0. Lo muerto, debe quedarse muerto. (II)
Había pasado ya toda la tarde conduciendo, el sol comenzaría a esconderse en una hora máximo, la ruta se hacía interminable, sabía que en algún momento debía de encontrarse con una gasolinera, en donde podría con suerte encontrar un poco de combustible, y registrar si el mini mercado contenía algo útil para saquear.
Su vida en este infernal nuevo mundo era básicamente eso; Manejar, registrar, comer, manejar, registrar, escribir, manejar, registrar y dormir. No era la típica vida sedentaria y cómoda que uno esperaría tener en un apocalipsis, eso es pura fantasía. Si de verdad quería sobrevivir, debía ser cauteloso y viajar siempre, estar en constante movimiento, puesto que el joven veía que así estaba más seguro. Y preferentemente estar solo, sin el peso de cuidar de otra persona, pero estar junto con una, o dos chicas no le parecía tampoco una mala idea... o quizás, tres.
Tenia integrada ya la costumbre de viajar siempre en rutas, debido a que no se encuentran muchos Zombies por ahí. En cambio, en una ciudad o un pueblo, sabía bien que era un infierno, no podrías entrar y salir sin pagar una cuota de algunas mordidas.
Mientras manejaba vio algo que llamó su atención de repente, se trataba de una silueta que se dibujaba en el horizonte. Decidió disminuir la velocidad por si se encontraba con una clase parca de nuevo, si era así debía ser rápido y matarlo mientras este no lo viera o habría problemas, dado que esta clase pueden fácilmente tumbar un auto si quisieran y él lo sabía a la perfección.
Para su ventaja, tenía conocimientos de experiencias pasadas, que esta clase de zombies son casi tan sordos como ciegos, si bien pueden ver, solo es a corta distancia; Y son lo bastante sordos como para no escuchar el motor de un auto si este pasa relativamente lejos de su posición, pero al sonido de un disparo siempre acuden al instante, y propendiendo un feroz aullido de guerra.
A medida que se fue acercando, pudo reconocer la silueta y deducir que no se trataba de un zombie esta vez, ahora era una persona.
<<¡Un humano!>> pensó, mientras se acercaba lo bastante como para apreciar mejor los detalles; Una melena de cabello largo y negro, recogido en una cola de caballo que le llegaba hasta la mitad de la espalda, dio a reconocer que se trataba de una simple chica, caminando sola y aparentemente exhausta. —Yo te había pedido una rubia...—dijo el muchacho a sí mismo con tono divertido.
De todas formas, le resultaba sospechoso el hecho que una chica deambulara sola por la ruta, por lo que el joven, se fijó en simples golpes de vista a los alrededores, por si alguien estaba escondido en algún lugar, sea zombie o humano. Pero solo vio algunos cadáveres tirados en la ruta, y autos volcados, aunque eso no le pareció nada del otro mundo.
La muchacha, al darse cuenta del vehículo que se acercaba lentamente a su posición, comenzó a agitar los brazos y a emitir gritos desesperados en señal de ayuda. El joven estacionó a un lado de la chica, y abrió la puerta de la casa rodante, esta lo miró con una expresión de incertidumbre mezclada con miedo; Pero su cara cambió cuando del otro lado de la puerta observó a un joven de cabellos en puntas y penetrantes ojos marrones que en la oscuridad podrían confundirse con un color negruzco, de un físico aceptable y unos rasgos bien definidos, que aparentaba no poco más de veinte años. A simple vista parecía inofensivo, lo que alegró internamente a la joven, ya que podría haberse encontrado con cualquier otro tipo de persona.
El joven bajó del vehículo tranquilamente y sin decir palabra alguna apuntó a la chica con su pistola; Era una Beretta modificada, con un diseño personal color rojo en la parte superior, con manchas marmoladas en el cuerpo del arma que variaban la tonalidad de colores rojos, entre más oscuros hasta colores más claros, y con unos cuidados detalles dorados y cromados en los bordes. Al joven le fascinaba esa arma, nunca iba a ningún sitio sin ella, para él, era como su amuleto de buena suerte.
