabas tan cerca de las escaleras. Tu habitación estaba en la otra punta de la planta de la primera planta así que todo esto era nuevo para ti, incluso aquellos cuadros inquietantes que mostraban rostros desconocidos cuyos ojos parecían seguirte con cada paso de dabas.

No pudiste retener tu curiosidad y decidiste echar un vistazo a pesar de que podrías meterte en graves problemas. Bajaste las escaleras con cuidado, escuchando atentamente para ver de dónde provenían los ruidos. Conforme ibas bajando, te diste cuenta que más que ruidos parecían gritos, lo que te desconcertó aún más.

"Acaso... ¿hay alguien más viviendo aquí? Había supuesto que sí por lo que él suele decir, pero nunca pensé que fuera verdad..." Tu sonrisa se amplió aún más si es que eso fuera posible y bajaste los últimos escalones de un salto, dándole sin querer con el codo a un jarrón que se cayó al suelo, rompiéndose en miles de pedacitos.

"Night me va a matar" Trataste de recoger inútilmente los pequeños trozos y ponerlos en su sitio, solo para detenerte al darte cuenta de la estupidez que estabas haciendo y que los gritos habían cesado.

Miraste a todas partes en busca de los seres a los que pertenecían las voces. Aquello era extraño, ¿por qué se habían callado de un momento a otro tan repentinamente?

No te dio tiempo a dar un paso más ya que un cuchillo vino volando en tu dirección, el cual esquivaste por pura suerte y quizás gracias a los intensos entrenamientos a los que la pesadilla te sometía. Te volteaste, encontrándote de cara con un esqueleto de cuencas completamente vacías y una sonrisa maquiavélica. Lo que más te llamó la atención fue la sustancia que caía en forma de lágrimas y el círculo rojizo que brillaba con intensidad.

Antes de que dijeras nada, el esqueleto volvió a lanzar otro cuchillo, esta vez consiguiendo rozar tu brazo derecho. Tu cuerpo actuó por tu cuenta, volviendo a subir las escaleras con rapidez mientras esquivabas los proyectiles lanzados en tu dirección. Activaste tu habilidad, mejorando tus posibilidades de que pudieras salir de ahí con vida y que el esqueleto fallase con más frecuencia sus tiros.

Escuchaste gritos y a los pocos segundos, otro esqueleto se materializó delante de tus narices con un hacha. Apenas esquivaste el ataque, situándote a la izquierda del esqueleto y empujándolo bajo las escaleras. Corriste sin mirar atrás, sin importarte que varios huesos afilados y cuchillos cortaran tu piel, solo te importaba llegar de nuevo con Nightmare. Qué agridulce ironía. El monstruo que habías aprendido a temer y desconfiar era a quien acudías por ayuda en esos momentos.

- ¡Horror! ¡Eres un inútil! - Otra voz, una voz femenina gritó. Quisiste darte la vuelta puesto que algo sobre era voz te era extrañamente familiar. Estabas segura de no pertenecía a alguien que conocías, pero entonces, ¿por qué sentías un cálido sentimiento de nostalgia?

Perdida en tus divagaciones, te desconcentraste el tiempo suficiente como para que tu habilidad se "apagase", disminuyendo drásticamente tus posibilidades de supervivencia. En el momento en el que te diste cuenta de tu error, ya era demasiado tarde; sentiste cómo tu cuerpo era envuelto por una cegadora luz que provocaba que cada célula de tu cuerpo ardiera como si estuviera en el mismísimo infierno.

- Veis. No era tan difícil - Escuchaste una voz masculina decir; poseía un peculiar tono rasposo, como si no hubiera hablado en mucho tiempo.

Estabas tumbada en el suelo sin poder moverte; tu cuerpo ya no te respondía, completamente entumecido por aquel brutal ataque. Luchabas por mantenerte consciente, lo cual no parecía dar un buen resultado, mucho menos al sentir cómo alguien tiró de tu pelo, haciendo que mirases hacia el frente, solo para estampar tu cara contra el suelo con más fuerza de la necesaria. Estabas completamente segura de que tu nariz estaba rota. Tu visión se volvía cada vez más borrosa.

