6. Acuerdo de paz. (III)
-Perfecto -dijo Max, mientras ordenaba mediante una seña a los centinelas para proceder a abrir el portón y comenzar la misión.
El camino al edificio estuvo tranquilo y bastante callado, la caminata fue apresurada pero a Zeta le pareció una eternidad. Su cabeza estaba desconectada de su cuerpo, actuaba por mero impulso, no hablaba con nadie, hasta que Rex se le acercó para susurrarle algo.
- ¿Qué te pasa? Estas bastante raro.
-No pasa nada. Estoy bien, gracias.
-Vamos idiota, no eres bueno mintiendo. ¿Qué te pasa?
Zeta lo sentenció con la mirada, y le respondió al oído para que nadie escuchara. -Soy un imbécil, me declaré de una forma realmente estúpida ante Sam y ella me rechazó.
- ¡¿Qué!?-gritó Rex a lo que todo el mundo se giró para verlo.
- ¿Podrías hacer más ruido? Asi algún bicho viene y nos devora más rápido -dijo Franco sarcásticamente.
-No le prestes atención -dijo Rex, notando la mirada de odio que Zeta le propendía a Franco.
-Ese imbécil -balbuceó el joven-. Sam dijo que son novios, ¿Le crees?
- ¿¡Que!? -grito Rex nuevamente.
Franco se giró y les asestó una mirada llena de rabia a ambos. -Sigan y yo seré quien me los coma.
-Déjalos Franco -dijo Sam, tomándolo del brazo para que retome la marcha.
Zeta y Rex acordaron seguir la conversación en otro momento, puesto que no era el mejor lugar para debatir sobre problemas amorosos.
-Es aquí-dijo Sam con una voz apagada y gélida-. Aquí murió Fernanda.
Anna intentó contener a Sam con unas palmadas en su espalda, mientras Franco la abrazaba para reconfortarla. Zeta y Rex no tenían nada que hacer ahí, les invadía una sensación de soledad aún más que cuando estaban juntos en la carretera. No conocían a nadie, y por consecuencia nadie era importante para ellos. Rex había acostumbrado sus emociones con el pasar de los tiempos, ya no lloraba por la muerte de una persona, se había vuelto más frio en ese aspecto. Recordó cuando su perro murió accidentado y lloró una semana; pero luego de la muerte de su hermana y la de sus padres, el resto de las personas le importaba muy poco.
« ¿Tanto he cambiado? ¿Qué ya no siento nada más que indiferencia ante una muerte?- pensó Rex-. Que mierda. »
Sam se recompuso por completo al llegar al edificio, secó sus lágrimas y adoptó una actitud decidida. Guió a todos por el espejado vestíbulo forrado de cadáveres, y perfiló a subir las escaleras pero Zeta la detuvo.
- ¿Este ascensor no funciona?-preguntó el joven.
-No lo sé, no lo he probado. Si restableciéramos las luces aquí seguramente funcionaria -dedujo Sam.
-Es increíble como todavía pueden mantener la ciudad entera con luz-añadió Rex.
-La nación escarlata maneja el centro energético, ofreciendo energía eléctrica a la ciudad -comentó Franco-. Un grupo está asentado ahí, manejando todo; la particionan según creen mejor la situación, brindando energía a ciertos puntos de la ciudad. Es por eso que tenemos energía, ellos nos las brindan.
-De todas formas iremos por las escaleras, solo son dos pisos -ordenó Sam.
Todo el mundo subió siguiendo los pasos de Samantha, quien los guió cautelosamente por las escaleras intentando evitar un infortunado encuentro con algún muerto caminante. Sam notó que el camino estaba más despejado que la última vez que visitó el lugar. Los zombies escaseaban y solo se observaban unos pocos pares deambulando en los largos pasillos de cada piso. Al llegar a la segunda planta, la muchacha imaginó encontrarse con la gran horda que la persiguió la última vez y que había dejado atrás para buscar ayuda; pero se encontró con un segundo piso inusualmente vacio. Tanto que tuvo que obligarse a hacer memoria de si era el piso correcto. Lo único que llamaba su atención era una gran cantidad de cadáveres esparcido a lo largo del pasillo con la peculiaridad de que ninguno de ellos tenía cabeza.
