Capítulo único

Era un martes trece por la noche. Los zumbidos de mosquitos y las temperaturas altas hicieron alianza para atormentar a la gente. El olor rebosante a excremento de perro y las alcantarillas malolientes corrompían el jardín adyacente de una vivienda inhabitada. El estado precario de la misma ocultaba un halo tétrico, y era una razón suficiente para salir despavorido. El defectuoso alumbrado público solo creaba penumbras en un lugar donde el silencio era la voz triste de una vivienda con hedor a muerte. 

—Hola a todos... Es una noche ideal para grabar espectros —dijo Teobaldo hablándole a su cámara de video en voz baja—. Me encuentro en el inmueble que... Hace unos meses atrás iba a ser mi hogar. Estoy ingresando ahora mismo a la casa del suicidio... Acabo de cerrar la puerta. La casa no tiene iluminación, por lo que la linterna frontal no me da abasto. 

Teo carraspeó y observó el área. Titubeó y tragó saliva al ver el precario estado de la vivienda.

—Como les iba diciendo... Yo iba a vivir acá. La vivienda en cuestión tiene un dormitorio a la izquierda. Una cocina contigua y un amplio baño a la derecha. Esta casa era para mí... Pero por un desacuerdo monetario con el dueño, todo se fue a la mierda. Al poco tiempo, encontré un departamento y actualmente estoy viviendo ahí. Y, desde entonces, todos los días le muestro el dedo medio al cabrón del dueño o eso hacía porque ya había encontrado inquilino. 

Teo tosió y prosiguió su travesía.

—Meses después, me enteré con espanto que ese maldito inquilino, por x o y razón, había degollado a su novia con unas tijeras y luego él se había suicidado ingiriendo cianuro. En su momento, yo no lo podía creer... El tipo había enloquecido de la noche a la mañana y si hubiera querido habría matado hasta al dueño por avaro. Desde entonces, esta casa se ha vuelto un lugar indeseable y temido. Nadie quiere vivir acá y, según cuentan algunas personas, se pueden escuchar psicofonías, estruendos y una figura materializada que suele morar por la casa. Por eso he venido. La curiosidad mató al gato y yo soy muy curioso. Acompáñenme en mi recorrido y no me dejen solo.

Teo abrió la puerta del dormitorio con sumo cuidado. El joven trató de buscar aliento para describir un lugar colmado de soledad y vastos escombros. 

—Se siente un hedor repugnante... Las paredes están descascarilladas y pintarrajeadas con palabras ilegibles... Se lee algo como Zei... Zei... ¿Zeithuc? ¿Qué demonios es eso?. El deterioro es evidente. Hay basura, hay papel arrugado. Veo hasta un dibujo, hecho a lápiz, bastante raro e indescriptible. Una pierna de una muñeca y tapas de botella. Esto es más raro porque la pareja no tenía hijos. 

Con menos ánimo del que entró, Teo reanudó su camino con rumbo a la cocina a buscar al fantasma del homicida. Abrir la puerta era atentar contra su salud. La podredumbre se podía sentir a varios metros y las moscas eran las anfitrionas de un festival nauseabundo. 

—Estamos en la cocina... ¡Aghgggggh! ¡Mierda! Vi una langosta caminando por el lavabo. Inmediatamente después, una cucaracha rozó mi oreja y lo perdí de vista. Me tengo que tapar la nariz porque el olor aquí es superlativo. Es insalubre estar acá. Hay un plato sucio y agusanado. Hay desperdicios de comida en estado de putrefacción. Hay manchas oscuras por todos lados. Bueno, es mejor salir de aquí. 

Teobaldo llegó a la zona del aseo. 

—El baño está... ¿mejor? No. Peor. Hay un montón de polillas negras. Las paredes están impregnadas de heces fecales. Es repugnante... Ahora se oyó algo, se oyó algo. Cualquiera en mi lugar no lo hubiera escuchado... Un ruido que vino del dormitorio. 

El muchacho salió del baño atraído como anzuelo por el chirrido anómalo.

—Se escuchó como si alguien estuviera arrugando un papel. Ahorita son las 2:15 am. Me estoy acercando a la puerta del dormitorio. Ahora escucho unos susurros, o será solo mi imaginación. Aquello viene de la cocina. Alguien o algo movió una mesa... ¿¡Hay alguien!? ¿¡Hay alguien ahí!? —Teo retrocedió y se volteó con celeridad—. Os juro que había una sombra.

