4. El día "Rojo" de Rex. (III)
-No puede ser...
A Rex le costaba asimilar lo que estaba viendo, era algo increíble, un acto tremendamente despiadado e inhumano. El sujeto que hace unos minutos estaba a su lado, ahora se encontraba esparcido a cada lado del túnel en dos pedazos.
Maldijo su idea de haberlo querido ayudar, maldijo esa infantil decisión de separarse de su padre, maldijo el romper el trato de no separarse de su familia para adentrarse a buscar a Sofía, maldijo todo lo que había hecho. Habría cambiado todo para no estar ahora en este momento enfrentado a este demonio de grandes garras afiladas, que lo miraba fijamente, amenazándolo mientras se acercaba lentamente frotando sus garras entre ellas.
Rex se quedó totalmente paralizado, sin poder mover siquiera un musculo, su cuerpo no le respondía. Tenía la mirada clavada en los grises y secos ojos de la criatura. Esta se le acercó cada vez más, hasta llegar a un paso de distancia del joven y se frenó.
No es un zombie. >> Pensó Rex. Y en parte, llevaba algo de razón, no uno "Normal" al menos. Este no parecía tener la necesidad de alimentarse como los demás. No, su móvil era distinto, su causa era otra.
Parecía que le gustaba matar, lo podía ver reflejado en sus ojos, la manera en que saboreaba la sangre del sujeto que acababa de partir en dos, como ese líquido rojo se deslizaba recorriendo sus garras, lo disfrutaba. El maldito lo disfrutaba.
Es un monstruo. >> Rex sabía que debía correr, que debía escapar por su vida, pero por alguna razón su miedo se lo impedía. Sus piernas empezaron a temblar tanto que incluso tuvo que usar sus manos para detenerlas. Pero el miedo no cedía, era demasiado para él, se sentía insignificante, como un insecto que va a ser pisoteado.
El monstruo acercó sus afiladas garras lentamente hacia él, apuntando a su cabeza, sin dejar nunca de mirarlo. Rex podía asegurar que el zombie sabía que le tenía miedo y que ni siquiera se preocuparía por escapar, por lo que disfrutaba el momento con delicadeza, como si de un verdadero asesino se tratase.
Rex ya no lo miraba, bajo su cabeza resignado, esperando lo peor. Rezando que fuese rápido e indoloro. Pero por alguna razón sabía que no iba a ser así. El zombie alzó su garra por detrás de su cabeza, apuntó a Rex y trazó una recta desde arriba hacia abajo apuntando directamente al cuello del chico.
Pero su ataque nunca llegó, un estruendoso sonido invadió todo el túnel, seguido de un aullido y un golpe seco. Roberto había disparado al zombie justo antes de que pudiera dañar a su hijo, la bala dio con el hombro de la bestia que no se esperaba el ataque, y cayo bruscamente al suelo.
- ¿Estas bien hijo?-Preguntó Roberto sin dejar de apuntar al zombie.
-Si... gracias. Tenemos que irnos rápido. ¿Y mamá?
-Estoy bien cariño. -Dijo Marta mientras ayudaba a incorporar a su hijo.
-Salgamos de este puto lugar cuanto antes. -Ordenó Roberto, mientras disparaba nuevamente al zombie en el pecho para evitar que se levantara.
La familia reunida nuevamente, se dirigió fuera del túnel, en donde se encontraron con la camioneta de Roberto. Todos subieron, Roberto colocó primera y aceleró sin dudar un segundo. Dio media vuelta y se dirigió por la ruta en dirección a su hogar. Pero el recorrido fue interrumpido por centenares de personas queriendo escapar y luchando por sus vidas con otro centenar de zombies.
-Parece una corrida de toros, pero con zombies. -Dijo Rex mientras observaba la carnicería que sucedía frente a ellos.
- ¿Zombies?-Preguntó Marta confusa. - ¿De verdad estas cosas son zombies?
-No se me ocurre otro nombre para darle... ¿Y a ti?
-No...
Justo en ese momento, un zombie parca embistió el vidrio trasero de la camioneta, y otro más lo embistió del el lado derecho, tambaleando el vehículo bruscamente.
- ¡Mierda! No podemos quedarnos. -Se quejó Roberto, mientras colocaba nuevamente primera. - Marta, Renzo... ¡No miren!-El vehículo quemó llantas, y salió disparado hacia delante.
En el trayecto Roberto embestía todo lo que se le cruzara, sea zombie... o humano. Ya no le importaba, eran ellos o su familia. Prefirió que fuesen ellos.
Mientras tanto, Rex, que no hizo caso a la advertencia de su padre, observaba desde el asiento trasero como las personas golpeaban contra el parabrisas. Algunas volaban hacia arriba, otras pasaban por debajo. Algunos hombres, otras mujeres... y otros niños.
Rex no aguantó, su estómago ya no pudo soportarlo, era demasiado... y vomitó en el asiento trasero. Su madre intento contenerlo, pero volvió a vomitar una vez más.
