Capítulo 21: Un pueblo escéptico.
I
Hola.
Se que esta carta no llegará a ningún lado. No pretendo que llegue a ningún sitio. Realmente no busco nada con ella. Solo quiero ser la voz que muchas veces nos falta para saber que hay algo más que solo lo que está frente de nosotros. Recuerdo la cálida voz de la que alguna vez fue el amor de mis días como un ser humano. Maldigo todos los días, arrepentido de tomar malas elecciones, de luchar por una causa sin razón y violencia desmedida. Siento que a veces no somos tan capaces como juramos pues dejamos que nuestra humanidad nos lleve a parajes jamás perdonables.
Mi bella Liese, como recuerdo sus bellas mejillas, repletas de pecas y con un rubor rojizo en su piel. Padecía una enfermedad que no le hacía caminar bien y lentamente perdía su movilidad. Que destino tan cruel para criatura tan tierna y noble. Inocencia pura había en su alma y también la había en mi pequeña Minerva. Decidí comportarme como un padre ejemplar con ella, viajando a los grandes parques de todo Berlín. Visitamos monumentos y las calles más brillantes. Le hice saber algo que yo ya había olvidado desde mucho tiempo atrás, que vivir, que las personas y los momentos que pasamos con ellas valen la pena, cada segundo en este mundo, por más frio que sea tiene una pizca de esperanza que lentamente construye nuestro optimismo dentro de lo que alguna vez fue un corazón destrozado.
Cuanto extraño a quienes siempre serán mis dos grandes amores. Maldita guerra, quisiera olvidarte, quisiera que jamás hubieras aparecido en mi vida y mueras junto a todo lo que significas. Me arrebataste el amor que floreció de mis manos, ahogando mi pasado y curando mis males, y solo lograste dejarme con un vacío eterno. Quisiera olvidarte.
Quizá gané varias batallas y seguí con el honor de servir al Kaiser. Pero mi premio fue un desolado paraje de grises cielos y nubes engañosas, suelos minados que, cuando llegando a casa, me recordará un silencio de lo que alguna vez fueron risas y alegría. Ese silencio me recordará que fui un cobarde. No un cobarde por no pelear otra vez en una guerra, sino por no negarme.
Una remembranza de un dolor que jamás sanará es lo que yo escribo para ti, para ti vida, para ti, quien sea que piensa que no hay salida. Todos en este mundo pueden vivir una vida llena de luz. La oscuridad que carguen todos la llevaré yo. Porqué soy un cobarde, soy un mercenario, en vida y en muerte, siempre seré "Katze Schedder".
***
Al salir de ese alboroto, Zuleima pudo trepar las montañas y mirar que, pese a los esfuerzos, tenía que pasear por varias puntas de otras montañas, pues eran enormes colosos que iban a ser todo un desastre. Todas las montañas tenían una capa nebulosa que parecía ser algodón de azúcar; esto le hizo sentir algo de familiaridad a Zuleima, quien con curiosidad observó todo el panorama, repleto de una nostalgia venida de otros tiempos...
***
-Mira papá – Dijo una niña de cabello oscuro, en un enorme carnaval. Este tenía payasos, juegos mecánicos, algunos de acierto con rifles y otros que eran la rueda de la fortuna y una enorme, colosal y muy acelerada montaña rusa. Todas las atracciones tenían un pintoresco color rojizo, los payasos tenían maquillajes incomodos y curiosos a la vista, que eran más aterradores para los niños y divertidos para otros. Dentro de aquellos rostros tristes y con maquillajes extravagantes había también humanos.
-Lo veo pequeña – Un hombre de cabello en risos abultado y unido, corto y sin peinar, paseaba junto a una niña de vestido amarillo, de pelo negro y ojos cansados. Sus ojos no podían mirar bien y constantemente tenía que parpadear de forma intermitente. Esto le ocasionó caer varias veces, solo para ser levantada por su padre. Ella se sentía asustada porque este la fuera a reprender.