- ¿Pero qué mierda paso aquí?- preguntó Franco examinando los cadáveres-. Ni uno solo tiene cabeza.
-Parece ser que los decapitaron cortándoles la cabeza-añadió Sam.
-Lo dudo -dijo Zeta seriamente, observando en un paneo global la extensión del gran pasillo.
- ¿Por qué?-preguntó Samantha alzando su voz, y con cara de pocos amigos.
Zeta, ignorando el tono desafiante de la muchacha, señalo al suelo con una mano abierta. - ¿Acaso ves alguna cabeza dando vueltas por aquí? Que no sea la tuya por supuesto.
Sam torció el labio y frunció el seño ante el comentario, pero luego observó con atención el suelo, los cadáveres y los espacios entre ellos. En ningún lugar se encontraban las cabezas de sus respectivos cuerpos. Una sensación de incertidumbre y miedo comenzó a aflorar en ella.
- ¿Qué crees que esté pasando? -preguntó Sam a Franco.
-A menos que Matías haya decidido convertirse en un coleccionista de cabezas de zombies y los use de collar, no tengo ni la menor idea -respondió el muchacho.
- ¡Dios santo! Matías y Noelia. ¡Por poco lo olvido! -dijo la muchacha, mientras corría a abrir la puerta en donde sus amigos la esperaban-. Mierda, está bloqueada. ¡Matías! ¿Estás ahí?
Por un breve momento, el silencio reino en el lugar, pero fue inmediatamente interrumpido por un sonoro rechinido de un mueble de aspecto pesado siendo arrastrado. Acto seguido, la puerta se abrió lentamente por la cual un rostro familiar se asomó tímidamente por el espacio entre la puerta y la pared.
- ¡Sam! Llegaste- dijo Matías con una sonrisa de oreja a oreja, mientras abría completamente la puerta.
Todos cruzaron a la habitación y Anna sacó de una mochila que llevaba al hombro un botiquín de primeros auxilios, con los que comenzó a tratar la herida de Noelia; quien se podía observar una mortecina sombra bajo sus ojos, que daba un aspecto de agotamiento y cansancio.
- ¿Cómo se encuentra?-preguntó preocupada Samantha, a lo que Anna le contestó levantándole el dedo pulgar.
- ¿Qué pasó, porque tardaron tanto?- preguntó Matías.
-Tuvimos un inconveniente de último minuto, la nación entera tuvo que luchar contra una gran cantidad de zombies. Disculpen por la demora- respondió Sam apenada.
-No te preocupes, me alegra que estés bien. Por cierto-se acercó al oído de Sam y susurró- ¿Quiénes son ellos?
-Es verdad, no los conoces. Ellos son Zeta y Rex, son nuevos.
-Un gusto entonces. Soy Matías.
-El gusto es mío Matías. Espero que podamos llevarnos bien y salir con vida de aquí -saludó Rex amablemente.
- ¿Sabes? Me eh dado cuenta de algo -comenzó a decir Zeta-. Conmigo nunca fuiste tan educado, es más, eras molesto y...
Zeta no pudo terminar la frase, ya que se escuchó el sonido de un zumbido fuerte proveniente del piso de abajo y las luces se apagaron completamente dejando la habitación en penumbras, con solo la iluminación de la luz exterior que translucía las ventanas.
- ¿Qué carajo? ¿Quién apagó las luces?-se quejó Matías.
-Habrá fallado algún fusible. -acotó Rex.
-Imposible, yo los revise y no tenían mal estado, la única forma de apagarlos es manualmente.
-Entonces cállate la boca de una vez, porque eso significa una sola cosa- dijo Franco seriamente, con voz baja y aferrándose a su rifle-. Alguien más está aquí.
