Capítulo 5 "Rosas y estrellas"
YVAINE
Capítulo 5 "Rosas y estrellas"
Las noches como esa siempre le resultaban demasiado perturbadoras... la sensación de una lanza atravesando su corazón era poco decir... porque, aunque deseara detenerlo... aunque se opusiera... Por dinastía, linaje... nobleza... y otro poco más de parafernalia de la que ella no compartía en lo absoluto, porque en realidad no pertenecía a esas costumbres... a esa manera de vivir que con el pasar de los años había tenido que aceptar... por amor... En momentos como ese repudiaba y deseaba no haberse convertido en reina jamás...
No si iba a verse obligada a cargar con su pequeño en brazos por aquellos enormes pasillos, mientras sucumbía a la angustia y al temor desgarrador de perderlo a causa de aquellas fiebres provocadas.
Sus gritos cual alma en pena inundaban los pasillos oscuros, aclarados por el baile tenue de las llamas encendiéndose a su paso, por los sirvientes que salían de sus aposentos espantados a socorrerla.
Hasta llegar, prácticamente escoltada a aporrear la puerta del médico de la corte que, por órdenes directas del rey, no debía dejarla pasar.
Pero terminaba una y otra vez... compadeciéndose de la madre que clamaba por su más preciado tesoro.
Su hijo, el príncipe Alistair segundo que no había cumplido aún los cinco años, al que había evidenciado sacudirse cual poseso en medio de la altísima fiebre y quedar dormido luego del suceso.
— ¡¿Cuál fue esta vez?! —urgió la respuesta mientras recibía al niño en su apartado y empezaba la inspección inicial.
—No lo sé, no... pero... tengo conmigo los escritos... —buscó dentro de su vestido, lugar seguro en que nadie osaría tocar a la reina o a ninguna mujer noble para revisión. El escote que se desabrochó con premura. —Siempre están escribiendo en este manuscrito, ¡la tinta estaba fresca por lo que debe ser ese! —se lo pasó.
—Sí... en otras ocasiones los registros nos han ayudado... esperemos que también lo logremos con este... —develó las letras a su mirada borrosa, aún con aquellos cristales que le vislumbraban un poco, pero su esperanza pareció disiparse con el avance de la lectura. — ¿Cuánto tiempo hace que se le administró?... —la preocupación con la pregunta resultaba evidente.
—Pues... —se llevó ambas manos al rostro ofuscada. —No lo sé... yo estaba atendiendo a las damas que nos visitaban de... qué importa eso ahora... cuando fui a verlo para darle su beso, lo encontré así... ¡Se los he dicho tantas veces pero nunca me escuchan! ¡Es un niño! ¡Un niño! ¡Mi hijo! —cayó arrodillada frente al canapé donde yacía el príncipe palideciendo.
—No es solo un niño... y lo sabes... —la voz y presencia implacable de su marido la alertaron, sabedora de haberlo desobedecido y molesta por su falta de sensibilidad.
— ¡Majestad! —lo recibieron todos los plebeyos presentes que ante la mirada molesta del poderoso, lo reverenciaron y caminando hacia atrás sin darle la espalda un segundo, desaparecieron de su presencia. Mientras el Clérigo mayor que venía con él sonrió por la forma en que se había defendido su cometido.
— ¡¿Qué hace este hombre aquí?! ¡No lo quiero aquí! —se levantó con brusquedad refiriéndose al representante de la iglesia.
—La reina... tiene razón... espere afuera... —lo miró de reojo el rey a lo que el Clérigo asintió. Bastante molesto con la forma en que dirigió su propia mirada a la reina, que pasó de él, para volver a reunirse con su hijo, quien entre delirios febriles alcanzó a escuchar la llegada de su padre, por lo que intentó abrir los ojos para encontrarlo, sabía que todo lo que le ocurría era por su culpa... su decisión... pero con las palabras que se lo había explicado, también sabía que cargaba sobre sus hombros un destino difícil al que debía someterse, por lo que solo buscaba su aprobación. Pero no pudo más que escuchar la discusión que una vez más se armó entre ellos por su debilidad.
—No tienes derecho Alistair... quiero... quiero que tú también te vayas... —pronunció armándose de valor.
Al escuchar las palabras de la reina, el rey cerró con fuerza los párpados, mientras el médico, se volteó cual buscara alguna cosa que hacer.
—Kotori... no debes tomarlo de esa manera... sabes perfectamente que lo hacemos por su propio bienestar... por el suyo y...
—Por el reino... —completó su frase, cual se la hubiera aprendido de memoria. —Overworld no va a devolverme a mi hijo si tú y tu Clero siguen empeñados en arrebatarlo...
—Nadie está haciendo esto por su mal... Y es verdad... Overworld necesita que su futuro rey sea un hombre fuerte... ¡No un niño enfermizo que se le sea en verdad arrebatado por un mal de pecho! O un envenenamiento fortuito... es por eso que se le practican estas tomas de venenos... no sé cuántas veces tengo que explicártelo.
— ¡Sabes que Ali no es un niño enfermizo! ¡Pero no por eso debes someterlo a semejante tortura! ¡Solo porque creas que sobrevivirá!
—Todos los reyes pasamos por eso... lo sabes muy bien... los rituales de la realeza son horrendos, pero precisamente porque su divinidad les permite afrontarlo... y dentro del cuerpo de mi hijo corre mi sangre... ¡La sangre de un rey!
Ante su voz alzada no pudo más que callar, sus palabras acreedoras de poderío la doblegaban. ¿Quién era ella para contradecirlo?... Pero las lágrimas fungieron la vez de voz y se revelaron ante su marido como su clamor de terror a perder a su pequeño. ¿Qué quién era?, era su madre, la que debía protegerlo, incluso de su padre, del rey; el reino mismo perdía para ella importancia si eso significaba perder a su hijo.
Sus propias lágrimas hablaban por ella, pero no iba a temerle al rey; y antes de que de su boca salieran las palabras con dolor, un ligero quejido que pareció sonar en su mente la hizo cerrar los ojos.
—¡No... padre! —la joven voz temblorosa tras de ellos, los obligó a mirar. Lo habían despertado, encontrando a su pequeño, sentado, mirándolos tratando de mantenerse estoico, aún cuando la sangre de los pequeños cuernos rompiendo su piel, se regaba sobre sus mejillas. Estaba tan exhausto que había tenido que recurrir a aquel poder interior para afrontarlos.
— ¡Ali! —llegó rápido con él, la reina, rodeándolo con sus brazos y trayendo el pequeño rostro ensangrentado a su pecho.
—No más... —miró a su padre, que no podía quitarle la mirada de encima. Su pequeño era justo lo que deseaba criar... tan pequeño... pero tan fuerte. —No harás llorar a mamá nunca más... — la reina se apartó ante las palabras de su pequeño, sus ojos estaban difuminados con el llanto, pero no fue impedimento para ver el semblante de su pequeño hijo, con su mirada fija en su padre, como un desafío con el que comenzaba, a sus cortos años, a cargar sobre sus hombros.
Ver llorar a su madre cada vez que aquellas pruebas comenzaban; solamente 5 años, pero eran los suficientes para sentirlo...
Fue la primera ocasión en que fui consciente del poder que dormía dentro de mí... solo quería que parara...
A pesar del veneno recorriendo mi interior... había algo más... una voluntad poderosa que me movía... y si estaba relacionado con aquel par de cuernos que sobresalieron entre mis cabellos... ¿No podían ser malos, no es así?...
Los pensamientos de un niño no van mucho más allá de su propio mundo... el mismo que bajo el resguardo de los padres se vuelve un paraíso en el que crecer...
Pero cuando te ves sin ellos...
Cuando te obligas a ti mismo a fortalecerte porque es la única manera de sobrevivir... notas como el ambiente huele diferente y las tardes de lluvia son peligrosas... que el alimento hay que ganarlo para no sentir culpabilidad al llevarlo a la boca y que la compañía es invaluable.
Mientras todo cambia... mientras creces y tu cuerpo te reclama por otros intereses distintos al hambre... pero igual de insistentes.
