La llamada.
—Entonces ¿Llamaste por error?
—Si. Es decir, escanee una tarjeta que me dieron en un bar y de alguna terminé llamando.
—¿De alguna manera? No te apenes linda. Podríamos sacar provecho de este error ¿Qué dices?
—¿Disculpa?
—Digo que, si ya llamaste. No debes desperdiciarlo.
—Espera ¿Piensas que lo hice a propósito y ahora me estoy echando atrás?
—No, no lo dije de esa manera.
—Escúchame amigo...
—Zafiro
—¿Qué?
—Mi alias es Zafiro, preciosa. Puedes dirigirte a mí de esta manera.
—Escucha aquí, Zafiro, no llamé para buscar una charla caliente. Fué un malentendido, estaba intentando averiguar el significado de la página que me apareció cuando escanee el código QR de una tarjeta. Eso es todo.
—Tal vez sea el destino. Estas teniendo una reacción demasiado elocuente.
Akane clavó los ojos en el celular, como si pudiera enviarle la sensación de su mala mirada al desconocido con el que entabló comunicación. Nunca pensó que lo de "Príncipes del orgasmo auditivo" fuera por que estaba contactando una línea erótica. No es que ella fuera inocente al grado de no saber lo que significaba, pero en definitiva no hubiera hablado a una por elección propia. —Mira, los que son elocuentes con su propaganda son otros. Podrían al menos poner el propósito en su tarjeta, así la habria rechazado con amabilidad antes de tener que decírtelo por teléfono.
Una risa baja resonó a través de la bocina miniatura —Creo que ahí es donde somos precisamente discretos, imagina, que una chica se interese en nuestros servicios a través de la publicidad impresa pero le dé pena tomarla. Con la simplicidad de nuestra tarjeta no tiene porqué explicar qué hace el número de un servicio erótico en su billetera. Es muy práctico y evita polémicas también.
—A mi me está generando un dolor espantoso de cabeza. Su "consideración" me ha traído hasta aquí sin saber cómo carajos pasó.
—Preciosa ¿Has leído las advertencias de nuestra página?
—¡No tienen ninguna! Sólo hay un menú de brillitos pedante.
—¿Es así? Estoy seguro de que también dice "Príncipes del orgasmo auditivo" Ah, también hay un recuadro emergente donde explica la funcionalidad y los cookies, las galerías, los audios, las voces disponibles, una amplia gama de herramientas para descubrir de qué va el asunto. Todo se hace de esa manera para no arruinar la estética de nuestro blog. A que es lindo ¿No?
¿Cookies? ¡La pestaña emergente a la que dió aceptar sin mucha atención! —¿Quién pone algo tan importante en una pestaña que todos omiten? Eso es irresponsable. La página parece más bien un sitio de porno 2D.
—Aguarda... De verdad ¿Llamaste sin saber nada?
—¡Llevo diciéndolo todo el rato!
—O sea que no abriste ninguna otra página además del menú y directamente picaste en "llamar"— a ella le dió pena admitirlo —¡Ja, ja, ja! Joder. Ja, ja, ja.
—¡Oye, deja de burlarte!
—Ja, ja, ja, no es que... Ja, ja, ja.
—¿Esta es la clase de servicios que ofrecen a sus clientes?
—Pe... Perdón princesa, no era mi intención ofenderte. Es que, muchas han llamado arguyendo que ha sido un error de dedo llamarnos pero todas al final nos dicen la verdad. Es natural para algunas tener pena al principio. Por eso pensé que debía darte un pequeño empujoncito de confianza.
—Qué considerado de tu parte.
—No lo tomes a mal, sólo digo que nunca me ha tocado atender una verdadera llamada por equivocación. Pero creeme, aunque sea un fallo me ha puesto de excelente ánimo esta noche, mucho más que cualquier otra chica contándome sus fantasías.
—Eres un degenerado— dijo ella con indignación —¿De excelente ánimo? ¡Mi pie!