Todos quedaron en silencio ante las palabras de franco, un escalofrió recorrió la espalda de Sam, quien ahogo un grito al escuchar pasos del otro lado de la habitación. -Mierda-susurró-. Están aquí.
- ¿Quién mierda está aquí?- preguntó Matías nervioso.
Zeta y Rex sin embargo mantuvieron la calma, Zeta se dirigió a un extremo de la pared, cercano a la puerta por si necesitaba tomar por sorpresa a quien fuese que estuviese ahí fuera; Rex por otro lado, se posicionó frente a la puerta con su cuchillo en mano, en caso de que solo fuese un zombie deambulando por la zona, que de por casualidad haya tocado los fusibles.
El resto, se colocó a una posición segura detrás de un escritorio, apuntando con sus armas a la puerta, mientras que Noelia y Anna se encontraban del otro lado de la habitación en la parte más alejada, ya que Anna seguía en el proceso de curar a Noelia cociendo la herida.
El sentimiento de miedo y desesperación se apoderó del grupo, sumado a la impotencia de la espera y la incertidumbre de no saber con lo que se iban a topar. Las manos comenzaban a sudarle a Rex, quien era el que más expuesto se encontraba; intentaba calmarse a sí mismo intentando pensar que no seria más que otro zombie. Pero la piel se le erizó al escuchar unas voces gritando del otro lado de la puerta.
-Tu busca de ese lado, yo los buscaré aquí.
-Revisa todas las puertas.
-Está bien.
La última frase se escuchó con extrema claridad, indicando que estaba muy cerca de la puerta; Rex no estaba seguro, pero deducía que estaba a unos pocos pasos. Y por lo escuchado en la corta conversación, los estaban buscando a ellos; alguien los buscaba por alguna razón, y el solo hecho de apagar las luces para buscar en la oscuridad, denotaba que la razón, no era nada buena.
Rex secó su frente empapada de sudor; su cuerpo le temblaba a causa del estrés y la adrenalina que provocaba la situación, su corazón ahora latía mas rápido e intentaba regular su respiración lo mejor que podía para que fuera lo menos sonora posible.
El pomo de la puerta emitió un leve rechinido al girar; ya era la hora, Rex empuño su cuchillo con fuerza, se agazapó un poco para tener una mejor movilidad ante cualquier tipo de situación y esperó. La puerta se abrió suavemente hacia dentro, quedando Zeta detrás de la misma, expectante de un ataque por la retaguardia. La oscuridad que teñía completamente el pasillo no dejaba a Rex ver con claridad el rostro de la extraña figura tras la puerta; pero estaba completamente seguro de que esa figura si lo había visto a él, debido que recibía la luz del sol. Rex dio dos pasos veloces quedando a poca distancia del sujeto, alzó con fuerza su cuchillo por sobre su cabeza decidido a clavárselo en el corazón.
Pero la figura también decidió actuar, dio un salto al frente y bloqueó el ataque de Rex a la perfección. - ¡Espera, espera! Renzo, soy yo.
La luz del sol, ahora iluminaba levemente el rostro del extraño; Rex lo reconoció al instante y apartó su cuchillo, sus ojos se abrieron en par, y su semblante cambió a un estado de sorpresa. -No puede ser... ¿Juan?
- ¡Ja, Ja! ¡Renzo! No puedo creerlo amigo, sobreviviste -dijo Juan, abrazando a su compañero mecánico.
-El susto que me pegaste, infeliz -dijo Rex, tranquilizándose.
- ¡No puedo creer que estés aquí! ¿Y tus padres donde están?
Rex, bajo su cabeza intentando que sus sentimientos no afloren. -Se han ido, ambos.
-Dios se apiade... Lo siento mucho, mi más sentido pésame, de verdad-dijo Juan con una mueca de disgusto.
-Está bien, no importa. ¿Tú qué haces aquí?-preguntó mirando la ropa de Juan-. ¿Estás en la nación oscura?
-Si, vimos a su grupo desde lejos entrando al edificio y vinimos a investigar.
