6. Acuerdo de paz. (VII)

Nota: Capitulo dedicado a todos mis seguidores, ya son más de MIL personas que me leen. Es un gran honor para mi escribir para lectores tan geniales, los hice esperar mucho, lo sé. Esto es por ustedes... SE LO MERECEN.

¡Feliz Lectura!

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¡Paff! Un destello resonó y el sonido de una bala impactó en la cabeza de la bestia, la misma rebotó y termino su trayecto en algún lugar del suelo. Provocando consiguientemente que el demonio virara a ciento ochenta grados, olvidándose por completo de lo que buscaba con anterioridad. Otro balazo más, esta vez en el torso, el zombi gruñó y comenzó a avanzar aceleradamente hacia el lugar de donde provenían los disparos. Franco desconcertado, observó quien podría estar tan loco de atraer a esa bestia. Y por alguna razón, la respuesta al ver a Zeta de pie sobre la caja trasera de una camioneta en la senda de en frente no lo sorprendió del todo.

- ¡Vamos cabezón! ¡Ven por mí! -gritó Zeta disparando nuevamente al zombi para atraer su atención y así alejarlo de Rex, Sam y ¿por qué no? también de Franco.

El fortachón calvo de la nación oscura sonrió, alzó su arma decidido y apuntó directamente a Zeta. -Ese estúpido es mío.

- ¡Espera imbécil! -interrumpió Calavera, desviando el cañón del arma hacia un lado, pero sin poder evitar el disparo que impactó en un muro detrás de Zeta. Eso fue suficiente para que Anna reaccionara rápidamente y devolviera los disparos obligándolos a ponerse a cubierto.

- ¿Por qué hiciste eso? Podría haberle dado. Pensé que querías que los matáramos a todos -protestó el calvo cubriéndose detrás del jeep.

Calavera observó detenidamente a Zeta, y luego lo señalo con el dedo. -Yo soy el tuerto, pero tú estás ciego amigo. Mira con atención su brazo izquierdo, ¿Vez algo interesante?

El sujeto calvo observó con atención durante unos segundos. Nuevamente, una bala de Anna lo forzó a ponerse a cubierto. -Si jefe, lo veo. ¡Está sangrando! Esta débil, lo que quiere decir que dejemos que el monstruo se lo devore ¿verdad?

- ¿Eres idiota? ¡Mira bien!

El sujeto volvió a mirar. Volvió a cubierto. -No entiendo jefe.

Calavera suspiró enfadado. -La cicatriz, la marca que tiene en el brazo. ¿Recuerdas la marca, verdad? ¿Recuerdas que buscamos a una persona con esa marca en el brazo?

El calvo volvió a mirar y abrió los ojos como esferas- ¡Es el sujeto! ¡Es ese hijo de puta!

- ¡Exacto! Y déjame decirte más -habló fríamente-. Si él muere, yo mismo te mataré -luego observó a sus otros dos hombres-. Los mataré a todos ustedes. Así que cuiden el culo de ese niño, luego el mío, y luego el de ustedes ¿quedo claro?

-Si señor -respondieron todos agachando las miradas.

En ese momento, una serie de disparos se escucharon desde el lado de Rex y Franco, donde se encontraban batiéndose con un grupo numeroso de zombies que se acercaban a su dirección desde las esquinas. Calavera observó hacia su retaguardia, las esquinas de su lado también se encontraban inundadas poco a poco por otra horda que se multiplicaba por cada segundo. Ambos grupos comenzaron a defenderse desde su posición para calmar la muchedumbre de muertos asesinos.

Zeta por su lado seguía intentando atraer al zombi sin brazos. - ¡Vamos! -dijo, disparando nuevamente.