-Ten mucho cuidado, Zuleima – Decía el hombre con cabello desordenado – Dejame cargarte sobre mis hombros.
- ¡Si! ¡Caballito! ¡Caballito! ¡Arre!¡Arre! – Una pequeña Zuleima sentía que cabalgaba un colosal caballo, mientras miraba todas las atracciones. Ambos estaban muy emocionados pues en aquella locación no era muy común ver esa clase de eventos.
-Mira cariño – El hombre hizo que Zuleima viera con detenimiento a los hombres en zancos, que caminando por el carnaval, hacían malabares y mantenían el equilibrio. Esto sorprendió mucho a la pequeña Zuleima, quien veía fijamente a aquellos acróbatas...
***
-A veces me pregunto cómo le hacían aquellos sujetos para sostenerse sin caer mientras hacían malabares – Se dijo a sí misma Zuleima – El sabor a algodón de azúcar me llegó a la lengua... ¡Necesito uno saliendo de esta cosa!
Zuleima miró las demás montañas, notando que tendría que volver a descender para intentar trepar otras y volver a salir de aquellas y seguir con su camino.
-Espero que no sea una enorme molestia – Zuleima entró al interior de entre las montañas. Atravesó la espesa capa nebulosa similar a algodón de azúcar y llegó a una superficie rocosa. Aterrizando y mirando al cielo, era muy parecido a estar entre pasadizos de colosales de piedra, con acabados en grietas deformes entre piedras y piedras, junto a una nube encima de ella, que iluminaba por el paso de los rayos de un oscurecido y verduzco cielo.
Zuleima continuó su paso en tinieblas en aquel paraje de montañas intrincadas. Su única luz era su espada de energía, que a pesar de todo le servía de iluminación para ese sitio repleto de piedras y sequedad. Pese a todo, el ambiente seguía estando completamente helado.
- ¿Qué clase de clima es este? Es seco, pero también esta frio. Es completamente desértico, aunque congelante. No sé cómo describirlo, pero no es normal esto.
-Tienes razón, damisela – Zuleima, tan rápido que escuchó esa voz rasposa. Inmediatamente, como una bestia inmunda, Zuleima lanzó su mano hacia la dirección que su oído detectaba de la voz. Apuñaló a un amasijo de carne, que con precaución miró detenidamente. Su cabeza era deforme, como una piedra con varias rebabas y ojos amarillentos brillosos, pero se cubría con un enorme sombrero de paja y una túnica o bufanda gigantesca en su cuello. Vestía con harapos rojos y sus guantes de minero delataban que no le servían las manos. Su pantalón era de paja y sus zapatillas eran enormes botas de metal.
-Mil disculpas, señorita – Dijo aquel ser, de extraña apariencia – No pretendo perturbar su calma, ni tampoco su viaje. Soy solo un humilde ghieldarmita.
- ¿Gieldamita?
-No, Ghieldarmita. Se deletrea G, H, I, E, L, D, A, R, M, I, T, A. Ghieldarmita. No es que quiera ser quisquilloso, pero me preocupa que los nuevos bienaventurados no sepan quienes somos. Permíteme presentarme bella dama. Me llamo Yo'maghtuy. Soy proveniente de las tierras húmedas y pantanosas del centro de la extensión. De hecho, estoy buscando un camino que me regrese a mi hogar. Me he perdido por tanto tiempo aquí que me es prácticamente imposible re encontrarme con mi esposa y mi hijo.
-Hmm – Zuleima sentía que algo no iba bien, y sus miedos no eran injustificados, pues todo lo que hasta ese entonces no le parecía hostil fue todo menos algo placentero de enfrentar o tener en contacto directo. Sin embargo, algo que le había enseñado hasta ese entonces su padre fue de no dar mala cara a quien no le ha hecho nada – Veré que puedo hacer – Fue su respuesta.
- ¡Oh! ¡He sido bendecido! ¡¿Cómo puedo ayudarte?!
