7. La puerta Zeta. (III)
«Todo se terminó -fue su último pensamiento».
*****
-No podemos tenerlo aquí con nosotros, ni siquiera lo conocemos.
-Es solo un chico, no podemos dejarlo solo después de verlo intentar entablar conversación con uno de esos seres del demonio.
- ¿Y entonces qué sugieres que hagamos? No podemos adoptarlo con nosotros, ya somos muchos aquí, lo sabes.
-No digo eso, pero al menos podemos asegurarnos de que si sale afuera podrá sobrevivir.
-Es una cabeza más para alimentar Roni, no me parece una buena idea.
-No exageres, tenemos comida de sobra para varios más.
-Estamos en estado crítico ¿recuerdas? ¿o tienes que salir afuera de nuevo?
-Esto apenas comenzó ayer, las fuerzas de seguridad se encargarán de todo.
- ¿Cómo estás tan seguro? Más de la mitad de la población en esta condenada ciudad está muerta y la otra mitad está intentando comernos. ¡¿Dónde están los militares entonces eh?! O bien puedes salir a pedirle ayuda a un policía infectado, como hizo ese chico, veamos cómo te va.
Roni golpeó la mesa que lo separaba de Elías y lo fulminó con la mirada. - ¡No pienso dejar a un simple chico a su suerte sabiendo lo que hay fuera! ¿Y si fuese tú propio hijo a quien dejarías fuera?
Elías dejó caer la silla en la que estaba sentado para ponerse de pie violentamente, ambas miradas desafiantes se cruzaron pero ninguna palabra fue emitida. Un silenció terminó con la conversación y Elías se marchó de la habitación por unas escaleras que ascendían en espiral, dejando en el lugar solo a dos personas.
- ¿Qué haremos con el chico Roni? Tu primo no parece aceptarlo -preguntó un sujeto de tés morena y de avanzada edad mientras limpiaba sus anteojos.
-Si lo aceptó -dijo Roni sin quitar la vista de las escaleras-. De otra forma seguiríamos discutiendo, esta es su forma de aceptarlo.
-Bien, entonces creo que deberíamos despertarlo ¿Hay alguien ahora cuidando del chico?
-Sí, Lara.
*****
El joven despegó sus parpados lentamente uno de otro hasta tenerlos completamente abiertos. Sus oscuros ojos marrones se cruzaron con otros de un color tan celeste como el cielo. Detrás de esos afilados ojos se hallaba el bello rostro de una joven muchacha de una piel tan blanca como la luna y unos rasgos delicados y agudos que simetrizaba perfectamente con un atisbo de sonrisa que apenas se dejó apreciar. Su dorado y lacio cabello descendía en perfectas mechas largas llegando hasta poco más de la mitad de su espalda. Una de esas mechas cayó repentinamente en medio de sus ojos debido a una leve inclinación de la muchacha en un intento de observar mejor al joven, inmediatamente apartó el cabello hacia un lado con sutil delicadeza.
-Oye, ¿Te encuentras bien?
Como si la pregunta accionara un interruptor de dolor, un fuerte puntazo se fundó en su cabeza al instante. Un quejido por parte del joven dio por entendido a la muchacha que no se encontraba en óptimas condiciones. Quiso llevarse las manos a la cabeza pero una fuerza se lo impidió, observó a los extremos de la cama en donde se encontraba, gruesas sogas estaban fuertemente amarradas a él e impedían su movilidad. La muchacha acercó al joven unas pastillas y lo invitó a tomarlas, el chico no ofreció mucha resistencia.
-Disculpa por atarte de esta forma, sé que parece cruel pero tenemos que evitar que vuelvas a salir corriendo de esa manera de la casa. Estuvieron muy cerca de entrar, debes tener más cuidado, no sé qué pensabas.
El joven observó minuciosamente el entorno, cuatro paredes daban lugar a una pequeña habitación con una sola cama ubicada en el centro y un ventanal que bastaba para iluminar a la perfección el lugar.
- ¿Dónde estoy?
