13. No eres un héroe (IV)
Nota rápida: Cómo hay algunas personas que no leyeron la respuesta de Zeta en el capitulo pasado porque lo subí después, voy a comenzar desde esa parte, para que nadie se pierda nada.
¡Feliz lectura!
---------------------------------
-Tú los has dicho, tenemos dos opciones: O elegimos quedarnos y probablemente morir, o elegimos la supervivencia y nos marchamos -expuso Abigail-. Entonces ¿Qué dices?
Zeta lo meditó un instante. Ciertamente Abigail tenía razón, la única opción para sobrevivir era marcharse de ahí y dejar la Nación Escarlata atrás, en un pasado que enterraría en su memoria tal como hizo con el grupo de Roni y Lara. Pero no era algo que le resultara fácil hacer, había forjado muy buenos lazos con personas como Renzo Xiobani, un compañero fiel hasta la muerte que después de muchos momentos juntos, se habían hecho grandes amigos. Samantha Da Silva, la hermosa joven que le robó su casa rodante. Si bien habían comenzado con el pie equivocado, a lo largo del tiempo se habían hecho muy buenos amigos. Al igual pasó con Jin, su profesor de Parkour y Anna, una muchacha incapacitada para poder hablar, pero con un fuerte corazón y resultaba una gran compañera en cualquier misión.
Como ellos, había muchos más en la lista y la última era Abigail, una muchacha que apenas había conocido el día de hoy, pero sentía como si la hubiera conocido desde hace mucho tiempo. Con quien compartían un terrible y traumático pasado. Una audaz superviviente que podía valerse por ella misma, tal como lo hacía él hace tiempo atrás.
Las opciones se bifurcaban en dos. Zeta observó a Abigail, su oferta lo tentaba a marcharse ahora mismo con ella, pero luego, lo vio. Zeta bajo su mirada a la marca en el brazo de la chica, esa enorme Z en su brazo. La marca por la cual había pasado tantas penurias, pero a su vez, la marca por la que pudo forjarse una identidad, un nombre.
Zeta era el nombre que Rex le había puesto y esa marca no solo significaba un simple apodo. En la nación era respetada como la marca que llevaba el único Señor De Los Zombis. El elegido para protegerlos y darles fe y esperanzas a las personas de la nación. Una marca que simbolizaba muerte, para los muertos y vida, para los vivos.
El joven palpó su cicatriz, recorriéndola con la punta de sus dedos y sonrió. Finalmente, tenía una respuesta para dar.
-Lo siento Abi, pero no puedo irme -El joven se adentró en el ascensor-. Tengo que seguir aquí, es mi deber.
Abigail asintió, ya sentía pesar al ser rechazada por el muchacho tantas veces.
- ¿Por qué? Podrías morir.
Zeta sonrió decidido.
-Una vez Roni me dijo que la supervivencia se elige -explicó el muchacho-. Y seguí ese ejemplo por demasiado tiempo, ciego a las palabras que me había dicho ¿y sabes que descubrí?
Abigail negó con su cabeza.
-Descubrí que esa premisa es falsa. No puedo siempre elegir la salida fácil, no siempre puedo ponerme a mí por sobre todos. Hay momentos en los que tenemos que tomar decisiones difíciles, en donde quizás pierda la vida por hacerlo. Este es uno de esos momentos, Abi -El joven se encontraba erguido, su mirada era decidida y no cabían dudas en sus palabras-. No me importa si muero en el intento, o si la Nación Oscura tiene que llevarme para salvarlos... Yo voy a elegir a mis amigos.
*****
-Señores, el objetivo es simple, matar a los oscuros, recuperar la torre y no morir -informó Franco resguardados a cuadra y media de distancia de la torre de radio. Todos escuchaban atentamente cada indicación del joven ex militar-. Nos dividiremos en tres grupos, el equipo Alfa estará bajo mi mando, seremos quince personas, Rex, Jin, los quiero en mi equipo-. Comentó mientras les ofrecía a sus hombres unos listones de color rojo-. Colóquenselo en el brazo, para identificarse con facilidad. El equipo Beta será comandado por Romero, usarán trapos azules para identificarse y también contarán con quince hombres.
-Perfecto -dijo Romero. Su cabello era largo y oscuro, con una prominente barba moderna y una altura y músculos tales que brindaban temor a cualquiera que lo miraba. Sus ojos eran café y su mirada trasmitía una impronta imponente.
-El equipo Gamma tendrá los diez hombres restantes y lo comandarás tú, López.