El zombi soltó un bramido aturdidor y se agazapó en un segundo, para luego realizar un veloz salto que hubiese alcanzado a Zeta de no ser porque Matías se anticipó y lo apartó del camino de un empujón. Zeta cayó en una esquina de la caja de la camioneta, el zombi se incorporó velozmente y saltó hacia Matías abrazándolo de las caderas con ambos pies. -Mierda, no, no, ¡NO! -el gritó de Matías fue apagado con un gran mordisco de la bestia, quien abrió su mandíbula y arrancó poco más de la mitad de la cabeza de Matías de una sola pasada. Noelia quedó petrificada por tal brutal acto de carnicería, pero eso no le evitó proporcionar un gran grito de terror. Una gran cantidad de sangre manaba hacia múltiples direcciones. No se sabía con seguridad si la sangre provenía de la herida de Matías o si era el zombi quien la salpicaba al masticar. O de ambas. Anna rápidamente indicó con unas señas a Noelia que siguiera disparando a la manada de zombis que se aglomeraban cada vez más cerca de su posición. Noelia obdedeció.

Zeta, quien seguía tirado, se incorporó rápidamente. Escuchaba el crujir de los huesos del cráneo de Matías mientras el demonio masticaba tranquilamente de espaldas al muchacho. Una fuerte angustia punzó su estomago como una daga. «Ese... podría haber sido yo-pensó-. Si él no hubiera querido salvarme, él no... todo fue muy rápido, ni siquiera me conocía bien y me salvo, ¿para qué? ¿Para morir sin más? ¡Mierda! Para de masticar... No, no, yo debería haber actuado, debería haberlo ayudado, no hice nada, simplemente... ¡Dios, para ya de masticar!». El zombi prosiguió a dar un segundo bocado a lo que quedaba de la cabeza de Matías dejándolo completamente decapitado. Zeta desenvainó su machete, lo tomó fuertemente con ambas manos. « ¿Te gustan las cabezas hijo de perra?». Otro hueso se escuchó quebrarse entre los dientes de la bestia.

-¡¡Para de masticarte a Matías!! -gritó Zeta enervado por la furia que recorría su cuerpo, llevó el machete hacia un lado de su hombro-. ¡Hijo de...! -dijo, interrumpiéndose para trazar un arco vertical con todas sus fuerzas con el machete, el cual impactó en el cuello de la bestia atravesándolo por completo, su cabeza salió disparada fuera de la camioneta y rodó perezosamente en el asfalto dejando una gruesa huella de sangre en su camino.

Zeta inhaló aire por su nariz y lo exhaló en un fuerte suspiro, no comprendía bien como había podido cortar la cabeza de un monstruo que sobrevivió a un lanza-misiles y a centenares de disparos, pero no era el momento ni el lugar para pensar en ello ahora. Sin perder tiempo se unió al combate contra la horda incontenible de zombis que se acercaban por las calles.

-No te merecías esto -musitó Noelia, mientras se acercaba a revisar el cadáver de Matías intentando no mirarlo de frente para contener las fuertes nauseas que le causaba ver a su compañero en ese estado. Revisó en sus bolsillos y encontró unos papeles enrollados que guardó con ella.

Rex, quien se encontraba defendiendo su posición cerca del camión junto con Sam y Franco, recordó la granada que Franco había sacado de su bolsillo anteriormente y una idea se iluminó en su mente. -Hey Franco, utiliza tu granada para abrir un hueco entre la horda y así podremos escapar.

- ¡Es una gran idea!-lo secundó Samantha-. No creo que aguantemos mucho tiempo más así.

Franco no apartó en ningún momento la vista de la horda mientras seguía disparando. -Lo dudo mucho. Si hago eso, entonces Calavera y los de la nación oscura nos escucharan y no permitirán que nos vayamos con vida. Pero...-el joven tomó su granada y observó a cubierto hacia el grupo de Calavera-. Puedo hacer algo más -se dirigió a Rex-. ¿Te llamabas Renzo verdad? Voy a necesitar que me cubras, ¿puedes hacerlo?

- ¿Qué harás?

- ¿Puedes o no? No tenemos mucho tiempo.

-Está bien, ¿Qué quieres que haga?

Franco señaló el jeep. -Dispara hacia allá, así desviaremos su atención.

- ¿De los zombies?

-No. De mi granada. Voy a matarlos, tomaremos su jeep, sus armas y nos escaparemos. La razón por la que ellos aun no lo hicieron es porque Anna los mantiene a raya, y además se encarga de reducir a los zombis, todo a la vez.