- ¡Te digo que algo extraño estaba pasando! ¡Yo nunca fallo con mis cuchillos! ¡Y ya viste cómo la intrusa tiró a Horror por las escaleras como si nada! Si no fuera por Cross, él tendría un par de huesos rotos. - Te costaba captar todo lo mencionado por uno de los ahí reunidos.

"¿Intrusa? Bueno... es normal que piensen así si nunca me han visto antes. Aun así..." Sentiste el miedo recorrer tus entrañas. Solo querías que, milagrosamente, alguien viniera en tu rescate. Por supuesto, aquello no ocurrió.

Sentiste cómo elevaban tu cabeza nuevamente, esta vez con más delicadeza, sujetándote por ambos laterales del cráneo. Tu visión seguía borrosa, por lo que no pudiste identificar con exactitud los rasgos faciales de quien se situaba frente a ti. "¿Cabello rubio quizás?"

- Es una humana... - Susurró por lo bajo, casi imperceptible excepto para ti y los pocos que se situaban más cerca. La voz era femenina, pero no era la que habías escuchado anteriormente. Sentiste un ápice de decepción.

- Duh, eso ya lo podíamos ver con nuestros propios ojos. - Otra voz intervino; era otra chica de nuevo, aunque seguía sin ser la que esperabas escuchar. Parecía tener un leve matiz juguetón, como si de una niña pequeña se tratase; no obstante, te transmitió una sensación de inquietud a tu persona.

- Yo no me había fijado en eso si soy sincero. Solo os he seguido por lo del estruendo de antes y he empezado a atacar a lo primero que he visto. - Voz masculina, también rasposa, pero más grave y con un deje aterrador. "¿Por qué todavía no viene Night...? ¿No ha escuchado todo este ruido...? No quiero morir aquí..."

- Mira que eres... Te has teletransportado delante de ella, le has atacado con tu hacha y ella misma te ha tirado por las escaleras... ¡¿y ni siquiera te has fijado en si era un monstruo o un humano?! - Voz femenina de nuevo; decepción de nuevo. No entendías por qué estabas tan desesperada en escuchar de nuevo esa voz.

Gruñiste un poco cuando sentiste cómo apretaban ambos lados de tu cara. No era una sensación muy agradable, ni siquiera aunque no estuvieses herida. Tu visión no parecía querer ayudarte, volviéndose aún más borrosa. Retuviste tus ganas de bufar de la frustración.

- Sois todos estúpidos. - La chica que te sostenía parecía estar estudiando tus rasgos en profundidad. Te sentías un tanto incómoda; no obstante, no era como si pudieras hacer nada por evitarlo. - Es humana, ya lo sé, no soy Horror. - Supusiste que Horror era la figura del hacha que habías empujado por las escaleras, quien tenía la voz rasposa y un tono malicioso que te provocaba escalofríos.

- ¡Hey! - Casi quisiste reír ante la dinámica de los individuos allí presentes. Entonces recordaste tu situación actual. "Yey..." Pensaste con evidente ironía.

- A lo que quiero llegar. - Prosiguió la chica a la que ibas a llamar 1 por falta de imaginación, sin importarle la interrupción anterior. - No se parece a ningún/a Chara o Frisk de parte de los Star Guardians. - Sentiste la atmósfera del pasillo cambiar drásticamente. - Es cierto que tiene ojos asiáticos, pero no son tan rasgados como los de un/a Frisk. Además de que no tiene mejillas sonrosadas como un/a Chara y posee evidentes rasgos indios. - Hiciste un esfuerzo por tratar de apartar un nuevo par de manos que pinchaba tus mejillas al igual que lo haría una vieja anciana, el cual evidentemente resultó en vano.

- Tienes razón... Tampoco tiene el típico atuendo y su constitución tampoco se parece. Es cierto que los Aus varían bastante así que tampoco podemos estar del todo seguros de que no sea un/a Frisk o Chara de un nuevo Au que ha venido a espiarnos. Quizás hayan hecho eso a propósito puesto que pensaban que no la veríamos como una amenaza. - Casi querías que 1 te soltase y te dejase estamparte contra el suelo. No entendías nada... ¿Au? ¿Frisk? ¿Chara? ¿Qué estaba pasando ahí?

