Capítulo 3 "Rey, bestia y hombre"


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YVAINE

Capítulo 3 "Rey, bestia y hombre"

Jamás se había sentido tan vulnerable... expuesto al inminente cambio de dueño de aquel cuerpo en el que cohabitaba con ella... La bestia a la que nunca vio, pero misma que acababa con cada una de sus apariciones, con un trozo de su vida, soltando su liberación más profunda al aire, exponiendo sus secretos, entre verdades a medias y envolviendo a su conciencia en las profundidades de la oscuridad, que lo llevaba a solo anhelar y buscar con desesperación la satisfacción de sus instintos. Asesinos... hambrientos... y atávicos...

Podía sentirla devorándolo desde dentro, cual las manchas que se propagaron sobre su abdomen y que ahora alcanzaban a salpicar sobre sus mejillas escocieran su carne para ahuyentar su alma, en medio de aquel apetito desmedido que había surgido en conjunto, cual no hubiera probado alimento en días; la fiebre que lo había tenido tumbado sin posibilidades de moverse, apenas lo había dejado probar bocado, pero esa sensación, sobrepasaba lo que hubiera sentido alguna vez como humano cual la energía que necesitaba para mantenerse en esa forma fuera demasiado demandante, apenas y podía dar un paso seguido del otro, mientras apoyaba su mano a la altura de su estómago, acompañado del tacto de su piel pegándose con profundidad a sus costillas, como si con cada minuto que pasara en esa forma, su forma vital se consumiera.

El rugir de sus órganos dentro de su vientre lo preocupaba, sabía que de seguir así no quedaba mucho por hacer... sucumbiría ante el poder bestial, al que no podía siquiera ordenar guardar las elongaciones en su espalda, que empezaban a pesarle. Nunca lo había visto así... porque se había acostumbrado a ellas al punto de utilizarlas como lo que eran... parte de él y de su cuerpo, pero sus alas eran tan grandes y fuertes que, teniendo la capacidad de levantarlo, era justo el peso que tenían y que ahora arrastraba.

¿Cuánto tiempo llevaba vagando de esa forma?... Estaba seguro que no hace mucho había decidido escapar de la vista de su amada, pero no podía distinguir los colores a su alrededor... ¿Y la luz?... ¿los tonos claros representaban la tenue luz solar? ¿O se trataba de los rayos de luna alumbrando en la oscuridad?... Sus iris de gema habían sido suplantados por la coloración plateada de la bestia, completamente.

Sus pasos se detuvieron en medio del campo, mientras las piernas le temblaban precedidas por su respiración superficial y forzada, al sentir como los cuernos empezaban a crecer un poco más, por lo que se llevó ambos manos a la cabeza, adolorido, lo había vivido antes... al permanecer encerrado en los calabozos de su castillo, por lo que lo que le sucedía... no era más que el anticipo a su pronta pérdida de la razón. Cerró los ojos tratando de concentrarse en detenerlo, pero tenía tanta hambre, que solo intentarlo le causaba desagrado y furia; fruncía el entrecejo con desesperación mientras sus dedos recorrían la periferia de la base de sus cuernos, al punto de apretar su cabeza con ambas manos, mientras la presión llevó a temblar sus antebrazos.

Se balanceó de un lado a otro, cual deseara escapar de algún bicho infiltrado en sus oídos. Hasta que la pérdida de equilibrio lo orilló caer desplomado contra los matorrales, ocultándolo de la vista de los celadores nocturnos, mientras batallaba contra su transformación en medio de la tierra, las hojas y los cultivos que lejos del lugar de infestación, habían logrado salvarse.

Debía estar soñando...

Olía a...

Moras...

¿Había... llegado hasta Underworld?... —trató de levantarse buscando ubicación, pero los cambios físicos lo sometían al margen de no dejarlo moverse con libertad, el olor dulce le provocó náuseas, llevándolo a devolver el ácido que anidaba dentro de su estómago para esos momentos, sintiéndole quemar la garganta con el reflujo. Mientras los movimientos que oprimían su abdomen y tórax obligándolo a quedarse vacío, le recordaban a la vez la necesidad inmensa por ingerir alimento. ¿Qué significaba eso?... ¿tenía tanta hambre que no podía comer? —estiró la mano, hacia el arbusto, para arrancar un par de aquellos frutos que le enloquecían y desesperado se los llevó a la boca, pero no pudo pasarlos más allá de la lengua, escupiéndolos seguido de más de aquel ácido que las náuseas le obligaban a expulsar.

No sabía muy bien qué era peor... si el dolor de los cuernos martillándole la cabeza o su estómago que parecía pegarse a sus otros órganos dentro de su vientre. Tal vez... ambos eran insoportables. Las manos le temblaban mientras sostenía la base de sus cuernos, ya solo podía esperar desmayarse, abandonarse a la bestia, quizás sería lo mejor... Se dejó caer de cara contra la tierra, mientras respiraba en jadeos.

—¿Si tengo hambre, por qué no comer?... Tal vez algo que sí calme mi estómago. Porque está empezando a doler... duele mucho en realidad... ¿No? —Escuchó su propia voz, viniendo de sus adentros, al ver desde la posición en que estaba, su abdomen contraído, pudiendo sentir cual sus intestinos se hubieran comprimido entre sí, en medio de un cólico infinito.

Con un movimiento débil y guiado por su voluntad, buscó ponerse de rodillas, quedando con las mismas contra la tierra, mientras apoyaba su peso sobre las piernas y los brazos, le pendían a los lados del cuerpo. Las alas parecían zurcidas a su espalda cual parche de remiendo no compatible ya que decaían de su posición hacia la tierra, contrarias a los cuernos rígidos y erguidos que habían crecido en toda su magnitud hacia atrás, conservando aquel color amarfilado que les había proporcionado el poder de la diosa.

Fue entonces cuando la oleada ventisca que arrastró consigo el olor a vida, lo llevó a entrecerrar la mirada plata, mirar, virando la cabeza, con un leve movimiento, hacia la derecha. De inmediato tuvo que pasar el trago de saliva que presurosa se acumuló en su boca.

Los ojos negros del animal lo observaban. Quieto, sabiéndose enfocada por el depredador.

—No... ¡Noo! —se gritó a sí mismo al sentirse levantar de un impulso. El peso de sus alas lo empujó hacia adelante con la brusquedad del movimiento, dejándolo encorvado, observando al venado que seguía sin mover un músculo, ante el canal de fluido transparente que se deslizaba de entre los labios de la bestia que lo asechaba.

Fue no más que un parpadeo el que dio, cuando se encontró a si mismo arrancando tejido del cuello del herbívoro, con la dentadura afilada que poseía.

Había perdido la conciencia por unos segundos... cuando la fuerza de aquel sabor penetrante entre los labios lo hizo volver. Sentía que desde que había logrado escapar... para no dañar a su familia, no hacía más que temblar, sacudir su cuerpo en espasmos al caminar, al arrodillarse... al... sacarse el trozo de carne cruda de la boca, mientras las lágrimas caían como gotas de llovizna sobre su faz, aclarando la suciedad que cubría sus mejillas terrosas.

Se relamió los labios y al percatarse de lo que hacía, agachó la cabeza, apretando los párpados, para sacarse la idea de la cabeza... que ese bocado, había sido el más sabroso manjar que hubo probado en toda su vida.

¿Qué estaba haciendo?...

Comer... por fin... —se escuchó nuevamente a sí mismo, por lo que se llevó una de las manos a la cabeza. —Come más...

Las vértebras de su columna se apreciaban desfilando a lo largo del centro de su espalda con la posición que adoptó sobre la presa, mientras las alas se batían de a poco cual fueran símbolo de la felicidad, cuando las fibras de carne se deshilvanaban entre sus colmillos. El sonido de su masticar entre el crujir de huesos y la humedad desbordante de la sangre se tornaba interminable, solo deseaba eso, comer... y saciar de una vez por todas la ansiedad que lo consumía.

—Es en verdad increíble lo patético que llegaste a ser... ¿Qué demonios pasa contigo?... Eres un rey... y mírate... desorientado y burdo sanguinario... un animal más... —Esa manera de hablar... le recordaba tanto a él mismo... en sus tiempos de regente... que se sintió decepcionar desde lo profundo de su interior.

