5. Bienvenidos a la Nacion Escarlata (II)
— ¿Qué? ¿Tu diario? ¿Todo esto es solo por tu diario? —Preguntó Sam algo alterada y nerviosa.
—Respuesta equivocada. —Dijo fríamente Zeta, y disparó.
*****
—Esto no me gusta nada.
La joven muchacha jadeaba entre sollozos, mientras observaba una profunda herida que se encontraba en su tobillo.
—Tranquila Noelia, no pienses en ello. Vamos a salir de esta, ya lo verás. —Lo tranquilizó un joven de contextura delgada, y de corta cabellera negra, a la vez que utilizaba una manga de su camisa a cuadros para cubrir la herida.
La muchacha secó sus lágrimas con la palma de sus manos y procedió a regalarle una sonrisa forzada al joven muchacho. Sus miradas se cruzaron unos segundos, unas miradas gélidas y llenas de temor.
Luego, la joven desvió la mirada hacia una puerta de la oficina en la que se encontraban, del otro lado se escuchaban gemidos iracundos y golpes incesantes.
— ¿Crees que lograran pasar? —Preguntó la muchacha en un susurro.
El joven dirigió la vista a la puerta de la misma forma que la chica. —Espero que no. Pero quédate tranquila... —Dijo, mientras se dirigió a la ventana de la oficina y observó hacia abajo, dos pisos de distancia los separaba del suelo. —Sam no tardará en regresar...
*****
Las pisoteadas resonaban en los peldaños, Sam no se reparaba en cuidar si sus pasos provocaban mucho ruido o no. Simplemente corría, bajando esas malditas y angostas escaleras que no parecían tener fin, rezando en su interior que ningún muerto se le cruzara en su camino, porque sería su fin.
En el último tramo de las escaleras ni siquiera se molestó en pisar el último escalón, dio un salto y aterrizó en el pasillo del vestíbulo, recorrió lo más rápido que pudo por el espejado pasillo, evitando que varios de los muertos que allí se encontraban la acorralaran. Empujó al último, que se encontraba más cercano a la puerta y salió del lugar como un rayo.
Pero para su desgracia, todo estaba completamente lleno de zombies por donde mirara. Escapar le resultaría imposible, más todavía con esos dos gigantescos demonios que deambulaban entre la multitud de muertos.
La muchacha no tuvo otra opción que volver sobre sus pasos, era mejor enfrentarse a un par de zombies en el vestíbulo, que a miles de ellos fuera del edificio.
Nuevamente ingresó, de la corredera que colgaba en su torso desenganchó suavemente dos cuchillos de lanzamientos pequeños, pero letales. Inmediatamente, los zombies que ahí se encontraban notaron su presencia y se dirigieron al ataque, un zumbido casi imperceptible al oído humano surcó el aire y se incrustó en la sien de uno de los monstruos, casi un segundo después, otro más se clavó perfectamente entre ojo y ojo del segundo zombie, quien gruño mientras su cabeza se dislocaba hacia atrás. Quedaban tres aún, la cuenta estaba dispareja, Sam solo contaba con dos cuchillos de lanzamientos más, y si no quería alertar a los trescientos muertos que se paseaban por la calle buscando carne fresca para el desayuno, no podía bajo ninguna circunstancia utilizar su arma.
Tomó ambos cuchillos con sus manos, esperando el momento perfecto para utilizarlos de la mejor manera que se le ocurriera; Lastimosamente su mente estaba en blanco, no podía planear una táctica para salir intacta sin arriesgarse, su cuerpo temblaba. Sin embargo aquellos monstruos seguían acercándose amenazadoramente hacia ella; En un segundo una brillante idea se le cruzó por la cabeza, debía actuar rápido, inutilizar a un zombie empujándolo con todas sus fuerzas y matar a los otros dos que quedaran libres. El plan era perfecto, así le daría tiempo de tomar un cuchillo de algún cadáver y matar al último que estaría en el suelo. Brillante.