—Oye, oye. No habló de ésa clase de ánimo. Creeme, después de atender este tipo de llamadas me he vuelto bastante inmune a las descripciones físicas de una mujer. Tendrías que darme lujo de detalle sobre... No sé, tus piernas, tus labios o tus pechos. Algo así. Tal vez eso si me pondría en ese ánimo.
—Ni siquiera sé porqué continuo esta llamada.
—Tal vez estabas demasiado aburrida o encontraste interesante nuestra plática, qué sé yo. Aunque no me quejó, mientras más dure más puedo cobrar— Touché, era su aburrimiento lo que la trajo hasta aquí y la misma razón por la cual no presionaba colgar para irse a dormir —En fin ¿Dónde me quedé?
—En que te estas desarrollando disfunción eréctil por recibir tantas descripciones de pechos y traseros.
—Qué mal suena eso ¿Sabes? No soy impotente. En realidad, si me vieras en persona no pensarías dos veces en pedirme mi número. Además, las chicas suelen mentir sobre su físico, cuando no las vemos pueden inventarse ser super modelos si quieren, las descripciones son una calca.
—Por favor. No exageres. Seguro eres uno de esos hombres de mediana edad con barriga de cerveza y alopecia creciente. Con un tamaño bastante regular. No estás para ponerte a juzgar a nadie.
—Oh, preciosa. Esta vez si te equivocaste, en esta empresa no engañamos. Los del catálogo somos nosotros, así que puedes darte una vuelta por las fotos en la sección de Zafiro y me dices si tengo apariencia de viejo rabo verde. Y sobre todo déjame decirte que a pesar de ser de tamaño promedio, puedo proveer mucho más placer del que imaginas, no te haría daño en especial.
—Suena como si te venideras igual que una fiambrera con filtración para vapor o zapatos. Esto ¿No es como prostitución?
—En realidad vendemos nuestro tiempo, nuestra voz y nuestro conocimiento. Los gigoló son los que se dedican a vender su apariencia y su cuerpo.
—¿Y por eso hacen un catálogo de imágenes? Es contradictorio.
—Piénsalo de esta manera, es más fácil tener un estímulo con cierta partitura ¿Ya viste las fotos? Ninguno está desnudo o mostrando mucho, porque al final lo importante es la imaginación, lo que no se ve es más interesante de lo que sabes exactamente como es. Porque de esa manera empiezan las fantasías.
—Y si la imaginación es la base de las fantasías ¿Por qué no te emocionan las mujeres hablandote sobre sus encantos?
—Bueno, debo admitir que al principio quería... Izar bandera cuando empezaba el intercambio, pero eventualmente me dí cuenta de que un gran porcentaje de clientas mentía sobre su físico, porque las medidas eran similares. Era igual a describir la imagen en un catálogo de lencería. Con esas posturas extrañas donde se les ve casi con un calambre pero con una enorme sonrisa. Nada atrayente para mi gusto.
—Bueno, creo que en eso si te doy la razón. De verdad no lucen muy naturales. Pero seguro les pagan bien.
—Debería ser eso. No encuentro otra razón para que lo hagan.
—¿Y a tí? ¿Te pagan bien?
—Mh, digamos que es el caso. No me va mal. Sobre todo por las llamadas extra largas.
—¿Qué se considera una llamada extra larga?
—Digamos la de tiempo límite, dos horas.
—Suena mucho tiempo para estar escuchando las fantasías de alguien.
—Bueno, no se habla de lo mismo durante dos horas, al principio siempre tenemos que romper el hielo con alguna charla trivial. Luego cuando la clienta entra en suficiente confianza para contarnos algo de sus deseos reprimidos empieza el verdadero punto focal.
—Vaya, suena como si llevaras bastante tiempo trabajando ahí.
