8. Talón de Aquiles (II)


Poco después del porrazo que se dio contra el asfalto, pudo ver como la puerta del acompañante se abría de un sacudón.

—¡¡Sube de una puta vez!! —gritó Lara.

Nunca... nunca... nunca... había escuchado a Lara insultar de esa manera, acentuando tanto en aquella palabra con «p», pero más tarde Junior le agradeció que lo hiciera, porque de no ser por ese tono de voz que le heló los huesos, él nunca hubiera tenido la fuerza de subirse al vehículo con la rapidez que lo hizo.

Lara quemó llantas y aceleró. Pero no porque le parecía «cool» hacerlo, sino porque aquella criatura se había aferrado al lateral del vehículo para evitar que se escaparan. Junior sacó la mano por el vidrio y le disparó sin escatimar en sus municiones, hasta que finalmente, aquella mole de músculos desprendió sus dedos del vehículo.

La rubia llevó el auto en un constante zigzagueo, conduciendo alrededor de una plaza cercana. Ella era consciente que además de salvarse de los merodeadores acechantes, que ahora mismo se turnaban para rodar y deslizarse por el parabrisas; y de aquel demonio de peso pesado, con una tremenda sed de sangre, su objetivo todavía no había terminado. Debía llevar al zombi gigantón a la trampa.

—Gracias —dijo Junior permitiéndose un respiro resucitador recostándose en el asiento—. Eso fue lo más loco que hice en mi vida... —sonrió el joven de ojos pardos.

— ¿Estás demente? —Lara habló con la voz alzada y un muy mal carácter acompañaban sus palabras—. ¡Casi te pierdo! ¡Casi mueres! ¿Y tú sonríes? ¡Si tan solo hubiese llegado un segundo más tarde no estaríamos hablando ahora mismo!

—Lo cual es muy irónico, ¿sabes? Porque me siento más vivo que nunca.

— ¡No quiero que vuelvas a hacer una tontería así! —Lara acompañó la frase con una rápida mirada de ceño fruncido, dientes apretados, semblante endurecido y ojos rabiosos. Junior captó el mensaje fuerte y claro.

—Está bien, tranquilízate. De todas formas, no había manera de llegar hasta dónde tu estabas. No es mi culpa que se activara la alarma de aquel auto...

— ¿Me estás culpando a mí?

—No dije eso...

—Lo insinuaste...

—Nadie tiene la culpa.

— ¿Ahora yo tengo la culpa?

— ¿Tú te sientes culpable?

— ¡No, no, no! No empieces con tus... cosas de psicología.

— ¿Qué es una cosa de psicología?

— ¡Lo estás haciendo ahora mismo!

— ¿Y cómo te hace sentir eso?

—Junior... —musitó ella entre dientes.

— ¡Solo bromeaba! —dijo el joven acercándose a su novia para darle un beso en la mejilla—. Te prometo que no me arriesgaré más.

—Es lo que quería escuchar. Gracias. Si te fuese a pasar algo me sentiría fatal...

—No te preocupes, viviré —dijo el joven posando su brazo en la puerta—. No pienso morir antes de ver cómo quedó la Beretta que estás preparando para mí.

Lara sonrió conmovida.

—Falta muy poco. Lo prometo.

—Genial, ya no veo la hora. Estos monstruos saldrán corriendo cuando vean esa espectacular arma.

La muchacha relajó sus músculos faciales, y dejó que la adrenalina y las fuertes emociones sufridas hace unos minutos se desvanecieran por completo. Junior era el único que lograba hacerla sentir tan segura con tanta facilidad, teniendo en cuenta que todavía eran perseguidos por el gigantón y un grupo de infectados que lo acompañaban en su cacería.

—Si la llegas a romper o perder serás tú el que saldrá corriendo, pero de mí... —bromeó ella.

— ¡Ja! Eso jamás pasará.

—Ya estamos cerca —comentó la rubia—. Avísale a mi padre.

Junior asintió y sacó el radio de la guantera del vehículo.

— ¡Elías! ¡Roni! Estamos a una cuadra.

Entendido, estamos listos.

—Eso espero porque llevamos compañía.

