4. El día "Rojo" de Rex. (II)
Sea como sea, su cerebro había recibido tanta información para procesar en tan poco tiempo, que últimamente nada le parecería una locura, pero si ese es el caso, entonces, lo que estaba presenciando ahora mismo eran... ¿Zombies?
No quería creerlo, pero de ver tantas películas y por el modo en que actuaban los atacantes, no veía una explicación más lógica, incluso una rebelión de caníbales sonaba aún más alocado.
Rex empezó a agitarse, una fugaz idea cruzó por su cabeza, su novia ahora estaría en más peligro de lo que el imaginaba, no bastaba simplemente esconderse del misterioso humo rojo hasta que se disolviera, sino que también debía cuidarse de estos monstruos salidos de una película de ciencia ficción barata, que lo devoraban todo a su paso.
Nuevamente ese maldito vacío en el estómago hizo a Rex pensar lo peor acerca de su chica. Tenía muchas ganas de verla, pero a su vez deseaba que no a estuviese ahí con él, debido que correría un inmenso peligro al estar rodeado de... ¡Mierda! Había sido un estúpido, ¿Cómo no me di cuenta antes? Pensó.
Tanto preocuparse por la seguridad de su novia se le olvidó un detalle muy importante... Su propia seguridad. Ahora él estaba rodeado de estos monstruos, y era cuestión de segundos que alguno lo alcanzara. Su corazón empezó a acelerarse, la adrenalina comenzaba a florecer. Tenía que salir de ahí, cuanto antes.
De repente, en ese preciso momento el joven sintió algo tironear sus pies de una manera brutal, haciendo que cayera de espaldas contra el techo del vehículo. Su cabeza produjo un sonido seco al impactar en la chapa, seguido de un gemido de dolor que salió expulsado de su boca.
Alzó su cabeza rápidamente, para ver que del otro lado se encontraba una mujer, de tez muy pálida, llevaba un traje desprendido y bastante roto, en su blanca camisa se hacía notar una extensa mancha roja oscura, provocada por un hilo de sangre del mismo color, que descendía de su boca.
La mujer bramo un gruñido aterrador, intentando seguidamente morder la pierna de Rex. Este se defendía como podía a base de patadas desesperadas, aunque sin buenos resultados. La mujer contaba con una fuerza exagerada para su contextura física, era imposible que Rex no pudiese zafarse, pero la mujer lo sujetaba fuertemente, sin intención alguna de dejarlo ir.
Rex tampoco cesaba, no iba a dejar que una loca caníbal usara su pierna de almuerzo matutino. El joven pateaba a diestra y siniestra, hacia cualquier dirección, no importaba si golpeaba o no a la mujer, lo único que quería era mantenerse en movimiento, para que ella no pudiera asestar la mordida.
La mujer parecía agotarse, pero no de cansancio, sino de paciencia... cada vez intentaba morder al joven con más desesperación, su comida estaba tan cerca, no iba a dejar que se escapara, claro que no.
La mujer sujetó aún más fuerte las piernas de Rex y lo arrastró hacia atrás forzosamente en contra de su voluntad, lanzándolo al suelo. Rex rodó por la inercia y choco su espalda contra otro vehículo estacionado, la mujer rápidamente se le abalanzó de un salto, pero algo impactó fuertemente contra sus costillas, se escuchó fácilmente el crujir de los huesos rotos, el golpe fue tal que provoco que la mujer saliera disparada hacia un lado y bramara un aullido de dolor.
Rex que apenas volvía a abrir sus ojos, observó una gran figura situado justo delante de él, era proporcionadamente ancho, por sus músculos y tan erguido que su altura parecía más de lo aparentado. De gruesos cabellos lacios y plateados que descansaban en sus hombros. Era imposible para el chico no sonreír ante esa figura que le tendía una mano de ayuda.
-Gracias Papá.
-Me lo agradecerás luego, ¿Qué mierda son estas cosas?-Preguntó Roberto desesperado mientras ayudaba a su hijo a incorporarse.
-Si te digo lo que pienso, creerías que estoy loco.
-Después de ver a esa mujer casi arrancarte la cabeza supongo que cualquier opinión puede ser tomada en cuenta, ¡todos en la ciudad están chiflados!
-La verdad, papá, es que creo que el humo fue el que los volvió unos locos mastica personas.
-Pero ¿Qué mierda...?-Balbuceó Roberto al ver a la mujer poniéndose nuevamente de pie, en una postura casi imposible de emular por un humano normal, ya que su torso estaba excesivamente inclinado hacia un lado y se dirigía a paso lento hacia ambos. -Acabo de usarla de pelota de futbol y ¿Aun así sigue de pie?