- Podría ser... - La voz que estabas esperando todo este tiempo por fin hizo aparición. Instintivamente y con bastante esfuerzo, trataste de volver la cabeza a la dirección en la que suponías donde estaba la portadora.

- Pero qué... - Ignoraste los extraños comentarios del resto, enfocándote completamente en tratar de identificar a la chica que desesperadamente buscabas por todas partes.

- Esto no es bueno... Es mejor que te vayas. - La voz de alguien que había hablado con anterioridad resonó por la sala con evidente urgencia en el tono de su voz.

1 te hizo mirar en su dirección, impidiéndote dirigir tu mirada a la dirección deseada, aunque no era como si pudieras ver mucho. Maldijiste por tercera, o quizás cuarta, vez consecutiva. Unos pasos apresurados indicaron que alguien había salido del lugar, seguramente la chica cuya identidad todavía desconocías.

- Hay que acabar con ella. - No sabías quién había hablado. Un sudor frío recorrió tu espalda. No querías morir. No estabas lista. No podías permitirte morir de aquella forma. No ibas a desperdiciar aquella segunda oportunidad que te había sido dada por muy infernal que fuera. No ibas a morir.

*You called for help...*

*But nobody came.*

Sin saber de dónde habías sacado las fuerzas, pronunciaste el nombre del último ser al que pensabas que nunca recurrirías. Tu boca se sentía seca y tenías la impresión de que el aire se te escapaba de los pulmones ante la presencia de un peso que aumentaba por momentos en el torso superior de tu cuerpo.

- Night... - Sentiste cómo 1 te soltó la cabeza y se alejaba rápidamente de ti. No comprendías nada de la situación; por si fuera poco, tu cabeza se sentía a punto de estallar.

- ¡Repite eso de nuevo humana! ¡¿Qué es lo que sabes de nuestro jefe?! - No sabías quién había hablado. Con más dificultad, volviste a llamar a tu única esperanza en aquellos instantes llenos de desesperación.

*You called for help...*

- ¡¿Qué es lo que creéis que estáis haciendo?! - Una familiar voz resonó potente por toda la mansión, autoritaria y con un evidente tono de furia enlazado en esta.

Casi soltaste unas lágrimas de alivio, aunque sabías perfectamente que te encontrarías en un buen aprieto si es que salías viva de aquella situación.

No sabes qué ocurrió después puesto que te desmayaste, dejando que la oscuridad consumiera tus alrededores y tus peores pesadillas se apropiasen de tu mente.


Capricornio:

El descenso del ascensor que os llevaba a ti y a Chara al verdadero laboratorio siempre te había parecido interminable y esta vez no era ninguna excepción. El silencio sepulcral en el que estabais sumidos/as no volvía más amena la situación. "Algo de música hubiera estado bien, aunque fuera esa horrible melodía que siempre ponen en los ascensores de..."

Detuviste tus pensamientos antes de que comenzases un proceso de reminiscencia lleno de nostalgia y melancolía. No era el momento para ensoñaciones.

- Ve directamente a por el Héroe Legendario. Yo me aseguraré de obtener la experiencia antes que el comediante. - Asentiste al mismo tiempo que te pasaba un cuaderno desgastado. Lo tomaste entre tus manos temblorosas; no podías evitar sentir escalofríos cada vez que teníais que acceder a aquella parte del laboratorio de aquella dinosaurio tan tímida e insegura de sí misma, por lo que podías deducir de tantas veces que habías analizado su comportamiento en cada reset.

Detestabas aquel lugar con cada fibra de tu ser. No era solo por la atmósfera del lugar, sino por aquellas abominaciones que no podían recibir daño alguno, pero que podían acabar con tu vida en cuestión de segundos. Todavía recordabas una ocasión en concreto que te habías cruzado con una de ellas, la cual tenía un aspecto similar al de un perro muy grande con seis patas cuyos espacios entre ellas te recordaban demasiado a cinco gatos. En resumen, aquel encuentro no fue muy gratificante y mucho menos el resultado de la pelea: acabaste muerta y no pudiste volver a la vida hasta que Chara murió y volvisteis a lo que él/ella llamaba "punto de guardado", a lo cual hay que añadir la gran reprimenda que te dio este/a nada más "renacisteis" de la nada.

