Capítulo 6 "Caos y Vida"
Llegué a pensar que todo lo que se decía de mí era cierto... porque todo lo que le pasaba a él, era por mi culpa...
Siempre que aparecía en alguna situación tratando de protegerlo, en realidad lo único que hacía era complicarlo todo... No sabía en realidad como actuar... Pero si su corazón se agitaba pensaba que la mejor manera para mantenerlo a salvo era mostrar al mundo lo que podíamos hacer... yo como una parte de él... sacaba los cuernos y colmillos para demostrar mi poder...
Pero ante los ojos del mundo... aquellos ajenos a nuestro reino... todo eso no era más que abominaciones de la naturaleza...
Me golpearon...
Me insultaron...
Desconfiaban de mí... hasta el mismo Alistair lo hizo... escondiendo lo que realmente era...
¿Por qué las bestias no podían permanecer en el mismo lugar que las demás personas?... A pesar de que no estaba consciente lo suficiente como para entenderlo... todos aquellos atropellos no hacían más que hacer crecer ese resentimiento, pensando que lo único que podía hacer era defenderme... atacar para no ser yo el herido... el corrompido... pero mientras peor era la amenaza... mayor se volvía la necesidad por enfrentarla y destruirla... aunque me sintiera triunfante... siempre acaba peor...
¡¿Por qué era tan difícil?! ¿Si mientras más sufría más se incrementaba mi poder?... Y mientras más sentía... menos control tenía sobre él...
Atrapado... encerrado... encadenado al calabozo bajo el castillo... lo comprendí...
La realidad... era que nada de todo eso importaba... si ellos deseaban deshacerse de mí... yo los acabaría primero... porque era mucho más fuerte... solo tenía que agitar las alas que mi diosa me había dado... aunque con su ventisca ella terminara arrasada... aún pienso en esos momentos... su rostro afligido e incrédulo de mi actuar... no hizo más que alimentar mi odio.
Pero ella seguía ahí...
Siempre se quedó ahí...
.
YVAINE
Capítulo 6 "Caos y Vida"
Algún tiempo atrás...
No creía poder soportar por mucho más tiempo... había pasado los últimos minutos apretando los párpados mientras buscaba controlar su respiración, exhalando fuertemente por la boca, al serle imposible escapar del sabor metálico que el surgir de sus colmillos había dejado sobre su lengua, apenas y podía mantenerse en la misma posición, por lo que la saliva en aquella mezcla oscurecida, se había regado sobre la almohada en la que reposaba la cabeza, mientras yacía acostado de lado, a la orilla de la cama, controlando los sonidos que se escapaban entre pujidos de entre sus labios.
No quería moverse porque podría despertarla... no quería mirarla... ni pensarla... porque al hacerlo, solo se imaginaba las mil maneras de explorar su ser y conquistarla cual tierra sagrada, marcándola para él. Pero al buscar despejarse de aquel pensamiento, acudían desde todas partes en su memoria, la perfecta forma de los pechos de su diosa y como con su intervención podía apreciar la turgencia entre sus manos y bajo sus labios, bañándolos con su calidez al sumergirlos entre sus fauces, lo que despertaba cada vez más su instinto, aquel con el que había peleado desde su despertar.
Pensarla de esa manera comenzaba a hacerlo sentir mareado, era el hecho de que sus recuerdos de su diosa, en ese momento se resumían en el deseo que no lo dejaba tranquilo, tomarla para él, sumergir su cuerpo contra ella, devorar cada rincón.
Gruñó, buscando liberarse de las intenciones que acudían desde sus vivencias, clavando las garras en el colchón, mientras restregaba el rostro contra la almohada, y trataba de mover lo menos posible las piernas, pero le resultaba una tarea demasiado ardua, la pulsación entre sus muslos no lo dejaba tranquilo, ni pensar con claridad, simplemente lo absorbían las brumas de su mente divagando en la piel de su diosa, casi por instinto, como una necesidad primitiva de su ser.
El olor de su amada le llegaba en altas concentraciones al punto de haber identificado las notas florales encubriendo las perlas de sudor que entre sueños se habían desprendido de su piel nívea. Y adivinaba entre alucinaciones con el mismo a donde pertenecían... si se habían deslizado de entre sus tan exquisitos montes o entre los recovecos bajo sus brazos, sólo lograba pensar que de donde proviniera, la lamería completamente.
Se sentía en el infierno... como el pecador que era, tal vez se lo merecía... más aún porque la sensación que invadía su cuerpo, a pesar de sentirse tortuosa, era monstruosamente placentera al saber que podría tomar de ella todo; pero debía suprimir aquello, qué clase de animal era, si sólo dejaba a sus instintos dominar...
La combustión en su interior le había retraído del plácido sueño para envolverlo en la miseria de no poder desatar su ímpetu, mientras su cuerpo parecía no comprender que lo que deseaba no estaba relacionado con lo que debía hacer. Su centro estaba tan dispuesto que el roce contra la cama le resultaba demasiado molesto, pero hasta los leves toques de la tela contra la que luchaba le estimulaban, lo que estaba pasando no era normal. No pasaban muchos segundos entre una oleada de aquellas sensaciones y otra, surcándole la entrepierna y subiendo por su columna.
Estaba seguro que si tomaba a su amada en ese estado la destrozaría, el bestial deseo lo tenía tratando en vano de mantener la cordura.
Fue solo... un instante... en el momento en que pensó en poseerla, se dio la vuelta tan rápidamente que casi se cae de la cama, quedando apoyado en sus cuatro extremidades sobre el colchón, mientras las pupilas se translucieron al plateado de la bestia.
¿Qué hacía? la manera irracional en que su cuerpo lo mantenía, preso de sus impulsos, ganándole a su mente, borrando en el plateado de sus ojos, sus sentimientos amorosos, para dejar el paso libre a todo aquello que lo hacía sentir culpable...
La diosa estaba dormida... respirando con tranquilidad, exhalando por la boca con los labios levemente separados, mientras una de sus manos yacía recostada al lado de su rostro sobre la almohada, levantando así su brazo, dándole a entender que lo que se había imaginado era real... el olor sobre el pecho y bajo sus brazos era demasiado atrayente.
Debido a la fiebre por la que él había estado surcando, la temperatura a su lado se había elevado también, obligándola a dormir sin arropar, por lo que podía apreciar a la perfección la curvatura de su cintura y caderas, deseaba deshacerse de la tela que la cubría para exponer ante él su sitios escondidos y satisfacerse con su sabor, la idea le provocó babear, ya no se sentía él mismo, era una suma de bajos instintos que terminarían por sumergirlo en una espiral hacia lo profundo de su mente; y es que solo recordar el olor que emanaba entre sus piernas horas atrás al estar juntos, le terminó por arrancar las reprimendas a acercarse guiado por la sensación de su propio centro.
Entre olfateos que lo mareaban en el éxtasis, llegó a explorar con la punta de su nariz entre las piernas de su amada, que aún dormida, pareció percibir entre sueños, ya que movió el rostro. Sensación que se fue incrementando y asustándola por la sensación se despertó de forma abrupta, encontrando a su amado, lamiendo despacio sobre su ropa interior, cual disfrutara de la relajación que el acto le brindaba, pero él ya no era capaz de detenerse, no sólo y no se separó, aún al sentirla despertar.
—¿Ali?... —se sentó con cuidado, tratando de comprender lo que sucedía, nunca antes lo había visto comportarse así, aunque aquel cosquilleo que la humedad de su lengua le había provocado, la hizo sentir extrañamente incómoda por no reaccionar y sólo sentirlo, quitando ese breve pensamiento culposo, lo tomó por los cuernos aflorados y lo retrajo, al instante que cerró las piernas, retirándose. —¿Ali?... ¡¿Ali, me oyes?! —preguntó preocupada al verlo ido en aquel estado. Notó que tenía los cabellos empapados por la fiebre y la mirada cristalizada. Por unos instantes pareció que sus miradas se conectaron, entre las respiraciones aceleradas de su amado y la incertidumbre que le provocaba, pero no pudo continuar buscando en sus pupilas sus sentidos, al ser empujada contra la cama y sentirlo hurgar sobre sus pechos, mientras torpemente buscaba abrirse camino entre sus piernas con las suyas.
De ninguna manera le rechazaría... pero no accedería cuando él no se da cuenta de nada de lo que hace, por más que su propio cuerpo respondiera de una manera que no quería detenerse a entender, por lo que opuso resistencia, separándolo de su pecho con ambas manos, lo elevó encontrándose con la molestia en su actuar, sumergido en su naturaleza que de un gruñido quejoso la involucró, ella quedó segundos inmóvil, tiempo que sintió largo mientras sentía el resonar de aquel rugido vibrando en su pecho y mente. Esos jadeos eran impulsados por su condición, lo creía firmemente, así él no pararía, por lo que la diosa preocupada y comprometida con lo que se prometieron... buscarse... para permanecer juntos siempre, sin importar nada, lo traería de vuelta cuántas veces hiciera falta, aun cuando se perdiera dentro de sí mismo. Con la ternura que la caracterizaba, elevó ambas manos hasta localizar el rostro de su amado.
—Sabes que soy tuya... no es necesario que te ocultes para tenerme... hazme tuya... —cual hubiera comprendido las palabras de su amada, rugió descontrolado, para terminar arrojándose sobre ella, atrapando su cabeza entre sus brazos, al estar tendido sobre su figura, por lo que la diosa abrazó con suavidad su espalda. La transformación no se había dado por completo por lo que tenía la posibilidad de ser entendida, acarició el lugar donde deberían haber surgido las alas, compartiéndole a través de la sensación que no era una bestia completa. Aunque así lo sintiera.
Pasados algunos minutos en la posición, con las caricias brindadas volvió en sí, preso de la enorme tensión que lo consumió con el primer despertar, lo que lo obligó a retraerse sobre sí mismo, apartándose de ella y alejándose lo más que pudo.
¿Le había hecho daño?... ¡¿Qué estaba haciendo?! Aunque tratara de pensarlo, sus colmillos y cuernos no le daban tregua impulsados por el estímulo inmenso entre sus piernas, su conciencia no era lo suficientemente fuerte como para frenarse, y aquello lo hacía entender cuán débil era en realidad, él no la merecía.
