11. El diario de Zeta (IV)


Aguantó cada golpazo y cada penuria, como cuando eran niños; aguantó cada punzada de aquel insufrible dolor y cada insulto que le profería, como cuando eran adolescentes; aguantó todo lo que pudo, aguantó, y aguantó una vez más, hasta que finalmente, el rojo se volvió negro, y su consciencia lo abandonó.

*****

— ¡Carajo! ¡Boris, ayúdame!

— ¡Dios mío! ¿Lo han mordido?

— ¡No te quedes parada ahí! ¡Ayúdame a frenarle el sangrado!

— ¿Qué pasó Ezequiel?

— ¡Lo han mordido! ¡Ya me encargué del zombi! ¿Pero qué hacemos con él ahora?

—Aquí, toma usa esto para frenar la herida...

—No habla... está muy pálido.

— ¡Hey compa! ¿Me escuchas? Vamos no nos hagas esto... Abre los ojos.

—No, no... chicos no se distraigan, todavía hay monstruos merodeando.

— ¡Pues ve a matarlos, idiota!

— ¿Por qué me gritas?

— ¡Compa! ¡Reacciona! Me cago en todo... no sé qué vamos a hacer...

—Mierda, es una herida profunda.

— ¡Miren! ¡Son los oscuros!

—¡¡Apártense del chico!!

— ¡Todos al suelo ahora!

—Jefe... Está a punto de colapsar, no se ve nada bien.

— ¡Rápido! ¡Hay que llevarlo a la enfermería!

— ¡Ya lo escucharon! ¡Muévanse!


*****

Los ojos de Zeta habían permanecido cerrados, pero él ya se encontraba despierto hace bastante tiempo, repitiendo una y otra vez aquella horrible escena. Su antebrazo derecho presentaba una herida profunda cercana a la zona de la muñeca, y aunque había sido provisto de un vendaje y algunos medicamentos, el dolor no terminaba de desvanecerse por completo. Pero todavía más tortuoso que la herida de su antebrazo, era la herida que había sufrido su corazón. El golpe que su mente y su alma habían experimentado al ver a Ronaldo en ese estado, fue tan brutal como el que experimentó tiempo atrás con Lara; dejándolo en un estado de deriva mental y de shock tan drástico, que no se atrevió a emitir palabra alguna, en lo que transcurrió la mañana, tarde y noche.

Se había quedado dormido en tres oportunidades distintas, y en cada una de ellas, tenía la misma pesadilla vívida en la que Ronaldo lo mordía. Y no era capaz de pensar en ello ni siquiera dos segundos antes de que la angustia se apoderara de él y las lágrimas comenzaran a brotar sin piedad. De nuevo los minutos pasaron, interminables, hasta que la angustia volvió a esconderse, no desaparecer, sino ocultarse, para volver a emerger de nuevo en cualquier momento.

En ocasiones, su cuerpo era invadido por una rabia insaciable, con deseos de romper lo primero que tuviera a la mano, de terminar con todo de una buena vez. Estaba cansado de sufrir; aunque no quería aceptarlo, él era una persona bastante sentimental, y que sufría muchísimo por la muerte de sus seres queridos. Odiaba esa parte de él, y en este momento deseaba poder cambiar eso y volverse menos sentimental... pero era algo que nunca podría hacer.

De nuevo, la imagen de Ronaldo volvió a su mente en un segundo. Esa horrible imagen de su amigo, con el rostro hecho pedazos, con sangre salpicada por doquier y con esos ojos huecos, desprovistos de toda humanidad. Entonces, una palabra se le vino a la mente... «Zombis», los verdaderos antagonistas de todo; los verdaderos culpables.

Cada día que pasaba, encontraba una nueva forma de odiarlos con todo su ser, y sus ansias de exterminar a todos y cada uno de ellos se acrecentaba como fuego en su interior, ardiendo en deseos por... y de nuevo, Ronaldo apareció en su cabeza, y fue cuando todo su panorama cambió.