Sam procedió con el plan, tomó carrera y con todas sus fuerzas intentó empujar al zombie más cercano a ella, pero no pasó lo que imaginaba en su mente, el monstruo la tomó de los brazos y la obligó a irse al suelo junto con él.
Desesperada, Sam no pudo evitar gritar de la sorpresa. Se revolvió en el suelo para zafarse de las garras del zombie, y de un movimiento intuitivo le incrustó uno de sus cuchillas en la cara, una y otra vez.
Justo en ese momento, sin dejar a la muchacha tiempo de levantarse otro de los zombies se le encimó por detrás en un intento de morderla, pero ella alzó velozmente su brazo por sobre su cabeza, sin siquiera mirar a sus espaldas. Seguidamente escuchó un crujir de huesos y sintió en su mano como el filo de la pequeña cuchilla ingresaba por alguna parte de la cabeza del zombie. No le hacía falta mirar para saber que había acertado, su experiencia en combate le permitía saber fácilmente cuando uno de esos monstruos dejaba este mundo... definitivamente.
Sin levantarse aún del suelo divisó con la mirada al tercer y último zombie que se acercaba a ella por delante, a unos simples pasos de distancia; Sin darle tiempo al zombie de dar un paso más, Sam aprovechó que todavía sujetaba uno de sus cuchillos con su mano, el que estaba aún incrustado en la cabeza del zombie a sus espaldas, y lo retiró mientras estiraba su brazo hacia adelante arrojándoselo al monstruo.
Pero el disparo falló esta vez terminando en su cuello, el zombie solo retrocedió unos pasos pero no ceso la marcha; Sam sin quitarle la vista de encima arrebató el cuchillo de la cabeza del zombie que tenia debajo suyo, e inmediatamente, tomó impulso al levantarse y atravesó fuertemente la daga en el mentón del demonio, quien se alzó unos centímetros del suelo y cayó bruscamente hacia atrás.
Sam, se agachó a alzar una de sus dagas de otro cadáver y se dirigió al zombie que recientemente había atacado, este todavía se retorcía intentando ponerse de pie, la daga en el mentón no había llegado a tocar su cráneo, por lo que la joven remató al demonio de una vez clavando con fuerza una última estocada, esta vez sí, en su cabeza.
Rápidamente, recogió todos los cuchillos de lanzamiento y los guardó; Se dirigió al ascensor del edificio y cerró las puertas, pero no tenia intensión alguna de usarlo para dirigirse a otro piso, solo quería tener un momento de paz, para aclarar sus ideas y poder pensar cómo salir de ahí para buscar ayuda.
Procedió a sentarse en el suelo y recostó su cabeza en la pared. < ¿Cómo mierda termine en una situación así? No creo que logre escapar de aquí con vida, necesitaría un milagro para distraer a todos los zombies de afuera. Vamos Sam piensa... Matías y Noelia aún siguen arriba ¿Qué puedo hacer?>
La joven miraba hacia los lados, dubitativa, intentando hacer aparecer mágicamente una idea que la sacara de la situación en la que estaba metida, más no se le ocurría nada bueno. Dio un suspiro desesperanzado, intentando calmarse de los nervios que afloraban en su interior.
—Si no hubiera aceptado esta estúpida misión... quizás, no moriría hoy.
*****
— ¡Samantha! ¿Cómo estás? Hace una hermosa mañana ¿No crees?—Preguntó una chica de cabello oscuro y ondulado.
La joven se giró, y con una sonrisa de oreja a oreja respondió. — ¡Buenos días, Fernanda! Si hoy es un día hermoso, el sol resplandece de una manera única, pareciera uno de aquellos días...
—No pienses así, te lo he dicho mil veces, esos "días" nunca volverán. —Interrumpió un muchacho la conversación.
Fernanda se quedó maravillada ante tal sujeto, si bien su actitud era terca y un tanto ruda, su rostro lo absolvía de todo mal comportamiento; Sus rasgos eran bien definidos y bellos, sus ojos eran completamente oscuros, pareciendo dos esferas negras que clavaban una mirada segura e inquebrantable. Su cabello castaño claro siempre estaba prolijamente peinado al estilo militar, usaba una chaqueta de cuero marrón que combinaba a la perfección con sus oscuros jean.
