Capítulo 11. Burning Up
El cielo rojo ha venido a por mí, y sé que esta vez no es un sueño. El calor es sofocante, y hace que me escueza la piel. Estoy ardiendo. No veo el fuego lamer mi cuerpo, pero sé que estoy ardiendo por mis pecados. Así sé que he llegado al infierno. El Purgatorium me ha reclamado.
Los gritos de dolor son tan desgarradores que atraviesan lo que queda de mi alma en llamas. Siento que me arrastran hasta su abismo de agonía, y creo que nunca conseguiré salir de aquí. Trato de pellizcarme para despertarme, pero esta vez nada funciona. Sé que es real. Aunque una extraña sensación de onirismo envuelva este entorno sé que estoy aquí de verdad.
https://youtu.be/5KNEZJ6KkLI
Miro a mi alrededor para descubrir que este lugar es bastante diferente a lo que me mostraban mis sueños. Me encuentro en una celda cuadrada construida con piedras blancas, tan antiguas como esta isla, probablemente. El techo es bastante alto, está completamente vacía y la única luz que entra es a través de los barrotes de hierro oxidados que hacen de puerta. Me acerco hasta la entrada del habitáculo para descubrir un pasillo en el que se suceden varias celdas iguales que esta, que forman una estructura de arcos. Está iluminado por antorchas que se encuentran colocadas estratégicamente en algunos puntos. Curiosamente el lugar se ve como si una hoguera inmensa estuviera ardiendo en el centro del pasillo, supongo que será por estar en el infierno.
Pronto descubro que algunas de las celdas no tienen ni puerta, ni paredes, ni techo. Han sido destruidas. Me pregunto si yo podré hacer lo mismo y salir de este lugar, pero eso quizás solo aumente mis posibilidades de morir aquí. Aunque según nuestro plan, debo esperar en la celda sin que me maten, pero no tengo esperanzas de que sea tan fácil. A juzgar por lo que oigo ahí fuera se está librando una batalla campal. Y esos gritos incesantes de dolor y muerte me van a hacer perder la cabeza.
Quizás deba quedarme aquí hecha un ovillo para siempre. Es lo que me merezco por haber transgredido las normas de la naturaleza. ¿Acaso me creo una diosa? No soy más que una sirena estúpida que no vale más que para robar baratijas. Si hubiera sabido hacer mi trabajo bien no estaría en esta situación.
Los alaridos se cuelan por todos los rincones de esta pequeña sala. Los respiro y me cortan los pulmones impidiéndome tomar otra bocanada de aire. ¿Quién me creo que soy? No soy nadie. No soy nada. No le importo a nadie, ni siquiera logré enamorar a Eric. No valgo nada. Por eso estoy aquí. Y por eso debo permanecer aquí, ardiendo en este infierno. El mundo es para los valientes, y está claro que yo soy una cobarde, siempre poniéndome excusas para no enfrentarme a la realidad. No soy mejor que aquellos a los que miro por encima del hombro. No soy mejor que ninguno de los criminales a los que maté en el barco. Por eso estoy aquí.
Siento que de un momento a otro mi pecho se va a partir en dos. Parece que estoy soportando mi dolor y el de los miles de personas que están ahí afuera intentando sobrevivir. Creo que me he rendido. Más me vale que nadie se dé cuenta de que he llegado, porque no tengo ninguna intención de pelear por mi vida. De repente siento como si hubiera vivido miles de años. Me encuentro más cansada que nunca, así que cierro los ojos y trato de descansar, de dejar marchar todo el sufrimiento. Pero aquí no hay lugar para la paz.
No sé cuánto tiempo ha pasado cuando oigo el techo tronar por encima de mi cabeza. Me muevo rápidamente, para apartarme del camino de las piedras antiguas que caen sobre mí rasgándome la piel y provocándome hematomas. Ahora mismo no siento el dolor físico, solo noto el lamento de mi alma destrozada acaparada por el mal.
Sobre mí se abre el cielo que se ha tornado oscuro, por lo que me doy cuenta de que es de noche. Por suerte, mi visión es mejor en la oscuridad así que cuando vislumbro una horrible criatura alada que extiende sus garras hacia a mí me agacho y trato de esquivarla.
La criatura sisea y me enseña su lengua bífida entre varias filas de dientes. Me cubro entre los escombros para dificultar su avance mientras decido qué hacer. Opto por lanzarle algunas de las piedras caídas que tiene que sortear, así descubro que no es un ser muy ágil.
