~32~

*Créditos al/a la autor/a de la imagen en la multimedia.*

*Relacionado con ~14~.*


...

Dejando eso de lado... :"D


*AVISO: mención de muertes, suicidio, manipulación, pensamientos depresivos y alusión a maltrato verbal. Si te sientes incómodo con esto o por cualquier otra razón, puedes saltarte este capítulo y me podéis pedir en los comentarios que os haga un resumen de este. No tengo ningún problema en hacerlo.


¿Cuándo fue la primera vez que los signos invocaron su arma psychí? ¿Cuáles fueron sus reacciones?


Acuario: en medio de un pelea con Chara, quien quería matarla

- ¿No piensas tomar mi oferta? - Te cuestionó moviendo ligeramente la cabeza a la derecha de forma "inocente". - Bueno... no puedo decir que no te lo advertí... - En un milisegundo, se colocó enfrente de ti, con una expresión facial que irradiaba perversidad y un cuchillo que iba dirigido a la zona donde retumbaba tu corazón palpitante. Cerraste los ojos por pura inercia; no querías ver tu final de una manera tan humillante.

"Así que aquí es donde acaba todo..." Varias escenas de tu vida flashearon enfrente de tus ojos; recuerdos que desearías olvidar y no recordarlos nunca más, como aquellas traiciones, mentiras y promesas rotas; sin embargo, también, recuerdos que te producían una extraña calidez en tu alma: estúpidas e infantiles peleas con Sans, escapadas secretas para visitar Waterfall, las guerras de bromas que a veces organizábais entre los tres, las incansables tardes de cocina junto con los miles de intentos fallidos... Un recuerdo en específico retumbó en tu mente como si de un risco rayado se tratase:

- Desearía poder demostrarte que soy útil... -

Una sensación ardiente inundó tu pecho; tenías que demostrarle que eras capaz de lidiar con tus problemas por tu propia cuenta sin ayuda de externos. Si dejabas que aquel demonio te derrotase, no serías capaz de cumplir tu deseo.

*You're filled with independence.* La voz era potente, autoritaria, aunque el tono era cálido, como aquella sensación burbujeante en tu pecho.

Abriste los ojos, llena de un nuevo sentimiento que te otorgaba fuerzas. No podías verlo, pero tus ojos brillaron por un instante de un color rosa pálido.

Contemplaste anonadada las armas que acababan de aparecer por arte de magia en tus manos: una especie de aros que se ajustaban a la perfección a tus dedos, todos unidos entre sí, junto con el filo de una cuchilla que sobresalía del extremo más cercano a tu cuerpo. Lo que más te causó sorpresa fue el hecho de que las cuchillas habían interceptado la hoja de tonos oscuros del cuchillo.

Una sonrisa temblorosa se esbozó en tu rostro; te habías salvado por poco. Antes de darle tiempo a procesar a la de ojos carmín, las empujaste con fuerza con la intención de guardar cierta distancia de precaución entre las dos.

Con la sonrisa temblorosa aún dibujada en tu rostro, levantaste la mirada, observando con algo de temor a tu oponente, quien desprendía un aura de furia y rabia demasiado fuerte para tu gusto.

- No es posible, simplemente no es posible... - Murmuraba por lo bajo, suprimiendo su sed de sangre y muerte lo más posible. - Jajajajajaja, esto no es posible... - Su tono estaba cargado de locura y algo que no podías descifrar el qué era. Volviste a ajustar tu posición en el caso de que volviera a atacarte por sorpresa.

- Tanto presumías de tus habilidades y resulta que solo era pura fanfarronería. - La provocaste, lo cual parecía resultar debido a que sus facciones mostraban una furia a punto de estallar. Esbozaste una sonrisa ladina apenas visible.

"Es hora de equilibrar la balanza."


Piscis: cuando se produjo un terremoto en Hotland y estabas dentro del hotel de Mettaton, el cual se estaba derrumbando

- ¡Tenéis que salir de ahí! - Gritaste a los esqueletos que se negaban a abandonar su inestable refugio. Eran dos: un de baja estatura con una chaqueta azul manchada del polvo que flotaba en el aire y otro aún más pequeño que el anterior con ropas de tonos naranjas y bufanda roja.

Antes de que ocurriese el terremoto, habías estado recorriendo el hotel con esos dos individuos en busca del perro del esqueleto de chaqueta azul. Os había pillado completamente desprevenidos y sin tiempo a reaccionar antes de que un gran trozo del techo cayera y os separase.

Les habías sugerido que buscasen un lugar seguro, como bajo el marco de una puerta o bajo una mesa mientras tratabas de encontrar otra alternativa para llegar a ellos. Aunque se te había parecido eterno debido a todos los obstáculos que tenías que sortear y lo extra cuidadosa que tenías que ser, solo tardaste unos quince minutos en llegar a la sala en la que se habían refugiado los totalmente aterrorizados esqueletos. Estarías mintiendo si dijeras que tú también estabas muerta de miedo.

La sala temblaba notablemente, al igual que el resto del edificio, y casi la mitad de esta estaba cubierta por altas llamas de fuego. El fuego estaba muy cerca de los indefensos monstruos; no obstante, el edificio volvió a sacudirse fuertemente, provocando que más escombros cayeran de la zona de arriba, creando una barrera que te impedía avanzar.

Por otra parte, una masa blanca avanzaba lentamente por el fuego, como si este no le afectara en lo absoluto. Aunque no te percataste al principio, en el momento en el que lo hiciste, un escalofrío recorrió tu columna vertebral.

Volviste a gritar, esperando que los esqueletos notaran la amenazante figura de la amalgama y se apresuraran en salir de debajo de la mesa en la que se habían refugiado. No recibiste más respuesta que unos sollozos lastimeros por parte de estos.

No podías dejarles allí a su suerte. Si milagrosamente sobrevivían al fuego, la amalgama se aseguraría de que no vivieran el tiempo suficiente para contarlo. No podías permitirlo. No podrías soportarlo. Tu corazón se contrajo de dolor; prácticamente podías sentir lo mismo que ellos. Esa aglomeración de sentimientos era demasiado abrumadora. Tenías que hacer algo.

