Capítulo 17. Hasta sé atarme solita los zapatos
Antes de que pueda darme cuenta estamos en medio del caos, entre fuegos cruzados. Giro la cabeza hacia todas partes buscando a mis amigas y comprobando que están bien. Me quedo un poco más tranquila cuando las veo devolviéndole los disparos a esos gorilas sin escrúpulos que se abalanzan sobre ellas como si fueran hienas hambrientas.
Todo está pasando tan rápido que no me da tiempo ni a ser consciente de lo que está pasando. Así que yo también me tiro a la acción. Este lugar no es el mejor para tener una batalla de este tipo. Hay unas escaleras de hierro que dan la vuelta a la habitación, y en el centro está el hueco de la escalera. En la parte inferior se encuentra la puerta de entrada al banco. Es algo así como la salida de emergencia.
https://youtu.be/VqckXx8_-ok
Los hombres de negro están por todas partes, mientras que Gia, Venus y Summer se encuentran abajo, intentando protegerse. Parece que se han reunido todos los gorilas que había en antes en la cafetería, así que los que han entrado en el banco ya estarán aquí.
Creo que Venus, ha quitado el inhibidor de poderes porque alrededor de ellas hay un halo azul que las envuelve provocando que las balas se disuelvan cuando entran en contacto con esa superficie inmaterial. La lluvia de disparos no cesa ni un momento.
Nosotros estamos en la espalda de nuestros adversarios. Se puede decir que es un ataque por sorpresa. Rápidamente me llevo la mano al arma para sacarla y disparar al que tengo más cerca, antes de que se dé cuenta de nuestra presencia. Al mismo tiempo intento que mi compañero se quede detrás de mí para que no le ocurra nada. Quiero mantenerlo a salvo a toda costa, jamás me perdonaría si le pasara algo.
Sin embargo, en medio del caos, Bobby se escapa de mi control. Se lanza directamente hacia el hombre que tenemos delante mordiéndole la pierna. El gorila se sorprende y aúlla de dolor, pero nadie le hace caso, sus gritos no pueden escucharse en mitad de esta marabunta. Sacude la pierna, intentando quitarse al perro de encima sin éxito.
—¡Quita de encima, chucho! —grita.
Pero no lo consigue. Voy a lanzarme sobre él para ayudar a mi peludo amigo, pero antes de poder reunirme con él, noto unas manos que me agarran y me arrastran de nuevo al callejón del que acababa de salir, fuera de la vista de esos animales. Pataleo con todas mis fuerzas para volver junto a mis amigas y estar ahí para patearles el culo a esos tíos como hicimos el día que nos conocimos.
—¡Suéltame! —grito por encima del estruendo.
—Está bien, está bien —dice una voz que conozco demasiado bien.
Me giro y en la oscuridad distingo el perfecto y odioso rostro de Eric Van-Derhüsen, cómo no...
— ¿Tú otra vez? Debe de ser una broma. ¿Me has puesto un chip? —digo con sarcasmo.
Me dedica una media sonrisa que me hace tener ganas de partirle la cara, pero me guardo mis fuerzas y energías para intentar volver a la acción. Sin embargo, se pone en mi camino impidiéndomelo, y aunque intente esquivarlo ahí está de nuevo. Es peor que un grano en el culo. Se cruza de brazos y se apoya en la pared, como si estuviéramos en una discoteca flirteando y no en medio de un atraco, en el que su bando va contra el mío.
Ahora empiezo a entender. Siempre ha estado detrás de todo. Desde el principio. Todo esto no ha sido más que una pantomima. Uno de sus trucos para reírse de mí. ¿No ha tenido suficiente?
—Reconócelo. Estás pillada por mí. Creo que eres tú la que me persigue —me suelta—. Nunca me has olvidado. Ni me olvidarás.
Me quedo un momento mirándolo con asco. No sé cómo pude por un momento salir con este egocéntrico sin escrúpulos.
—Ni en tus mejores sueños, guapo —le respondo con asco.