—Vamos, Franco no seas tan amargado. Es bonito pensar que algún día esos días llegaran nuevamente. —Añadió Sam.
—Como quieras, pero procura no chocar con la realidad cuando estés esperando esos días. —Dijo el joven, mientras se dirigía a un tablón apoyado sobre un trípode, cerca de una pared.
Se encontraban en el patio de una gran escuela, un lugar extenso, y al aire libre; Justo en el centro se ubica un mástil con una gran bandera roja ondeando, con un símbolo en su centro, un círculo de color negro con un punto en medio.
El patio contiene una cancha deportiva con dos arcos a los laterales, y los edificios se dividen en dos; El primer edificio es el más grande, el cual se extiende en forma de "L" y cuenta con dos pisos, en donde cada una, se ubican las distintas aulas. Ahora es utilizado como habitaciones para los supervivientes, un aula entera está destinada a ser utilizada como enfermería, donde se atienden las personas heridas. Otra de las aulas es usada como sala de armamento, donde se guardan las armas y municiones que van recaudando con el tiempo.
El segundo edificio es mucho más pequeño, ubicado al lado opuesto de las aulas, este edificio era antiguamente conocido como la sala del director y de maestros, ahora es utilizado como oficina y habitación principal del presidente de la nación escarlata, en donde ejecuta reuniones importantes, y dirige las distintas misiones que se llevan a cabo en la nación, ya sea búsqueda de alimentos como de provisiones, entre otras. Las misiones son encargadas por los mismos supervivientes que desean realizarlas, en el tablón de anuncios se encuentran las distintas tareas que los supervivientes elijen realizar; Por supuesto, todo conlleva su debida recompensa, desde habitaciones más grandes, hasta mejores armas. Todo completamente gestionado por el presidente de la nación.
Franco examinó un momento el tablón de anuncios, y retiro un pequeño papel de color amarillo, se lo llevó al bolsillo y se dirigió a las chicas.
—Ustedes también deberían intentar hacer alguna misión de vez en cuando, hay una que parece muy fácil, a unas cuantas calles de aquí. Prueben realizar esa. —Dijo Franco apuntando al tablón con su cabeza.
—Gracias por el consejo. Pero prefiero misiones más arriesgadas. —Contestó Sam.
—Espera... Sam, a mi me gustaría hacer esa misión fácil de la que habla Franco. —Intervino Fernanda, buscando a Franco con la mirada, pero este ya se había marchado.
— ¿En serio? Veamos...— Sam se acercó al tablón y lo ojeó de arriba abajo. —Pero es muy fácil, solo tenemos que buscar ropa a un local de marca. La verdad es que prefiero esta. —Dijo, mientras retiraba un pequeño papel de color morado, y se lo mostraba a su compañera.
Fernanda lo leyó en voz alta. —Se necesita grupo de cuatro personas, para una misión de búsqueda de objeto valioso. Preguntar detalles en el despacho del presidente de la nación Escarlata. Dificultad: Media.
—Y mira más abajo. Dos personas ya han firmado para ir a la misión, así que podemos anotarnos ambas para ir con ellos. ¿Qué te parece? —Preguntó Sam con una sonrisa entusiasmada.
Fernanda no podía negarse ante su amiga, siempre admiró su determinación ante el peligro, el día que llegó a la nación en su casa rodante negra, pensó que se encontraría con un grupo de personas desagradables, pero para su sorpresa resultaron ser un grupo bastante simpático, exceptuando en ocasiones a Franco, que resultaba ser el más frio de todos, pero no parecía mala persona. El grupo de Sam no tardó mucho tiempo en echar buenas raíces en la nación, ganándose su respeto y confianza. Hasta el presidente tenía un cierto afecto por todos. Y Sam había logrado buenos lazos de amistad con Fernanda.
—Está bien, vamos a la oficina del presidente a comunicarle de la misión.
— ¡Perfecto! —Celebró Sam. — Reúne a los que faltan y nos vemos cerca de la puerta.