*You're filled with empathy.* La voz era dulce, tan melosa como la miel y tan suave como una pluma. Su tono se tranquilizó momentáneamente.

Antes de que procesaste lo que había ocurrido, algo se había materializado en tus manos: una cuerda, no, un lazo de vaquero. No lo notaste, aunque uno de los esqueletos sí; tus ojos centellearon por un instante con un color azul turquesa claro.

No te lo cuestionaste mucho; tu mente tan solo estaba centrada en un objetivo: salvar a esos dos monstruos.

Lanzaste el lazo el dirección a la amalgama, rogando a lo que estuviera allí arriba, si es que había, que tu puntería no fallase en esos momentos. El lazo acabó en una de las extremidades de la amalgama, la cual lo observaba con curiosidad.

Tiraste, esperando alguna resistencia por parte de la criatura, la cual nunca notaste. Te sorprendió que fuera tan ligera; hubieras jurado que aparentaba ser mucho más pesada de lo que en realidad era.

Esbozaste una sonrisa temblorosa mientras que la amalgama hacía un esfuerzo inútil en seguir avanzando, solo para ser retenida por el lazo que sujetabas para que no se escapase.

- ¡Salid ahora! - Los esqueletos te hicieron caso, saliendo de la sala por una abertura diferente por la que habías entrado.

Resumen del final. Los tres conseguisteis salir del edificio sanos y salvos y alejaros lo suficiente hasta que se detuviese el terremoto. Más adelante, volviste a las ruinas del edificio y te encontraste con la amalgama, la cual había sobrevivido. Separaste las almas y el mundo volvió a resetearse.


Aries: en un entrenamiento con Undyne

- ¡Quiero intentarlo! - Exclamaste emocionada. La Diosa de la Guerra acababa de contarte una antigua historia sobre una batalla que ocurrió hacía siglos entre dos civilizaciones cuya existencia había sido olvidada con el paso del tiempo.

Lo que más te había interesado sobre el relato de Undyne había sido la mención a unas armas especiales que los guerreros de la civilización vencedora usaban en el campo de batalla. Según las había descrito, eran "armas que se adaptaban perfectamente a un individuo, representando fielmente la personalidad de este, y que estaban ligadas a su alma".

La Diosa de la Guerra rio estruendosamente, a lo que tú bufaste. No entendías la gracia de que quisieras probar algo nuevo. Era muy probable que no consiguieras invocarla, pero eso no significaba que no podías intentarlo. No ibas a estar conforme hasta que lo hubieras comprobado por tu cuenta.

- Lo siento mequetrefe. No creo que eso vaya a funcionar. Nadie ha conseguido invocar este tipo de almas desde la desaparición de esta civilización. - Volvió a reír. Aquello ya te estaba resultando molesto, encendiendo dentro de ti un llama de furia y ganas de demostrarle lo contrario.

Te levantaste del suelo, sacudiéndote la tierra y hierba de los pantalones/vestido/falda. Undyne te miró con una mezcla de diversión y determinación. Ella ya sabía lo que iba a ocurrir; eras demasiado predecible. En cierto modo, te parecías mucho a ella misma.

Te alejaste de la monstruo pez unos buenos metros y te pusiste en posición de pelea. La Diosa de la Guerra asintió con una sonrisa ladina. Ella te había retado a mostrarle que eras capaz de invocar esa clase de arma y tú ahora la retabas a una pelea en la que ibas a demostrarle que se equivocaba.

Algo borboteaba en tu interior; era una sensación que no podías describir. Era como si estuvieras deseando empezar el enfrentamiento. No tenías miedo de combatir contra la mismísima Diosa de la Guerra, al contrario, te sentías motivada.

Esa sensación volvió a crecer una vez tu adversaria se colocó en posición. Te sentías decidida a probar tu punto, sin un ápice de miedo ante las posibles nefastas consecuencias de la pelea. Sabías que Undyne no se iba a contener; sin imbargo, eso solo te causaba más euforia. Este era un buen reto.

*You're filled with courage.* La voz era fuerte, potente, firme y, sobre todo, poderosa. Era como si alguien te estuviera dando ánimos; te sentías decidida a ganar.

Undyne tuvo que reprimir un sonido de asombro al ver tus ojos relucir por un instante de un tono dorado brillante. No pudo evitarlo cuando se materializó una espada un tanto peculiar en tu mano dominante. Su expresión de sorpresa cambió rápidamente a una sonrisa ladina determinada.

- Ahora sí que puedo entrenar en serio contigo mequetrefe. - Y así comenzasteis el entrenamiento.


Tauro: momentos antes de la muerte de Rose

- Y este es el final del tour. - Concluiste con una sonrisa a la chica de cabellos rubio platino y ojos azul cielo. Os habíais detenido en el balcón con las mejores vistas a las Ruinas, contemplando en silencio los edificios abandonados y medio derruidos de lo que, en otro tiempo, fue una bella ciudad.

La chica, cuyo nombre habías aprendido que era Rose, estaba maravillada con la escena frente a ella. Sus preciosos ojos azul claro brillaban ante la belleza de las Ruinas. No pudiste evitar soltar un leve risa, la cual contagió a la contrario. Estabas verdaderamente contenta; no la habías visto sonreír en todo el trayecto desde que la encontraste en aquella cama de flores doradas llorando desconsoladamente.

Una vez que parasteis de reír, os quedasteis unos minutos más observando la antigua ciudad. Estuvisteis sumidas en un cómodo silencio, con la ocasional excepción de Rose quejándose de que alguna brisa de viento la despeinaba completamente y lamentaba haber perdido su lazo de pelo en uno de esos agujeros del suelo de uno de los puzles que habíais dejado atrás hacía mucho.

Unos minutos antes de que pudieras proponerle ir a visitar la casa del cuidador de las Ruinas, una nueva figura, la cual estaba encapuchada, entró en el palco. La atmósfera se volvió un tanto extraña. Inconscientemente, te acercaste a la temblorosa humana de cabello rubio platino, quien también había notado el cambio repentino en el lugar.

Tratasteis de salir del lugar. Palabra clave: tratasteis. El desconocido utilizó un ataque que te obligó a retroceder, entrando directamente en modo de batalla y, para tu desgracia, impactando directamente con tu alma. Tu HP disminuyó muy rápidamente, quedando demasiado bajo para tu gusto.