-Estas a salvo -contestó a secas la muchacha mientras mojaba un paño con agua y se lo colocaba en la frente del joven-.Por el momento confórmate con eso.
El muchacho cerró sus ojos un momento a causa del dolor intermitente que azotaba su cabeza sin descanso. - ¿Quién eres tú? ¿Esto es una clase de hospital o algo así?
La muchacha echó una breve risa. -No, no es para nada un hospital.
En ese momento un sujeto robusto de camisa a cuadros roja y una barba tupida entró a la habitación, detrás le seguía un hombre anciano de escasos cabellos color ceniza y de una arrugada piel morena oscura.
- ¡Oh veo que ya estas despierto! ¿Cómo te encuentras?
El joven al verlo sintió un vuelco en el estomago, intentó zafarse de las ataduras desesperadamente pero sin resultado alguno. - ¡Déjame ir! ¡Por favor, no diré nada lo juro!
El hombre robusto arqueó una ceja en una mueca de confusión. - ¿Qué cosa no dirás?
-No diré nada, lo juro.
- ¿De qué hablas? -preguntó la muchacha.
-No diré...-tragó saliva-, no diré que le cortaron la cabeza a ese sujeto poseído. Por favor, no me hagan nada.
Las tres personas cruzaron miradas confusas y el sujeto robusto contestó. -Amigo, eso de ahí fuera, ¿sabes lo que era?
No hubo respuesta alguna.
-Parece muy confundido, ¿De verdad no sabes qué son, niño? -preguntó el anciano.
-Era una persona -contestó el joven dubitativo.
-Sí, lo era -comenzó a decir la muchacha-, pero luego se infectó y se convirtió ¿sabías eso verdad?
- ¿Se infectó?
Nuevamente las miradas se cruzaron.
- ¿No sabes nada de lo que pasó ayer? -preguntó el sujeto robusto.
- ¿Ayer? -repitió el joven apartando la vista al suelo para recordar-. No, todo es muy confuso, solo recuerdo que hoy me levanté en un callejón con un fuerte dolor de cabeza y sangre por todos lados.
-Y te topaste con un zombi luego de despertar -agregó el hombre robusto.
El joven lo observó con incredulidad. -Lo siento, creo que escuche mal.
-No jovencito, has escuchado bien. Sé que puede sonar retorcido, pero para saciar todas tus dudas solo te bastará con mirar por esa ventana -dijo el anciano señalando el ventanal.
El joven sacudió sus extremidades observando de mala gana a todos.
- ¡Oh claro! Desátalo Lara -ordenó el hombre.
La muchacha obedeció rápidamente. -Espero que no salgas corriendo esta vez -dijo sonriendo.
El joven sintió sus piernas y sus brazos más livianos, ahora podía moverse, se levantó tranquilamente y se dirigió lentamente a la ventana. A simple vista estaba en un tercer piso de un pequeño edificio. -Entonces, ¿qué se supone que tengo que ver?
-Mira con atención a los...
Pero la muchacha fue interrumpida, el joven saltó la cama y empujó al sujeto de camisa a cuadros, intentó abrir la puerta para escapar pero el hombre se le adelantó embistiéndolo con un brazo junto al muro. La fuerza que aplicó fue más de la que esperaba y el joven tropezó cayendo al suelo.
- ¡Niño deja de jugar!
-Está asustado Roni, ¿lo culpas? -dijo el anciano acercándose al chico-. Joven, no tengas miedo. Puedo entender tu confusión pero empecemos de cero y verás que no somos las personas que crees, mi nombre es Mario. Este buen hombre a mi lado -señaló al hombre robusto y barbudo-, se llama Ronaldo. Y la bella jovencita se llama Lara -le tendió la mano-. No somos asesinos o maniáticos, somos personas como tú, lo que viste antes... tuvimos que hacerlo. A propósito, ¿cuál es tu nombre joven?
El chico miró con desconfianza la mano del anciano, luego intentó responder a su pregunta pero su memoria no lograba encontrar una respuesta clara, en lugar de eso a su cabeza llegaba un fuerte puntazo de dolor. Sintió un hueco en el estomago, se asustó.