López era un sujeto de color, fornido y calvo de gruesos labios y piel dura como el acero, con una mirada fría y oscura de pocos amigos. Aceptó el listón amarillo de Franco y se lo colocó en el brazo.
- ¿Cómo planearemos el ataque? -preguntó Romero, llevaba un fusil anexado a la espalda, y mientras tanto, afilaba su cuchillo de combate.
-El equipo Alfa y Beta ingresaremos a la torre, ya estuve aquí en una ocasión y conozco un poco el lugar. El edificio es circular, cuenta con tres plantas y el centro de control se encuentra en el tercer piso, estimamos que Calavera debe estar acuartelado ahí. Tú y el equipo Beta tomarán las escaleras del lado derecho del edificio y arrasarán con todo lo que se mueva, nosotros haremos lo mismo desde el lado izquierdo. Cuando nos encontremos arriba, rodearemos a Calavera por ambos frentes dejándolo imposibilitado para escapar y así recuperaremos la torre para pedir refuerzos a la sede central.
-Suena bien, ¿pero qué haremos nosotros? -preguntó López. Su voz sonaba grave y gruesa.
-El equipo Gamma se quedará en la calle, cubrirán la salida y entrada. Si ven un bicho o algún oscuro, lo matan. Hasta que yo no de la orden, nadie saldrá ni entrará por esas puertas.
-O lo matamos, ya lo capto.
-Bien, no tenemos radios para comunicarnos, los Walkie-talkies son nuestra única fuente de contacto, solo lo usaremos López, Romero y yo. Solo, en caso de emergencia y para dar la orden al ataque.
-Entendido, para ser un muchacho pareces muy preparado -Lo alagó, Romero mientras guardaba su Walkie-talkie y le daba otro a López-.
-Si te soy sincero, obtuve más experiencia matando a estos bichos que en toda mi carrera como militar-.
-Como todos -añadió Romero.
Franco se acercó hasta Anna, y le dio un fusil de francotirador RT-20.
-Es el fusil más potente que tenemos, lo dejo en tus manos Anna. Quiero que subas a un punto alto y con buena visibilidad y nos sirvas de apoyo táctico -ordeno Franco, mientras se acercaba al odio de la muchacha para susurrarle algo-. Si ves que las cosas se salen de control, escapa a la nación, avisa al presidente y diles que huyan.
La muchacha asintió con seriedad y tomó el fusil para cargárselo al hombro.
-Anna, quizás esto te sirva -comentó Jin, acercando a ella un paquete de gran grosor y alto, de unos dos metros, envuelto en una gran manta-. Es el equipo de tirolesa que utilizamos en la última misión. Adaptas el poste a un lugar firme y con este equipo de herramientas puedes instalarlo rápidamente-. También le brindó una pequeña caja de herramientas negra-. Luego, simplemente utilizas la lanzadera para clavar el cable al punto que desees llegar, pero recuerda, cincuenta metros, no más. El resto de la historia la conoces.
Anna apenas podía con la cantidad de objetos que Jin le había dado, el poste pesaba bastante y apenas podía sostener la caja de herramientas y el fusil con un brazo, pero luego de una media sonrisa y un gesto de aprobación con su cabeza fue cuando Franco vio que era hora de partir.
-Bien, no perdamos más tiempo. Es ahora o nunca.
*****
- ¿Qué diablos pasó? Estaban tardando mucho -inquirió Samantha preocupada, cuando vio a Zeta y a Abi salir del ascensor-.
-Tuvimos un inconveniente abajo, varios monstruos nos atacaron pero no fueron problema para mi Beretta -mintió el muchacho, aparentando despreocupación-. Entonces, ¿encontraron a los aliados?
-No, bueno en realidad si, bueno no tanto -Ignacio no sabía cómo explicarse-. Deberías verlo tú mismo.
-Nosotros también tuvimos que luchar con alguna de esas criaturas aquí arriba, limpiamos todo el piso pero...
Zeta observó la mirada angustiada de Samantha y se imaginó lo peor. La oji verde lo guio surcando todo el pasillo hasta la habitación donde supuestamente los aliados se mantenían refugiados. Al abrir la puerta lo único que encontraron fue vacío. El lugar se encontraba completamente destruido y adornado de escombros por doquier; las paredes de la habitación ya no estaban y tampoco gran parte del techo, que se encontraba despedazado y regado por todas partes. Los edificios de la ciudad se veían a la perfección desde la altura, el viento los golpeaba sin piedad y con él, un fuerte olor a pólvora estaba impregnado en todo el lugar.
-Dios -expresó Abigail, acercándose a una enorme mancha deforme de sangre y carne que se encontraba distribuida por el suelo-. ¿Estos son cadáveres?