Intenta cogerme la mano, acercarse más a mí, buscando un momento de conexión que no estoy dispuesta darle. Me engañó una vez y no pienso dejar que me engañe de nuevo. Nunca más voy a dejar que un hombre entre en mi vida y menos para ponerla patas arriba.
—Estás pilladísima por mí. Y te prometo que podemos ser felices juntos. ¿No te gustaría? Podrías dejar toda esta vida, en cuanto acabemos con esto.
Me encojo de hombros. Por un momento se me llenan los ojos de lágrimas. Tal vez tiene razón y aún no lo he superado. Estuvimos unos meses juntos, y ha sido el único hombre con el que he estado. Nunca se me ha dado bien nada de esto, y supongo que me engatusó. Pero en ningún momento me mostró su verdadera cara. No me dijo la verdad en nada. Y cuando tuvo la oportunidad me dejó sola y sin un céntimo. Se aprovechó de mis habilidades y me abandonó, dejándome el corazón roto y teniendo que volver a empezar de nuevo. Jamás podré perdonarlo, y aunque aún sienta algo por él no quiero estar con alguien que no es leal ni a sí mismo. Sacudo la cabeza quitándome los pájaros de la cabeza.
—A mí me gusta esta vida —respondo sin que me tiemble la voz.
Se encoge de hombros y estira una mano para acariciarme la mejilla, pero me aparto y giro la cara. No quiero permitir que sus encantos hagan flaquear mi fortaleza.
—Nunca has experimentado otra cosa —dice.
—Yo soy así —afirmo.
Y de verdad lo siento. Hace un tiempo que ya empiezo a saber adónde pertenezco, y qué es lo que tengo que hacer. Por eso estoy aquí.
Eric comienza a acercarse un poco más, pero yo doy un paso atrás. Cuanto más lejos esté de mí, mejor. Sé que solo está intentando distraerme.
—¿No te gustaría tener tu propio espectáculo en Soundway? Hemos visto tu performance y ha sido estupenda. Nos ha encantado —dice con un tono burlón.
Abro la boca para decir algo, pero no sé muy bien el qué. ¿Se trata de eso? ¿De burlarse de mí? ¿De hacerme creer que podía conseguir completar las misiones del Barón Blanco para luego inmiscuirse?
—¿Qué? —es lo único que puedo decir.
Aprovecha que por un momento estoy desprevenida para llevar su mano a mi pelo y empezar a juguetear con uno de mis mechones de forma distraída. A veces me parece que este chico que quiere parecer inocente es más cruel que cualquiera de las personas que conozco. Y he conocido a su padre.
—Sí, te hemos dejado hacer tu actuación para luego entrar y hacer el atraco por ti. No quería ponerte en peligro. Estamos ayudándoos.
Le doy un manotazo para que deje de tocarme el pelo. No me parece que eso sea cierto, teniendo en cuenta la situación: estamos acorraladas con unos gorilas que responden ante él acribillándonos. ¿Eso es ayudar? No en mi mundo.
—No necesito que me protejas —le digo bruscamente.
Él se aparta y se cruza los brazos en el pecho apoyándose de nuevo en la pared. Alza las cejas sorprendido y me dice como si fuera mi padre recriminándome algo que he hecho mal:
—La última vez mataste a una persona.
—Y pagué por ello —le recuerdo.
Además, sé que mi estancia en el Purgatorium fue cosa suya, pero no quiero mencionar el tema. Esta conversación me parece estúpida. No tiene ni pies ni cabeza. Jamás entenderé a Eric Van-Derhüsen. Siempre está intentando jugar con mi mente.
—Así que reconoces que lo hiciste —contesta con un tono de voz que no sé cómo catalogar.
Parece como si estuviera avergonzado de mí. Pero no me importa, si algo he aprendido de todo lo que ha pasado estas semanas, es que no me importa lo más mínimo su opinión.
—Hice lo que debía hacer para conseguir mis objetivos —respondo con dureza.
—¿Y no te avergüenzas? —me cuestiona.
Sé que intenta hacerme perder los nervios, pero no voy a darle ese gusto.
