CAPÍTULO 72
Esa mañana me esperaban muchas emociones y sorpresas, empezando por la llegada de mis niños, mis alumnos. También mis padres, que fueron los primeros en llegar.
Neira tenía su teléfono y les había llamado la noche anterior para decirles que estaba en el hospital. No había entrado en detalles y cuando llegaron estaban muy preocupados.
-¿Qué ha pasado, hija? ¿estás bien?-preguntaron lanzándose a darme un abrazo.
Sentir los brazos de mi madre, dándome ese calor y la seguridad que sólo una madre consigue transmitir, rompió el dique de mi entereza y dejó salir el miedo que había intentado esconder desde que había despertado. Las lágrimas se derramaban sin control por mis mejillas. hasta que, tras lo que me pareció una eternidad, conseguí sobreponerme y empecé a relatarles todo lo que me había ocurrido. Sus caras pasaron de la incredulidad al horror.
-No lo hubiera sospechado nunca, creí que Mel te quería-se lamentaba mi madre mientras me tomaba de las manos para animarme a seguir hablando.
Cuando llegué a la parte del secuestro, omití algunos detalles para evitar un disgusto mayor a mis padres. Ya se sentían culpables por haberme instado a perdonar a Mel, no quería que sufrieran por mi culpa.
-Perdóname, hija, de haber sabido cómo era él no te habría dicho que lo perdonaras.
-Ya ha pasado todo- tranquilicé a mi madre-. Ahora tendré que testificar contra él.
-¿Tienes que hacerlo?-inquirió mi padre.
-Sí, papá, la denuncia se ha hecho y será juzgado por secuestro y agresión, tendré que declarar en el juicio para que le condenen -afirmé contundente.
Mis padres se miraron uno a otro, después se giraron hacia mí y me dijeron algo que paralizó por completo mi corazón.
-¿No puedes retirar la denuncia? Seguro que estos días en la cárcel le habrán servido de escarmiento-insinuó mi padre con voz calmada.
-¡Me ha secuestrado y me mantuvo atada durante cuatro días!-exclamé indignada- No pienso perdonarlo.
-No digo que lo perdones, pero podrías retirar la denuncia, no es un mal chico en el fondo, ha hablado con nosotros por teléfono para decirnos que lo siente.
-¿Os ha pedido él que me digáis esto?-inquirí preocupada- es un manipulador, no creáis nada de lo que dice. Papá, mamá, Mel es mala persona, no me había dado cuenta hasta que no ha sido demasiado tarde, quiero que pague por lo que me ha hecho, ni vosotros ni nadie logrará convencerme para retirar la denuncia.
-¡Mira sus muñecas, cariño! -espetó mi madre de pronto- Esto no es una exageración como nos ha hecho creer por teléfono.
Mi padre se acercó a la cama y observó mis magulladas muñecas, miró mi rostro bañado todavía por las lágrimas, acarició mi mejilla y vi que un brillo especial aparecía en sus ojos.
-Lo siento, cariño, tienes razón. Esto no lo hace un hombre de verdad. Contrataré al mejor abogado para que actúe de acusación particular.
A partir de ese momento el concepto que tenía de mis padres mejoró. Descubrí que Mel también los manipulaba a ellos a su antojo. Pero la realidad de lo que era había salido por fin a la luz. Nos fundimos los tres en un abrazo y después mi padre se fue a hablar con sus abogados.
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