- Bueno, bueno... solo necesitaba tu alma... pero ya veo que he encontrado el premio gordo... - Te señaló, o al menos eso creías debido a que su mano estaba cubierta por la manga de su capa.

Tu sangre hirvió de rabia al mismo tiempo que Rose tiritaba de miedo. Odiabas a seres como este, que tan solo pensaban en matarte y apoderarse de tu alma. 

Estabas débil, no sabías si ibas a poder defenderte. Con mucha dificultad, te levantaste del suelo, solo para recibir un golpe de vuestro atacante y derrumbarte en el frío suelo. Tu HP estaba en 1. Tu visión se volvió borrosa. 

"¿Así es como voy a morir?" No obstante, alguien se interpuso entre ti y el desconocido: Rose. La pobre sostenía un cuchillo de juguetes entre sus temblorosas manos, quedando cara a cara con el monstruo que os atacaba.

Lo que ocurrió después, tu mente no era capaz de recordarlo con exactitud. Solo sabías que Rose y el individuo habían acabado cayendo por el palco y, que por arte de magia, conseguiste salvar a Rose en el último segundo con un látigo que apareció misteriosamente en tus manos. Sin embargo, al estar tan débil, no pudiste aguantar lo suficiente y Rose cayó con una sonrisa llena de lágrimas ante tus ojos.

(Y así es cómo Tauro desarrolló TEPT :D)


Géminis: después de investigar el verdadero laboratorio de Alphys

- ¿Entonces me estás diciendo que puedo invocar un arma especial que está ligada a mi alma y que es más poderosa que cualquier alma que nos hayamos encontrado antes? - Preguntaste con incredulidad a la figura incorpórea de Chara. Este/a rodó los ojos.

- Al menos eso es lo que pone en el libro. - Bufó con descaro.

Ambos/as habías decidido, por primer vez en numerosos resets, hacer algo más que no fuera hacer un genocidio y cocinar. Optasteis por investigar el laboratorio secreto de Alphys mientras que hacíais un genocidio.

En medio de la investigación, aparte de encontraros con esas criaturas llamadas amalgamas que no podíais matar y que tanta frustración te causaba el no poder hacerlo, hallasteis un registro secreto que documentaba varios acontecimientos importantes de la superficie anteriores al destierro de los monstruos al Subsuelo.

Uno de ellos te causó interés al relatar en detalle numerosas guerras mágicas entre humanos hacía siglos, en especial, las armas que empleaban.

- ¿Debería intentarlo? - La pregunta era más bien para ti misma, así que no esperabas respuesta alguna por parte de nadie.

[No estaría mal intentarlo, pero no te lo sugiero]

«Por una vez en la vida, coincido contigo»

[¿Al menos saber el por qué sugiero eso?]

«Nope. Es tan solo que no me da buena espina...»

[Como siempre, nunca piensas]

«Como siempre, nunca tienes en cuenta los sentimientos»

"Callaros. No quiero escucharos." Y solo por querer llevarle la contraria a las molestas voces que seguían discutiendo, decidiste probar a invocar tu arma.

Cerraste los ojos, sin saber muy bien qué debías hacer. Chara te dirigió una mirada que denotaba confusión, aunque también estaba aguantándose la risa de lo estúpida que parecías concentrándote tan desesperadamente.

No sabías si lo estabas haciendo bien. Tu mente se llenó de pensamientos negativos que te daban un fuerte dolor de cabeza.

"¿Y si no soy lo suficientemente fuerte? ¿Y si esto es una mala idea como me habían advertido las voces? ¿Y si tengo efectos secundarios que no aparecen el el libro? ¿Y si puede que esto me conduzca a la muerte? Se supone que mi alma esté ligada a esa arma, ¿y si es por eso que no consigo invocarla? ¿Es por lo que me hicieron?"

*You're corrupted by doubt.* La voz sonaba a punto de llorar, quebrada, con evidente miedo. Era como un susurro, apenas audible. Tragaste con dificultad. Aquello no era una buena señal.

Notaste un peso extra en su mano dominante. Abriste los ojos cautelosamente, con una sensación indescriptible en tu interior. Tus ojos se posaron en una especie de daga afilada, la cual tenía un extraño y apenas perceptible brillo verde lima apagado.

Repentinamente, la mano que sujetaba tu arma, comenzó a arder, como si la hubieras puesto sobre un gran fuego. Soltaste la daga rápidamente ante los incrédulos ojos del fantasma de Chara. Tu mano estaba cubierta de una gran quemadura; tenías que tratarla lo antes posible si no querías que empeorara.

"M***da." Y te alejaste del arma, sin dirigirle una última mirada antes de que se desvaneciese en un espeso humo negro.


Cáncer: cuando ideaste uno de tus planes favoritos para deshacerte de toda una pandilla que te había tratado de asesinar el día anterior. Casi consiguieron su objetivo de no ser por la capitana de la Guardia Real, la cual te estaba buscando puesto que no habías llegado todavía a la casa. Había sido una pelea injusta: te habían acorralado y usado su ventaja numérica como los cobardes que eran.

Reíste sonoramente, con locura evidente enlazada en esa risa psicótica. Tus presas corrían lo más rápido que podían entre los intrincados callejones de la capital. Después de haber visto con sus propios ojos cómo habías acabado con tanta facilidad al líder de la pandilla al retarle en un duelo a muerte, supieron que ellos eran los siguientes.

No te molestaste en correr detrás de ellos. Era todo parte de tu plan. Habías investigado concienzudamente los planos de la capital y, aprovechando el laberinto que se formaba en las partes más pobres de la ciudad, habías creado una de tus trampas más mortíferas.

Muy lentamente, ingresaste en uno en uno de los callejones, sabiendo de antemano que este te llevaría al lugar al que esos idiotas se dirigían. Te habías asegurado de crear ciertos obstáculos que obstruirían el paso a otros caminos de forma que terminarían al lugar al que te te encaminabas sí o sí.

Por otra parte, los nueve monstruos corrían como si sus vidas dependieran de ello, lo cual no se alejaba mucho de la realidad. Llegaron a una encrucijada. Se dignaron a ver si les seguías y, al comprobar que no, pensaron que te habían dado esquinazo.

