CAPÍTULO 29
-Ahí dentro se escucha algo-comenté deteniéndome con brusquedad y provocando que nuestros cuerpos chocaran.
Un calor súbito subió por mi cuerpo y se concentró en mi pelvis, enviando unas sensaciones extrañas a mi mente.
-Debe ser algún ratón -espetó impaciente y molesto conmigo.
-No, eso no es un ratón. Voy a abrir.
En el momento en que saqué el manojo de llaves e identifiqué la que abría aquella puerta, Dylan me tomó del brazo, para insistir en que avanzara y me olvidara de aquello. Pero justo entonces escuchamos aquellos golpecitos más nítidos, por lo que me deshice de su agarre, introduje la llave en la cerradura y abrí. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando, lo que se encontraba allí no era, ni mucho menos una rata, sino su hijo, atado y amordazado en una silla.
De inmediato lo desatamos y avisamos a la policía, se armó un gran revuelo en el centro, se suspendieron las clases y, Dylan y yo, junto a Trevor, tuvimos que ir a comisaría a prestar declaración. Mientras declaraba Dylan permanecí al lado de su hijo para que no se sintiera solo.
-¿Quién lo hizo, Trevor? -pregunté tratando de averiguar-. Esto no se puede quedar así, abriremos una investigación interna para esclarecer el tema, así que puedes ayudarnos diciendo quién fue, de todas formas lo averiguaremos.
-No sé quién era profe, no pude verle bien -insistió por enésima vez.
Me sentía impotente ante la negativa del chico a colaborar, quizás tenía miedo, lo cual estaba justificado teniendo en cuenta que había pasado veinticuatro horas encerrado sin comer. Sabía que sería un instituto complicado, que habría conflictos. Pero nunca imaginé que se daría un caso tan grave de Bullying.
Me levanté un momento y me acerqué una vez más a la máquina expendedora, que estaba en la sala.
-¿Quieres algo más para comer? -le pregunté por tercera vez esa mañana.
-Si puedes sacarme otro bocadillo...-respondió bajando la mirada.
A ese paso me dejaría el sueldo en aquella máquina, pero el pobre chico estaba hambriento después de la experiencia por la que había tenido que pasar. Un par de horas más tarde se unió a nosotros Lara, que había estado en el instituto hasta que la policía la dejó salir del edificio.
-¿Cómo estáis? -preguntó nada más vernos- He traído pizza para que comáis algo.
-Gracias, Lara, eres un sol. Trevor tiene hambre. Yo cuando salga comeré cualquier cosa.
-Lleva toda la mañana sin comer nada -intervino por sorpresa el chico, dirigiéndose a Lara.
-¿Es cierto eso? - dijo, lanzándome una mirada severa-Vamos a comernos la pizza ahora mismo, son las tres de la tarde.
Miré el reloj incrédula y, en efecto, era muy tarde. Pero los nervios y la preocupación habían formado un apretado nudo en mi estómago y no me habían dejado probar bocado.
Hice un tremendo esfuerzo para comer un par de porciones de pizza, luego me tocó entrar a declarar.
Me preguntaron ciento y una mil cosas, que traté de responder lo mejor que pude, para en última instancia dejarme por fin tranquila. Después le tocó el turno a Trevor y, su padre, Lara y yo le esperamos en la sala.
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