—Alrededor de año y medio, al final es una empresa de rotación y me despedirán pronto o renunciaré, alguna de ambas cosas. Así que deberías aprovechar que te he atendido— bromeó arrancandole una sonrisa a ella.
—Nunca pensé que sería tan entretenido llamar a una línea erótica.
—Siempre se aprende algo nuevo.
—Supongo que tienes razón. Pero, me ha dado más curiosidad ¿Por qué las chicas de catálogo no te gustan? Ahora lo he analizado y pareces un poco... Diferente a lo que harían otros hombres. Conozco a varios que se lían a pajas con las fotos del Victoria's Secret.
—Bueno, es porque la verdad eso lo hice cuando tenía diecisiete. Ya no me atrae el papel brillante y plastificado. Aunque si te refieres a lo que me levanta el ánimo, sin duda sigo siendo parte del promedio. Me encantan los pechos y las caderas.
—Ustedes los hombres si que son predecibles. Sólo les interesa el tamaño de los pechos o los muslos de una chica. Se emocionan demasiado fácil.
—No voy a mentirte, es verdad. Y no sabes cuanto envidio esa parte de ustedes. Las chicas pueden ocultar su deseo mucho más fácil, lo que les hace parecer menos degeneradas que los chicos. Nosotros tuvimos la desgracia de tener a la vista lo que nos pone notoriamente calientes.
—Ja, ja, ja, eso si ha sido novedad. Nunca pense oír a un hombre quejarse del primer plano.
—Hablo en serio. Es decir, si algo nos excita de inmediato se nota. Es incómodo andar ocultando las caderas porque incluso se vuelve más obvio.
—Eso parece tener sentido.
—¿Verdad? Me encantaría poder disimular tan bien como ustedes. Aunque bueno, hay mujeres que tampoco se molestan en hacerlo cuando buscan al frente de nuestros pantalones con la mirada.
—¡Hey! eso no es lo único que miramos.
—Estoy seguro de que no. Entonces ¿A tí que te gusta?
—¿Perdón?
—Si, qué te gusta. No sé, además de lo que ocultamos entre los boxer.
—Pues... Diría que... Los hombros, me encantan los hombros anchos, pero unos hombros fuertes, no los que están llenos de esteroides y solo son voluminosos. También, el pelo largo. Es muy sexy. Ah y las manos, los dedos deben ser largos, no sé. Tal vez era mi fetiche secreto.
—¿Estás segura de que no me describes? Ja, ja, ja.
—Relájate ¿De acuerdo?
—Es cierto, yo tengo la clase de hombros que te gustan. Pueden cargarte a través de todo el país. También tengo el pelo largo, siempre lo traigo trenzado porque es cómodo, pero sin duda lo soltaría para que puedas acariciarlo. En cuanto a mis manos, puede llamarlas manos "mágicas"
—¡Ja, ja, ja! ¿Intentas seducirme?
—No, pero sin duda me has descrito. Lo que me causa bastante intriga. Si yo describiera lo que me gusta ¿Te parecerías?
—No lo sé. Quizá te mentiría y diría que soy exactamente como piensas.
—Cierto. Entonces no sería nada divertido. Pero... Podrías decirme algo sobre tí. Quizá tus tres medidas.
—Qué conveniente ¿No? Buen intento.
—Ja, ja, ja. Era broma, de verdad— hubo una pausa en la que ella dió otro sorbo a su jugo de cereza —¿Estás bebiendo?
—Si.
—¿Cerveza, sake, whisky?
—Jugo de cereza.
—¿En serio? No sabía que tendríamos tantas cosas en común. Me encanta el jugo de cereza.
—Vamos. Basta de tus intentos de ligoteo.
—¡No miento! Me encanta beberlo directamente del cartón, bien frío. Además me deja los labios rojos porque pongo ambos en la abertura circular, es como ese maquillaje de la Reina Roja, la de Alice in Wonderland.