¿Matarlos? ¿Realmente esa era la solución? Sabía de antemano que cada monstruo que asesinaba, fue antes una persona; alguien como Ronaldo, alguien que tuvo una vida, que tuvo una historia, que tuvo amigos, que tuvo sueños. Entonces, ¿matarlos es realmente correcto? ¿Esa es la solución? ¿Exterminarlo todo? Luego de presenciar a su amigo en ese estado, su mente se paralizó y su cuerpo no pudo sobrellevar esa carga. ¿Es ese entonces el camino correcto? ¿O podría haber otro? ¿Podría haber un camino distinto? ¿Podría ser eso... posible?

—Compa... escucha, yo sé que no tienes ganas de hablar —Ezequiel y Zeta se hallaban en su respectiva celda, solo que Ezequiel estaba tumbado en una de las esquinas, mientras Zeta estaba recostado en el colchón del suelo—. Pero quiero aclarar esto, porque lo considero importante. Yo... solo quiero decirte que me alegro de haberte conocido, y que no te preocupes, no pienso hacerte nada. No te voy a matar, ni nada antes de que te transformes. Y... bueno, cuando lo hagas, supongo que veré como lidiar con el asunto.

Zeta se sentó. Observó el vendaje en su antebrazo y luego a Ezequiel.

—Perdón, por no... hablar mucho.

—Lo entiendo, no te disculpes. Sé que es mucho para asimilar. Supongo que si no muero primero, tendré que asimilar lo mismo algún día.

Zeta negó con la cabeza.

—No estoy así por la mordida, Ezequiel. Estoy así porque quien me mordió era un gran amigo mío... ¿recuerdas que te mencioné si conocías a Ronaldo?

—No jodas... que puta mierda —contestó Ezequiel torciendo su labio—. Lo siento.

—Gracias —Zeta se tomó unos breves segundos para pensar; alzó su mirada—. Y gracias también por salvarme. Fuiste tú quien lo... ¿mato?

—Si —asintió Ezequiel pausadamente—. Pero tuve suerte de que estaba distraído contigo. Ese sujeto parecía incluso más fuerte que un Gigantón.

El muchacho sonrió con la mirada en el suelo.

—Sí, te aseguro que lo era —el joven se frotó la cabeza y una pregunta se le vino a la mente—. Ezequiel, ¿Qué pasó con el resto? ¿Boris, Jennifer, Marvin?

—La última vez que los vi fue cuando pararon los juegos y te llevaron al hospital —contestó el hombre resonando los huesos de su cuello—. Supongo que los habrán llevado a sus celdas.

—Entonces todos están vivos, eso es bueno.

—De momento, lo es.

Una vez más el dúo permaneció en silencio. Incluso para un charlatán como Ezequiel sacar un tema de conversación en un momento tan crítico como este le resultaba muy difícil. Zeta se mostraba muy disperso, metido más dentro de su cabeza que en la realidad misma. Ezequiel sintió curiosidad, pero sabía que si le preguntaba algo no le respondería, por lo que decidió improvisar y sacar a su compañero de esa angustia.

—Si yo fuese infectado, ¿sabes que me gustaría ser?

Los ojos pardos del muchacho se desplazaron desde el suelo hasta su compañero de piso.

—Me gustaría ser un Gigantón de esos, ¿te imaginas terminar tan inflado? ¡Sería una bomba! Y mis primeras víctimas, te lo aseguro, serían estos putitos hombres de negro.

Zeta esbozó una sonrisa.

— ¿Y qué? ¿Tu cual serías si pudieras elegir?

— ¿Yo?

— ¡No! Le estoy hablando a la cucaracha que está pasando junto a ti.

Ambos rieron.

—Bueno, supongo que lo sabremos pronto, ¿no?

—Contesta la pregunta, ¡vamos!

—Bueno, bien... no sé, siempre me sorprendió la velocidad y ferocidad que tienen los Parcas.

— ¿Los que?

—Los... que corren rápido.

— ¡Ah! Es una gran elección —lanzó Ezequiel—. La verdad que si son rápidos. Cuando estaba intentando domar a aquella chamuca casi no lo cuento, me llevó de paseo como si fuese un muñeco de trapo.

