8. Talón de Aquiles
"La peor experiencia es la mejor maestra". —Kovo.
Suspiró para tomar una bocanada de aire. Ella lo sujetó del cuello, rodeándolo con sus dedos. Él sintió las uñas de la joven recorriendo su nuca y penetrando por sus cabellos mientras sus labios danzaban con total lujuria. El momento era intenso. A él a veces le gustaba abrir sus ojos unos segundos mientras la besaba, para agraciar a sus sentidos visuales con el bello y delicado rostro de su novia. Sentía en su dorado cabello el hedor a su perfume como un veneno tóxico y adictivo, ansiaba olerlo todo el día y a todas horas. Apretó sus labios a los de su chica y estrujó sus cuerpos. La radio sonó pero no hicieron caso. Aunque sabía que tenían que separarse, ella comenzó a adoptar una modalidad traviesa y se aventuró a morderle los labios. Jugueteó con el inferior tironeándolo hacia ella, mientras le devolvía una sonrisa pícara en conjunto con una mirada seductora. Hasta que lo dejó ir.
— ¡Auch!
— ¿Dolió?
—No... claro que no.
— ¿Y que fue ese: «Auch»?
Junior sonrió desviando la mirada.
—Ok si dolió un poco.
— ¡Junior, Lara! ¡¿Se puede saber que están haciendo?! —Junior sostenía la radio, pero la acercó hacia la rubia.
—No pienso contestarle. Hazlo tú.
Lara se apropió del artefacto y comenzó a caminar. Junior se quedó esperando recostado sobre el capó de un vehículo rojo que había estacionado en la vereda. Lara tenía una manía muy extraña al hablar por radio o celular, que a Junior le divertía cada vez que la veía. Al hacerlo, cada paso que daba exageraba su marcha y subía sus pies más de lo normal, y aunque esa actitud pudiera parecer infantil para otros, a los ojos de Junior no había nada que ella pudiera hacer que no resultara tierno y sexy a la vez. Incluso se baboseaba por ella aunque llevase un atuendo tan simple como unas zapatillas blancas con un pantalón deportivo oscuro ajustado, y una polera azul a rayas de manga corta.
—Lo siento, papá. La señal era débil, pero parece que ya volvió —la rubia le guiño el ojo a su novio mientras despejaba un mechón de su cabello con la antena de la radio—. Estamos en posición. ¿Ustedes?
—Si. Ya tenemos la trampa lista. ¿Dónde está Junior? Quiero hablar con él.
La muchacha estiró el brazo, dejando la radio pegada al rostro de Junior.
—Estoy aquí... —respondió con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta. Una nueva chaqueta roja con una capucha negra que Lara le había conseguido, ya que la anterior que tenía, había cumplido su ciclo en la última salida al exterior del muchacho.
— ¡Junior! ¡Cómo no me vuelvas a contestar te juro que voy hasta allá y...! —la frase fue interrumpida por un ruido seco, luego otra voz se escuchó—. No le hagas caso Junior, solo es un padre sobreprotector preocupado por su hija y su yerno.
— ¡Hola Roni! —Junior volvió a tomar la radio—. Descuida, estamos bien. Por alguna extraña razón solo vimos un grupo muy reducido de zombis. Está bastante despejado por aquí.
—No te confíes, sabes que pueden agruparse en distintos sectores y podrían acorralarlos. Buscamos al más grande de todos. No se fijen en los demás.
—Entendido, amigo. Atraigo la atención del grande y los llevamos hacia ustedes.
— ¿Creen poder hacerlo?
—Saldrá bien Roni, confía en mí.
— ¡Junior! Si algo sale mal, deja ir a Lara...
— ¡Papá! No voy a dejar a Junior atrás...
—Elías no hay problema. Cuidaré a Lara en todo momento. Recuerden que a ustedes les toca la peor parte... matar a ese maldito gigante.
—Tú tráelo. Nosotros nos encargaremos del resto.
—Bien, me pongo en marcha. Cambio y fuera —Junior le dio la radio a Lara—. Deséame suerte.
La rubia se acercó hasta él y le regaló un último, largo, jugoso y pausado beso.
—Genial... ¿Y qué hago ahora con mi gran amigo? —preguntó Junior.
—Ya repasamos el plan, lo traes hasta aquí, te subes al auto y lo llevamos hasta la trampa.