Aún cuando todo aquello iniciara con otra costumbre ruin de la realeza... mientras la persona correcta entrara en el momento indicado a tu vida... todo valdría la pena...
.
Le parecía deshonroso... ser un caballero de la armada real y pasearse por aquellos lugares... por lo que cubierto por la capucha de telas azules trataba de cubrirse, aun cuando su cabellera de sol era clara a la oscuridad, reconocible por todos los presentes. Entre ellos el cantinero dueño de aquella taberna... El bar de las hadas... las mujeres mejor pagadas de la comarca.
Al verlo entrar, de inmediato le silbó, haciéndole saber que su misión había terminado. La persona a la que buscaba estaba en el lugar, y como siempre... él le cuidaría en lo que pudiera... después de todo le debía su libertad y era su señor, ante todo. Pero no podía negar la decepción que verlo en aquel estado le acarreaba.
Pero lo entendía... después de todo era un niño perdido...
— ¡Te dije que me dejes en paz! —se escuchó entonces el grito de aquella voz conocida, por lo que el rubio se apresuró a entrar más al fondo, en su búsqueda.
— ¡No te... necesito! ¡Maldita! —alcanzó a escuchar el insulto, al adentrarse, al mismo tiempo que una mujer salió corriendo, dejando solo a la persona a la que aquella voz pertenecía.
— ¡Alteza! —corrió hacia el mencionado, encontrándolo con los ojos rojos e hinchados, mientras su aliento era el aroma natural del vino tinto. No parecía él mismo, siempre gallardo y buenmozo, lucía desaliñado y desorientado.
—Eu...geo... —al menos le reconocía, por lo que suspiró con ligero alivio.
—Sí... vine por usted... no debió salirse así del castillo... me tenía preocupado...
—No podía estar ahí... —respondió con serenidad momentánea para buscar nuevamente la copa, misma que el rubio le quitó.
— ¡Dámela!
—No, señor... lo que vamos a pedir al cantinero es un buen vaso de leche de cabra con huevo y hierbas para que expulse todo lo que se ha bebido.
Solo de imaginarlo sintió devolver el estómago. —Si me haces beber eso juro que te mando decapitar...
—Una vez haya expulsado todo se sentirá mejor...
—Ya deja de hablar de expulsar... que... más que devolver lo que necesito es seguir llenándome de eso... para enfriar mi sangre, porque solo así... —sus ánimos bajaron de un momento a otro, por lo que el rubio lo miró con un poco más de delicadeza. —deja de doler tanto... —pronunció con suavidad, al tiempo que se le inundaban los ojos impidiéndole la correcta visión.
—No puedes seguir con esto...
—No lo entiendes... —le rodaron las lágrimas, cual la herida se abriera nuevamente. —Ella... ella no me dejó....
—Se fue... Ali...
—Ella... ¡Ella era lo único que yo tenía!... Pero no pude retenerla... ¡No se la pude quitar a su marido, porque su marido está bajo mi mando! ¡Porque soy un príncipe maldito en un reino maldito, lleno de gente maldita! Y nadie... puede permanecer a mi lado... porque no lo merezco...
Escucharlo solo removía la culpabilidad en su interior... por un lado, había sido él mismo quien ese día tres años atrás había ido en busca de la maestra de esgrima para ayudarlo a solucionar aquel problema... vergonzoso y para ellos extraño... en esos días, propiciando la formación del vínculo que ahora le hacía sentir morir...
Y por otro... aquel secreto que guardaba consigo día a día... junto al montón de cartas que la diosa Stacia le dejó y custodiaba con tanto empeño por él. Sin saber a ciencia cierta que debía hacer... ¿Tirarlas?... No tenía derecho de deshacerse de aquella representación de sentimientos que no le pertenecían... pero que podía tratar como suyas al tener su nombre escrito.
— ¡Estará bien! —no pudo más que abrazarlo con fuerza. —Estoy aquí... —mencionó dudoso por cómo se escucharía ante los oídos de su amigo y de quien pudiera escuchar, pero debía mencionarlo convincentemente, por lo que respiró profundo y lo gritó. — ¡Estoy aquí, mi señor!
Sus palabras solo conjugaron aún más las lágrimas en los orbes grises.
—Pasará... y yo le ayudaré... como siempre... solo es cuestión de aprender a dejar ir...
—Pero no quiero que se marche... —apretó sus hombros en el abrazo, sintiéndose escuchado y quizás hasta liberado por mencionar tales palabras.
—Piensa en esto... —lo separó para captar su completa atención, aún en aquel evidente estado de embriaguez. — ¿Era justo?... ¿Era normal?... ¿Era bueno?... Lo que hubo... sin duda... puedo decir que fue una nueva y grandiosa experiencia en muchos ámbitos... porque Liena—san estuvo contigo cuando más lo necesitabas... pero Ali... siempre a escondidas... y el amor real no puede vivirse de esa manera, porque si hay necesidad de ocultarlo del mundo, significa que algo está mal con él... aunque no lo veas, aunque no lo sientas... no solo es cuestión de dejarse ir con el corazón... y más si todo un mundo depende de ti...
—No quiero...
—No, claro que quieres... quieres dejar esto atrás, para poder volver a ser tú...
—Sí... nuestro señor... El príncipe que tomó su propio pegaso y guio las campañas hacia Underworld...
—Pero según dicen sobre eso... no ganamos nada... por el contrario... Vector se mostró clemente al dejarnos ir...
— ¿Es que no lo ves?... No importa la cantidad de veces que se pierda una confrontación... mientras nuestro príncipe se mantenga en el pie de la batalla nosotros estaremos con él... contra quien sea...
—Eugeo...
Le creí...
A lo largo de mi vida solo pude confiar en una persona... en mí... porque estaba seguro que en el menor descuido el Clero encontraría la manera de quitarme de en medio... pero podía relajar mi alerta cuando se trataba de él...
Eugeo, mi amigo... más que mi escolta, era el único con el que sentía que verdaderamente podía comunicarme. Y en verdad me aconsejaba en busca de mi bienestar... El único de todo aquel reino que en verdad... podría jurar que no buscaría hacerme daño jamás...
Sin embargo... en el momento en que sentí aquel terrible olor... la ambigüedad de sentimientos envolviendo mi interior se volvió en mi contra al no entender, es imposible enfrentar un problema de frente si no estás seguro de lo que debes atacar...
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El irrumpir de su entrada abrupta, arrastrando a la bestia rubia contra la pared, lo había dejado atónito al notar la presencia de quien realmente se trataba.
Estaba acostumbrado a llevar el embate con toda su energía, el poderío que su forma final le brindaba, agitando sus alas para impulsarse y defenderse, enormes escudos de plumas que se había acostumbrado a manejar a su antojo, que en ese instante yacían quietas sobre el aire, mientras sus orbes plateados temblaban en incredulidad.
Algo dentro de él, le demandaba acabarlo... morder la lateralidad de su cuello para derramar su interior y deshacerse de la confrontación, pero sus labios temblaron mientras los afilados colmillos se resguardaban de a poco.
— ¿Eugeo?...
Era como sí... toda la seguridad que su amigo le transmitía... se desmoronara en un segundo, dándole paso al poderío de la bestia que no desea más que dominar a la otra, así como lo sintió aquella primera vez con su padre... desear parar al adversario... pero si ese se trata precisamente de la persona que admira... ¿En qué creer?...
Podía reconocer su dolor en él... al haber sido recientemente convertido, no entendía dónde estaba ni quien era... los actos de Eugeo en esos momentos no estarían comandados por su conciencia y eso le hacía sentir una lástima inminente, al verlo revolcarse contra la pared y el piso tratando de librarse de su agarre, entre gruñidos molestos y aruñones.
— ¿Qué le hiciste?... —levantó el rostro con el rencor reflejado en él hacia Quinella, cual hubiera tocado una de sus posesiones más preciadas.
— ¿De qué estás hablando?.... —sonrió cual su pregunta le satisficiera. —No es nada más que lo que tanto anhelaban los dos... —caminó hasta pararse frente a ambos seres bestiales. —En verdad es una molestia que el viejo rey no esté aquí para ver esto... Pero solo a través de un ser tan bello podía atraer a otro... al real...