Dándole la espalda a su amada se agachó contra el colchón al final de la cama, no podía mantenerse sentado.
—Mi diosa... ¿Estás...bien?... —preguntó sumamente avergonzado de su situación, pero debía asegurarse del bienestar de su amada. Sin embargo, aunque lo intentara con toda su voluntad, la mezcla de olores que tenía rondando el ambiente a su alrededor lo estaba enloqueciendo, terminó estirando el brazo contra el colchón para enterrar las garras nuevamente mientras apretaba con fuerza la mandíbula.
La diosa se había limitado a verlo, sufría tanto que debía encontrar la manera de detenerlo... aún sin mencionar palabra alguna, se levantó de donde estaba, para acercarse a él, a la otra esquina de la cama.
—Estoy bien, mi señor... —le colocó la mano sobre la espalda nuevamente, esperando poder ayudar de esa manera como en la última ocasión, pero su toque solo lo llevó a retorcerse.
Verlo provocó que ella separara por un instante la mano que había llevado a su espalda, no quería ser el motivo de su sufrimiento, pero si de algo estaba segura, era que por él, haría todo... todo y más...
—No sé por qué está pasando esto... —pronunció suave, con el trabajo que expresarse le costaba en tal estado.
—Ali... es solo la fiebre... hace que las apariciones de la transformación...
—Lo sé, mi diosa... pero es... demasiado intenso... —alcanzó apenas a mencionar cuando echó la cabeza hacia atrás al sentir nuevamente el impulso. —Nunca había sentido algo como esto... No lo hago a propósito... no quiero que piense que yo... —agachó la cabeza hacia adelante.
—Es... una característica de las bestias... —mencionó tratando de dejar en claro su pensamiento, sin sonar severa pero no demasiado dulce. Deseaba que comprendiera que aún a esas alturas había cosas en su vida que podrían ocurrirle y sorprenderlo, por su naturaleza sobrenatural.
—Eso creí... y... no puedo negarle cuanto me avergüenzo de esto... el lado bestia... siempre saca solo lo más horrible que hay en mí... — eso sentía, era un hombre lleno de debilidades, ser la bestia que era, solo lograba que ella se preocupase por él.
—No digas eso... nada en ti es horrible... —mencionó buscado ver su rostro que yacía lejano a ella, para terminar agachada sobre él y cerrando los ojos, apoyar su frente contra su sien mientras lo sentía temblar.
—No diría eso al enterarse que solo pienso en como hacerla mía... —mencionó entristecido. Pero ella no lo soltó, continuó apoyada sobre su rostro oyéndolo respirar con dificultad.
—Para mí... ese no es ningún secreto, mi señor...
—Stacia... —se le escapó un gruñido acompañando el movimiento de sus piernas inquietas.
—Cuando yo... acepté convertirme en tu esposa... sabía lo que hacía, Ali... y te lo he dicho... tal vez no tanto como necesitarías escuchar... Pero también sueño con hacerte mío... de tantas maneras... — no mentía y aun con sus mejillas sonrojadas ocultas tras sus frentes juntas, necesitaba que él supiera que ella necesitaba tanto de su amado, como él.
El instinto de abalanzarse sobre ella volvió a engullirlo al escucharla, pero por la posición no pudo más que saltar inquieto en el mismo lugar, al estar atrapado entre los brazos de su amada.
—Mi dios...sa... cuando usted me dice eso... no se da cuenta de todo lo que hace en mí...
—¿Es... incorrecto que te exprese lo que siento de esa manera?... —metió la mano bajo su brazo, llegando a tocar sus pectorales. —A veces... me pongo a pensar en lo insensible que puedo ser... o por el contrario... lo sumamente expresiva que me vuelvo al estar contigo... aún... siento que hay muchas cosas de mi vida como diosa que deben quedar atrás... para que la mujer... se haga con todo...
—No creo que sea cuestión de dejar a una atrás... yo la amo así... entera...
—Yo... puedo decir exactamente lo mismo... Mi esposo... mi amado... mi compañero... mi espada... mi rey... mi bestia... —le susurró en el oído, sabedora que aquella forma de llamarle lo traería de vuelta al momento. El aire se centraba con fuerza en su pecho, que sintió al deslizar poco a poco su mano sobre él, mientras le escuchaba gemir entre gruñidos.
—Ali... tengo miedo de que si lo hacemos juntos... la fiebre empeore como ahora... aunque... —se detuvo un instante pensando si realmente estaría bien que tales palabras salieran de su boca, pero... ya antes le había expresado cual era su sentir... y deseaba que supiera lo que provocaba en ella... si eso podía ayudar a su alivio. —aunque no sabes cuánto deseo sentirte dentro... — su voz avergonzada sonó en un hilo ligero y sensual en los oídos de él.
—¡AHHHH! —batalló por mantenerlo abrazado, gruñía moviéndose, casi retorciendo sus piernas.
—Vamos a sacarlo... te ayudaré a sentir mejor. —Informó el proceder, encontrándose con su virilidad tambaleante y erguida, dándole la impresión de generar dolor e incomodidad, para ser tomada por ella.
—Suéltelo mi diosa... no funcionará... —respondió entre gruñidos suaves, cual buscara controlar expresarse a gritos.
—¿Por qué crees eso?... —se separó de su rostro para empezar a brindarle caricias en las cejas, frente y cabello.
—Porque lo intenté... al despertar... la presión era tanta que tenía que eliminarla... pero no pude... por eso decidí volver a recostarme... esperando que pasara...
Mientras hablaba separó los dedos, recorriendo el camino declive sobre su intimidad hacia la base, dedicándose a acariciar los alrededores, generando calor sobre su vientre, al interior de sus piernas y los colgantes a los que se dedicó por algunos momentos, llegó a pensar que estaba torturándolo por la manera en que se retorcía con el contacto, pero era el camino correcto.
—Vamos a hacerlo bien, mi señor... — era por él, aunque de alguna manera, sentía que también era para ella, entre sus muslos, podía sentir el calor que había estado tratando de negar, pero aquel deseo implícito en sus ojos como miel, hacían más difícil para él controlarse.
Iba más allá del simple hecho de desearla de esa lujuriosa manera, ¿hacerlo bien?, eso había dicho la diosa, pero le resultaba imposible pensar en hacer algo bien, cuando sólo lo dominaba aquel fuego que parecía quemarlo en el mismo infierno.
Y que contraste era cuando sentía estar en el cielo con ella dándose tan libremente a su impulso que lo tenía hambriento por tomarla.
—Me... — gruñó áspero, su diosa aún acariciaba su centro, pero se sentía tan poco, para todo lo que quería de ella, que se sintió sucio — me da miedo... lastimarla... — acabó por soltar, arrastrando por su garganta las palabras cual rasparan.
La diosa detuvo su actuar, creyendo que tal vez sí era algo que lo hacía sufrir; se puso de pie con sus ojos aguados, temblando y abrazándose a sí misma.
Qué hacía ella misma con aquello, se había puesto un disfraz en su mente, diciéndose a sí misma que era a él a quien quería aliviar; pero entre sus propias piernas palpitaba con deseo queriendo que su amado la tomara para amarla.
—Stacia — susurró como pudo, sobresaltándola.
—Perdóneme... yo... yo — musitó con voz temblorosa, estaba avergonzada.
—Mi diosa...
—Está mal... eso cree mi señor... que está mal desear de esa manera... — solo podía mirarla, aunque deseaba contenerla, no era capaz de contenerse a sí mismo...
Un silencio navegó entre ellos, sintiéndose extrañamente cortante, confiaba en ella con su vida, pero temía lo que la bestia interna que brotaba de él a flor de piel, le hiciera daño, que ella temiera de él.
Y cual calma que precede la tormenta, rugió encogiéndose, era lastimosamente más fuerte que él.
La diosa salió de aquel estado auto flagelante al verlo, e impulsada por la sola necesidad de cuidar de él, limpió su rostro, inhaló en un suspiro el aire que ya parecía ser pesado y volvió a acercarse.
Alistair alzó sus ojos al sentirla cerca, oliéndola aún más intensamente, sus colmillos afloraron en su boca al verla; ella había dejado deslizar su vestido frente a él, su rostro estaba enrojecido, por el pudor o el deseo, pero sus iris brillaban como llama ardiendo sobre él, apretó nuevamente el colchón.
—No mi señor... no quiero que trate de controlarlo — sonó casi en su mente, por la embriagante manera en que el tono susurró el pedido.
—No... no entiende... — sus palabras dolorosamente se sumergieron en las profundidades de su interior, cuando ella lo empujó firme sobre la cama, sentándose a horcajadas sobre él, con un roce que le nubló el poco juicio que conservaba; había elevado las fuertes manos masculinas sobre su cabeza, dejándolo aún más descubierto ante ella, sus senos apenas tocaban su pecho y lo escuchó volver a gruñir.
Sus ojos se perdieron en su mar —Su bestia... también desea amarme... y yo amaré cada rincón escondido de su alma, mi señor — fue suficiente para dejar de luchar, recibió de sus labios un beso tranquilo que estalló rápidamente cuando zafó sus manos para apoderarse de las caderas de su diosa, ante el gemido sutil que escapó de ella, se volvió a sentar sin apartarse de la caricia.
Y en aquel mismo instante, con sus manos presionando sus caderas y su seno sin delicadeza, su espalda se tensó y las sombras se apoderaron de la poca luz que se colaba en el lugar, creando figuras en las paredes.
Sus alas habían emergido como su propia erección, llevándolos a separar ligeramente del beso, las plumas oscuras caían con una belleza pacífica en medio de la vorágine que cual contraste los mantenía en un ritual sensual y apasionado. Un llamado a buscar sus rostros entre sí, sin llegar a tocarse, hasta que volvieron a juntarse, al punto que la lengua de la diosa, recorrió los colmillos en su interior.
No era sólo amarla, aunque ambos lo hacían con el alma, era devorar cada espacio, delinear cada silueta, atrapar con desesperación la piel del otro casi sintiendo que podía arrancarla como si fuera un papel delicado entre sus manos grandes.