—Oh, ya, ya. Ese corazón que le hace parecer tener una boca súper pequeña. Entiendo, justamente me acabo de dejar una marca así. Jejeje.
—Y pensé que el de los intentos de ligar era yo. Apuesto que tus labios se ven mucho más ardientes con ese rastro rosa de cereza que los míos.
—Bueno, mis labios son pequeños. Pero se hinchan con facilidad, así que mientras succionaba desde la abertura, se han quedado rojitos.
—Hey, no se supone que sea así. Debería ser yo dándote descripciones sugerentes. Aunque la empresa está reclutando gente ¿No te gustaría intentar?
—Ja, ja, ja, no, no creo que sea algo que me llame la atención hacer. Aunque gracias por la oferta.
—Es una lastima. La verdad y sin que lo tomes como una falta de respeto, tienes una voz jodidamente ardiente. Tu tono es, cómo explicarlo, suave y encantador, es la clase de voz que te hace pensar en el tono que adoptaría cuando se excita.
—Vaya, gracias. pero sigo diciendo que no.
—Oh, linda. Es un desperdicio. Te juro por todos los dioses que me está royendo la curiosidad. Pero bueno, esa es la parte buena de las fantasías.
—Solo espero que no te vayas a manosear pensando en mí voz.
—Para nada. Aunque pensando en tus labios hinchados de sabor cereza podría ser. Tal vez me imagine mordiendolos un poco más.
—Eso si sería injusto. Porque ya te he contado de mis labios.
—Y yo te platiqué de mis hombros, mi cabello largo, mis dedos. Aunque no te dije con detalle, tengo piel algo dura, mis dedos no serían precisamente suaves acariciando, más bien rasparían. Pero te aseguro que tendría extra cuidado contigo. Además si te refieres a la boca, también puedo repartirte besos por TODAS partes. Mi lengua se mueve bastante rápido.
La joven involuntariamente apretó las piernas y se deslizó adelante-atrás sobre el sofá. —También me gusta tu voz. Es una que se esperaría encontrar en este tipo de servicios.
—Gracias por el cumplido. Me halaga saber que te gusta este tono normal— el chico se aclaró un poco la garganta, adoptando un nuevo decibel profundo y bajo —Pero puedo volverla mucho más caliente. Como para dejarte una mancha en las panties.
—Je, je, je. Suena convincente. Pero no sería buena idea. Traigo lencería negra, no es fácil quitarles las manchas y no podría volver a ver a la cara a la señora de la lavandería.
—Preciosa. No me ilusiones. Me fascina la lencería negra, sobre todo los encajes. Pero supongo que es cierto aquello de no poder borrar los rastros. Una verdadera pena. Con lo bonitas que son las bragas negras. Misteriosas y sexys.
—Ciertamente. Ustedes parecen no tener ese problema.
—¿Manchar la ropa? Por supuesto que lo tenemos. Es solo que nosotros muchas veces lo atendemos a tiempo. Y para eso necesitamos quitarnos los estorbos.
—Suena bastante práctico.
—Tal vez lo es. Sería una ventaja de nosotros. Nunca lo pensé de esa manera.
—¿Lo ves? No todo puede ser tan malo. Al menos ustedes son fáciles de complacer. Para que nosotras lleguemos al punto más alto se necesita más trabajo.
—En realidad a los hombres también nos gusta que nos acaricien por otras partes además del miembro, solo que es más fácil excitarnos con lo obvio, no son nada creativas. En cuanto al trabajo extra para que llegues al punto, yo no tengo inconveniente con ese trabajo.
—¿A qué te refieres con que no somos creativas?
—Vale, creo que le expresé mal ahora que lo preguntas. Más que ser poco creativas, están poco informadas. No sólo tenemos zonas erogenas en la entrepierna. Por supuesto es la más efectiva pero también existe un grado alto de respuesta en nuestros pezones, no tan elevado como el de las chicas pero definitivamente hay estímulos. También detrás de las orejas, es una zona súper sensible para nosotros, con unas cuantas respiraciones nos estamos poniendo duros incluso si no hacen otra cosa. Por supuesto también pueden succionar nuestros dedos, es tan caliente verlas chupar dejando que nuestra imaginación vuele a otras zonas.