En ese instante se escuchó un murmullo que Teo no pudo percibir.

—Estamos abandonando la casa. La temperatura bajó...

Una cabeza se asomó detrás de la puerta del baño. Acto seguido, la puerta se cerró con violencia.

—¡Aghgggggh! —Teo retrocedió espantado—. ¡Hey! ¿¡Quién eres!?

Teo trató de encontrar sosiego.

—Hay alguien en el baño... —Teo susurró y masculló—. Me vio y cerró la puerta. Es mejor ir a ver. Debo admitir que tengo pavor, pero debo hacerlo por ustedes.

El muchacho se acercó con lentitud hacia la puerta. La empujó con una mano e ingresó tiritando y jadeando. Segundos después, un espejo se cayó y Teo inició la retirada a trompicones.

—Esto se está poniendo muy feo. Es la primera vez que veo a un ente materializado. Ahora mismo estoy saliendo de esta casa y no puedo hablar sin resollar. Apagaré la cámara un momento. Os mando un saludo y nos vemos dentro de un rato. Chao.

Teo comenzó a abandonar la casa llevándose consigo una taquicardia. La puerta de salida parecía alejarse en vez de acercarse, mientras sorteaba los escombros en el suelo. Sintiéndose perseguido, Teo abrió la puerta sin mirar atrás y abandonó despavorido la inhóspita vivienda.

Estando afuera, Teo encendió nuevamente la cámara.

—Hola a todos... Esta es una noche ideal para sentir miedo. Era inevitable no sentir pavor dentro. Ahora, me encuentro de regreso a mi casa... Aún tengo el vértigo en mi piel y aún sigo jadeando. En este preciso momento estoy pasando por un hospital. Son las 3:11 am. Este hospital tiene muy mala fama. Mucha gente que entra, con alguna dolencia y caminado, sale directo para la morgue. Así que si tienes un dolor de estómago leve busca otro nosocomio, ¿entendido?

Teo bostezó y se acomodó el cabello.

—Bueno, os mando un abrazo enorme y nos vemos en otro video truculento. Bonitas pesadillas. 

El joven llegó al departamento e intentó abrir su puerta, pero sin éxito. Extrañado, lo intentó otra vez.

—Abre, abre, puerta de mierda... 

«Siento que alguien me observa, pero no voy a mirar atrás». 

Con el temor en las manos, fue imposible poner la llave en su sitio. Para colmo, el objeto de metal se escurrió de sus manos y cayó al suelo. Teo lo levantó y sintió un aire gélido por su espina dorsal. Afortunadamente, la puerta se abrió y, una vez dentro, la cerró a lo bestia. Buscó su cama en las tinieblas y se echó a dormir con la cámara en la mano, como si estuviera pegada a él.

El tiempo pasó y sin darse cuenta ya era hora tomar el té. El muchacho no solo había dormido en su cama, sino también en el piso, que era más blanda que su cama. Abrió los ojos sin querer y, de inmediato, compartió el video en su red social y estuvo al pendiente todo el día.

El sol se ocultó y su bandeja de mensajes se desbordó de comentarios incrédulos, debido al video grabado anoche. Las miles de reproducciones eran una prueba de su éxito. Los comentarios favorables no tenían parangón con los comentarios negativos e incoherentes. A pesar de eso, Teo se veía inconforme. 

Antes de pegar los ojos, una turba de inadaptados y malvivientes iniciaron una gresca violenta a solo metros de su casa. A puño limpio, la tropa de delincuentes intercambiaban mamporros, dejando sangre y un barullo ensordecedor en la calle. Teo miraba la trifulca con crispación. Los puñetazos certeros y los navajazos dejaban pocas esperanzas de no ver a alguien desangrado en el pavimento. 

Teo cerró la ventana y se acostó con unos escalofríos inoportunos. Vivir a dos manzanas del cementerio no era equiparable con vivir cerca de una taberna. 

La noche se fue y llegó el día. Eran las once de la mañana y Teo se levantó con una exuberante lagaña y un revoltijo de greñas. Fue al lavabo y luego a la cocina a tomarse un té de manzanilla. Al poco rato, recibió unos mensajes de voz.

