Capítulo 4: El limbo y los escritores.


Era sumamente incomodo traspasar las arenas. Zuleima no podía sentirse si no algo agotada por lo que sentía a través de su cuerpo. La sensación era agotadora y por la falta de aire, sofocante.

No es si no una verdad que para Zuleima era difícil pasar eso, pero era una incomodidad necesaria, si tenía la intención de volver al mundo real.

Cuando sintió que ya terminaba el viaje, pudo tranquilizarse. Y era cierta su premonición, su cuerpo se dejó caer en un oscuro suelo de piedra, con algo de arena en él. Se levantó, sacudiendo algo de arena de su cuerpo. Mirando hacia arriba, vio que había un portal que tenía arena. Este mismo portal había sido el cual la había traído hacia allí.

Lentamente se cerró y Zuleima quedó completamente a oscuras. No podía ver absolutamente nada mientras su vista no tuviera sentido. Se dejó llevar por las direcciones de sus manos, las cuales tocaban las paredes de una caverna húmeda y repleta de puntiagudos y rasposos cuerpos rocosos,

Con algo de esperanza, se encontró con algo de luz en las profundidades de la caverna. Pudo sentirse tranquila al instante que vio que la entrada de la caverna, aunque con algunas rocas en forma de puntas, había una entrada. Los picos rocosos eran incomodos de pasar, pero nada que Zuleima le causase problema.

Al salir vio el lugar. Era una zona montañosa, como un bosque, de los tantos que recuerda.

Cuando su padre se había casado con su madre, recuerda Zuleima, la concibieron en una velada romántica en un bosque, tal cual como era el que ella veía. Tenía montañas, en las lejanías, un barranco por el cual podía dejarse caer y salir bien porque había demasiada agua. Era en realidad un gran cañón con un extenso cuerpo marítimo. Las montañas en la lejanía estaban adornadas de mucho moho, las lejanías en neblinas no podían verse por el ojo humano. Los suelos estaban cuarteados, los árboles, aunque vivos, sus hojas eran grises y atrás de ellos había más cavernas. En la entrada del cuerpo marítimo, donde peces y criaturas que requerían agua, había un sol plateado, o era una Luna brillante. Su luz no producía ninguna sensación de calor, si no que era algo sumamente frio.

El viento era feroz, la hostilidad del lugar se impregnó incluso en el aire y era algo incomodo estar allí. Zuleima miró hacia el cielo y no contempló más que oscuridad, la más penetrante que pudo haber existido.

Frente a ella, hacia su izquierda, había un enorme remolino que recogía cosas del mar y de los demás cuerpos montañosos. En una pendiente habían cuatro perros, los cuales arrastraban un cuerpo que suplicaba por su perdón, el cual fue arrastrado por el vórtice del oscuro cielo.

Finalmente, a la derecha de Zuleima había una bajada por la montaña, que la dirigía a un oscuro bosque, del cual no podía verse el cielo.

-Dirígete hacia el bosque – Dijo la voz mística.

- ¿Qué lugar este? – Decía Zuleima a la par que bajaba lentamente por la pendiente.

-Este sitio no tiene un nombre en específico. Sin embargo, muchos lo conocen, en tu tierra, como el limbo. El primer círculo de todo el complejo es este.

- ¿Quiénes habitan aquí? – Preguntó Zuleima adentrándose al bosque, que era más una caverna que otra cosa.

-En otra vida fueron hombres y mujeres de fe, de valor y de inteligencia indescriptible. No obstante, todos ellos están aquí por una razón. Fueron almas en pena antes. Todos los seres que encuentres fueron personas que decidieron vagar errantes por toda la comarca divina, infernal, terrenal y espiritual. Los únicos seres que, en esencia, pueden compararse contigo.

- ¿No son malos?

-La mayoría solo cuentan con algo de amor a la vida y un poco de morbo por saber que ocurrió cuando se fueron. Algunos cuantos han tenido el poder de ser los llamados ángeles de la guarda no son más que espíritus, los cuales no pueden interferir ni alterar. Su mera presencia es solamente espectante.

