13. La determinación de una guerrera (I)
Capítulo 13: La determinación de una guerrera
— ¡Arghh! Es todo lo que sé, lo juro —Chichón hablaba con dificultad, y no solo por el hecho de que Franco continuaba asfixiándolo cada vez que tenía la oportunidad, sino que a su vez, también tenía a una desquiciada cortándole rebanadas de piel de su tobillo para obligarlo a hablar—. El chico se encuentra en el pabellón sur de la mansión. No hay pérdida, se ingresa desde la puerta trasera del jardín, del lado derecho de la piscina. Es una puerta blanca. Sigue por un pasillo en «L», que conectará con la zona de reclusos valiosos. No sé qué puerta específica es, pero está ahí, eso es seguro.
— ¿Qué mierda es eso de reclusos valiosos? —preguntó Renzo intentando sonar tan intimidante como Franco o Samantha, aunque apenas lograba conseguirlo.
—Son gente que Alexander considera importantes, para pedir rescate y... eso.
— ¿Y eso? —repitió Samantha con asco y furia—. ¿A ti «eso», te parece algo normal? ¿Algo cotidiano? Tápale la boca, Franco.
Franco obedeció al instante, no porque le hubiese gustado la forma en que su novia extorsionaba a su rehén en cada ataque de ira, sino porque de no hacerlo, el grito de Chichón alertaría a los demás guardias. Franco esperó a que su prisionero se estabilizara para volver a soltarlo.
— ¿Cómo ingreso? —volvió a incursionar la oji verde—. Porque no me vayas a decir que esa puerta está abierta al público porque no voy a creerte.
—Hay... hay una llave —Chichón intentó volver a respirar con normalidad—. La tiene... creo que el Pelado, no lo recuerdo bien.
— ¡Recuérdalo! —los ojos de Samantha viraron hacia su novio tras esas palabras, quien le indicó con la mirada que no hiciese tanto ruido. Ella obedeció.
— ¡Bien! ¡Bien! Si... el Pelado Rodríguez, él debería tener la llave de ingreso y la de todas las celdas. Lo encontrarán merodeando por los alrededores, no se puede marchar muy lejos de ahí.
— ¿Cómo es él? —preguntó Franco—. Y como digas que es pelado...
—Eh... eh... es alto, blanco, siempre tiene ojeras, muy flaco.
— ¿Y es pelado? —preguntó Rex. Todos, incluso Chichón, torcieron sus miradas hacia él—. Es decir, hay varias clases de pelados. Quizás solo tiene poco pelo...
— ¿Qué clase de pelado es? —preguntó Franco, sin creerse que necesitara esa información.
—Completamente pelado.
—Es un dato importante —se excusó Rex al sentir la mirada de Franco sobre sus hombros.
— ¿Quién más hay ahí dentro? —preguntó Sam.
—La parte interna esta desolada, la llave solo la puede tener el guardia, o en su defecto, el jefe de guardia. Pero no sé quién es el jefe...
— ¿Cómo que no lo sabes? —Franco volvió a asfixiarlo.
—Espera... —tosió—, lo que pasa es que hace poco el jefe era Calavera, pero con lo que ha pasado... creo que le dieron el puesto a alguien más. Les juro que no lo sé. Podría ser Lightman, le cae bien a Calavera.
—Entonces, adentro no hay nadie... ¿Estarás bien tu sola, Sam? —preguntó Renzo.
—Sí, confíen en mí —respondió la chica—. Ustedes tienen que encargarse de instalar la tirolesa. Así que asegúrense de hacerlo rápido para cuando llegue con Zeta.
—Bien, ¿entendiste cómo llegar? —comenzó a decir Franco—. Nos encontraremos en la azotea Oeste. Si pasa algo, no importa que, envía un mensaje por la radio e iré enseguida.
—Está bien, tranquilo. Memoricé el recorrido, y seré rápida, nadie me verá.
—Eso espero, ten cuidado.
—Mucha suerte, Sam. Encuentra a Zeta, por favor —los ojos de Renzo se conectaron con lo de la chica mientras ambos compartían una sonrisa.
La oji verde se perfiló hacia la mansión.
—Descuiden, asegúrense de dejar marcada la ruta. La necesitaré.
—Lo haré —respondió Renzo mientras observaba a Franco noquear a Chichón. Sin percatarse que en realidad lo había dejado sin aire de manera silenciosa.