El ascensor por fin tocó fondo y salisteis de este, dirigiéndoos a la primera sala del laboratorio, en donde había una gran puerta con cuatro luces apagadas en el centro, una más pequeña a la derecha y un pasillo a la izquierda, al cual no podíais acceder gracias a la intervención de una amalgama que parecía estar formada por seis caras y una cola, dando en conjunto el aspecto de un cerebro humano.

Atravesasteis la puerta con una luz roja en medio de esta, la cual daba paso a un pasillo que más adelante, daba un giro de un ángulo de noventa grados y llevaba a parar a una estancia más amplia repleta de camas que daban la impresión de no haber sido usadas en mucho tiempo. Había un pasillo en la esquina opuesta de la habitación, al igual que otro, pero este último estaba también bloqueado por otra amalgama diferente de la anterior.

Pudiste escuchar una especie de ruido proveniente de esta cuando pasasteis de largo en dirección al pasillo que no estaba bloqueado. Sin darle mucha importancia a aquel sonido que se asemejaba demasiado para tu disgusto a un lastimero sollozo, seguiste a Chara hasta una bifurcación. Él/Ella te hizo una seña, indicando que se iba por la izquierda y tú debías ir por la derecha.

Tuviste que reprimir las ganas de rodar los ojos. Que no fueras capaz de recordar una diminuta parte de los resets no significaba que no eras capaz de deducir en dónde se encontraba la sala de los ventiladores después de tantas veces ir a esta.

Avanzaste a paso lento por el pasillo que poseía una pared enteramente cubierta por ventiladores, de ahí el nombre con el que la designabais. No tenías ningún deseo de llegar lo antes posible al lado del otro/a humano/a o de presenciar el asesinato de un pobre monstruo que no tenía culpa de ser un mero peón más en aquel retorcido juego de esos dos macabros asesinos... aunque no es como si tú fueras diferente... también habías matado a monstruos inocentes, ignorando sus plegarias...

*You feel your sins crawling on your back.*

Ignoraste aquella voz que tenía un tono acusador mezclado con un ápice de pena o quizás de burla. No te agradaba en lo absoluto. La habías escuchado en multitud de ocasiones y nunca había significado nada bueno, poniendo por caso la primera vez que invocaste ese arma maldita cuya existencia era un misterio para Chara o cada vez que morías a manos de Sans. Estabas empezando a considerar que te estabas volviendo loca.

Tomaste el bocadillo del suelo, contemplando tus opciones sobre lo que podías hacer: volver inmediatamente con Chara o quedarte un rato para disfrutar de la poca paz y tranquilidad que tenías en esos instantes.

Obviamente elegiste la segunda, dejándote deslizar por el único espacio de la pared que no estaba cubierto de ventiladores, en donde había un interruptor que había dejado de funcionar hacía tiempo. No pasó mucho para que te encontrases navegando por el tempestuoso mar de tus propios pensamientos.

"¿Están bien...? Sí, tienen que estarlo... Si todo es como Chara dijo, esto es tan solo un bucle temporal del que tan solo pueden percatarse algunos... Ellos no tienen conocimiento de esto y tan solo habrá pasado como un par de días para ellos si mis cálculos son correctos. En cambio, para mí..." Suspiraste pesadamente. Dos años. Dos insoportables y traumatizantes años.

"Tan solo quiero volver a casa... ¿Cuánto más falta para que se canse de jugar a este juego sin sentido? ¿Cuál es su propósito con todo esto? Para él/ella, todas estas vidas son insignificantes, inservibles, incluyendo la suya propia. No. No la suya, la de ese/a tal Frisk." Tu sangre hervía por tus venas ante aquellos pensamientos que habías tenido que reprimir por tanto tiempo con el único fin de que Chara no pusiera fin a tu patética existencia.

