TERCER ACTO

Escena I

Un ciudadano gritando en medio de la plaza: ¡Campanas, campanas! (sonando una campana). ¡Grandes nuevas!, ¡al hijo del general en su cuarto han confinado!, ¡el maestro está preso!, ¡el general furioso!, ¡las mujeres gimen: "ah, vil lujuria!, ¡ah, vil lujuria!"! ¡La prometida está en llanto!

Escena II

En los aposentos de Isaac, Diodoro camina de un lado a otro, nervioso.

Diodoro: ¡Tonto!, ¡los dos!, ¡un par de tontos! ¿Cómo se les ha ocurrido unir sus bocas en los jardines del templo? ¡Ella ha visto todo y ahora mira en qué lío los ha metido su pasión!

Isaac acostado boca abajo en su cama, sollozando.

Isaac: ¡Diodoro, me muero! (llorando).

Diodoro: ¡Bah!, ¡siempre es lo mismo!

Isaac: ¡Mi amado, preso! Un ave nacida para la libertad en una jaula, y yo aquí sin poder hacer nada para salvarle, ¡la desgracia se personifica! Soy yo, Diodoro. ¡Y mi padre está furioso! Le he oído gritando; ha echado a mis guardianes. Nada podría ser peor (llora más).

Diodoro: (Pensativo) Calma Isaac, me voy; veré el modo de arreglar esta injusticia.

Isaac: Habla a mi amado, dile que le envío el corazón. ¡Soez destino el mío!

Lo ve marcharse.

Diodoro entra en la prisión. Encuentra a Zacarías sentado en el suelo con la mirada triste.

Diodoro: Zacarías, he venido en nombre de Isaac.

Zacarías se acerca a él.

Zacarías: Dime que aún me ama; qué esos diablos no lo han hecho dudar, solo eso y puedo soportarlo todo.

Diodoro: Aún... más hoy que nunca, pero nunca tanto como te amará mañana (toma sus manos a través de la reja), su padre lo ha encerrado; permanece tendido en su cama, ¡se ahoga en llanto como un miserable! Me ha dicho que te envía el corazón.

Zacarías: (Horrorizado) ¡Ángel mío!, ¡¿hacerlo llorar de esa forma?!, ¡maldigo mi existencia!

Diodoro: Ilumíname maestro; estoy atado de pies y manos, ¿qué hacer en tal situación?

Zacarías: Ni yo sé, lo único seguro es que no tendré vida lejos de él. Gran problema... su padre es un necio, ¡viejo irracional! Poco respeto merece quién separa a los amantes.

Diodoro: Los dioses están jugando en contra, ¡piensa!, tiene que ser eso. De entre todas las personas en el mundo, ¿su prometida fue quien los encontró? (pensativo). ¡Plan maléfico! Ha dicho Isaac: "soez destino el mío", y entiendo sus palabras, ahora puedo ver con claridad.

Zacarías: No, Diodoro. No culpes a los grandes por errores de los pequeños, nuestro descuido no tiene excusa. El amor me ha enseñado a ser torpe y nos ha engañado con la ilusión de una realidad diferente. He olvidado mi lugar, él tenía una responsabilidad...

Diodoro: No digas más, no quiero oír tales tonterías. ¿Responsabilidad?, la felicidad no se delega, es responsabilidad de cada quién, no se le debe la vida a nadie, ni siquiera a quien te ha salvado de morir. Una oportunidad de vivir es cosa de provecho, no de esclavitud, ¡tú me has enseñado eso! ¿Olvidas tus principios?

Zacarías: No lo entiendes; han hablado de ejecución, me han llamado criminal. Teseo juró defenderme de esas falsas acusaciones, pero todo parece estar en mi contra. Dile... (lo mira con la ternura de un maestro). Solo dile, a mi amado, que no importa lo que pase, que sea feliz, que lo amo más que a la vida, dile, Diodoro, porque tal vez no tenga un mañana (sus ojos se colman de lágrimas mientras sonríe).

Diodoro: (Angustiado) Maestro... (vienen los guardias y lo arrastran hacia afuera) ¡No!, ¡no!, ¡suéltenme! ¡Maestro!

Escena III

Diodoro se encuentra en el templo, rezándole al panteón.