Samantha se preparó, y luego de inhalar aire las veces necesarias para bajar su ritmo cardiaco, se puso manos a la obra. La muchacha comenzó su avance; agazapada, ágil y cautelosa.
Salió de la cobertura de los arbustos, y comenzó a recorrer el jardín que pertenecía a la zona noreste de la mansión. Superó un cantero de un salto, y se resguardó detrás de un pino al siguiente segundo. Para llegar a su destino, solo tenía que lograr avanzar hacia el jardín trasero, perteneciente a la zona sur de la mansión. De seguir por el extremo este, llegaría sin problemas, ya que la zona se encontraba cubierta por un cono de sombras que resultaba muy alivianador; y la presencia de Oscuros era, por el momento, nula.
Su progreso continuó con la misma eficacia en temática de sigilo; sus pasos eran apenas audibles para ella misma, y a pesar de los nervios, la tensión y la incertidumbre recorriendo cada rincón de su cuerpo, su yo interior no se permitía retroceder.
Su cuerpo se fusionó con el muro este de la mansión en el traslado, hasta por fin llegar a la esquina. Su mirada se asomó con extremo cuidado: tres personas se encontraban a pocos metros, hablando y riendo sobre temas inverosímiles. Dedujo con presteza que se trataría de los compañeros de Chichón.
Si quería seguir avanzando, no tenía más remedio que deshacerse de todos ellos. Samantha evaluó el entorno a su alrededor para comenzar a trazar un plan. Por lo pronto podía estar segura de que ese trio de guardias se hallaba a poco menos de diez metros de su posición, dos de ellos dándole la espalda, no serían problema, pero el tercero podría percatarse de sus movimientos con un minúsculo movimiento de cabeza.
Todos se hallaban en perpendicular hacia la piscina en el centro del jardín; y muy cercanos a un banco de piedra, que solo usaban para desplegar sus arsenales de botellas vacías; pero que desde la posición de Samantha, sería un obstáculo a sortear si tenía que dirigirse hacia allá en una arremetida veloz.
Su mirada descendió hacia el suelo. Tenía que pensar en una estrategia rápida. Entonces, en ese segundo, para cuando sus botas se movieron con ligereza, esparciendo barro entre sus pies, su mente se aclaró. La muchacha se agachó, revolvió el lodo con sus manos, y comenzó a aplicarse una improvisada mascarilla facial. Seleccionó algunas piedras que había en el suelo y se las guardó. Quizás, la idea de Rex no sería tan descabellada. Echó otro paneo visual rápido, para cerciorarse de los movimientos que haría, y se lanzó a la acción.
El primer plan de acercamiento que había tenido fue rechazado, no podría dirigirse hacia ellos de forma directa, sabiendo que uno de los guardias podría alertarse al verla. Pero si podría tomar un camino más largo para flanquearlos por la derecha, y eso fue lo que hizo; aprovechando la composición del terreno, y utilizando los pinos plantados en secuencia de dos metros de distancia uno del otro.
Samantha se apresuró en avanzar con celeridad hasta el primer pino. Una vez allí, se arrojó al suelo, y gracias a los canteros, diminutos, pero infalibles a la hora de ocultarse, comenzó a arrastrarse hasta poder colocarse a una posición aledaña a los guardias.
Ahora, con los Oscuros al frente, y ellos, alineados con la piscina central, lo único que tenía que hacer era distraerlos por unos valiosos segundos. Utilizó el resguardo del tronco del segundo pino para colocarse de cuclillas, su sombra era su guarida, allí podría permitirse moverse con liviandad. Tomó un racimo de piedras de su bolsillo, estiró su mano hacia atrás, y entonces... volvió a cubrirse. Su respiración se aceleró de repente, su corazón comenzó a palpitar todavía con más fuerza y el miedo la paralizó por completo.
Samantha empezó a verse invadida por un súbito temblor en todo su cuerpo; sus ojos, comprimiéndose con fuerza, no se atrevían a abrirse; y mientras intentaba aplacar su agitada respiración, su cuerpo se mecía, de manera involuntaria, hacia adelante y hacia atrás sin benevolencia.
«Eres toda una guerrera...».