Junior se volteó con perspicacia.
—No hablaba del zombi.
Lara intentó contener su sonrisa pero le fue imposible.
—Suerte, tigre.
Junior alzó sus puños al cielo mientras caminaba y exclamó:
— ¡Si! ¡Ojo de tigre! ¡Ja! —Junior se volteó una última vez y señaló a Lara con el dedo—. Mantén el vehículo encendido.
—Bien, no te tardes —dijo ella mientras dirigía sus pasos hacia un bello y reluciente auto de dos puertas de color blanco. Un «pequeño» presente que Roni le había regalado por su reciente cumpleaños.
Junior se preparó mentalmente. Al alejarse de Lara, comenzó a caminar más deprisa, pero con el recaudo necesario de no hacer mucho ruido con sus pisadas. El vehículo había sido escondido en una esquina que conectaba con una cancha de fútbol de un equipo no muy popular, cuya ubicación hallaba su geografía en una zona de barrios que Junior consideraba «de bajo nivel económico» solo por el hecho de tener calles sin asfaltar. Al llegar a la calle contigua, continuó bordeando el paredón de la cancha. Lugar dónde siempre solía avistarse a ese monstruo enorme, que en diversas ocasiones, resultaba un problema para los supervivientes del grupo de Elías que debían pasar por la zona para salir a la ciudad.
Tras un elaborado plan de cuatro días, la procrastinación para acabar con esta bestia hecha de puro músculos desorbitantes y piel corroída llegó a su final. El muchacho detuvo sus pasos al verlo, y no era tan complicado, justo a media calle más aquel ser espeluznante se encontraba agazapado, concentrando su atención en alguna reciente presa. El muchacho tenía una posición ventajosa, el monstruo se encontraba de espaldas a él. Podía asesinarlo en ese mismo momento y quedar como todo un héroe. Un buen plan en teoría, pero tenía que ser muy certero y cuidadoso. Sabía por boca de otros habitantes del hotel de Elías, que esta zona de la ciudad era apodada como el «panal de abejas», ya que solo basta un disparo para tener encima a centenares de bestias hambrientas de carne. Si iba a asesinarlo, tenía que ser lo más rápido posible.
Resolvió acercarse un poco más. Su puntería era buena, pero debía descartar cualquier margen de error si quería asesinarlo rápido. Apuntó a su cabeza con una pistola Bersa, su calibre sería suficiente para asesinarlo a una corta distancia. No podía perder esta oportunidad. Avanzó un poco más, relajó sus músculos, inhaló aire, alineó la mira con el gigantón y entonces...
¡Paf! Un disparo... pero no había sido él. Junior giró su cabeza, el sonido se había escuchado a su retaguardia... ¡Lara! Inmediatamente después, la alarma de un vehículo comenzó a chillar con intensidad. Algo le había pasado. Tenía que averiguarlo... pero también había un pequeño problema. Al volver su mirada a su objetivo principal, su corazón se paralizó al verse frente a frente con aquella espeluznante bestia. Los nervios de Junior lo poseyeron al completo. Poco a poco la criatura fue irguiéndose. Sus fosas nasales inhalaban aire con exasperación, como si estuviese identificando a su próxima presa mediante su horrible y desviada narizota. Junior intentó no verse asqueado por aquel rostro cubierto de sangre y repleto de venas que cubrían toda su, ya destrozada, cara. Había una vena en particular, aunque no tenía idea si era realmente una vena o algún forúnculo raro y alargado, pero definitivamente era lo que más asco le daba. Fuese lo que fuese, era la «porquería» más gorda de todas, parecía un gusano violáceo inflado... muy inflado, y a punto de estallar, que surcaba la mitad de su frente y dejaba muy poco espacio al ojo derecho. El zombi finalmente llegó a erguirse por completo, chocando su mirada espectral en Junior. Su cuerpo era inmenso, realmente inmenso. Ya era inmenso estando agazapado y ahora era... más inmenso. Esa palabra se siguió repitiendo en su cabeza una y otra vez. «Inmenso...»
