12. Cuenta Regresiva (III)


-Púdrete.

Rex volvió a incrustar la bandera en su lugar y se dirigió a la esquina de la torre, donde lo esperaba el mismo mástil que había colocado Jin en la misión de rescate en el edificio, con una tirolesa que llegaba hasta el suelo. El mecánico se enganchó a la tirolesa y se arrojó, la bajada era lo bastante empinada como para dar la sensación de una caída libre. En la base, lo esperaba un colchón de aire de gran tamaño para amortiguar la caída. El joven esperó lo suficiente para arrojarse justo en el centro y rebotar un par de veces.

-Una caída perfecta, Rex -Lo felicitó Jin, mientras se acercaba aplaudiendo-. ¿Le ganaste otra vez?

-Por muy poco, Zeta lo hizo sensacional esta vez. Tomó el camino más largo y si no fuera porque la escalada en la soga lo retrasó, él hubiera ganado cómodamente -dijo Rex, mientras veía como su compañero se arrojaba al colchón.

-Está mejorando bastante rápido -añadió Jin, con una sonrisa.

- ¿De qué hablan? -preguntó Zeta, quien recién se incorporaba a la charla.

-Le estaba comentando cómo te volví a hacer pedazos -contestó Rex, inflando pecho-. No tuviste oportunidad alguna, amigo. Lo siento, la próxima será.

-Bah, no molestes -bufó Zeta, desviando la mirada para poder ver a varios rostros nuevos en la división.

- ¿Nuevos bípedos? Bien hecho, Jin. -comentó Zeta, sonriendo-. Denme al chico, lo haré pedazos.

-Siempre queriendo hacer pedazos a todos -dijo Sam, mientras se acercaba a la ronda-. Guarda esa ambición para los zombis.

-Eso hago, por eso me gusta entrenar a los nuevos traceurs así. Jin y Rex son algo blandos para esto.

-Porque somos personas normales-dijo Rex, enfatizando la última palabra.

-Nadie es normal, Rex. A propósito, Sam. ¿Cuándo veremos a tu novio aquí? Quiero humillarlo en la torre.

-Vas a tener que esperar, Max lo mandó a una nueva misión con un gran número de efectivos y varios vehículos de transporte masivo.

- ¿Por qué esa movida tan grande? ¿Qué clase de misión van a hacer?

- No tuvo mucho tiempo para darme detalles, lo único que dijo fue que me prepare para algo grande.

- ¡Por dios, Sam! -dijo Rex, llevándose las manos a la cabeza-. No queríamos tantos detalles.

-Quiso decir algo bélico, tonto.

- ¿Un enfrentamiento? -preguntó, Zeta.

-Quizás, no estoy segura. Pero la nación nunca se movilizó tanto como en el día de hoy.

-Entonces habrá que esperar que noticias se trae Brandon -comentó Jin-. Por ahora, vamos a despejarnos un rato y calmarnos. Hay nuevos alumnos, así que déjenme presentarlos -El joven asiático se dirigió hasta el grupo de cuatro, seguido por Rex.

- ¿Sabes que viene después de la calma? -le dijo Zeta, a Sam en el oído.

La muchacha no contestó, pero su mirada de preocupación lo hizo por ella. Ambos se dirigieron al grupo donde había ido Jin, quien ya había empezado las presentaciones sin ellos.

-Y ellos dos, son Samantha Da Silva y Zeta, El Señor De Los Zombis.

-Que nombre tan raro -dijo, Lucas.

-Al menos no es un número -respondió, el joven mirando de arriba abajo a Lucas -. Estás bastante escuálido compañero, te falta ejercicio. Serás mío todo el día, así que quiero que empieces dando treinta vueltas a todo el tinglado. Cuando termines, ven a verme.

- ¿Qué? No puedes hacer eso.

- ¡Claro que puedo, bípedo! ¡Da treinta vueltas, ahora!

La cara de Lucas mostró una mueca de asco antes de comenzar a correr. Zeta automáticamente dirigió su mirada a la joven que usaba un peinado corto hasta el cuello y de cabellos negros que se combinaban con unas particulares mechas rubias. La muchacha apartó su flequillo hacia un lado para observar a Zeta con una mirada que se conectó entre ambos y los llevó directamente a recordar su primer contacto visual aquella vez en el teatro.

-Abigail, si no me equivoco.