—¿De verdad?
—En verdad ¿Qué más? Ah, si. Una zona que muchos llaman «placer prohibido» ¿Has oído hablar de el punto G?
—Si, aunque honestamente nunca he buscado dónde es.
—Bien, las chicas tienen el punto G en la pared superior de la vagina, algo llamado fórnix anterior. Si lo estimulas adecuadamente te asegura lubricación con velocidad. Por otra parte a nosotros nos tocó en un sitio poco... Conveniente. En especial por los tabús.
—No puedo empezar a imaginar dónde es.
—Cinco centímetros dentro del recto.
—Wow.
—Ya sé, ya sé. Suena realmente poco atractivo, pero se ha comprobado que es un lugar con miles de terminaciones nerviosas, si se estimula consigues orgasmos más intensos. Lo mismo para ustedes, por supuesto con su respectivo punto G.
—Cielos, repentinamente me sentí en clase de biología.
—Supongo que maté todo el ambiente.
—No, solo no creí conseguir esta información. Aunque bueno. Si te soy sincera me entró curiosidad de cuánto puede aumentar el placer si se hace como dices.
—Me encantaría probartelo preciosa, desafortunadamente solo puedo describirlo. Al menos espero que no hayas desperdiciado tu tiempo aunque sea una llamada de equivocación. Si me permites decirlo, me lo he pasado bien conversando tan casualmente contigo.
—¿Te estás despidiendo?
—Oh, no. Solo quería que lo supieras. Desde hace mucho no sentía verdadera pasión por este trabajo. Ni me ponía a hablar tan libremente sobre estas cosas a pesar de que es mi deber ser una especie de degenerado gimiendole a las clientas. Fué liberador.
—Entonces tampoco me arrepiento de continuar con la llamada.
—Es un alivio. Si tienes la oportunidad, dile a tu pareja que intente jugar. No te arrepentirás.
Ella se rió por lo bajo. Sin poder creer lo que dijo a continuación —Entonces ¿Tú qué harías?— la línea se quedó en silencio por un par de segundos. Haciéndola arrepentirse un poco. No era su intención llamar con ese propósito, en realidad ni siquiera sabía cómo llegaron a este punto o porqué no colgó desde el principio. Estaba a punto de decirle que bromeaba hasta que él respondió.
—Depende ¿Qué traes puesto?
La joven se mordió el labio ¿Le decía? —Traigo unos jeans de mezclilla, de esos mezclados con spandex. También una blusa de algodón con botones.
—¿Accesorios?
—Aretes de argolla, una pulsera de cuentas redondas y un collar de cadena ultra finito.
—Pues... Veamos. Primero, repartiría besos por todo tu cuello, ya sabes es una de las zonas sensibles. Luego, iría por el lóbulo de tu oreja mientras juego con tu arete, lamería todo el borde dejando que mi aliento caliente te haga cosquillas ¿Cómo llevas el cabello?
—Corto, al mentón.
—Lo acariciaria, enredando mis dedos en las puntas, dejándote rulitos al tiempo que mi otra mano baja para desabotonar la blusa. Despacio, muy despacito— él se aclaró la garganta, justo cuando ella estaba enredando su índice libre en el mechón de su derecha. —También querría probar ese sabor a cereza de tus labios, morderlos para ponerlos más rojitos, como dijiste.
—¿Sería todo?
—Bueno, me encantaría bajar más, pero me da algo preguntar.
—¿Qué se supone que quieres saber?
—El tamaño de tus pechos.
—Son bastante promedio. Una copa entre B y C.
—Que alivio. Son naturales.
—Hey, por supuesto que son naturales ¿Qué clase de conclusión es esa?