Confiadamente, uno de los monstruo se encaminó por el camino de la derecha. Mala decisión. En el momento en el que puso un pie en el callejón, múltiples lanzas atravesaron su cuerpo y alma, rompiéndola en decenas de pedazos y convirtiendo en polvo al monstruo con similitudes a un zorro.

Todos los demás se quedaron petrificados en el sitio, sin saber cómo reaccionar. Tu voz resonó por la zona, seguramente de unos altavoces que habías instalado con anterioridad pero que ellos desconocían de su existencia. Una carcajada llena de locura fue suficiente para hacerles entender contra quién estaban enfrentándose.

- ¡Mirad que soy idiotas! ¿De verdad creísteis que seríais capaces de tratar de matarme y salir ilesos? ¿Sin sufrir ninguna consecuencia? - Todos se sentían incapaces de articular palabra. La habían fastidiado pero bien. - Ahora vais a entender quién soy yo. Este es MI juego. MIS reglas. Y solo uno va a salir con vida de aquí, ¿capiche? - La señal se cortó, no sin que antes soltaras una risa de maniática.

Todos se miraron entre sí. ¿En qué se habían metido?

Después de mucho tiempo, solo un monstruo llegó al lugar en el que esperabas, totalmente aburrida de tanto esperar. Tu cara se iluminó al ver al monstruo con facciones similares a las que una mantis religiosa pararse repentinamente al notar tu presencia. Sus ojos mostraban puro miedo y trauma de todo lo que había presenciado.

- Si quieres salir de aquí con vida, solo tienes que cumplir un simple reto. - Empezaste, caminando lentamente hacia él. - Ponte estas esposas y podrás salir libremente, sin que yo te ataque. - Le mostraste unas esposas que sujetabas en tus manos cubiertas por guantes negros.

El monstruo no lo pensó dos veces. En el momento en el que cerraste las esposas y estas entraron en contacto con su piel, el monstruo mantis sintió un dolor insoportable recorrer su cuerpo. Trató de quitárselas, pero no lo consiguió.

Te quitaste uno de los guantes, mostrando una mano cubierta de una grave quemadura. 

- ¿Quién iba a decir que algo tan vulgar podría causar tanto daño? - Desde luego no habías esperado que unas esposas se materializasen de la nada mientras observabas con locura a los miembros de la pandilla morir uno tras uno. Menos aún que te quemasen las manos a los pocos segundos de sostenerlas. 

La mantis sollozó, implorando que acabases con su sufrimiento. Tú tan solo reíste ante la debilidad de este y, respondiendo a sus plegarias, clavaste un cuchillo que mantenías escondido entre los pliegues de tu ropa en su alma.


Leo: en medio de una excursión a Outertale con Error para observar la lluvia de estrellas

- ¿̶̟̾P̴͎͝o̴̾͜d̴̮͠r̷̪̿í̷̡̒a̶͍͌s̵̜̔ ̵͖̚m̵͖̈a̵̛̠ń̷̝t̷̹̍ë̸̱́n̴͗͜ȇ̷͉r̴̦͝ṱ̷͒é̶̳ ̷͔͆q̶̜͑ṷ̷̉i̶̟̍ĕ̴̻ț̷͛ă̸̤?̴̠͐ ̵̬̊Ȇ̴͖s̸̥̒t̷͎̀á̸͉̑š̵̠ ̷̐ͅa̸̝̿t̵̘̑r̸̥͌a̵̛͜ỹ̶̠e̷̟̋n̴̪͑d̸̯̔ô̷̤ ̸̪̿m̵͉͊u̷̹̾c̷̙͌ĥ̸̳a̴͎͝ ̴̙̍ã̶͉ț̷̀e̴͉̓n̵̥̐ć̶̖i̵̳̿ó̶̺͘n̴̩̆ ̷̠͝i̶̞̕ṇ̴̏n̶̙̕e̷͕̍c̸̦̎ḛ̸̀ś̷̗a̸̹͝ṙ̵̺i̶̘̿a̸̖̾ - Le pediste perdón a Error, echando tu capucha más abajo para evitar que alguien viese tu cara. En un principio, solo Error iba a ir de "incógnito", pero después recordasteis que Ink seguía tratando de "rescatarte" y que seguramente este iba a asistir a la lluvia de estrellas.

Bufaste al recordar al esqueleto de pupilas multiformes y multicolores; no obstante, decidiste no pensar en él ya que no ibas a dejar que arruinase tu buen humor. Error también parecía haber estado pensando en lo mismo puesto que se podía notar el aura de odio que emanaba de él.

Elegisteis un lugar alejado de toda la multitud para poder disfrutar del espectáculo más privadamente. No eras fan de los lugares con mucha gente y, sin ninguna sorpresa, Error pensaba igual que tú.

Cuando solo faltaban quince minutos, te entró hambre y, antojándose una deliciosa tarta de chocolate, te excusaste y fuiste por tu cuenta a los puestos que vendían todo tipo de deliciosos aperitivos. Al fin, encontraste lo que buscabas y, sin que nadie se diese cuenta, tomaste dos trozos de tarta y saliste corriendo.

A mitad del camino de vuelta, te pareció escuchar a alguien llorando. Extrañada, te dirigiste al lugar del que provenía el llanto, en donde hallaste a una monstruo pequeña encaramada a una rama de árbol muy elevada. Volteaste a todas parte y te diste cuenta que no había nadie en los alrededores. Maldijiste por lo bajo, haciendo que la monstruo niña atrajera sus llorosos ojos hacia ti. Suspiraste. Por una parte, aquel no era tu problema así que no debía de importarte; por otra, algo dentro de ti te impedía abandonarlo a su suerte.

- Estúpida conciencia. - Dejaste los platos con los trozos de tarta en el suelo e intentaste escalar el árbol. No lo lograste ni de lejos.

No parabas de resbalarte y de caerte; tus ropas estaban sucias de las veces que te habías mancado de tierra y tu cabello estaba completamente despeinada. Aun así, seguiste intentándolo. No sabías el por qué, tan solo seguiste.