-No lo sé -cambió la vista a Mario, atónito-. No recuerdo mi nombre...
Mario y Roni cruzaron miradas y Lara se aventuró a preguntar. - ¿Tienes amnesia?
-No lo sé, ¡mierda, no entiendo nada!
-Tranquilo muchacho -dijo Roni-. ¿Lara lo revisaste? ¿Encontraste alguna herida en su cabeza? Un golpe, lo que sea.
-Ahora que lo mencionas si, tuve que limpiar un poco de sangre que tenía en su cabeza. La herida estaba abierta pero sanará rápido.
-Entonces el ardor es debido a esa herida...-musitó el joven para sí mismo.
-Probablemente eso explique el porqué no recuerda nada de ayer, quizás lo olvidó -acotó Mario.
- ¿Y porqué olvidaría su nombre? -preguntó Lara.
-Lo reprimí -contestó el joven-. No sé porqué, pero todo tiene una razón de ser, no obstante los recuerdos de la amnesia pueden volver de varias formas, una es con tiempo y suerte, y otra es con tratamiento psicológico.
- ¿Hipnosis quizás?
El joven rió. - ¡Por favor! Eso es anticuado y se demostró con el tiempo que la hipnosis es pura fantasía, hay mejores métodos. Estoy seguro que con un buen tratamiento psicológico y como dije, tiempo y suerte, recordaré todo. Además mis padres podrían decirme mi nombre y ese tema quedará solucionado. Y por lo de ayer, no me interesa mucho recordarlo.
-Creo que te interesará cuando veas lo que en realidad pasa afuera -dijo Roni.
El joven se puso de pie. -Oh, sí los zombis ¿Verdad? -dijo con sarcasmo.
-Mira por la ventana, esta vez mira bien y lo entenderás -insistió Lara.
-Está bien, está bien -aceptó el joven de mala gana. Se acercó al ventanal y sus ojos se abrieron automáticamente de par en par por lo siguiente que vio.
Como hormigas en un hormiguero, una cantidad desbordadora de gente caminaba por las calles, otras corrían, otras se aglomeraban para comer en grupo a un cadáver. Gente de todo tipo, niños y niñas, ancianos, jóvenes y adultos, con sangre brotando de sus bocas y en todo el cuerpo, algunos sin sus extremidades y de un aspecto horripilante, como aquel poseído que había visto en el callejón. Su mente negaba los hechos buscando escusas para explicar lo que sucedía frente a él, pero no encontraba ninguna, sus ojos reflejaban una verdad inexplicable; estaba viendo zombis reales.
El joven dio un paso atrás del susto y la impresión, por más que supiese la respuesta su curiosidad le ganó. - ¿Qué es esto?
Roni se acercó al ventanal junto al joven y poso en su hombro su gigantesca mano-Es el fin de la humanidad chico-guardó silencio un momento bajando la mirada-. El apocalipsis ha comenzado.
*****
-El edificio es pequeño, tan solo cuenta con tres pisos y una terraza en donde vivíamos varias familias en cada departamento -explicaba Lara mientras bajaban por unas escaleras de mármol en espiral que conectaba a un salón comedor-. Esta es la sala principal, por esa puerta es donde escapaste ¿recuerdas?
El joven asintió avergonzado.
-En este lugar se alojan ahora quince personas. Intentamos resguardarnos de los monstruos de afuera, por suerte, Roni y mi padre tomaron un supermercado a una cuadra de aquí, pudieron traer mucha comida para varios meses. La situación ahora es muy mala en la ciudad, no tenemos idea si somos los únicos vivos aquí o hay más escondidos en algún lugar -comentaba Lara mientras ambos tomaban asiento en un gran sillón de aspecto rustico-. Esperamos tener un poco de suerte y aguantar hasta que todo esto se termine, Roni dice que las fuerzas policiales y militares acabarán con esta pandemia, espero que sea cierto, por el momento todos nosotros aquí estamos sobreviviendo como podemos.