—El concepto de belleza que usas es ridículo... te lo he dicho anteriormente... —la voz carrasposa de la bestia de alas angelicales se arrastró con su movimiento, al verla caminar tras de él—No existe belleza en la muerte... y mucho menos en la sangre... lo único que tenemos los seres como nosotros... es ruina y desgracia... No deberían existir más... —enfatizó al apretar un tanto más la garganta de su amigo para mantenerlo sofocado.
—Dices eso porque sigues rehusándote a tu destino... —se agachó sugestiva tras él. —Sabes que la diosa jamás te aceptará... no como yo... que solo busco tu bienestar... ¿Y qué mejor manera de encontrarte nuevamente con quien realmente eres... la hermosa bestia de Overworld... que devorando todos tus lazos más sagrados?... —escudriño sobre su piel, metiendo su brazo bajo el que mantenía el agarre a Eugeo. —Adelante... mátalo...
—No funcionará... —respondió con una sonrisa baja. —Lo que haces no funcionará... aunque intentes manipular mi cuerpo o mi alma... no podrás... Porque en ambos no está nadie más que mi diosa... — era la bestia, aun en la distancia podía olerla, instintivamente la amaba en su manera primitiva; aún más empedernido, no cabía en su pecho o en su piel la sola idea de sentir a otra mujer que no fuera ella, su diosa.
—Le llamas diosa a la mujer que no permite que seas tú mismo... tú lo dijiste... que tus palabras la lastimaron... y te abandonó... — sonrió con tintes de nostalgia; la miró y volvió sus ojos a su amigo luchando aún por zafarse de él.
Arrastró su mirada a la mujer para contestar sus intrigas.
—No lo hizo... es solo que... ese tipo de cosas no son palabras que Alistair diría... — bufó con tristeza — finalmente lo comprendí... aunque yo la ame con todo mi ser... no puedo tenerla, porque ella le pertenece a él... y yo solo soy una parte de él... el rey, Alistair y yo somos una sola entidad separada por el dolor... Y... Si mi deber es estar aquí para contener a Eugeo... lo haré... cueste lo que cueste — él era una parte de un todo más grande, en algún momento debían derribar aquella barrera que el dolor había levantado, liberar sus mentes heridas y de algún modo, unirse; sonaba fácil en su cabeza.
Pero algo dentro de él se había roto... no... no era ese el término, antes de haber volado del lugar por aquel instinto al sentir a Eugeo, acariciando el cabello suave de su diosa, había comprendido que en verdad la amaba como un loco, todos lo hacían, ellos como uno lo hacían; no era sólo el infinito placer de yacer entre sus piernas, era esa cálida conexión que su pecho le provocaba al verla sonreír, al contemplar su sueño.
Qué patético hubiese pensado en el pasado, pero era muy distinto en ese momento, su diosa había reconstruido una parte de la bestia, amando sus demonios, su ser completo.
Y con aquel sentimiento apretando su corazón, dirigió su mirada a su amigo, recordando cada vez que estuvo ahí, conteniéndolo; no merecía lo que aquella mujer le había hecho —Entonces, amigo, pasará... y yo te ayudaré... como siempre... — le mencionó con una extraña gentileza, repitiendo las palabras que el rubio le dijo hace ya tanto.
Cual fuese la calma que precede a la tormenta, sonrió mostrando sus colmillos, haría lo que fuera.
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Un llanto lo había mantenido en el abrazo protector de su madre, pero era realmente desesperante aquella sensación apretando su pecho; obligándolo a suspirar entrecortadamente, había llorado tanto — Hijo... — la voz suave y conciliadora lo hizo mirarla.
El sentimiento alegre de verla ahí, contrastaba con el vacío que quemaba su interior — ya estoy bien, madre — la mirada confundida y preocupada de la mujer no se calmó con la declaración del príncipe; ella no permitiría jamás que encerraran a su hijo si sus alucinaciones llegaban a oídos del clero.
Guardó silencio, cual no supiera qué decir. Luego de varios minutos, habló — hay algo distinto en ti, Ali... puedes confiar en mí, soy tú madre... — él no respondió, miró sus manos que temblaban débilmente; y es que haber estado con su diosa, haberla hecho suya, aún lograba sentirla en su cuerpo, ¿de qué manera podría explicarle eso a ella?, lo creería loco.
Sus ojos oscuros tiritaban de manera suave cuando volvió sus ojos a ella, él iba a mentirle — Solo... soy yo, madre, no debes preocuparte — besó la frente de la mujer que comenzaba a llorar, sabiendo, aunque no le dijera, que no era cierto, él, él tenía algo...
Debía calmar su mente, pero era difícil pedirle a su corazón que dejara de latir de esa manera; y es que la manera sutil de su pecho para apretarlo desde dentro, era brutalmente agobiante, en su mente sabía que había solamente una manera de remediar todo — Stacia — murmuró aquel nombre cual fuera una súplica.
...
El olor de la paja acumulada y la madera húmeda por las mañanas era intenso; había tomado una capa negra que puso sobre sus hombros — Mi señor — frunció con fuerza su ceño al reconocer la voz, al girar, el regaño quedó relegado al ver a la castaña con ambas manos sobre su boca y su mirada cristalizada con culpabilidad —... Ali... — él estaba en los establos, acomodando la montura de su pegaso negro, formó una mueca en su boca y continuó con su cometido.
Oyó el resopló de la joven — ¿voy con usted — ¡No! — Alistair cerró sus ojos reprochándose a sí mismo su actuar; suavizó su voz — No es necesario, Liena.
—Quiero hacerlo...
—Debo ir solo.
—Ali, ¿qué ocurre?
—No puedo explicarlo ahora con claridad... solo necesito volver... — era todo muy confuso para ella.
— ¿H-hay... —hizo una pausa tomando fuerzas para la pregunta que debía hacer — hay otra... mujer? — Alistair bajó su rostro sintiéndose extraño y sonrió nostálgico.
—Nunca ha habido realmente otra — le respondió a ella, aunque se lo decía más a sí mismo. Si Vector no le hubiese quitado a su pequeña diosa de sus memorias, ninguna otra mujer habría podido entrar jamás en su corazón.
Se sintió terriblemente poco hombre cuando la escuchó llorar, y simplemente la ignoró; pidiéndole perdón en su corazón, montó a Sirrah, quedándose quieto apenas un segundo — ¡Vamos! — palmeó suavemente el lomo negro de su alado amigo y desapareció por el horizonte de la vista castaña nublada en llanto.
Su diosa era la mejor parte de él; no concebía un mundo donde no podría jamás aferrarse a su pequeña cintura y ocultar sus ojos oscuros tras sus largos cabellos de oro, era quizás el motivo más grande en su vida, su diosa, su hija; de pronto, con el viento soplando con fuerza por su rostro, las lágrimas volvieron a apoderarse de su mirada taciturna, su hija... Yvaine... en este mundo, ella no existía si quiera; reprimiendo en su garganta el grito que aquel pensamiento estallaba en sus adentros, cerró sus ojos ardiendo y volvió a palmear a Sirrah para que volara aún más rápido, simplemente, le era imposible esperar más tiempo.
El castillo de Underworld le parecía aún más majestuoso, las fértiles tierras verdes y de fluviales puros, era una maravilla visto desde lo alto de sus despejados cielos de aire limpio, extensos campos por los horizontes, adornando el imponente castillo donde la encontraría...
De acuerdo a sus padres, su diosa reinaba éstas tierras junto a Vector, él la había desposado en esa realidad, el solo pensamiento lo mareó, acumulándose en su estómago un vértigo escandalosamente feroz; él la besaba, él la tocaba, él la miraba despojada de su vestido... él... él la hacía suya... tomando de su diosa, todo lo que le pertenecía por amor.
Rabia, pena, angustia y sobretodo, un profundo dolor se gestaba en él, ante esa realidad de la que no podía huir, ¿de qué le servía recuperar tanto?, si perdiéndola a ella, lo perdía todo.