Estabas segura de que podías ayudarle. Creías que ibas a ser quien la rescatase, no, sabías que tú ibas a ser quien la rescatase. Confiabas en ti misma y en tus habilidades. Por su parte, la monstruo de ropas estrelladas te observaba con curiosidad y una pizca de admiración. No entendía el por qué te estabas esforzando tanto en ayudarla; sin embargo, estaba agradecida. Ella confiaba en que la sacarías de allí.

*You're filled with confidence.* La voz era dulce, tranquila, como si tratase de transmitir calma a alguien en específico.

Te extrañó escuchar que una voz te dijese aquello tan de repente. Por supuesto que sabías lo que significaba, tan solo no entendías de dónde provenía ni a quién pertenecía. No lo pudiste pensar mucho porque en ese momento, una rama se partió bajo tus pies, haciéndote caer de nuevo.

En cuando impactaste contra el suelo, te percataste que sostenías fuertemente algo en tu mano no dominante: una larga enredadera que se enrollaba en tu mano perfectamente. Aunque te alarmaste al comprobar que tenía espinas, te tranquilizaste al comprobar que no te hacían daño.

Con las esperanzas renovadas en tu interior, utilizaste la enredadera para subir al árbol. Tras muchos intentos fallidos, la conseguiste hacer pasar por la rama en la que estaba la monstruo. Le indicaste a esta que tenía que atarla a la rama, con cuidado de que no se hiciera daño pues, por alguna razón, las espinas eran inofensivas solo para ti. Una vez hecho eso, subiste con algo de dificultad hasta arriba, tomaste a la pequeña monstruo con uno de tus brazos, mientras esta se aferraba fuertemente a ti, y bajaste a ambas justo a tiempo para ver surcar el cielo miles de estrellas fugaces.

Tras el espectáculo, el cual presenciaste con la maravillada monstruo, la devolviste con sus padres, quien estaban muy agradecidos contigo por haberla encontrado. Entonces fue cuando te acordaste de que habías dejado las tartas al lado del árbol.

"M***da."


Virgo: en una "negociación" con el rey del Subsuelo

- ¿Aceptas mi oferta? - Miraste con incredulidad al rey de los monstruos. No podía estar hablando en serio, ¿cierto?

- Perdone, ¿pero esto es en serio? - Tu respuesta fue una sonora risa que resonó por todo el castillo. Te estremeciste de pies a cabeza; algo sobre esa risa te ponía los pelos de punta.

- Por supuesto que sí pequeña. Tan solo tienes que entregarme esa flor que siempre te acompaña y yo mismo te escoltaré hasta la barrera para que puedas volver a casa. - Te mostró una amplia sonrisa, la cual te parecía demasiado "brillante" como para que fuese verdadera.

Era cierto que querías volver a la superficie. Tenías un sueño que cumplir y una venganza que cobrar y no podías abandonarlo todo con tanta facilidad. Sin embargo, algo sobre la petición del monarca te resultaba extraño; algo faltaba.

- Con el debido respeto su majestad. Me gustaría saber la razón por la que está dispuesto a dejar ir un alma humana con tanta facilidad a cambio de una simple rosa. - Aunque tú misma sabías que Rossie no era una simple, querías averiguar las verdaderas intenciones del rey. Para eso, tendrías que actuar ignorantemente.

- Eso es un tanto personal humana, pero supongo que no hay problema en contarte mis motivos. - De nuevo sonrió. No te gustaba aquello. Reprimiste un bufido que amenazaba con salir. - Verás, esa flor es el heredero a este reino, en otras palabras, es mi hijo. Es lo último que me queda de mi mujer y quiero que viva conmigo, con su verdadero padre. - Sus ojos mostraban una intensa tristeza.

Enarcaste una ceja como única muestra de que estabas asombrada. Sabías que Rossie era única en su especie, siendo el único monstruo flor de todo el Subsuelo; no obstante, nunca hubieras averiguado que en realidad era hijo del rey de todos los monstruos.

Sopesaste tus opciones mentalmente. Aun si era cierto que no había razón alguna para ir en contra del rey, algo no estaba mal. Entonces comprendiste ese sentimiento que no te dejaba aceptar la oferta del monarca. Rossie no era capaz de recordar nada de su vida anterior, si lo hubiera sabido, te lo hubiera contado. Rossie no era el heredero al trono que el rey pensaba que era; Rossie era totalmente diferente. Rossie era Rossie y el príncipe de los monstruos era otro que murió hacía mucho tiempo.

- Lo siento, pero me veo obligada a rechazar su proposición. - La cara del rey se transformó al completo. Pasó de aparentar ser un inocente y bonachón monstruo cabra a un serio e imponente monarca.

- Creo que no me has entendido humana. No voy a aceptar un no por respuesta. - Con un chasqueo de sus dedos, quedaste acorralada por docenas de guardias reales. - Quiero a mi hijo de vuelta y no hay nada que me lo vaya a impedir. Te sugiero que aceptes mi proposición si no quieres acabar en los calabozos. - Con otro chasquido de sus dedos, todos los guardias se colocaron en posición de pelea.

Te negabas. No ibas a traicionar a tu mejor amigo. No ibas a dejar que la pobre flor quedase en las garras de aquel monstruo. No lo permitirías.

*You're filled with loyalty.* La voz era amable, transmitiendo una sensación de confianza y dedicación. Su tono te dio fuerzas para encarar a Asgore.

- Mi respuesta sigue siendo no. - Tus ojos relucieron de una tonalidad azul parecida al hielo al mismo tiempo que algo se materializó en tus manos. No apartaste tu mirada de los ojos asombrados del monarca.


Libra: en mitad de un entrenamiento

- ¡YO CREO EN TI HUMANA! - Exclamó Papyrus, quien te animaba en ti pelea contra Frisk.

Frisk había llegado hacía relativamente poco, unas semanas antes. Él/Ella, Papyrus y tú os habíais vuelto inseparables durante ese corto periodo de tiempo. A pesar de que el/la humano/a apenas se comunicase con vosotros, solo asintiendo, negando con la cabeza o haciendo algún que otro gesto, se había hecho un hueco en ambos de vuestros corazones.