—Ya basta... solo déjenme en paz... —cerró los ojos, apretando los párpados con fuerza, mientras se llevaba la otra mano a la cabeza, sintiendo como el dolor lo invadía por completo, al punto de doblegarlo, haciéndole caer sobre la grama al lado de la presa vencida.

Se sentía perdido... sin rumbo, mientras el limbo de la corriente de sus pensamientos parecía transportarlo aún y cuando se mantenía estático, llegando al punto en que los sentidos no reportaban más sensaciones. Ni el aire... ni el pasto... ni el dolor... ni el peso de sus alas en la espalda, por lo que poco a poco abrió los ojos, tratando de ubicarse.

Sus cabellos negros, estaban regados sobre su frente, impidiéndole ver con claridad, aún en aquella posición en la que aparentemente se había desmayado.

—¿Cuánto tiempo más vas a permanecer en ese estado?... —Nuevamente la última voz que escuchó, su propia voz en aquel tono severo, pero esta vez, con tanta claridad que parecía estar al lado suyo; movió la cabeza un poco, para buscar al poseedor de aquella voz idéntica a la suya y lo encontró, parado un poco más atrás de donde se encontraba tirado en el piso, mirándolo con repudio e inmisericorde. Era él... él mismo... pero con todo el galardón real que siempre le representó y que, desde su desposamiento con la diosa de la vida, le adjudicaba el legado de rey. El rey Alistair II. —¡Levántate!

— ¿Bromeas, verdad?... Él ya no puede levantarse... —la seductora voz que lo había orillado a comer y por la que finalmente había podido relajarse al abandonarse a suplir las necesidades de su cuerpo, intervino entonces.

—Miserable... lo que debes hacer tú... ¡es guardar silencio y desaparecer! —movió su brazo imperativo el rey.

—Por favor... si su majestad sabe perfectamente que ni usted ni él tienen nada que hacer ya... ¿No es así, Alistair?... —al verse llamado por aquel ser, trató de enfocarlo al moverse de a poco, pero no lo localizó en la dirección que le pareció escucharlo, cuando se dio cuenta que estaba sobre él, lo que lo sorprendió, obligándolo a abrir los ojos lo más que pudo, al sentir el terrible poder que poseía, al punto de no poder mover un músculo. —Me perteneces... —le susurró al oído —No debes preocuparte más...

—¡No lo escuches, maldita escoria! —trató de intervenir el rey. — ¡¿Cómo puedes hablarle así a un soberano?! —se quejó ante los dos, al ver perdido al Alistair en el suelo, quien prácticamente era abrazado por la bestia, que hasta el momento no había sido completamente visible, ahora rodeándolo con las alas.

—Dilo con claridad... dile que me prefieres a mí... el cobijo que recibes de mí es tan cálido que nada más importa... abandónate... —posó su nariz sobre su mejilla, para segundos siguientes pasarle la lengua sobre el mismo lugar cual lo saboreara.

—Toda esa protección... no es más que un engaño... toda mi vida fue un maldito infierno por tu culpa... exijo que te retires... —habló serio el rey. —¡Suéltalo!

—¿Con todo lo bien que la pasamos?... —negó con la cabeza la bestia. —Tu reputación se volvió lo que era gracias a mí... mi señor... —sonrió sarcástico.

—Unas noches de cama no se comparan con ser visto como un monstruo por mi propia gente... con haber perdido todo lo que le pertenecía a mi diosa... y a mi hija... —el rencor y el dolor se expresaban abiertamente en sus iris.

—¿Entonces crees en verdad que haberte quedado sin reino, fue mi culpa? —la mirada plata del ángel oscuro se posó en los ojos de gema del rey.

—De no ser porque debía lidiar contigo... —el soberano bajó la cabeza y con ella la mirada, sintiéndose impotente, sensación que se le transmitió al Alistair recién aparecido, quien no podía hacer más que escuchar a sus dos versiones discutir, las palabras del rey eran tan ciertas que las sentía arder en su pecho. Si jamás hubiera sido presa de la maldición... nada de lo que tuvo que vivir a causa de ella hubiera ocurrido... y tal vez... en esos momentos seguiría viviendo como lo que había nacido para ser, el rey gobernante de Overworld.

—Es así con todo... el Clero me temía... la gente a mi alrededor sufría cuando yo estaba presente... todos... podían pudrirse en el infierno... menos ella... Mi mujer, quien siempre estuvo conmigo... sin importar nada, la que sin temor alguno abraza mis alas y lame mis cuernos... por lo mismo, si estoy o no en ese maldito reino, es igual... mientras tenga a Stacia, nada más me importa... —respondió con extraña seguridad la bestia.

—¡No! ¡No hables así de Stacia! —reventó en furia el rey.

—Fueron mis brazos los que la estrujaban... y mis labios los que la mordían... mientras se aferraba a los cuernos en mi cabeza, ¡Yvaine es mi hija! ¡Fui yo quien impregnó a Stacia! Y ella lo sabe... y me ama...

—¡No digas estupideces! ¡Yvaine es mía! Igual que mi diosa... el hecho que... los atributos de la bestia aparezcan en esos momentos... no es... —fue interrumpido el rey.

—¿Nada, importante, suficiente para decir que soy yo quien la posee? Ella sabe cuándo invocarme... sabe perfectamente donde tocarme... y sabe cómo controlarme... tal como lo hizo la última vez... aunque en un inicio sus manos estaban frías... su calor fue...

—Basta... —murmuró entre dientes Alistair, aún sofocado en el agarre de la bestia. —Era yo... ¡El que hizo todas esas cosas, era yo! Tenía tanta fiebre que mi esposa no encontró otra manera de hacer desparecer los signos de la bestia que con esas acciones... ¡Pero era por mí! ¡Para mí!

—Si fue así... ¿Entonces por qué no se detuvo?... Una vez mis cuernos desaparecieron... volvió por más... aún y cuando deseaba controlarme en un inicio... ella sabe que tú no eres nada sin mí... de lo contrario... jamás hubiera aceptado volver, luego de enterarse de toda la verdad... ¡la verdad que le escupí a la cara aquel día! Donde la muy maldita de Terraria trató de sellarme... la verdad que aún incompleta hubiera destruido a cualquiera... ella la aceptó sin preguntar... porque lo entiende...

—Todas esas palabras no fueron más que desechos pútridos... —intervino el rey, cuya corona resplandeció casi al mismo instante que sus iris de gema. —Lo único que buscabas esa vez era dañar a mi diosa... no amarla... ni mucho menos respetarla... es verdad que hubo situaciones que debía ocultar de ella y de las que no me enorgullezco... pero todos tenemos derecho a superar las turbulencias del pasado... aún y cuando eso signifique mantener esas partes oscuras ocultas.

—Partes oscuras... —sonrió con interés, cual las palabras del rey le parecieran de lo más entretenidas. —Acéptelo majestad... no es usted más que un manipulador, una careta de hombre correcto cuando por dentro las huellas de la vida le han tatuado el alma con odio... porque si no lo fuera... yo no existiría... Estaba tan quebrado y usado que intentó vengarse con todo el que se ponía en su camino... mujeres de todas las estirpes, los reinos aledaños... ¡la misma diosa a la que tanto jura amar! Todo para usted y siempre por usted... usted antes que todos y que nadie...

—No... ¡Eso no es verdad! —intervino el rey destronado, que había permanecido todo el tiempo, tratando de controlarse, al saberse prisionero. —Yo... ¡Amo a mi diosa y a mi hija con todo mi ser!

—Tal vez... pero no hablaba contigo... —lo tomó por el cabello la bestia, halándolo hacia atrás para que lo viera, situación que llevó a apretar los dientes al exrey que terminó estrellado contra el suelo. —Hablo con el verdadero Alistair...

—¿Verdadero?... —temblaron sus ojos de joya al no comprender las palabras del ser que lo dominaba, por lo que desde donde se encontraba, trató de ver a la persona parada unos cuantos pasos lejos de ellos. El rey, que en ningún momento había perdido su postura digna. —Verdadero... no... ¡El verdadero Alistair soy yo! —gritó contra el piso, para intentar entonces levantarse.