-Sí, lo veo. Es impresionante su manejo de las armas.

-Según me contó, tuvo un mentor muy bueno cuando comenzó todo esto-explicó Sam.

-Tuvo mucha suerte, yo tuve que aprender por las malas.

-Bueno, no perdamos tiempo. Dispara a mi señal, intentaré arrojar la granada lo más cerca posible del jeep. Tu Sam, intenta que ningún zombi llegue muy cerca ¿entendido? -ordenó Franco.

-Bien -obedeció Rex, y comenzó a girar su arma una y otra vez hasta completar las cuatro vueltas. Franco y Samantha lo observaron extrañados -Larga historia.

Rex procedió a disparar hacia el grupo de Calavera, mientras que Franco por su parte salió al descubierto, quitó el seguro de la granada y de un audaz movimiento la arrojó fuertemente haciéndola rodar por el suelo hasta chocar una de las ruedas del jeep, y desvió un su rumbo unos centímetros hacia atrás, pero a una buena distancia la cual podría infligir gran daño. Pero para su desgracia, el sujeto calvo de la nación oscura presenció el suceso y no perdió tiempo en actuar. Rápidamente corrió hacia la granada con intenciones de arrojarla nuevamente hacia Franco, pero Anna fue más rápida. Un disparo directo en el pie hizo caer al tipo de la nación oscura al asfalto, justo encima de la granada.
- ¡Oh! hija de una gran...
Se produjo una explosión ahogada, seguida de una lluvia de sangre y restos desmembrados del sujeto calvo que se esparcieron por toda la calle.

- ¡Mierda, mierda, mierda! -Gritó Juan-. Ahora solo quedamos tres, y ellos tienen granadas.

- ¡Esto se nos está escapando de las manos Calavera! -dijo Mario nervioso-. ¿Qué vamos a hacer?

- ¡Los zombis se acercan cada vez más!

- ¡Jefe, responda!

Calavera no parecía con ánimos de contestar, una gran vena se notaba en su frente causada por la furia que sentía en ese momento. Sus hombres caían uno a uno, los monstruos llegaban de a miles y las municiones tanto como las opciones se estaban acabando. Para rematar su racha de mala suerte, todavía no había encontrado la nación escarlata, y sabía que su jefe lo arrojaría a los perros zombis si no volvía al menos con el chico, ese era su pasaporte de vida. Tenía que traer al chico de la zeta en el brazo. Cueste lo que cueste.

Agotado de recursos, Calavera se resignó a preguntar a sus hombres. - ¿Alguno tiene una maldita idea que nos saque de este infierno?

No hubo una respuesta inmediata, solo estallidos de disparos se escuchaban mientras quebrantaban los cráneos de los infectados. Pasó un tiempo hasta que alguien decidió hablar. - Bueno, puede... que yo tenga una idea -acotó Juan dubitativo.

-Ni siquiera voy a esperar que sea buena viniendo de ti, pero veamos que tienes para decir.

Juan tragó saliva y habló. Al terminar de explicar a sus compañeros su plan, Calavera no pudo evitar tentarse, una risa llena de confianza manaba de su garganta y una mirada empapada de maldad se formó en su rostro. -Juan, Juan, Juan... ¡Amigo, eres un jodido genio!

Calavera procedió a levantarse y ponerse a descubierto, alzó su brazo haciendo una señal de paz con su mano, se dirigió a Zeta y gritó. -¡¡Proclamo un acuerdo de paz!!

Zeta lo observó desconfiado y sorprendido, sabía lo que significaba proclamar un acuerdo de paz, ya lo había escuchado anteriormente con otros grupos, pero no estaba seguro si confiar en ese sujeto era buena idea. «Trama algo, eso es seguro-pensó-. Pero por cómo van las cosas, ningún grupo va a poder aguantar un minuto más. Nos tienen acorralados, tenemos que salir todos juntos... o no saldrá nadie».