-No te preocupes, no pido nada. E igual no tienes por qué agradecerme. Ni siquiera yo se cual es el camino de salida.
-Yo se un poco de estas rutas... pero hay un lugar que no parece dejarme salir. Es como una enorme roca que cubre la entrada por dos montañas.
-Las montañas aquí no son tan grandes, como hubiera pensado.
-Oh, es que estas montañas no son como las del centro de la comarca. Estas montañas tienen una historia curiosa... ¿Quisiera saberla, bella dama?
-Si... Y no me digas bella dama. Si quieres llámame Zeith.
-De acuerdo, bella Zeith.
-Mejor solo cuéntame la historia, mientras vamos a donde hay esa cubierta.
-Bueno... Es algo larga, pero igual no hay pecado en oírla, solo eso si, presta atención, suma atención bella Zeith. Porque no ha sido muy fácil para mí narrarla, y dudo que lo sea para quien haya sufrido como yo las malas y amargas mieles. Se trata de lo que llaman un "pueblo escéptico"
- ¿Pueblo escéptico?
-Si... Verás, todo esto que antes nunca hubiera sido visto como un sitio abandonado por cualquier señal de vida, fue habitada por seres que antes eran enormes gusanos, tan grandes que nadie podía creer su existencia. Todos ellos eran morados, su piel era babosa y estaban cubiertos por una sustancia viscosa, similar a la mucosidad de una hueva recién hecha de utyraños. Esta especie habitó cuando todo esto era oscuro y penetrante en cuanto a su hedor a muerte. Sin embargo, creo recordar que las llamas cubrieron toda la extensión, y esos gusanos fueron convertidos en piedra. Las piedras que ahora son estas pequeñas montañas. No son gigantescas. Ni siquiera se porqué les llaman montañas. Quizá jamás han visto ningunas en su vida. Las verdaderas y más reales montañas están saliendo de aquí.
El viaje y recorrido no fue tan largo, aunque si algo confuso, pues la oscuridad hacía casi imposible ver por donde debían dirigirse. Esto no perturbó a Zuleima, pues ella tenía su espada de energía para otorgar luminosidad, y su mano como garra para atacar a lo que pudiera, con fuerza. Aunque ese relato fuera ya de por sí muy extraño, lo que le causó mayor curiosidad fue una especie que mencionó el ghieldarmita.
-Oye... ¿Qué son los utyraños?
-Oh... Veo que no eres de por aquí. Permíteme explicarte. Por tu complexión puedo suponer que eras una humana, ¿estoy en lo correcto?
-Si... – Zuleima se sorprendió por aquella deducción.
-Pues. Solo diré que son seres horribles. Espero que jamás tengas que enfrentarte a ninguno de ellos. Son criaturas que antes habían habitado en estas tierras, en este sitio del pueblo escéptico, pero ya no lo hicieron por la falta de calidez, pues pese a su sequedad, siempre estaba helado. Eso debido a que el corazón de los antiguos habitantes, las larvas que mencioné, se fue apagando poco a poco, hasta perder la última llamarada calórica.
Al llegar a donde era necesario estar, entre dos de esas larvas momificadas, Zeith vio la enorme cobertura, que parecía ser un caparazón o una hueva de araña. Le pareció extraña aquella combinación, pero no se dejó perturbar, pues cosas peores ya había visto hasta ese entonces.
-Bien... Creo que, si puedo abrirlo con mi espada de energía, podemos pasar.
-Espera... Ahora que la iluminas... – Dijo Yo'maghtuy – Oh no...
-Creo que si se puede partir en dos con mi espada. Deja nos alejamos.
- ¡No, detente!
- ¿No querías salir? Deja que yo me encargue.
-No sabes a lo que te enfrentas.
-No importa. Yo me haré cargo.
Al perforar aquella obstrucción con su espada, esta comenzó a retorcerse de forma enfermiza, sin embargo, lentamente se fue haciendo más pequeña, como si se estuviera contorsionando.