-Papá el humo parece ser que transforma a las personas en... en eso. -Dijo Rex apuntando a la mujer que se acercaba cada vez más hacia ellos. -Por lo que note, tienen una fuerza sobre humana y parece que no son nada fácil de derrotar, quizás deberíamos escapar.
-Puede que tengas razón hijo, pero antes...-Roberto dejo atrás a su hijo tomó carrera y le dio a la mujer otra patada en medio del pecho haciéndola caer. -Vamos hijo.
Ambos emprendieron carrera hacia el túnel nuevamente, evadiendo vehículos, sobrepasando personas y tratando de escapar de esas cosas que los acechaban. En un acto reflejo de curiosidad, Rex hecho un vistazo rápido hacia su retaguardia, esperando no ser perseguido por alguna de esas temibles criaturas, por suerte nadie lo seguía, pero pudo observar a un sujeto atrapado debajo de una moto, parecía haber chocado y se encontraba en muy mal estado pidiendo ayuda a gritos.
Al ver a Rex, el sujeto suplico que no lo dejaran solo, Rex sintió una angustia ajena por el pobre sujeto, al estar él en una situación así, seria agradable que alguien te ayudase. No lo pensó dos veces, era mejor actuar rápido si iba a hacer algo. Se separó de su padre que iba un poco más delante de él, y se dirigió a auxiliar al sujeto.
Roberto, que seguía corriendo, se acercaba más aún a la salida del túnel. - ¡Nos falta poco hijo, estamos cerca! -Grito Roberto sin percatarse de que su hijo no lo seguía.
Justo al salir del túnel, ubicó con la vista su camioneta todo terreno, a la vez que un súbito escalofrío recorría todo su robusto cuerpo. Justo alrededor de su camioneta se encontraba una persona, empapada completamente de sangre, alternando golpes con sus manos y su cabeza al vidrio del asiento del conductor, intentando ingresar a toda costa. Dentro del vehículo se encontraba Marta, que se había pasado al asiento trasero para dejar más distancia entre el agresor y ella.
Sin duda alguna, Roberto sabía que este infectado era distinto a todos los demás que había visto al otro lado del túnel, este era más feroz, más agresivo, gritaba de una forma que lo hacia estremecerse hasta los huesos.
Pero no iba dejar a su mujer sola bajo ninguna circunstancia, por más agitado que se encontrara de haber recorrido el túnel dos veces seguidas, tenía que ayudarla. Saco fuerzas de lo más profundo de su ser, y se dirigió hasta Marta.
Mientras tanto, el infectado dio otro cabezazo al vidrio atravesándolo completamente. Luego, en un movimiento inhumano contorsiono su cuerpo para entrar a la camioneta, Marta ahogó un grito y se aferró tanto como pudo al respaldo del asiento trasero, intentando retroceder más, pero le era imposible.
Observó con sus azules ojos empapados de lágrimas, como esa horrible criatura se acercaba peligrosamente hacia ella, la esquelética cara de la criatura le provocaba un pavor indescriptible, mirándola fijamente con sus grisáceos ojos, y largando de su espeluznante boca un humo tan caliente que Marta sentía estar en el mismo infierno.
Esa cosa estaba ya a un palmo de distancia de ella, rápidamente con sus manos la sujetó del cuello y la tomó de la cabeza, y de un movimiento brusco, la golpeó contra la puerta y presionó su cráneo contra el vidrio. Marta pudo ver como un hilo de sangre descendía lentamente por el polarizado del todo terreno. El dolor era insoportable, Marta rezaba interiormente que todo esto se terminara de una maldita vez, para ya no sentir más dolor... para ya no sentir ese miedo que la abrazaba cada vez más, apoderándose de ella.
Marta no veía con claridad ya que su cara estaba estampillada en el vidrio, su visión se tornaba borrosa, deducía que por el impacto del golpe. Pero aun así, sin poder verlo ella estaba completamente segura que la criatura estaba ahora mismo abriendo su boca muy cerca de ella, y que era cuestión de segundos para finalmente entrar en el profundo descanso del sueño eterno.
- ¡No lo harás, hijo de perra! -Gritó Roberto al mismo tiempo que sujetaba de las piernas de la criatura y lo arrastraba fuera de la camioneta con todas sus fuerzas.