En ese momento, un zombi tijeras salió de la puerta de un edificio y se dirigió peligrosamente hacia Zeta, pero fue interceptado por tres disparos consecutivos de Calavera. - ¡Tienes mi palabra de honor chico! ¿Aceptas el acuerdo o moriremos todos aquí?

Zeta bajó de la caja de la camioneta de un salto y se dirigió en medio de la calle. -Está bien, acepto. Todos aceptamos el acuerdo.

- ¡¿Qué mierda estás haciendo?! -preguntó Franco irritado desde detrás del camión.

-Un acuerdo de paz se realiza cuando dos bandos desconocidos están acorralados, y para poder salir todos con vida acuerdan una unión momentánea hasta poder estar a salvo. Eso implica hasta el último zombi que se encuentre en pie. El acuerdo termina cuando todos los zombis mueren y solo quedan humanos -explicó Zeta, mientras hacía señas a Anna y a Noelia para acercarse-. El acuerdo ya fue aceptado, ellos no nos dispararan hasta que hayamos eliminado a todos los zombis del lugar. Y nosotros tampoco lo haremos.

- ¿Y tú eres tan idiota para creerle? Te matará apenas te descuides imbécil.

-Míralo de esta forma, ellos están en una situación peor que la nuestra, tienen menos hombres y si uno de ellos disparan está asegurado que el resto de nosotros los liquidarán y ninguno de ellos sobrevivirían. Ellos ya tomaron en cuenta eso, esa es la razón de que hayan pedido el acuerdo. Están en desventaja.

-Si tú quieres morir, hazlo. No pienso aliarme con esos sujetos -se opuso Franco.

-Entiendo tu punto de vista Fran, pero ya no podemos hacer nada aquí, son demasiados -dijo Sam, mientras se alejaba del camión para acercarse a Zeta-. No podemos hacerlo solos, nos terminarían matando de todas formas.

- ¿Sam, confías en él?

-Creo que ya no se trata de confianza, viejo -respondió Rex mientras se acercaba a Zeta; Anna y Noelia por su lado hacían lo mismo. -Se trata de sobrevivir.

-Exacto -lo secundó Zeta-. Se trata de supervivencia, y la supervivencia se elige. Puedes elegir morir desconfiando, o puedes elegir tener esperanza y sobrevivir. Entonces... ¿Qué harás?

Franco apretó los dientes, rabioso, disparó una ráfaga de balas a un grupo de zombies cercanos para desahogarse y finalmente decidió acercarse a Zeta. -Espero que sepas lo que haces. Nos estas poniendo a todos en peligro.

-Sé lo que hago -dijo Zeta seriamente y se acercó a Calavera, ambos quedaron uno frente al otro.

Calavera sonrió. - ¿Quién imaginaba que nos volveríamos a ver de nuevo, verdad?

-Siento lo de tu ojo, ¿sin remordimientos?

-Ya te devolveré el favor -respondió con un atisbo de ira-. Pero no será hoy -extendió su mano.

Zeta estrechó la mano de Calavera sellando el acuerdo mientras se miraban fijamente sin siquiera parpadear. -Nos protegeremos hasta que el último zombi caiga.

-Conozco el acuerdo chico, ¡ahora deja de perder tiempo y dispara! -dijo y alzó su arma y derribó a un zombie parca que había saltado para sorprender a Noelia por detrás.

Zeta rápidamente se acopló a la guerra contra los monstruos, al mismo tiempo que todos formaban un circulo para abarcar el mayor territorio posible. Los zombis se acercaban desde las esquinas, surgían de los edificios, algunos saltaban de las ventanas para caer y terminar siendo un charco de sangre en el asfalto. Estando en grupo la situación podía controlarse mejor, pero parecía que por cada monstruo que caía, dos más aparecían para intentar acercarse a ellos.

- ¡Mierda, están por todas partes! -se quejó Rex.

-Yo no tengo más balas -informó Noelia con voz temblorosa del miedo.

-Jefe, mis municiones se están por acabar -advirtió Mario.

-Franco -susurró Sam-. Yo tampoco tengo balas.

-A la mierda con estos hijos de puta -dijo Calavera furioso-. ¿Tienen armas blancas? ¡Úsenlas!