Zeta intentó contener un impulso de risa.

— ¿Es que quien en su sano juicio se pone encima de un Parca? ¡Por mirarte casi me rebanan la cabeza!

— ¡No me lo digas a mí! ¡Tenía que sacarle el muerto de encima al tontón de Marvin! —expresó Ezequiel—. Nunca mejor dicha esa frase, ¿eh?

Ambos prisioneros se vieron tentados a reírse. Durante esos escasos segundos, Zeta pudo olvidar todo lo malo y sonreír. Las pláticas continuaron su curso, los chistes fueron y vinieron, y Ezequiel hizo un gran trabajo en mantener la mente de Zeta ocupada con sus infinitas ocurrencias. Pero, como dicen, detrás de la calma se avecina una gran tormenta, y eso era exactamente lo que pasaría.

Tres golpes consecutivos se escucharon detrás de la puerta. Lo que provocó un silencio absoluto por parte de ambos reclusos. Seguido de eso, pasó algo que ninguno se imaginó; debajo de la puerta, apareció un pedazo de papel.

La sorpresa fue idéntica en los rostros de Zeta y Ezequiel, y fue el joven de ojos pardos quien se aproximó a ver de qué se trataba. Alzó el trozo de papel, lo desdobló, y leyó el contenido.

« ¡Prepárense! Alexander ya volvió, solo tenemos una oportunidad. Dos soldados vendrán en unos minutos a las celdas para llevarse al muchacho a la enfermería. Deberán aprovechar ese momento. Deshabilité las cámaras, pero no durará mucho. Hay una ruta de escape en la nota, síganla, y usen las llaves de las habitaciones 13 y 17 para sacar a sus amigos. ¡No fallen! Arriesgo mucho haciendo esto».

— ¿Qué carajo? ¡Aquí están las llaves! ¿Sera de la habitación de Boris? —preguntó Ezequiel tomando las llaves que estaban en el suelo junto a la puerta.

—Sí, y supongo que también de Jennifer y Marvin.

—No creo que Marvin nos ayude mucho con el escape.

— ¡Ezequiel! ¡Escucho pasos! —susurró Zeta con fuerza—. ¡Busca el pedazo de metal que está dentro del colchón!

Ezequiel se apresuró, guardó las llaves en su bolsillo y procedió a meter el brazo por un hueco en la cabecera del colchón.

— ¡Listo!

—Yo lo distraigo, ¿podrás encargarte de ellos?

—Tu pregunta me ofende —dijo mientras golpeaba su pecho con fuerza—. Somos tigres, compa. ¿Lo olvidas?

Zeta sonrió. En ese momento, el sonido de unas llaves comenzó a replicar detrás de la puerta, y exactamente como lo había anticipado aquella nota, dos hombres de la fila de los oscuros ingresaron a la habitación.

Zeta fue el primero en actuar, no iba a perder la oportunidad de tomarlos desprevenidos, se aferró al primer soldado que vio y lo sujetó en contra del muro. A pesar de la diferencia de estatura, Zeta no pudo evitar sentirse más fuerte que nunca, impulsado por una enorme cantidad adrenalina que le permitió acorralar al oscuro sin problemas.

Ezequiel fue más cauto y esperó el momento adecuado; en el breve instante en que todas las miradas se posicionaron en su compa de cuarto, fue cuando avanzó a paso veloz hacia el segundo guardia; el hombre reaccionó con rapidez y alzó su pistola al frente, pero Ezequiel se sirvió de su agilidad para evitar que la mira llegase a apuntarlo, se escurrió por un lateral, lo sujetó del brazo, y con un movimiento que destacó por su precisión, hundió el trozo más afilado de metal en medio del cuello del oscuro.

