7. Aniquilación (I)
"Se tardan veinte o más años de paz para hacer a un hombre, y bastan veinte segundos de guerra para destruirlo". —Balduino I.
Cuatro palabras surcaron la mente de Alain en ese momento.
Fracaso. Así es como Alain definiría esta cruzada. Una situación que parecía haber sido controlada a detalle minucioso, pero que se había salido de eje en apenas unos instantes. ¿Cómo no pudo verlo venir? La cumbre organizada por Alexander era, y siempre había sido, una asquerosa trampa. Y él había caído redondo.
Estúpido. Esa palabra cuyo significado lo envolvía apresando todo su ser al borde de dejarlo sin habla. ¿Podía acaso sentirse peor en un momento así? Su orgullo había sido brutalmente pisoteado, a la par que sus hombres, fieles individuos que confiaban en él, en su mandato, eran acribillados a cada tic-tac que se desplazaba en el segundero de su reloj.
Inútil. Parecido a ser un estúpido, pero que en realidad, para Alain, era mucho peor que eso. Ya que no solo se trataba de una sensación de vacío que lo arrastraba al desdén propio, sino que ahora su mente no permitiría que se librase tan fácil de la culpa por lo que acaecía en frente de sus ojos: La muerte de César, su mejor amigo. Y que, por ser un verdadero y completo inútil, nada de lo que hiciera podría evitarlo.
Por último: Púdrete. Una palabra que no iba dirigida hacia su propia persona, como las anteriores, y que fue lo primero que alcanzó a decir tras presenciar una veloz secuencia z en la que César, luego de arrojarse sobre la granada, dio una vuelta con su cuerpo un segundo después, se colocó de rodillas, estiró su brazo hacia atrás y la arrojó lo más lejos que pudo.
El estruendo se escuchó tres segundos después.
— ¿Por qué esa cara? —preguntó Cesar, quien divertido, le regalaba un guiño a su atemorizado amigo—. ¿Pensabas que iba a morir? ¡Ja!
— ¡Púdrete!
—Que profesional de tu parte...
En ese momento una serie de estallidos se escuchó en las proximidades y un segundo después, los cuerpos de los hombres que cubrían la entrada a la terraza se desplomaron en el suelo.
— ¡Hay que salir de aquí! —exclamó Alain.
César fue el primero en reaccionar, su cuerpo se movilizó por puro instinto y abatió a dos oscuros que se asomaron por la puerta.
— ¡Sígueme! —César se movió agazapado, trasladándose hacia el otro extremo de la terraza a la vez que disparaba una ráfaga de balas hacia la puerta. No supo si sus disparos habían sido efectivos, pero al menos el ruido mantendría alejado a quien quisiese ingresar—. ¡Salta!
Alain se situó a la sombra de su colega y lo siguió hasta la cornisa. César le permitió saltar primero y luego de agotar su última carga, se arrojó con él. Ambos líderes cayeron con dureza al sector trasero de la edificación. La caída había sido brutal, pero la adrenalina, efectiva anestesia para el dolor, les permitió continuar.
Se movieron con sincronía, Alain cubriendo la retaguardia izquierda y César la posición a su derecha. La mente de los presidentes se encontraba totalmente revolucionada; ¿Cómo podrían escapar? ¿Cómo podrían contra todo un ejército? Alain tropezó con uno de los cadáveres de sus hombres y un nudo de angustia se formó en su garganta.
Más oscuros aparecían desde los laterales de la casa, otros más devolvían los disparos desde el interior. La situación era insostenible, ambos intentaban contenerlos mientras sus pasos retrocedían despavoridos, pero sabían que era cuestión de tiempo para que todo se terminara para ellos.
Alain fue obligado a frenar la marcha por su compañero. Sus oídos escucharon a la perfección como las olas arremetían contra las rocas a los pies del acantilado, y una sensación de pequeñez le invadió al observar hacia abajo.
—Mierda... —fue lo único que pudo balbucear.
— ¿Y si...?
—No. No vamos a saltar —interrumpió Alain anticipándose a César—. No vamos a llegar al agua.
—Quizás si esperamos una ola, nos amortiguará la caída.
—Sí y nos romperemos las piernas.
—Eso en el mejor de los casos —César seguía sin abandonar su humor, y la última frase la acompañó con una leve sonrisa—. De cualquier manera es mejor que lo que tenemos adelante.
—No voy a saltar César —subrayó Alain con tenacidad—. Aceptémoslo. Hasta aquí llegó nuestro esfuerzo por intentar recomponer la sociedad que buscábamos.