Zeta gatilló en falso su arma un par de veces. -Bien, si vamos a morir que sea luchando hasta el final -dijo y desenvainó su machete mientras corría hacia un zombi y se lo ensartaba en la cabeza, luego de una patada lo apartó y siguió con otro a su lado.

Rex hizo lo mismo con su navaja, mientras que Samantha arrojaba sus chuchillos de lanzamiento a los monstruos que se acercaban a sus compañeros. Todos los hombres comenzaron una lucha encarnizada cuerpo a cuerpo contra cada zombie que se acercaba, cortando y algunos utilizando sus armas para golpearlos. La horda poco a poco fue reduciendo el espacio del grupo, rodeándolos cada vez más. Noelia se rindió a la situación y se dejó caer de rodillas en medio de todo el desastre, Anna y Sam la rodearon intentando protegerla.

-Vamos, no puedes dejarnos ahora Noelia.

Noelia dejó caer unas lágrimas de sus cristalizados ojos. -Ya no podemos hacer nada, Sam. Es inútil.

Rex cruzó miradas de preocupación con Zeta, ambos retrocedieron hasta que el grupo se vio reducido de espacio como para movilizarse más. La espalda de Zeta chocó contra la de Calavera. Todos se vieron acorralados ante centenares de muertos que se acercaban peligrosamente. La muerte los rodeaba, los acariciaba, los esperaba. Nadie emitió palabra alguna, los únicos sonidos que se escuchaban en el ambiente eran los gruñidos y bramidos guturales de las bestias que los amenazaban. « ¿Este es el fin? -pensó Zeta».

- ¿Eh? ¿Escuchan eso? -preguntó Rex alzando la vista.

Zeta lo observó sin ánimos - ¿Qué cosa? Son solo estos monstruos.

-No, espera -comentó Sam-. Yo también lo escucho.

Zeta afinó su oído y detectó un leve sonido que incrementaba su volumen rápidamente. -Es el sonido de... ¿un motor?

-No -refutó Rex dibujando una sonrisa en su rostro-. Son más de uno, y se acercan hacia aquí.

En ese momento el ambiente se inundó de destellos de disparos, alguno de los zombis que los acorralaban escucharon el estrepitó y se giraron. Dos enormes camionetas cuatro por cuatro, todo terreno se abrieron paso entre la horda embistiendo a los monstruos, lanzándolos por los aires como si de pinos de bowling se tratase. En la caja de ambas camionetas se encontraban dos hombres con ametralladoras automáticas acopladas para una ofensiva imbatible. Arremetían sin piedad contra todos los zombis cercanos, una ráfaga era suficiente como para tumbar una gran cantidad de las bestias, mientras la camioneta recorría en círculos el perímetro, proporcionando una defensa impenetrable al grupo.

Al cabo de unos minutos de tiroteos incesantes y algunas granadas arrojadas por los mismos quienes disparaban las ametralladoras, la calle se despejó dejando un mar de cadáveres revistiendo todo el asfalto. Ambas camionetas se frenaron y las ametralladoras viraron su dirección a Calavera y su grupo que se vieron obligados a separarse del grupo de Zeta retrocediendo. De una de las camionetas bajó un hombre alto, perfectamente peinado y sin ningún tipo de mancha en su impecable traje color beige. Se acercó hasta el grupo de Calavera a paso seguro y se detuvo frente a los tres integrantes de la nación oscura. Ladeó su cabeza hacia un lado observando a Noelia de reojo.

- ¿Están todos bien? ¿Te han mordido, Noelia?

-No, no es una mordida -respondió la muchacha tartamudeando-. Es solo una herida, señor presidente.

-Entiendo. ¿Y Matías? No lo veo por aquí -se dirigió a Calavera-. ¿Ustedes lo mataron?

-En realidad...-comenzó a decir Zeta bajando la mirada-. El murió para salvarme, es mi culpa que esté muerto.

-No -intervino Noelia-. Yo lo vi todo a la perfección, él no tiene la culpa, nos salvo a todos de un nuevo tipo de zombi muy fuerte, Matías no tuvo tanta suerte.