La olía completa, él olía a ella, hasta la punta de sus dedos que había colado entre sus piernas y su bajo vientre, haciéndola arquear la espalda delgada, la bella y sensual imagen de su diosa empapada en sudor con sus senos y cabello bailando en la oscuridad lo incitaba a continuar con aquella manifestación de amor y necesidad.
Ella se aferró a sus cuernos y acarició las alas donde nacían en su dorso, mordiendo el lóbulo de su oreja y arrastrando sus palabras entre jadeos —Tómame... soy tuya... solo tuya... — no lograba reconocerse, pero no quería, solo con él, solo por él, si debía amar sus demonios, ella aceptaría los propios.
Amarse de esa manera tal vez no fuera visto de la mejor forma, pero era tan puro y fuerte el deseo que se esfumaban los límites de cualquier regla, era suya, podía depositar en ella sus miedos, sus más oscuros instintos y pasiones, los aceptaría y los amaría.
El gruñido resonó y sus alas se extendieron mientras la tomaba desde sus glúteos para ponerla sobre la cama, deslizando sus manos por todo el contorno de su piel húmeda. Besó vorazmente sus labios y fue ella misma quien acomodó entre sus piernas el centro palpitante de su amado.
Y se hundió en ella, con brusquedad mientras las uñas de la diosa se enterraban con fuerza en sus hombros, gimiendo con placer y dolor mezclado en su voz; sus alas permanecían extendidas mientras su boca y nariz buscaban el cuello femenino, quería impregnar su aroma a sus sentidos, se volvería loco en aquel canal cálido y estrecho que lo engullía.
Un hilo rojo corrió por su brazo y un grito agudo entró por sus sentidos; desaceleró las embestidas, lentamente volvía al vaivén de sus caderas contra ella.
Elevó su rostro, en un estado intermedio, los iris plateados la miraban consiente y sin poder ya detenerse. Ella lo notó, lamiendo ligeramente sus labios y mordiendo suave su mentón —Me volverá loca — gimió. Haciéndole partícipe de su necesidad por continuar pasó las manos de los brazos, a la cintura de su amado y estirándose solo un poco le devolvió la caricia en los glúteos
Fue el punto de inflexión en su cuerpo, era él quien enloquecería dentro de ella.
El calor subió en ambos, sabiendo que encontraría el alivio en aquella tormenta de placer que le regalaba su diosa. Todo aquel sufrimiento mientras luchaba por tratar de contenerse se esfumaría como humo de una vela apagada, mientras su cadera desesperaba por encontrar su punto de conexión final y declararla suya una vez más.
Gruñó apretándola con fuerza, mientras dejaba correr el líquido tibio dentro de su vientre, para desmoronarse entre los brazos femeninos.
Estaba tan saciado y tan temeroso de lo que había pasado, que no fue hasta que dejó de tensar su cuerpo que sintió las caricias en sus cabellos — ¿te... te lastimé? — murmuró casi inaudible, ella negó con un sonido dulce, elevó sus ojos oscuros y vio sus mejillas sonrojadas, se puso sobre sus codos, separándose apenas unos centímetros.
—Te amo — los ojos de la diosa se humedecieron y una sonrisa ligera se dibujó en sus labios — gracias... no la merezco...
—Ali... me siento afortunada por tu amor, por amarte... — besó su boca y se acomodó para retraer sus alas.
Mas antes, las manos suaves de su diosa lo detuvieron, acariciando el nacimiento de las oscuras extremidades que aparecían en el estado de la bestia, la miró sin entender —amo todo de ti, Ali... lo haré siempre, sin importar nada — sus labios se fruncieron, aunque no dijo nada, solo volvió a recostar su cabeza sobre los pechos enrojecidos de su diosa, los acarició sin otra intensión y se permitió cerrar sus ojos, antes de volver a hablar.
— ¿Por qué con usted me siento tan libre, tan aliviado...? — rio ligera, casi como si ella fuese la que sintiese lo mismo.
Así era, de la manera en que lo viera, no debía fingir nada si estaba con él, no debía tener miedo a mostrar los rincones más apartados de su alma, en las esquinas oscuras de su propio deseo.
No dejó de acariciarlo, en el silencio de esa noche que empezaba a morir, aunque ninguno de los dos dormía, pensando en los fantasmas que los atormentaban de diferentes maneras, ella le había mencionado que era normal en los animales, eso era él, eso se sentía. Más en aquella posición, anidado sobre su pecho con las alas tendidas sobre ambos cual cobertor emplumado.
Tal vez no había sido la mejor manera de decirlo, ella misma había sentido el calor entre sus piernas al saberlo tan deseoso por ella; todo provocaba el sonrojo en sus mejillas por el camino de sus pensamientos, habría sido más fácil conservar ese silencio, pero si quería que él sintiese seguridad para mostrarse ante ella en todas y cada una de sus facetas, debía hablarlo — Ali... — murmuró bajo, tan ligero que por un momento pensó que él no la había oído, y que sería mejor no volver a llamarlo.
Él se movió suave, acomodándose para cruzar su mirada oscura a la de ella, sus ojos como atardecer le decían de manera muda que había mil dudas dentro de ella — no tiene que decir nada si no lo desea, mi diosa — estaba susurrando, efecto de la noche o de su propia vergüenza por todo.
Era él el animal, el que estaba condenado, la bestia... ella era su deseo, su pasión del alma, no tenía mejor manera de describir los impulsos que lo habían llevado esa noche a no poder frenar esas ansias traducidas en su virilidad.
Pero no podía odiar el resultado, la había amado, bestial y apasionadamente, pero no dejaba de ser amor por ella; su fuego interno era solo apaciguado por su diosa, entendía cuánto era que la amaba en todos los sentidos, en todos sus estados.
El animal maldito dentro de él, también lo hacía, a su modo destructivo y agresivo muchas veces; era el motivo por el que lo trataba de reprimir con tanta ansia, pero sentirla desatar sus propios deseos sobre él, tomando posesión del acto, aguantando sus fuertes embestidas, ahogando sus gritos de placer en sus oídos, todo se resumía a un grado de conexión que iba más allá de lo que en ese momento entendía. Solo alguien que en verdad le amara pasaría por todo eso con él...
Quizás entenderlo no era la forma correcta de tratar lo que sentía —mi diosa...— escapó de sus labios desde sus propios pensamientos — yo... no tengo forma de entender lo que me pasa... mi mente no dejaba de correr frenética por hacerla mía... pero tenía tanto miedo de lastimarla... de que esa bestia dentro de mí le hiciera daño...
Ante sus palabras, ella mordió su labio, había sido intenso, pero ella lo deseó así, aunque se sintiera en esos momentos agotada y adolorida — Ali... no hay nada de ti que yo no ame... puedes tomar todo de mí... — hizo una pausa, tratando de buscar la manera de decirle lo que ella misma había sentido — lo desee tanto... — enrojeció tratando de desviar su mirada, la que fue interceptada por la mano gentil de su amado, para que volviese sus ojos a él — sentía que quemaba, en medio de mis piernas... en mis pechos, quería que me tocara, quería que tomara todo de mí... quería dejarlo amarme, sin importar nada más... e-es muy vergonzoso, ¿puede este título de diosa, soportar esta muestra de deseos paganos? — volvió a hacer otra pausa, mirándolo fijamente — p-pero no me importa, nada me importa, mi señor... si aquellos deseos por usted me superan, lo superan... quiero amarlo de todas las maneras que mi alma y mi cuerpo me lo pidan...
Alistair acarició con ternura la mejilla femenina — mi diosa... Stacia... no la merezco... — en su oscuridad, ella se volvía su amanecer; y ella tenía que saberlo —amo todo de ti, tu manera de entregarte... de dejarme ser yo el hombre que disfrute de todos tus secretos...
Se desnudaban el alma, con ternura, con locura y entrega.
La necesidad imperiosa de poseerla que lo hizo rayar en la demencia, se había ido, pero no las ganas de fundirse a ella, de manera tierna y romántica, acarició su silueta, volviendo a pegar su rostro a los pechos de piel blanca de su amada, inspiró profundo su aroma, le encantaba; su lujuria se había ido, quedando solo la suave sensación de querer sentirla, cerró los ojos para profundizar todo el entorno en su memoria.
Más allá del placer, donde encontraba su pecho contenedor, sus manos delicadas abrazándolo, acunado a su diosa, a su amor; pensar en ella era saber que la estaba amando, en cuerpo, en alma, en su mente, completamente. Al punto que suspiró agradecido con la vida.
Tal vez durmieron unos momentos... no estaba del todo seguro.
—Amaneció... — susurró su amada, viendo la luz comenzar a colarse como débiles líneas claras por las cortinas.
—Sí... lamento haberla hecho dormir tan mal... — su risa flotó en el aire.
—Dormí lo suficiente... fue maravilloso amarlo hasta el amanecer — aún hablaban en susurros, formando una complicidad entre sus voces, así como lo hacían sus cuerpos aún abrazados.
Ella estaba apoyada en su pecho fuerte y él besó su frente con cariño, antes de responderle — la amaré todos los amaneceres, cada atardecer, cada día, hasta el último de mis días... todo de mí lo hará — Stacia dejó rodar por su mejilla una lágrima que fue rápidamente atrapada por su amado, quien solo la miraba con ternura; y es que sabía que aquella gota salada, no era por tristeza, era de felicidad, podía sentirlo burbujeando en su pecho, solo podía sonreír bobamente para ella.
Aceptaba que todo de él amaba a esa mujer que volvía a acomodarse entre sus brazos, aún no sabía si podía confiar en sí mismo cuando su maldición amenazaba con engullirlo, pero al menos, de cierta forma, aún en aquel estado, sabía que la amaba... que jamás la lastimaría... pero sobre todo que la protegería pasara lo que pasara.
El llanto de su pequeña los hizo mirarse — despertó — con una sonrisa dibujada en su rostro su diosa se ponía de pie.
—Iré yo... descanse un poco más, es mi culpa que no haya dormido... — se puso de pie rápidamente, vistiéndose mientras ella no apartaba sus ojos de él.