—No. No me avergüenzo, ni me arrepiento. Si haces algo para arrepentirte, mejor no lo hagas. Así que, si lo que quieres es verme llorando por las esquinas por eso, es mejor que te vayas. Además, te recuerdo que todo esto es culpa tuya. Tú me has metido en todo este lío, ¿y ahora te importa? Eres patético.
Nos miramos por un momento desafiándonos. Me muerdo el labio inferior, pero enseguida me doy cuenta y dejo de hacerlo. Me sigue poniendo nerviosa, y de alguna manera una parte de mí quiere su aprobación y una pequeñísima parte de mí quiere volver a sentir sus labios sobre los míos... Pero ¿qué estoy diciendo? ¿Es que soy tonta? ¿No veo dónde estamos o qué? Vamos a dejar de actuar como una idiota y vamos a hacer lo que hemos venido a hacer.
Antes de que pueda irme me mira extrañado. Hay algo de decepción en su mirada. Un brillo extraño que no se descifrar.
—¿En qué te has convertido? —me suelta como si estuviera dolido.
Sacudo la cabeza y pongo los ojos en blanco. No es quién para darme lecciones de nada. ¿Acaso no sabe quién es su padre? Viene de una estirpe de criminales y pretende hacerme sentir mal por haber seguido sus pasos. Unos pasos en un camino que él me mostró.
—Tú me has hecho así. Y ¿sabes lo que te molesta? Que soy todo lo que tu padre quisiera que fueras, pero no eres. Por eso yo seré su heredera. Tú siempre dejas que el trabajo sucio lo haga otro.
Me coge de la muñeca con fuerza cuando digo esas palabras. Me atrae hacia él y nuestros rostros se encuentran más cerca que nunca desde hace tiempo. Siento que mi corazón late con fuerza y que alguna mariposa dormida revolotea por mi estómago. Quisiera dormirlas de un manotazo.
—Hoy no lo haré —responde—. Estoy para protegerte y hacer el trabajo sucio por ti.
Y antes de que pueda hacer algo más estiro de mi brazo para sacarlo de su agarre y me separo de él.
—No necesito que lo hagas. Soy mayorcita, hasta sé atarme solita los zapatos, ¿sabes?
Dicho esto, no dejo que se interponga más en mi camino. Abandono nuestro escondite y salto de lleno a la acción, que ha cambiado mucho desde que me fui hace unos minutos que me han parecido eternos.
Me hace gracia que Eric diga que está aquí para protegerme cuando claramente sus sicarios se están enfrentando a mí y a mis amigas. En fin... ¡Lo que tengo que aguantar!
Ahora se encuentran separadas, Gia intenta convertir en piedra a los hombres, pero no se atreven a mirarla directamente a los ojos, aunque trata de hipnotizarlos con el cascabeleo de sus serpientes, es inútil. Summer está unos escalones más arriba convertida en una loba que lucha con uñas y dientes contra su adversario, que bien podría ser un oso pardo. Está siendo una lucha muy ajustada. Y por otra parte Venus está lanzando conjuros a diestro y siniestro, pero supongo que este no es lugar más mágico del mundo, por lo que sus hechizos no tienen mucha fuerza.
Necesitan mi ayuda, y tampoco nos hubiera venido nada mal la presencia del rey vampiro, llegados a este punto. Pero queríamos hacer esto como un plan super divertido de chicas, que parece que está saliendo lo peor que podía salir. Por lo menos Bobby parece que se las apaña bien, mordiendo a diestro y siniestro. Me alegro de que no le haya pasado nada.
Me abalanzo hacia uno de los hombres que en ese momento agarra al Bobby por el pescuezo y le propino un puñetazo en toda la mandíbula haciendo que se tambalee por el golpe.
—¡No con mi perro, imbécil! —le grito.
Le doy una patada en el estómago que lo hace caer por el hueco de la escalera y el perro me mira con agradecimiento. Pero no tenemos tiempo que perder y vamos a por el siguiente enemigo. Ya son uno menos.