Sobre el balcón donde había irrumpido hace tanto, se quedó mirando oculto hacia el interior, no parecía haber nada, el sonido de la madera crujiendo al abrirse, lo hizo ponerse aún más alerta —Stacia— murmuró tan bajo, que pareció que ni él mismo había llegado a oírse.
En un vestido de suave color rosa, su pelo largo del color de las avellanas e incluso su perfume flotando hacia él, era capaz de notar; era tan hermosa viera como lo hiciera, su bella diosa en ese mundo, seguía sintiéndola dentro de su pecho, tan profundo.
Pero su vista se llenó de ira al verlo entrar tras ella, el rubio de rostro frío, como él, al mirarla, brillaban sus iris.
—Iremos al pueblo hoy, alguna festividad en tú honor; esos campesinos no se cansan nunca... aunque... no puedo culparlos — había puesto una de sus manos en la pequeña cintura de ella; Alistair mordió con tanta fuerza su labio, que el metálico sabor de su propia sangre lo asqueó, tal vez, no era aquel líquido, sino, esas manos que osaban tocar algo que no le pertenecía.
—Vector, no... no me siento muy bien — resopló molesto el rubio —
— ¿Cuándo te sentirás bien? Eres mi esposa, tienes deberes
—L-lo sé — mencionaba ruborizada y nerviosa
—Sabes que si te obligara, nadie podría decirme nada — los ojos de miel de la diosa temblaron; Alistair luchó contra sí mismo para no traspasar las cortinas y corta la mano del dios de la oscuridad, que amenazaba a su amada — Pero... no quiero forzarte, no aún, te entregarás a mí... solo necesitas saber que el tiempo juega en tú contra — tomaba un mechón largo de su cabello, llevándoselo a su nariz; de un movimiento brusco la había puesto contra la cama y su mano extendida tomaba con propiedad la pierna femenina, todo ante los ojos inundados en lágrimas de la diosa, que aterrada solo podía llorar.
Justo antes de que el príncipe de Overworld abandonara su escondite, Vector volvió a hablar poniéndose de pie — Por hoy puedes descansar, iré yo y tus odiosas hermanas... espero que a mi regreso estés más cariñosa, Stacia — la diosa lo miró salir y rompió en llanto, era angustiado y entre suspiros su respiración se entrecortaba, había llevado sus rodillas a su pecho e hipeaba sonoramente.
Alistair dejó correr lágrimas por sus propias mejillas al verla así, reprimiendo el impulso de correr a su lado y estrecharla entre sus brazos; pensó unos minutos, para luego hablar — No llore — la diosa se sobresaltó mirando en todas las direcciones, creyendo haber alucinado aquellas palabras — Sus ojos son demasiado hermosos para enrojecerlos en llanto — definitivamente no alucinaba.
— ¿Q-quién anda ahí? Muéstrese
—No soy nadie — Stacia se había puesto de pie, deambulando para encontrar el origen de la voz, era tan confortante, que sentía miedo de haber perdido la razón; y es que no era temor lo que sentía al oírlo — todos tenemos un nombre — mencionó para tratar de seguir la voz
—Lo tenía — Alistair se había ocultado y su voz parecía hacer eco, como si viniese de todos lados — Es difícil decir si quien está aquí, soy realmente yo — Stacia había salido al balcón, extrañándose al no ver a nadie por ningún rincón.
— ¿Aún sigue ahí? — preguntó al aire, pero no hubo respuesta.
Refugiado entre los árboles, le veía en la distancia, su cabello era agitado con la brisa fresca de la tarde, llevó su mano a su pecho — mi corazón es solo suyo — musitó de manera incontenible, burbujeando en su pecho al mirarla sin poder llegar a ella y apretarla contra él, fuertemente en sus brazos; se veía simplemente perfecta, no importando sus ojos hinchados y enrojecidos.
Un leve escalofrío le recorrió el cuerpo al repasar la voz de Vector amenazando con corromper la piel de su diosa sin que ella lo quisiese. La contraria sensación de disfrutar mirarla y odiar con el alma esa distancia, lo estaba matando lentamente; y dentro de todo, el odio comiendo en una esquina de su alma, mientras se preguntaba a sí mismo qué debía hacer.
Sentía que se hundía, era un todo o nada a punto de destrozarlo; a plena luz del día, todo oscurecía al no saber cómo debía proceder — mi diosa, ¿qué debo hacer? —preguntó al aire, perdiéndola de vista.
Limpió sus mejillas, caminando hacia Sirrah — ¡Basta de llorar! — se dijo a sí mismo — No la veré sufrir otra vez, amigo — montó su pegaso, mirando una vez más aquel balcón; llevaba sus manos embarradas — Volveré mi diosa — en ese mundo ella no era de él, era ajena, pero en su corazón, sabía que estaban conectados, no importa dónde fuera, haría todo por liberarla de cualquier sufrimiento, luego, luego vería cómo volver...
La diosa había mojado su rostro, su reflejo le mostraba lo débil que era, aun siendo la misma diosa de la vida, no amaba a su esposo, nunca lo haría; y extrañamente la calma de la misteriosa y profunda voz, la hacían sentir cálida.
Escuchó un leve ruido, caminó despacio una vez más al balcón, seguía sin ver a nadie; pero su vista quedó fija en el suelo de piedra; se acercó al suelo y cogió lo que allí había, una flor que apretó contra el pecho, sintiendo sutilmente el suave fuego, cerrando sus ojos de atardecer; y el mensaje escrito en hojas.
—Volveré — y sonrió; como no lo había hecho en mucho, mucho tiempo.
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—¡EUGEEO! —Gritó con la imperiosa necesidad de regresarle a su ser, cual su alma se hubiera perdido en medio de la bruma, entre el polvo que la pared que destrozó al ser aventado contra el adobe y bañara sus pestañas llevándolo a parpadear tratando de recuperar la visión. Pero fue solo un instante cuando el rubio se volvió a levantar y prácticamente voló impulsado por las alas en su dirección.
El una vez rey, en su forma bestial, lo tomó por el brazo y haciéndolo girar sobre si mismo lo volvió a repeler. No había logrado lastimarlo y no estaba dispuesto a que él lo hiciera. Debía pararlo...
—¡Jajajaja! No haces más que alargar su agonía... sabes a la perfección que esa forma consume la conciencia, la vida... los sentidos y el alma, él no va a detenerse... No ha sido domado... como tú...
—Solo intento causarle el menor daño posible... no puede ser que haya caído en tus manos... que hayas jugado con él de esa forma... no él... —cerró los ojos unos segundos, para entonces abrirlos al sentir la presencia nuevamente acercarse y reteniendo su avance hacia él con una de sus alas, despidiéndolo por tercera ocasión.
—No será tan fácil... la ambición de su espíritu es inmensa... tanta que su poder depende poco de lo que yo pueda darle... y me ha servido bien, seguirá haciéndolo hasta que sea necesario. —sonrió cual disfrutara de la preocupación en el rostro del recién llegado.
Lo sentía en carne propia... las palabras expresadas por la mujer de larga cabellera plateada se manifestaban en la bestia de cabellera rubia que poco a poco se ponía en pie, encorvándose hacia adelante, tratando de mantener equilibrado su cuerpo con el peso de las alas, a las que poco a poco iba tomando costumbre, al punto de hacer reaccionar sus propios iris al dorado de depredador, mientras la mandíbula le temblaba por el deseo del encuentro y destrozarlo bajo sus garras.
No podía permitirse tocarlo... por lo que apretó los dientes con fuerza, derramando en el proceso su propia sangre. Momento en que notó que había comenzado a salivar al sentir como el espeso líquido de escurría entre sus labios. No solo tenía que detenerlo a él... sino a si mismo... a la amenaza que dentro de su cuerpo sentía. Y las intenciones de desaparecer al intruso.
Como el inicio del réquiem de la soledad... se abandonaría a si mismo con el fin de lograr contenerlo tal como le prometió. ¡Eugeo no tenía la culpa!
El vaivén de las garras y colmillos sobre su piel era casi incontenible, mientras reprimía sus propios instintos de contraataque al ser mordido y herido.