-Lamento interrumpir-dijo franco severamente-. Pero no tenemos tiempos de reencuentros, tenemos que salir de aquí ahora.
Juan asintió dando la razón a Franco. -Si amigo, tienen que escapar de aquí. Si mi grupo los ve, no les aseguro que salgan con vida. Mierda, tuvieron suerte que yo los encontrara, no soportaría ver a Calavera matándote.
-Entiendo. ¿Cuántos son? -preguntó Rex.
-Son cuatro, además de mí.
-Genial, entonces no son más que nosotros. Podemos matarlos -añadió Franco.
-No pueden -lo contradijo Juan-. Tienen armas muy poderosas, y un RPG 7.
- ¿Un qué?- preguntó Sam quien no entendía mucho de los nombres de las armas.
- Un lanzacohetes -respondió Matías, con terror que se denotaba en sus ojos.
-Exacto- lo secundó Juan-. Les sugiero que salgan de aquí por las escaleras, tengan extremo cuidado, creo que están vigilando la entrada. Por este pasillo no se preocupen, salgan cinco o seis minutos después de que yo me haya ido, para que pueda distraer a los demás y darles tiempo de escapar-dijo y perfiló para marcharse pero no sin antes mirar con atención a todos los presentes en la habitación, exceptuando a Zeta quien seguía escondido tras la puerta-. Rex, casi lo olvido. ¿Por casualidad has visto a alguien con una "Z" en el brazo? Como una cicatriz-explicó.
Rex arqueó ambas cejas sorprendido y tardó unos segundos en responder. -No, jamás había visto a nadie asi. ¿Por qué?
- ¡Qué bueno amigo! Me alegro-exclamó Juan-. Escucha, si te encuentras alguna vez con alguien con esa característica, corre-dijo con extrema seriedad en sus palabras-. O mátalo si tienes la ocasión, ese sujeto es muy peligroso. La nación oscura lo está buscando para darle caza, pero hasta ahora no tuvimos suerte. Espero que este muerto.
-Bien, gracias por la advertencia Juan, espero volverte a ver.
-No hay de que, nos vemos amigo. Sigue sobreviviendo-dijo y se marchó, cerrando la puerta a su espalda.
Inmediatamente todas las miradas se posicionaron en Zeta, excepto la de Noelia y Matías, quienes no habían tenido ocasión de ver la cicatriz en su brazo.
-Je, que exagerado-dijo Zeta un poco nervioso, pero automáticamente Franco se abalanzó hacia él y lo acorraló trabándole el brazo en el cuello y con una daga en su otra mano amenazando muy cerca su rostro.
- ¡Sabia que no eras de confiar, mal nacido! Dame una razón para no terminar el trabajo por la nación oscura y matarte ahora mismo.
- ¡Franco!-gritó Samantha, e hizo ademan de acercarse pero se detuvo.
- ¡Quédate ahí Sam! ¡¿No lo escuchaste?! Este hijo de puta es peligroso, y lo están buscando- dijo Franco consumido por la rabia, mientras acercaba aun más la daga apoyándola levemente en la mejilla de Zeta y abriendo una pequeña herida que hizo deslizar un hilo de sangre por la hoja del arma.
- ¡Suéltalo!-ordenó Rex apuntando con su revólver a Franco-. ¡Que lo sueltes!
Franco se apartó con una sonrisa macabra. -Bien, hazlo tú. Me da igual quien lo mate.
El arma cambió de posición y ya no apuntaba a Franco, si no a Zeta, quien se frotaba su garganta a causa del estrangulamiento. - ¿Vas a dispararme Rex, amigo?- dijo Zeta seriamente.
-Sí, lo haré si no me dices la verdad ¡¡Aquí y ahora!! -dijo Rex alterado acercándose un paso a Zeta-. ¡Basta de secretos! Quiero saber la verdad, ¿Qué mierda pasó en esa nación? ¿Qué significa esa cicatriz? Dímelo todo Zeta, o te juro... que disparo.
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