Zeta por su parte, atacó al soldado que tenía apresado con un rodillazo en los genitales, pero el hombre logró bloquearlo interponiendo su pierna; lo sujetó con fuerza y logró arrojar al muchacho al suelo. Pero en el segundo siguiente de conseguir su libertad, Ezequiel utilizó ese breve momento para conectar un fuerte puñetazo en el cráneo del soldado, luego arremetió una vez más, esta vez atacando con la rodilla. El cuerpo del hombre se inclinó y un quejido de dolor emergió de sus pulmones, bastó de un segundo más para ser asediado nuevamente, pero ahora, con una patada del joven de ojos pardos que logró hacerle perder el equilibrio. Ezequiel aprovechó la oportunidad para golpearlo las veces que fueran necesarias para dejarlo inconsciente.

Ambos se apresuraron en actuar, se adueñaron de las pistolas y encerraron a los soldados en la celda. Ambos se encontraban en un pasillo ancho, de paredes azules y con diversas puertas a los laterales. El alivio les llegó al cuerpo al ver que no había nadie en los alrededores, pero eso no les evitó sentirse conquistados por los nervios.

— ¡Bien! ¿Para dónde vamos ahora? —preguntó Ezequiel hablando con extrema rapidez y desplazándose de un lado a otro.

— ¡Busca las puertas 13 y 17!

— Nueve, diez... ¡aquí, aquí! ¡13! ¡13! ¡13! —Ezequiel comenzó a abrir la puerta con una de las llaves, mientras le daba la otra a Zeta para buscar la restante.

Zeta prosiguió su búsqueda, la puerta número quince era la última del pasillo, por lo que tuvo que virar y continuar por el siguiente hacia su derecha. La puerta que buscaba se halló a mitad de camino. Ingresó la llave, aunque con el imponente temblor que sus manos sufrían le costó unos segundos abrirla.

Boris apareció del otro lado, y su rostro se sorprendió al ver al muchacho.

— ¿Estás bien? —preguntó el hombre, quien no había visto a Zeta desde la noche anterior.

—Sí, de momento estoy bien. Por ahora tenemos que encontrar la forma de salir.

—Perfecto, ¿alguien los vio? ¿Dónde está Ezequiel?

—Nadie nos vio...

— ¡Boris! —la respuesta a la segunda pregunta de Boris llegó a ellos junto a dos personas más: Marvin y Jennifer—. ¡Perfecto! ¡Ya somos todos! ¡El equipo invencible! ¡Los aplasta Gigantes! ¡Los domadores de zombis!

—Me alegra que todos estén bien —dijo Zeta.

—No podría decir lo mismo... —mencionó Marvin haciendo alusión al vendaje que llevaba en el brazo.

— ¿Cómo te sientes? —preguntó Jennifer.

—Estoy bien.

— ¿De verdad nos vamos a fugar de aquí? —inquirió Marvin, observando con temor hacia su retaguardia—. Si alguien nos ve...

— ¿Te quieres quedar, colorado? —preguntó Ezequiel.

—No, claro que no.

—Entonces, ¿cuál es el plan? ¿A dónde vamos? —preguntó la chica.

—Alguien nos dejó un mapa, o algo así, no se entiende muy bien —comenzó a decir Zeta mientras revisaba el absurdo dibujo que tenía la nota—. Creo que si cruzamos esa puerta, conectaremos con el patio trasero.

— ¡No esperemos! —Ezequiel se adelantó por el corredor pasando la celda de Boris, dónde al final se apreciaba una puerta de madera de roble—. Es por aquí, ¿no?

—Creo que si —Zeta se acercó a Boris y le entregó su arma—. Es mejor que tú la tengas.

—Bien —el hombre no comprendió, pero accedió a aceptar el arma.

Todos se desplazaron hasta la puerta, Boris se adelantó a Ezequiel y pegó el oído a la puerta para escuchar alguna voz o pisadas que pudieran proceder desde el otro lado, pero entonces, el estruendo de un disparo alertó a todos.

— ¿Qué mierda fue eso? —preguntó Marvin alterado observando a su retaguardia.

— ¡Vino de allá! —Jennifer señaló la dirección opuesta a la puerta de roble—. ¿Qué hacemos? ¿Nos descubrieron?

— ¡Mejor ir por el lado contrario a los disparos! —escupió Ezequiel colocando su mano en el pomo de la puerta—. ¡Boris, vamos! ¡Apunta a todo lo que veas!