El joven parecía desconectado de la conversación, escuchaba las palabras de la muchacha pero muy pocas las registraba. Su mente seguía con aquella imagen que había visto en el ventanal, los cabos sueltos se ataban, las personas con las que se había topado no eran poseídos, ni siquiera podría definírseles como humanos, ahora eran otra cosa, distintos, violentos, peligrosos; monstruos.
- ¡Hey! ¿Me estas escuchando?
El joven alzó su mirada volviendo a la realidad y se dirigió a la muchacha. -Tengo que hacer una llamada, debo saber si mis padres están bien.
La mirada de la joven no daba buenas vibras, una mirada de lastima y devoción se fundó en su rostro. -Lo siento, pero todas las líneas están deshabilitadas. Los celulares no funcionan, los teléfonos no funcionan, las televisiones no emiten canales, ni hablar de la conexión a internet. Todo está muerto.
- ¿Todo? ¿Cómo es eso posible?
-No tengo idea, pero suponemos que tiene algo que ver con el apagón de luz que hubo el día de ayer.
El joven bajó la mirada.
-No te preocupes -lo animó Lara-, seguramente están bien.
-No puedes saberlo, tengo que buscarlos.
-Entonces puedes irte cuando quieras, las puertas están abiertas -interrumpió un hombre adulto de aspecto frio y cara de pocos amigos, tenía unos ojos penetrantes y una cabellera dorada que le llegaba a los hombros, vestía una gabardina gris y en su cinturón llevaba un arma.
El muchacho se encogió de hombros ante la aparición repentina del sujeto que bajaba las escaleras seguido de Roni, Mario y otro grupo numeroso de personas, las escaleras eran lo bastante anchas como para que dos bajaran al mismo tiempo. En lo que dura un suspiro el salón se encontró repleto de personas que rodearon el sillón en un semicírculo. Quince personas, desde adultos hasta ancianos clavaban sus miradas en el muchacho, quien sintió una incómoda sensación de pesar en sus hombros.
-Papa no seas malo con él, apenas se recupera de un fuerte golpe en la cabeza -lo defendió Lara.
El hombre de la gabardina se desprendió del semicírculo para acercarse al muchacho, sin borrar la frialdad en su rostro. -Me llamo Elías -se presentó-. Escúchame bien chico, mi primo me explicó tu situación, y voy a serte claro desde un comienzo. La vida que conociste antes de despertarte hoy se ha acabado, puedes maldecir e insultar a Dios por la desgracia que estas pasando, la que estamos pasando todos, pero no te va a servir más que para gastar saliva, en este lugar tenemos que cooperar entre todos para sobrevivir del infierno que se encuentra tras esa maldita puerta -dijo señalando la salida-. Si tú quieres irte y buscar a tu familia estas en todo tu derecho, nadie te lo va a impedir, pero lastimosamente no vamos a poder dejarte ir de aquí sin que sepas defenderte de lo que hay fuera.
- ¿Qué quieres decir? -pregunto el muchacho.
-Mi primo me convenció de dejarte aquí, de que te instruyamos, que te alimentemos y que te cuidemos -explicó, caminando de un lado a otro mientras hablaba-. Pero eso no te va a salir gratis chico, me costó conseguir ese alimento, me costó encontrar un lugar seguro para esta gente, y me costó encontrar la defensa apropiada para brindarles esa seguridad -dijo señalando con su mano el arma en su cinturón-. Por lo que hemos hablado con el grupo entero y hemos decidido que te ayudaremos a ti, cuando primero tú nos ayudes a nosotros.
La única y breve sonrisa que brindó el sujeto de la gabardina en esa última frase no trasmitía buen augurio. El joven tragó saliva. - ¿Ayudarlos de que manera?
Roni dio un paso al frente, y fue quien habló esta vez. -Con cosas cotidianas, no tienes por qué preocuparte, podrías ayudar en la cocina o haciendo guardias hasta que te recuperes por completo de esa herida.