La criatura intento vanamente sujetarse por los asientos, pero era inútil, Roberto no pensaba dejar que tocaran a su mujer. Cuando logró sacar al infectado de la camioneta lo revoleo hacia un lado y antes de que pudiera incorporarse le propendió un fuerte pisotón en el pecho, seguidamente, levanto su camiseta y dejo ver un arma de fuego guardada en una funda.
Roberto tranquilamente quito el seguro de la funda, extrajo el arma, y disparo sin compasión en la cabeza al infectado, este dejo de moverse y quedo inerte en el suelo.
Marta aún seguía en la camioneta, intentando recuperar el aliento, se sentía mareada, desorientada, no comprendía nada lo que estaba pasando, se secaba sus lágrimas que no paraban de brotar de sus ojos, permaneció así un momento. Luego, con una gran fuerza de voluntad pudo recomponerse y salir del vehículo. Se dirigió hacia su marido que se giró rápidamente, para verla sana y salva, con sus ojos colmados de lagrimas.
Cada uno dio dos pasos sin quitarse la vista de encima y al fin sus cuerpos se reencontraron en un abrazo fuerte y reconfortante, que a Marta le brindaba un calor y una seguridad que no se la brindaría ninguna otra persona en el mundo.
-Dios mío, gracias...-Dijo Marta con una voz casi inaudible.
-Ya está... ya paso. -La reconforto Roberto, mientras le daba un apasionado beso a su mujer.
-Espera...-Interrumpió el beso Marta. - ¿Qué pasó con Renzo? No me digas que...-Preguntó preocupada, temiendo lo peor al ver que Renzo no se encontraba con su padre.
-No, tranquila... Renzo está bien, está detrás...-Roberto giró su cabeza buscando a su hijo, luego giró su cuerpo entero al ver que no lo encontraba en ningún lugar. - ¡¿Pero será posible?! ¡Estaba justo detrás de mí en el túnel!
- ¿No le paso nada? Dime que no le paso nada...
-Que no... venia conmigo, no sé en qué momento le habré perdido el rastro, mierda... vamos a buscarlo... -Dijo Roberto mientras daba un paso para dirigirse al túnel.
-Espera...-Dijo Marta seriamente quedándose en su lugar, mirando el arma en la mano de su marido. -Habíamos quedado en que nunca volverías a usar esa cosa de nuevo... sabes lo que pasó la última vez.
-Si... es que yo... pensé que...
-Pero me alegro que la hayas traído. -Concluyó Marta mirando con sosiego a su marido.
Roberto se quedó sin palabras ante la mirada de su esposa, le dedicó una dulce sonrisa y se perfilo hacia el túnel.
-Vamos rápido, todavía podemos alcanzarlo...No quiero perder otro hijo por una desgracia.
*****
Rex tensó sus músculos, se aferró del manubrio tanto como pudo y estiró sus piernas tomando altura, y con sus brazos alzó todo lo que pudo la moto que se encontraba aplastando la pierna de aquel sujeto que estaba socorriendo. Luego, dio dos pasos laterales y situó nuevamente la moto en el suelo, liberando la pierna del sujeto que no pudo evitar chillar de dolor, ya que gran parte de su pie y su pierna estaban completamente empapados de sangre, y tenía una herida bastante profunda a simple vista.
-Por favor... no me dejes aquí, ayúdame a levantarme. -Pidió el sujeto.
Rex alzó la vista para ver si algún infectado lo seguía, y así era... un centenar de infectados iban hacia su dirección, bramando aullidos y gemidos perturbadores.
El joven se apresuró y tomo el brazo del sujeto, lo cruzó por su cuello y lo alzó haciendo que pudiera mantenerse en un pie.
-Tenemos que llegar al otro lado del túnel rápido. -Aconsejo Rex, pero no estaba seguro si podían lograrlo de verdad, pero lastimosamente ya estaba metido en todo esto, debía seguir... Se le cruzó por la cabeza que en cualquier caso, si las cosas se complicaban tendría que dejar al sujeto y correr por sí solo, era cruel, despiadado y cruel... pero era su vida, y no podía morir por alguien que ni siquiera conocía. Nadie haría eso.
Ambos empezaron a caminar apresuradamente, el sujeto intentaba avanzar saltando lo más rápido que podía en un pie, pero aun así no lograban una velocidad que pudiera dejar atrás a los infectados, que se les acercaban cada vez más.
Rex intentaba apretar el paso pero el sujeto era demasiado pesado, era casi tan corpulento como su padre y el hecho que no usara una pierna no era nada gracioso, dificultaba aún más la marcha. Rex en un intento de medir la distancia entre los infectados y ellos, ladeo su cabeza mirando hacia atrás, y se sorprendió al ver que ya no los seguían, estaban distraídos en un pobre cadáver que descansaba en un muro del túnel.