Odiabas todo. Odiabas esta situación. Odiabas el momento en el que decidiste poner un pie en aquella maldita cueva. Odiabas que no pudieras hacer nada por cambiar el curso de esta historia. Odiabas a aquel megalómano/a humano/a. Odiabas la sonrisa que esbozaba cada vez que mataba a un monstruo inocente. Odiabas a ese esqueleto comediante por caer directamente en la red de engaños y mentiras de Chara, convirtiéndose en otra pieza más con la que este/a completaba su tablero de juego. Odiabas que tú también fueras una pieza más que podría ser descartada en cualquier momento. Odiabas ver tu nivel de AMOR aumentar cada vez que tenías que dañar a una nueva víctima de Chara. Odiabas este juego.

*You're corrupted by hatred.*

- ¡Cállate ya! - Gritaste a la nada. No era usual que perdieras el control de la situación con tanta facilidad. Tu juicio se encontraba nublado por un inmenso odio, el cual empezaba a consumirte lentamente, comenzando por tu lado racional.

Trataste de calmarte, pero sin llegar a conseguirlo. Te levantaste, tomando el objeto de curación que te había pedido Chara y avanzando con pasos temblorosos en dirección a la zona en la que se suponía que debía estar la máquina de extracción de determinación.

No entendías el por qué te sentías tan débil tan de repente si hacía unos escasos minutos te encontrabas perfectamente. El odio que sentías hacia tu situación actual tan solo parecía aumentar por momentos, privándote de tu misma energía vital.

Antes de que pudieras salir de aquella sala que te empezaba a dar una mala sensación, tu cuerpo se quedó paralizado, tus alrededores se volvieron negros y entraste en una batalla.

Frente a ti se encontraba una amalgama... No. Frente a ti se encontraba la amalgama que había acabado con tu vida en aquella ocasión. Un escalofrío recorrió tu columna vertebral al rememorar aquella batalla cuyo desenlace finalizó con tu cuerpo carente de vida atravesado por los ataques de esa misma amalgama.

- No otra vez... - Murmuraste por lo bajo. Instintivamente, elegiste la opción de "LUCHAR", golpeando con el libro y la poca energía de la que disponías su cuerpo blanquecino y viscoso, solo para darte cuenta al instante que tus intentos eran inútiles; aquellos seres no podían morir después de todo.

Entonces fue el turno de aquel ser, quien no vaciló en emplear aquel mismo ataque que puso fin a tu vida en una ruta pasada. Esquivaste la mayoría de flechas que te lanzaba, únicamente recibiendo cuatro de estas y disminuyendo 16 de tus puntos de vida. Odiabas que tu ropa no fuera la más indicada para pelear.

"Todavía tengo más de la mitad de mi vida. Debería aprovechar para huir." No obstante, algo dentro de ti te impidió tomar la opción de huida. Algo dentro de ti quería seguir peleando. Algo dentro de ti estaba hambriento y sediento de algo que desconocías. Algo dentro de ti quería que el mundo entero entendiera tu sufrimiento. Algo dentro de ti había sido consumido por odio y no había manera alguna de remediarlo.

Tomaste nuevamente la opción de "PELEAR", sin comprender el por qué continuabas con aquella batalla que no tenía ningún sentido prolongar. De todas formas, en algún momento se te acabaría la suerte y perecerías nuevamente, como la primera vez; el final de aquella batalla ya estaba escrito desde el momento en el que se inició.

La pelea se prolongó una larga media hora, aunque para ti fue como si solamente hubieran pasado cinco minutos. Tu vida estaba a tan solo un punto y ya habías gastado todos tus escasos elementos curativos, puesto que Chara siempre se quedaba con la mayoría, a excepción de aquel bocadillo que habías recogido previamente. Para tu desgracia, no era tu turno puesto que el anterior lo habías gastado en un ataque y no habías comprobado tu salud antes de hacerlo; grave error.

"блять." El siguiente ataque consistía en que la criatura con forma de perro se abalanzaba sobre ti alrededor de unas tres veces seguidas. Es cierto que ya habías pasado ese mismo ataque anteriormente, pero digamos que no es el que mejor que se te da esquivar llevando ese conjunto que llevabas en específico.