—No lo tomes a mal—Comenzó la charla el joven—. Espero que entiendas que esto lo hago por precaución.
— ¿Por qué me apuntas?—preguntó la muchacha, sorprendida ante tal acto—. No soy uno de ellos.
— ¿Eres humana?
—Si...
—Pues por eso, linda.
— ¿Qué?
El chico suspiró. —No confío en los humanos, ¿Sabes? Pero tampoco puedo ser tan cínico de dejarte aquí y hacer de cuenta que no te vi...
— ¿Puedes ayudarme? No seré un estorbo ni una amenaza, lo prometo. Míra no tengo siquiera armas —interrumpió la chica mientras alzó sus manos y dio un giro completo, para mostrar que decía la verdad.
El joven, la examinó de abajo a arriba, y casi se le cae el arma al ver semejante figura, tenía un cuerpo perfecto, parecía tallado por los mismísimos ángeles, si no estuviesen en un apocalipsis juraría que en su vida pasada esa chica fue una modelo, salvo claro, que ahora con ropa sucia y maltrecha.
A primera vista le pareció muy atractiva, pero intentó disimularlo. —Mira, no soy idiota...—empezó a hablar con un tono serio—. ¿Me explicas cómo una chica puede sobrevivir en medio de esta ruta, sola y sin ningún armamento?
—Mi munición se acabó hace unos días, estuve vagando desde entonces. Estaba en un grupo pero los han matado a todos...—guardo silencio unos segundos—. Solo... yo pude escapar—continuó mientras unas lágrimas brotaban de sus ojos y se deslizaban por sus mejillas.
El joven dejó escapar nuevamente un suspiro. —Lo siento amiga... pero no te creo. Tu acto es bueno hay que admitirlo, la historia triste del grupo muerto, las lágrimas, todo. En otras circunstancias te hubiera creído, créeme. Pero me estas mintiendo, así que dile a tus amigos que salgan de donde quiera que estén y no te pasará nada, tienes mi palabra—contestó el chico dibujando una leve sonrisa en su rostro.
La chica se postró de rodillas ante él, y juntó las palmas de sus manos en señal de suplica. —Por favor... te lo ruego. No miento, te lo juro. Solo quiero vivir un poco más, puedes llevarme contigo y haré lo que quieras, ¡De verdad!— insistió ella con una mirada desesperada, sus lágrimas aún se deslizaban por sus delicadas mejillas—. Por favor... baja el arma.
El joven se limitó a mirarla dubitativo, no creía nada del pequeño acto de la chica; De tanto en tanto, miraba de reojo hacia los lados para ubicar a alguien, pero no pudo encontrar nada sospechoso, solo había árboles, arbustos y cuerpos en putrefacción.
—Bien, hagamos un trato... no voy llevarte conmigo... —La chica al oír eso se exaltó y lo miró sorprendida, no pensó que diría que no—. Pero tranquila, te dejaré un cargador aquí, y a doscientos metros de distancia siguiendo por la ruta, te dejaré la pistola correspondiente a ese cargador, una pequeña Beretta que tengo diseñada para mujeres, ¿A que soy bueno? Obviamente por razones de seguridad, hago esto para que no entres a dispararme a lo loca cuando me vaya. También, te voy a dejar algo de comida para que puedas sobrevivir unos días más.
— ¿Qué?—preguntó la joven confundida—. ¡Pero sería una muerte segura!
—¡Nada de eso! Si te las has arreglado tan bien solita y sin ningún armamento, así que ahora será pan comido para ti ¿o me equivoco?