Una luz de esperanza se encendió en el joven que no pudo evitar contener una sonrisa confiada, alzó la vista un poco, ya podía visualizar la salida del túnel, estaba cerca, podía lograrlo... solo faltaban unos cuantos metros más y podría encontrarse con su padre y salir de ese endemoniado lugar.
Pero justo en ese momento, se escuchó un fuerte sonido desgarrador, era un grito, pero este era distinto, era muy chillón y molesto. Rex volvió a girarse para observar de dónde provenía el grito, y al verlo no pudo evitar tropezarse y caer al suelo junto al sujeto herido. Ambos maldijeron.
A unos cuantos metros de distancia, se encontraba otro infectado, a simple vista no era muy distinto a los demás. Pero este en especial era un poco más esbeltico, su cara y gran parte de su cuerpo contenía múltiples cortaduras, de las que emanaba gran cantidad de sangre, pero eso al infectado parecía ni inmutarle.
Pero lo que más le llamaba la atención a Rex, de lo que no podía apartar la vista, era de sus manos, o mejor dicho, sus garras. Estas tenían unos dedos gruesos, largos y bastante afilados, como si tuviera cinco navajas en lugar de los dedos, su tamaño era bastante considerable, unos treinta o quizás cuarenta centímetros de largo, Rex no estaba cien por ciento seguro, pero no tenía ganas de averiguarlo ahora.
El nuevo tipo de infectado se acercaba a paso lento hacia ellos, rasguñando al pasar, un vehículo. Las garras traspasaban de lado a lado la chapa de la puerta sin problema alguno, demostrándole al joven su capacidad de corte.
Esto fue suficiente para Rex, no necesitaba verlo ni un segundo más, esta cosa era por mucho más peligrosa que los demás infectados que había visto, y se dirigía justo ahora hacia ellos. Mala suerte.
Rex tomó nuevamente el brazo del herido y juntos se incorporaron, dieron media vuelta y empezaron su marcha lo más rápido que pudieron. El infectado expulsó un ensordecedor grito que hizo al joven erizarle la piel, siguió avanzando sin mirar hacia atrás, cada vez le quedaba menos para llegar al túnel, no faltaba mucho... solo un poco más.
Justo en ese momento el infectado dio un salto inhumano, y se acercó peligrosamente hasta ellos, Rex en la desesperación de no llegar a tiempo decide soltar al sujeto que arrastraba y dejarlo por su cuenta, pero este antes de que se librara de él, lo sujeto del cuello obligándolo a no soltarlo.
- ¡No me dejaras aquí infeliz!
-Mierda... suéltame, no podemos escapar los dos...
Rex empujó al sujeto que lo sujetaba en un acto reflejo y este cayo hacia atrás, Rex también tropezó y cayó un poco más adelante, el sujeto expulso de su boca infinidades de insultos hacia Rex, pero a él no parecía importarle, ahora mismo observaba como de otro salto el infectado había llegado hasta el sujeto, y de un movimiento ágil atravesó sus garras por su espalda haciendo que sobresalgan por su pecho.
Rex presenciaba la escena desde el suelo atónito, y lo siguiente que vio fue algo bastante desagradable.
El infectado comenzó a alzar el cuerpo del sujeto, que aún seguía a duras penas con vida con sus ojos abiertos como dos platos, atinaba a querer pronunciar alguna palabra, pero solo podían gesticular sonidos sin sentido, escupiendo y formando globos de sangre que le salían por la boca.
El infectado siguió alzando al sujeto hasta tenerlo suspendido en el aire a cuarenta y cinco grados. La sangre que se desprendía de su pecho era demasiado para Rex, llego a darle arcadas con solo verlo, era una escena muy fuerte para él, pero aún no se terminaba.
Las garras que se encontraban ambas juntas clavadas al pecho del sujeto, comenzaron a abrirse lentamente, este comenzó a gritar descontroladamente, pataleaba, pegaba manotazos al aire, gritaba tanto, que pareció que en un momento su garganta estalló, porque de repente dejo de gritar. El infectado aprovechó el momento para abrir completamente sus brazos de forma brusca.
Las garras abrieron completamente el torso del cadáver, desgarrándolo, partiéndolo por la mitad en dos pedazos, y arrojando cada parte hacia los lados, desprendiendo gran cantidad de sangre por todo el lugar, que manchó al joven, que estaba sumido por el miedo, temblando como una hoja.
-No puede ser...
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