Diodoro: (Con lágrimas en los ojos) Mira a tus hijos, víctimas de la voluntad humana, de la envidia, de la incoherencia, de la disconformidad. Han separado a tus corderos y no eres capaz de hacer nada, vergüenza tiene que sentir aquel que tira la flecha y no se hace cargo. No, no te adjudico la culpa del egoísmo humano, más tampoco te quito responsabilidad de ello. ¡Eros!, ¿qué no te daría por un poco de atención?

Eros: Diodoro...

La voz grave del Dios llena el templo, parece oírse por todas partes.

Diodoro: (Sorprendido) ¡Ah!, ¡magia!, escucho la voz de un hombre invisible ante mis ojos. ¿Es el dios al que reclamo?

(PAUSA)

Diodoro: Sé que no estoy delirando, ¡muestra tu rostro!, ¿cuán perfecto ha de ser? ¡Enséñamelo!, que la ansiedad está siendo partícipe de la emoción.

Eros aparece desnudo, desde atrás de una columna.

Diodoro: Visión deslumbrante (retrocede y luego se arrodilla). Mi devoción y mis respetos ante tu belleza.

Eros: No tienes nada que envidiarme (se acerca a él y enreda su cabello entre sus dedos). Tu cabello rizado es como el fuego, tus ojos son como el bosque y, ah..., mírate, la piel tan pálida como el mármol. Tentación, no temería afirmar ante Hades que eres hijo de un semidiós, tan hermoso...

Diodoro se levanta de golpe, alejándose.

Diodoro: ¡Atrás!, ¡no te atrevas! Desvergonzado seductor, no te he llamado para acostarme contigo, no te equivoques.

Eros: (Suelta una carcajada) ¿¡Quién iba a decir tal cosa!?, ¿quién iba a creer tal cosa?, un humano rechazando a un Dios; ¡qué digno! Habla humano, escucharé lo que tengas que decir.

Diodoro: Deseo que ayudes a los amantes, hazte cargo de tus juegos sucios, tú y ese veneno que llamas "amor", no hacen más que ocasionar problemas.

Eros: (Vuelve a reír) ¿"Deseo"?, como si fuera yo sirviente tuyo, ¿qué te da tanto derecho?

Diodoro: ¡Incontables cosas!, ¡demonio! Somos conejillos de sus experimentos, hacen lo que quieren sin preguntar nada, como si fueran los dueños de todo, ¿qué los hace no calificar de abusadores? Hipócritas, también comenten errores; a mi no me vienen con eso de "perfectos". ¡La empatía es perfecta por sí sola! ¿Acaso los sabios no conocen de justicia? Zeus merece mis mas grandes respetos, pero ustedes... no son más que niños con palitos jugando con hormigueros, y las desgraciadas hormigas somos nosotros. No he sido víctima de tu flecha, pero mi gran amigo y mi maestro sí, les has unido, les has hecho dependientes el uno del otro y ahora, separados, sufren mientras tú coqueteas, ¡basura!

Eros retrocede sorprendido.

Eros: ¡Tanta pasión!

Se para frente a él, mirándolo a los ojos. Diodoro se mantiene firme y lo desafía con la mirada.

Eros: (Encantado) Estoy pasmado, no tiembla tu voz, no flaquean tus piernas, me has llamado "basura" y sigues molesto sin arrepentirte...

Lo toma de la muñeca, levantando su brazo.

Eros: Haré lo que quieras, pero te deseo a cambio.

Diodoro: ¡Vale mi cuerpo la felicidad de mi amigo! Adelante, tómame a cambio, pero te advierto que no volverás a probar mi piel luego, ¡que te condenen!

Eros lo besa, apasionado, recostando su cuerpo sobre las baldosas del templo. Arranca su ropa con violencia, acariciando la piel que va quedando al descubierto.

Eros: (Susurrando) Liberados sean los amantes. Puta poesía, qué gran lección (separando las piernas de Diodoro para meterse entre ellas): Tanto en el Olimpo, como en la tierra, todo tiene un precio (lo posee, arrancándole un grito de placer). Eres delicioso, quiero más... ¡más...!

Escena IV

Un ciudadano gritando en medio de la plaza: ¡Campanas, campanas! (suena un par de campanas). ¡Grandes nuevas!, ¡los amantes han huido, los amantes han escapado!, ¡los guardias se han dormido!, ¡Eros ha triunfado!  

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