Los pies de Junior trastabillaron al comenzar a correr y no le quedó otra alternativa que regresar al plan original. El monstruo rugió con furia y comenzó a perseguirlo. Al muchacho todavía le quedaba averiguar qué había pasado con Lara, y esa insistente y sonora alarma solo le proporcionaba un mal augurio. Recorrió la calle costeando la cancha, llegó a la mitad de la cuadra, dónde se metió por un camino transversal hasta que llegó al lugar inicial, en dónde su novia estaría esperándolo en el vehículo, pero para aumentar su racha de mala suerte, esta vez ella no se encontraba sola. Una enardecida horda de infectados cercaba el camino hacia el vehículo. Lara luchaba intentando contenerlos para que no lograran llegar al auto, pero no duraría mucho más. Junior observó el coche rojo cuya alarma a esta altura resultaba desesperante para sus oídos. Había un disparo en el capó y uno de esos monstruos raros con la cara esquelética tirado en el suelo. El razonamiento sucedió solo; Lara se había visto en aprietos al encontrarse con uno de esos monstruos especiales y le había disparado sin tener en cuenta la alarma del vehículo.
Junior uso su arma para intentar abrirse un hueco entre los monstruos, pero la cantidad era desorbitante, exasperante, excesivamente numerosa y caótica, y lo único que generó es que muchos de ellos le prestaran atención a él. ¡Genial!
El joven comenzó a retroceder, pero no podía volver por el mismo camino ya que aquella bestia de esteroides había llegado. Sus atemorizados pies lo trasladaron al punto más alejado entre los zombis y la bestia, hasta que su espalda chocó con la entrada al patio de una casa.
— ¡Junior! —Lara ya no podía mantener alejados a los monstruos un segundo más—. ¡Tienes que llegar al auto!
— ¡No pued...!
Junior saltó hacia un lado por instinto. Algo había intentado tomarlo por sorpresa abalanzándose hacia él a toda velocidad, o eso fue lo que pensó al ver a uno de esos monstruos atravesando la puerta, lo que no pudo percatarse es que había sido uno de los «proyectiles humanos» lanzados por el gigantón. Junior vio en la abertura una oportunidad y su mente actuó con rapidez.
— ¡¿Estas bien?! —preguntó Lara, quien se preocupaba por su novio a pesar de tener decenas de asesinos caníbales a un palmo de distancia.
—Si... —Junior se levantó con agilidad—. ¡Lara sube al auto! ¡Espérame del otro lado de la manzana!
— ¡¿Qué vas a hacer?!
—Buscaré otro camino...
Eso fue todo lo que dijo Junior y atravesó la puerta. Sus pies saltaron al zombi que le había abierto el paso y prosiguió su recorrido por el lado lateral del patio principal, hasta llegar a la zona trasera. Tenía que encontrar la manera de salir a la calle de alguna forma. El patio trasero presentaba una dimensión amplia por lo largo, y estrecha por lo ancho. Junior tuvo que bordear una piscina hecha de toldo de formato circular, que además de encontrarse rebalsada de agua, se hallaba inexplicablemente en buen estado.
Había unas escaleras de piedra en el lado izquierdo del jardín que subían hacia una terraza, pero ese camino solo lo llevaría de regreso, y subirse allí lo dejaría en un callejón sin salida para ser despedazado por el gigantón. Tenía que seguir avanzando.
Al llegar al final, divisó otro patio, el de la casa aledaña. Podría continuar por ese camino, pero una poderosa incógnita se presentó en ese momento, ¿cómo carajo iba a saltar la reja? Si bien no parecía muy resistente a simple vista, no tenía tiempo suficiente para probar métodos de ensayo y error ahora mismo. No podía escalar y le era imposible sujetarse a una superficie con tan poco margen de agarre. No tenía nada en su poder para cortarla, tampoco había algo en el patio que le sirviera para ganar altura, y aunque si lo hubiese, el tope de la reja se encontraba protegido por un enorme alambre de púas espiralado.
El tiempo de pensar cesó cuando el monstruo pisó los dominios del jardín. Junior se vio obligado a buscar otra forma de cruzar y resolvió que las escaleras serían su único medio para al menos mantenerse alejado de la bestia. Rodeó el jardín por el lateral a toda velocidad, el monstruo lo siguió deprisa para interceptarlo. El joven saltó hacia las escaleras y comenzó a ascender, pero solo alcanzó a dar un paso, el monstruo lo sujetó de la pierna con rapidez y cayó de frente. Con la adrenalina funcionando al tope, sus movimientos fueron más rápidos que su mente, y su instinto lo llevó a usar su arma para quitarse de encima al zombi con dos disparos al cuerpo que lograron hacerlo retroceder.