¿En qué estaba pensando, quedándome ahí hecha una bola como si estuviera esperando mi muerte? ¡Soy una luchadora! ¡Me he pasado toda la vida luchando por sobrevivir! ¿Y me voy a rendir por qué? ¿Porque un chico no me quiso? ¡Oh, vamos! ¡No seas patética! ¡Yo no soy de esas! ¿Acaso de verdad he hecho algo tan malo? ¡No! ¡Estoy ganándome mi hueco en el mundo! Y pasaré por encima de quien tenga que hacerlo. Y ahora voy a salir de aquí, empezando por escapar del bicho ese.
Este lugar ha intentado absorber mi energía y mis ganas de vivir, pero no lo conseguirá. Mi mayor arma es mi voz. Y eso es lo que han usado contra mí. Esos gritos querían hacerme pequeña, dañar mis sentimientos. Pero no lo conseguirán. Así que decido darles de su propia medicina y comienzo a entonar una canción que nunca me había atrevido ni siquiera a susurrar. Es un antiguo canto de sirenas que invoca a la magia más antigua en busca de venganza y sangre. La aprendí el día que toda mi especie murió, ni siquiera el canto pudo salvar a mi familia, pero al menos sé que aquellos que perpetraron aquel brutal ataque quedaron malditos de por vida.
La criatura vuela por la sala emitiendo chillidos muy agudos, como si el sonido de mi voz la estuviera torturando. Y eso es precisamente lo que estoy haciendo. Esto no es un canto bonito, no. Esta canción robará cada parte de energía que haya en su ser. Así que canto con más ganas cuando la criatura se revuelve desesperada hacia a mí. Me sorprende la poca empatía que tengo con ella, pero ha sido ella quien ha venido a por mí. Aquí lo que importa es sobrevivir, y si no me defiendo será ella quien me raje el cuello con esas garras y salpique con mi sangre lo que queda de este habitáculo.
Parece que está harta de mi canto, o que no puede soportarlo más y se aleja volando a través del cielo nocturno, dejándome sola y desprotegida ante el resto de los seres paranormales que ahora saben que estoy aquí y van a venir a por mí. Así que solo hay una opción: correr.
Así que le doy a mis piernas la orden de correr a toda velocidad, con mi corazón latiendo con fuerza escapando de la celda destruida. Sin embargo, lo que encuentro aquí fuera es mucho peor que lo que pudiera imaginar.
Hay cientos de criaturas yendo de un lado hacia a otro, ya sea volando o corriendo, luchando entre ellas, hiriéndose hasta la muerte. Todo aquí afuera está en ruinas a causa de estas constantes peleas. El suelo está encharcado de sangre mágica, donde yacen los cuerpos sin vida de cientos de seres.
El olor a muerte y desolación me baja por la garganta provocándome arcadas. No puedo ni siquiera detenerme a respirar, porque sé que si lo hago algún golpe mortal me alcanzará. Pero los pulmones me arden y bajo un poco el ritmo. Entonces frente a mí aparece aquella mujer que acompañaba a Eric en el restaurante. Parece que ha salido de la nada. Me dirige una sonrisa siniestra que hace que me recorra un escalofrío. Definitivamente este lugar es una pesadilla.
—¿Te asusta mi presencia, Nixie? —dice con un tono burlón.
Las serpientes que forman parte de su pelo sisean y se remueven complacidas, como si tratasen de reírse de mí. La miro de arriba abajo con cara de asco, aunque rehúyo su mirada porque sé lo que es capaz de hacer. Tendrían que pasar mil vidas antes de que esta tía pudiera darme un poco de miedo después del bicho al que me acabo de enfrentar.
—Más quisieras —respondo echando a correr de nuevo.
La gorgona se abalanza sobre mí, pero consigo esquivarla. No me detengo, pues siento su mirada fría y cruel clavada en mi espalda. Soy consciente de que, si me atrapa, no tendré ninguna posibilidad. Tengo que encontrar un sitio donde refugiarme.
Paso corriendo por en medio de una pelea entre un dragón y un lobo, que luchan como todos aquí, a muerte. Me pregunto por qué no dejan todos de pelearse y tratan de encontrar la verdadera salida. ¿Es que nadie conoce las puertas? ¿Serán un mito?
Creo que no he pasado desapercibida al resto de criaturas, pero supongo que cada uno está ocupado librando sus propias batallas, y parecen respetar que soy la presa la gorgona.
Mis gemelos se quejan. No podré correr mucho más y la gorgona me está pisando los talones.