Los encargados de monitorear la entrada procedieron a abrir la puerta de la reja, dejando paso a los chicos para el ingreso. Lara llevó el vehículo hacia la zona trasera del hotel de Elías; un terreno espacioso que contenía una pequeña plaza de juegos para niños, la cual Lara tuvo que rodear por el lado izquierdo para poder llegar a la siguiente zona que conectaba directamente a una cancha de futbol pequeña de tierra, con dos oxidados arcos en sus extremos. El terreno, antes amurado por una cerca de rejas, y que hasta hace poco los habitantes del hotel habían conseguido reforzar con tablones y materiales de construcción, era un lugar que Junior siempre recordaría con una mezcla de nostalgia y sensaciones penumbrosas, al haber tenido allí, su primer encuentro con la nueva plaga que hostigaba al mundo.

El vehículo se detuvo cercano al arco más alejado del terreno. El zombi objetivo fue el primero en ingresar a paso raudo, y llevando consigo una furia que trasmitía desde su aterradora mirada hasta su imponente presencia. Los porteros; dos primos de descendencia alemana que oscilaban entre los treinta y cuarenta años, y que respondían a los nombres de Kurt y Dierk intentaron cerrar la puerta cuando el gigantón pasó, pero la sorpresa les llegó al instante al ver que detrás de él un grupo de infectados peculiares se abría paso para ingresar.

La cacería había comenzado. Ronaldo, asegurado tras una barricada confeccionada de sacos de cemento y cal se encontraba a orillas de la puerta trasera del hotel; era el único equipado con el arma más mortífera de todas: Una vieja y poderosa «Minigun». Tras haber sido descubierta en una expedición reciente por nada menos que Elías, decidieron que hoy sería el día en el que podrían probar un arma pesada, adherida a un trípode cuidadosamente armado sobre la barricada; compuesto por un sistema de cañones rotativos accionado por una fuente de energía externa; y con una capacidad disparos de alta cadencia, que podrían llegar con facilidad a los mil proyectiles por minuto.

El leñador tenía solo una tarea, apretar el gatillo y desfigurar al gigantón. Lo cual no resultaría nada difícil con la esplendorosa artillería pesada que tenía entre sus gigantescas manos. Pero había un inconveniente menor a tener en cuenta: El mecanismo rotativo del trípode se hallaba completamente atascado. Por lo que mover el cañón era algo imposible para Ronaldo, y allí es dónde Elías tendría que hacer el trabajo más arriesgado de todos: Llevar al objetivo al punto de tiro de Roni.

Con una gran cruz pintada con aerosol en medio de la cancha de futbol, era ahí dónde Elías tenía que ingeniárselas para trasladar su objetivo. Lo que resultaría sencillo de no ser porque el ingreso repentino de varios «residentes indeseados» al terreno, tornaba la situación a un nivel más complejo. Los primos alemanes Kurt y Dierk comenzaron una lucha desenfrenada contra un zombi Parca y un cortador, no haciendo otra cosa más que apostar por sus vidas y retroceder. Para Dierk no resultó problema hacerlo, siendo que era el que se encontraba más alejado del dúo mortífero de zombis, pero Kurt no tuvo la misma suerte, siendo acorralado en el sector de la plaza.

— ¡Hay que ayudar a Kurt! —espetó Lara aferrándose con temor a los brazos de Junior.

—Lo sé... lo sé... —el joven apenas pudo pronunciar esas palabras, siendo azotado por un repentino decrecimiento de energía. Miró su mano, poseída por un incesante temblor; no podía verse la cara, pero estaba casi seguro de que su piel se había tornado a un blanquecino preocupante y sus piernas apenas podían lograr mantenerlo en pie—. Creo que todavía no me recupero del todo... El último golpe que me dio ese grandulón casi me mata.

—Mierda, ¿puedes continuar? —preguntó ella con preocupación.

—Lo voy a intentar.

Junior avanzó unos pasos e intentó sostener su arma al frente. Sus brazos se encontraban agotados y su visión no podía enfocar con claridad a su objetivo. Disparó.