Nos habíamos enfrentado muchas veces... en entrenamientos con espadas de madera y reales. Siempre había trucos nuevos que aprendía con la maestra o salían por mi cuenta... en medio de los movimientos que pensaba podrían servir en el combate, era nuestro propio estilo, esgrima sin nombre, pero conveniente para nuestros propósitos.
Hasta que llegó el momento en que cada vez me costaba más ganarle... su entrenamiento era tan estricto y él se exigía tanto que me dejó atrás en fuerza, mientras me encerraba en las labores del palacio, él se fortalecía en la batalla, pero más que contrariado por la distancia... me sentí orgulloso.
Mi amigo... mi guardia principal, era uno de los hombres más fuertes que conocía, más rectos, pero sobre todo más nobles...
Mi mano derecha y mi bastón...
Creo que puse demasiado peso en ti... al punto de confiarte lo más valioso para mí...
Sus párpados se apretaban con fuerza soportando el dolor de los colmillos clavados en su brazo, para intentar separarlo al empujar su cabeza hacia atrás con el otro brazo, notando así como las lágrimas se amontonaban en las pestañas una vez polvorosas de los ojos verdes.
—¿Eugeo?... ¡¿Estás ahí Eugeo?!
—Ali...
Su voz se apagó de golpe al ser consciente del daño que le provocaba a quién debió y juró proteger. Las lágrimas se desbordaron de sus ojos.
—Eugeo, ¿Eres tú? —trató de estimularlo una vez más para volverlo en sí a través del llamado suave pero aún profundo de su voz.
—Yo... le he fallado...
Inmerso en una lucha interna, la bestia rubia le soltó. Borbotones de sangre escaparon de su brazo herido, el dolor era insoportable, cual aparte de dañar le inyectara algún tipo de veneno. Los poderes de su ser bestia eran desconocidos a tal punto que no tenía la certeza. Su propia sed le hacía querer sacar los colmillos. El ex rey lo soportó, luchó para detenerse, mientras se sostenía el brazo y retrocedía un par de pasos.
Su amigo, protector y mano derecha, yacía arrodillado delante suyo, no pudo evitar acompañar su llanto. Estaba tan feliz de pensar tenerlo de vuelta, pero al mismo tiempo preocupado al notar el desgarrado sentimiento de culpa que lo invadía.
—¡Merezco la muerte...! —gritó. Su cuerpo sucumbió y agachó el rostro, sus alas perdieron la fuerza, se convirtieron en una carga más. —Te fallé e... hice daño... —la conmoción por lo sucedido era tan grande en su interior que no podía dejar de jadear.
No dudó en agacharse junto a él, en carne propia sabía qué era ser consumido estando en ese modo, donde la culpa y miedo le volvían más vulnerable. Ese parecía ser el caso, por el lazo de fraternidad que los unía hacía que la culpa de Eugeo creciera con rapidez.
—Ya todo está bien —le puso las manos en los hombros, percibió un leve temblor. —Saldrás de esto amigo, te ayudaré.
Apretando los puños con fuerza, el temblor en su cuerpo aumentaba a tal ritmo que le preocupó, se acercó más. No podía dejar que siguiera hundiéndose.
—Eugeo...
Un golpe a puño limpió directo a la cara lo hizo caer al suelo. El ataque fue tan fuerte que lo dejó aturdido por varios segundos. Para al empezar a recuperarse, notar como la bestia que le tiró, empezaba a moverse con intensión de levantarse.
—¡¿Qué me ayudarás dices?!
Bramó con ira al montarse sobre él y acertarle otro golpe. Salpicando de sangre los alrededores, ante una bruja del sello que cruzó la pierna al observarlos, sin mencionar aún motivo alguno para provocar semejante encuentro desfachatado.
—¡Toda la vida he sido yo quién te ha sacado de los innumerables problemas! ¡Lo que soy ahora es por tu culpa!.
Se cubrió con los brazos, la lluvia de golpes no cesaba por lo que tuvo que utilizar sus pies para empujarlo y así liberarse. Su mirada se posó en su amigo apenas logró ponerse de pie.
—Eugeo yo... —frunció el entrecejo, molesto consigo mismo, no había nada que pudiera argumentar; era cierto, siempre fue él quien estuvo peligrando, que por estar maldito arrastró a sus problemas a su amigo, ¿cuántas veces le ayudó? No por deber, sino por la amistad. Si hubiera dejado de ser el príncipe tonto y problemático quizás esto no hubiera ocurrido... ¡no! La maldición no podía eliminarse, siguiera o no siendo rey, la carga que su reino traía consigo no sería cambiando por el destino. Pero aun así, debía intentar traerlo de regreso. —Hare lo que haga falta para liberarte.
La bestia rubia se rio. El par de alas oscuras, tan distinta a sus aladas compañeras, se movían de manera involuntaria, lo que indicaba que se estaba familiarizando con ellas, dispuesto a darles el uso que se merecían.
—Cuando eras rey no lograste salvarte a ti mismo, ni a la mujer que amabas, fui yo quien la alejó de las garras del clero. Ahora que no tienes nada, que no eres nada... ¿piensas salvarme?
Ira, odio, remordimiento, además de dolor y sed de sangre percibió en esa aura que a paso lento se acercaba. Él no era Eugeo, era la bestia, lo que le causaba aún más dolor y remordimiento, saber que aquel estado dejaba salir la más profunda oscuridad... y si su amigo era consumido por ella, la aceptaría, porque había sido él mismo quien la había sembrado en su alma, probó en carne propia la desesperación y libertad juntas en un solo sentimiento. Aquella retorcida ambición por dañar al ser amado.
—Abandoné lo que era importante para mí, ¿porqué? Para que tú hicieras lo que te plazca. Mientras vagabas entre mujeres, alcohol y caprichos yo me culpaba de no ser capaz de ayudarte, entrené sin descanso para protegerte, aconsejarte, ser la mano derecha de un príncipe que sólo pensaba en sí mismo. Que incluso robo mi identidad...
—Eugeo...
—No tienes idea de lo frustrante que era... pasar los días cubriendo tus rastros y cuidando una puerta vacía... sostenido por el engaño de una amistad que en verdad no existía... tus órdenes debían acatarse y es que nada podía hacer... No era más que otro esclavo vestido con armadura...
—No digas tonterías... —el arranque de su propia bestia se veía venir, por lo que apretó los dientes, no resolvería nada atacándolo... se había dicho a si mismo que las palabras eran sin duda la daga más poderosa de todas y en aquel estado no haría más que provocarlo. —Siento que fuera así —sus manos se volvieron puños. —Te hice cargar mucho... lo siento... Pero Eugeo... —trató de empatizar al sostenerle la mirada, pero no encontró más que soberbia en los iris esmeralda.
—Lamentaciones, lamentaciones... ya es muy tarde para pedir perdón... Ya lo perdí todo... —sonrió cual su propia desgracia le sonara ridícula.
Sin reponerse del todo cargó hacia Alistair, que nuevamente lo hizo retroceder usando su ala. No quería lastimarlo.
—¿Qué sucede con esos ataques? —la risa divertida de la mujer de larga cabellera le enfureció. —Quiero verte... muéstrame lo que vi aquel día...
—Es mi amigo, no lo conoces, él es fuerte, más que yo, podrá controlar al demonio que trata de consumirlo.
Sin perder la sonrisa la mujer se acercó. —Solo hay una manera de detenerlo... la muerte...
Retuvo el nuevo ataque, Eugeo utilizando las uñas que parecían garras afiladas, cual espadas, le rasgó el pecho, lo que le hizo gruñir de dolor.
Con la fuerza de sus brazos lo tumbó al suelo y con la rodilla en su cuello lo retuvo, trató de hacer presión suficiente para tenerlo inmóvil, nunca para segarle la vida. Bajo si, se movía bruscamente para liberarse.
El aventarlo contra la pared no daba resultado, debía pensar en una forma de traer la conciencia de su amigo, él estaba luchando, lo sabía, en alguna parte de esa oscuridad Eugeo trataba de tomar el control.
