CAPÍTULO 17

—¡¿Otra vez?! —grité, mirándolo a los ojos —¿Es que no sabe caminar como las personas normales? ¡¿Siempre tiene que ir avasallando por la calle?!

Un gruñido poco femenino e involuntario escapó de mis labios. En cuestión de segundos había agotado toda la tranquilidad y la paciencia que me quedaba. Ya ni siquiera me importaba que fuera el padre de uno de mis alumnos, me era indiferente, «Como si es el mismísimo presidente», pensé. Me había atropellado en dos ocasiones el mismo día.

—¿Piensa golpearme de nuevo? —interrogó con la expresión de quien habla con un niño pequeño— Le pido disculpas pero estoy apurado.

Trató de marcharse pero le agarré del brazo para poder decirle todo lo que se merecía.

—¡Espere un momento! Aún no he acabado con usted —hablé en voz alta—. Me da igual si tiene prisa o no. Al menos me va a escuchar.

—Oiga, si quiere en otro momento hablamos, pero ahora estoy buscando a mi hijo y no tengo tiempo para escuchar tonterías —Se zafó de mi agarre y siguió caminando deprisa— ¿Ha visto a Trevor por aquí? ¿O ni siquiera sabe de quién le hablo?

Antes de que girara la esquina lo seguí hasta ponerme a caminar justo detrás suyo.

—Sé muy bien quién es Trevor, le diré más, creo que sé dónde podría estar ahora mismo.

Se paró en seco al oírme, y choqué contra su espalda. Desde luego este hombre estaba destinado a arrollarme donde quiera que nos encontráramos.

—Si quiere puedo acompañarle —Me ofrecí, sorprendiéndolo a él e incluso a mi misma—. Por aquí no lo va a encontrar.

—¿Cómo lo sabe? ¿Acaso cree que lo conoce mejor que yo? —espetó mirándome enfadado—. Soy su padre y usted hace sólo una semana que sabe de su existencia...

—¡Pues usted mismo! —contesté, dándome la vuelta para marcharme— Si no quiere que le ayude a buscarlo ya se las ingeniará para encontrarlo...

Caminé deprisa en dirección contraria, dejándolo por imposible. Me resultaba inaguantable, impertinente, maleducado y un estúpido idiota que pretendía saberlo todo. Sus ojos azules podían ser de infarto, su físico imponente, pero todo eso quedaba escondido detrás de su carácter imposible.

Iba pensando en todos los insultos que le quedaban como anillo al dedo cuando lo escuché detrás de mí.

—Está bien, disculpe, profesora —habló mientras me seguía— si todavía está dispuesta a ayudarme dígame, ¿Dónde se supone que está mi hijo?

Por un momento quise retractarme de lo que había dicho y decirle que se fuera al diablo; pero pensé en Trevor, que tampoco era un sol, sin embargo, me preocupaba por mi alumno. Así que murmuré por lo bajo:

—Vamos a tomar el metro y le acompaño hasta donde creo que podremos encontrarlo.

No hablamos durante el trayecto hasta el metro, tampoco en el suburbano, él caminaba junto a mí y yo ni me dignaba a mirarle. Sólo el roce accidental con su cuerpo bastaba para que un escalofrío me recorriera el cuerpo. Nadie había tenido ese efecto en mi... ni siquiera Mel.

Salimos a la calle y nos dirigimos hacia el Sky, donde presentía que podríamos localizar a Trevor.

¡¿Qué le ocurre a Zara cuando está con Dylan?! ¿Encontrarán a Trevor en el Sky? Mañana otro de los capítulos, no os lo perdáis. Y si os ha gustado este, no os olvidéis de la estrellita. Gracias por leer pajarillos del bosque de letras.

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