*****
Franco se estaba levantando de su asiento cuando Sam llegó.
— ¿Ya te vas Franco? —Preguntó la muchacha.
—Sí, acepte una misión de reconocimiento y "limpieza" junto a otro grupo a unas manzanas de aquí. ¿Y tú? No me iras a extrañar ¿Verdad?
Sam le propendió una sonrisa confiada. —Te demostraré que no te necesito para las misiones. Max, te encargo esta de nivel medio. —Dijo Sam ahora dirigiéndose a la persona que estaba tras un gran escritorio de madera, que observaba con atención la escena.
—Buenos días, Sam. Por supuesto, me alegra que su grupo este tan activo. Nos han sido de mucha utilidad a la nación desde que llegaron y les agradezco de verdad. Les recompensaré por eso, no tengan dudas.
—No hace falta Max, ya haces mucho por nosotros dejándonos vivir aquí. Nosotros te lo agradecemos ¿Verdad Fran?
—Por supuesto...—Respondió El joven, dirigiéndose a la puerta. —Nos vemos luego, cuídate Sam. —Se despidió y cerró la puerta un poco más fuerte de lo que esperaba.
—Bueno Samantha...—Comenzó a decir el presidente de la nación, revolviendo unos papeles en su escritorio. — Tu misión es un poco peligrosa, pero si tienes suerte no se complicará mucho. Necesito que busques unos mapas en cierto edificio; Los mapas contienen las rutas de los metros subterráneos y las alcantarillas de la ciudad. Al obtenerlos aseguramos una posición estratégica en caso de que otra nación decida atacarnos. ¿Estoy siendo claro?
—Entiendo Max, y ¿Por qué crees que estos mapas se encuentran en ese edificio?
—Tenemos un contacto en la nación que nos aseguró que trabajaba anteriormente en ese edificio, un político o algo por el estilo, y nos explicó que los planos se encuentran en algún lugar del segundo piso, depende de ustedes encontrar el lugar exacto.
— ¿Por qué no nos acompaña ese sujeto que trabajaba en el edificio?
—El no está capacitado para ir, sufrió un accidente y está recuperándose en enfermería. Es una lástima, la misión sería mucho más fácil con él, fue por esa razón que la misión está catalogada como dificultad media. No te diré nada si decides cambiar de opinión Samantha.
—Tranquilo, es un detalle menor, estoy segura que no es tan difícil. Y me gustan los retos. —Respondió la joven enérgicamente, con una gran sonrisa en su rostro.
—Perfecto, reúne a tu equipo, preparen su armamento... Saldrán cuando estén preparados ¿Alguna pregunta?
—Ninguna, Max.
—Perfecto, tienes permiso de ir a la sala de armas, lleva esta nota contigo. —Dijo Max, mientras le ofrecía un pequeño pedazo de papel con su firma y unos garabatos, que Sam aceptó.
— ¡Entendido, Max!
—Una cuestión más, en público te pediré que me llames simplemente, presidente. De otra forma las demás personas se confiarían y se perdería el respeto ante superiores.
— Entendido... Max. —Respondió Sam juguetonamente.
Max suspiró.
*****
— ¿Estamos todos?—Preguntó Sam, acomodándose la corredera con sus seis cuchillas correspondientes.
—Sí, ya los reuní a todos y los lleve a la armería. —Contestó Fernanda enérgicamente.
—Un placer, mi nombre es Matías, ¿Dónde está el resto del grupo? —Dijo el joven mirando hacia los lados, buscando alguien que se acercara a ellos, pero nadie lo hizo.
—Estamos todos, la misión solo consta de cuatro personas para ser completada. —Respondió Sam.
—Pero... ¿Acaso soy el único hombre que irá? ¿El presidente permite ir a simples mujeres a las misiones?
—Un machista, que bonito... —Se quejó Fernanda.
—Tranquilos, no empecemos mal el día. —Intervino Sam. — Mira, Matías... Cada uno aquí sabe bien como son las reglas, el que se queda atrás y no hay posibilidad de salvarlo o socorrerlo. Se lo deja de lado. Todos corremos riesgos y todos asumimos las consecuencias de nuestros actos. ¿Está bien?
