Capítulo 1: El viaje y el accidente.

Tras saber de su viaje, con su padre y el posible reencuentro con su madre, después de tanta incertidumbre, no pudo hacer más que contárselo a sus amigas más íntimas; como siempre, Keldy y Lía.

- ¿Tu madre se va a salir y de regalo le dieron viajes de avión?

-Si – Dijo Zuleima contestándole a Lia – Ni siquiera yo me lo puedo creer. Digo, no es que me sea sorpresa eso.

- ¿Qué le regalaran viajes a tu madre? – Preguntó Keldy.

-No, digo es raro que regalen esas cosas... yo esperaba que al menos le regalaran un cupón de descuento, o alguna comida rica para todos. Pero un viaje ¿No es algo increíble?

-Me imagino – Dijo Lia con un tono alegre, aunque con algo de falsedad.

Toda la clase siguió igual que siempre, con Zuleima prestando atención a materias sin interés en lo más mínimo. Todo era lo mismo de siempre; aburridas clases de historia con datos que muy probablemente han sido manipulados para hacer ver bien a su país, como de costumbre; clases de química que posiblemente jamás utilizaría; entre otras materias cuya existencia era irrelevante para Zuleima.

Después de ello, volvió a salir de la escuela, caminando sola por el mismo atajo que tomó, a lado de la tienda de historietas. Sin embargo, para el asombro de Zuleima, la tienda parecía abandonada. No era como la recordaba de ayer, si no que se vio sumamente deteriorada. Tampoco tenía los posters de películas de ciencia ficción y de personajes de comics; era más, no había indicios de que fuera una tienda de historietas, si no alguna lavandería o algo por el estilo.

Sin prestarle mucha atención, regresó a su casa.

Aquel día, su padre la había abrazado mucho, diciéndole cuanto la amaba y que jamás se podría perdonar si le hacía daño.

Esa clase de comentarios por parte de su padre la mantenían incomoda por completo. No obstante, el viaje era un inhibidor para poder soportar lo que su padre de dijera.

Pasaron los días y por fin pudieron viajar. Los exámenes de Zuleima habían culminado y su padre había planeado un vuelo de llegada y de vuelta. Este vuelo estaba programado para el viernes en la tarde y su regreso sería el lunes en la noche.

Zuleima se sentía sumamente feliz por lo que escuchaba. No podía expresar su emoción de viajar en avión, más allá de viajar a donde fuera. Su padre le había revelado el destino de los dos; iban hacia Chicago.

Ella se preguntaba por qué iban hacia allá. Su padre no quiso responderle nada, ya que para él era una sorpresa para ella.

Zuleima no dijo nada y solamente se dejó llevar.

Ya habiendo pasado el lapso de tiempo adecuado, Zuleima y su padre fueron hacia el aeropuerto John F. Kennedy, el cual antes se llamaba "Aeropuerto Idlewild".

Saliendo rápidamente de sus casas, con un poco de equipamiento, como una simple mochila para Zuleima y una maleta para su padre, y abordaron velozmente el vuelo 330 en dirección a Chicago, Illinois.

Con calma, mientras su padre leía a Chejov, Zuleima leía un poco de historietas, aunque su importancia venía más cercana con el libro que se había llevado en la biblioteca, hecho a base de una textura similar a la piel y papiros de tela.

Lo leyó un poco y notó muchos más caracteres de los que había antes de ojear el libro, por última vez. Aunque, con una vista mas adecuada, notó que estos se movían lentamente, como si fueran hormigas agonizando. Esto no la asustó, más bien, se sentía nerviosa y algo impactada.

- ¿Qué lees hija? – Preguntó su padre, notando el asombro de Zuleima.

-Eh eh eh – Dijo nerviosa Zuleima – Est-estoy estudiando un poco para mis clases.

-Ah – Dijo su padre – Una chica aplicada. Espero que sigas así.