-No te equivocas -dijo la joven, sonriendo sin quitarle la vista de encima.

-Tengo una idea -comenzó a decir Zeta-. Mientras esperamos a que el bípedo vuelva, podemos charlar por allá.

La joven rio ante el comentario sobre Lucas.

-No me parece mala idea.

Mientras conversaban, Sam los observaba con una mirada divertida.

-Bien, vamos por aquí-continuó, Zeta mientras se alejaban.

-Ten cuidado, puede que se te declare -comentó Sam, sonriendo.

Zeta giró la cabeza, fulminando con la mirada a la joven oji verde y luego retomó su camino junto con Abigail.

- ¿Por qué dijo eso?

-No le hagas caso -respondió Zeta, mientras recorrían el interior del tinglado.

-Entonces, ¿de qué querías hablarme? -dijo Abi, mientras de un salto se sentaba en una pila de maderas acumuladas junto a un muro.

-Solo me interesa saber de ti, de tu pasado -contestó, dándole vueltas al asunto.

-Quieres hablar de la marca en mi brazo -afirmó la muchacha, divertida.

-Me descubriste -sonrió, Zeta.

-Bueno, ¿Por qué no me hablas primero de como tú te la hiciste?

-Digamos que quiero estar seguro, cuéntamelo tú y luego yo te diré todo.

-Eres muy negociador, ¿verdad?

-Solo quiero estar seguro.

La joven subió la mirada, mientras se dejaba apoyar por sus brazos en los tablones. Tomó aire y lo largó en un suspiro prolongado, hablar del tema todavía le costaba, quizás porque nunca había hablado de eso con nadie hasta ahora.

-Fue en un lugar aterrador. Me capturaron unos sujetos vestidos de negro -La joven hablaba con un tono de voz pausado y bajo-. Llegaron de la nada a nuestro escondite, bombardearon las puertas y arrojaron humo por todos lados.

Zeta asintió, escuchando con atención cada palabra de la muchacha. Por el momento el modo de ataque coincidía con el que había sufrido +el con el grupo de Roni y Lara en el pasado. Realizó un gesto con su mirada para que la muchacha continuara hablando.

-Yo no entendía nada, escuchaba disparos por todos lados. Al principio pensé que los monstruos habían logrado entrar. Estaba muy asustada- Su voz se comenzó a quebrar-. Intenté esconderme con mi madre, pero ellos nos encontraron.

-Tranquila -dijo Zeta, al ver que Abigail se llevaba las manos al rostro para esconder sus lágrimas-. No tienes que decírmelo ahora, hablaremos en otro momento ¿está bien?

La joven se frotó los ojos con fuerza, y agachó la mirada.

-La mataron... Ella intentó defenderme y la mataron -Su mirada se cruzó con la del joven, una mirada llena de dolor y angustia-. Luego nos capturaron y nos metieron en esa maldita prisión. Nos desnudaron y solo a algunas nos marcaron con esta horrible zeta.

-Ya veo-dijo, Zeta-. ¿Y cómo fue que escapaste de la puerta?

- ¿Qué puerta? -preguntó la muchacha, con un atisbo de confusión.

-Luego de que te marcaron, ¿no te llevaron a una puerta metálica o algo así?

La joven negó con la cabeza y bajó la mirada.

-No -respondió a secas.

- Que raro... ¿Y qué hacían con ustedes?

Bastó solo una mirada por parte de Abi, para que Zeta se diera cuenta. En ese momento, algo se revolvió en su estómago y recordó todo en un segundo. Vino a su mente el momento en el que se encontraba escapando de la Nación Oscura y cuando vio cuando unas mujeres eran violadas brutalmente por esos engendros de la tierra. Recordó como no pudo hacer nada y decidió huir. Un pinchazo de culpa y remordimiento recorrió su cuerpo imaginando que quizás una de esas mujeres que se encontraba ahí, en ese momento, pudiera ser ella.

-Tranquilo, a mí no llegaron a tocarme -comentó Abi, intuyendo los pensamientos de Zeta-. Yo pude escapar el mismo día que me secuestraron, gracias a Dios, alguien nos recató.

- ¿Quién? ¿Recuerdas como era esa persona?