- ¿Qué demonios?
- ¡Te lo advertí! ¿Ves que te mencionaba a los utyraños?
-Si... ¿Qué ocurre con ellos?
- ¡Esos son sus huevos!
Al percatarse que la hueva de lo que fueran utyraños estaba sufriendo una malformación, sintió un repelús instantáneo. De la nada, algo tomó por la cintura a Zuleima y la lanzó contra una pared en la oscuridad, pues ningún rayo de luz entraba por esa oscuridad indescriptible, internamente a lo que fuera que cubría aquella hueva.
Levantándose tras el golpe, Zuleima utilizó su espada para poder iluminar la caverna. En ese destello tras la oscuridad, Zuleima por fin, tras mucho misticismo, encontró lo que era un utyraño.
Primero, las patas de la criatura, que tenía la composición anatómica de una araña, solo que más deforme y horrenda, poseían varias espinas, las cuales secretaban una sustancia lechosa, que recorría el pelaje castaño rojizo de la criatura. Su cabeza, si es que se le puede llamar así, era similar al de una roca, solo que tenía diversos ojos, todos ellos repartidos de forma irregular. No había boca por la cual la criatura pudiera ser capaz de alimentarse. Unido a ello, el vientre de la criatura era una membrana, la cual solo dejaba expuestos intestinos que ondulaban de forma larvaria, junto a venas que trasportaban sangre amarillenta, con un brillo entre tropezones.
El andar era errático, aunque parecía tener que ir de lado a lado como si se tratase de un cangrejo. Los ojos de la criatura, pese a ser demasiados, eran oscuros y el brillo que emitían era sumamente inhumano. La forma de alimentarse de esa criatura era aun peor que lo demás. En su parte trasera, donde debería ir el filtro de la telaraña en una araña normal, había una enorme extensión, similar a la cola de un escorpión, que tenía una boca circular, con varios dientes en su interior. Las espinas del cuerpo y patas del utyraño podían ser manejadas por voluntad.
La criatura desprendió de su cola un sonoro gemido, similar al que hace un simio histérico, y con la gravedad y fuerza de la de un oso. Zuleima miró detenidamente a la criatura. No estaba preparada en lo más mínimo para lidiar con ella, pero debía intentarlo o moriría en el proceso.
De manera precipitada, la criatura arremetió con su cola, o extensión, hacia ella, como si fuera un latigazo. Zuleima sintió el peso de aquella boca extensible en todo su cuerpo, como si una tonelada de carne cruda, sangrienta y sucia se hubiera descarrilado de un camión encima de ella. No obstante, la propia masa cárnica tenía ganchos que eran duros como un hueso, que la habían tomado por la fuerza por la ropa, enganchándose en ella. Con fuerza, la cola levantó a Zuleima, lanzándola hacia la pared superior, chocando y sufriendo la caída hacia el suelo.
Zuleima se levantó adolorida tras el azotón del utyraño, teniendo la voluntad de pelear. Saliendo la espada de energía de su mano, el destello llamó la atención del utyraño, quien volteó y miró con fiereza primal a Zuleima. Ella sabiendo que significaría, se preparó.
La criatura se abalanzó hacia ella, sin embargo, con velocidad, Zuleima se lanzó hacia la derecha de la criatura, rodando en el proceso. Marcó su vista en la criatura sin perder la coordinación de su cuerpo. Estando en el costado, apuñaló a la criatura en el abdomen con su espada, causando que esta chillara, siendo un daño menor, aunque mostrando sangre brillosa por el daño que había infringido Zuleima. Al notar que la criatura se volteaba hacia ella, se lanzó hacia atrás, evitando que la misma la golpeara con sus venenosas patas o con su cola con boca.
Zuleima se dio cuenta que el utyraño era sumamente lento y que las patas no ayudaban mucho, pues estaba cuidándose constantemente de no perforar su cuerpo con su propio veneno, lo cual ocasionaba que no le fuera sencillo un movimiento más elaborado. Zuleima, pese a la oscuridad, con la luz de la espada, pudo ver la cueva. Esta tenía ciertas partes por las cuales Zuleima se podía sujetar con sus garras, lo que hizo aún más interesante la pelea para ella.