En esos momentos, Papyrus había tenido la maravillosa idea de hacer un entrenamiento conjunto, dirigido por él mismo. Frisk era un/una pacifista, al igual que tú, así que el alto esqueleto había pensado que aprender algunas técnicas de autodefensa os vendrían bien en el caso de que algún monstruo con malas intenciones os atacase y, citando al esqueleto, "EL GRAN PAPYRUS NO ESTUVIESE CERCA PARA AYUDAROS."

- No creo que pueda hacer esto Paps... - Murmuraste por lo bajo. Frisk asintió, claramente inconforme con la idea de pelear. - Además, no creo poder actuar como el "malvado". - Hiciste comillas con las manos al mencionar la palabra "malvado". Aquello iba totalmente en contra de tus ideales y tu forma de ser.

- VAMOS HUMANA, SOLO POR ESTA VEZ. - Suspiraste. No había forma de hacerle cambiar de opinión.

Te colocaste torpemente en una posición de pelea, al igual que Frisk, y comenzó una batalla. Frisk esperó a que tú hicieras el primer movimiento. Le pediste mentalmente perdón al/a la contrario/a cuando te abalanzaste contra este/a

Frisk esquivó fácilmente. Ambos/as suspirasteis aliviadas. La batalla se prolongó por unos minutos de la misma manera: tú atacando sin la intención de hacer daño a Frisk y él/ella esquivando fácilmente tus ataques. Papyrus frunció su ceño inexistente. Él quería que mejoraseis en las batallas, pero aquello parecía que no iba a ninguna parte.

De repente, una idea cruzó su cabeza. Después del turno de esquivar de Frisk, el esqueleto de la bufanda roja hizo aparecer varios huesos azules en el sitio en el que estaba situado/a el/la humano/a de suéter morado y azul. Ambos/as os paralizasteis de miedo.

- TENÉIS QUE HACERLO CON MÁS GANAS. ¡PRUEBA AHORA CON UN ATAQUE HUMANA! - Estabas inmovilizada por tu propio miedo. No podías hacer eso.

Miraste a Frisk, quien te dirigía una mirada suplicante. Apartaste tu vista inmediatamente. No podías. Así no es como debías actuar aunque todo fuera una simple simulación.

- Lo siento Paps, pero no puedo hacer eso. No es lo correcto. - Murmuraste, incapaz de cruzar tu mirada con la Papyrus. Sentías como si le estuvieras decepcionando.

*You're filled with composture.* Una voz serena y con tono tan dulce como el azúcar te susurró al oído. Apenas pudiste comprender lo que dijo cuando notaste un peso extra en tus pies y tus brazos.

Tus ojos que relucieron una tonalidad azul celeste se posaron en los accesorios metálicos que se ajustaban perfectamente tanto a tus brazos como a tus tobillos. En las ciertas zonas se podían vislumbrar una especie de picos puntiagudos que recordaban a las garras de un águila.

Frisk y tú os asombrasteis ante lo ocurrido. ¿Qué era lo que acababa de pasar? Y más importante, ¿por qué ocurría eso en ese específico momento?

Por otra parte, Papyrus sonrió con tristeza. Sabía que no tenía que haberte obligado a combatir sus batallas. Si él no era capaz de enfrentar sus propias batallas, no tenía el derecho de que tú lo hicieras por él. Lo entendió en el momento que invocaste tu arma psychí.

- Perdóname humana... El gran Papyrus es un cobarde. - Susurró sus disculpas tan bajo que nadie en aquel claro pudo escucharle.

(Ups, creo que no llegué a mencionar que OG!Papyrus es capaz de recordar una parte de los resets, alrededor de un 50%. Culpa mía :p).


Escorpio: mientras escapabas de Toriel con Aliza

- Aliza, Aliza, espabila de una vez. - Sacudiste como podías a la chica de pelo castaño y vestido rasgado de color púrpura desgastado. Esta parecía estar en una especie de trance desde que la encontraste en la habitación a la que Toriel te había conducido.

La recordabas perfectamente. Ella era la chica que había desaparecido misteriosamente y que te había prestado su cuaderno unos días antes de su misteriosa desaparición. Por una parte, gracias a ella ahora sabías la verdad; por otra parte, gracias a ella, ahora estabas encerrada en ese lugar.

Maldijiste por lo bajo a lo que fuera que hubiera provocado que la chica estuviera en ese estado; ahora no serías capaz de obtener ninguna respuesta a las tantas preguntas que rondaban por tu cabeza.

Entreabriste la puerta, buscando alguna abertura por la que pudieras escapar, pero, antes de que idearas un plan, Aliza, como si algo la estuviera llamando, salió corriendo de la habitación. Volviste a soltar un colorido abanico de insultos a la chica, aunque antes de que pudieras seguirla, vislumbraste por el rabillo del ojo una especie de frasco con un líquido azul claro al lado de una maceta que contenía una planta muerta. Lo tomaste y partiste en busca de la delirante chica; no podías permitir que se metiera en más problemas que en los que estabais las dos.

Tras un sin fin de vueltas, Aliza se detuvo enfrente de lo que parecía ser un sótano. Enarcaste una ceja. ¿Qué era lo que había allí que tanto interés despertaba en la chica de vestido rasgado? ¿Podría ser la salida?

Un pensamiento cruzó tu mente. ¿Para qué era el líquido que habías cogido antes de salir de la habitación? ¿Tendría algo que ver con el estado en el que se encontraba Aliza? Lo tomaste entre tus manos, observándolo críticamente. Sin embargo, te fue arrebatado antes de que pudieras echarle un mejor vistazo.

Miraste con horror y una sensación de preocupación creciente en tu pecho cómo Aliza se lo bebía en un solo sorbo. Quisiste detenerla, pero era demasiado tarde cuando entraste en acción y tiraste el frasco hacia otro lado, rompiéndose en miles de pedacitos al impactar contra el suelo.

- ¿Aliza? ¿Estás bien? - Respondiste, sabiendo perfectamente que no ibas a obtener respuesta. Al contrario de lo que habías supuesto, esta pareció volver en sí, mirando en todas direcciones completamente alerta.

- ¿E-Escorpio? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo... cómo hemos llegado aquí? - No tuviste tiempo a calmar a la angustiada Aliza puesto que escuchaste el ruido de unos pasos apresurados dirigirse hacia vosotras.