—¿En verdad lo crees?... —preguntó el rey. Aquellos que parecían atacarse entre sí, ahora lo miraban fijo cual buscaran entender sus palabras. No sabía qué responderles... eran... tan imponentes y poderosos... que bajó la mirada, encontrándose con su reflejo en el suelo translúcido. — ¿Eso es lo que puedes brindarle a mi diosa?... —insistió el rey. —Una vez acabe con la bestia... el siguiente serás tú... cobarde... recuperaré mi trono y acabaré con cada alma que se interponga en mi camino a lograrlo...

—No.... —cerró los párpados con fuerza. — ¡No es algo que necesite! ¡No es algo que quiera! Todos... Todos me dieron la espalda... —apretó los puños sintiéndose impotente y miserable por su respuesta, impropia de su linaje.

— ¿Y eso te detiene?... ¡¿Cuándo en la vida ha importado estar solo para lograr lo que se desea?! ¡Imbécil! —le gritó el rey

—No quiero matar a nadie... —pegó la cabeza contra el piso, ante el grito que recibió de parte del rey.

—Eso lo pongo en duda... —se agachó sobre él, llegando a juntar su cabeza a la suya, la bestia. —Estaba delicioso... ¿No es así?... lo matamos con nuestras propias manos...

La mirada plata del ex rey se abrió temerosa al recordar lo que segundos antes de toda la locura que pasaba por su cabeza, sucediera. Por lo que se llevó una mano a la boca al ver su reflejo aún manchado de sangre por doquier. Espejo en el que logró divisar como la bestia se posaba sobre él por completo... lo estaba...realmente era delicioso...

—Tampoco... tampoco quiero esto... —cerró con fuerza los párpados. Ante su reacción la bestia levantó la mirada triunfante hacia el rey, que lo recibió molesto.

—Lo único que queda es aceptarlo... porque esto es lo que eres... lo que somos... y la única manera de apartarlo es dejar de ser... —la bestia le colocó la palma de la mano sobre los ojos, sumergiéndolo en la completa oscuridad. —aceptar que somos un ente maldito... cuyo destino es herir y doblegar...

—No... —las lágrimas se deslizaron sobre las mejillas de Alistair, cuyo rostro aún cubierto por la mano de su contraparte, parecía no soportar más la verdad que le predicaba. —¡Por favor no! Cómo... Cómo desearía... deseé siempre... nunca haber sufrido por culpa de esta maldición... no lo quiero ¡No!

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Había vuelto... el campo por el que su mente lo había mantenido caminando, no se extendía demasiado y mostraba la verdad sobre sus visiones en medio de la pérdida de la razón a la que la bestia lo instigó.

No pudo probar las moras... porque no lo eran... su mente había jugado con su percepción de aquello que tanto extrañaba.

Los arbustos podridos de las siembras echadas a perder de toda la región, hacían hilera a sus alrededores, mientras se encontraba arrodillado frente al venado que había sido despojado de gran parte de su carne.

Los iris en aquella tonalidad dorada y la aparición de su cola, larga y espigada, junto con aquella actitud depredadora, daba la impresión de haber sido completamente consumido por la bestia, cuyo cabello ondeaba al aire luego de haber crecido tanto que podría sin problemas llegar a rozar sus rodillas, cubriéndole los ojos, mechones removidos únicamente por las oleadas ventiscas.

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Ya nada parecía verdadero... notándose difuso; cual sí todo se tratase de un sueño... al tiempo que su conciencia abría los ojos a una diferente realidad.

Había dormido demasiado, podía sentirlo en la relajación que experimentaba todo su cuerpo, cobijado por las frondosas sábanas que adornaban y propiciaban calidez a su lecho. Incluso, bostezó y se estiró bajo la tela, buscando cerrar los ojos nuevamente, más su mente le mostró de golpe que todo aquello era anormal, por lo que buscó sentarse. Sus cabellos revueltos cayeron de dos en dos mechones sobre su frente mientras miraba a los alrededores. No había duda... estaba en sus aposentos reales...

¿Cuánto había pasado desde la última vez que estuvo ahí?... ¿Qué demonios estaba haciendo ahí?...

Sus pensamientos fueron sacudidos por la puerta abriéndose sin toques previos, haciéndole de inmediato dudar de su cordura al tratar de asimilar la presencia de la persona que entró, caminando diligentemente al gran ventanal, apartando las cortinas sedosas, para darle paso a la radiante luminosidad natural.

—¡Ali...! sta...ir... —volteó albergando gran cantidad de aire en los pulmones para elevar la voz en un breve grito, cuando pareció tragarse el mismo, al verlo sentado mirándola. —Vaya... estás despierto...

No podía ser cierto... las lágrimas rápidamente anidaron en sus orbes de gema, al tenerla frente a frente. Su madre parpadeó un par de veces y se acercó hasta sentarse sobre la cama.

—¿Estás bien?... —aunque le hablara, las palabras en respuesta no salían... no podía gesticular siquiera, hasta el momento que sintió aquella palma suave y delicada posándose sobre su mejilla, tal y como la recordaba...

—¿Ma... madre?...

—¿Sí?... —al no recibir más respuesta, se la dio a sí misma —Si... ya sé que no eres un bebé y por tanto no puedo entrar a tus aposentos de esta forma... —se levantó y le dio la espalda. —Pero después de la fiesta de anoche estaba segura que no te levantarías para apoyar a tu padre en la cabalgata... así que vamos, vamos —se volteó una vez más, pero solo para encontrarse con el pecho de su hijo, que la abrazó con fuerza contra él.

La sentía tan pequeña y frágil... era incluso un poco más baja de estatura que su diosa... pero de pequeño le despertaba tanto alivio tomarla de la mano y verla sonreír que el deseo de volver a sentirla junto a él, lo consumió cual pólvora.

—Siempre sabes cómo callar a las mujeres... —lo abrazó también. —Sé que soy la envidia de todas las madres.

—No digas eso madre... —se limpió las lágrimas antes de soltarla. Si era un sueño... por favor, que durara un poco más...

—Mandé que ensillaran a Sirrah con la nueva montura, para que ella vea que si te gustó —le guiñó el ojo, para dirigirse a la puerta y salir para dejarlo cambiar.

—Ella... —no alcanzó a pronunciar más, al verse nuevamente a solas. —Mi diosa... —sonrió emocionado de pensarlo. Si el sueño seguiría como había estado sucediendo en las noches anteriores... nada sería mejor que hacerlo al lado de su amada.

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En la realidad se cumplía una semana desde la abrupta aparición de la bestia que acababa con todo el ganado de la zona, territorio colindante con las afueras de Overworld. Y por ende responsabilidad de la guardia de dicho reino, para mantener libre de alimañas la frontera.

—No puedo creer que nos manden a cazar un zorro... se supone que nuestro equipo es especializado... —echó un leño más al fuego del campamento, un soldado.

—En realidad no creo que esa cosa sea un simple zorro... según los reportes preliminares... destaza a las víctimas hasta dejar los huesos... y los huesos aún tienen las marcas de sus colmillos impresas. —habló de espaldas la mujer de larga cabellera castaña.

—Mm... ¿Quizás un lobo?... No le veo la gran ciencia, Sortiliena-san...

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¿Qué era?... quizá sólo nada; o más bien todo... Despertar en los aposentos reales y ver a su madre, aún hacía que su corazón se conmoviera, cuánto la había extrañado; mas el solo hecho de oír que ella... su diosa... lo esperaba, hacía traer a su rostro una sonrisa genuina... Sí esto era un sueño... si así lo era... realmente no quería despertar jamás...

Aún extrañado, recorrió los pasillos que llevaban a los jardines y caminó los pasos que lo separaban de las escaleras; su respiración se agitó, para luego perder el aliento en el instante siguiente; al final de los escalones, con su pelo mezclado entre el negro y el blanco por el inevitable paso de los años...no sabía cómo... pero estaba ahí... mientras sus orbes fueron nuevamente nublados por el líquido salado que el cuerpo muestra por emoción... era su padre... La sonrisa y la emoción, se mezclaron en su rostro, haciéndole emprender el paso nuevamente.