—Hola, Teo, soy Reimy. Oye... El video que subiste te quedó al pelo. ¿Qué video subirás ahora?

—Hola, hijo, ¿cómo estás? ¿Cuándo vendrás a visitarnos? Aquí se te extraña mucho. Tu padre te manda saludos. 

—Oye, pendejo, prometiste que me prestarías tu computadora luego de dejar la universidad. A veces pienso que no quieres a tu hermana. 

—Teo, solo quería decirte que ya no te extraño. Nuestra relación duró menos que mi periodo. Espero puedas encontrar a otra persona que te ame y soporte. 

Teo ignoró los mensajes y se sentó en su escritorio. Abrió el navegador de la red profunda y buscó la palabra "Zeithuc". Hizo clic y el navegador le arrojó unos resultados incomprensibles que no tenían ni una pizca de relación. Aquello lo ofuscó un momento. Pero su curiosidad obstinada lo llevó a buscar cincuenta páginas y, en una sola, solo encontró la ubicación de un pueblo y una gran advertencia como para robar el aliento. «¿Una criatura misteriosa mora por los valles rurales desde hace años? ¿Qué relación tendrá con la casa del homicidio?», se preguntó con escepticismo. 

El meditabundo muchacho se apoltronó en su cama con serias intenciones de no levantarse. De pronto, cerró los ojos y se entregó al sueño en plena tarde. El sueño se convirtió en pesadilla cuando su cuerpo sufrió una horrible y sonora mutación. En segundos, todo rastro de ser humano se esfumó. Era un insecto de abdomen velloso y antenas endemoniadas. Sus patas dentadas eran frágiles y movedizas. 

Deambulando por la oscuridad, el insecto desafiaba a la muerte con cada metro recorrido. Antes de llegar a la luz, el susodicho se detuvo y comenzó a enrollarse peligrosamente contra su voluntad. Su cabeza se separó y su cuerpo sufrió los rigores de la muerte. Teo despertó contrariado por su pesadilla. Una pesadilla era capaz de borrar cualquier rastro de indecisión.

Inmediatamente, dejó un comentario en las redes que decía: «¿Alguien sabe qué significa Zeithuc?». Pero no pudo encontrar una respuesta coherente. En su semblante había certeza de algo. 

Teo escogió un día indeterminado para fraguar su plan temerario. Ese día le envió un escueto mensaje de voz a su amigo Reimy. 

—Hola, Reimy. Te cuento que hoy me estoy yendo al valle de Zeithuc a indagar y a grabar. Seguro valdrá la pena. 

Indiferente a la hora, Teo asió la mochila con suministros, desempolvó la bicicleta de montaña y salió de la habitación, dejando un candado bestial y primitivo. 

Tan solo unos minutos después de recibir el mensaje, Reimy respondió en otro tono. 

—¿Es una broma, cabrón? He escuchado que mucha gente que fue a ese lugar no regresó más. No juegues con fuego, amigo. Espero que te retractes y respondas este mensaje.

Antes de partir en un minibús, Teo le habló a la cámara. 

—¡Qué frío hace! Hola a todos... Este es un día ideal para aventurarse a lo desconocido. Son las 11 am. En un momento partiré al valle de Zeithuc. El nombre, según los lugareños, se debe a una rara criatura que habita en ese pueblo desde hace algún tiempo. Yo soy un poco escéptico, pero tengo curiosidad. La verdad es que durante mi infancia yo siempre conocí ese valle con otro nombre. Tampoco sabía de las leyendas que se cuentan acerca de ese ser misterioso —Levantó la mano—. Llegó mi transporte. Bueno, apagaré la cámara y la encenderé cuando llegue. Nos vemos dentro de un rato. 

Tres horas después, Teo llegó al pueblo. Sus tenis se familiarizaron con la superficie terrosa y pedregosa. Luego, tomó su bicicleta con rumbo hacia un pequeño quiosco. Transcurrido un tiempo, volvió a encender la cámara. 

—Hola nuevamente a todos. Llegué hace media hora al pueblo. Me encuentro en un expendio de comida. De acá nos vamos al bosque y luego a la cueva donde dicen habita el monstruo, criatura o qué sé yo. Miedo no hay, os aseguro—Tomó un sorbo de su bebida y continuó—. La verdad es que me han recibido muy bien. Pasó algo curioso y es que no me esperaba que tan solo poner un pie en el pueblo me hablaran de Zeithuc. También me contaron que hace mucho hubo una plaga de insectos que llegó a ser devastadora. A priori, todo es tranquilo acá, pero pasadas las cinco de la tarde las cosas se ponen truculentas. Bueno, veremos qué pasa. 