El utyraño se compuso y, con brutalidad, se abalanzó hacia Zuleima, quien no fue lo suficientemente rápida para esquivarlo y sintió la fuerza de sus extremidades en su cuerpo. La araña infernal había incrustado sus espinas de las patas en su pecho, lo que había causado que este comenzara a resentir el veneno de las espinas. Zuleima, con su espada, le cortó la extremidad a el utyraño, que al serle arrancada, comenzó a chillar. El muñón de la araña infernal estaba brillando en un tono amarillento oro, por el contacto con la energía de la espada. Las espinas se habían incrustado de forma invasiva en Zuleima, quien con fuerza pudo arrancarlas, con dolor y complicaciones.
- ¡AHHHHHHG! – Zuleima gritó de dolor al arrancarse las espinas, sintiendo como su cuerpo había sido apuñalado por una criatura sin manos. Su piel se comenzó a sentir caliente, como si alguna especie de acido hubiera entrado en contacto con su interior. Sin embargo eso no la detendría tan fácilmente.
El utyraño siguió con su bestialidad, arremetiendo contra ella y con dificultad, buscando atacar con su manojo de carne que era su cola. Zuleima podía todavía moverse rápidamente, esquivando como si fuera un toro y un torero en un publico de millones de espectadores. Zuleima pudo perforar en varias ocasiones el abdomen de la criatura, causando que sangre amarillenta y brillosa se derramara por todo el suelo, iluminando más y más la cueva.
Fue en un momento preciso cuando Zuleima comenzó a resentir los efectos del veneno en su cuerpo. Su piel estaba caliente y sus órganos estaban bien, al parecer, pero su pecho comenzó a presentar un dolor indescriptible, como si se tratase de una afección cardiaca. Entonces, con la duda de que era y pocas fuerzas, trepó la pared de la cueva para poder mantener lejos a el utyraño. Primero incrustó su mano con garras en la pared para ver si se podía escalar. Al ver que era factible, comenzó a trepar las paredes, hasta quedar colgada en una pared rocosa. Con ello ahí y usando la iluminación de la sangre del utyraño para ver su pecho, levantó su playera, incrustó sus garras de la mano libre que tenía y abrió la cavidad del pecho. Ahí habían varios gusanos que estaban carcomiendo a la boca interna de su pecho. Esto a Zuleima le asustó, pero debía ser capaz de lograr enfrentar al utyraño.
La criatura se estaba recomponiendo, pero ella no iba a dejarla vivir más tiempo. Trepando la pared hasta el límite, se postró encima de la misma, que vista desde arriba era una araña deforme. Al estar allí, se dejó caer, sacando su espada de energía y perforando su cabeza con ella. En el momento que eso ocurrió, mucha sangre amarilla comenzó a brotar, a la par que varias larvas, presentes en sus patas, comenzaron a morir por no tener la posibilidad de controlarse solas. Las larvas de su pecho se desprendieron, muriendo, cuando ella logró sacarlas. La criatura se revoloteó y sacudió como si fuera un perro con pulgas. Esto dificultó la postura de Zuleima, que estaba complicándose con el dolor creciente en su pecho y los rastros de daños por las larvas.
Al momento que el chillido se silenció poco a poco y las patas secretaron todo su veneno en el suelo, solo para ya no expulsar más por lo muertas de su presencia, Zuleima pudo, aunque con pocas fuerzas, abrir su pecho, y aspirar el alma del utyraño. No era lo más valioso y menos peligroso que había enfrentado hasta ese momento, o tal vez si y le era difícil recordarlo, aunque todo ha sido tan caótico y rápido que es imposible no darse cuenta.