La bala rebotó a centímetros de los pies de Kurt, el hombre se asustó y cayó al suelo, siendo asediado inmediatamente por el cortador. El grito del hombre fue instantáneo, sus músculos se contrajeron y su respiración se cortó. Aunque por suerte para él, y para todos quienes compartían techo en el hotel de Elías; tenían a un hombre capacitado para hacer lo que ninguna persona en su sano juicio haría; alguien dispuesto a ponerle pecho al peligro y lanzarse, como todo un héroe, a la ayuda de quien la necesitase.

Ronaldo sorprendió al cortador por la espalda y se aferró de sus brazos con fuerza, evitando que pudiese alcanzar a Kurt, y luego, posando su pie en la espalda de la criatura comenzó a forcejear hacia atrás. El grito esta vez se originó desde lo profundo de la garganta de aquella bestia cuando Ronaldo logró arrancarle ambos brazos de un tirón.

Kurt no cabía en su propio asombro, pero una sombra de terror se dibujó en sus ojos de repente. Intentó advertir a Ronaldo al respecto, pero el leñador había sido más rápido. En apenas dos movimientos, Ronaldo había logrado girarse y golpear al zombi Parca que había intentado embestirlo. Una vez en el suelo, y con una bota atravesada en su cuello, el monstruo no tenía oportunidad de una escapatoria inmediata. Sin perder un segundo de su valioso tiempo, y haciendo uso de las garras del cortador como nueva herramienta, Ronaldo terminó el trabajo hundiendo cinco filosas dagas en el cráneo del zombi Parca.

—Vamos, arriba hombre —habló el leñador, ayudando a Kurt a ponerse de pie de un tirón de brazo. Su fuerza era incuestionable para cada miembro del hotel—. Tenemos que despejar la entrada y cerrar la puerta antes de que este lugar se colapse.

—Gracias Ronaldo pero, ¿qué va a pasar con el grande? —inquirió Kurt—. Tenías que matarlo.

—Ya le dije a mi hermano que lo entretenga de momento —contestó el leñador observando de reojo hacia la cancha—. Por ahora hay que ayudar a tu primo con los zombis en la entrada. ¡Vamos!

Entre tanto, Elías no tenía un panorama mejor que los demás. Frente a frente con el gigantón, lo único que podía hacer era mantenerse alejado lo suficiente como para continuar con vida. Un solo manotazo de esa mole de músculos y todo terminaría para él. Aunque al principio esquivar y correr a lo largo y ancho de la cancha había sido una estrategia sustentable para mantenerse alejado de su inmenso persecutor, Elías comenzó a notar que los movimientos del zombi lograban anticiparse a los suyos; el monstruo intentaba cerrarle el paso, y por cada nuevo intento, lograba acercarse un poco más él.

El agotamiento comenzó a hacerse presente con mayor fuerza, y por lo contrario, la ira de aquella bestia solo lo volvía más veloz y audaz. Una vez más, Elías se vio acorralado entre el arco y aquella criatura; solo debía repetir lo mismo que ya había hecho antes, amagar hacia un lado y luego correr hacia el otro. Y eso fue lo que hizo, pero esta vez, el monstruo jugó el mismo juego, amagó ir hacia el lado opuesto de Elías, y luego brincó hacia su lateral, acorralándolo y colocándose justo enfrente de su víctima.

Elías se vio en aprietos, pero no desistió y resolvió que su única salida sería arrastrándose por debajo de las piernas del monstruo, pero esta vez el escape no fue posible; dos enormes brazos impidieron su paso y Elías fue capturado. Indefenso, el cuerpo del hombre intentó retorcerse para zafarse pero sintió en sus brazos la presión de aquellas inmensas manos que lo alzaron del suelo. El gigantón tenía a su presa en su poder, y en un acto de fiereza total, sepultó el cuerpo de Elías en el suelo en un golpe seco. Elías sintió la embestida en la tierra con todo su cuerpo, su respiración se vio irrumpida de manera abrupta y sus pulmones apenas dejaron ingresar aire para brindarle una pequeña bocanada de aliento.