-Así parece -concluyó Sam-. Calavera también sabía de este lugar y casualmente también sabían del piso y la habitación exacta a la cual bombardear.
-Ese hijo de perra -balbuceó Zeta-. Tiene oídos por todos lados. Lo sabe absolutamente todo.
-Es una lástima, pero ya nada puede hacerse aquí -comentó Sam, con la mirada gacha-. Volvamos a la nación.
En ese momento un ruido se escuchó justo en la puerta, era el sonido de un arma que había caído al suelo. Todos voltearon sus cabezas para ver la proveniencia de aquel sonido y la sorpresa les cayó de lleno cuando observaron una figura masculina agazapada, con una capucha que cubría su cabeza y su rostro, intentando alcanzar su arma en el suelo.
El más veloz en reaccionar fue Emilio, quien apuntó con su fusil directamente a aquella persona.
- ¡Alto ahí! No muevas un solo musculo o te lleno de orificios.
Samantha se apresuró para bajar con su mano el arma de Emilio.
- ¡Espera! Podría ser un superviviente.
En ese segundo, la figura aprovechó para salir a la violenta carrera del lugar. Zeta se apresuró a seguirlo por detrás, mientras que Sam también se acoplaba a la carrera. El muchacho comenzó una persecución veloz contra aquella persona encapuchada, ambos recorrieron todos los pasillos del hotel, la velocidad de aquel sujeto era bastante difícil de alcanzar para Zeta. Sus músculos se tensaban e intentaba con todas sus fuerzas seguirle la pista, pero la diferencia aún era amplia. El encapuchado viró por unas escaleras y bajó velozmente cada peldaño hasta el piso de abajo. Zeta aprovechó la ocasión para saltar directamente desde el peldaño más alto hasta el más bajo, ganando un poco de terreno. Samantha lo seguía de cerca, también aportando en la persecución.
El sujeto encapuchado se dirigió por el pasillo a toda velocidad y se metió a una habitación en su derecha al ver a un zombi merodeando por el lugar. Zeta no perdió tiempo y utilizó su Beretta para reducirlo mientras corría y se metía también por la misma puerta. Pero al ingresar no vio a nadie dentro, el lugar se encontraba completamente vacío, escuchó una puerta cerrarse justo a su lateral, pero cuando quiso ir a verificar su pie tropezó con un cadáver en el suelo.
En ese segundo algo hizo clic bajo el cadáver y comenzó a escucharse un leve pitido. Zeta observó un extraño interruptor debajo del cuerpo.
- ¡Zeta! ¿Lo tienes? -Samantha también había cruzado hacia la habitación.
En ese instante una reja de acero que se encontraba justo por encima de la puerta, bajó velozmente bloqueando la salida. Zeta observó a su alrededor, todos los muros de aquella habitación estaban sellados con un enrejado de acero.
-Es una trampa -dedujo el joven, mientras observaba como del otro lado de la puerta, se asomaba la figura encapuchada-. ¡Hey! Sácanos de aquí hijo de perra...-Pero justo en el instante que Zeta posó su mano en la reja, sintió un fuerte golpe eléctrico que recorrió todo su cuerpo y lo arrojó estrepitosamente al suelo, retorciéndose de dolor.
La figura encapuchada escuchó unos pasos aproximarse y abandonó el lugar sin decir palabra alguna.
- ¡Espera! -Pero las advertencias de Samantha no fueron escuchadas.
Ignacio y Emilio fueron los primeros en llegar para ayudar.
- ¿Qué mierda hacen ahí dentro? -inquirió Emilio, confundido-.
- ¡No lo toques! -Avisó Sam, al ver que Ignacio estaba por posar sus dedos en la reja-. Está electrificada. Ese sujeto nos metió dentro de una trampa para zombis.
- ¿Toda la habitación está electrificada? -preguntó Emilio, observando con interés todo el lugar desde la entrada.
-Eso parece -comentó Zeta, incorporándose-. Tienen que ayudarnos a salir de aquí, si pudieran cortar la luz, podríamos ver la forma de quitar estas molestas rejas.
-Está bien, yo iré y cortaré las luces -comenzó a decir Ignacio pero fue interrumpido por su compañero-.
-Tú no irás a ninguna parte -dijo Emilio, apuntando con su fusil a su cabeza y disparando, haciendo que el cráneo de Ignacio volara en pedazos. Luego, apuntó rápidamente a Zeta-. ¡Ni se te ocurra tomar tu arma o la chica paga! -dijo, cambiando el fusil de dirección para apuntar a Samantha.