—No hables así, me deprimes.
—Vamos a tener que confiar en que Fernán y Regina harán un buen trabajo en la nación. Que Máximo logrará expandirse, y que pronto podremos formar una nueva sede —la tonalidad de Alain se compenetraba con su decadente estado de ánimo—. Me hubiese gustado ver cómo progresábamos con mis propios ojos. Todavía teníamos mucho que hacer y... —suspiró.
César guardó silencio por un momento y le tendió la mano a su compañero regalándole una sonrisa.
—Alain...
El presidente estrechó la mano de su colega y quitó la vista del mar para observarlo.
—Fue un placer conocerte —comenzó a decir César—. Logramos mucho por nuestra gente, y si este es nuestro momento y nos llegó la hora... no puedo sentir otra cosa más que orgullo, amigo mío.
Alain le devolvió la sonrisa.
— ¡Suelten las armas! —ordenó uno de los soldados oscuros.
Alain y César no tuvieron más remedio que obedecer. Dejaron caer sus armas y observaron como un numeroso grupo de hombres los acorralaba a punta de pistola mientras esperaban pacientes su inevitable destino. En poco tiempo el despeñadero se infestó de soldados, aunque la incógnita que primero se presentó en la mente de los líderes escarlata fue por qué todavía seguían respirando.
La respuesta llegó montado en cuatro ruedas. Un jeep estacionó en el lugar y Alexander bajó uniéndose a su gente. En ese momento César se petrificó, Montgomery y Pratto se encontraban vivos, pero siendo escoltados hacia ellos a base de empujones y golpes agresivos.
— ¡Carajo! El parecido es indudable —exclamó Alexander esbozando su típica y socarrona sonrisa—. Pero aunque sus dobles sean buenos, la próxima vez deberían priorizar los dotes actorales. ¡Ah! ¿Qué digo? ¡No habrá una próxima vez! Pero ustedes me entienden.
Pratto y Montgomery fueron obligados a morder el suelo, ubicándolos justo en frente de los líderes escarlata.
— ¿Qué vas a hacer con ellos? —inquirió César adelantándose con una furia que se expresó en cada palabra.
—Tranquilo, puedes respirar con normalidad, no hay peligro alguno aquí para estos dos buenos hombres —contestó Alexander acercándose a los aterrados rehenes—. Primero necesito hablar con ustedes, así que por favor, levántense.
Pratto observó a sus líderes con confusión, pero una seña de consentimiento por parte de Alain les dio el valor suficiente para ponerse de pie.
— ¿Cómo se llaman? Realmente —interrogó el presidente de los oscuros.
—Yo soy Montgomery Ian —respondió con desdén.
—Mario Pratto.
—Genial, es un placer muchachos. Voy a ser honesto y muy directo, ¿bien? ¿No les molesta? —nadie respondió—. Ustedes fueron de mucha ayuda hace un momento. Les agradezco infinitamente el gesto que tuvieron conmigo por revelarme la ubicación de la nación Escarlata. Realmente confiaron en mí y quiero demostrar, aquí entre los presentes, que no soy ningún monstruo, y que los recompensaré por ello.
Alain apretó los dientes. Algo no estaba bien.
—Les voy a dar la oportunidad única de que me ayuden una vez más —comenzó a decir Alexander sonriente mientras se paseaba alrededor de ambos hombres—. A cambio, le permitiré a uno de ustedes formar parte de mis filas. Como lo escucharon señores, les voy a dejar ser parte de la nación Oscura.
Tanto Pratto como Montgomery arrugaron el semblante.
— ¿Estas jodiendo? ¡Es una trampa! —espetó César.
—No lo escuchen. Realmente voy a dejarlos vivir, les doy mi palabra.
— ¡Ni una palabra, ni el diccionario entero! —volvió a interrumpir César—. ¡Es obvio que miente!
Rafael alzó su arma pero Alexander extendió su mano para evitar que le disparara.
—Tranquilo. No hace falta. Lo voy a plantear de este modo, ustedes conocen bien a sus presidentes, o creo yo que deberían conocerlos, saben quién es el más importante de ellos, quien es la cabeza del león, por así decirlo. Lo único que quiero es que me digan es quién de ellos dos es...
— ¿Quieres saberlo? Te lo digo, ¡soy yo! —César volvió a avanzar—. ¿Quieres hablar con alguien? ¡Habla conmigo! ¡No los metas a ellos!
— ¡César! —susurró Alain con fuerza.