—Supongo...
—Bueno, disculpen por interrumpir. Yo soy Noelia, y no me parece tan mala la idea de que la mayoría seamos mujeres, creo que aquí el único que sobra eres tú.
—Genial, ahora tengo a todas en contra.
—Nadie está en contra de nadie, chicos concéntrense en la misión. —Ordenó Sam. — El objetivo es claro, buscamos unos mapas de los alcantarillados en un edificio no muy lejos de aquí; Los mapas son importantes para utilizarlos como vía de escape ante una situación riesgosa en el futuro, Max... es decir, el presidente cuenta con nosotros para que llevemos a la nación un escalón más arriba con la información que estos mapas pueden brindarnos.
—Me parece bien. —Respondió Fernanda.
Matías tomó una escopeta recortada que llevaba y se la posó sobre el hombro. —Bien, hagamos esto lo más rápido posible. Esta belleza la usare en casos desesperados. Ustedes encárguense de la matanza sigilosa. ¿Bien?
—Yo soy buena con estas dos. —Dijo Noelia besando dos pistolas pequeñas, ambas con silenciadores incluidos.
—Yo no soy tan buena con las armas de fuego, pero me defiendo bastante bien. —Aseguró Fernanda.
Así me gusta, si todos trabajamos juntos esta misión será pan comido. —Dijo Sam con entusiasmo. Luego, desvió la vista hacia arriba, a una pasarela que cruzaba extendiéndose sobre el portón de entrada. En donde hacían guardia varias personas y observaban lo que sucedía tras los muros de la escuela. — ¿Hay movimiento?
Una de las chicas que hacía guardia, les hizo una seña levantando el pulgar dando a entender de que todo se encontraba bien. Sam devolvió la seña indicando que le abrieran.
Dos jóvenes que estaban en la pasarela, bajaron rápidamente por unas escaleras, procedieron a abrir una serie de candados y cerraduras y abrieron el portón deslizándolo hacia la izquierda; del otro lado, se encontraba una estructura enrejada con una puerta más pequeña, que bloqueaba el paso con el mundo exterior. El cuarteto cruzó la primera puerta y el portón se cerró a sus espaldas. Desde arriba los centinelas seguían de cerca sus pasos, cuidando de no pasar por alto ningún detalle. Ninguna cerradura mal trabada, ningún zombie que se acercara, todo estaba en perfecto control.
— ¡Pueden salir ahora! —Gritó uno de los centinelas. —Les cuidaremos las espaldas con rifles francotiradores hasta las esquinas, a partir de ahí irán solos.
Sam procedió a abrir la ultima puerta, destrabó la cerradura y todos cruzaron lo más rápido posible, atentos, cuidadosos, observando todo a su alrededor con suma cautela. La calle que daba a la escuela estaba completamente despejada de zombies, algunos cadáveres se amontonaban en ambas esquinas tranquilizando al grupo, entendiendo que los centinelas hacían un buen trabajo como francotiradores.
Matías hizo ademan de que todo marchaba bien a sus compañeros centinelas. —Bien, ¿Hacia dónde queda el edificio?
—A unas dos cuadras hacia el éste, no es tan lejos. —Aseguró Sam, mientras encabezaba la marcha.
—Establezcamos una regla. —Acotó Fernanda. —Formemos dos pequeños grupos, en caso que algo salga mal yo iré con Samantha y Noelia con Matías ¿Les parece?
— ¿Apenas empezamos y ya nos estamos separando? —Se quejó Matías.
—Yo no tengo problema, pero espero que no lleguemos a eso. —Añadió Sam.
El grupo llegó a la esquina, y observaron de lejos a sus compañeros refugiados en la escuela.
— ¿No les da una sensación de soledad al dejar la nación? —Preguntó Fernanda quien miraba la escuela.
—Tranquila, ellos vienen a hacernos compañía. —Respondió Noelia, mientras desenfundaba sus dos pistolas y apuntaba a un pequeño pero numeroso grupo de zombies que se acercaban por la calle del frente.