—¡Mátalo! —instó la mujer. —Solo así acabarás con su agonía. La muerte es su única opción.
Negó, simplemente no podía.
Mientras más tiempo pasaba, se retorcía con más violencia, buscando liberarse. Tomó una decisión, le golpeó la cabeza para déjalo inconsciente. Al asegurarse que estaba inmóvil se levantó.
—Eso no funcionará —insistió nuevamente la mujer.
Apenas se incorporó por completo para mirarla, el dolor en sus encillas fue insoportable y cayó de rodillas, sangre chorreaba de su boca, sus colmillos crecieron más provocándole unas ganas inmensas de alimentarse cual depredador al tener a su presa delante. Por lo que se llevó una mano a la boca, mientras apretaba con fuerza los párpados, empezaba a temblar mientras se resistía a si mismo.
—Tus instintos bestiales piden carne, sangre... —se arrodilló del otro lado del rubio, le acarició los cabellos. —Lo deseas, pues hazlo, devóralo. Sabes que de no ser así saldrás de aquí en búsqueda de satisfacerte... cuando la presa está aquí...
La garganta le ardía y la saliva caía de su boca, su apetito se intensificó cuando la fémina giró el rostro de Eugeo hacia él, mostrándole el indefenso rostro. Por lo que bajó la mirada con frustración, no podía permitírselo.
—Te sentirás mejor —con su uña provocó una cortada en el cuello. La sangre se derramó en un hilo.
Como un lobo hambriento gateó hacia su presa, los llamados de la mujer enseñándole la sangre lo motivaron para querer dar la primera mordida, desgarrar el primer trozo de carne. Sus filosos dientes estaban a punto de tocar el cuello de la otra bestia cuando logró controlarse, asustado de haber sucumbido unos segundos a su sed.
Usando sus alas como medio de huir, voló hacía atrás hasta chocar contra la pared, una nube de polvo trajo consigo su escapada.
—Hubiera sido interesante que lo devoraras —le escuchó decir. —Son leyes de la naturaleza que el débil se convierta en alimento...
El polvo aún le tapaba la visión, no podía mirarla, ni menos saber que hacía. Aún estaba luchando para controlar su hambre.
—Perdiste tu oportunidad de ponerle fin a su agonía.
Cerró con fuerza los párpados, no quería pensar en nada, el olor metálico de la sangre le perforaba la nariz, la bestia deseaba saciar su hambre, quería comer, necesitaba... se llevó el puño a la boca, el cuál mordió. No podía sucumbir ante sus instintos, si lo hacía no podría volver... y continuaría siendo aquel monstruo que deseaba dejar de ser para poder permanecer al lado de su diosa.
El lugar fue aclarándose, conforme el polvo se dispersaba, sus ansias disminuían. Su amigo seguía inconsciente, entre las manos de ella, sus rostros tan cerca, la malvada sonrisa en la fémina aumentó mientras acariciaba el labio de la bestia rubia.
—Mi títere aún es útil. Puede divertirme un poco más... haré que despiertes tus instintos nuevamente Alistair... para finalmente poseerte una vez más... como lo que eres, mi bestia.
—¿Qué?... —la miró horrorizado, cual su memoria guardara débiles recuerdos de los momentos que pasaron juntos en aquella forma. Había rogado al cielo por olvidarlo... proponiéndose a si mismo que nada de lo vivido en ese lugar había sido real... más allá de su despertar rodeado de sangre y ser salvado por su amada Stacia. Pero no podía tapar el sol con un dedo... su ser carnal y atávico lo recordaba en el cuerpo, en verdad le había pertenecido... y si todo seguía así... iba a volver a suceder...
Sentía que Eugeo estaba en un gran peligro, tenía que ayudarlo, pero... aún no había controlado del todo lo que le quemaba por dentro. Si se acercaba quizás también no podría detenerse y terminaría...
—No has cumplido mi deseo —apretó sus mejillas. Sin borrar la sonrisa acercó su rostro. —Ven a mi Eugeo, cumple mis mandatos...
—¿Qué haces? —la expresión que gesticulaba no cambiaba, temerle a ella era lo que menos esperaba le retuviera, pero estaba sucediendo. Aún así... estaba convencido de que no podía permitir que nada ocurriera.
Luchando con la sensación urente en su abdomen, se arrastró, tratando de llegar y separarla, esfuerzos inútiles. Cómo si se burlara de él, de forma lenta sus labios buscaron los del rubio inconsciente, le susurró algo que no logró escuchar, y lo besó.
—¡Déjalo! —gritó con tal fuerza que sintió su garganta desgarrarse.
Ese beso, no era una caricia robada, ni mucho menos la muestra de un profundo sentimiento. Por ese medio se daba la transferencia de poder, obligándolo a beber esa esencia que emitía un olor fuerte. Ante sentirse ahogar Eugeo recobró la conciencia, su cuerpo se movió con brusquedad buscando romper el contacto, por más qué intentó zafarse, esa unión no podía ser rota. Lo había tragado...
—No... déjalo... —cerró con fuerza los párpados buscando apoyo en su propio ser pero el dolor de su brazo se expandía como redes hacia su pecho y costillar, empezando a subir por su cuello y bajar hacia su abdomen. ¿Tanto había avanzado el veneno y no lo había notado?...
No pudo hacer más que quedarse tirado observando, su cuerpo no le respondía.
Un líquido oscuro se derramó al separar sus bocas, Eugeo se retorcía, alaridos inaudibles escapaban de entre sus labios.
—Al parecer te he dado más de lo que puedes soportar —dijo al limpiarse los labios con su lengua. —Si sobrevives serás invencible.
—¿Qué le has hecho?
Observando la agonía de su amigo obligó a su cuerpo a responderle, se lanzó y atrapó del cuello de la sonriente mujer. No percibía nada en ella, era como si no le temiera, cómo si su reacción fuera era lo que buscaba de él.
—No hay necesidad de ponerse agresivo, no aún. —colocó despacio una de sus manos sobre el pecho de la bestia. Tú igual bebiste de mis labios y sigues aquí...
Apretó más el delgado cuello, sus uñas se clavaron, el dolor no pareció importarle. No podía hacer más que descargar su ira de esa forma al notar que su amigo ya no se movía, ni respiraba.
—Pagaras por esto... —la ira se resumió en sus ojos tornándose dorados.
—¿Por qué insistes en hacer parecer que nada de lo que hubo entre nosotros sucedió?...
—Nada de eso importa...
La oscuridad se apoderaba de él, lentamente tomaba el control, ante sus palabras, deseaba romper el cuello de quien provocó el deceso de su amigo... y le traía tan amargas memorias. A nada de cumplir su venganza estaba cuando un corte a su abdomen le hizo rugir de dolor y soltar a la mujer.
Enfocado en su propio dolor, le tomó varios segundos dar con su atacante...
.
El choque de la madera acompañaba la noche, era poco habitual tener la arena de entrenamiento ocupada a esa hora. Luego de dejar a Sirrah en los establos, se dirigió a tratar de despejar su mente, su encuentro con la diosa Stacia en la fiesta diplomática entre reinos, lo dejó un poco ido... como si olvidara algo importante.
Agotarse con la espada para despejar su mente fue la solución más factible. Y solo había un caballero capaz de llevarle al límite.
La madera crujió, al estar las espadas cruzadas, generando empuje para hacer retroceder al rival.
—Siempre fuerte —dijo tratando de ganar esa lucha que claramente iba perdiendo. Apretaba los dientes, mientras el sudor bajaba deslizándose hacia su mentón.
—No es que sea fuerte alteza.
Arqueó las cejas. Los verdes iris de Eugeo transmitían una nostalgia que no podía comprender. Pero sentía estaba incluido en ellos.
—Debatir una justa contra su alteza se ha vuelto un hábito —con un fuerte crujido liberaron la tensión de las espadas.
—¿A qué te refieres? —quiso saber. Aprovechó esa pausa para relajar su postura.
El rubio rio. Miró el suelo, sin intención de preparar su defensa o ataque.