Al llegar al taller se encontraron con una sorpresa no muy agradable que hizo maldecir a Roberto. Una gran cantidad de zombies deambulaban dentro del lugar. Con toda la conmoción Roberto había olvidado cerrar las cortinas de metal del taller.
- ¡Sujétense fuerte!- Roberto se dirigió a la puerta del taller y entró, apuntó a una gran cantidad de zombies, los que más juntos se encontraban y los pasó por encima con la camioneta, impactando posteriormente contra un muro.
- ¿Están todos bien?-Preguntó Roberto que separaba su cabeza del volante del vehículo.
-Si... yo estoy bien ¿Mamá?
-Sí, un poco adolorida, pero puedo seguir.
-Renzo, a la cuenta de cuatro, sales y ayudas a tu madre a cruzar el taller hasta la puerta del garaje de casa. ¿Entendiste?
- ¿Y tú que harás?
-Yo me encargo de los que quieran acercarse a ustedes.
- ¿Y quién se encarga de los que se acerquen a ti?
- ¡Yo me encargo de eso también!
- ¡Ni una mierda!-Protestó Rex. - Es muy peligroso, esto esta infestado, podrías...
- ¡Renzo! No se discute más... a la cuenta de cuatro. Porque...
-"Siempre hay que revisar al menos cuatro veces, para que todo esté en orden."-Recitó Rex al unísono con su padre. - Lo sé papá.
-Me alegro... nos vemos en casa ¿Bien?-Dijo Roberto, mientras le entregaba a Rex un mando a distancia.
Renzo y Marta asintieron, todos cruzaron miradas de angustia y preocupación. Luego divisaron el objetivo, la puerta del garaje. Que se ubicaba al fondo de todo el taller. Esta es una puerta grande color blanco, un poco gastada por el pesar de los años, se abre y cierra con un mecanismo electrónico, a través de un mando a distancia que ahora Rex poseía. Y naturalmente, el camino estaba lleno de zombies, que iban camino a la camioneta.
-No hay más tiempo- Advirtió Roberto. - Uno, dos, tres y... ¡Cuatro!
Tres, de las cuatro puertas del todo terreno se abrieron casi al mismo tiempo. Primero salió Roberto, encabezando la formación. Disparando a cualquier zombie que se le acercase, tratando de abrir un hueco entre la horda para que pudiera pasar su familia. Rex y Marta iban pegados a él por detrás, siempre atentos por si debían comenzar a correr.
- ¡Ahora! Vallan por la derecha, son menos... yo hare que me sigan y les dé tiempo a esconderse.
-Pero...
-¡¡Ya!!
Rex chistó. Tomó de la mano a su madre y ambos se abalanzaron corriendo directamente hacia la puerta del garaje. Cercaron a los zombies por el lado derecho como Roberto les había ordenado. Y la táctica hubiera dado resultado, de no ser porque Marta rozó muy de cerca un zombie, el cual la sujetó del brazo, tironeándola fuertemente hacia él, e intentando morderla en el cuello.
Marta dio un grito agudo que alertó a Rex. Quien se movió a la velocidad de la luz, volvió sobre sus pasos y le asestó un fuerte golpe en la cara al zombie, seguido de un potente gancho por debajo de la mandíbula, arrojándolo hacia un muro y haciéndolo caer.
Por suerte para ellos, el resto de los zombies solo le prestaban atención a Roberto, que se había quedado del lado de la camioneta para hacerles frente. Disparando a cada quien, que se le acercara.
En ese momento, Rex procedió a abrir la puerta del garaje con el mando. La estructura se desplazó hacia arriba y madre e hijo cruzaron.
-¡¡Papa!! ¡Ven ahora!-Avisó Rex a su padre.
Roberto dio un suspiro de alivio al ver a su familia del otro lado, sana y salva. Rápidamente se subió al capó del todo terreno y les grito. - ¡Cierra la puerta! ¡Yo no llegaré!
- ¡¿Qué?! ¡Ni loco! ¡¿Cómo piensas que te dejare ahí?! ¿Eh? Mama ¿Qué haces?
-Lo mejor para todos cariño. -Dijo Marta entre sollozos. Que le había arrebatado el mando a distancia a Rex y observaba como la puerta se deslizaba lentamente hacia abajo.
Rex no quería dejar a su padre solo, dio un paso para ir a socorrerlo pero se detuvo. Un miedo indescriptible se apodero de él. Otra vez. No podía seguir avanzando, estaba paralizado, sin saber qué decisión tomar. Pero recordó lo que su padre le había dicho. Debía proteger a su madre cueste lo que cueste, como ella estaba haciendo ahora con él. Lo estaba protegiendo, a cuestas de su marido.
La puerta se cerró.
Rex se tumbó en el suelo de rodillas, se quitó su gorra de lana de color verde oscuro, dejando a la vista su cabellera marrón, y se la llevó a la cara ocultando sus lágrimas que no paraban de brotar de sus ojos. Lloraba descontroladamente. Su madre al verlo se arrodilló junto a él, y lo abrazó, acompañándolo en el sufrimiento. Ambos lloraron en silencio por un buen tiempo.
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