En ese momento, uno de los demoledores brazos de aquella criatura ascendió en el aire, buscando el golpe final, pero había dos personas dispuestas a darlo todo para impedirlo. Las balas arrasaron el aire y desprendieron la carne de sus manos. El gigantón viró su cabeza hacia su retaguardia, contemplando como dos jóvenes arremetían en su contra sin piedad; las balas impactaban en su espalda, su cabeza, y la mayoría se dirigían hacia sus extremidades. Sin importarle eso, no pensaba dejar a su presa libre, volvió a observar con su único ojo sano hacia Elías, y nuevamente se preparó para atacar.

Elías vio sus intenciones y aceptó que no tendría escapatoria de su siniestro destino. Cerró sus ojos antes del impacto y entonces...

— ¡¡Nooo!!

A Elías lo embriagó la sorpresa de repente al escuchar aquella voz, una sorpresa que venía envuelta en una completa sensación de pavor. Aquella voz había sido la de su hija y se había escuchado demasiada cerca de su posición. Abrió sus ojos con apremio solo para descubrir que sus sospechas eran ciertas; Lara, su única hija, se encontraba allí, trepada en la espalda de aquella monstruosidad, luchando e intentando a todo pulmón brindarle unos segundos más a su padre. Lara, en un acto de total desesperación, se había aferrado al cuello del monstruo y utilizaba una navaja para hundirla en su nuca, una, y otra, y otra, y otra vez...

El monstruo sintió las puñaladas y enfureció aún más, estiró su brazo, sujetó a la muchacha y la arrojó al suelo. La rubia no pudo hacer más que recibir el impacto de lleno, pero al menos había conseguido salvar a su padre, aunque el problema ahora era que aquella bestia tenía un nuevo objetivo fijado. Lara intentó arrastrarse para huir, pero su cuerpo apenas le respondía. Vio aquella cruz a unos pocos metros de distancia, solo tenía que llegar hasta allá... y quizás podría salvarse.

Lara estiró un brazo, avanzó a rastras, luego repitió lo mismo con el otro y volvió a avanzar. Su corazón palpitaba a enormes velocidades, pero su cuerpo apenas tenía la decencia de moverse unos cuantos centímetros. Elías intentó ir tras ella, pero su cuerpo le falló y cayó al suelo. Sus dientes se apretaron con impotencia y maldijo en su interior el no poder tener más fuerza... pero ya era tarde para lamentarse.

El zombi llegó hacia Lara y aplastó su cuerpo con su demoledor pie para evitar que escapara. Lara gritó presa del pavor y el terror. Estiró su mano hacia la cruz mientras sus lágrimas comenzaban a brotar incesantes. No lo había conseguido. Faltando tan poco, había fallado...

El monstruo decidió terminar con todo; despegó su pie de la muchacha y lo dejó suspendido en el aire. Lara pudo ver la sombra del pie ascendiendo hasta su cabeza, y esta vez, con toda su fuerza, con toda su ira contenida, con toda su crueldad... la aplastó.

Lara quedó sin aire ante el impacto, pero a pesar del terror que sintió, a pesar del pánico del peligro, a pesar de todo... sus ojos permanecieron abiertos en todo momento; y agradeció que así fuese, porque jamás se habría percatado de que aquel golpe nunca llegó a ella. El pie del zombi se encontraba justo al lado de Lara, el monstruo se tambaleó en su lugar, sus pisadas se trastabillaban y apenas podía mantener el equilibrio al ser asediado por un centenar de proyectiles que impactaban segundo a segundo en todo su cuerpo. Lara quedó inmóvil en su lugar mientras la sangre, la carne, y cada uno de los órganos de aquel monstruo se diseminaban por todo el lugar, removiéndolo de la faz de la tierra para siempre.

Elías apenas podía mantener su corazón en su pecho cuando finalmente esa bestia cayó al suelo, y tanto él como su hija, dibujaron una idéntica sonrisa al dirigir sus cristalizados ojos celestes hacia el salvador del día; aunque en este caso, el crédito se lo llevaron en dúo. Tanto Junior, siendo el que manipulaba la Minigun, como Ronaldo, quien había logrado levantar más de treinta kilos de acero al hombro para poder moverla de lugar, habían logrado salvar a Lara de aquella abominación.