— ¡Ok! —Boris alzó su arma al frente.

Ezequiel inhaló aire y abrió la puerta de un sacudón. Boris y él fueron los primeros en avanzar, seguido por Zeta, Marvin y Jennifer. A diferencia de la escasa iluminación del sector anterior, el brillo blanco inundó los ojos de todos, dejando presenciar un enorme vestíbulo justo frente a ellos. Sin la suerte de su lado, no tardaron mucho en encontrar a uno de los soldados oscuros de espalda a ellos, a una distancia de apenas tres pasos; y por si eso fuera poco, un grupo más de hombres que estaban distribuidos en distintos sectores del vestíbulo torcieron sus miradas hacia ellos.

—Creo que la cagamos... la cagamos bien cagado —aceptó Ezequiel, quien se petrificó al ser el punto de mira de todos los oscuros.

—Carajo... —susurró Boris para sí mismo.

Por su lado, Marvin y Jennifer se quedaron cercanos a la puerta, pero sin atreverse a mover un solo músculo. En ese momento, uno de los soldados, quien más cercano se encontraba a ellos comenzó a girar sobre su eje lentamente. El grupo entero se petrificó al ver un arma en su mano que poco a poco se fue alzando, hasta quedar frente a frente con Zeta.

—Idiotas... —susurró el oscuro con rabia, solo para que ellos pudieran oírlo—. Era por el otro pasillo.

Zeta sintió una punzada en la boca del estómago, y un nudo se formó en su garganta, dejándolo sin respiración. Sus ojos se ensancharon y su mente no podía creer lo que estaba percibiendo. El arma apuntándolo era lo menos preocupante de toda la situación; los hombres que ya lo habían visto habían sido borrados de su atención por completo; y solo podía ocupar su mente en una simple pregunta.

— ¡Quietos todos! ¡No muevan ni un solo pelo! ¡¿Está claro?! —gritó el soldado, apuntando directamente hacia Zeta—. ¡Suelten sus armas! ¡¡Ahora!!

Zeta apenas había comprendido lo que le había dicho. No podía entenderlo. Su mente era incapaz de procesarlo. Ya demasiadas sorpresas había tenido en los últimos días como para sumar una nueva a la lista. Aquellos ojos celestes lo observaban con una furia que no comprendía; su rostro blanquecino; su cabello dorado; sus rasgos duros y severos.

— ¿Elías...? —susurró el muchacho.

— ¡¿No me escucharon?! ¡¡Sus armas al suelo!! ¡¡Ya!!

Boris asintió y depositó con mucho cuidado su arma en el piso, Ezequiel imitó sus movimientos e hizo lo mismo.

— ¡Lock! —gritó Elías dirigiéndose a uno de los soldados que se encontraban en el vestíbulo, mientras él avanzaba hacia el grupo—. ¡Avisa a Alexander que los reclusos intentaron escapar! ¡Yo me encargo de llevarlos a las celdas!

— ¡Que hijos de puta! ¡¿Cómo carajo escaparon?! —dijo uno de los soldados.

— ¡Ahora Lock!

— ¡Está bien! ¡Ya voy!

— ¡Ustedes! ¡¿Llevan más armas consigo?! ¡Respondan! —Elías se acercó a Zeta y comenzó a revisarlo—. Quítame el arma y úsame de rehén —susurró con apremio—. ¡Ya!

Zeta reaccionó sin pensárselo demasiado. Le quitó el arma a Ezequiel con mucha facilidad, y lo sujetó del cuello usándolo como escudo.

— ¡Lightman! —uno de los oscuros alzó su fusil al frente—. ¡Suéltalo!

— ¡¿Te volviste loco?! —escupió Elías a su compañero—. ¡Dispárale al chico y estás muerto! ¿Quieres terminar como Calavera? ¡Déjame! ¡Den aviso a Alexander que bloquee todas las salidas ahora!

—Pero...

— ¡Carajo, no pierdas tiempo! —exclamó Elías—. Y como tenga la oportunidad, chico... te aseguro que me vengaré por lo que estás haciendo.