-Entonces...

-La mayoría de los entes de este lugar son personas frustradas. Nada más que eso.

Zuleima se adentró en el bosque, de mayor profundidad. Al igual que su llegada al limbo, Zuleima intentó buscar con sus manos algo de luz o calidez, con la esperanza de encontrarse a alguien.

-Oye – Dijo una voz detrás de ella.

Ella dio la vuelta asustada y vio que se trataba de un espíritu. Era de un joven, el cual parecía ser un viejo obrero de la época de la revolución industrial, con el overol, pantalones con tirantes, mangas desgastadas, mirada cansada, una gorra llena de carbón y un sentimiento algo débil pero no dejando de sentirse fuerte.

- ¿Qué pasó? – Dijo algo nerviosa Zuleima, con un rostro de poco gusto como el que usualmente presenta ante personas cuya presencia es repugnante.

-Oh – Dijo el joven – Mil disculpas señorita. Mi nombre es Oliver. No nos conocemos y es mejor que así sea.

-Si ¿Qué quiere?

-Si, quería saber si usted sabe donde se encuentra en acampamento de los no bautizados.

-No. No lo sé – Zuleima se alejó del espíritu, el cual a pesar de que brillaba, sentía repulsión por él.

-Está bien... gracias de todos modos... y una cosa más, tenga cuidado con mercaderes.

- ¿Qué? – Preguntó Zuleima, deteniéndose al escucharlo.

-Si – Dijo el espíritu algo asustado – Los mercaderes ¿No sabes acerca de ellos?

-No, no lo sé – Afirmó Zuleima con curiosidad.

-Suerte bendita tienes... he estado escapando de los mercaderes desde hacia un siglo. No me he podido librar de ellos por más que lo he querido.

- ¿Qué ocurre con ellos?

-Oh, los mercaderes son un grupo de comerciantes, los cuales cazan espíritus y seres del limbo para usarlos con fines de esclavitud. Es horrible.

- ¿Por qué? ¿Qué es lo que hacen para que ustedes les sean útiles?

-Recuerdo cuando morí. Era 1821. Mi esposa se había puesto triste por mi partida. Esperando la muerte, con la esperanza de buscarme. Sin embargo, cuando eran las últimas horas de su vida, allá por el lejano treintaiocho, no pude verla porque un mercader me había secuestrado. Una famosa divinidad terrenal, quien era un papa, quería una atribución espiritual de mi parte. Al parecer cuando los hechiceros, los brujos, los magos o personas que hacen esoterismo, usan a los secuestrados como nexos entre los hechizos del mundo terrenal y nuestro mundo. Sin nosotros, los maleficios que las personas supersticiosas elaboran no serían posibles.

- ¿Qué?

-Oigan ustedes dos – Dijo un espíritu de un viejo con escopeta, cabello blanco corto y traje de campesino, robusto y algo regordete - ¿No van a venir al campamento de las almas?

-Si – Dijo David – Por favor, acompáñanos.

Zuleima pensó un poco sobre la propuesta que David y el anciano tenían para ella. Sin embargo, al final decidió ser parte de él.

-Si... te acompaño – Dijo Zuleima con un tono de agotamiento, agobiada.

Ambos, tanto David como Zuleima acompañaron al anciano con escopeta, robusto y con un sentimiento de tranquilidad en sus palabras.

-Una disculpa – Dijo Zuleima - ¿Quién eres tú?

- ¿Me preguntas a mí, muchacha? – Dijo el anciano.

-Si.

-Mi nombre es Ernest – Dijo el anciano – Fui en algún momento un hombre dedicado. Ahora solo guío almas en pena, las cuales requieren refugio de los mercaderes.

- ¿Entonces los mercaderes buscan almas?

-No es algo tan simple, pequeña. Los mercaderes buscan a las almas adecuadas a los negocios de los seres terrenales. Como lo puede ser la avaricia; un magnate de negocios o una ramera de fácil acceso; buscando el amor, un pícaro desamparado o una sensual fémina son las mejores opciones para el cliente.

- ¿Está bien siquiera eso?