-Por supuesto, nunca lo olvidaré. Ese día que nos atraparon, la cárcel sufrió un atentado, se escucharon explosiones por doquier y en unos cuantos minutos el lugar fue invadido por esas criaturas. Por suerte, algunas mujeres y yo nos encontrábamos a salvo dentro de las celdas, pero tampoco teníamos manera de escapar de ahí. Esa persona que nos rescató fue el único que quedó entre todo ese caos, cuando ya no quedaba nadie y todos se habían marchado. Solo él se atrevió a volver por nosotras... Se llamaba Ronaldo, nunca lo olvidaré.

La expresión de Zeta cambió de forma drástica al escuchar el nombre de quien había sido su mentor y al quien llegó a considerar como su segundo padre. Pero solo para asegurarse, decidió inquirir más en el asunto tratando de no demostrar mucho interés.

- ¿Por casualidad esa persona era en sujeto robusto, con cara de tipo bueno y una barba espesa y negra?

- ¡Exactamente! ¿Cómo lo sabes?

- ¡Por dios! -Exclamó Zeta, acercándose a la joven-. ¿Dónde está? ¿Sigue vivo? ¿Encontraron a Elías?

- ¡Tranquilo, tranquilo! Lo siento, pero no sé eso. Luego de liberarnos él se marchó, nos dejó a mí y a mis compañeras su vehículo y dijo que tenía que buscar a alguien. Lo siento, pero lo único que recuerdo de él es su nombre y que nos rescató sin pedir nada a cambio. No se encuentran muchas personas así en este mundo.

- ¿No sabes nada de él desde entonces?

-Lo lamento.

- ¡Mierda! La primera pista que tengo de él y no llega a nada.

-Al menos sabes que está vivo.

- ¿Cómo puedo saberlo? Tú ya no lo volviste a ver, yo tampoco.

-Es sencillo, él es una persona que no se dejará matar fácilmente -contestó Abi, brindándole una sonrisa.

Zeta llevó su mano a su desarreglado cabello y lo sacudió.

-Supongo que es verdad, nada puede con él -El joven se permitió sonreír al recordar a su mentor por un momento-. Te lo agradezco, has vuelto a darme un poco de fe.

- ¿Pase la prueba, entonces?

-Sí, la pasaste. Es imposible que mientas si conocías a Roni, aunque es una lástima que no pudiste estar más tiempo con él, era un sujeto formidable.

-Entonces, ¿Por qué no me cuentas de tu historia?

-Esto te sorprenderá...pero yo estuve ese día ahí con Roni y fuimos nosotros quienes destruimos la Nación Oscura.

- ¿Tú también estabas en la cárcel? No te creo -dijo la muchacha, con asombro en sus ojos.

-Es la verdad, te lo juro. Por ese motivo me sorprendió tanto que conozcas a Roni.

-Quien lo diría ¿verdad? Quizás el destino quería que nos encontremos-dijo la joven, acercándose levemente a Zeta.

-Yo no creo en el destino, pero debo aceptar que esta es una gigantesca coincidencia -Los ojos de ambos se miraban con intensidad, mientras sutilmente se iban aproximando.

-Yo no creo que sea una coincidencia que justamente fueras tú el que me haya rescatado en el teatro. Hilos como estos, solo el destino puede moverlos.

Zeta se tomó un momento para observar el bello rostro de la muchacha que se halaba apenas a unos centímetros de distancia. La casualidad era demasiada, eran muchas las cosas que tenían en común entre los dos. Tanto en su pasado, como en su presente esta chica resultaba increíblemente interesante a los ojos del joven. Quería saber más sobre ella y conocerla mejor, deseaba acercarse más a su persona.

-Quizás tengas razón -dijo Zeta, mirando fijamente a Abi sin apenas pestañar. Pero desvió la mirada y se apartó luego de ver a Lucas aproximarse hasta ellos.

La muchacha también se apartó, algo incomoda llevándose la mano a la nuca.

- ¿Terminaste? -preguntó Zeta, antes que Lucas llegara.

-Si...-respondió apenas, el joven-. Ya está...treinta vueltas.

-Te tardaste mucho, bípedo. Pero está bien por ahora. Quiero que vayas al patio de la entrada, encontrarás una barra a tu derecha -dijo Zeta, señalando el lugar y haciendo una mímica de hacia donde debía doblar-. Cuando la encuentres quiero que hagas diez series de siete.

- ¿Qué? ¡Diez series son muchas! Jamás hice eso.