—La verdad, es que los implantes no me gustan, son demasiado... Firmes. Jajaja me gustan los pechos naturales, son suaves y cuando los masajeas parecen masitas. Además el pezón se pone duro con mayor rapidez. Lo he comprobado— ella se rio entre dientes —Me encantaría tocarlos encima de tu ropa, mientras beso tu clavícula ¿Te molestan los chupetones?
—No lo sé, nunca he tenido uno.
—Dejame decirte algo, a la mayoría de los hombres nos gusta dejarlos, pero siempre y cuando estén de acuerdo. Es una estupidez, porque dejamos la marca de nuestro paso, así que piensa en que me encantaría dejarte uno ¿Qué traes bajo la blusa?
—Es un bralette— nuevamente arrastró su cuerpo sobre el sofá intentando no prestar atención a otra cosa que la voz de Zafiro. Intentando ignorar el cosquilleo creciente de su interior.
—Eres una pilla ¿Ya te había dicho que amo el encaje? Me encanta ver entre esos motivos de flores translúcidas. Buscar tus preciosos botones. Dime ¿De qué color son? ¿Son más oscuros o quizá rojizos?
—Son... Más o menos rosas.
—Me fascinaría chuparlos. Ya sabes, darles unas cuantas succiones con suavidad, dejando que mis manos te sostengan contra...
—Estoy en un sofá— Ni siquiera procesó sus palabras. Simplemente las soltó para no dejar de oírlo.
—Contra tu sofá. Después de desabotonar toda tu blusa te sujetaría de la cadenita en tu cuello con mi índice para hacerte subir, descubriendo tus hombros para repartirles besos. Muchos.
—Ja, ja, ja ¿No eres muy besucón?
—¡Soy culpable!
—Eso fué una admisión demasiado rápida.
—Es una de las cosas que más me ponen. Pero también me encantaría escuchar lo que tú harías por mí.
—¿Yo?
—Si no quieres está bien, de cualquier manera...
—Metería tu índice a mi boca. Lo atraparía entre mis dientes mientras paseo mi lengua en todas tus falanges.
—Joder. Aprendes rápido hermosa— Ella reprimió una risita —Y entonces yo no podría soportar mucho, probablemente tendría una erección a esas alturas. Cuéntame ¿Solo llevas los jeans? ¿Ninguna atadura extra?
—Tengo un cinturón de cuero negro.
—Podrías recostarte mientras lo desabrocho ¿Me dejarías buscar a tientas si me atrevo a meter mi mano entre tu ropa?
—¿Y tú te quitarías lo que sea que traigas en la parte superior?
—Es una camiseta de mangas largas, por supuesto que estorbaría. Puedes deshacerte de ella.
—Ja, ja, ja. Y mientras buscas ¿Puedo acariciarte los hombros? Dijiste que son anchos, tan fuertes para cargarme tanto como quisiera.
—Te aseguro que si. Practico Artes marciales, por supuesto que serían fuertes. Lo que me intriga es si solo te quedarías ahí, o también te gustaría jugar con mis pectorales, acariciar mis abdominales. Tengo un fabuloso sixpack, sin exagerar.
—Sería interesante jugar con tus pectorales, dijiste que también son sensibles ahí.
—Me harías temblar.
—Pensé que ese era tu propósito mintiendo la mano entre mis piernas.
—Oh, vamos. Que de la emoción comenzaría a masajearte con ímpetu. Ya sabes. En círculos rápidos.
—Te dije que traigo bragas negras. No te emociones de más.
—Entonces no te encendería con eso ¿Eh? Que inesperado giro de la trama. Tal vez podría agregar unos besos a lo largo de tu abdomen. Mandando bastante lejos la camisa y el bralette. Te dejaría un rastro húmedo por debajo del ombligo, justo en el borde de tus jeans.