-No, eso es demasiado fácil. Si quiere pagar su deuda con nosotros por haberlo salvado dos veces, mínimamente deberá salir a buscar provisiones afuera -lo contradijo Elías autoritariamente.
-Eso no fue lo acordado.
-Eso también es parte de las tareas de este nuevo grupo. No podemos pretender durar mucho con la comida que apenas pudimos traer ayer. Necesitamos más, y también armas, y no puedes mandar a Mario por ellas, necesitamos sangre joven y lo sabes.
-Es arriesgado y no puedes obligarlo.
-Está bien -interrumpió el joven-. Voy a ayudarlos, en los quehaceres del lugar y también iré si necesitan buscar recursos, después de todo estoy en deuda con ustedes.
-El chico ah decidido, y es una acertada decisión -lo felicitó Elías.
-Pero con una condición -dijo con voz firme poniéndose de pie y mirando a ambos primos-. Me ayudaran a buscar a mis padres, no iré solo. Los traeremos aquí, y entre todos ayudaremos al grupo.
-Tú no puedes ponernos condiciones a...
-Es un trato chico, lo haremos -interrumpió Roni, luego se dirigió a Elías-. Es justo.
-Yo también creo que es justo, y ayudaré a encontrar a sus padres -agregó Lara.
Elías suspiró con un atisbo de rabia. -Está bien, si los encuentran pueden quedarse, y será lo mismo para ellos, ayudaran aquí y cooperaremos para sobrevivir ¿está claro?
-Sí, tenemos un trato Elías -dijo el joven, estrechándole la mano.
Elías retiró su mano fríamente, y se dirigió a una señora del semicírculo. -Avísame cuando se recupere, lo necesito para un trabajo -dijo y luego volvió a dirigirse al joven. - ¡Eh niño! Te llamaré Junior de ahora en adelante, no provoques desastres en el lugar de nuevo y no salgas corriendo como idiota y todo entre nosotros estará bien, al menos hasta que te recuperes, luego de eso hablaremos nuevamente.
- ¿Junior? ¿Es broma?
-Ve cuando puedas con la enfermera Junior, luego nos vemos -dijo Roni con una sonrisa burlona mientras se marchaba.
La gente del semicírculo saludó de uno en uno al nuevo integrante y se fueron marchando a sus respectivas actividades. Quedaron solo unos pocos en el salón, Lara y Junior se acomodaron en el sillón platicando de lo que había sucedido en la reunión. Compartieron un par de risas y anécdotas divertidas, Junior tuvo la oportunidad de conocer a otros integrantes de su misma edad quienes se unieron a la conversación, ese día paso muy rápido, la noche también.
*****
La sangre se acumulaba rápidamente en su garganta, escupía una y otra vez pero parecía no tener fin, su labio inferior estaba completamente destrozado, su ojo izquierdo había cambiado a una tonalidad violácea, y sentía un gran hinchazón en su mejilla provocada por una paliza otorgada sin compasión alguna. Se le dificultaba respirar con normalidad, sentía ganas de gritar y de pedir auxilio, pero apenas podía pronunciar unos quejidos de dolor con una bolsa de trapo puesta en la cabeza.
Otro golpe más y otro diente flojo. Desde que había llegado a esa prisión y había sido apartado del resto, no había tenido tiempo si quiera de contar su historia, simplemente había sido recibido con golpes. Lagrimas ahora salían de sus ojos, inagotables. La bolsa de su cabeza fue removida bruscamente, podía ver ahora la cara del agresor que lo torturaba hacia más de veinte minutos, frotándose las manos a causa del dolor de los golpes. Unos ojos oscuros y malignos lo atravesaban con indiferencia desde el otro extremo de la celda.
-Felicidades Juan, terminó el comité de bienvenida, ahora vas a comenzar a hablar y más te vale decirme solo la verdad. Si llegas a mentirme lo sabré, si llegas a omitir algo lo sabré, y si llegas a aburrirme -guardó silencio y quitó de su funda un cuchillo de cacería-, ya no voy a manchar más mis puños.
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