-Por eso solo harás siete, en total son setenta, ¡pero se transformarán en ochenta si no te vas ahora!

- ¡Esta bien, ya voy! -Dijo Lucas, alejándose del loco maniático del ejercicio, para dirigirse a la salida al patio de entrada-. Quien mierda se cree ese tipo. Ni siquiera lo conozco y tengo que hacer todo lo que me dice. Es más, ni siquiera sé porque le hago caso, podría irme de aquí cuando quiera.

Lucas observó un segundo dentro del tinglado, buscó con la vista a María, la chica de la que había estado enamorado gran parte de su vida. Y una mueca de disgusto se dibujó en su rostro al verla con Jin, el profesor de la división de Parkour. Desde su posición se veía como él la ayudaba a trepar por una escalera de sogas sosteniéndola de las caderas, había demasiado contacto físico para una enseñanza tan básica como esa. Lucas decidió apartar la mirada, enfadado y viró a la derecha en dirección a la barra.

- ¡Odio este estúpido lugar! Ojala nunca nos hubieran encontrado -La euforia de Lucas aumentaba cada vez más, al punto de querer desquitarse con lo primero que tuvo en frente-. ¡Estúpido Jin y estúpido Zeta! ¡Voy a romperles sus estúpidas caras a cada uno! -Esa última oración fue acompañada de un fuerte puñetazo a la pared, pero el dolor al recibir el impacto del concreto fue tanto que volvió a desquitarse, esta vez, golpeando algo más blando. A su lado se encontraba una caja pequeña de fusibles que voló lejos, al golpearla con el lado lateral de su puño.

La caja hizo un gran escándalo al chocar con el suelo. Lucas se alarmó, su intención no era desencajar la estructura, por lo que decidió recogerla y volverla a colocar en su posición. Por suerte para él, los interruptores internos que habían quedado expuestos luego de que la caja saliera volando, no habían sufrido ninguna modificación. Lucas aproximó suavemente la pequeña caja de metal, intentando que todos los cables e interruptores queden dentro. Cuando finalmente lo logró, uno de los cables se encontraba con los hilos de cobre completamente expuestos y el mismo, rozó el metal de la caja brindándole a Lucas una leve descarga eléctrica. Lucas bramó una serie de elaborados insultos al despegar las manos del metal y no se percató de que la térmica de los fusibles había saltado, apagando toda la red eléctrica.

- ¡Hey! ¿Qué estás haciendo ahí? -preguntó Rex, en la entrada de la puerta.

- ¡Nada! Esa cosa de ahí me dio un shock -respondió Lucas, mientras se acercaba a Rex.

- ¿Qué hacías tocando eso? ¿Moviste algún interruptor o apagaste algo?

-No, apenas toque la parte de afuera. No moví ni cambie nada, lo juro. Además, las luces están encendidas ¿ves? -se excusó Lucas, señalando una lámpara iluminada, sobre la cabeza de Rex.

-No, las luces no se manejan con los fusibles de ahí. Son aparte. Esa caja maneja la electricidad de las vallas y la puerta de entrada, por eso me preocupa saber si no modificaste nada.

- ¡Oh, puedes estar tranquilo entonces! No toqué nada, lo prometo.

-Está bien. Déjame ver tu mano, está hecha pedazos ¿Le pegaste a las paredes? -preguntó Rex, mientras se dirigían adentro-. Sígueme, te daré algo para que se te pase esa hinchazón.

-Te lo agradezco, amigo. Al menos hay alguien decente aquí.

-Si, como sea. Sígueme.

Mientras tanto, del lado exterior de las cercas. Un zombi había observado de lejos la conversación de Rex y Lucas. Tentado por acercarse más, se topó con un obstáculo de alambres metálicos que rodeaban todo el perímetro. Su cuerpo rebotó varias veces al intentar ingresar, pero no había forma alguna. Algunos compañeros muertos lo empujaban de atrás, ellos también deseaban pasar para corroborar con sus grises ojos lo que se hallaba en el interior.

Alzó su brazo para apoyarse en el alambrado, la fuerza que ejercían sus compañeros detrás de él era mucha, así que instintivamente decidió darse un poco de espacio usando sus manos, pero en ese momento, uno de los alambrados de la reja se cortó al contacto con sus dedos. El zombi bufó, a veces olvidaba que sus manos tenían esas peculiares y afiladas garras que podían cortar cualquier cosa.


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