12. Cuenta Regresiva (I)

Capítulo 12: Cuenta regresiva.

"La mejor forma de averiguar si puedes confiar en alguien es confiar en él-Ernest Hemingway".



La puerta del despacho de Máximo sonó unas cuantas veces antes de que se abriera.

-Permiso, señor presidente -llamó una voz dulce de manera respetuosa, mientras ingresaba al despacho-. Brandon ya está aquí.

-Gracias, Patricia. Que ingrese -ordenó Max, sin alzar la vista, mientras hojeaba una carpeta.

Franco ingresó a la habitación, mientras Patricia cerraba la puerta para dejarlos solos.

- ¿Quería verme? -comenzó Franco, la conversación.

-Toma asiento -ordenó el presidente, todavía sin alzar la vista. Su voz se apreciaba más formal de lo usual.

Franco acató y se sentó. Sus ojos dieron un paneo a la carpeta que tanta importancia parecía tener para el presidente y se dispuso a esperar que fuera él quien comenzara a hablar.

Luego de unos prolongados segundos de silencio, Máximo quitó una foto de la carpeta y la arrojó a la mesa. Franco observó callado e intrigado; la imagen mostraba cadáveres de personas regadas a lo largo del suelo de lo que se intuía ser una habitación cerrada de paredes rojas.

- ¿Qué es esto? -preguntó el joven ex militar, curioso.

Máximo arrojó otras dos fotos más a la mesa; una mostraba el exterior de una fábrica completamente demolida desde lo lejos, y en la otra se veía la misma estructura, esta vez, enfocado en la entrada principal. Franco se acercó a observar de cerca, la foto tenía algo familiar a sus ojos. A lo alto de la entrada pudo apreciar unas letras de hierro pintadas de blanco, con las siglas: "F&R".

-Espera un segundo, yo estuve ahí -reconoció Franco, sus ojos se abrieron de par en par cuando al fin se dio cuenta de que se trataba todo-. No es posible, ese es el campamento de supervivientes que encontramos hace unas semanas, en esa vieja fábrica de zapatos. Estaba en perfecto estado cuando fuimos la última vez -el joven volvió a tomar la foto de los cadáveres para inspeccionarla con detenimiento-. ¡Son ellos! Pero... ¿Qué les pasó?

-Eso mismo me pregunto yo -dijo el presidente, dejando la carpeta en su escritorio-. Esta mañana, envié un equipo de exploración para brindar alimentos y medicinas a su grupo, a cambio, ellos iban a ofrecernos unas valiosas municiones de ametralladora, que se nos están acabando.

Franco recordó como tuvo que utilizar todas las municiones hace un momento atrás para acabar con el monstruo titán y no pudo evitar hacer una mueca de disgusto.

-Cuando el equipo llegó a su destino, eso fue lo que se encontró, el grupo entero había sido aniquilado. La fábrica estaba completamente destruida, y esto no fue obra de esos monstruos, Brandon. Estos fueron personas.

- ¿Un enfrentamiento entre grupos rivales, dices?

-No. Un enfrentamiento tiene bajas en los ambos bandos. Esto fue una masacre, llegaron y destruyeron todo a su paso, ni siquiera pudieron defenderse -Máximo acercó la carpeta a Franco y señaló con su dedo una de las hojas-. El rastrillaje hecho por nuestros hombres determinó que no había cuerpos de otras personas que no fueran las del grupo perteneciente a la fábrica. Las balas utilizadas no fueron de calibre que se usan en armas de mano y fíjate bien en las fotos como demolieron casi toda la estructura en las zonas más elevadas. Tú eras soldado, ¿sabes qué significa esto verdad?

Franco asintió atónito, los datos revelados y la evidencia que Máximo le mostraba solo señalaban hacia una respuesta lógica.

-Un helicóptero.

-Y uno bien armado, Brandon.

- ¿Cuál podría llegar a ser la causa del ataque? ¿Armas, comida, medicinas?

-No te quedes en lo básico -respondió Máximo, inclinando su silla hacia atrás-. No se llevaron nada de ese lugar, solo lo arrasaron.

- ¿Y porque harían algo así?

- ¡Por poder! -Ambas manos del presidente golpearon su asiento, mientras se erguía de su silla-. ¿Qué más podría ser? Quieren marcar territorio en nuestra ciudad.

- ¿Crees que sean los Oscuros? -Franco desvió la mirada, pensativo-. Suponiendo eso, ¿cómo consiguieron un helicóptero?

-Eso no nos importa. Esto de aquí -dijo, golpeando con su dedo la carpeta-. Es un mensaje...una declaración de guerra. Pero tampoco tenemos las pruebas necesarias de que sea la Nación Oscura, bien podrían ser cualquiera. Recuerda que Zeta consiguió un helicóptero en un hospital, cualquier grupo puede hacerse con valiosos recursos con la cuota adecuada de suerte.

-Esto no pasaría si hubiésemos atacado a la Nación Oscura cuando le dije que lo hiciéramos.