Con su pierna libre y su corazón a toda marcha, siguió subiendo la escalera hasta llegar a la terraza. En esas circunstancias críticas, cualquier opción era viable para Junior, y la mejor que se le ocurrió fue treparse al muro que dividía el patio con la calle. Comenzó a avanzar con cautela, midiendo cada paso. Aunque su miedo lo impulsaba querer salir corriendo, hacerlo podría provocar que perdiera el equilibrio y una caída ahora mismo no era opción factible. De un lado del muro tenía al zombi gigante, siguiendo sus pasos de cerca, y del otro lado, un conjunto de infectados se aglomeraban en la vereda esperando que su presa saltara directo a sus fauces.
Junior avanzó un paso a la vez. Sentía en sus pies un temblor que dificultaba cada pisada que daba. En ese instante se dio cuenta del pésimo equilibrio que tenía, pero lo llegó a confirmar un segundo después cuando el gigantón embistió el muro. El temblor fue escaso, podría haberse quedado en el lugar, pero el miedo le había ganado la partida, y su cuerpo se inclinó hacia la calle. Intentó no caer pero le resultó imposible soportar la gravedad.
Su cuerpo comenzó a descender con rapidez. No tuvo idea de cómo lo hizo, pero casi por instinto, logró contorsionarse lo suficiente para virar su eje en el aire y aferrar sus manos al borde de la pared. Sintió los gruñidos activarse debajo de sus pies, como si esos malditos monstruos dijeran « ¡Si, cáete aquí! ¡Tenemos hambre!». Pero no iba a darles ese gusto.
Le costó horrores juntar la fuerza necesaria para levantar su peso, y de no ser porque la adrenalina hizo todo el trabajo brindándole una cuota extra de fuerza que no sabía que tenía, logró asomar su cabeza sobre el muro. Pero en ese instante, del otro lado, a veinte centímetros de su cara, se encontraba el rostro deforme, horrible y nauseabundo del gigantón. Su hedor se sentía como una paliza al olfato. Y de nuevo, aquella asquerosa vena en forma de gusano inflado lo saludaba una vez más.
Junior se paralizó por un momento. Todavía más cuando aquella bestia lo sujetó del cuello y parte la cabeza con una sola mano. La presión que sintió fue tremenda, si hubiese pasado un segundo más, hubiese sentido como su cabeza estallaba como si se tratase de aplastar un huevo con la mano. Pero esta vez lo único que estalló fue ese horrible gusano podrido cuando Junior lo hizo volar con un disparo. Al parecer ese tipo de criaturas podían sentir dolor, porque el chillido que echó penetró hasta lo más profundo del oído de Junior. El monstruo retrocedió tropezándose con la piscina y cayendo al suelo, dónde el agua se desparramó por todo el jardín.
El joven sostuvo su arma con la boca e insistió, se esforzó, pataleó y trepó hasta que logró volver a situarse en la cima del muro. Por primera vez en el día, la suerte le jugó a favor, y tuvo tiempo de poder cruzar con tranquilidad mientras el gigantón buscaba la manera de no resbalarse con el agua. Al llegar al extremo, trepó por el techo de la casa contigua, sus fuerzas comenzaban a agotarse, pero tenía que continuar.
Se deslizó por el tejado de la casa mientras el monstruo todavía lo seguía con la mirada, al parecer no pensaba dejarlo ir así nada más. El techo de esta casa se dividía en dos sectores, uno más alto, y más adelante otro sector más bajo, Junior se trasladó a la parte inferior, y mientras avanzaba, el monstruo le seguía el paso, abriéndose camino por el alambrado como si no fuese obstáculo alguno para su demoledora presencia.
El muchacho llegó al final del techo, dónde los límites de esa casa finalizaban y daban lugar a un pasillo estrecho y largo, que conectaba a una tercera propiedad con el exterior. Junior resolvió que solo podía continuar por ahí, así que pasó su cuerpo hacia el vacío, dejó sus manos aferradas al techo y se dejó caer hacia el pasillo.