-No – Dijo el anciano, guiándolos hacia el campamento – Pero la gente hoy en día lucha por el amor más que por algo realmente valioso. No es algo que nace o brota del afecto natural; ahora los lugares rotos son eso y jamás cambiarán; tampoco nadie surge o resurge de las cenizas de la tragedia. Todo es igual aunque no lo parezca.

-Oh...

-Tu, jovencito – Dijo el anciano hacia David – Será mejor que te pongas cómodo por el momento. Mañana tendremos que partir hacia el centro del valle.

-Si señor, gracias – Dijo David, caminando hacia una llama en la lejanía, que era donde estaba el campamento.

- ¿Qué ocurre en el centro del valle? – Preguntó Zuleima.

-No es algo simple de contar, si me lo permites. Me tomaría tiempo contártelo y explicarlo. Solo has lo mismo que el jovencito y ponte cómoda.

-Gracias Ernest.

-No hay de que... Uh...

-Zuleima.

-Oh. Lindo nombre. Bueno, ponte cómoda Zuleima.

Zuleima continuó su camino hacia el campamento, por donde David había ido. Fue algo complicado pasar, debido a que era un ser material y no uno espectral.

Al llegar, después de muchos aprietos, vio que eran cuatro casas de acampar, una fogata y varias almas alrededor de ella.

Cuando todos vieron a Zuleima, se estremecieron. Una de las almas empezó a gritar y a suplicar por su vida.

-Tranquilos – Dijo David – Ella no es peligrosa. Solo necesita un lugar donde refugiarse.

- ¡Pero es una devoradora de almas, imprudente! – Dijo un hombre, con nariz respingada y un traje de los años veinte – No puedes hacer que algo así nos vea y se deleite con un banquete de almas.

-No creo que sea malo Ronald – Dijo una mujer contestándole al hombre. Esta mujer vestía con un manto negro, el cual parecía un saco de un traje elegante – Déjala estar aquí.

-Mary, me pides cosas imposibles – Contestó Ronald – Tu querido Poriot podría dar fácilmente con que esto es una farsa.

-No necesitamos ayuda de tu Gandalf para saber que ella no es mala ¿O si cariño? – Preguntó Mary a Zuleima.

-No quiero hacerles nada – Dijo Zuleima.

- ¿Ya vez? – Dijo Mary.

-Es fácil mentir para cualquiera, Clarissa – Dijo un hombre con cabello en rulos, bigote corto, ojos agotados, con traje de militar de la guerra civil y con un gato en sus rodillas, el cual no tenía un ojo – Tienes que dejar de lado tu confianza, solo es eso y nada más.

- ¿Qué tiene de malo que Christie confíe en la jovencita? – Dijo una mujer, quien vestida con un vestido casual del siglo XIX, trataba de convencer al pobre hombre de que dejase en paz a Zuleima – Sabes que podemos confiar en varias cosas y realmente no podemos decir que nos haría algo. Probablemente nos hubiera desvanecido al instante que pisara el campamento. No se ve violenta la jovencita.

-Esas son patrañas ¿Tu que opinas? – Preguntó Ronald a un hombre regordete, quien dormía y vestía un sombrero similar al de un mosquetero – Mira, incluso Alexandre estar dormido. Es aburrida esta discusión.

-No deben de tener miedo – Dijo una voz atrás de Zuleima, la cual era de Ernest – Ella en realidad no es peligrosa.

Cuando Zuleima vio a todos los del campamento juntos y calentándose en la fogata, pensó un poco y les dijo:

-Esperen... yo los conozco a todos ustedes – Dijo Zuleima.

- ¿En serio? ¿Acaso son tus familiares o algo así? – Preguntó David.

-No... Pero por lo que veo ya los había visto en la biblioteca de mi ciudad.

Zuleima señaló al hombre con el gato en sus rodillas.

-Tu eres Edgar Allan Poe.

-Magnifique – Dijo Poe con los ojos abiertos – No pensé que pudiera trascender muchos años.

Zuleima señaló al hombre con la pipa y la nariz respingada.