-Ya veo -expresó Máximo, sin dejar de mirar a Calavera a los ojos-. Y ustedes tres, ¿Cuáles son sus asuntos en mi ciudad?

- ¡Ellos querían matarnos! -dijo Sam dando un paso al frente.

-Ya lo sé, ¿son de la nación oscura verdad? Se nota en su aspecto.

- ¿Qué haremos con ellos? -preguntó Franco-. Si me permite la opinión, yo digo que los matemos a los tres ahora mismo.

Mario dio un paso atrás, para luego observar como un cañón de ametralladora lo apuntaba directamente desde su espalda, volvió cerca de Calavera.

-No, no los mataremos. Sería una estupidez, volverían más a la ciudad cuando se den cuenta que sus hombres no volvieron -explicó Max seriamente-. El ciclo sería interminable. Lo que haremos será mandarles un mensaje. Tú, el pirata mohicano. ¿Eres el líder del grupo? Quiero que vayas de donde viniste y le digas a tu jefe que no vuelvan a mi territorio si no quieren declarar una guerra entre naciones. ¿Ves esas dos camionetas de ahí? Tenemos muchas más que esas, y recolectamos las armas de toda la ciudad. Nuestro ejército es tan grande que tuvimos que crear otra sede de la nación escarlata. No es buena idea que nos tienten, no van a salir en una pieza se los aseguro, si quieren guerra, nosotros se las daremos hasta el final. ¿Eh sido claro al respecto?

Calavera sonrió arqueando las cejas. - ¿Guerra? Por favor amigo, estamos del mismo lado. Es decir, somos seres vivos...

Un disparo al suelo interrumpió a Calavera. -No quieras tomarme el pelo, no me hagas perder el tiempo con tu falso discurso.

Calavera lo fulminó con la mirada. - ¡Esta bien! ¿Esos son tus términos? Los cumpliré.

- ¿Qué? Calavera, si volvemos con las manos vacías el jefe nos...

- ¡No interrumpas imbécil!, nos están dando la oportunidad de vivir, hay que ser agradecidos- sonrió a Max.

-Nos llevaremos uno de tus hombres también, no quiero correr riesgos, si vuelven lo mataré.

-Eso no habíamos negociado.

- ¡Tú no estás negociando nada! Estas cumpliendo lo que te digo, ¿se entiende la diferencia?

Calavera apretó los dientes de furia. -Está bien, llévate a quien quieras.

Juan y Mario miraron preocupados a Calavera. -Pero jefe...

Franco se acercó a Max y susurró en el odio solo para que él lo escuchara. -Toma al más flaco de todos, conoce a uno de los nuestros, podemos utilizarlo para sonsacarle información de la nación oscura.

Max sonrió y se dirigió nuevamente a Calavera. -Bien, entonces tú el de la izquierda. Manos en la espalda, y tú el mohicano, espósalo.

Uno de los sujetos que apuntaban con la ametralladora arrojó cerca de Calavera unas esposas, que utilizó para maniatar a Juan. -Jefe, ¿Está seguro de esto?

- ¡Quédate quieto y obedece! No actúes como una marica.

-Bien, ¡nos vamos todos! Rápido, antes de que caiga la noche.

Franco tomó a Juan y lo arrastró hacia la caja de la camioneta. Anna y Noelia subieron al asiento delantero del acompañante. Rex, Zeta y Sam tomaron las armas de Calavera y su grupo y subieron al otro vehiculo libre, y el presidente subió por ultimo al asiento del conductor.

-Que tengas un buen viaje de regreso -dijo Max, y quemó llantas saliendo a toda velocidad del lugar, la otra camioneta los siguió y en poco tiempo se perdieron de la vista de Calavera.

- ¡Oh mierda! Esta misión fue todo un fracaso, ¿qué le diremos a Alexander? Nos asesinará él mismo.

Calavera se dirigió a su jeep y encendió la radio, la cual conectó con un GPS que sacó de un compartimiento del vehículo. -Bien, está emitiendo señal. Juan, ¿me escuchas?