El primer peldaño lo bajó despacio, casi creyendo que al tocar su pie el espacio continuo, todo se desvanecería y no sería capaz de volver a mirarlo a los ojos, mas cuando ambos calzados tocaron el suelo, sus sentimientos se arremolinaron obligándolo a bajar corriendo la distancia que lo separaba de él; tropezó en el final del trayecto, haciendo equilibrio mientras oía su voz...

—¿Estás bien, hijo? sus orbes temblaron, miró hacia arriba, alto e imponente, tal como lo recordaba... su padre... vivo y ahí; con él... se incorporó en toda su extensión, notando que en realidad ahora lo superaba por pocos centímetros, su voz se quedó sumergida en su garganta; no pudo esperar que el rey dijese algo, extendió su mano hasta él y lo abrazó con fuerza e incredulidad... ¿Alistair?; ¿estás enfermo, hijo?lo apretaba recordando aquel olor a su agua de colonia, al tiempo que grababa en su mente esa palabra... hijo...

No padre... no lo estoy... disculpe... majestad se separó del monarca reprimiendo las lágrimas que asomaban en las comisuras de sus ojos, lo último que deseaba era preocuparlo, pero no podía quitarle la mirada de encima.

Que bien... no es seguro montar cuando se está con algún malestar; y estoy seguro que no quieres verte mal frente a ella... nuevamente la sonrisa se le dibujó genuina en el rostro.

—...Mi diosa...— ni siquiera, notó la extraña expresión de su padre y los hombres que lo acompañaban.

—¿Seguro estás bien?... Quiero decir; sí es hermosa... pero ese honorífico... —sonrió por la gracia de según él, la ocurrencia del príncipe.

—Claro que lo es padre, ella es vida... ¿dónde está?; ¿Está con Yui... quiero decir... Yvaine, mi hija? fue capaz de ver la duda sembrada en la mirada de su progenitor, sintiendo que fue ingenuo al creer que todo era tan bueno ¿dónde están?; ¿están bien?... padre...

Alistair... —la mirada preocupada del padre, se posó sobre él, extrañándolo. —sabía que tu comportamiento era desatinado; llamen al médico real... —miró hacia atrás a sus subordinados.

—Padre, dime si están bien... no necesito un médico si me llevas con ellassu corazón comenzó a palpitar errático, cual advirtiera lo extraño de la situación... preocupándose más, al sentir el fuerte agarre de la mano de su padre sobre su muñeca.

No hay nadie con ese nombre; no tienes ninguna hija, Ali... su padre siguió hablando, mas ya no era capaz de escucharlo; esa realidad no estaba bien, qué quería decir con eso... ¿acaso Yvaine no nacía aún?... Stacia... —sintió cual el aire le faltara, al imaginarse separado de su familia... a pesar de estar reconfortado con la oportunidad de volver a ver a sus progenitores... era impensable estar sin su amada... y sin su hija.

—Staciatodos guardaron silencio al oírlo Stacia padre... ¿dónde está? —miró con cierta molestia la mano del rey reteniéndolo.

—¿Hablas de la diosa Stacia? —la inexplicable pregunta, era imposible de responder. —hijo ella es la reina de Underworld, ¿qué tienes que ver con ella?

—¿Qué tengo que ver?... —se soltó, mientras la negación se apoderaba de él. —Todo... ¡Tengo que ver con todo lo de ella! ¡Es mi reina...! Lo era... ¿qué está pasando?... No... ¡No! — se sintió completamente fuera de lugar por lo que abandonó a paso veloz, sin escuchar los llamados de su padre; Sirrah... iría por él y luego por Stacia...

Entró en los establos y antes de llegar hasta su fiel corcel, una pequeña mano lo detuvo por el brazo, el aroma de las flores de Zephyria lo inundó por algunos segundos antes de notar el abrazo del delgado y esbelto cuerpo, sus ojos tardaron un poco en asimilar la luz del lugar, más antes de lograr enfocar, unos suaves labios se posaron sobre él, en un beso sobre el borde de su labio inferior, una caricia que hacía notar la presunción de familiaridad, los breves segundos que tardó en entender qué ocurría, fueron suficientes para hacer que la fémina se separara algo confundida...

—¿Ali?... ¿está todo bien? la mujer de ojos marineros y larga cabellera castaña, tomada en una alta cola, inconfundible, lo miraba expectante y... enamorada...

—¿Liena? estaba confundido; qué había pasado... realmente lo había... ¿besado? —en un movimiento reflejo, tratando de librarse de la idea, se llevó la mano a cubrir la boca.

—¿Mi señor...? —no alcanzó a decir ninguna otra palabra, la había tomado de manera brusca por sus hombros, y apretó con fuerza el menudo cuerpo de la joven...

—No me llames así... no tienes derecho... —las palabras lo abandonaron rígidas e imperativas.

—Ali... Ali, suéltame, me lastimas... —el agarre sobre ella se mantenía; escucharla llamarlo como su diosa lo hacía, produjo una ira que nacía en su centro —por favor... Ali... me duele... —el llamado de quien fuera su maestra, lleno de angustia, lo hizo volver en algo en sus sentidos, finalmente soltándola...

—Perdóname... tengo que irme... — volteo, más desde su espalda ella lo abrazó, con el llanto en su voz...

—No hagas esto... ¿qué ocurre?... ¿hice algo mal? — la voz rota de ella lo hizo sentir miserable; pero ella no sería jamás parte de su corazón, el cariño que le tenía jamás podría llegar a compararse con la devoción a su diosa...

—No hay nada malo en ti, Liena... pero mi amor le pertenece sólo a mi diosa...

—¿Tu diosa?... ¿Pero qué significa eso?... ¿Qué diosa?... ¿Incursionaste en algún culto?... —lo rodeó, hasta posicionarse frente a él. —Sabes perfectamente que si la gente del Clero se da cuenta que estás adorando a los dioses extranjeros...

—No hablo de rezarle a nadie... —la pasó de largo, abriendo la caballeriza donde se encontraba su hermoso pegaso negro.

—¿Entonces de qué?...

—Liena... —la miró preocupado. —¿Qué estás haciendo aquí?... Creo que lo mejor es que te marches a tu hogar... y que... lo que hiciste no se repita. —dirigió por unos segundos la mirada hacia ella, haciéndole comprender que hablaba de su reciente encuentro.

—¿Mi beso?... ¿Ya... no desea que lo bese... mi señor?... —las lágrimas acudieron concentradas a sus orbes profundos.

—¡Te dije que no me llames así!

—Pero... ¿Por qué?... ¿Qué es lo que te pasa?... —se limpió las lágrimas y lo encaró molesta. —Primero no respondes mi saludo, luego me pides que deje de llamarte como siempre lo he hecho... y ahora me pides que me vaya... ¿Y hacia donde deseas enviarme?... ¡Vivo aquí! Sabes... —se sintió expuesta y vulnerable por unos segundos, al punto de terminar bajando la mirada frente a él. —Sabes que no tengo a donde ir... pensé que cuando me pediste permanecer a tu lado... hablabas en serio...

—Eso fue hace ya... mucho tiempo... —apretó los dientes, tratando de entender por qué las cosas habían terminado de esa forma, ¿Por qué de repente ya no comprendía?... —Sabes que estoy con Stacia ahora...

—¿Stacia?... —lo miró incrédula.

—¡Ahí está! ¡Lady Liena! ¡No lo deje marchar!

Fueron solo un par de segundos cuando ya se encontraba rodeado en todas direcciones por los guardias de la corte real.

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—¿Qué piensa doctor?... —la voz de su madre, lo obligó a levantar el rostro, para ver la expresión del hombre que estaba por dar su veredicto con respecto a su estado.

—Lo lamento Majestad... todo... parece indicar que... —la voz del hombre se cortó, al verlo mirarle de aquella forma amenazante.

El nuevamente príncipe, se encontraba sentado en una gran extensión acolchonada. Canapé de terciopelo acomodado para atender a las altas figuras reales.

—Creo... que lo mejor será darle el brebaje... antes de continuar... —tragó saliva el galeno, lo había visto molesto y violento al ser entregado en sus manos, por parte de la multitud que lo aprisionó fuera de las caballerizas. Hasta el momento no se había permitido adormecerlo, por la necesidad que tenía de escuchar las alucinaciones de las que se le acusaba.