-Emilio, ¿Qué mierda estás haciendo? -inquirió Samantha, confundida, mientras alzaba sus brazos.
-Tú eres el traidor ¿verdad? El informante de Calavera -Zeta no soltaba su pistola, la cual guardaba en su funda.
-Quítale las balas, o te juro que Samantha perderá un ojo. Tú también niña, quiero sus armas vacías ahora mismo.
La impotencia se apoderaba de sus cuerpos. Zeta sentía una furia desorbitante manando dentro de su ser, con fuertes deseos de asesinar a Emilio, pero sabía que antes de que pudiese hacer nada, Samantha podría morir. Resolvió seguirle el juego y desarmar su pistola. La oji verde hizo lo mismo.
-Muy bien, Sam, toma el arma de Zeta y arrójala de mi lado-ordenó Emilio-.
Sam obedeció y le quitó el arma a su compañero, mientras se aproximaba a la puerta.
-No intentes nada.
La muchacha tragó saliva y con delicadeza pasó ambas armas por los espacios entre las rejas para que Emilio las tomara.
-Perfecto, a Calavera le encantará este regalo -comenzó a decir Emilio con una gran sonrisa-. No puedo creer la suerte que tengo de que justo ustedes dos caigan en una trampa, dejándome la mesa servida para darle un festín a la Nación Oscura.
-Yo no creo lo mismo -dijo Abigail, detrás de Emilio, con su arma apuntando en su nuca-. Suéltala ahora, hijo de puta.
Zeta y Sam se sorprendieron, habían olvidado por completo la presencia de Abigail en el edificio. Ambos dejaron escapar un suspiro de alivio al verla, sus cuerpos se relajaron y agradecieron internamente por tener ahora a una aliada como ella a su lado.
Pero algo increíble pasó. El rostro de Zeta comenzó a cambiar lentamente, sus ojos se abrieron con intensidad, sin poder creerse lo que veía.
- ¡Mierda, estúpida me has asustado! -dijo Emilio, apartando con su mano el arma de su nuca.
Abigail sonrió.
-Los oscuros si que son unos amargos -dijo la muchacha, bajando su arma y observado con placer a Zeta y Samantha tras las rejas-. Esto es increíble, ¿Cómo los atrapaste?
- ¿Qué? -vociferó Sam.
-No puede ser...-Algo se revolvió en la boca del estómago de Zeta.
-La verdad, se atraparon solitos. La trampa era para los zombis y ellos cayeron redondos, además -Rozó con su arma el filo de la reja y esta largó una pequeña chispa-. Está electrificada, podemos tenerlos aquí el tiempo que queramos.
-Es asombroso, quien hubiera pensado que sería tan sencillo. Hasta me da gracia. Cuando rechazaste mi oferta de escapar juntos incluso llegué a preocuparme, atraparte hubiera sido más difícil, y solo mírate ahí dentro, como un pobre hámster sin salida -La voz de Abigail había cambiado, todo su rostro había cambiado. Ya no era la muchacha serena y de aspecto bondadoso de hace unos momentos, sus ojos parecían haberse ensombrecidos y su sonrisa destilaba malicia. Toda una actriz, pensó Zeta.
-Hija de puta...-Fueron las únicas palabras del muchacho, su mirada fijaba un odio creciente hacia Abigaíl. No digería la idea de haber sido tan iluso de confiar en ella.
-No entiendo, ¿tú también? Pero pasaste el detector de mentiras ¿Cómo pudiste hacerlo sin que el polígrafo saltara? -cuestionó Samantha, confundida. A ella aún le costaba aceptar que frente a sus ojos estaba la farsante.
-Porque no mentí, estúpida -respondió Abi con desprecio-. A diferencia del neanderthal a mi lado, yo no pertenezco a la Nación Oscura. El mundo no gira en torno a sus tres estúpidas naciones, hay muchos otros grupos afuera, y el mío en particular, es uno de los mejores.
-Todo fue mentira ¿eh? -Dijo Zeta fríamente-. La historia de tu secuestro, sobre que Roni aún vivía. Todas mentiras para acercarte a mí.
-Desde que ingresaste a ese teatro, la obra ya había comenzado -contestó la impostora con altura-.
- ¿Y esa marca en tu brazo? ¿Tan lejos estabas dispuesta a llegar? -Se aventuró el muchacho, intentando que su ira no alterara el hilo de sus palabras.
-Hay algunas cosas que simplemente hay que hacerse -dijo, pasando sus dedos por la cicatriz-. Y yo soy muy profesional en mi trabajo. Pero puedes respirar tranquilo, lo que te conté sobre Ronaldo era verdad, él aún vive.