—Ya se lo dije, mi señor... no hay culpa
—Lo sé... pero quiero hacerlo... — interrumpió y besó una de sus manos por el dorso — además... quiero estar un momento con mi hija...
Ella asintió sin borrar su sonrisa, él le dio la espalda, estaba marcada en donde alcanzaba a ver, sus alas aún estaban ahí, las extendió y ella sintió que se trataba de un ángel, más allá, que mostrara la marca de una bestia.
Lo vio retraerlas —Eres increíble — había llegado a ponerse de pie tras él, besó su espalda, en aquel sitio donde sus alas habían desaparecido. Alistair se giró, tomando su mentón, respirándola, un breve momento antes de que volviesen a oír a su pequeña balbucear en la habitación continúa — ve con ella, prepararé el desayuno... y no, no necesito dormir más... se lo dije, mi señor, ha sido un amanecer hermoso... — besó fugaz sus labios.
—Te amo, Stacia — le dijo antes de salir, desde el umbral de la puerta.
—Y yo, Ali... con todo mi ser lo hago... — sonrió con alegría, esos instantes de felicidad le daban a su corazón todo lo que necesitaba para no sentirse derrotado... lucharía por ellas... siempre lo haría...
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Sé que me miras, pero no es a mí a quien ves, había errado en tantas cosas, tantas veces, me obligué a pensar que era lo mejor, pienso que si hubiera sabido que el abrazo que te di por la mañana, iba a ser el último, tal vez me habría detenido un poco más en tenerte, en apreciar tú cálida compañía.
Creo que ya no tengo miedo a perder, solo había tanto que decirte, y tan poco tiempo para hacerlo —Perdóneme —
Tenía miedo que al verme, despidieras, con una sonrisa aliviada, a la bestia que se iba por fin de tú vida, no podía ya cambiar nada, me prometí a mí mismo hacerte feliz, pero ya no podía, yo había fallado.
Ahora que no queda tiempo, trato de encerrar mis sentimientos en palabras, me di cuenta tarde que podía amarla como merecía, pero hasta ese día, ni siquiera era capaz de decir que me conocía a mí.
En mis recuerdos, esa noche pasó como un regalo, donde por primera vez fue mía completa, en mi modo, aún con el temor recorriendo mi subconsciente, dentro, muy profundo, nunca quise hacerle daño.
Poco tenía para ofrecerle, mientras con su mirada me daba calma en medio de mi agonía, el miedo se volvía mi aliado, las fuerzas dejaban mi cuerpo, y pronto solo podía verla a ella, el cielo pintado de negro y estrellado como eterno firmamento, se volvía mi testigo —la amo— me tocaba despedirme de sus ojos de atardecer, sintiendo que perdía todo lo que sentía tan mío.
Pero era una ilusión, ya estaba cansado, me sentía débil —No, no llore, no por mí... — tenía en el alma mil cicatrices — solo escúcheme... —
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La diosa había atravesado el lugar lo más rápido que podía, mientras la desesperación la consumía, podía sentirlo, a ambos, pero había llegado tarde; sus ojos como el atardecer que da paso a la noche oscura, llena de luces titilando, con un sonido que parecía resonar dentro de ella, lo escuchó, lo miró tendido sobre la piedra fría del suelo, por lo que se llevó ambas manos a los labios incrédula.
—A-Ali...— apenas mencionó, tan bajo, tan tembloroso... sus ojos se inundaron en lágrimas, podía sentir su vida abandonando el cuerpo herido y teñido de carmesí, los ojos plateados y brillantes, la enfocaron con dificultad... mientras la veía avanzar entre los escombros con dificultad notoria por los bloques destruidos a su paso.
Movió sus labios, pero ella no lograba oírlo, sus manos cubrieron su pecho apretadas, luego... lo escuchó, como si las palabras las mencionara en su mente —No, no llore, no por mí... sólo escúcheme...
Un viento frío sopló su cabello; y como susurros, un suave quejido que la hizo correr y aferrarse al pecho de su amado, cayendo de rodillas a su lado —Su sonrisa, mi diosa, reposa en mi recuerdo... déjeme verla, una última vez... — espasmos recorrieron su propia alma, el llanto había aumentado y más aún al escucharlo hablar de aquella manera dulce con que se dirigía a ella siempre, el temor a no poder escucharlo más la invadió.
—Ali, no hables... buscaremos cómo salir... — se separó y buscó con su mirada al rubio que se había transformado como él, no dejaba de ser su más leal amigo, tal vez, podría ayudarlos, pero antes de alejarse, la fuerte mano, con suma delicadeza, sujetó su brazo...
—Mi diosa... voy a dejarla... —Mencionar tales palabras lo destrozaba, mientras el frío caló profundo el interior de ella — perdóneme...
—No, no... Ali, no hay nada que perdonar...por favor... ¡Por favor, mi señor! ¡¿Qué está pasando aquí?! ¡¿Qué estabas haciendo aquí?! —desesperó por un momento.
—No soy él... soy la suma de todo lo malo, solo la maldición — cerró los ojos plateados con lentitud, sintiendo el roce amoroso de los labios de su diosa en su frente... al apartar sus crecidos cabellos.
—Ya te lo dije, no hay nada que no ame de ti Ali... tus virtudes y tus yugos... — su voz abandonaba su boca dolorosamente baja — te amo... a ti... completo... — él alzó su mano y con el dorso acarició suave la mejilla femenina enjugando algunas pocas lágrimas que chocaron contra su piel.
Su vida siempre fue un camino de espinas que había dañado en sus pasos sus pies, pero ella le daba la suavidad de las flores, aun en las tinieblas de los pasajes de su existencia, su diosa era ese matiz de esperanza — Este momento, es tan sólo un suspiro... pero mientras dure... soy feliz, porque la amé...
—Ali...— trató nuevamente de recorrer el lugar con su mirada para buscar una manera de sacarlo; pero todo se había teñido de negro, las estrellas parecían suspendidas brillando entre ellos, como el poder que su amado había desatado... apretó su boca y su mentón se arrugó tratando de contener el llanto, él se iba, lejos, donde ella no podría alcanzarlo... ¿Qué debía hacer?... No podía solo resistirse... cuando lo entendía... lo perdería... la palidez de su semblante y sus ojos hundidos no la engañaban... la mutilación de su cuerpo era un espanto... por lo que se reclinó despacio sobre su rostro para asegurarse de que la escuchara, mientras acariciaba sus cabellos como siempre hacía para tranquilizarlo, aún cuando sus propios ojos no dejaban de gotear. —Vuela Ali... e-extiende tus alas... extiéndelas lo más alto que te puedan llevar... y no mires atrás... —mencionó entre borbotones de lágrimas escapando de sus orbes que no lo perdían de vista.
—Donde vaya, seguiré sus pasos en silencio, no importa si pierdo el camino, su luz siempre me guiará en su destino, mi reina... mi diosa... mi amor... — sus ojos plateados permanecían apenas abiertos, la silueta de su diosa llegaba a su retina difuminada, pero el calor de ella lo abrazaba con ternura en aquellos últimos momentos.
Moriría en sus brazos —No importa cómo, ni dónde... ni cuándo... volveré a verlo, mi señor... —ahogó un suspiro en su garganta, que se apretaba cada vez un poco más al hablar, juntó su frente a la de su amado y acarició con sus manos su rostro — te amo, Ali... te amo... —lo besó con suavidad, sin esperar ser correspondida a causa de su debilidad.
Había veces en que un adiós no era un final, sino un nuevo comienzo, en su mente grabó a fuego esa pequeña esperanza, de verla de nuevo, de amarla como debía, apretó su mano pequeña contra él, con las fuerzas que aún le quedaban, dejando en el cruce de sus dedos, calladamente, esfumar su vida.
Ya no pudo sostener su mirada, ya no la veía; no fue capaz de oír el llanto desgarrado que rompió el firmamento en que él mismo los había envuelto, aferrada a su pecho, llorando amargamente, con sus puños cerrados, golpeando sin fuerza el cuerpo inerte, pero aún cálido —Vuela... lejos... a otro cielo, amor mío... — lo decía convencida, lo dejaba ir, pero su cuerpo y su propia alma, inconscientemente movían su mano a tratar, en vano, de despertarlo.
—Ali... ¡AALiii!
Lo llevaba en su piel, tatuado en su corazón, para recordarlo cada amanecer, cada vez que el frío se colara en su cuerpo, porque ya no estaría el calor de su amado para abrigarla, cada noche que despertara y no encontrara sus abrazos.
—Te amo... te amo... — sentía que se hundía, y ya no había nadie más que tomara su mano; el día parecía oscuro, como anochecer y él ya no estaba ahí... el sol se ocultó tras las nubes, que cubrieron el cielo — Siempre estarás presente en mi alma...
—¡AAAAghhh! —el dolor no podía coleccionarse más un pecho y se liberó en un grito desgarrador. Su llanto rápidamente se transformó en tormenta, que no tendría fin. Lo perdió, los perdió... está vez para siempre...
A pesar de ser una diosa no pudo hacer nada por salvarlo, debía aprender a dejarlo ir, a llevar su vida como él deseaba... aun así, no podía reprimir en un segundo la gran pérdida, dolía demasiado... un hueco se formó en su pecho. El calor que alguna vez la abrigó en las noches frías se apagó. En sus manos descansaba el amor de su vida... el hombre que le había enseñado su verdadero ser... quien le había brindado la bendición de convertirse en madre... Su todo...
El momento en que sintió como sus fuerzas lo abandonaban no salía de sus entrañas.
—Ali... —lo abrazaba contra ella sin deseos de moverse nunca más.
El sonido de pasos pesados le alertó de una presencia, no levantó la vista, queriendo estar junto al cuerpo de su esposo hasta que la última gota de calor desapareciera, acarició con cariño los negros cabello, algo maltratados por la travesía que tuvo que cursar.
Gotas ajenas a las suyas cayeron sin cesar sobre Alistair, era un sufrimiento que se igualaba al suyo, tan pesado y profundo. El ángel, lloraba a su lado.