Su padre decidió descansar un poco, dejándose llevar por el sonido del aire a las afueras del avión. Con más emoción, Zuleima leía hipnotizada el conjunto de caracteres móviles, como si se tratase de una historieta de los mutantes o de algún programa estúpido de la televisión.

***

Pasaron varias horas, y con ello, pudieron descansar lo suficiente para llegar a un hermoso hotel en las cercanías de las aguas de Chicago.

El hotel no era para nada no cinco estrellas, con meseros y cosas por el estilo. Sin embargo era confortable para las características de un hotel común y corriente. Sin nngun tipo de restricción y con cierto aire fresco, que tanto ella como su padre, siendo más su padre, necesitaban.

Aun y con todo lo bello del viaje, Zuleima no se pudo quitar de la mente que algo malo sucedía con su padre. No era el mismo de siempre y se mostraba más nervioso y algo prepotente cuando se dirigía a él. No era ofensivo ni la maltrataba, ya que era algo que él ni hacía con su pequeña bebé, pero eran una cierta cantidad de cambios que eran notorios a simple vista o con el simple contacto. No era el mismo hombre tranquilo de siempre y se puede asegurar que era inclusive más nervioso de lo que Zuleima pudo ser en su vida.

Caminaba muy frecuentemente de lado a lado en las noches y en resumidas cuentas, su padre, junto a algunos factores, como el excesivo conjunto de pandillas e inseguridad en Chicago, no le hicieron sentir ni siquiera algo lindo para al menos contarle a alguien con el poco interés, si es que había alguien más a quien contar.

Las únicas personas que había en su vida, además de sus padres, eran sus amigas Keldy y Lia. Últimamente su novio ya no había estado cerca de ella. Un chico con motocicleta y un carácter amable. Parecía distanciarse más y más de ella. Pero a Zuleima no le parecía importar. No era insensible ni nada de ello, o tal vez un poco si, aunque en realidad era más de ocultar sus sentimientos por no saber cómo comunicarlos.

El simple hecho de pensar que su novio la podría dejar, no le quitaba el sueño, pero tampoco le hacía sentir tranquilidad. Una paz tan gloriosa como la que debería tener en viajes y en vacaciones, por llamarle así, no aparecían ni por más esfuerzo que hiciese, tratando de ser resiliente con su padre y la situación. Aunque tampoco se podía quejar, puesto a que fue un viaje gratuito.

El segundo día pasó, y más allá de probar una cena italiana en el restaurante más cercano de comida italiana de la ciudad, no había nada interesante; si quieren saber algo, después de que se fueran, un importante magnate había sido asesinado por lo que parecía ser un matón de alguna pandilla o mafia italiana, viviente en América.

Aunque jamás se había preguntado nada, Zuleima notó como es que su padre jamás le dejó ver noticias durante ese periodo de vacaciones. Si bien en el hogar, el padre era anti-notícias por su supuesta teoría de que eran disfraces fascistas para mentes jóvenes y limpias, no le prohibía a su hija verlas o consumirlas; creyendo que su nena ya tenía la edad suficiente para separar la verdad de la ficción.

No quería preocuparse de ello, distendiendo su mente en aquel extraño libro, que no dejaba de sorprenderla conforme pasaban los días. Estos caracteres móviles eran sumamente insólitos; su mera mención o existencia ya de por si era algo bizarro; cosas que, en sí, le gustaban a Zuleima.

Al ultimo día, su padre salió temprano, cosa que no le gustó mucho a Zuleima, quien se vistió rápidamente y salió del hotel, no sin antes llevarse su mochila con ropa y su libro de piel.

Caminó por las peligrosas calles de Chicago, sumergidas en la mierda nauseabunda de liberalismo, que tantas veces le había dicho su padre que eran; siendo solo calles sucias y algo maltrechas como cualquiera de cualquier país del mundo.

Con nervios, buscó por donde pudo a su padre, teniendo suerte. Lo pudo mirar de lejos, en camino hacia una calle.