—Los jeans son a la cintura. Tal vez tendrías que detenerte justo a la altura del ombligo.
—Que información tan útil ¿Tu cintura es pequeña? No es que importe pero imaginarme esos jeans apretados contra tus caderas me hace deseoso de saber las dos medidas restantes de tí.
—No es precisamente pequeña, pero mis caderas son anchas y mis hombros más estrechos.
—Como una pera. Lista para hincarle el diente. Joder. No sabía que eras la personificación de mis fantasías.
—Me halaga oírlo, de alguna extraña manera. Pero sigo diciendo que es injusto, yo te he descrito hasta mis caderas ¿No deberías hacer lo mismo?
—Bueno, no es por presumir pero bajo mi estupendo sixpack tengo unos bonitos músculos piramidales bordeados por mi ingle, muy marcada por mi pelvis. Cuando me excito todo se pone tensó ahí y me brotan venas por debajo de la piel. Como caminitos.
—Me encantaría acariciarlos.
—Nada me haría más feliz. Por supuesto si quisieras besarme en la boca hasta mezclar tu lengua con la mía no me molestaría en absoluto.
—Entonces te daría un beso, largo y caliente. De esos que te hacen jadear.
—Exquisito. Oye ¿Te gusta la magia?
—¿Eso a qué viene?
—A que amaría desaparecer tus jeans, dejándote en esas panties negras que me has presumido toda la noche. Juro que te compraría un juego de lencería nuevo si me dejarías mojarte.
—Me temo que en este caso, probablemente ya hubiera dejado el problema de las manchas en el fondo de mi cabeza. Ja, ja, ja— Bromeó, sin embargo era bastante plausible que tuviera que renunciar a esas bragas tan bonitas de verdad.
—Te compraría uno lindo. De la mejor calidad.
—Me gustan los de encaje.
—¡Princesa!
—¡Ja, ja, ja! Perdona, me daba curiosidad tu reacción. Entonces, si tu te esmeras tanto en mojarme, creo que sólo podría ir por tu trenza, esa que me dejarías despeinarte.
—Puedes deshacerla cuanto quieras.
—Entonces la destejeria lentamente y metería mis dedos entre tu cabello, hasta tocar tu cabeza, mientras la acaricio y doy unos tirones suaves. Sin hacerte daño. También te llevaría en mi dirección, hasta que mi boca pueda tocarte la oreja... Fu...
—Te advierto que cuando me hacen cosquillas tiendo a acercarme con brusquedad. Te atraparía entre los brazos, apretando tus senos contra mi pecho. Para que pueda aferrarme a algo de cordura.
—Eres muy pegote. Pero no me molestaría. En realidad creo que sentir tu piel caliente se sentiría muy bien. Sólo tengo una duda.
—¿Cuál?
—¿Qué posición tendríamos después de todo eso?
—Buena pregunta. Hum... Supongo que tu estarías sentada en el sofá, al borde. Para que yo pueda quedar en cuclillas metido entre tus muslos ¿Te gusta la idea?
—Es una buena idea. Luego yo seguiría jugando contra tu oreja y tu cabello. ¿Dejarías tus manos donde están?
—Claro que no. Las bajaría hasta tu bonito trasero, acercándote cada vez más a mí. Mientras me haces cosquillas lo apretaría con fuerza. Si lo vuelves demasiado insoportable tendría que darte una lección.
—¡Oho! Así que estás mostrando tus verdaderos colores. Escuchemos la clase de «lección» que emplearías.
—Quizá, si te gusta el rumbo de las cosas bajaría de nuevo con mi lengua dejandote un rastro desde la clavícula al inicio de tus panties ¿Abrirías las piernas para mí?
—Podría ser el caso. Continúa.
—Haría a un lado la tela que cubre tu zona más delicada y la lamería con suavidad. A lo largo de toda la zona. Probando qué tan mojada te has puesto.