—Con un duelo medimos fuerza y habilidad, durante años hemos peleado, esto provoca hábitos, pero en nuestro caso lo que sucederá siempre es impredecible. En sí, no es que conozcamos la habilidad del otro es, ¿quién ganará está vez?
No pudo evitar reír. No se refería a que fuera fuerte por naturaleza, era el entrenamiento que día con día hacía para prepararse, Eugeo entrenaba con el pensamiento de que el siguiente duelo en realidad era el primero. Se lo tomaba con seriedad.
Por eso batirse contra él era agotador y satisfactorio.
—Recuerdo. Tengo más victorias. —Sonrió recuperando la confianza.
Al fin, el rubio recompuso su postura. Llevando su mano a la espada en su cintura, sin despejar su mirada de la suya —Esta vez yo ganaré —le dijo sin borrar la sonrisa.
—Claro, claro —giró la espada en su mano, formando un círculo en el aire para volver a colocarse en posición de ataque, barriendo el piso con su pie izquierdo al frente y levantando su brazo derecho con la espada en posición crítica al frente. —Solo una cosa... nunca me dejes ganar...
—Jamás cometería tal falta de respeto Ali.
.
.
La pelea por los cielos paso a destruir gran parte de la estructura del lugar, manchas de sangre adornaron rápidamente el suelo mientras los cuerpos de ambas bestias yacían heridos.
Varías plumas de su ala derecha se desprendieron al ser empujando con violencia hacia una columna, el choque lo aturdió. Ante el nuevo ataque del rubio que sobre volaba tuvo que rodar sobre si para evitar ser herido por las filosas uñas de los pies, mismas que le habían provocado la mayor parte del daño a su ala lo que le impedía volar con libertad. Aunque la batiera no se elevaba, limitándose a salpicar en cada movimiento.
La bestia rubia destruyó el suelo en un movimiento congelante, inundando el lugar del clima polar en un instante. La transformación era completamente diferente, se volvió más poderoso y destructivo luego del segundo despertar. A tal punto de tenerlo indefenso.
Siempre pensó que lo más que podría despertar de poder una bestia era su transformación final... pero eso iba mucho más allá. La capacidad de hacerse con la naturaleza y manejarla a su antojo ya no parecía cosa de ese mundo.
Se estaba congelando... mientras el dolor no hacía más que aumentar.
—Da una miserable imagen, Majestad... —se burló al tenerlo arrinconado, viéndose tan altivo y fortalecido a su lado.
Se negaba a aceptarlo, pero Eugeo fue consumido por completo, era una bestia total. No peleó con seriedad por la esperanza de que su amigo siguiera ahí, luchando, tratando de tomar el control. Lo único que hizo fue hacerse daño; su brazo y ala derecha estaban tan gravemente heridos que debía encontrar la forma de defenderse sin ellos.
A ese ritmo... terminaría muriendo.
Lo que más le dolía era no poder ayudar a su amigo... siendo una bestia comprendía que tal vez... no había nada en ese mundo que él pudiera hacer... sus palabras no le llegarían porque las bestias solo expresaban rencor, dolor y culpa... aunque deseara cambiar por ella... para ser amado por ella... quien veía en él todo menos eso...
Sin embargo, podía incluso escucharse a si mismo, la bestia que solía ser... como un pensamiento que atravesaba su mente tratando de enloquecerlo. Había decidido utilizar su poder sin perder el control... no podía volver a eso...
—Libérame... mi poder lo vencerá.
—¡No! —el dolor en su cabeza era insoportable, la bestia, queriéndose aprovechar pedía tomar el control.
—A este paso terminarás perdiendo el brazo y ala. Un rey sin corona, que morirá descuartizado.
La voz de la bestia que solía ser cada vez le molestaba más. Trató de ignorarle, pero le era imposible.
—Un ave indefensa... débil e inservible... desde pequeño... siempre lo mismo... huir... correr y esconderse, de las miradas... las habladurías... y el odio por ti mismo... ¿Recuerdas cuando intentaste cortarte los cuernos? ¡Pues son esos los que te ayudarán a sobrevivir!
Como un espejismo veía la figura de la bestia a su lado izquierdo. Bañada en una nubosidad oscura.
—Yo soy la fuerza de tu débil cascarón... —escupió al mirar hacia la bestia rubia. —En un parpadeó, le quebrare el cuello —con sus manos hizo énfasis a lo que era capaz de hacer. —Acepta la derrota y deja que yo me haga cargo.
Con su brazo sano fue en busca de unir su mano, aun dudando sus dedos rozaron la palma de la bestia.
—Eso es... ven a mí... —lo observó sonreír.
—No...—recuperando la cordura se detuvo y alejó su mano. —No es eso lo que debo hacer... debo enfrentar esto con mi poder... cultivado en tantos años... brindado a este cuerpo por estas alas, garras y colmillos... pero sin permitir que lo que representan me hunda... Llegué a pensar que no podía tener salvación... mientras me arrastraba entre el fango... buscando satisfacer mi estómago sin conseguirlo... Pero no era eso lo que en verdad debía hacer... lo que necesitaba... para finalmente salir de la oscuridad en la que yo mismo me había sumergido... sin entender que todo el tiempo la respuesta estuvo conmigo...
.
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—Madre... ¿Y las bestias pueden volar?...
—¿Por qué preguntas eso, mi pequeño?...
—Creo... que las aves son hermosas... surcan el cielo como dueñas del mundo... guiadas por su destino sin dudar... juntas como nadie.... Y nadie les teme... tal vez... si las bestias tuvieran alas nadie nos odiara...
—Aunque lo que dices es verdad... no debes olvidar que ciertos privilegios vienen también con grandes debilidades... aunque se ven majestuosas en el cielo... son las más expuestas al daño...
—¿Quién desearía dañarlas?... sí son tan hermosas....
—¿Quién desearía dañar a mi pequeño... si es tan hermoso?... —le respondió con otra pregunta, similar, provocando la comparación.
—¿Qué quieres decir con eso, madre?... las aves y yo somos diferentes....
—¿Puedes decirme en qué lo son?
Miró sus manos y sonrió, tal vez debía estudiar un poco más para poder responder a la pregunta de su madre, porque no terminaba de comprender.
.
Era una bestia... pero tenía alas... tal vez por el destino o la materialización de sus deseos a través del poder divino de su diosa, pero así era. Solo tenía algo que hacer para cumplir el cometido de su vida...
Batir esas alas en el firmamento y brillar en medio de toda su oscuridad...
La bestia se mostró molesta, pateó el aire tratando de menguar su ira.
—Ayudare a mi amigo con el poder de la maldición, pero haciéndolo mío... como siempre debió ser... —Mencionó poniéndose en pie. Extendiendo ambas aladas en su espalda, mostrando al instante el dolor incrementado que tal acto le causó.
—Lamentaras tu decisión —le escupió antes de desvanecerse.
No podía parar de gritar al sentir desgarrar la piel que sostenía sus alas. La sangre se esparció en un charco a su alrededor cuando una de ellas fue retirada de su espalda. Cayendo tras de sí cual saco de provisiones.
Se retorció, mientras intentaba levantarse. Lo que le fue imposible al tener el peso de la otra bestia sobre él. Clavado al suelo solo podía intentar desgarrar el mismo para mitigar su dolor.
Pero reuniendo todo su valor lo haría... buscó levantarse... apoyando su peso en sus piernas tambaleantes mientras el rubio permanecía sobre él y el sangrado de su espalda desbordaba de su herida, pero su convicción era tal que extendió los brazos buscando equilibrio poco a poco hasta encontrarlo a la perfección, cual cisne que se estaciona en majestuosidad en medio de la oscuridad de las aguas.
Una de sus alas extendida y la otra extinta, mientras sus ojos brillaron en señal de coordinación con su poder, tornándose dorados como el representativo de su bestialidad.
Mismo color que inundó los alrededores cual su presencia se dispersara en el aire en miles de luces alusivas a pequeños destellos en el firmamento.
