CAPÍTULO 51
Aquella noche cenamos las tres juntas. Hablamos de todo y de nada, hicimos planes para el fin de semana y pude ver que, conforme transcurría la velada, la relación entre ellas se hacía más cordial, más abierta y menos tensa. Se hizo tarde, en realidad tardísimo, así que entre risas y bromas decidimos hacer una fiesta de pijamas. Reuní los colchones de las camas y nos estiramos en el comedor, delante de la televisión, donde vimos una película de comedia romántica que nos hizo llorar de risa. No supimos cuándo nos dormimos pero por la mañana nos levantamos bastante tarde.
-¿Vamos a comer a un chino? -sugirió Lara- conozco uno cerca que se come muy bien.
-Yo no he comido nunca en un chino... -expresó Neira.
-¡Entonces decidido! ¡Es hora de que lo pruebes! -exclamó mi compañera, sin esperar mi opinión.
Las observaba y me maravillaba ver lo bien que congeniaban las dos. Estaba contenta de que se entendieran y esperaba que el fin de semana fuera memorable.
Nos duchamos por turnos y nos preparamos para ir a comer. Las tres juntas salimos del edificio y nos dirigimos al metro, bajo la atenta mirada de Mel, aunque en aquel momento no lo supimos. Lara nos guiaba con seguridad por la ciudad, porque yo no tenía ni idea de dónde íbamos. El restaurante era espacioso y decorado con motivos orientales donde quiera que mirases. Era cierto lo que prometió Lara, la comida era excelente y volvimos a reír como niñas cuando vimos las caras de sorpresa de Neira, al ver los platos que nos servían. Fue una comida distendida y alegre, como la cena del día anterior.
-Ya no puedo reír más, ¡me duele la barriga! -exclamé al salir de allí. Pero la sonrisa que adornaba mi rostro se transformó, de repente, cuando mis ojos lo vieron de nuevo: Era Mel, desde la distancia.
-¿Qué ocurre Zara? Parece que has visto un fantasma -comentó Neira mirando en la dirección de mis ojos- ¡Mierda! otra vez él.
-¿Dónde? -preguntó Lara, buscando con la mirada.
-¡¿Por qué no me deja en paz?! -exclamé indignada- ¿Qué pretende?
-Quiere que vuelvas con él, Zara, hasta que no lo consiga no va a parar -habló Lara mirándome a los ojos-. Este tipo no me gusta, es un acosador.
-Yo le dije lo mismo, creo que debe llamar a la policía -comentó Neira.
Lara se volvió hacia él y le enseñó el dedo medio, recibiendo un gesto despectivo de su parte. No se acercó, pero su presencia estropeó el ambiente festivo y alegre entre nosotras.
-¡Vamos a darle esquinazo! -exclamó Neira- cuando lleguemos al cruce corremos hasta el otro lado de la calle y lo despistamos.
-De acuerdo -dije, preparándome para correr con ellas.
-¡Ahora! -gritó mi amiga al llegar al punto escogido.
Comenzamos a correr, cogidas de la mano para que ninguna se quedara atrás, zigzagueando en las calles estrechas, esquivando a las personas que caminaban con tranquilidad por las aceras, hasta que conseguimos perderlo de vista por fin.
-Ya es la segunda vez que tengo que despistar a un perseguidor... -comenté sin pensar, todavía con la respiración entrecortada.
-¡¿Cómo que la segunda?! -exclamaron mis dos amigas al mismo tiempo.
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