—Entonces yo si que tiraría con fuerza de tu cabello— Dijo ella en un jadeo disimulado. Poniendo su mano entre las piernas, haciendo presión para sofocar un poco las oleadas de cosquilleos. —Aunque definitivamente no te pediría que pares.
—En ese momento no tendría la mínima intención ¿Recuerdas que te hablé de mis manos mágicas? Me aseguraría de demostrarte el significado. Con mis dedos largos podría buscarte el punto G. Para verte temblar. Por supuesto continuaría probandote con mi boca, en ese botón que está al principio de tus labios.
—No creo que podría soportarlo. Definitivamente yo también tendría que darte una lección.
—Parece interesante. Me atrevo a preguntar cómo lo harías.
—Veamos. Supongo que tendrías que ponerte de pie y quitar los obstáculos, ya sabes a qué me refiero— escuchó una risita a modo de respuesta —¿Conoces esas paletas de hielo suave? De las que son alargadas y tienes que meterla toda a tu boca porque se derriten demasiado rápido. Tanto que no puedes dejar de chupar para no desperdiciarla, utilizando la lengua para presionar. Pero llega un punto donde incluso la velocidad con la que se derrite te supera y te escurre por la comisura de la boca, manchando desde los labios hasta la barbilla con un rastro líquido.
—Maldición ¿Puedes repetir esa parte? La de meterla toda.
—Ja, ja, ja. Meterla toooda— Un repentino impulso se lamió los labios hasta impregnarlos de saliva. Los juntó con cierta presión para luego despegarlos en un movimiento veloz, enviando un chasquido similar a un beso.
—Mh... Gracias. Y según lo que entiendo, después de hacerme el oral hasta correrme en tu lengua ¿Qué seguiría?
—¿Tú qué crees?
—Me gustaría que me lo dijeras.
—Continuaría acariciandote, arriba y abajo. Viendo esas bonitas venas que se remarcan en tu ingle. También bajaría hasta tus gónadas, las masajearía con sutileza, mis manos son pequeñas pero trabajadoras, además mis labios podrían besarte ese sixpack del que hablas. No te dejaría perder lo duro.
—Con todo lo que planeas hacerme no creo que sea posible. Creo que incluso ahora tengo que presionar hacia abajo para que no de note lo caliente que estoy. Joder, te dije que nosotros estamos en desventaja ahí.
—Suena interesante.
—Pero aún no llegamos a la mejor parte ¿Te gusta ir arriba o abajo?
—Si es en el sofá, prefiero arriba.
—Estupendo. Me enloquece la idea de que me montes. Así podría llenarte toda, así podría empujar hasta tu punto más sensible.
—Pero primero me aseguraría de estar lista, frotandome sobre tí para lubricante también.
—Diablos. Dime que para este punto ya habríamos mandado lejos tus bragas.
—¿Las quitarías?
—¡Con mucho gusto!
—Entonces es un hecho.
Nevamente lo oyó ajustar su voz a ese tono profundo y bajo, pero con un rastro ronco de excitación extra —Y cuando estés lista, comenzaría a entrar despacio, para que te acostumbres a mí. De forma lenta, para que en cada centímetro de tu interior puedas percibir mi calor, la dura que se pone después de tantos preliminares. Me encantaría que me besaras, te acariciaria los pechos, te agarraría el trasero con firmeza.
—Luego yo iniciaría a cabalgar, agregando esos remeneos de adelante y atrás hasta volverte loco.
—Princesa, ya estaría enloqueciendo. Empujaría también contra tí, fascinado por tus preciosos pechos saltando al ritmo de mis embestidas, mientras me salpicas con tu sudor. Mezclando nuestro aroma, jadeando y...
Tuuu, tuuu, tuuu.
Se ha alcanzado el límite de tiempo para su llamada. Gracias por comunicarse con "Palace, los príncipes del orgasmo auditivo"
Ha sido un gusto lector.
Zafiro.
Septiembre/12/2022
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top