—Usted no va a darme nada... —sentenció con rudeza.

—Pero cariño... —lo tomó de la mano la reina. —Es por tu bien...

—Si alteza... —temblaban las manos del hombre, con la bebida de pálidos colores verdosos entre manos.

—Majestad... soy el rey de Overworld... —se levantó del mueble, sorprendiéndose a sí mismo, por sus palabras y actitud.

—¿Pero qué estás diciendo hijo?... ¡Sabes que no puedes hablar de esa forma! Retráctate ahora mismo... —miró a los alrededores, percatándose que no hubiera más personas presentes, al ver al médico, buscó su aprobación con la mirada, a lo que el curandero solo asintió temeroso. —Si dices cosas así pensarán que las cosas están mal con tu padre... que buscas ascender al trono antes de tu tiempo...

—No madre... —cerró los ojos, tratando de tranquilizarse. La verdad era esa... él no era el rey... de ese mundo... ni de ningún otro... Debía aceptar que aquella realidad extraordinaria en la que se encontraba era algo más allá de lo antes visto. Porque sus padres estaban ahí... porque aún vivía en su castillo... porque era un príncipe... porque aparentemente lo suyo con Liena nunca había terminado... pero sobre todo... porque su amada diosa no estaba a su lado.

—¿Estás más tranquilo?... —Alistair se limitó a asentir y guiado por su madre, volvió a sentarse sobre el canapé y sometiéndose a sus deseos, como lo único que podía hacer de momento, llevó el brebaje a sus labios, para momentos después recostarse poco a poco, sintiéndose desvanecer.

—Eso es... descansa... no te preocupes por nada... —escuchó la voz dulce de su madre, mientras se sentía perder en el limbo.

Hasta el momento en que, en medio de sus sueños, la sensación de la sangre recorriendo con hileras sobre sus miembros, lo hizo sentir despierto... en el cuerpo de aquella bestia. O por lo menos... la sensación de la lengua como fierro y las uñas endurecidas cual garras, aminoraban el dolor que los rasguños sobre su piel, le brindaban.

—Stacia... —clamaba por su amada, en medio de su sueño.

Mientras en la realidad, la misma palabra se deslizaba a gorgojeos de su lengua.

—S...ta...cia... —el sonido gesticulado de aquellas sílabas escapó de entre los largos colmillos, escondidos bajo la cascada de sangre que goteaba de su mandíbula, tapizada por los cabellos enredados y pegados entre sí, en medio de la sangre seca sobre su rostro.

—au...xi...li...o... —expresaba entre pequeños quejidos de lamento por su condición, apoyando la mano rígida sobre la tierra.

Mi diosa... —repitió nuevamente dentro de aquella realidad lejana, logrando que la reina y Liena se miraran preocupadas entre sí.

—Lo mejor será que lo dejen dormir un poco más... —aconsejó el médico de la corte.

—Con que una diosa... —repitió en voz sumamente suave, su prometida. —Majestad... si gusta puedo quedarme con él... cuando despierte mandaré a avisarle o iré yo misma. —la reverenció.

La reina lo pensó por unos segundos, al observar el rostro inconsciente de su hijo, pero terminó por asentir.

Tras verla marchar, tomó su mano derecha con ambas manos. —¿Cuál diosa?... no me digas que tú... —temblaron sus ojos de imaginar que tuviera algo que ver con las deidades de Underworld que vinieron a su mente. —No... imposible...

Temor que se atrevió a escudriñar para acabar con el mismo, encontrándose con la dolorosa verdad, con el despertar de su príncipe.

—Lo que dices es una tontería... —negó con la cabeza, bajando la mirada.

—No lo es... —respondió seguro

—¿Pero cómo...? ¡Si la diosa Stacia es la esposa del rey Vector! ¡Reina de Underworld! Él te habría matado... —le rodaron las lágrimas, que enseguida limpió.

—Lo intentó... —no encontraba otra manera más que demostrarle la verdad a través de las cicatrices de su cuerpo. Por lo que se sacó la camisa, ante la sorpresa de ella. —Mira... ¡sólo mira esto! —se volteó mostrándole la espalda. —¡Son los signos de los azotes que me propició!

—¿Azotes?... —se llevó una mano al rostro, tratando de ocultar su angustia, mientras con la otra tocaba la tersa piel de la espalda de su amado. —Tan pálida y hermosa como siempre...

—¿Qué?... —volteó a verla, incrédulo, por lo que enseguida buscó, la cicatriz del sello de Underworld sobre su abdomen y no estaba.

Dejó escapar un pesado suspiro —tardíamente comprendió que, si sus padres estaban vivos, nunca se dio aquel suceso que le hizo perder la memoria y convertirse en aquel regente príncipe que solo deseaba venganza...

Entonces... nunca llegó a conocer a su diosa... su dolorosa y cruel realidad fue cambiada por alguien que le brindo felicidad a su vida, a cambio de perder lo que más amaba... su familia. Y puede que ese alguien... fuera él mismo... miraba las palmas de sus manos en búsqueda de respuestas... tal vez... el deseo que profundamente reprimía... sobre no manifestar su maldición había desatado su estadía en aquel mundo libre... Pero a qué costo...

—No puede ser —ahogó un grito de desesperación al no querer aceptar esta realidad en la que despertó.

Sintiendo que todo un mar de emociones le calló como plomo en la espalda, se dejó caer en la suavidad de la cama y con una mano se tapó la cara, tratando de recuperar la cordura, teniendo en cuanta que todos creían en él como un príncipe modelo... el cual definitivamente no era.

—Mi señor... —al escucharla cerca se volteó, quedando de lado, dándole la espalda sobre la cama, cuando Liena copió su acción, tumbándose junto a él para tratar de aliviar su evidente dolor.

—Te dije que no me llames así —de golpe se sentó, sin intenciones de voltear a verla —Solo mi diosa puede llamarme de esa forma —un sollozo se escuchó.

—Otra vez esa diosa —se puso de rodillas sobre el colchón, moviéndolo con levedad —No puede ser cierto que mi señor diga esas palabras... ¿Qué tienes que ver con la reina de Underworld?...

—Deja de llamarme así —le hizo callar con su tono rudo —Tengo que ver más de lo que te imaginas —Aun cuando cursó una vida llena de dificultades y penas, estando Stacia y su hija todo se volvía alegría —Mi diosa es lo más importante para mí, respeta su lugar Liena, ella es tu soberana, mi reina.

—¿Qué te sucede Ali? —sus labios temblaron al notar que el príncipe no le volteaba a ver. Aquel amor desbordante que le mostraba cada día había desaparecido —No puede ser cierto lo que dices, soy yo la que te ha acompañado, no la aquella diosa que solo salva a su gente, nosotros no le importamos.

—No es cierto —Stacia era la persona más bondadosa y amable que había conocido, se preocupaba por todos, ella quería crear paz y la creo, unió a ambos reinos como uno solo, le aceptó a pesar de su maldición... ella era amor y perdón.

—Ali, estoy aquí, siempre lo he estado —sus manos fueron directo a su pecho, donde su corazón latía fuertemente —Dijiste... que me amabas, que yo era tu todo.

—Eso quedó en el pasado —endureció sus puños, mientras sus parpados se cerraban, se sentía impotente —Lo que pasó entre nosotros... fue olvidado cuando Stacia llegó a mi vida.

—¿Estas rompiendo nuestro compromiso? —se abalanzó sobre él, abrazándolo del cuello, no quería dejarlo ir, él era su todo —Por favor, no lo hagas —suplicó con voz rota.

La incomodidad de Alistar se manifestó de inmediato, se movía para tratar que le soltara, sentía la convexidad de los atributos de Liena impactando contra su espalda, la cual seguía descubierta al no ponerse su camisa, con cada sollozo y suplica de su maestra sentía como su pecho se juntaba más a su cuerpo, le irritaba ese tipo de contacto.

—Suéltame —trató de romper el agarre que mantenía, no quería que nadie que no fuera su diosa le tocara de esa manera intima —¡Dije que me sueltes!