Esas palabras llegaron a su mente emitidas con una tonalidad cálida y agradable, seguido de la imagen de una pequeña niña que lloraba incansable, a los pies de una hamaca. Sus rodillas, escocían como fuego por la agonía, y crepitaban como brasas por el dolor. Sus ojos, brillantes como dos perlas verdes, y empapados en su totalidad, solo podían vislumbrar, de manera borrosa, la silueta de un hombre adulto a su lado.
Su rostro le era imposible de descifrar, ya había pasado tanto tiempo, que no era capaz de recordarlo, pero en cambio, su voz era todo lo contrario, se escuchaba con una nitidez perfecta, como si su padre estuviese susurrando a su lado en este preciso instante.
«— ¡Ay! ¡Me duele! ¡No lo toques!».
«—Lo sé, sé que duele. Pero si te lo vendo, el dolor pasará».
«— ¡Pero me va a doler más!».
«—Claro que no, porque estarás protegida».
«— ¿Estás seguro...? ¿Y si me duele?».
«—Eres una guerrera, podrás soportarlo. Confío en ti, Samy».
«—Bueno... ».
«—Bien. Espera un poco... y... ».
«—... Ay... ».
«— ¿Y bien? ».
«—Me pica un poco...».
«—Es porque estás curándote».
«— ¿Me estoy curando?».
«—Si, por supuesto. Como dije, eres toda una guerrera, esto no es nada para ti».
«— ¿Soy una guerrera? ».
«— ¡Claro, cariño! ¡Eres toda una guerrera!».
Entonces en ese instante, su mente se templó. Los latidos de su corazón recobraron su ritmo; su cuerpo abandonó todos sus temores, y su mirada, abriéndose de par en par, reflejaron, entre lágrimas, la determinación de toda una guerrera.
Respiró con profundidad mientras su palma se acercó a sus ojos, pero... no, no quitó sus lágrimas. Su visión permaneció difuminada, y así quería que fuera, si iba a matar, prefería no verlo bien. Volvió a observar a los oscuros, los imaginó como zombis, quizás para un alivio interno personal por lo que estaba a punto de hacer. Y con esa premisa en la cabeza, presionó las piedras que todavía tenía en sus manos, y las lanzó con fuerza.
Su pie sintió la tensión del suelo en el primer impulso, era ahora o nunca. Las piedras trazaron un arco en el aire, mientras ella, poseída por la adrenalina y la velocidad, corrió como nunca en su vida.
Las piedras cayeron a la piscina y el sonido del agua salpicando tomó por sorpresa a los oscuros, todas sus miradas se dirigieron hacia ese sector, y en ese intervalo de tiempo, así fuese de apenas unos segundos, fue dónde su destino fue sellado por la oji verde.
Las pisadas feroces de la muchacha resonaron con fuerza en los últimos metros, fue allí cuando uno de los oscuros sintió una presencia nueva, pero al voltear su mirada, lo único que pudo ver fue una hoja volando hacia su dirección a una velocidad imposible de prevenir. La navaja se embutió en su frente con una certeza de cirujano; el siguiente en voltearse sufrió la misma fatídica suerte, ambos, cayeron al suelo en un segundo.
La chica continuó la arremetida, lanzó un cuchillo más, esta vez a las manos del último de ellos, impidiéndole subir su arma al frente; y cuando finalmente llegó hasta su posición, insertó la navaja por debajo de su mandíbula, empujó el cuerpo y lo arrojó al suelo en un solo movimiento.
La oji verde se tomó un segundo para respirar, y otro más para recuperar sus navajas y colocarse de pie. Estaba en territorio enemigo, no podía darse el lujo de festejar victorias. Tenía que seguir.
Sus pasos la llevaron a toda velocidad a internarse en las sombras de unos arbustos que había por el lado sur de la estancia, bordeando la piscina. La adrenalina ejercía su trabajo de manera impecable, jamás en su vida sintió tanta energía recorriendo todo su cuerpo. Cada uno de sus sentidos parecía funcionar en su máxima potencia, y eso le sirvió para detectar a otro miembro de los oscuros a lo lejos, aproximándose hacia la piscina.
Su mente actuó tan rápido en ese momento que incluso se sorprendió. ¿Rodear la piscina? No, demasiado descubierto. ¿Volver atrás? No, perdería tiempo y los cadáveres estaban expuestos. La tercera opción fue la ganadora. Se arrastró con sigilo hacia la piscina, y con cuidado de no hacer ruido, fue sumergiendo su cuerpo hasta quedar completamente tapada de agua.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top