-Tu Gandalf... Seguramente eres John Ronald Reuel Tolkien.

- ¿Además de caníbal eres lista? – Dijo Tolkien riendo – Que ser tan extraño

-Y muchas gracias por defenderme, han sido muy comprensivas... ¿Jane Austen y Agatha Christie?

-En realidad soy Charlotte Bronté, sin embargo, agradezco que me des las gracias.

-Y tu – Dijo Zuleima dándose la vuelta – Eres Ernest Hemingway.

-Que jovencita más lista.

-Bueno... solo les quería decir que... vaya... no esperaba encontrármelos aquí a ustedes ¿Qué hacen aquí?

-Nos encerraron – Dijo una voz en las lejanías del campamento – Pensaron que seríamos sus sucesores y eso causó una bruma en sus pensamientos; sus ideas revoloteaban cual mariposas, alterándose de forma abrupta. Creamos nuevos dioses, nuevos conceptos y así, desvanecíamos los viejos y aclamados estándares de las divinidades del más profundo cosmos. No somos almas en pena; somos prisioneros de nuestra desgracia.

- ¿Crees que es solo eso, Howard?

-No... o tal vez si – Dijo un hombre delgado, con rostro cadavérico, mirada perdida y un traje de negocios.

-Tu eres...

-Howard Philips Lovecraft – Dijo el hombre – Me temo que es así.

-Yo adoro tus novelas, tus cuentos.

-Hmm – Dijo Lovecraft antes de regresar a la oscuridad del bosque.

- ¿Entonces ustedes están aquí porque los dioses tienen miedo de su expresividad?

-Si – Contestó Ronald – Algo así.

- ¿Y que es eso del centro del valle?

-Ahora que lo dijiste bien – Dijo Ernest mientras iba hacia una madera para sentarse – Te podré contar con calma que es lo que sucede.

- ¿Qué ocurre allí?

-El centro del valle es un pase que da hacia la oscuridad eterna. Donde las almas como nosotros, quienes decidieron enfrentar a las deidades con nuestras plumas y nuestro amor por la vida, o tal vez distención de la vida, buscaremos librarnos de este terror.

- ¿Vivir en el limbo?

-Si...

-Entonces ¿Cómo lo harán? ¿Siquiera tienen un plan o están preparados para eso?

-Tendremos que salir de aquí en lo que empiece la lluvia de todos los días en este lugar.

- ¿Y cómo sabrán de la lluvia?

-No es un lugar cerrado totalmente, Zuleima – Dijo Ernest mirando hacia arriba – Como puedes ver hay unos cuantos rayos del sol de plata. Al llegar las lluvias, la luz se atenúa y el diluvio será nuestra señal.

-Bien... ¿Y cómo se llevarán todo su campamento?

-No lo necesitamos – Dijo el hombre regordete levantándose de su letargo – Este lugar es ocupado por todos los que deciden esperar lo mismo que nosotros.

- ¿Alexandre Duma?

-Ten cuidado de que es un ladrón – Dijo Ronald.

-De acuerdo – Dijo Ernest – Ya que todos estamos despiertos, hay que prestar atención hacia el cielo, o hacia las gotas de agua que caigan hacia el fuego.

-De acuerdo – Dijo David.

-Y Zuleima – Dijo Ernest – Necesito que te hagas cargo de aquellos que lleguen a entrar al campamento, que no sean almas seguras o que sean comunicadores.

- ¿Comunicadores?

-Si – Dijo Ernest mirando hacia atrás – Los mercaderes hacen trato con ciertas almas para que los traigan hacia el campamento. Ahora nosotros hemos permanecido con vida desde hacía ya varias décadas, pero muchos de nosotros han muerto en el camino. El amigo de Tolkien, Lewis, fue secuestrado cuando el campamento había empezado a tomar forma. La hermana de Charlotte terminó siendo descuartizada por los mercaderes, quienes también usaron sus partes para un conjuro que había pedido, creo que era una celebridad. Y todo fue gracias a informantes. Te pedimos que, si detectas algo extraño, no dudes en avisarnos o lo devores.

-Si... no hay problema.

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