—Cierr... ejem... —Zeta apenas pudo emitir sonido alguno, aclaró su garganta—. ¡Cierra la boca! ¡Vamos! ¡Vuelvan todos! —ordenó Zeta mientras apoyaba el arma en la cabeza de Elías. No tenía idea de lo que estaba haciendo, pero decidió seguirle el juego a Elías.

Ezequiel y Boris comenzaron a retroceder junto a Jennifer y Marvin. Los oscuros no dudaron en apuntarlos con sus armas.

— ¡Si alguien les dispara a ellos! ¡Este tipo se muere! —expulsó Zeta, quien todavía seguía sin comprender lo que estaba pasando.

Los soldados se vieron en un aprieto, y aunque no bajaron sus armas, ninguno se atrevió a disparar. Lentamente todo el grupo fue de nuevo hacia la puerta de roble, hasta que solo Zeta, Elías y todos los oscuros quedaron en el vestíbulo.

— ¡No me sigan si no quieren verlo muerto! —continuó Zeta, retrocediendo con cuidado.

— ¡No sean inútiles! —comenzó a decir Elías—. ¡Es obvio que escaparán por la salida trasera! ¡Vayan hacia allá ahora!

Zeta atravesó la puerta con Elías a rastras y la cerró. Elías se volteó para observar, después de tanto tiempo, a quien había sido su yerno en el pasado.

—Nunca hubiera imaginado que nos volveríamos a encontrar de esta manera... Junior.

Zeta tardó en responder. Su mente no terminaba de procesar la información y mucho menos de elucubrar un millar de preguntas sobre Elías.

—Yo... no entiendo nada.

—Me encantaría poder sentarnos a tomar un té y explicártelo todo, pero no tienen tiempo. Si quieren salir de aquí deben apresurarse.

—Pero... ¿tu? ¿Tú estás con la Nación Oscura? ¿Por qué? ¿Qué haces aquí?

—Junior lo siento, pero no puedo explicarte nada ahora —Elías poso sus manos sobre los hombros del joven y lo miró a los ojos—. Si confías en mí, debes marcharte ahora mismo. No volverán a tener una oportunidad así jamás.

—No tenía idea de que se conocían —dijo Boris.

—Si... —respondió Elías irguiéndose para observar a Boris, y luego a Zeta—. Yo tampoco imaginé que ustedes se cruzarían. Imagínate mi sorpresa cuando descubrí que tú eras el tan buscado «señor de los zombis».

—Elías... —comenzó a decir Zeta con una potente amargura en su mirada—. Roni y Lara...

—Ya lo sé. Lo sé... —lo interrumpió Elías—. Y créeme que tendremos una oportunidad para vengarlos. Pero no ahora, no hoy...

—Yo no sé muy bien que está pasando compa, pero tenemos que apurarnos —añadió Ezequiel.

—Sí, es verdad —indicó Elías—. Ahora mismo los buscarán por la puerta que conecta al patio trasero, si se apuran llegarán antes que ellos. Más adelante tendrán que escabullirse para no ser vistos y habrá una guardia montada en la puerta de salida, son alrededor de seis guardias, así que tendrán que abrirse camino si quieren salir de aquí. Yo por mi parte no puedo hacer más.

— ¿Tú te quedarás aquí? —inquirió Zeta.

—Sí, Boris te contará porque. Ahora mismo deben marcharse —Elías abrazó a Zeta con fuerza—. Me alegro que estés vivo Junior —el hombre se separó del muchacho y lo empujó—. ¡Ahora váyanse! ¡Cada segundo cuenta!

— ¡Ya lo escuchaste compa, vamos! —comenzó a decir Ezequiel mientras comenzaban a trotar junto con los demás.

— Pero... Elías, espera. ¿Qué pasará contigo? —preguntó Zeta retrocediendo con lentitud.

—Tengo asuntos pendientes aquí todavía, muchacho —Elías observó los vendajes en el antebrazo de Zeta con angustia—. Lamento lo que te ocurrió.

— ¡Vamos Zeta! —lo llamó Boris.