—¿Qué... demonios?.... —miró a los alrededores la bestia rubia, cuando la inmensidad de luces dispersas se dirigió a ellos cuestión de segundos cual flechas guiadas que a su paso dejaban la estela de su recorrido en el aire, auténticos cometas que se estrellaron en los suelos inundándolo de color, dando la impresión de yacer en medio del firmamento en la oscuridad, envolviéndolo todo.
Mientras el fuerte agarre a su cuello le hizo soltar quejidos inaudibles. Le costaba respirar... al punto de en cualquier momento poder perder el conocimiento por la falta de aire, sintió entonces lo desgarrador que fue perder su otra ala, desprendida de su espalda por el halar de su mejor amigo gozante de aquel poder demoledor, mientras sus piernas fueron capturas por la enredadera de rosas de hielo que irrumpió en su propio poder.
—Eugeo... perdóname...
Nuevamente llegando a ese punto, regresar a la entrada del infierno... estar a un paso de desaparecer en las tinieblas... solo... con remordimientos... ¿para qué vivir? Sí siempre las mayores desgracias le pasaban solo a él.
No pudo defender a su amigo... ni siquiera fue capaz de darle una vida pacífica a su diosa e hija, ahora las dejaba solas... ese mundo, el que lo maldijo, sería cruel con ellas, pero al menos no tendrían que cargar con él... así era mejor... de esa manera todo terminaría.
Un final infeliz... el único que se merecía...
Cada una de las espinas que perforaron a lo largo de su vida pasaron de manera fugaz en su mente... representadas por la hilera congelada que lo envolvía cada vez más. Era un martirio, una tortura tener que irse con esos crueles momentos...
¿Acaso no hubo felicidad?
Se lamentaba de todo... si fue feliz o no, en su estado agónico ya no importaba... su corazón sería perforado.
Solo podía seguir a la mariposa negra que lo guiaría al otro mundo... al final... aquel sueño... lo que aquella voz le decía... se iba a volver realidad.
Cual el poder del cielo nocturno que había invocado, finalmente tomara forma, el estallido de poder desde el suelo, los abarcó en una explosión hacia arriba en innumerables tonos purpurezcos, separándolos y atravesando a la bestia rubia que rodó varios metros atrás, para entonces caer el ex rey, cual desmayo, directamente al suelo.
Aunque el golpe fue duro... el velo en su actuar finalmente se había caído. Los iris esmeraldas miraron a los alrededores tratando de ubicarse.
Sus manos bañadas de sangre temblaban descontroladas al observar el cuerpo inmóvil de quien admiraba y sin temor a aceptar el sentimiento, una de las personas que más amaba en el mundo, su mejor amigo. La extraña punta con la que contaba esa oscura ala que le pertenecía era la causante del deceso, le perforó el corazón junto a la enredadera de hielo, que ahora explotaba frente a sus ojos, lo mismo que la zona que se había congelado con su poder ahora desapareciendo.
Repasando por sus borrosos recuerdos de hace un instante supo que todo fue su culpa... sin piedad se dejó llevar por la oscuridad...
—Has recobrado el conocimiento...
La esbelta mujer de larga cabellera sonreía mientras pisaba una de las alas desprendidas del ex rey. Se tomó su tiempo para usarla de alfombra. —No pensé que fuera él el perdedor... tal vez lo subestimé... quien diría que Alistair segundo sería asesinado por su seguidor más fiel.
—Yo... no... —negándose a aceptar esa cruel verdad sintió su estómago revolver por lo que se echó a un lado.
—Literalmente lo apuñalaste por la espalda —se burló. —No solo a él, también a tu amada.
Lágrimas se acumularon en sus ojos. Cometió la peor de las traiciones... debía de pagar por esos pecados. Sacarse el corazón no sería suficiente. La sangre... el olor a sangre era tan penetrante que no podía dejar de pensar en los múltiples momentos que con sus propias manos lo privó de sus alas y lastimó su cuerpo de forma tan atroz e inhumana.
—Eugeo, pobre hombre, la culpa te come por dentro ¿no es así? No deberías sentirte de esa forma, si disfrutaste acabar con él, admítelo, eso era lo que deseabas. Ya estabas harto de hacer de su niñera...
—Nunca quise hacerle daño... yo...
Intentó acercarse al cuerpo de Alistair, sus extremidades se congelaron, perdió el derecho de tocarlo, de esa ira y miedo provocó su temor más grande. Quizás ella tenía razón, actuó por conciencia y no deseaba admitirlo, si hubiera sido tan importante no le habría hecho daño, su amigo lo hizo, se controló y evitó dañarlo... todo lo contrario a él.
—Yo lo maté... —la culpa lo consumía. Sus puños golpearon el suelo. —¡Fui yo el monstruo!... merezco morir... Ali... ¡Alii!
—Así es, eres un monstruo, un desalmado ser capaz de acabar con este mundo por diversión. La muerte no es castigo suficiente, yo puedo redimir tus pecados.
Tenía razón... suicidarse no acabaría con su pecado. Debía cargar con eso por la eternidad... entregarse a ella quizás reduciría el peso o quizás lo ayudaría a olvidar...
—No lo hagas, Eugeo...
Se alejó de la presencia femenina al escuchar su voz, dejó de prestarle atención y fue hacia él.
—Ali, Ali... ¿Puedes escucharme? —preguntó, dejando atrás su miseria para poder escucharlo por lo menos una vez más...
Acomodó su torso entre sus brazos. El pelinegro apenas y mantenía abierto los párpados, sus ojos habían perdido brillo, pero sentía la poca palpitación. Estaba débil... muy débil...
—Tú siempre preocupándote por los demás, por mí... —mencionó con suavidad, dejando ver que sus colmillos habían desaparecido.
—Yo lo siento... lo lamento tanto... Ali... —no pudo contener su llanto.
—De corazón puro... —tosió. Un poco de sangre se derramó de su boca, provocando el leve cerrar de sus ojos, aun más.
—No te esfuerces, eso te roba fuerza... Conseguiré ayuda...
Con la poca fuerza que le quedaba lo tomó del brazo. Ya no había forma de salvarlo, era inevitable su deceso, Eugeo lo comprendió pues lágrimas brotaron sin cesar. De ninguna manera hubiera deseado que las cosas terminaran así... lo había perdido todo... por desear un poco más... por el deseo de lo que no podía tener...
—No ha sido tu culpa... fuiste... una víctima más...
Negó en varias ocasiones. —Soy débil, mi debilidad provocó esto... Siempre me dijiste que era más fuerte que tú... ¡Qué estabas orgulloso de mí! ¡Pero yo! —apretaba los párpados con fuerza.
—Te hice... cargar con mucho... aun así quiero... pedirte...
—No, no Ali tu vivirás, lo sé, curaré tus heridas... y saldremos de esto... como siempre... —se quebró su voz.
Se las arregló para sonreír. —Quita esa mirada triste... no debes culparte...
—Aunque lo pidas no puedo... no podré cumplir... perdóname, perdóname yo...
—Vive Eugeo, siempre has sido... —la sangre volvió a retrasarlo. —A quien he admirado...
La pesadez en los párpados le fue ganando, el agarre perdió la fuerza. Todo se volvió oscuridad... Cual su último suspiro envolviera el aire a los alrededores, sus alas aún maltratadas y tiradas en el piso desaparecieron en una explosión brillante para instante siguiente ver volar sobre los hombros de su mejor amigo, largos cabellos dorados sobre las alas de ángel, ambas del más puro color blanco. Mientras los cuernos amarfilados se posaban en su cabeza, había sido purificado.
—Ali, Ali, despierta, ¡no me dejes! —gritó desesperado, sin darse cuenta de su cambio aún.
No hubo respuesta, el Dios de la muerte acababa de llevarse su alma.
Aquella mariposa mítica parecía desprenderse de su pecho, para sobrevolar los alrededores, llegando a posarse al dedo de la diosa, que recién hacía presencia en aquel lugar tan cambiado por el combate.
.
.
Continuará...
MUEROOOO
Gracias chicas, las adoro, son lo máximo Yosii y Kim!!!!!
Vamos por más!!!!!!!
Jaja amé la nueva apariencia de Yujio xDD
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