—Mi instinto me dice que mientes —comentó Alexander—, pero quiero escuchar que dicen tus hombres. Así que si me vuelves a interrumpir te quedas sin brazo, y hablo en serio —Alexander se volteó hacia los rehenes y volvió a repetir la pregunta—. ¿Quién es?
—El presidente de mayor jerarquía... —comenzó a decir Pratto pero fue interrumpido por su colega.
— ¡No lo digas idiota! ¡No vamos a decir una mierda! —espetó Montgomery haciendo frente al líder oscuro—. ¿Escuchaste? ¡Prefiero morir...!
Alexander solo sonrió.
—Es la cosa más estúpida que pudiste haber dicho —Alexander desenfundó su pistola y disparó. El cuerpo de Montgomery se desplomó junto a Pratto—. Perdón, pero odio las interrupciones. ¿Estabas por decir algo?
Las piernas de Pratto comenzaron a temblar. Su mirada se conectó por un segundo con la de sus líderes y una angustia se tradujo en su interior. No quería morir todavía, pero si había alguna manera de poder librarse de esta situación, haría lo necesario para garantizar su subsistencia. Por más que le dolió hacerlo... Apuntó a Alain.
—Alain Wolfang es el presidente de mayor cargo, tiene todos los poderes y dictamina cada ley dentro de la nación así como las relaciones públicas con otros grupos de supervivientes; Cesar Hazard le sigue, es su mano derecha, su consejero, también se encarga de decretar algunas leyes; Fernán Zabal se ubica tercero, es quien lidera nuestro ejercito conocido como los Gendarmes Escarlata; y por último Regina Rabadán quien se centra en la contaduría y el bienestar de cada miembro de la nación. También hay otro presidente llamado Máximo Da Silva, no lo conozco en persona, pero lidera una cede él solo. Esos son los cargos, ¿realmente me dejaras pertenecer a tu nación?
Alexander quedó estupefacto y fascinado. Su sonrisa se magnificó y no pudo evitar aplaudirle a Pratto.
— ¡Es muy bueno! —dijo Alexander dirigiéndose a César y Alain. Luego se volvió hacia Pratto—. ¡Es más de lo que necesitaba! Te felicito, me demuestras que eres mucho más inteligente de lo que creía. Ahora bien... —se acercó a un paso de Pratto—, si quieres pertenecer a esta preciosa nación que manejo vas a tener que superar una minúscula prueba más. ¡Pero tranquilo! Ahora que te conozco mejor creo que vas dar la talla a la perfección, así que ten —Alexander le dio a Pratto su arma—. Vamos, sin miedo.
El hombre tomó el arma del presidente y las conjeturas llegaron solas a su cabeza.
—Sí, ¿lo entiendes no? Tranquilo, ¿eh? Lo vas a hacer bien —lo animó Alexander frotándole los hombros para brindarle confianza y contención—. Lo que vas a hacer es lo siguiente. Cuando yo te de la señal vas a matar a... —Alexander se giró y apuntó a uno de los dos escarlata con la mirada—. César. ¿Está bien?
Pratto enmudeció de repente y su semblante empalideció con la velocidad de un relámpago.
— ¿Debo...? —sus palabras apenas pudieron salir de su boca, carraspeó su garganta y continuó—. ¿Debo hacerlo yo?
Alexander asintió con obviedad.
—Lo haces y te ganas una habitación de lujo en mis instalaciones, ¿y tienes familia? ¿Amigos? Los podemos traer, no hay ningún problema. Estarán seguros y no les pasará absolutamente nada. Es una promesa. Y yo cumplo mis promesas, al menos a quienes me caen bien, ¿y sabes qué? Tú me estas cayendo muy bien.
Pratto endureció el rostro y negó con la cabeza.
—No...
— ¿No lo harás? —preguntó Alexander en una mueca de disgusto.
—No... No tengo familia —finalizó Pratto clavando su mirada más decidida hacia quien sería, a partir de ahora, su nuevo presidente—. Lo haré.
A Alexander se le iluminó el rostro y sonrió complacido. Palmeó el brazo de Pratto con confianza y se acercó hasta los líderes escarlata.
—Pratto... —susurró Alain siendo asediado por el coraje.
— ¡Muy bien! —comenzó Alexander colocándose frente a ambos—. Debo admitir que me enorgullezco de haber encontrado a un hombre con la sabiduría tal de poder discernir cuál es el bando ganador. ¿Lo entienden señores? La supervivencia es nuestra materia en común. Las personas siempre van a optar por su propio bienestar, exceptuando algunos casos como el de su querido aliado Montgomery, que su obstinada mente cuadrada no le permitió abrir los ojos, y mírenlo ahora... —Alexander se permitió un momento para observar el cadáver—. ¿Lo ven bien? Porque ese es el futuro próximo de las personas que se oponen a mí, que obstaculizan mi camino. Personas como ustedes y su querida nación...