- ¡Hmm! ¡Hmmmmmmm! -se escuchó del otro lado de la radio-. ¡Hey guarda silencio!

Calavera enseño los dientes en una gran y maléfica sonrisa. -Estos estúpidos no lo registraron todavía. Perfecto.

- ¿Qué es eso? -preguntó Mario confuso.

-Juan es un maldito genio, ¿recuerdas su plan? -preguntó, mientras interactuaba con el GPS- Debíamos promulgar el acuerdo de paz, hacer suficiente tiempo y mucho ruido, si la nación escarlata llegaba significaba que escucharon las explosiones y que indudablemente vendrían al rescate de esos mocosos.

-Es verdad, eso significa que la nación escarlata está cerca.

-Sí, pero de todas formas las explosiones se escuchan a gran distancia, seguiría siendo difícil encontrar el lugar exacto. Por lo que la tarea de Juan era infiltrarse a la nación, y podía hacerlo ya que él conocía a uno de esos molestos niños. Podía convencerlos de abandonar esta nación para aliarse con ellos y así pasarnos información desde dentro del lugar.

-Ya llegamos, ¡Abran las puertas! -se escuchó en la radio.

-Perfecto, ya están ahí -volvió a interactuar con el GPS, este comenzó a emitir una serie de pitidos intermitentes y un punto rojo se iluminó en el mapa de la ciudad. Calavera escupió una carcajada - ¡Perfecto! Todo salió como ese cabeza hueca lo planeó. Con la ligera diferencia que no necesitó convencer a la nación escarlata de unírseles, simplemente lo secuestraron. Nos allanaron el terreno, y sepultaron su propia tumba -volvió a reír a carcajadas.

Mario observó el GPS. - ¿Ellos están ahí? ¿Cómo lo has hecho?

-Juan lleva una mini radio en uno de sus bolsillos, yo se la di al momento que me contó el plan ¿Dónde demonios estaba tu cabeza en ese momento?

-Estaba defendiéndonos de los monstruos -se excusó Mario.

Calavera suspiró. -Da igual, ahora mismo sabemos dónde queda esa estúpida nación -sonrió y miró a Mario con unos ojos lleno de ira, maldad y sed de sangre-. La próxima vez, la historia será distinta... y ese estúpido presidente va a arder por su insolencia.

*****

-Procedan rápido, el sol ya bajó. No podemos tener las puertas abiertas mucho tiempo -ordenó el presidente.

La última de las dos camionetas ingresó y los centinelas comenzaron a sellar las trabas y los candados de la puerta principal. Al acabar la labor todos bajaron de los vehículos. Samantha alzó sus brazos estirándose hacia atrás. Volvía a respirar con tranquilidad una vez más. Franco se volvió a acercar al presidente para susurrarle algo al oído. Dos centinelas comenzaron a revisar a Juan, y uno de ellos arrojó una pequeña radio hacia el suelo y la pisó.

-Señor, encontramos eso en el pantalón del detenido.

- ¿Qué es? -preguntó Max.

-Parece algún tipo de radio receptor. Seguramente lo utilizaban para comunicarse entre ellos.

-Pero el detenido vino con la boca tapada ¿cierto? ¿No hubo forma de que escucharan donde nos encontramos?

-Yo estuve con él todo el tiempo presidente, en ningún momento dije la ubicación de la nación. Es imposible que lo puedan adivinar.

-Bien hecho. Entonces llévenlo a las celdas de arriba, y que los niños no los vean. No queremos que duerman con miedo.

-A la orden señor, yo me encargo -dijo el centinela y se marchó con Juan.

Zeta fue el último en bajar del vehículo, se encontró con Rex y ambos cruzaron miradas de satisfacción al volver a escapar de la muerte una vez más.

-Oye, ¿sabes?-dijo Zeta-. Después de una situación así, uno se pone a pensar...-un fuerte golpe en la nuca lo interrumpió haciéndolo caer de rodillas al suelo-. Mierda ¿Pero qué...? -otro golpe más y cayó.

Todo se volvió penumbras.

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