Zuleima pudo recuperar sus fuerzas tras que aquella criatura, al perecer, le otorgara su alma. Se precipitó hacia la entrada o por donde debía de pasar Yo'maghtuy. Al poder abrir el paso, miró como este, con sus ojos de criatura, la miraba con cierta vergüenza.
-Lamento señorita que tuviese que defenderse de esa criatura para ayudarme.
-No tienes porqué agradecerme. Solo se aceleró lo inevitable. Así que no te preocupes.
De la nada, de donde la criatura había perecido, una enorme protuberancia había emergido, brillante y con detalles de una piedra preciosa, elevándose como un pequeño obelisco. Luego fueron tres, cuatro y cinco dentro de la propia figura. Era como un pulpo de piedra. No se podría distinguir si realmente era una criatura o solo una gema con varios brotes de piedras preciosas. Al momento que estas dejaron de fluir, comenzó a desprender un brillo verdoso.
- ¿Qué es eso? – Se preguntó Zuleima.
-Es lo menos que puedo hacer por usted.
- ¿Qué? ¿Tu hiciste esto? – Yo'maghtuy asintió al momento que Zuleima le cuestionó la naturaleza de la piedra preciosa. Resultando ser algo más que eso – Puedes tocarla si lo ves necesario, puede ser muy útil.
Zuleima, aunque veía en el ghieldarmita a una criatura o ser inofensivo, no era torpe, y la duda recorría su mente.
- ¿Por qué debería creer si es algo útil o no es nocivo?
-No pienso hacerle daño señorita. Se lo difícil que debe de ser una segadora de almas. Yo hace muchos eones que era uno, un humano que al igual que usted, robaba almas con el fin de recuperar mi humanidad. No quiero que piense que solo soy alguien de buenas palabras y sin convicción. Los ghieldarmitas tenemos la labor de otorgarle a los segadores nuevos el deseo y placer nunca tuvimos nosotros. Aunque eso suena un poco dantesco, lo correcto es otorgarles la dicha de la cual jamás podremos sentirnos dueños.
- ¿Debería pensar que eso es cierto?
-No puedo obligarla a nada. Lo poco que sé le puede ser útil a usted, o quizá a cualquiera que deba de viajar a lejanas comarcas. Solo soy un humilde sirviente a la orden de los que quieren salir de aquí, de un tormento sin precedentes que todavía, y estoy seguro de ello, no ha descubierto.
Zuleima no podía confiar en su totalidad, pese a que ha demostrado, con total rectitud su integra nobleza, o al menos una naturaleza no tan humana; era más humano que muchos humanos. Así que, con el riesgo de que todo fuera un desastre, Zuleima se acercó al cristal con brotes. Este lentamente detectaba la energía de Zuleima, que hacía que lentamente brillara más y más. No era para nada algo gratificante encontrarse de lleno con ello.
Al tocarlo, su cuerpo experimento una descarga de energía, que no hizo sino ocasionar que su cuerpo estuviera tranquilo. Aunque había mucho poder, la calma y la tranquilidad la mantuvieron allí. Decidió sentarse en frente de la piedra con brotes, mientras todo a su alrededor se volvía nublado, como si una nube de vapor verdoso se apoderara del lugar. Finalmente, esta se desvaneció tras que la piedra comenzar a mostrar caracteres en una lengua que le era imposible de descifrar a Zuleima.
Finalmente, estos caracteres se convirtieron en letras del abecedario occidental, que lentamente se estaban formando. Estas creaban palabras sin sentido que tras que Zuleima, con mucha creatividad, las uniera, estas decían lo siguiente; "Frontera de Humthil". Zuleima acarició con su mano las letras, y al momento que esto sucedió, las mismas comenzaron a brillar y su cuerpo lentamente comenzó a desaparecer de la cueva del utyraño. Tras de ella, Yo'maghtuy se despedía, deseándole un buen viaje, y que podía volver cuando le fuera necesario. Zuleima estaba confundida, y aun así no le dio tiempo para reflexionar ese fenómeno.
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