Luego de abastecerse, el joven se despidió de los lugareños y se montó a la bicicleta. 

—Son las 3:15 pm. Ahora me dirijo al bosque... En un día nublado. Me iré por el noroeste. Llegando allá se aclarará el panorama. Luego, continuaré a pie hacia la cueva y más allá, hasta donde la curiosidad me lleve. ¿Me acompañas? Pues vamos. 

Teo guardó la cámara y pedaleó hasta encontrar un poco de ambiente natural y exuberante. 

El terreno árido acompañó a Teo un buen tiempo. El camino comenzó a presentar irregularidades. Las calles de tierra eran zonas de peligro, porque las piedras eran como púas capaces de someter al neumático más resistente. Pequeños arroyos lodosos ahuyentaban a los motorizados y a los vehículos de tracción animal. Las chozas de adobe se veían mejor en contraste al terreno. 

La vegetación fue aumentando conforme Teo se alejaba de las precarias chozas y llegaba a unos matorrales. La vida vegetal se iba imponiendo a toda costa. En la entrada al bosque, Teo se bajó de la bicicleta y cogió la cámara junto a su mochila. 

—Son las 4:00 m. Estoy entrando al bosque. Mi bicicleta la estoy dejando en un tronco muerto, con todas las medidas de seguridad. No puedo entrar con la bicicleta porque el terreno está muy accidentado. El silencio es bastante reconfortante. Ahora sigamos a pie por este sendero. 

Teo caminó a paso rápido. La tierra era pedregosa y la hierba era escasa. Los peñascos eran imponentes e intimidantes. Los montículos de tierra parecían conocer la palabra deslizamiento. Una pendiente de helechos y ramas secas dejaba caer rocas de tierra como bolas de nieve hacia un viejo y abandonado abrevadero vacuno. 

Transcurrió un tiempo y el muchacho llegó hacia una gran arboleda. En el lugar, había abundancia de abejas y chinches olorosas. Las plantas silvestres no eran tan inofensivas como se veían. El terreno tomó forma endeble y acuosa. Teo miró hacia arriba y cogió la cámara. 

—A mi izquierda se puede ver el cerro del valle de Zeithuc. En este cerro hay un panteón de libre acceso. Dicen muchos que todas esas personas murieron debido a un deslave provocado por Zeithuc. Yo no me lo creía, pero la curiosidad me empuja a creer. Bueno, ya casi son las cinco de la tarde... Y estoy atravesando un huerto bastante lodoso y pantanoso. A mi derecha, a lo lejos, hay una canoa o lo que queda de ella. Está ahí flotando en medio de las plantas acuáticas y residuos de la naturaleza. 

Teo siguió caminando hasta que llegó a un riachuelo bastante calmo. 

—Ya son más de las cinco y el cielo está con ganas de oscurecerse. He llegado a un arroyo bastante particular. Según me contaron, aquí esparcieron las cenizas de unos diez militares condenados a muerte luego de la gran guerra en 1947. Todos ellos, como me dijeron, fueron ejecutados en la horca y otros fueron degollados y fusilados. Me advirtieron que no pasara por aquí, pero como soy muy... curioso quise venir. Se siente una brisa peculiar. 

El cielo comenzó a apagarse y Teo sorteó los últimos escollos de la naturaleza antes de llegar a la cueva. 

—El cielo está encapotado o son mis ojos los que están mal. Bueno, el asunto es que está por llegar la noche y eso me inquieta un poco. ¡Miren esto! Acabo de encontrar un avión mediano abandonado en la vegetación. El nivel de deterioro es increíble; es espeluznante... Hasta tengo miedo de acercarme. Es una chatarra que decora el bosque. La cabina es reconocible a lo lejos. El musgo y la maleza cubrieron por completo la aeronave. Es increíble encontrar algo así por estos lares. Esto no pasa todos los días.

Teobaldo superó un abanico de plantas con espinas y llegó a un terreno con abundantes rocas punzantes y maleza. Una cueva imperceptible se vislumbraba cerca de él. 