-Imposible, para atacar a una nación, necesitamos de una nación. Y por el momento solo somos un grupo numeroso de personas, que depende de los cuidados de la sede central de la Nación Escarlata. Aquí apenas rozamos los doscientos efectivos y la mitad son mujeres, ancianos y niños. No tenemos idea de cuantos son ellos y por el momento no se me autorizó a efectuar ningún tipo de ataque. No hasta que consigamos expandirnos de estas paredes y abarcar más terreno.

- ¿Qué hay de nuestras alianzas? Todavía nos queda un grupo aliado en el sur de la ciudad, podemos pedirles que se unan a nuestra causa.

-Eso es, por ahora, lo único que podemos hacer. Es por eso que te llamé Brandon, no sabemos a lo que nos enfrentamos pero hay que estar preparados. Irás al sur, llamaré por radio e informaré de tu llegada, reúne un equipo, llévate los camiones y el autobús de transporte, mudaremos a todo ese grupo con nosotros.

- ¿Todo el grupo? ¿Habrá espacio suficiente?

-Montaremos tiendas para acampar en los patios y utilizaremos cada habitación que dispongamos, ya no habrán habitaciones privadas, todo será unificado, también podemos utilizar el amplio espacio del comedor. Tenemos que prepararnos para lo que sea, si estamos juntos, las posibilidades son mayores.

-Está bien -aceptó Franco, colocándose de pie- ¿Y qué les dirás a los de la sede central?

-Ya hablé con ellos y a raíz de lo sucedido enviarán más armas y un cargamento de municiones, pero no enviarán hombres a no ser que tengamos pruebas más contundentes de un enfrentamiento inminente. Ahora vete y mantenme al tanto de las novedades -dijo Máximo, acompañando al joven hasta la puerta-. Esperemos que ese grupo aún siga vivo y desee cooperar -comentó y cerró la puerta.

-Las cosas no eran suficientemente complicadas con estos bichos, tenían que aparecer los humanos -dijo Franco, para sí mismo.


*****


- ¿Por qué te importa tanto saber dónde me hice esto? -contestó la joven, tomándose del brazo por instinto.

Zeta se quedó observándola, la cicatriz en el brazo de aquella muchacha era muy parecida a la suya. Hecha exactamente en el mismo lado, y probablemente con el mismo propósito que cuando se la hicieron a él. En ese momento recordó lo doloroso que fue y el momento tan angustiante que le ocasiono haber sido encerrado en esa puerta infernal, luego de ser marcado y lanzado a morir como un animal. Una punzada de remordimiento se incrustó en su pecho, si ella tenía esa misma cicatriz había pasado los mismos traumáticos momentos. Ahora veía las cosas desde una perspectiva distinta y comprendía mejor el rechazo a las personas que esta chica tenía, el mismo rechazo que tuvo él antes de conocer a Rex y a los demás en la Nación Escarlata. Se consideró con mucha suerte por haber podido salir de ese poso de soledad y angustia, y sabía bien que no era algo fácil. Tampoco lo sería para ella.

Se dispuso a calmar su ansiedad y comenzar de nuevo.

-Lo siento, suelo ser impulsivo a veces -dijo el joven bajando la mirada-. Yo no quería asustarte, pero es que tú realmente me has asustado-. Zeta se quitó un lado de su armadura para enseñarle su cicatriz-. Por esto es que reaccioné así.

La joven al ver la cicatriz retrocedió impactada, como si hubiese visto al mismo diablo.

- ¿Tú también?

-Sí, ambos sufrimos el mismo cruel destino, pero por alguna razón salimos vivos. Me encantaría escuchar tu historia y yo también te contaré la mía, pero no podemos hacerlo aquí. Tenemos que ir a un lugar seguro y si confías en nosotros... o al menos en mí, te prometo que no te arrepentirás. Yo sé lo que sientes, sé por lo que pasaste. Yo también era como tú y desconfiaba de todos, pero tarde o temprano, vas a darte cuenta de que si no confías en nadie, te encerraras en la peor cárcel que existe... Tú misma.

La muchacha no respondió, su mirada se encontraba fijada en el suelo, hasta que una sombra, la de la mano de Zeta, la obligó a prestarle atención. El oven acercó su mano con la palma extendida, brindándole una reconfortable sonrisa.

-Empecemos de nuevo. Mi nombre es Zeta, ¿Tu, cómo te llamas?

La muchacha cruzó miradas con Zeta, una mirada fruncida y confundida, que se entregó a rememorar esos momentos que había sufrido en su pasado. Algo extraño se movió en lo más interno de su ser, sintió una conexión que hacía mucho tiempo no se daba el lujo de experimentar. Sintió algo en común con otra persona, algo que por más que fuese horrible, los unía en un sentimiento.

No pudo contener las lágrimas que salían de sus ojos, y con un esfuerzo por no quebrar su voz decidió finalmente, después de tanto tiempo, confiar una vez más en las personas, decidió confiar en él. Estiró su mano y la estrechó tímidamente a la de Zeta.

-Yo soy Abi...Abigail.




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top