— ¿Por qué mierda hablas tanto? —escupió César con poca paciencia—. ¿Qué carajo quieres? ¿Matarnos? ¿Asustarnos? ¿Controlarnos? No me das miedo.
— ¡Nah! No me mal intérpretes, no quiero que me teman, tampoco busco controlar su nación ni nada por el estilo, sería una pérdida de tiempo —aclaró Alexander—. A la larga el temor se volvería furia, y podrían volverse en mi contra. Yo solo vine a dejarles un mensaje, uno fuerte y muy claro... —el rostro de Alexander se ensombreció—. Vamos a matarlos.
— ¿Nos declaras la guerra...? —inquirió Alain estupefacto—. ¿Con lo que estamos viviendo? ¿Piensas en una guerra ahora? Con la humanidad...
— ¡La humanidad me importa una mierda! ¡La humanidad fue la que nos arrojó a este pozo de muerte y desolación en primer lugar! —interrumpió el líder de los oscuros alzando la voz—. Y esto no empezó con los misiles y el día rojo, ¡no! Hace miles de años que los líderes toman malas decisiones y la gente muere, y gracias a ello se producen eventos que podrían aniquilarnos a todos. No puedo permitir que esto continúe así. Yo me voy a asegurar de formar un nuevo mundo. En dónde algo como esto jamás vuelva a ocurrir, y si para eso tengo que derramar sangre, como ya se ha derramado tanta en toda la historia de esta «humanidad», entonces haré lo que se deba hacer.
—No es la forma... —añadió Alain.
— ¿Crees que no? ¿En realidad crees que no? Déjame preguntarte algo. Cuándo no había monstruos por las calles, y escuchabas de un asesinato o de una injusticia que se llevaba a cabo, ¿no era tu primer pensamiento: hay que matar a todos esos hijos de puta? ¿No pensabas que las cárceles realmente no reformaban a los convictos? Sino más bien, los volvían peores, más violentos, más sádicos... ¿no se te pasaba por la cabeza que los que lideraban las naciones eran todavía más ladrones que un pobre inútil que no tuvo más remedio que robar para alimentarse? La humanidad ya se estaba pudriendo desde hace mucho, querido amigo, y ahora que tengo la oportunidad de reivindicarla y empezar todo de cero, ¿realmente crees que no es la manera? Yo creo que sí. Y ahí es donde chocan nuestros ideales, Alain. Es por eso que esto no es una declaración de guerra. Tómalo como una declaración de... aniquilación. Claro que quienes quieran unirse a nuestras filas, bienvenidos sean —Alexander retrocedió sin apartar la vista de los escarlata—, pero sino... —el presidente sacudió su mano hacia adelante.
Pratto disparó sin dudarlo. La bala atravesó el pecho de César y el hombre cayó hacia el vació del despeñadero.
— ¡Nooo! ¡César! —Alain poco pudo hacer para ayudarlo, su mente se emblanqueció en un segundo, y al instante siguiente su ira se tornó incontrolable—. ¡Eres un hijo de puta!
Alain intentó avanzar pero una bala le atravesó el brazo. Su cuerpo cayó al suelo presa del dolor.
—Tranquilo Alain, tu vivirás para dar el mensaje, así que puedes retirarte sin miedo. En la casa hay una pistola, la puedes usar para lo que te venga a la mente —expresó el jefe de la nación Oscura observándolo desde el suelo a la vez que comenzaba a caminar—. Da igual si informas o no a los tuyos, no cambiará nada. Espero que la muerte de tu amigo te sirva como ejemplo de que yo, Alexander Montreal, ya sellé tu destino... y el de toda tu nación.
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Nota: Perdón por la tardanza al publicar, este mes estuve muy atareado y se me hacía imposible escribir. Vuelvo con dos noticias, la primera, vuelven las publicaciones y la segunda, ahora estoy realizando el audio libro del primer libro de Z en youtube y recomiendo mucho que lo escuchen. Ya voy 3 partes y en progreso.
https://youtu.be/7whEQ1DvG9k
Y aviso además que al finalizar el capítulo 7 de este libro se finalizaría la temporada de Z para dar inicio a la de Quantum. ¡Abrazo grande a todos! Mil gracias por todo su apoyo constante y como siempre digo: ¡Feliz lectura!
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