- ¿Qué?
-Por supuesto que no es una vida muy placentera, claro -comentó Abigail, burlándose-. Cuando lo conocí estaba en la Nación Oscura, siendo torturado con una máquina de afeitar. Era muy gracioso ver cómo me hablaba sobre ti y le rebanaban la piel trozo por trozo.
- ¡Eres una perra! -Zeta se abalanzó hacia las rejas. La descarga que recibió lo sacudió volviéndolo a arrojar al suelo.
Abigail sonrió, disfrutaba la bella vista de desesperación que transmitía Zeta.
-Tranquilo muchacho, te encontrarás con él cuando te llevemos con Alexander -comentó Abigail.
- ¿Qué planean hacer con la Nación Escarlata? -inquirió Sam, aprovechando la situación para conseguir, al menos, un poco de información.
-Su patética nación no sobrevivirá, tan pronto como Calavera extermine a todos sus compañeros en la torre de radio, atacaremos su nación -respondió Emilio con una sonrisa maliciosa.
-No atacaremos imbécil, recuerda el plan de Alexander, las armas son el último recurso, ¿para qué utilizarlas si tenemos esto? -Abigail mostró su collar, con un pintoresco dije en forma de un cristal alargado-.
- ¿Qué es eso? -preguntó Emilio, extrañado.
- ¡Vaya! Alexander tiene suerte de haberme enviado, sus hombres son unos tarados -comentó la muchacha suspirando. Luego observó a Samantha y a Zeta y evaluó que no le importaría si ellos también escuchaban-. Este collar contiene sangre infectada de los colmillos de un nocturno. Solo basta inyectar esto en alguien de la Nación Escarlata y ver como se matan los unos a los otros. Cuando el caos termine, si hallamos cualquier rasgo de supervivientes serán finalmente exterminados por Calavera y su equipo.
- Es verdad, se me había olvidado... ¿Y qué hay de ese compañero tuyo? Ese que buscaba el pendrive -Cuestionó Emilio.
- ¿El pendrive? ¿El que tú trajiste? -preguntó Sam, primero a Emilio y luego a Zeta.
Zeta subió sus hombros, verdaderamente no tenía idea de lo que ese artefacto escondía o si realmente buscaban el mismo pendrive.
-Está en progreso -dijo Abi, respondiendo a Emilio-. Cuando el virus esté suelto, se encargará de quitarle al presidente el pendrive de sus muertas manos.
- ¿Hay más infiltrados con ustedes? -Samantha deseaba con fervor que respondieran a su pregunta.
-Pues claro que hay, niña. La nación escarlata es la única que acepta el ingreso a todas las personas. Ese fue su gran error -respondió Emilio, con una sonrisa de oreja a oreja que destilaba soberbia.
-Solo una última pregunta -Samantha estaba dispuesta a llegar al fondo de todo esto, solo necesitaba una respuesta más-. ¿Quién es el infiltrado?
- ¿Por qué te lo diría? -cuestionó Abigail.
La siguiente respuesta de Sam era clave, podría despejar todas sus dudas o provocaría que Abigail se marchara. Tenía que ser sutil y responder con cuidado.
-Digamos que es mi última voluntad antes de morir, ¿podrías negármela?
Abigail soltó una corta carcajada.
-Yo solo hago mi trabajo, no soy una mala persona y te lo demostraré-. Dijo la joven acercándose a las rejas-. El otro infiltrado es alguien cercano al presidente. Por supuesto que no tan cercano como tú, después de todo, son familia ¿verdad Sami?
Los verdes ojos de Samantha ya no podían reflejar más sorpresa.
- ¿Cómo lo sabes? Jamás le dije a nadie eso, excepto a...-Samantha calló, sin terminar lo que iba a decir.
-Digamos que Alexander tiene ojos en todos lados. Y ya son suficientes preguntas para ustedes -Abigail se dirigió hacia Emilio-. Escucha, yo volveré a la Nación, soltaré el virus y me reuniré contigo aquí para llevárselos a Calavera.
-Pero Calavera solo quiere al muchacho, ¿matamos a Sam?
-Por el momento solo tenla de rehén, para asegurarte que Zeta no haga alguna locura y se suicide. Usa a la chica para tener a Zeta a raya.
-Perfecto.
Abigail sonrió a los muchachos una vez más, antes de marcharse.
-Al fin y al cabo tenías razón -dijo Abigail, observando a Zeta quien seguía sentado en el suelo-. Nunca debes confiar en nadie.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top