(NOTA: aunque lo dije en el capítulo pasado, lo repito por si acaso. Este diseño es uno de mis favoritos y no lo estoy criticando para nada xdd. La creadora de los diseños de los signos me comentó que había hecho esto a propósito para que a Capri le fuera más difícil en las batallas. Espero que ahora entiendan el odio de Capri cuando tiene que esquivar ataques xdd).

La primera vez pudiste evadir el placaje de la amalgama, la segunda fue por pura suerte, pero la tercera... Tu vestido se enganchó en una de las aspas de los ventiladores, impidiéndote apartarte de aquella zona. El ser con esa sustancia negruzca que desprendía de aquel orificio situado en la zona en la que debería estar su cara se volteó en tu dirección, tomó carrerilla y se dirigió a toda velocidad hacia ti.

Mantuviste tu cabeza en alto, sin despegar tus ojos de la criatura; si ibas a morir nuevamente y estúpidamente a manos del mismo ser, no ibas a mostrarle el menor signo de miedo. Le observaste con un odio profundo reflejado en tus ojos. Cada milisegundo se sentía como una hora. Odiabas todo aquello.

En el último instante, en el instante que esperabas perecer, en el instante en el que habías deseado que esta vez fuera definitivamente, se detuvo. Una mezcla de sentimientos se revolvió dentro de ti: alivio, desconcierto, y más, aunque el más predominante era incredulidad al averiguar la causa de que la amalgama se había detenido.

Sans estaba allí. Sans había detenido la amalgama con magia. Sans acababa de mandar volando a la amalgama a otra sala. Sans se dirigía a ti sin ningún ataque preparado. Sans no tenía intenciones de pelear. ¿Sans te acababa de salvar?

- Heya kiddo, tenemos muchas cosas de las que hablar. - Y acto seguido, te tomó del brazo sin dejarte tiempo a responder y os teletransportó a quién sabe dónde.

Por otra parte, la figura de un ser humano translúcido que tan solo podía ser visto por unos pocos flotaba por el lugar, intentando comprender la escena que se acababa de ocurrir frente a sus ojos.

Volviendo al lugar donde se encontraba Chara, observó con evidente tristeza mezclada con un profundo sentimiento de culpa el polvo de quien en una línea temporal muy lejana fue su mejor amiga. Se acercó a la pila de polvo y, tomándola entre sus manos, salió en dirección al otro laboratorio, esparciendo parte de su contenido durante su recorrido y el resto sobre la colección de Mew Mew Kissy Cutie de la científica real.

Una vez retornó a la sala, Chara estaba esperándole con evidente aburrimiento plasmado en su cara, que en realidad no era la suya; era demasiado confuso el tratar de explicarlo, así que ambos/as evitaban hablar del tema.

- Eres demasiado sentimental Frisk. - Comentó el/la humano/a rodando sus ojos y saliendo de la sala en busca del ascensor que le llevaría lo antes posible al Núcleo. - ¿Ha pasado algo con Capricornio? - Inquirió al notar que la humana no había vuelto con él/ella. Chara solía pedir a Frisk que vigilase a Capricornio para asegurarse de que no intentaba escapar y mantenerla localizada en todo momento. Frisk no sabía qué responder.

- Ha muerto al entrar en una batalla con Endogeny... de nuevo... - Respondió en voz baja el/la humano/a que no tenía control de su propio cuerpo, a pesar de que sabía perfectamente que nadie más aparte de Chara podía verle o escucharle.

- Es una inútil. - Suspiró. Eso significaba que tendría que hacer el resto del trabajo por su cuenta.

Mientras que Chara maldecía a Capricornio no tan discretamente en voz alta mientras esperaba a que el ascensor llegara al laboratorio de Alphys, Frisk estaba cuestionándose el haber mentido a Chara sobre lo de Capricornio.

"¿Acaso he tomado la decisión correcta...?"


¡Por fin!

Y aquí tienen la razón por la que no publiqué en tanto tiempo. No es por nada, pero escribir más de 25.000 palabras lleva su tiempo :"D

Ahora, si me disculpan, voy a tomarme un descanso de unos cuantos días.


Espero que os haya gustado =)

No os olvidéis de votar y de comentar❤

Catch ya on the next chapter!

















































































































































































































































3...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top