—No—acercó su rostro al del príncipe, quien trataba de romper el contacto —¿Ali que sucede?, tú no eres así, algo pasa, sabes que puedes confiar en mí —le besó la mejilla, lo que colmó su paciencia, abruptamente rompió el agarre y se alejó, dejándola sin palabras sobre el lecho.

—Te dije que no volvieras a besarme —con el dorso de la mano se limpió esa parte de la piel que recibió el contacto —Sal inmediatamente.

Los ojos de la castaña se humedecieron, al ver el enojo en el par de platas del príncipe.

—Déjame solo —desvió la mirada hacia la ventana, estaba hastiado de ella —Necesito descansar.

Le dolía verla tan frágil, ella era fuerte, una guerrera, Liena era la persona de la que se enamoró y quien era su apoyo durante su juventud, pero, ahora él tenía una familia, lo que paso entre ellos quedó enterrado en lo profundo de su corazón y ya fuera en ese mundo o en cualquier otro... no podía estar con nadie que no fuera su amada Stacia.

No podía quedarse viviendo en felicidad ajena, cuando su diosa se encontraba bajo las garras de Vector, tenía que ir a rescatarla, si despertó en esta realidad con sus memorias había una posibilidad que Stacia estuviera en Underworld preguntando qué había pasado con su rey.

—Yo... mi señor... —la severa mirada que Alistair le dedicó, le hizo callar.

Tras un toque a la puerta, la misma se abrió dejando ver a la reina quien se acercó a su hijo, ignorando de momento a la prometida de este, que al notar la presencia de su majestad se bajo del lecho, recompuso su postura, al momento que su mano limpiaba rápidamente su rostro, donde dos lagrimas descendieron.

—Hijo vuelve a la cama —lo tomó de la mano, para instarle a obedecerle.

Alistair cerró los ojos fuertemente, antes de aceptar el suave trato de su madre, de niño siempre le calmó tenerla cerca, ahora después de verla llena de vida y preocupada por él, permitió que fuera su progenitora quien le acobijara.

—Déjanos solos... —pidió amable la reina, por lo que Liena le reverenció al momento que veía de nuevo al príncipe antes de caminar hacia las afueras del aposento.

—Le pediré al médico real que traiga un poco más de brebaje, debes descansar...

No respondió a tal sugerencia, estaba seguro que obligarlo a beber más de eso no le ayudaría en nada. Solo quería estar solo, para encontrar la oportunidad de ir en busca de respuestas, encontrar a su diosa era lo que más ansiaba, pero no tuvo más remedio que asentir, ante la sonrisa de genuina preocupación de su madre.

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Sin siquiera saber a dónde se dirigía, rompía con facilidad los arbustos y ramas que se interponían en su camino, el crujir de la naturaleza hacía ecos en sus oídos, mientras la sangre fresca propia y la de aquel indefenso animal que había descuartizado caían, dejando un camino carmesí cuando seguía arrastrándose en busca de ayuda.

—Mi... dio...sa... —rugió con dolor cuando sus colmillos empezaron a brotar en busca de alcanzar la totalidad de su elongación, torturándolo y haciendo que su propia sangre se deslizara por los mismos hasta caer en el suelo como gotas oscuras, por lo que se llevó ambas manos a la boca y cerró los ojos con fuerza, tratando de soportarlo.

—Por... favor... ayu...da... —no veía más que oscuridad, el dolor de sus cuernos también inició a mortificarlo nuevamente cual se conectaran, haciendo que sus lentos y dificultosos pasos se detuvieran.

La bestia aun no estaba satisfecha, deseaba más muerte, algo que lo asustó, manifestado en la aceleración de su respiración al sentir la insaciabilidad rugir en su estómago, sus vísceras se enredaban entre ellas provocándole sufrimiento agregado.

Sus temblorosas piernas iniciaron a moverse de nuevo, para buscar alimento, su conciencia estaba siendo consumida por la bestia, hasta el punto de casi ya no tener control sobre su cuerpo, que avanzaba contra su voluntad. Vagaba sin rumbo, pensar en su diosa, era lo que le mantenía vivo.... Tenía que encontrarla. Aunque en un inicio se hubiera ido de su lado para alejarla de su maldad... ¿Qué hacer?... la necesitaba... lo único que deseaba era morir a sus manos...

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—S...ta...cia... —se levantó en medio de la oscuridad, su respiración era agitada y estaba sudando en abundancia, cual acabara de salir de nadar en algún rio.

Su mirada se movió hacia todas las direcciones del aposento, encontrándose solo en el lugar. Lo que aprovechó para quitarse las sábanas que lo cubrían y se encontraban mojadas por el exceso de sudor a causa de la pesadilla que había sufrido.

Sus pies desnudos tocaron el frió piso, que aún alfombrado guardaba la frescura de la madrugada; sigiloso se encaminó hasta llegar a la puerta, con cuidado de no hacer demasiado ruido levemente la abrió lo suficiente para ver hacia el pasillo, donde un par de guardias se encontraban custodiando sus aposentos.

Reteniendo el grito de furia en su garganta, cerró la puerta con cuidado de no ser escuchado por los guardias que parecían estatuas. Analizó de nuevo su entorno, solo la penumbra le rodeaba, anduvo en círculos por varios minutos hasta dar con la opción más obvia que tenia de escapar, sonriendo al pensarlo y se apresuró a vestir.

A pasos apresurados se dirigió hacia la ventana, la noche estaba tan profunda que se apreciaba como el palacio estaba lleno de antorchas. La altura de su aposento hacia el suelo no era tanta, pero si peligrosa, muchas veces se había escapado de su palacio por lo que no fue problema lanzarse hacia abajo y caer sin provocarse alguna lesión.

El recuerdo de Stacia gritando preocupada cuando hacia esa misma acción le llegó a la mente como un fugaz recuerdo que lo dejó inmóvil por varios segundos, hasta que los pasos de alguien acercándose le hicieron correr a esconderse detrás de unas plantas que decoraban el pasillo.

Los guardias que cumplían con su ronda nocturna, se detuvieron a escasos pasos de donde se escondía, con sus candiles iluminaron la zona buscando algo que les había llamado la atención. El más bajo inició a caminar hacia adelante, la idea de ser descubierto y tener que pelear contra su propia gente le pasó en la cabeza, gritándole que estuviera listo para atacar.

Un paso... dos pasos...

Si daba un tercero le descubriría y no tendría opción más que noquearlos para escapar lo más rápido que pudiese hasta que descubrieran a los dos hombres inconscientes y le diera persecución nuevamente.

El regordete guardia dio el tercer paso y levantó su luz un poco más, los cabellos negros del príncipe debieron de quedar al descubierto.

—¡Ya vámonos! —le gritó su compañero, logrando que el guardia no pusiera los ojos en el joven escondido —Te dije que no había nada extraño aquí —insistió por lo que el guardia que estuvo a punto de descubrirlo, ni si quiera lo vio, se dio la vuelta e inició a regresar.

—Juro que escuché el sonido de algo cayendo al suelo.

El alivió llegó a Alistair cuando la discusión de ambos hombres se fue alejando, hasta perderse en lo amplio del lugar, momento que aprovechó para salir y dirigirse en la dirección contraria de donde los guardias se fueron.

Si todo seguía igual que cuando él era rey, tendría diez minutos más antes de que el otro par pasara cumpliendo su ronda nocturna en ese mismo lugar.

Haciendo suya la oscuridad y teniendo la ventaja de conocer el palacio como la palma de su mano se apresuró a llegar al establo, donde su fiel amigo Sirrah, le permitiría escapar, para busca a su diosa, tenía que verla y su pegaso compañero de vuelo, no le vería como loco como el resto de personas.

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En la realidad, las patrullas habían invadido en su totalidad el bosque.

—¡Sortiliena-san! —llegó corriendo un guardia con antorcha en mano. Uno de los hombres que se encontraban patrullando la zona cerca a donde se habían detenido a descansar.

—¿Qué sucede? —se levantó del suelo apurada para ir al encuentro del soldado, seguida del par que le acompañaba.

—Hemos encontrado rastros de sangre —señaló hacia la dirección de donde salió —Además parece que algo grande destrozó todo a su paso.