—No se distraigan. —Ordenó Sam. —No hace falta enfrentarlos directamente, ¡Síganme!
Sam comenzó a correr en dirección a la calle a su derecha, alejándose de la visión de los centinelas, su grupo la seguía por detrás. Los zombies viraron la marcha para seguirlos, pero los centinelas los redujeron desde la distancia. Los chicos se alegraron de contar con su ayuda.
— ¿Queda mucho?—Preguntó Noelia.
—No, es allá. Aquel edificio. —Respondió Sam apuntando al edificio más alto que se veía en el sector, que estaba ubicado a una cuadra y media más adelante.
Al llegar a la esquina se toparon con una gran cantidad de zombies que deambulaban sin dirección alguna, obstaculizando el paso hacia el objetivo.
El grupo se frenó en seco. Intentando idear un plan, una alternativa para pasar entre todos los muertos canibales.
— ¿Alguna idea? —Preguntó Sam.
—Yo... creo que tengo una idea. —Respondió Matías. —Pero es arriesgada.
—Suéltalo. —Lo apuró Noelia.
—Eh notado en otras misiones, que los zombies no se devoran entre ellos, quizás si podemos conseguir camuflarnos con su olor de alguna manera, podríamos cruzar tranquilamente.
—Y quizás, nos comerían al vernos genio... para nada. No pienso hacer eso. —Se quejó Fernanda.
—Era solo una sugerencia, ¿Tienes una idea mejor?
—Quizás si esperamos, los zombies se irán...—Añadió Noelia.
—Vamos ¿En serio piensas esperar hasta que se vayan?
—Es estúpido.
—Tú eres estúpida.
—Repítelo enana.
— ¡No discutan chicas!
—Corran...—Susurró Sam ignorando la discusión del grupo.
— ¿Eh? —Preguntó Fernanda. —Pero fue interrumpida por un grito sorpresivo y repugnante, que los aturdió por un segundo a todos. Dos zombies parca que se encontraban justo en frente de los demás zombies comenzaron a agazaparse, preparándose para atacar.
— ¡Corran! — Grito Sam mientras comenzó a dirigirse a la carrera hacia la multitud de zombies.
El grupo la siguió instintivamente, sin preguntar, movilizados por el miedo de morir devorados por esos caníbales atléticos.
— ¿Estás loca? Vamos directo a esos dos gritones. —Refutó Matías.
—Cuando les avise se arrojaran al suelo lo más rápido que puedan ¿Esta claro? —Preguntó Sam, que parecía dar más una orden, que una pregunta.
No hubo queja alguna, todos se concentraron en que el plan alocado de Sam surtiera efecto. Siguieron corriendo, mientras ambos zombies parca se acercaban a grandes zancadas hacia su dirección y en un momento determinado saltaron hacia ellos.
—¡¡Ahora!! —Ordenó Sam mientras se arrojaba al suelo y veía como una figura pasaba volando velozmente por sobre su cabeza.
El resto del equipo emuló el movimiento de Sam y se arrojaron al suelo rodando, pero Fernanda no logró actuar tan rápidamente. El zombie parca la alcanzó cayendo sobre ella al suelo.
Fernanda ahogó un grito, una lágrima se desprendió de sus ojos mientras sentía como el demonio mordía fuertemente su cuello desgarrando su piel; Un sabor metálico invadió su boca, agrio y asqueroso, la sangre acumulada provocó que tosiera y dejara escapar un grito de dolor tan fuerte que parecía que su garganta iba a estallar.
Samantha se giró para verla, desenfundó su arma queriendo socorrerla pero Matías la sujetó bruscamente del brazo y se la llevó lejos del lugar, escondiéndose en la vereda del frente.
— ¡Déjame ir! —Ordenó Sam furiosa, entre sollozos.
—Tranquilízate... observa bien. —La tranquilizó Matías a la vez que señalaba hacia la multitud de zombies, que se dirigían hacia el cadáver de Fernanda, dejando espacio libre para poder ingresar al edificio.
—Fernanda nos dio una oportunidad.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top