El siguiente está unos escalones más abajo, vamos a cogerlo por sorpresa, pero en ese momento oigo un grito que me hace estremecer. Giro la mirada en busca del lugar del que proviene ese alarido para ver una de las escenas más crueles que he visto nunca.
Hay tres hombres rodeando a Gia, que actúan casi sin mirarla a la cara. Agarran las serpientes de su cabello, con sus manos gigantes de gorila, parece como si le estuvieran estirando del pelo. El cuello de la gorgona gira en ángulos imposibles, la acorralan contra la barandilla, y temo que se caiga.
Tengo que hacer algo para ayudarla, pero soy yo la que se queda de piedra cuando veo que uno de los hombres que le hace eso a Gia es Riven, el chico con el que estaba tan ilusionada, al que hace unas horas le ha regalado un collar con un diamante en forma de elefante.
Cuando el chico le pega una patada que la hace caer por el hueco de la escalera reacciono gritando al presenciar tal atrocidad. El perro se gira para mirarme asustado. Inmediatamente nos asomamos el hueco de la escalera, para ver si la gorgona está bien. Parece que aún está viva, pero la imagen que veo hace que se me revuelvan las entrañas. Un inmenso charco de sangre oscura comienza a aparecer a su alrededor, y estoy segura de que tiene más de un hueso roto. Casi no puedo ver la expresión de su rostro ahí tirada, pero creo que la veo mover los labios formando el nombre del traidor al que se había atrevido a entregar su corazón.
En ese momento resuena un disparo en la habitación, que va directo al pecho de mi amiga, y siento como si la bala me hubiera atravesado a mí. No sé cómo he podido pensar que ella nos había traicionado. Ella solo ha sido una pieza más de este estúpido juego de Eric Van-Derhüsen. Entonces veo más claro que nunca el sueño del que nos habló Gia, ese en el que alguien con un collar con un diamante en forma de elefante la mataba. Todos los sueños nos quieren decir algo, y todo este tiempo trataban de advertirnos. Y nunca le hemos hecho caso. Esta es la consecuencia.
Es entonces cuando el sonido de las sirenas se hace evidente para mis oídos entre todo el barullo de la pelea. Tenemos que huir o estaremos encerradas de nuevo en el Purgatorium antes de que se acabe el día. No hemos llegado tan lejos para acabar atrapadas como unas vulgares ladronas y asesinas. Es hora de escapar, ya enfrentaremos las consecuencias de nuestros actos más adelante.
Por fin puedo reaccionar y voy a avisar a Venus y Summer, pero siento un intenso dolor en el abdomen. Miro hacia delante y veo a uno de los sicarios apuntándome con su arma. Bobby se abalanza contra él antes de que pueda dispararme, pero el hombre dispara igual. El disparo resuena por toda la habitación como un cañonazo, se me taponan los oídos y comienzo a marearme.
—¡Bobby! —grito, pero las fuerzas me fallan.
No llego a ver si mi fiel ayudante peludo está bien, porque todo se ennegrece. Me agarro a la barandilla tambaleándome. El dolor que siento es demasiado intenso. Me llevo la mano al abdomen. Noto algo caliente y pegajoso. Giro la mano, volviendo la palma hacia a mí y veo un líquido, que en esta oscuridad percibo como negro. Pero sé muy bien lo que es. No voy a salir viva de aquí. Ninguna vamos a salir viva de aquí. ¿Esto es a lo que se refería Eric con protegerme? Es una bonita forma de verlo. En la tumba no me puede pasar nada malo. ¿Cómo puede ser tan hipócrita?
Grito con todas mis fuerzas, hasta que mi voz es más potente que el sonido de los disparos, que las alarmas y las sirenas. Solo se escucha mi voz como un pitido tan agudo que hace que todos los que quedan vivos se tengan que tapar los oídos, aunque no los veo muy bien. Solo veo sombras borrosas. Espero que les hayan estado los tímpanos.
No puedo hacer mucho más, porque cuando mi voz se apaga todo se vuelve negro por el esfuerzo. Entonces sé que o estoy muerta o pronto lo estaré, porque de repente hace mucho frío aquí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top