Un escalofrío recorrió tu espalda y, antes de que registraras lo que estabas haciendo, tomaste del brazo a la castaña y la arrastraste en dirección al sótano. Podíais escuchar los gritos de Toriel rogando que volvieseis con ella. No dudaste aun al escuchar sus desesperadas plegarias; tenías que salir de allí.

Volteaste un momento y te encontraste con la cara llena de preocupación y miedo de Aliza. No ibas a permitir que aquella loca os pusiera una zarpa encima; ni a ti ni a Aliza. Estabas decidida a escapar de aquel lugar. Estabas decidida a sacar a Aliza de aquella trampa mortal. Estabas decidida a seguir viviendo. No te importaba lo que tuvieras que sacrificar.

*You're filled with dedication.* La voz era potente, aunque también tenía un tono afable y cariñoso. Te dio renovadas fuerzas para ir más rápido.

Sentiste algo aparecer mágicamente en tu mano, en la que no sujetaba el brazo de la castaña. Dirigiendo un rápido vistazo, sin saber muy bien qué acababa de ocurrir, te asombraste al percatarte que tenías un arma, más específicamente una pistola.

No dudaste. Te detuviste abruptamente, provocando que Aliza chocara contra tu espalda y, girándote rápidamente, apuntaste y disparaste a una monstruo cabra que miraba aterrorizada directamente a tus ojos, los cuales poseían un extraño reflejo de color beige pálido.

Toriel se derrumbó en el suelo, perdiendo la consciencia a los pocos segundos de que el dardo hubiera entrado en contacto con su piel ensuciada de polvo. Ambas suspirasteis de alivio aunque Aliza estaba preocupada por el estado de la monstruo que había perdido el conocimiento.

- Está bien. Solo era un dardo tranquilizante. - Le aseguraste, poniendo una mano en su hombro. Volviste a analizar la pistola que había surgido de la nada en el momento más indicado.

"Esto no es normal." Ojeaste la puerta morada que se suponía que os iba a llevar fuera de aquel lugar. "Nada de esto es normal..."


Sagitario: después de un entrenamiento con Nightmare

- ¿Sagi? ¿Qué te ha pasado? ¿Ha sido ese infeliz de nuevo? - Gruñó por lo bajo la voz misteriosa una vez entraste por la puerta, lágrimas brotando de tus ojos y empapando tus rosadas mejillas.

Tendrías que habértelo esperado. Lo sabías. Nightmare había estado de lo más irritable estas últimas semanas y era solo cuestión de tiempo que este descargase su furia con alguien. Por supuesto, esa habías tenido que ser tú.

Habías tenido una sesión de entrenamiento en la que el guardián de los sentimientos negativos quería que probases una técnica que se suponía que servía para invocar un arma especial o algo por el estilo. No le habías prestado mucha atención ya que estabas demasiado distraída curioseando con todo el equipamiento de la sala.

Digamos que las tres horas y media que habíais invertido en practicar esa invocación habían resultado inútiles y, sin ninguna sorpresa, el esqueleto recubierto de odio había estallado de la ira. Por suerte o quizás no tanta, tan solo se dedicó a gritarte cosas no tan bonitas que preferirías no haberlas escuchado y a destrozar la mitad del área de entrenamiento. Una vez se calmó una chispa, te ordenó que te fueras a tu habitación y que no salieras de allí hasta nuevo aviso. Nada nuevo.

- No dejes que te afecten sus palabras. Sabes que es un amargado que odia su vida y no soporta que los demás sean felices con las suyas así que se dedica a fastidiárselas. - Sentiste como un brazo te rodeaba por los hombros, dándote un medio abrazo. Por supuesto que no era de verdad, pero se sentía así.

Reíste genuinamente. Él siempre sabía qué decir para animarte. Quizás tenía razón. No tenías que deprimirte por no haber sido capaz de hacer una estupidez, lo importante era que lo habías intentado y ya está. Si el dueño de aquel lugar no estaba conforme no estaba conforme, ese era su problema.

- ¿Sabes qué? Tienes razón. - Sonreíste ampliamente, contagiándole al contrario ya que este sonrió a pesar de que tú no pudieras verlo. Aun así, sabías que estaba sonriendo. - Debo dejar de preocuparme por cosas que no puedo hacer. No puedo dejar que Nightmare esté constantemente deprimiéndome. - Te levantaste del suelo con un sentimiento aflorando en tu interior. - Si se me ha dado una nueva oportunidad para rehacer mi vida, no voy a desaprovecharla centrándome en lo negativo de esta. No importa lo que me cueste, voy a hacer un nuevo camino en el que verdaderamente sea feliz. - Finalizaste tu monólogo.

*You're filled with optimism.* La voz era risueña, con un tono alegre y cantarín. Te hizo sonreír aún más si es que eso era posible.

Tus ojos brillaron momentáneamente de un color amarillo pálido, sorprendiendo a la presencia que te miraba con una mezcla de curiosidad y confusión. En tus manos se materializó de la nada algo, lo cual observaste con extrañeza. Una ballesta.

- ¿Qué es esto? ¿De dónde ha salido? - Volteaste a ambos lados, sin saber qué acababa de ocurrir en ese momento. Volviste a mirar a la ballesta. Giraste tu cabeza en dirección a donde suponías que estaba tu amigo invisible.

- Ni una palabra de esto a Nightmare. - Te ordenó. Su voz era fría y autoritaria. Tragaste saliva y asentiste. "¿Qué es lo que acaba de ocurrir?"


Capricornio: comenzando la pelea con Papyrus

- ¿Quién lo iba a decir? Hasta el comediante comete fallos tan estúpidos como estos. - Chara se burló de Sans, quien estaba atrapado en una batalla con el/la humano/a, sin poder acercarse a ti y a Papyrus.

El esqueleto de bufanda roja te mostraba una sonrisa melancólica, abriendo ampliamente sus brazos, diciéndote algo sobre que creía en que verdaderamente eras una buena persona y que tan solo necesitabas a alguien que te mostrase el buen camino. Sans trataba por todos los medio escapar de su pelea con Chara para interferir en tu propia batalla con Papyrus y obtener él la experiencia que tanto necesitaba.