—¡Deja de huir! ¡No puedes escapar de mí! —me grita sorprendentemente cerca—. ¿No quieres reunirte con tu querido Eric?
Por un momento quiero girarme para saber de qué habla. ¿Eric está aquí? Pero sé que solo es una distracción para recortar distancia. Y lo consigue porque me tropiezo y me cuesta un poco recuperarme, pero lo importante es que no me he caído y que sigo adelante. ¡Maldita sea! ¿No hay un lugar donde esconderse en este maldito lugar?
Pero justo hay delante de mis narices hay una construcción que aún parece sólida. Así que corro con todas mis fuerzas, pasando por en medio de algunas peleas más, intentando hacer que la gorgona me pierda la pista.
Atravieso la puerta de la pequeña cabaña medio en ruinas y la cierro de un portazo, sin estar segura de que pueda salir de aquí. Suspiro en la oscuridad, aunque sé que no estoy a salvo. La gorgona no tardará en encontrar una forma de entrar aquí y acabar conmigo.
Me quedo en silencio un momento, conteniendo la respiración mientras escucho los gritos que provienen del exterior, intentando distinguir entre ellos la voz de la gorgona, sin éxito.
Me siento en el suelo, dándole un respiro a mi cuerpo. Necesito beber agua. Necesito descansar. Pero ahora no hay tiempo para hecho.
—¡Nixie! —oigo gritar a la gorgona que aporrea la puerta.
Pero entonces escucho un sonido ahogado emitido por ella.
—¡Si te metes con una de nosotras, te metes con todas! —escucho.
Me da un vuelco el corazón. Está claro que esa es la voz de Venus. Cojo aire, armándome de valor y energía para volver a salir. Suelto todo el aire en un grito que hace que se derrumbe esta pequeña casita. Las criaturas que permanecían en el exterior se giran hacia a mí, deteniendo por un momento sus respectivas peleas. Me encuentro con mis nuevas amigas que me observan con una sonrisa cómplice en el rostro. Pero yo me alegro más de verlas. ¡Me han encontrado!
—¡Yellow! —chilla Venus corriendo hacia a mí para abrazarme.
Le doy un abrazo rápido y le sonrió exhausta para indicarle que estoy bien, pero no hay tiempo para esto ahora. La gorgona no nos da un respiro y aprovecha nuestra distracción para atacarnos.
—¡Qué enternecedor! —se burla la gorgona.
Summer se convierte en loba y rodea a la gorgona, tratando de alejarla de nosotras. Venus comienza a lanzarle hechizos sin tregua, y cuando voy a comenzar a entonar el mismo canto que antes ha vuelto loca a la criatura que me ha atacado en la celda, reparo en quien hay unos metros más allá observando la pelea con los brazos cruzados en el pecho. Debería haberlo sabido... Eric siempre está detrás de todo. ¿Será esto otra prueba?
Su presencia me ha distraído de la pelea, y cuando quiero darme cuenta Evans se ha abalanzado contra el cuello de la gorgona que lucha con sus serpientes, pero la fuerza del vampiro es inconmensurable comparada con la suya. Este es el final.
Vuelvo a mirar a Eric para desafiarlo con la mirada. Me parece advertir una pequeña sonrisa de suficiencia en su rostro. Se acerca con pasos lentos hacia a mí. Creo que el mundo se está derritiendo a mi alrededor. Siento como si la lava de un volcán me estuviera arrastrando. Me estoy abrasando. Ni siquiera puedo respirar. Parece que él disfruta de todo esto y su sonrisa es más amplia. Nunca me quiso, siempre disfrutó con mi dolor.
Cuando llega hasta a mí siento que me asfixio. Extiende la mano para tocarme el brazo. No entiendo qué pretende, a qué juega. Abre la boca para decir algo, pero me aparto y lo corto.
—Vete —susurro, y añado mirándolo a los ojos, con seguridad—: Vete o te arrepentirás.
Se encoge de hombros, hace un gesto con la mano, como despidiéndose y se va riéndose. Me arde la sangre en las venas. Quiero destruirlo.
—¿Estás bien, Yellow? —me pregunta Venus poniéndome una mano en el hombro como muestra de apoyo.
Hago un gesto para quitarle importancia, pero lo cierto es que estoy agotada en todos los sentidos.
—Vayámonos de aquí —contesto.
Miro el cuerpo de la gorgona sin vida en el suelo, giro sobre mí misma y veo que son muchos más los cadáveres que se acumulan en esta tierra, entregados a los cuervos y aves carroñeras. Un final acorde para sus crueles vidas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top