—Ha sido mi culpa... —expresó con voz desgarrada, cayendo arrodillado frente a los ex reyes.
Negó. Con la punta de sus dedos trató inútilmente de parar su propio llanto.
—Él lo ha decidido así —una débil sonrisa se manifestó en su rostro al ver el de su amado, parecía que solo fingía dormir o eso deseaba creer... aún con la sangre deslizada sobre su faz y los golpes marcados y desgarrados en su piel —Ali, creyó en ti, aunque ya no esté, no quedaron remordimientos, siempre serás su amigo. Puedo darme una idea... de lo que han pasado... —respondió tratando de confortarlo, a sabiendas que la sangre de su amado yacía estampada en los puños del rubio.
Una gota de sangre acompañó las saladas, muestra que Eugeo había mordido su labio, provocándose daño.
—Aun así...
—No debes culparte —dejó de aferrarse al cuerpo de su amado para mirar de forma detallada la purificación que logró. —Si lo haces, lo que él hizo se habrá perdido.
La maldición, nunca fue algo malo, al igual que el poder que se le confío como diosa, un poder oscuro manejado por manos bondadosas traería milagros... y Ali era eso, un digno representante de lo bueno.
Asintiendo entre lágrimas, el rubio tocó con la yema de sus dedos a su amigo, sintiéndose indigno pero sabedor que las palabras de la diosa eran ciertas... si él tenía esa forma era todo gracias a Alistair.
Pensaba que debían realizar un último adiós de la manera más correcta... estaba claro que no podrían hacer una ceremonia de despedida como la que un rey debía de recibir. Él era su rey, Alistair estaría feliz con algo pequeño y hermoso. En la colina, bajo la sombra de un frondoso árbol llenó de fragantes flores y... moras... —el pensamiento le nubló las esmeraldas.
—Es una lástima, ha muerto. Sigo sin creerlo... eso complica mis planes.
La falsa tristeza de Quinella provocó que ambos se volvieran a ella. De forma instintiva Eugeo protegió a la diosa, extendiendo sus alas para evitar que viera de forma victoriosa el mal que había provocado.
—No des un paso más. —Advirtió furioso.
La mujer solo rio ante la amenaza.
—Querido, yo no soy un peligro. Además, no puedes contra mí. —Su franqueza resultaba agobiante.
—Aún así, es mi deber proteger lo que es importante para Ali. Con mi vida...
El rubio en su estado purificado pareció tensarse, el poder, maligno poder que la extraña mujer emanaba obligó a Stacia a pararse, dejando acostado sobre el frío suelo el cuerpo del ex rey, que depositó despacio en contra de su voluntad.
Una extraña oscuridad surgía... una que como diosa sabía sería difícil de manejar. ¿De dónde venía?...
—No he venido a pelear, solo quiero despedir como es debido a mi esposo. Exclamó a sabiendas que su sola presencia representaba que algo más se desataría.
La risa burlona de Quinella le ofendió mas no retrocedió, se dedicó a mirarla con todo el valor y fuerza que aún le quedaba. Sabía que el poder de aquella bruja era inmenso, por lo que no se dejaría llevar...
La mujer sin expresar palabra llegó hasta donde ellos, sus largos y delgados dedos acariciaron la mejilla del rubio, quien no ocultó el desagrado que ese tacto le provocó. Pero por alguna razón no se alejó.
—¡La diosa de la vida! Qué grato en mi humilde... hogar —sus dedos jugaban con el labio inferior de Eugeo. —Perdone el desorden, un par de monstruos hicieron destrozos, ya sabe, es difícil controlar su sed y ansias que sus instintos primitivos piden de esa manera.
Un nudo se le formó en la garganta. —Las bestias no son monstruos, ni mascotas...
Ella amó a una bestia y a un hombre, se entregó ambos; aún en su estado bestial más brutal, nunca osaron lastimarla.
Lo que se conocía era un error. Una grave ignorancia. El aspecto temible y aterrador no era sinónimo de maldad, ni destrucción... tras una mirada fría y llena de soledad, tras esas máscara y disfraz, un corazón puro yacía escondido. Los guerreros que construirían el mundo para la persona que amaran con locura.
—Lo son cuando desean carne, pero no la manchada de sangre... no para saciar su hambre, sino su cuerpo... el dulce manjar de las mujeres que les roba la razón.
Sus labios rozaron los del rubio, quien venció la parálisis y logró alejarse. Su rechazó la divirtió.
—El rey, Alistair II —la mención de su amado le hizo poner total atención. —Era un insaciable amante... no le bastaba una vez, siempre buscaba más, era brutal recibir sus embates... sentía que podía desgarrarme por dentro... aunque le retuviera por los cuernos, no paraba... era capaz de hacerse con mi ser de una manera muy simple... pero increíblemente complaciente. —Se abrazó a si misma, bajando su mano despacio hacia su vientre, de manera sujerente.
Sus palabras la descolocaron, no... Ali no sería capaz de perder el control y hacer suya a otra mujer. No pudo evitar comparar las palabras de la mujer con sus propias vivencias, era verdad lo que decía... pero eso lo sabía ella... solamente ella como su mujer... además... que para él siempre fue demasiado importante lo que su acompañante sintiera... lo sabía a la perfección porque aún en modo bestial, ella era lo primero.
—¡No la escuché Stacia-sama! ¡Ella miente! —La diosa no respondió, no iba a inmiscuirlos en algo tan profundo e íntimo y muchos menos al recién perderlo. El cuerpo de su amado yacía aún tibio a sus espaldas.
—Shh pequeño —de manera sensual atrapó con las manos los labios del ángel rubio. —No te pongas celoso, tu rudeza se compara con la de él, recuerda cuan salvaje te comportas cuando estás en mi interior, moviéndote como si no hubiese un mañana.
—No es cierto... —dio un par de pasos hacia atrás chocando con la diosa.
El cabello plateado pareció tener vida propia y atrapó el cuello del rubio, jalándolo. Con un par de aleteos descontrolados y con poca fuerza intentó tomar vuelo, algo que fue imposible.
La húmeda lengua de Quinella lamió la mejilla del ángel, y sin buscar alejarse notó el desenfoque en los orbes verdes.
Las pupilas platas bañadas con un brillo lila se posaron de nuevo en la diosa.
—Tú mejor que nadie me comprende, saciar los apetitos carnales de una bestia es agotador...
—Ali... Mi Ali no es ese tipo de hombre, lo que dices es un testimonio erróneo... —la confianza hacia él era ciega.
—Es tal como dicen, la diosa que lo perdona todo, incluso una infidelidad... hablando del ex rey, es algo normal, estuvo con muchas mujeres después de todo.
—Lo que él hiciera antes de estar conmigo no es mi asunto... —respondió seria. —Ni tuyo ni de nadie más que él... porque era su vida...
—Si es así... diosa... por qué volvería a dejarse cobijar por alguien más...
Stacia la observó con dudas, pero no deseaba caer en su juego.
—Es verdad que no sabe nada... —levantó las cejas la de largos cabellos plateados. —Él haría lo que fuera por evitar sentir más dolor... estaba harto del dolor...
.
Aún sin mencionarlo, cual el recuerdo resonara entre ambas entidades poderosas, la diosa se sintió transportada a aquel lugar... aquel día... donde entre las personas que gritaban el nombre de su amada, al verlo venir caminando entre la multitud, amarrado y enjuiciado por el Clero, lo subieron entre golpes a la tarima de la plaza central, lugar donde Eugeo le comentó que la gente del pueblo decía que se había cometido el regicidio.
Los gritos que clamaban por su libertad, la empujaban de un lado a otro, mezclados con los seguidores clérigos que pedían su cabeza. Haciéndola caer en desesperación al instante, no podía ser cierto, estaba ahí... y una vez más no podía hacer nada, aunque tratara de gritar su voz no salía, mientras las lágrimas se corrían con rapidez al ver el primer hachazo que lo tiró al suelo.
Lo único que pudo hacer fue acercarse lo más que pudo, pero sus manos no llegaban a él para consolarlo, aun entre sus lágrimas que la llaman antes de perder la conciencia.
La sangre se deslizaba desde su espalda mientras cubría las escaleras a su paso abajo.
—¡NOOOO! —gritó horrorizada al ver el segundo golpe del hacha que le privó de su ala izquierda, aumentado el rio de sangre que bañó su vestido, mientras era testigo de como la guardia espantaba a las personas de los alrededores y despedían al verdugo, dejando a su amado solo en la plaza.
Pasaban las horas y apenas y movía lento la respiración.
Ahora entendía las palabras de Quinella... ella no tenía idea de lo que había ocurrido en ese lapso de tiempo... sabía que había sido terrible... que quizás sería demasiado doloroso para él recordarlo... por eso no preguntaría nada hasta que él estuviera dispuesto a hablar y lo hubiera esperado todo el tiempo que necesitara...
No tenía derecho a estar observando esos recuerdos que no le pertenecían... por un momento se sintió intrusa en las memorias de su ser más amado, pero... solo así podría comprender...
Por lo que levantó la mirada para observar, encontrándose con la figura de la bruja, apareciendo al lado de su amado tendido en el piso, se lo llevó...
¡¿Dónde te lo llevas?! —gritó desesperada pensando que no podría seguir viéndolo.
Para entonces ver pasar a su lado a una especie de duende... ¿Dónde estaba ahora?... miró a los alrededores, parecía un salón dentro de alguna especie de torre.
—Mi señora, déjeme mostrarle todos los pergaminos santos que encontré escondidos en la biblioteca... estoy seguro que en alguno de estos está el hechizo de liberación. —El pequeño hombre calvo, entró prácticamente cegado por la gran cantidad de material que llevaba, a los aposentos donde la regente se encontraba, los dejó caer entonces contra el suelo y elevó la mirada hacia ella, emocionado por su recompensa por cumplir con la labor encomendada. —¡EHHH! ¡¿Y ese quién es?! —Chilló al notar la compañía de su empleadora, que no cesaba de acariciar en mejillas y labios.
Al que la diosa de inmediato reconoció y se acercó. —¡No lo toques!