—Estoy casi en penumbras, pero puedo ver la cueva. Ahí vive Zeithuc, ese ser que tanto teme la gente. Así que estoy preparado. Tengo la linterna frontal y mi equipo de alpinismo, por si las dudas. Vamos a por él... Mi curiosidad me controla. Sin embargo, siento que mis agallas pueden abandonarme en cualquier momento. Espero que pueda salir con vida de acá. 

El joven suspiró e ingresó a la cueva con total certidumbre. 

—Estoy en la cueva... Es un lugar hostil y riesgoso. Hay un olor que proviene del interior de la cueva. Hay mucha telaraña e insectos voladores. La superficie es escabrosa. Siento que en cualquier momento caeré por un precipicio. Pero hay mucha calma. Les soy sincero... Estoy nervioso, pero ya entré. Salir de acá será un desafío. 

Teo cruzó un pequeño arroyo de lodazal y caminó un largo tramo.

—Creo que he llegado más lejos que cualquier persona pudo llegar. Lastimosamente, las cosas se están poniendo muy tensas porque la calma de hace unos momentos se fue y ahora escucho un sonido intermitente. Es como el ruido de un motor descompuesto

Una hora después, Teo descubrió que no estaba solo.

—Escucho a alguien acercándose... Se está acercando. Son como patas. Se detuvo ahora. Debe ser un animal carroñero: espero que sea eso.

—Haywakuy, munay haywakuy.

(Ofrenda, quiero una ofrenda).

Teo no percibió aquella voz.

—Lo veo. Esa cosa está a unos siete metros. Tiene una anatomía corpulenta. Parece estar agachado en un rincón. Tiene piernas prominentes y anómalas; no es humano. Tiene cuernos muy curvados... Se sostiene en dos patas. La cabeza es diminuta y los ojos son inapreciables. ¡No! Acaba de moverse, se movió... Es hora de irme. Se acabó. Apagaré la cámara. 

Teo corrió despavorido hacia la salida. Un rugido pavoroso hizo endebles las paredes y estas lanzaron escombros. El muchacho se desestabilizó e impactó en una superficie que crujió y se abrió lo suficiente como para tragárselo. Teo descendió violentamente por un estrecho precipicio hasta atascarse en una fisura que atrapó una de sus extremidades. 

—¡Aghgggggh! —Teo miró con pavor e incredulidad el escenario. La sangre manando de su cuerpo solo agudizaba la situación. 

Inmediatamente después, varias rocas se deslizaron. Una muy grande cayó justo sobre su rodilla y la prensó con tal fuerza que su cuerpo se precipitó con todo y piedras varios metros más abajo. Con un fuerte estrépito, su cuerpo llegó a tierra firme. 

Desorientado por un dolor inaguantable, un maltrecho Teobaldo retiró la roca que se había adueñado de su pierna izquierda. Aquella pesada y desafortunada roca, se había llevado su extremidad al otro mundo. Un hueso fracturado e impregnado de carne putrefacta colgaba de su ropaje deshilachado.

Durante largos minutos, Teo intentó mover su cuerpo cercenado. El miedo por quedar atrapado era mayor en comparación al dolor que lo aquejaba. Su fortaleza ya había claudicado y el aliento estaba próximo a irse.

El tiempo fue un enemigo implacable. El reloj se disparó y Teo perdió la última pizca de esperanza de poder salir con vida. La cordura también comenzaba a hacer sus maletas porque empezó a delirar. Con la voz afónica y su salud deteriorada cogió la cámara y la encendió una vez más. 

—Hola a todos... Algo importante acaba de suceder. Vine a conocer a Zeithuc y lo hice, pero pagando un alto precio. Caí y perdí parte de mi pierna por culpa de una roca que apareció de la nada. Mi mochila y todos mis suministros se hicieron añicos, y con eso mi vida se redujo considerablemente. Estoy sediento y hambriento. Lo único que me queda es esta cámara. Por consiguiente, es muy probable que este sea el último video que vean de mí, y si mi familia lo ve, solo quiero pedirles... Perdón, perdón por no ser el hijo que ustedes querían. Ahora estoy pagando por mis errores. Yo me lo busqué y esa roca solo hizo su trabajo. Este es el final. Espero puedan perdonarme. Los quiero mucho.

Fin

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