El muchacho frenó la marcha y observó a Elías desde lo lejos. Había perdido a Lara, había perdido a Roni, y había perdido a muchas personas a lo largo de su trayectoria... pero ya estaba harto, estaba cansado. Ya no quería volver a perder, no quería volver a sufrir de nuevo. Si iba a marcharse ahora, sería única y exclusivamente para poder salvar a sus amigos, a Ezequiel, a Boris, a Jennifer y a Marvin. Pero su objetivo no terminaría ahí... si iba a salvar a alguien, salvaría también a todos. Zeta tomo una decisión y sus ojos se conectaron con total determinación con los de Elías. Unos ojos que le decían con fuerza y claridad:

— ¡Mas te vale que sobrevivas Elías! —comenzó a decir el joven—. ¡Porque tienes muchas cosas que explicarme! —alzó su brazo herido al cielo—. Esto no podrá conmigo, así que si tú no consigues algún día salir de aquí, vendré a buscarte... y volveremos a vernos, ¿escuchaste?

Elías sonrió ante el impresionante cambio que había logrado obtener ese asustadizo joven que llegó a su hotel hace tiempo atrás. El hombre lo observó con nostalgia, alzó su mirada y también su mano.

— ¡Claro que si Junior! —expresó Elías—. Voy a tomarte la palabra... ¡Nos volveremos a cruzar! ¡Cuídate mucho!

Zeta también sonrió.

— ¡Ya no soy Junior! —el joven se volteó dándole la espalda a Elías, y le dedicó una última mirada antes de marcharse—. ¡Ahora soy Zeta! —sujetó el arma y desplazó la corredera hacia atrás para recargarla—. ¡El señor de los Zombis! 

Zeta comenzó a correr alejándose de Elías, pero su mente todavía se había quedado en aquel pasillo junto a él. Muchas incógnitas rodeaban por su cabeza ahora mismo, pero tenía que enfocarse, no podía dejarse llevar por sus emociones en una situación tan crítica. Su objetivo era marcharse de aquí, y llevarse a todo el grupo consigo. Sin haberlo querido, ya había formado nuevos lazos, y aunque había intercambiado pocas palabras con muchos de ellos, podía estar seguro de poner las manos en el fuego por cualquiera. Su mente se aclaró en ese instante. Si mirada se llenó de seguridad una vez más y su velocidad fue aumentando, junto a sus deseos por escapar de esta maldita y putrefacta nación.

Zeta se adelantó, giraron por el pasillo y continuaron su marcha. Tenían que llegar a la salida que daba al exterior del edificio, y luego resolver un enfrentamiento directo con los oscuros para escapar. Pero si habían podido contra un Titán, un Cortador, un Parca y miles de Zombis la noche anterior, esta noche, sin dudarlo, podrían contra miles de oscuros.

Nada iba a detener a Zeta ahora mismo. Su espíritu volvía a vibrar con las mismas energías que lo caracterizaban, sabía que podía hacerlo. Sabía que podían conseguirlo; el joven llegó al final del pasillo y arrastró sus pies para frenar; su mirada se dirigió por un segundo a su grupo. Sabía que con la ayuda de todos, serían capaces de afrontar cualquier peligro y volver a ver su libertad. Su mirada volvió hacia el frente, su cuerpo avanzó unos pasos, y entonces, en ese mismo segundo, su cuerpo fue lanzado sin piedad hacia atrás.

Alguien había chocado contra él y sus cuerpos se desparramaron en el suelo con brusquedad. Zeta soltó su arma, quedándose totalmente indefenso; y sintió como el filo de una hoja se acercó peligrosamente a su cuello. Su mirada transmitió el pavor que sintió todo su cuerpo, pero al siguiente instante, todo aquel temor se esfumó.

Unos ojos hermosos de un color esmeralda se conectaron con los suyos; un delgado mechón de cabello oscuro se deslizó por la mejilla del muchacho y logró sentir muy pegado a él un cuerpo suave, ligero y delgado, que se agitaba en concordancia con los latidos de su corazón.

—Zeta...

— ¿Sam?

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