Esa calle la recuerda perfectamente, puesto a que allí fue el hospital donde Zuleima había nacido. En una ocasión, sus padres la habían llevado, quizá por nostalgia o para hacer sentir incomoda a Zuleima. Las razones, solo ellos las saben.

Sin nada que hacer, Zuleima siguió a su padre quien caminó hacia un callejón y consecutivamente hacia el hospital. Evitó acercarse demasiado, con el fin de evitar tener problemas con él.

Teniendo éxito en su búsqueda, su padre había entrado en el hospital. Al parecer era un camino para distraer, puesto a que era más sencillo ir por el camino corto. Zuleima no le dio importancia.

Fue hacia el hospital, esperando alguna explicación para saber por qué se había ido temprano.

Entró allí y en búsqueda de él, una enfermera le llamó.

-Oye – Dijo la enfermera, algo regordeta y con mirada algo perversa – SI quieres pasar, necesitarás registrarte como todos los demás.

-Ahhh, gracias – Dijo Zuleima acercándose a recepción con la enfermera – Busco a un hombre. Se llama Charles Ward.

Buscando en el registro, encontró uno reciente.

-Ahhh si, el hombre nervioso. Si, yo lo vi y era un tremendo imbécil ¿Qué necesitas con él?

-Es mi padre.

La enfermera pasó de un tono cómico a una mirada de incomodidad y se dio la vuelta lentamente, mirando al suelo con nerviosismo.

-Es... esta en la sala 201 – Dijo la enfermera – Esta despidiéndose de una paciente que había llegado por el accidente,

Zuleima se había asombrado por las palabras, aunque era más confusión que otra cosa.

- ¿Qu- que accidente? – Dijo Zuleima algo asustada.

- ¿No lo sabías? – Dijo la enfermera – Por eso actuo con un tono algo fastidiado pequeña. Han llegado muchos cadáveres últimamente en todo lo que ha pasado de los días. Algunas personas, afortunadamente, lograron sobrevivir, otras heridas y algunas más han llegado moribundas o muertas.

- ¿Pero de que accidente habla?

- ¿No has visto las noticias? – Dijo la enfermera prendiendo el televisor que tenía atrás de ella.

-Los reportes dicen que los afectados por el accidente del vuelo 191 de American Airlines han vuelto a sus hogares, algunos han muerto, cabe remarcar, pero es una buena noticia que el accidente no dejó tantos muertos como lo hubiéramos pensado ¿No es así, John?

-En efecto, Marilyn, un accidente como estos no se ve todos los días, y era ya raro no haber presenciado alguno.

Tras ello, la enfermera apagó el televisor.

- ¿Me podría... me podría decir el nombre de la paciente, enfermera? – Dijo Zuleima, nerviosa en exceso.

-Si – Dijo la enfermera fríamente – Su nombre era Elizabeth Zavala.

Con un rostro decaído y asustado, fue hacia la habitación 201 en búsqueda de su madre. Subiendo las escaleras hasta el piso dos del hospital, vio de reojo a su padre, quien salía de la habitación, para ir al baño. Pudo ocultarse y siguió su camino hacia la recamara.

En la sala de recuperación había una cama con un cuerpo, tapado en mantos blancos. Zuleima no quería ver, ni siquiera tenía sentido que lo viera. Se sentía abrumada. Pero quería asegurarse de que lo que veía era lo que creía que veía.

Quitando el manto blanco, miró el rostro de su madre, con una enorme cicatriz en medio de su cabeza. Al parecer esta se había partido en dos y tuvieron que juntarla. Zuleima se cubrió la boca y sus ojos empezaron a humedecerse.

Escuchando como pasos venían a lo lejos, Zuleima no hizo nada más que sentarse cerca de ella. Su madre, quien tenía una mirada perpleja a la nada.

Entrando a la habitación, su padre la miró. No dijo nada, pero no pudo quitar el asombro de su rostro.

- ¿Por qué no le cerraron los ojos a mi madre? – Dijo Zuleima, soltando lagrimas y cerrando los ojos de su madre., dejándola descansar en paz.

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