Completamente ajeno a la situación, yacía aún inconsciente sobre la suavidad de la cama, el rey destronado de Overworld.
—No es nadie... —mencionó a la pregunta Quinella.
—¿Cómo dice?...
—Lo que has escuchado... él no es nada... ni nadie... será solo lo que yo decida que sea.
—Pero... por qué... —pronunciaba entre dientes, muy molesto el sirviente.
—No quiero que interfieras... ni tú ni nadie... —dejó de tocarlo para solo mirarlo, agachándose sobre él, dejando correr su cabello cual cortinas alrededor del rostro del de cabellos negros. Ante la diosa que no podía tocarlos para separarla de él.
—Es mi nuevo juguete... y prefiero que permanezca así para poder conocerlo bien... hay tantas marcas en él que me gustaría borrar... —entrecerró los ojos
—Significa que está defectuoso... los juguetes con desperfecto deben eliminarse, permítame usted... —empezó a acercarse a la cama, donde yacía recostado Alistair. Ante la mirada aterrada de Stacia.
—¡No! —lo miró imperativa, la bruja. Deteniéndolo con el aliento retenido.
—Mi... señora...
—Vamos a dejarlo descansar... necesito que recupere todo su vigor y el crecimiento de su ala, está absorbiendo demasiada de su fuerza.
—Para que quiere a ese muñeco defectuoso teniendo un muñecote... —masticó sus palabras al verla levantarse y salir de las cortinas de la cama. —Jeje... —elevó las cejas al verla alejarse y de puntas caminó hasta la cama, subiéndose de un salto, mostrando al verlo el rencor infinito que sentía al saber que su señora lo trataba de manera tan especial. —Ella lo dijo... tu condición es mala... malísima....
—No te atrevas... —Advirtió la diosa al ver las intensiones de Chudelkin, al acercarse con la mirada maniática hacia su amado.
—Mi... dios...a... —movió por un momento los labios, parecía llamarla entre sueños.
—¡Estoy aquí, Ali! ¡Mi señor! —No podía ser cierto... aunque intentara llegar a él... no podía... posaba sus manos en la suya y lo traspasaba... después de todo era un recuerdo el que presenciaba... pero era demasiado doloroso no poder protegerlo cuando estaba claro que ese hombre horrendo buscaba su mal.
—S...tacia... —mencionó con cierto dolor el llamado de su nombre que lo mantenía con vida, lo que lo llevó a abrir los ojos, completamente desorientado y con visión borrosa, aunque hiciera lo posible por captar aire, no circulaba hacia sus pulmones, había algo en su garganta... movió su brazo derecho con toda la voluntad, al sentirlo pesado y dormido, pero lo logró, lo llevó hasta su cuello, sintiéndolo entonces, una mano, lo apretaba con gran fuerza, tratando de colapsarle la garganta.
—¡Muere, muérete muñeco defectuoso!
—¡Suéltalo! ¡Por los dioses, suéltalo! —no podía hacer más que sufrir y mirar desesperada lo que estaba ocurriendo.
Las manos del hombrecillo se apretaban con gran fuerza contra el cuello de su amado que parecía iba a quebrarse de continuar, al punto que no pudo seguir luchando, por la debilidad, dejándose ahorcar.
—Por favor, ya basta!
—¡Chudelkin! —gritaron casi al mismo tiempo la bruja y la diosa, al ver a la primera, el cuello del ex rey fue soltado, recibiendo aire de golpe, obligándolo a despertar, entre la tos y la incredulidad de estar con vida.
—¡Mi señora! ¡Estaba!... ¡Estaba sufriendo tanto que solo podía ayudarlo a cruzar al más allá!
—Te dije que no lo tocaras...
—¿Do... dónde estoy?... —apenas y podía enfocarse, mientras las marcas enrojecían en su piel en la zona donde lo sofocó.
—Estás aquí... —lo recibió afectuosa la de largos cabellos plata. —A mi lado... como siempre ha sido...
Stacia se llevó las manos al pecho, tratando de tranquilizar su respiración incrédula.
—¿Stacia?... —preguntó en su dirección, cual pudiera verla... sorprendiéndola.
—¡Sí, Ali! ¡Soy yo! ¡Estoy aquí! —llegó a su lado, pero al no poder interactuar más, vio la desilusión en el rostro de su amado.
—No, mi señor... soy yo... Quinella... la mujer del sello de la bestia...
Con su explicación pareció recordar de que trataba, por lo que aún en su debilidad buscó encontrarla.
—El sello se ha roto por completo... por favor... déjame verlo... llámalo...
—¿Llamar?... —entrecerró los ojos, exhausto. —No me siento bien...
—Claro... a mi bestia... trae para mi a la bestia —mencionó más imperativa.
—Sé... que está incompleto... —miró el espacio que ocuparía su ala. —Pero lo necesito...
—Estás loca... —empezó a sentirse presionado por lo que buscó sentarse, pero no pudo, el dolor de su herida abierta en tanto que provocó náuseas.
—Él podrá manejar mejor ese dolor... él lo es todo... deja que él se encargue...
—Jamás lo traeré por mi cuenta...
—¿Qué es lo que tengo que hacer para verlo? —preguntó molesta tomándolo por el cuello ella misma, con uno de sus largos mechones de cabello.
—¡Ali! —aunque la diosa tratara de intervenir nada funcionaría...
—Eso es... mátame... —la incitó ante una desconcertado Stacia. Al recordar que aquellas mismas palabras fueron las que le gritó en su modo bestia en aquella ocasión encerrado en el castillo. ¿En verdad deseaba tanto morir en aquel entonces?...
—Aunque me lo pidas no lo haré... —lo acercó a ella, halado por su mechón, causándole terrible dolor al separarlo de la almohada, hasta sentarlo para que la viera. —Nada de lo que tú desees se cumplirá nunca... porque ahora lo único que se interpone entre mi bestia y yo eres tú... así que lo único que debo hacer es obligarte a traerlo...
—Digo lo mismo... —mencionó apretando la dentadura. —Aunque me lo pidas... no puedo...
—Está bien... supongo que tendré que buscarlo por mi cuenta...
—¿Qué?... —miró incrédula la diosa, cuando lo besó con rudeza haciéndolo caer sobre la cama, en medio del semblante adolorido, corriendo las sábanas hacia abajo y buscando de inmediato su entrepierna. —¡Por los dioses! Estaba frente a frente con lo que estaba sucediendo... no podría soportarlo por mucho... lo estaba obligando a recibir sus caricias bruscas y mezquinas, mientras al resistirse su sangre se embarraba en la cama donde le recostó en un inicio con el fin de cuidar de él.
La fuerza y la resistencia ejercida le llevaron a manifestar los cuernos, más que por sus toques grotescos, por la inminente corriente de lucha que lo invadió.
Al notarlo lo soltó. —¡Eso es! ¿Ves que si podías?...
—Malnacida...—escupió la sangre que escapada de su cabeza se había deslizado a caer entre sus labios con el forcejeo.
—No deseo maltratarte... la verdad es que prefiero mucho ver a un hombre hermoso en su esplendor... y no obligado como un gusano que terminará aplastado... Así que hazlo para mí... —caminó a la cabecera contraria de la cama y tomó asiento en el aire.
—¿Hacer?... —preguntó extrañado, mientras la diosa miró en la dirección de la bruja, esperando saber qué pretendía.
—Por favor, no actúes de ingenuo, muñeco defectuoso y horroroso... no hagas perder el tiempo de la señora... y abre bien las piernas para que vea. —sentenció el enano.
No podía ser cierto lo que pedía... la diosa se llevó una mano a la boca, recordando que el mismo Alistair le había confesado que ese tipo de cosas no las había practicado jamás por su cuenta, pensar que sería obligado por ella... la destrozaba.
—No...
—No lo haré...
—Vas a darte placer... para que yo pueda ver como la bestia viene a mí... —sentenció molesta.
—Estás enferma...
—¿Entonces no vas a hacerlo?... —levantó una ceja, sin amedrentarse.
—¡Por supuesto que no! —gritó asqueado, pero al momento que terminó largos filamentos de cabello se habían enredado en su cuerpo obligándolo a cooperar.
—Muy bien... si eres tú o alguien más es lo de menos... lo que yo deseo es ver a mi bestia... —miró entonces hacia Chudelkin.
—¿Querías que jugara contigo, no es así?...
—Sabe que es lo que más deseo, mi señora... que me permita disfrutar de su cuerpo...
—Y lo harás... porque jugaremos los tres...
Ante sus palabras, la respiración del ex rey se aceleró en el trauma de pensar lo que eso significaba. —¡Ni se te ocurra! ¡Maldita, perra, enferma!
—¡Solo cállate y déjate hacer! ¡No ves que la señora ha prometido atendernos a los dos! —se posó entre sus piernas, mientras abría la boca, cual buscara reunir el líquido sobre su lengua.
La diosa cayó arrodillada, sentía que le faltaba el aire al escuchar los gritos destrozados de su amado...
No podía levantar la vista... aunque se sintiera morir por dentro... era demasiado horrible... había pasado por eso y no le había dicho nada... —Ali... —se lamentó entre llantos y sollozos.
Pero no duró demasiado... apenas habían pasado un par de segundos cuando el rugido y el sonido de los huesos destruyéndose aplastados, la obligó a mirar.
Era... en verdad aterrador... hasta para ella... no quería dejarse consumir por el miedo, pero... habiendo arrancado todos los mechos de cabello, yacía sentado en cuclillas sobre la cama, con el ala negra que aún tenía completamente extendida y la herida de la faltante, desprendía chorros sangrientos al aire. Los ojos de la bestia habían tomado posesión con aquella mirada plateada brillante, que observaba con odio frenético a la criatura que con la mano había atravesado desde la boca hasta salir al otro lado de su cabeza, entre los mares de sangre que se desprendía de la misma, rociándolo por completo.
Para entonces tomarlo cual muñeco entre ambas manos y empezar a jalar para separar su cabeza del resto, rompiéndole la mandíbula y terminando así de cercenarlo. Aventó la cabeza cual pelota contra la pared, para seguir con su cometido de rajar aquel cuerpo cual sintiera curiosidad de lo que hay adentro.