La caída fue dura, sus piernas sufrieron una suerte de cortocircuito al caer, que lo dejó un poco adolorido. Definitivamente tenía que ejercitarse más y dejar de comer la comida en abundancia que Lara le preparaba. ¿Pero cómo decirle que no a ese exquisito pollo a la mostaza? Y con papas.
Aunque le hubiese encantado seguir pensando todo el día en el pollo a la mostaza de Lara, la realidad se lo impidió de un brutal cachetazo cuando el gigantón atravesó el otro extremo del pasillo derribando el muro de una embestida. Junior se apresuró a incorporarse y se dirigió hacia la puerta que tenía a sus espaldas.
—Cerrada, claro que está cerrada... siempre están cerradas. ¡Me cago en todas las malditas puertas cerradas!
Junior sintió el retumbar en la punta de sus pies. Aquel monstruo se acercaba a una velocidad descomunal. Ya no tenía intenciones de dilatar la persecución, quería conseguir a su presa, y lo haría ahora mismo. Las pisadas resonaron con más fuerza y pesadez. Sus gruñidos anunciaban su inminente victoria. El joven intentó dispararle, pero eso solo lo enfureció de tal forma que aumentó la marcha. Junior no tenía escapatoria. No había salida alguna. No había forma de pararlo. Continuó disparando pero el monstruo no disminuyó la marcha.
Junior no supo que más hacer. La criatura, en un acto de ferocidad absoluta, que tenía todas las intenciones de terminar con su cacería cuanto antes, tomo impulso y se abalanzó hacia el muchacho. Así sea por inercia o por instinto, por miedo o por astucia... por lo que sea que lo llevó a moverse en el último instante, fue clave para la salvación de Junior, quien se agachó haciéndose una bolita humana. El monstruo arrasó con todo, hizo volar la puerta, y también a Junior, quien rodó de forma estrepitosa hacia la salida siendo acompañado por la bestia que tropezó con él y cayó a su lado.
Desorientado, aturdido, adolorido, anonadado, mareado, cansado y un sinfín de calificativos que solo le restaban energía, Junior consiguió de milagro salir en una pieza. Hecho pedazos anímicamente, pero en una pieza. Sus brazos juntaron con pereza la escasa fuerza que le quedaba para colocarse de pie una vez más. Solo una vez más... tenía que levantarse una última vez.
Junior cayó al suelo al segundo paso, pero insistió sin rendirse, no podía hacerlo. Estaba muy cerca. Y no solo el gigantón con el gusano explotado en la cara era el único que lo seguía, sino que ahora también los demás zombis en los alrededores. Junior comenzó a trotar, aunque su mente pensaba que estaba corriendo una carrera a toda velocidad, sus pasos eran torpes y sus pisadas a menudo se inclinaban para incitarlo a caer.
Todavía tenía su Bersa aferrada a la mano, la cual utilizaba para deshacerse de los zombis que más se acercaban a él desde el frente. Continuó corriendo, ahora su velocidad había encontrado un nivel más estable y veloz, pero todavía tenía al gigantón pisándole los talones y no tenía la más pálida idea de cómo perderlo. Con un espíritu el borde del colapso nervioso, Junior avanzaba con decenas de monstruos rasgándole la ropa al pasar; tironeándole los brazos; estropeando su camino; asechándolo hasta el fin. Junior se movía por puro reflejo de supervivencia; por más que tenía todas las de perder, seguía evadiendo, seguía golpeando, seguía empujando, seguía disparando, seguía avanzando...
Sus pasos lo trasladaron finalmente hasta la esquina. Ya no había lugar a dónde ir, y pudo jurar que el gigantón se había aferrado a su capucha, su final estaba a una palma podrida e inmensa de distancia. Pero entonces, en el tiempo que duró su último suspiro, un vehículo se cruzó en su camino. Junior impactó con el capó y su cuerpo rodó hacia el otro lado.
Poco después del porrazo que se dio contra el asfalto, pudo ver como la puerta del acompañante se abría de un sacudón.
—¡¡Sube de una puta vez!! —gritó Lara.
Nunca...nunca... nunca... había escuchado a Lara insultar de esa manera, acentuando tanto en aquella palabra con «p», pero más tarde Junior le agradeció que lo hiciera,porque de no ser por ese tono de voz que le heló los huesos, él nunca hubiera tenido la fuerza de subirse al vehículo con la rapidez que lo hizo.
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