—Hay que seguirlo de inmediato ajustó su espada en su cintura Levanten todo, nos vamos de inmediato —los hombres a su cargo le obedecieron sin quejarse de porque iniciar la persecución a mitad de la noche, donde animales nocturnos peligrosos habitaban la zona.

Con antorchas en mano siguieron al soldado quien les dirigió donde había realizado el hallazgo.

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El negro pelaje de Sirrah, tan oscuro como la noche, destacaba sobre todos los caballos en el establo, su pétrea mirada era tal cual como recordaba, su par de alas se mantenían encogidas a su lomo, reposándolas ante el largo día que había terminado.

Estando seguro que aún le quedaban un par de minutos para que la guardia llegara a por él, salió detrás de la puerta medio abierta que actuó como su escondite esperando que la atención de su fiel amigo se posara en su presencia, el pegaso extendió sus alas, relinchó con alegría seguramente al verlo emerger desde las sombras, algo que le hizo encaminarse con más ánimo para completar el reencuentro con el corcel, a quien no había visto desde que le fue arrebatado su reino, siempre fue su preocupación no saber qué fue de su amiga desde la infancia.

—Te ha gustado la torta de avena que te traje, ¿quieres más?

La suave voz, llena de amabilidad que emergió al otro costado del corcel le hizo regresar rápidamente a su escondite bañado de penumbra.

Sirrah relinchó con mayor fuerza, mientras meneaba la cola, algo que le asombró pues el pegaso no solía comportarse así con otra persona que no fuera él... haciendo memoria, el corcel era un berrinchudo que si bien comprendía a cabalidad lo que sucedía, hacía su propia voluntad.

La curiosidad de saber quién era la persona que fraternizó tan bien con Sirrah, aparte de Stacia y él, le hizo abstenerse de salir del establo y buscar otra forma de escapar del palacio. Logró distinguir la cabellera larga de la mujer que escondida detrás del corpulento cuerpo del aladol, evitaba que diera con esa domadora de bestias.

—Maldición ¿Qué está haciendo ella aquí? —exclamó al ver como el cuerpo de Liena se apreciaba más cuando el corcel dio unos pasos hacia atrás, dejándola descubierta.

—Que hambriento te encontrabas hoy, hermoso —le acarició la cabeza con cariño, las orejas del animal se echaron para atrás, dándole más espacio a la fémina donde darle mimos.

El hocico del corcel masticaba rápido aquel bocadillo que Liena le ofreció, parecía un glotón comiendo de la palma de la mujer, le recordó a él comiendo los platillos de Stacia.

—Tu pelaje es similar al cabello de tu amo, necesita ser manejado con cuidado —llevó su mano limpia, gracias a las lamidas que este le dio, a tomarlo del hocico y levantarlo para unir sus rostros, algo que no le molestó al animal, al contrario, estaba encantado por el trato recibido.

Ni a su diosa le vio realizar tal hazaña...

Aun tenía el paso libre para escapar, aprovechando que ninguno de los dos había notado su presencia. Sintiéndose traicionado por su fiel amigo que prefería los encantos de una dama, decidió irse... no podría contar con él.

—Tu amo, está un poco enfermo hoy —habló con tristeza obvia, sus manos había tomado uno de los cepillos y lentamente peinaba el pelaje del corcel, quien al notar el estado melancólico de Liena buscó de nuevo el contacto con su hocico —Así que no te enojes con él, hermoso ángel negro.

Esa forma de llamarlo le detuvo, le había llamado Sirrah en honor a una estrella solitaria que se encontraba en la constelación de Andrómeda, no porque fuera un ángel del infierno. Retuvo su escapada para voltear y seguir observando.

—Vendrá a verte cuando se sienta mejor —un relinchó sonó como respuesta —Daremos un paseó por los aires, los tres juntos —el cepillo se detuvo en el lomo del corcel que se mantuvo quieto esperando que la dama siguiera —Que me abrace con fuerza... mientras me besa en los aires....

El par de ojos plata temblaron en horror al imaginarse esa escena, la mirada enamorada de Liena le decía que si había ocurrido.

No había duda... la extraña realidad había afectado también a su adorado corcel alado, acercándolo de tal manera a su maestra... cuando en su memoria, ambos apenas y rozaron contacto... Así que lo más seguro es que en su memoria el camino hacia Underworld tampoco estuviera presente...

—Vamos pequeño, ahora tus alas —le indicó al notar las protestas del animal, que exigía que continuara dándole mimos.

Ambas emplumadas se desplegaron, como si estuvieran listas para el vuelo, pero en cambió dejó que las pequeñas manos de la mujer le acariciaran en interminables movimientos, que hacían que los otros caballos relincharan en envidia.

Teniendo ya suficiente y al notar que no pasaría mucho para que los guardias notaran su ausencia en su aposento, decidió irse, dio un fuerte paso y descuidadamente pateó uno de las cubetas que servían para darle alimento a los caballos. Aunque trató de no gritar por el dolor sufrido, fue evidente el escándalo que llevó la atención sobre él.

—¿Quien anda ahí? —su mano buscó su cintura, donde un látigo reposaba.

El relinchó exigente que Sirrah emitió le hizo detenerse y a su acompañante dar la identidad del intruso.

—¿Ali? —y ahora notaba su presencia, nuevamente se sintió traicionado por su fiel amigo —¿Eres tú... Ali? —se encamino seguida del corcel —¿Qué haces aquí? No me digas que has...

No sabiendo cómo lidiar con ella, eligió echarse a correr sin darse oportunidad para persuadirla, para continuar su mala fortuna no fue bastante su trayecto recorrido ya que terminó por chocar con uno de los guardias en una de las esquina del establo.

No dándole tiempo de reaccionar al hombre, se levantó y buscó escapar, antes que Liena y el guardia dieran aviso que había escapado de su aposento.

Los gritos de alarma a su espalda, alertaron al resto de efectivos que custodiaban el palacio. La persecución inicio, despertando a los soberanos del reino ante el escándalo que se formó.

Al salir los monarcas, se llevaron la sorpresa de que el príncipe Alistair había intentado escapar del palacio.

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Varias lágrimas, recorrían el rostro del desdichado, que al caer se mesclaban con el nuevo charco de sangre donde posaba.

A pesar del dolor que sentía al haberse devorado a otro animal hasta dejar solamente los huesos arañados, sus colmillos seguían mordiendo la cabeza del venado, única parte que se había mantenido intacta y ahora era destrozada con ansiedad... descontrolada voracidad que no había podido saciar, después de comer la carne y beber la sangre de innumerables e indefensos animales que se topaban en su camino.

—Sabe... tan bien... —la voz débil, fue obstaculizada por el fuerte viento que sopló, congelándolo a su paso, observado en sus brazos tiritando.

Le arrancó un ojo al animal el cual destrozó con tan solo una mordida, lo tragó y cuando el globo ocular desecho recorrió declive su garganta, las náuseas lo dominaron, acción que lo llevó a soltar a su presa y poner las manos sobre el mar de sangre, sus acciones le llevaban a sentir enfermo y despreciable, cual la bestia necesitara ingerir a tal punto... pero su cuerpo humano no lo soportara.

—S...ta...cia... —nuevamente varias lágrimas escaparon de sus orbes, que se encontraban cubiertos por la sombra de su cabello —Por... fa...vor ayu...da...me... mi diosa... —trató de abrir los ojos para centrarse y calmar su respiración para ubicarse. Tal como lo había logrado aquella vez que Quinella lo secuestró... su amada a través de su poder divino había logrado contactarlo y estaba seguro que ella no se había tenido en su búsqueda desde su desaparición. Debía decirle donde estaba... levantó la mirada, pero todo estaba tan oscuro e irreconocible... que enseguida el desconsuelo que sintió, abandonó su garganta cual pequeños gemidos envueltos en la desesperación, de sentirse perdido y derrotado por su propia maldad... Se sentía perder cada vez más... empezó a negar con la cabeza, mientras sus labios se separaron reprimiendo un grito que segundos después se volvió audible como una resonancia que abarcó los alrededores con la ferocidad de un rugido de animal herido y acorralado.