—Ali... —trató de avanzar la diosa, sin poder limpiar sus lágrimas, al sentirse aún descolocada y más aun al ver a la mujer acercándosele.
—Es suficiente... —le acarició el rostro, al abrazarlo desde la espalda, sobre su ala. —Estás aquí...
—Mi...dio...sa... —arrastró las palabras desde su garganta lastimada, se había convertido sí... pero de un modo diferente... alimentado por la desesperación... que buscaba solo librarse de aquel ser repulsivo sobre su figura.
—Sí... —mencionó con suavidad... Pero su respuesta no fue escuchada, cual pudiera discernir entre la verdad y lo que no lo era. Continuó rasgando el cuerpo entre sus manos, que tras separar en dos, tiró en direcciones opuestas, para pararse entre temblores y perder la conciencia, terminando en el suelo bañado de sangre. —No...me...deje... —habló aún comunicado con ella.
La diosa recordaba cada palabra de ese llamado, conexión que inicio con su desesperación... lo sabía en problemas, pero jamás se imaginó semejante desfachatez... sus lágrimas no pararían al saberse ajena a tal sufrimiento escondido en su amado.
—No lo haré... nunca lo haré... —respondió cual tal vez... a través del tiempo las palabras pudieran flotar hasta él.
Cuando vio a Quinella levantarse de la cama para llegar hasta él, voltearlo y acariciarle los cuernos, al tiempo que buscaba sus labios. No deseaba ver más... todo por lo que esa mujer sentía orgullo no fueron más que artimañas para hacerse de él... así que si luego de eso pasaba algo más... no era importante... no para el propósito que buscaba... caer en su engaño.
—Es mío... Ali es mío... —se sorprendió a si misma mencionando tales palabras, mismas que la trajeron de vuelta a la realidad.
Lo sentía, ella solo quería tomar el control, lo que deseaba era desestabilizar sus emociones y mente. Ese era su juego, la manipulación.
Era poderosa...
La forma en que hacía tambalear a Eugeo, en su estado purificado, se lo gritaba, se estaba conteniendo, esperaba algo, y no era intentar quebrantarla.
Después de todo no podía.
Confiaba plenamente en Alistair, su señor, nunca osaría tocar a otra y había sido testigo de ello. Incluso en su forma bestial nunca necesito otra compañía que no fuera ella, quien lo supo amar, como hombre y bestia.
Presa de esa inquebrantable confianza y amor, vio sin sentir temor a la escultural mujer de cabello plateado. Sin notar como tras de ella, el cuerpo de su amado empezaba a sufrir un cambio, elevándose levemente su espalda del piso, cual alguien le alzara.
La boca de la diosa se abrió levemente, buscando liberar las palabras que con euforia deseaban salir.
Pero... un extraño fenómeno se manifestó tras su espalda.
El cielo se tiñó en su totalidad de oscuridad y la misma tierra en la que yacía parada tembló...
Una explosión hizo que más de un kilómetro a la redonda se llenara de humo diamantino... todo a su paso perecía.
.
A pesar de que era el final... temía el inicio de algo...
El calor abrasador me engullía, era una sensación que provocaba que temblara y, al mismo tiempo, seducía al poco de consciencia que me quedaba a expandirse con las llamaradas.
La mariposa... mi guía, no la veía dentro de tanta oscuridad... no me atrevía a seguir sin ella...
Mis pensamientos y alma se desvanecieron, así como el otro yo sé disperso con el viento, ¿qué fue de la bestia? Siempre pelee con garra y dientes por territorio, por control, por mi cuerpo... ahora, mientras mi mente era consumida, llevada al lado contrario, arrastrada a un camino llenó de destrucción...
¿Era acaso el apocalipsis?
Pequeños fragmentos de lo que fui alguna vez seguían flotando, siendo testigos de ese desastre, de ese caos...
No entendía nada.
¿Dónde estaban todos?
¿Qué pasaba?
¿Se encontraban bien?
La bestia, Eugeo y... mi diosa, ¿qué fue de ellos?
¡Stacia!
¡¿Mi diosa, dónde está?!
Mientras más avanzaba las diminutas partículas encontraban más destrozos; paredes de edificios hecho pedazos, árboles tirados, lo que fue un abundante río había desbordado y el lodo se esparció por doquier... no había vida.
El desastre era inminente... aún observando todo, no sentía nada, absolutamente nada, cuando en el pasado me habría puesto de rodillas y llorar por tal catástrofe, me sucedió cuando la peste nos dejó sin nada...
Y ahí en medio del fango... La mítica guiadora de mi alma yacía muerta, alguien le cortó sus alas.
En lugar de buscar una respuesta o concentrarme en dirigirme a donde me debió guiar yo... sonreí, como si saliese victorioso de algo, como si la desgracia me causara diversión, una satisfacción enfermiza, quería ver... destruir todo...
¿Qué me pasaba?
¿Por qué deseaba más de esto...?
¿Qué era... yo?
Qué esta...ba haci... en... —las palabras no salieron más...
.
.
El viento trataba de arrastrarlos al desastre, parecía ese era su objetivo, tragarlos, el azote de aire se volvía más agresivo con cada segundo que pasaba.
Si el aire, afilado cual espada, los llegase a tocar sería fatal. El par de alas blancas, manchadas con sangre, luchaban por alejarse del peligro.
El ojo del huracán era el núcleo que cual imán los atraía.
—Nunca pensé que el poder fuera tan inmenso y destructor. —Un hilillo de sangre recorrió el rostro de Quinella. La sonrisa desapareció de su rostro.
Logró despertarlo, el poder ocultó tras la maldición que yacía en la sangre real, el caos... un dios mítico que fue heredado desde tiempos remotos; Caos... su ambición de traerlo de nuevo a ese mundo era la causa de todo ese destrozo irracional.
Desde antes del nacimiento de Alistar II lo supo, sería el contenedor perfecto para llevar el renacer de ese dios, de encubarlo hasta el día anhelado... la frustración, dolor, sed de sangre y venganza que rodeó la vida del príncipe maldito fue el alimento para el despertar.
—El vacío dentro de la nada había empezado a desatarse...
El humo oscuro y nebuloso cada vez se volvía más fuerte, se movía lentamente, era una oleada venenosa que ni ella podía traspasar, mientras estaba en ese estado gaseoso, no podría intentar atraparlo.
El cielo rugió, rayos hacían de su presencia más terrorífica, apenas iniciaba, descontrolado y furioso, cuando lograra una forma humana sería más poderoso.
—El dios ha renacido...
Aferrándose más al cuerpo del rubio, observó alrededor. No había nada más que esa presencia destruyendo.
Los acontecimientos de hace unos segundos pasaron por su mente tan rápido que no pudo evitar morderse el labio con rabia. Si no fuera por la fuerte unión con que ataba al rubio, hubiera muerto en la explosión, pero podía sentirse complacida... después de sus esfuerzos de años atrás al aconsejar el rezo al dios para lograr la impregnación en la reina... había funcionado... ¡En verdad había funcionado!
Los aleteos forzosos se debilitaron un poco al salir de la zona del peligro. Flotando en el aire clavó las uñas en el pecho desnudo de su bestia purificada.
Un rugido escapó de la boca del rubio.
Su títere estaba herido, mucho más que ella. Aunque quisiera atrapar al dios del caos, debía esperar hasta que el despertar se completara.
Regresar a Overworld y recuperarse era lo más sabio. Además, necesitaba estrechar más el lazo para domar por completo a su creación. Le sería de utilidad cuando regresara a atrapar a su presa.
—Mi esclavo —se aferró más. —Nos retiraremos por ahora.
Tras la orden el aleteo se dirigió al reino del norte.
.
—¿Qué es eso?
Aterrorizada, como las aves que huían por los cielos, la caballero no podía quitar los ojos del cielo que de la nada se oscureció, y donde un tornado se formó.
La mayor parte del bosque había sido consumido. Era la misma dirección a dónde la diosa había ido en busca de Alistair.
Cómo acto reflejo dio un par de pasos hacia adelante, necesitaba ir a auxiliarlos.
El llanto de la bebé en sus brazos la detuvo.
Desde hace unos minutos se había inquietado, creyó que era a causa del hambre por lo que fue en busca de algunos frutos que pudiera comer. La calma solo duro unos segundos, la bebé...
—Yvaine... —susurró el nombre de la hija del hombre que amó.
Los rasgos del alguna vez príncipe se reflejaban en la pequeña, era su viva imagen. Le dolió reconocer el gran parecido. Debía olvidar el pasado, ahora en el presente ese pequeño ser era lago importante para él.
Acunó a la bebé más a su pecho y trató de calmarla, comenzó a tararear una nana con el fin de controlar su llanto. Pero nada la calmaba, quizás también sentía el peligro.
La preocupación silenciosa que sus pupilas reflejaban le hizo volver su atención al acontecimiento antinatural en el bosque.
—Ali... ¿Qué sucede? ¿Dónde estás?
Una lágrima escapó de su ojo. No debió quedarse ahí, debió ir en su ayuda al ser contactada por la diosa.
.
Desde el inicio de todo, siempre estuvimos juntos, compartiendo el mismo espacio.
Esperando los nueve largos meses para respirar el viento, llorar, alimentarnos del pecho de nuestra madre y ver el reino que al pasar el tiempo heredaríamos.
Bajo los infortunios que nos tocó vivir... nunca te abandoné, siempre me mantuve a tu lado.
Animándote en cada lección de esgrima, sintiendo orgullo tras cada logro que tenías, cuidándote de que nada te hiciera daño, incluso en vela, yo... no te abandoné.
Pero... a pesar de que éramos iguales, prácticamente gemelos, fuiste tú quien recibió todo, mientras yo, era limitado a vivir en las sombras.
No pude disfrutar el amor de nuestra madre, ni las lecciones duras de nuestro padre.
Nunca tuve amor... te producía miedo, todos me temían...
En algún momento empecé a odiarte, a pelear por ser yo a quien vieran... saqué los colmillos y garras contra ti, hermano...
Fui egoísta... tenías todo... yo nada... al menos eso sentía...