La chica hizo un gesto de resignación, perdió la vista hacia el suelo y dió un largo y relajado suspiro, hasta que finalmente se decidió a dejar de actuar. Alzó su cabeza para volver a mirarlo con sus penetrantes ojos verdes, pero esta vez algo había cambiado, su mirada ya no era la misma, reflejaba confianza, como si tuviera un as bajo la manga.
—Me sorprendes, no te pude engañar en ningún momento—dijo la muchacha y realizó una señal con su mano derecha—. Celébro tu audacia. Pero déjame decirte que eres un idiota, si no me hubieses apuntado desde un principio, esto no hubiese tenido que pasar.
Una luz roja en forma de un diminuto punto, molestó la visión del joven, y se dirigió a su pecho, este la siguió con su mirada. Rápidamente, se dio cuenta de que se trataba y apuntó a la chica con su arma, aún más decidido que antes.
—No creas que me voy a achicar por un láser apuntándome a la distancia, ahora no pienso dejar que te vayas —añadió el joven, mientras su pulgar llevaba atrás el martillo de la cola del arma, dejándola a punto de disparar—. Si me voy, te llevo conmigo.
Sus palabras eran firmes y consistentes, no admitía duda alguna.
— ¿Estás seguro? —preguntó la chica sin quitar la sonrisa desafiante de su rostro.
—Por su... —intentó decir, pero no terminó la oración, alguien lo había interrumpido dándole un fuerte golpe a la cabeza con un objeto contundente que no llegó a ver. Se desplomó en el suelo y la chica se apropió rápidamente su arma y con la misma lo apuntó.
—Repito la pregunta, ¿Estás seguro? —Dijo burlándose del joven que yacía en el suelo.
El chico se limitó a mirarla, se quedó sin mover un musculo acostado en la calle, no tenía otra alternativa, veía como varias personas que simulaban ser cadáveres se levantaban y entraban a su casa rodante, también entró la persona que lo apuntaba con el rifle a distancia, y por último la chica que lo había estafado.
—Espero que sepas, que hacemos esto por precaución—recitó la joven.
—Esperen...—Alcanzó a decir el muchacho antes de que partieran —. ¿Podrían simplemente darme mi carpa? Es solo para pasar la noche, y me parece un cambio razonable dado que les estoy dando mi vehículo.
Nadie le contestó, simplemente se escuchó un coro de risas, seguido por el motor del vehículo que se encendió y comenzó a alejarse a lo lejos, mientras que la chica lo seguía con la mirada desde una de las ventanas, sus miradas se cruzaron una ultima vez hasta que lo perdió de vista completamente.
— ¡Maldita, puta barata! ¿Cómo pude caer en esa? —gritó el joven furioso, mientras golpeaba el suelo con su puño—. Y se llevó mi arma, la muy desgraciada...
De repente, el coche se detuvo a unos cuantos metros, y a lo lejos se vio como arrojaban una bolsa color verde oscuro al suelo, y reanudaban su viaje.
El chico se sorprendió, y se apresuró a buscar la bolsa, corrió a toda velocidad y al llegar vio que se trataba de su carpa. Por suerte, habían sido condescendientes con él en dejarle al menos eso.
—Por favor, que no se hayan dado cuenta...—murmuró preocupado, luego abrió la bolsa y se alivió al encontrar lo que estaba buscando; Dentro de ella, sacó un arma que tenía guardada ahí en casos de emergencia, y un Pen drive atado a un pequeño listón que luego se colocó de collar —. Bueno... un poco de suerte es mejor que nada.
El sol términó de esconderse en el horizonte, el cielo se tiño de negro y ahí se encontraba el joven chico, solitario, y con solo un arma, su carpa en mano, y su Pen Drive en el cuello.
— Bien a pensar... debo que sobrevivir esta noche solo, y ya mañana iré a buscar a esos infelices que me robaron; Cuando lo haga, recuperaré mis cosas, y cuando recupere todo... los mataré uno por uno—dijo mientras empuñaba su arma fuertemente—. No puedo correr el riesgo de que me descubran.
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