— ¿Estas bien? —preguntó Junior ayudando a Lara a ponerse de pie.

Lara se limpió las lágrimas con su brazo antes de contestar.

— ¿Considerando que casi me aplastan como un tomate y literalmente casi mojo mis pantalones? Estoy perfecta.

Junior dejó escapar una sonrisa.

—No vuelvas a hacer una locura así...

—Entonces estamos a mano —sonrió ella—. ¿Y tú cómo estás?

—Mejor, gracias. Tienes sangre aquí —dijo él corriéndole un mechón de su flequillo y limpiándole la frente.

—Diu...

—Lara... —Elías la rodeó con sus brazos—. ¡No vuelvas a hacer algo así jamás!

—Tranquilo, de eso hablábamos... no voy a volver a dejar que hagas algo así.

— ¡Estoy bien! —dijo Lara posando su peso sobre una pierna y liberando toda la tensión que su cuerpo había almacenado hace unos instantes atrás—. Se cuidarme sola, y por lo que hoy aprendí, también se cuidarlos a ustedes dos.

—Touché —dijo Junior.

—Ronaldo —comentó Elías al ver llegar a su hermano—. ¿Pudieron acabar con todos los intrusos?

— ¿Qué? —preguntó Roni elevando la voz mientras intentaba destapar su oído con el dedo.

— ¡¿Pudieron acabar con los intrusos?!

— ¡Ah! ¡Los zombis! ¡Si! ¡Ya no hay más! ¡Estamos seguros!

—La próxima vez usa protección para los oídos, amigo —lo palmeó Junior.

— ¡Qué bueno que estés bien, Lara! —continuó Roni—. No pero en serio... —Ronaldo volvió a usar el mismo tono de voz de siempre—. Ella te salvó el pellejo, hermano.

—Pero se arriesgó mucho, demasiado.

—Pero... aprendimos algo —refutó Ronaldo ampliando su sonrisa—. Al parecer el talón de Aquiles de ese monstruo es su nuca.

—Ahora que lo pienso —comenzó a decir Junior—. Tiene razón. Los disparos que Lara y yo le dimos no le hacían nada, fue hasta que ella saltó a su cuello que dejó de prestar atención a Elías.

Todos los ojos se trasladaron a la rubia.

—No me miren así, no tenía ni idea si iba a funcionar, yo solo me lancé.

—Estás demente —le dijo Junior.

—Quizás —le sonrió.

—Y quizás... —añadió Ronaldo—. Esto signifique que los demás monstruos especiales también tengan un talón de Aquiles... una debilidad. Solo hay que descubrirla.

—Yo lo único que sé es que mi talón de Aquiles es Lara... si le pasa algo, no sé qué demonios haría.

—Eres un tierno... pero no te preocupes, como ya dije: Me se cuidar muy bien sola —dijo la rubia trasladándose a un lado de su padre y su tío para rodearlos con sus brazos—. Después de todo soy Lara Lightman, hija de Elías Lightman y sobrina de Ronaldo Lightman.

—La niña tiene razón —la secundó Ronaldo—. No somos huesos fáciles de roer, muchacho.

— ¡Oh! Lo siento, se juntó la súper familia.

Todos sonrieron.

—Tú también eres parte de la familia, chico —comentó Elías. En ese momento todos quedaron en el silencio que le sobreviene a la sorpresa—. Y como tal... te toca limpiar el desastre. Así que manos a la obra.

Elías, compartiendo una última sonrisa, se marchó.

—Yo sabía que era demasiado bueno para ser cierto... —se quejó Junior—. Y apenas podré agarrar una escoba, me duele la vida.

—Tranquilo, amor —dijo Lara aferrándose a su brazo—. Yo te ayudo.

—Yo también, muchacho —se sumó Ronaldo—. No me dejen atrás.

—Gracias, chicos —dijo Junior suspirando en una sonrisa—. No sé qué haría sin ustedes. Rectifico, todos ustedes son mi talón de Aquiles.

— ¿Mi padre también?

—Quizás algún día...

— ¡Hey!

— ¡Es broma! Dije todos... ¡y son todos! 

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