Incluso nos enamoramos de la misma mujer...
Aun después de ser exiliado por mi naturaleza bestial, sonreías, con tu amada e hija a tu lado, aún no teniendo nada tú eras feliz...
Seguí causante problemas... descontrolado mi poder para hacerte sufrir... la envidia me segó...
Olvidé la verdadera razón de mi existencia...
Nunca imaginé que terminaríamos separados... Pero ahora finalmente lo comprendo... fue por eso... todo siempre fue por culpa de eso...
.
La caída de un árbol resonó con un fuerte estruendo. Tras el rastro de ramas quebradas que marcó el camino de la esfera emplumada que provocó el choque contra el tronco del ahora caído.
No había rastro de animales, habían huido de la zona. Dejando en soledad esa parte del bosque.
Plumas negras yacían tiradas en el suelo, cual fueran de un cuervo. El capullo de alas se desplegó dejando al descubierto el cuerpo de la diosa que por el shock de la explosión se encontraba mareada y desorientada.
Tuvieron que pasar incontables segundos para que Stacia fuera consciente de donde estaba.
Un par de brazos se encontraban aferrados a su cintura, la dureza de un cuerpo trabado tras su espalda amortiguo el golpe. El par de alas oscuras totalmente débiles estaban una a cada costado. Las enormes uñas que sobresalían de las manos de su protector le hicieron girar su rostro con esperanza.
—¡Ali...!
Sus labios se sellaron.
Lo que halló no fue a su esposo, a pesar de que era el mismo rostro, mirada, sonrisa retraída y aspecto. No era Alistair en su forma bestial el que la protegió fue...
La bestia...
No podía quitarle la mirada de encima, incrédula. Los largos cabellos oscuros ondulaban con el viento que aún recorría la zona, al compás de las plumas que continuaban desprendiéndose poco a poco.
Todo pasó tan rápido, cuando el cuerpo de su amado rey inició a manifestar el oscuro poder y luego la explosión, no había escapatoria, Quinella usó a Eugeo como escudo y escapó por los cielos, en cuanto a ella... quería ayudar a Alistair...
Una mueca de dolor se formó en su rostro al sentir la piel de su mano derecha arder, quemadura tras intentar llegar a él, ya estaría muerta de no ser por la bestia... quien la salvó.
Pensó que después de todo lo que pasó y al ser separados, al fin, encontraría el camino, nunca se imaginó que con su último aliento de fuerza la salvaría, llevándose el mayor daño. Bien había podido escapar y encontrar un lugar en donde descansar, pero no podía dejarla...
Ahora, estaba gravemente herido... aunque se mirara fatal, no era el problema, su fuerza se agotaba rápidamente.
—¿Te has lastimado?
La voz similar a la de su amado, pero al mismo tiempo tan diferente de la bestia la hizo volver en sí. Era la primera vez que veía esa manifestación sin que estuviera unido a su esposo.
—Es... estoy bien —no le dio mucha importancia a la quemadura.
La bestia miró hacia la derecha para ocultar la expresión de alivio. Claramente no deseaba mostrarle ese lado sereno y preocupado. Rápidamente se deshizo de ella para colocar una de fastidio.
—Esa herida, debes curarla.
La soltó. Stacia se percató inmediatamente que no fue una orden, más bien aparentaba ignorar que su cuerpo ya no tenía la fuerza para abrazarla con firmeza.
No sé movió, se quedó enfrascada observando cada fracción del rostro de la bestia.
—¿Te percataste? No soy él.
Lo dijo en un ataque de furia, ante la forma analítica que la diosa le miraba. Quizá dedujo que los comparaba. Eso le molestó.
—No estoy desilusionada, ni te temo, si es lo que piensas...
Sus palabras lograron que le mirara. Tenía los ojos más oscuros que Alistair. De alguna manera eran totalmente distintos... El tono de su piel la llevaba a querer tocarlo... pareciéndole cálido cual corteza de pan recién horneado.
La risa de la bestia hizo eco en el lugar. Pero la debilidad y graves lesiones le obligaron a parar y reprimir una mueca de dolor.
—Deberías... —rugió.
—Fui yo quien le provocó dolor a la vida de tu rey, soy la maldición... la desesperación, maldad y el temor...
—Aun así, eres una parte de Ali.
—Eres una mujer extraña —escupió. —Después de todo el daño que hice...
Stacia se alejó solo para volverse a él y tomarlo de la débil mano, la que perdía su color rápidamente, volviéndose pálida.
—Nunca te he odiado o temido por eso —apretó con fuerza el agarre. —Derramé lágrimas y fui presa de la desesperación, pero ahora entiendo que todo tenía una razón... eras el guardián de Ali, ¿cierto?
El silencio pesó con el pasar de los segundos.
—Lo has dicho... era...
Levantó su mano, no temblaba, pero había perdido todo el color, siendo su palma casi transparente... desaparecía.
—Mi deber era evitar que Alistair se convirtiera en eso.
Ambos observaron el cielo, ahí dónde el caos seguía tomando fuerza.
—¿Qué es lo que pasa?
—Apenas es el preludio, cuando él despierte nadie podrá controlarlo. Ni siquiera tú... Stacia.
—¿A quién te refieres? ¿Qué pasó con Ali?
No contestó, lo sentía, ya no le quedaba fuerza para regresar y tratar de volver a su trabajo de regulador, tras la separación, ya no podría volverse uno con él, la conexión se había roto.
—Él sigue vivo...
Los ojos de la diosa se llenaron de lágrimas, una de sus manos se posó en su pecho.
Su hermano tenía suerte...
—Pero ya no es el Alistair que alguna vez conocimos.
Ante la expresión estupefacta de la diosa, advirtió que la mitad de su cuerpo había desaparecido.
—Fue consumido, ya no hay nada que se pueda hacer...
—Debe haber una forma... —lágrimas ensuciaron el rostro femenino.
—Odio verla llorar —su ruda voz la obligó a tratar de controlarse. —Me gusta más cuando sonríe. Aunque no sonreía para mí, sino para él.
—Sonreía para ambos...
No pudo ocultar la extraña felicidad que se apoderó de su rostro, dejando ver sus filosos colmillos. Mientras ese sentimiento lo embargaba, seguía desapareciendo.
Al menos no se iría con remordimientos...
—Nunca fue el rey maldito y la bestia, fue Alistair, poseen el mismo nombre. —Habló con suavidad la diosa.
—Prefiero ser llamado bestia —habló con ironía. —Es lo que siempre fui.
—No creo correcto dirigirme a ti de esa forma...
El aire magnético aumentaba su cause, los árboles se mecían, las ramas chocaban unas con otras. Estaba tomando más fuerza, era peligroso.
—Deberías irte, este lugar ya no es seguro.
Su cuerpo casi había desaparecido en su totalidad, solo su rostro seguía visible.
—No puedo, debo volver, Ali...
La amargura se dibujo en su rostro, nuevamente lo elegía a él, a esas alturas era lógico, fue testigo del profundo amor que nació desde niños entre ambos.
En vez de sentirse infeliz debería de agradecer que su hermano tenía a alguien que lucharía para sacarlo de esa oscuridad.
No se dio cuenta en que momento cerró los ojos, esperando el momento que marcara el final.
El toque a sus cuernos le hizo volver a abrir los ojos.
Las manos de Stacia se encontraban aferradas a ellos, su rostro muy cerca del suyo.
—Gracias por todo...
Sus labios fueron sellados, la calidez que lo llenó.
Lo que quedaba de él, de esa bestia, se dispersó con el viento... Cía fue la única quien lo amó por lo que era... y derramó lágrimas abundantes al verlo esfumarse entre estrellas al aire, dejándola con las manos vacías.
—Ali... —susurró, para entonces negar al darse cuenta de su error. —¡Bestiaaaa!
No podía separarlos... para ella ambos todo... la suma de lo que su amado representaba, no podía solo dejarlo marchar... todo su mundo había girado en relación a la maldición... pero era sabedora que más que maldito... aquellas características lo habían convertido en un ser especial... con el poder destructivo de un ejército y la apariencia de un ángel...
—¡Por favooor! —su poder divino pareció reaccionar a su llamado, rodeándola del aura pura que como diosa siempre la caracterizó y que desde meses atrás había perdido sin explicación. Mientras las vivencias acudían desde su memoria a su alma que explotaba en la necesidad por recuperarlo.
Desde la piedra que le arrojó a la cabeza al conocerlo por el temor que le causaron sus pequeños cuernos, la primera vez que los sintió emerger en la cabeza de su amado al besarse sin control, el momento que la cargó a ella y a su hija recién nacida en la habitación y flotaron con el batir de sus alas, y esa vez que la tomó con tanta fuerza que se perdió a si misma entre sus brazos... en sus momentos más importantes... siempre estuvo él... porque él significaba las emociones de su amado... el florecer de sus sentimientos, si lo perdía...
Las alas de luz se desplegaron en su espalda en una agitación cual mariposa de inmensa luminosidad y voló...
Como una estrella fugaz que se dirige de vuelta al cielo, en medio de la estela de su rapidez, extendió los brazos y lo abrazó, de un momento a otro, sus brazos que se encontraban vacíos lo envolvieron contra ella, sorprendiéndolo en lágrimas incrédulas, había sido traído de vuelta... por ella...
.
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Continuará...
Uff geme, sabes que esto va directito para ti!!!
Así como hicimos el año pasado xD Kim y yo deseamos regalarte un capítulo en que hubiéramos colaborado las tres para que veas cuanto amamos nuestra super hermandad!!!
Sé que la gran parte del inicio ya te la sabías xD pero si te fijaste acomodé algunas cosillas, espero que te haya gustado.
Y bueno lo último es simplemente increíble jajajajaja.
Gemelita gracias por todo, sabes que la musa de Mythi quiere muchas cosas extrañas que solo por ti me animo a poner... espero no haya sido muy traumante xD.
Sabes que te super queremos!!!!
Feliz cumpleaños de parte de Kim y mío!!!!
PD
Por fin ya vamos a poder escribir de Ali en modo Caos—samaaaa kyaa!!!
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