Tu cuerpo estaba inmóvil, observando todo con una máscara de piedra sin mostrar ningún ápice de sentimiento. Por dentro, querías ponerte a llorar, explicarle al inocente esqueleto que no tenías otra opción puesto que Chara podía acabar contigo en cualquier momento. No podías permitirte morir sin antes haber vuelto a la superficie y haber comprobado que tus hermanos estuvieran bien. Los extrañabas tanto... Había pasado mucho tiempo desde la última vez que los viste; meses, años quizás.

- ¡No! ¡Necesito ser yo el que lo mate! - Sans estaba enfurecido por cómo las cosas habían dado un giro tan drástico. No esperaba que llegaseis tan pronto. Había cometido un grave error subestimándoos.

Diste un par de pasos hacia el frente, disimulando lo mejor que podías la impotencia que te consumía. Chara torció su boca en una mueca macabra.

- ¡Mátalo ya Capri! ¡Vamos a seguir divirtiéndonos por el resto de nuestras vidas en este juego sin fin! - Soltó una carcajada llena de locura al mismo tiempo que atacaba incansablemente a Sans.

No lo podías aceptar. No estabas de acuerdo con nada de lo que estaba ocurriendo. ¿Por qué no podías irte a casa de una vez? ¿Es que Chara no veía que no querías hacer nada de esto? No eras capaz de matarlo. No eras capaz de seguir pretendiendo que eso era lo que querías. Aun así, seguías avanzando, mirando fijamente a tu adversario.

*You're corrupted by discrepance.* La voz temblaba ligeramente, susurrando muy flojo, como si no quisiese que nadie la escuchase. Apenas pudiste captar el tono ahogado que poseía.

Papyrus observó con asombro el color rojo carmesí apagado, casi negro, con el que relucieron tus ojos por un breve segundo. Sans y Chara estaban demasiado ensimismados en su propia pelea como para percatarse de lo que estaba ocurriendo a sus espaldas.

Una pistola apareció de la nada en tu mano dominante. Era ligera y por lo que podías suponer, se trataba de una pistola de bengalas. Sonreíste temblorosamente. No había otra salida ¿cierto?

- Perdóname. - Susurraste tan bajo que si no fuera porque Papyrus vio moverse tu boca, habría pensado que era cosa del viento. Y apretaste el gatillo, disparando una bengala que partió en dos el alma.

Chara se volteó rápidamente al escuchar el ruido del disparo al igual que Sans. Ambos se quedaron petrificados en el sitio.

Tu cuerpo inerte descansaba en el suelo, con una quemadura grave en tu mano dominante. La pistola había desaparecido en una nube de humo, de forma que nadie aparte de Papyrus sabía de su existencia.

Habías muerto.


Ah, por supuesto. No podía terminar el capítulo con el que retomo el zodiaco sin algo de sangre y muertes.

Disculpad las faltas de ortografía que puedan aparecer por el capítulo.

Sip, he vuelto. Espero retomar las actualizaciones semanales (los findes de semana) sin ningún problema. Tengo el siguiente capítulo a mitad de escribir y los dos siguientes en borradores así que voy a intentar organizarme lo mejor posible.

Snowy del futuro: no sé ni por qué lo intento :) No me hagáis caso; mi horario de actualizaciones nunca sirve para nada.


Ahora sí, unos cuantos anuncios y aclaraciones.

A lo mejor no se han dado cuenta, pero he estado ocupada haciendo unas reformas en este libro: he eliminado todos los capítulos relacionados con el Au de los especiales, los dos capítulos del Au escolar, he dejado el único capítulo del Au opuesto intacto, he editado la mayor parte de los capítulos, etc.

Muchos/as os estaréis preguntando el por qué he eliminado esos dos Aus y hay dos razones muy sencillas. En primer lugar, el Au de los especiales estaba demasiado descontrolado. Solo me enfocaba en la trama de ese Au, dejando de lado completamente la historia principal y eso solo provocaba más y más confusión. Por otra parte, he decidido quitar el Au escolar porque no tenía una idea consistente de lo que quería hacer con él. Lo empecé por curiosidad, sin nada en mente y seguramente no tendría nada de sentido lo que hiciera con él.

Otros Aus que había pensado incluir como Zodiactale, Videogame Au y GOD!Au no van a salir a la luz tampoco en este libro. Tengo pensado hacer otros proyectos separados con cada uno de ellos, pero no creo que lo haga hasta que haya conseguido mantener este libro estable.

El único Au que he decidido dejar es el Au inverso debido a que está muy relacionado con la historia principal, de forma que no voy a poder avanzar tanto en él a menos que no publique capítulos del Au OG. De esta forma me obligo a mí misma a continuar :'D. Aun así, no creáis que voy a estar publicando mucho sobre ese Au, tan solo algún que otro capítulo ocasional cuando se me acaben las ideas o no sepa qué escribir del Au OG.

En cuanto a la edición... Si ahora miráis la lista de caps disponibles para leer, os daréis cuenta que solo podréis ver del 0 al 31. Son muchos menos que los que había anteriormente y es por lo que he dicho del Au de los especiales. Pasar de tener alrededor de 60 capítulos a 31... Ya os podéis imaginar la cantidad de capítulos que ocupaba el Au de los especiales y que he tenido que quitar.

Sobre los capítulos que han sido editados. Todo el proceso de edición por el que han pasado no han cambiado en nada la trama principal así que no es necesario que los releáis de nuevo. Hice esto porque no estaba conforme con la forma en la que los escribí. Me daba demasiado "cringe" releerlos cuando tenía que comprobar algo para futuros caps así que me puse manos a las obra. 

También he eliminado notas de autor en estos capítulos que no tenían sentido, pero he dejado las nominaciones :3. Creo que el único cap que está igual que cuando lo publiqué es el 12 porque siempre se me eliminaba todo lo que había hecho a mitad de cap y después de tres intentos, me di por vencida. Ya lo intentaré de nuevo de otra forma cuando termine futuros capítulos.

Dicho todo lo que tenía que decir, espero que pueda compensaros todo este verano sin actualizaciones.



Espero que os haya gustado =)

No os olvidéis de votar y de comentar❤

Catch ya on the next chapter!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top