Se había sumergido completo en la oscuridad dentro y fuera suyo, con la mirada fija en el punto luminoso más amplio del firmamento. Los iris dorados resplandecieron. Al instante que las alas se batieron para levantarlo y posicionarlo sobre sus pies.

Cual no pudiera mantener la postura erguida por la falta de humanidad, se dejó ir hacia adelante, agachándose poco a poco, mientras la mezcla de olor se concentraba en su olfato, provocando la salivación incontenible.

Apoyado con los nudillos sobre la tierra, tenía una mejor amplitud de visión del panorama. Fue solo un instante que separó el momento de rastreo a que, de un salto, tomara impulso y extendiera las alas en el aire.

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—¿Ali?... —la mirada de la diosa tembló horrorizada, había tratado durante todo ese tiempo de traer su conciencia de vuelta, de aquel mundo... lugar... o realidad... a la que en sesiones había sido llevado y que constantemente perdía, al estar completamente rodeada por aquella pesada energía oscura, cual mar de tinieblas cerniéndose en los alrededores... el aire... el agua... el mundo... engullido y contaminado por la oleada maléfica de la que aún no conseguía origen. —Desapareció... —incrédula, se apoyó sobre la mesa, mientras las lágrimas rodaron sobre su extenuado rostro. —Su alma... —la cruel idea que surcó su mente, la doblegó, sin poder asimilar lo que sus propias palabras significaban, estrujándose a sí misma y arrugando los labios al sentirse perdida ante los acontecimientos.

Lo había estudiado a la perfección... una vez un alma desaparece de su contenedor... nada ni nadie puede traerla de vuelta. Por más que en todo ese tiempo hubo logrado traerlo de vuelta en ocasiones... su cuerpo había sido dominado por su mayor enemigo... su maldición.

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Los minutos pasaban, transformándose en horas y luego la noche llegaba para continuar en busca de renacer en un nuevo día. Se estaba volviendo loco... ya estaba perdiendo la cordura y no recordaba a cabalidad cuanto tiempo había permanecido en ese lugar, aislado del mundo.

El sonido de personas descendiendo las escaleras, le hizo sentarse en la dura cama de la celda del calabozo donde lo habían mantenido cautivo tras atraparlo en las afueras del reino, trató mantener la compostura al notar que no era hora del almuerzo, donde una doncella le llevaba el alimento pero le tenían prohibido hablar con él.

Sus sospechas fueron afirmadas cuando la impotente figura de su padre acompañado de guardias se acercaron a su celda, deteniéndose frente a él.

—Te ves más calmado hijo —resonó la fuerte y severa voz del monarca, quien le vio decepcionado.

—¿Cuantos días más me torturaran? —ignoró las palabras de su padre, algo que fue una punzada en su pecho, pero desde que le dejaron solo en el trono dejó de ser el niño bien educado.

—No te hemos torturado —contradijo ante la actitud negativa de su hijo —El encierro es tu castigo por intentar aliarte con Underworld.

—Y capturarme como animal fue la opción más sabia que al rey se le ocurrió —se levantó para pararse frente a su padre, sus manos se aferraron en las barras metálicas, un tanto oxidadas.

Las cejas del monarca se arquearon en enojo, privarlo de la libertad fue la medida menos convencional que tenia pero evitaría que el escándalo llegara a oídos del clero y su gente, a los que no les contaron las verdaderas razones que llevó al príncipe a escapar hace varias noches. El Rey temía que pidieran a gritos la vida del príncipe por alta traición.

—Golpeaste a mis hombres y casi lastimaste a tu prometida.

La escena de Liena como una amazona montando a Sirrah por los cielos paso por su cabeza. Luego de intentar despojarla de las riendas del berrinchudo pegaso que no se movió del suelo cuando logró montarse en él y ordenó neciamente que le obedeciera, fue el momento que la guardia aprovechó para rodearlo, el blanco látigo reteniéndolo con habilidad y luego la humillación de ser encadenado y a rastras llevado al calabozo del palacio a solicitud de su majestad, como medida de prevención.

—Fue en defensa propia, ellos estaban armados ¿sabes? —la decisión en su mirada competía con la similar del rey, eran tan físicamente parecidos que la intensidad y fiereza en ambos era sofocante.

—¡Claro que lo estaban! —se embraveció el monarca —Después de golpearlos e intentar huir de nuevo destrozaste ventanas, muebles ¡Todo a tu paso, con la cadena en tus manos! —la severa voz del monarca se suavizo, dejando de actuar como rey sino como padre. —¿Acaso quieres destruir el castillo? ¿Ser enemigo mío hijo?

—No —masculló, sus dedos metieron más presión al agarre en los barrotes, la mirada del rey reflejaba culpa —Nunca podría ser tu enemigo... pero...

—¿Pero qué? —preguntó analítico, manteniendo su postura calmada. —No tienes idea de cuánto esperé... poder hablar contigo como un hombre... compartir los ideales de nuestro reino... el futuro que le depara por nosotros...

En esos momentos no podía pensar como rey... por lo que bajó la mirada dolido, cuánto le hubiera encantado en su momento, contar con los consejos y el apoyo de su padre... sin ser perseguido por las órdenes absurdas del Clero... gobernando como lo consideraban conveniente... haciendo feliz a la gente y propiciando la armonía que todos deseaban... Pero ahora... solo podía pensar en su esposa e hija...

No podía decirlo, si seguía insistiendo en que su realidad verdadera era otra, pasaría el resto de sus días encerrado bajo la mirada de decepción de su padre y la angustia desmedida de su madre.

—Quizás me sentí sofocado por todo —mintió, sus brazos se soltaron y cayeron a cada costado de su cuerpo—Nunca podría ser un buen rey como lo eres padre —exhaló pesadamente —Lamento todo, no volverá a pasar.

—El pueblo confía en ti Alistair —dio un paso hacia atrás —Libéralo —ordenó con suavidad al guardia que rápidamente ingresó la llave girándola, haciendo que esta crujiera cuando la celda estuvo abierta —Yo confío en ti, hijo mío.

Ahora no deseaba salir de su encierro, al ver la mirada de su padre que hablaba en serio de confiar en él, se mantuvo quieto, sin mover músculo alguno. Fue el rey que decidió ingresar al pequeño espacio y abrazarlo con fuerza, se dejó querer por el padre que había perdido cuando niño.

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La débil corriente de agua cada vez se escuchaba más cerca, sus botas estaban llenas de barro, aun así sus pasos cada vez marchaban con más fuerza. No sentía cansancio, después de haber caminado por horas en medio del bosque para encontrar aquel anhelado rió que dividía los tres reinos.

Aún le prohibían montar a Sirrah, pero al menos ya le dejaban solo y le permitían vagar por su cuenta los alrededores, por lo que caminar sin detenerse fue la mejor opción para su aventura; donde no buscaba más que mero consuelo, recuerdos de cuando la pequeña Stacia le llamaba por el nombre de su mejor amigo, las moras que disfrutaban comer y aquel fugaz beso que le robó.

Caminó a través del río, sin importar cuánto tiempo hubiese pasado, o qué mundo fuera ese, estaba completamente seguro que, sin ninguna duda, ella iba a ese lugar; entre los arbustos avanzó sigiloso, cual volviese a ser ese niño que se escabullía solo para pasar unos minutos con la que fuera su primer amor; con la nostalgia amenazando en sus ojos con volverse llanto, se detuvo al escuchar un sollozo lejano; ¿o eran quejidos?; se asomó despacio y pronto todo tuvo sentido y se volvía cercano, con el sol tomando tonos cobres en su bello cabello como el fuego, de rodillas bajo aquel árbol... ¡su diosa!... tan hermosa como siempre y más bella que nunca; quiso alcanzarla, mas antes de abandonar su escondite, el sonido de una voz femenina lo detuvo, no logró reconocer el tono; y antes de poder intentar buscar el origen, este llegó solo a sus orbes de plata; de pie frente a su diosa; el inconfundible color turquesa de su pelo y sus ojos azules cual zafiros...

—Solus — susurro al tiempo que su amada mencionaba el nombre de su hermana; en esta vida, Solus aún vivía... su reino aún le pertenecía y la guerra... nunca sucedió... las lágrimas que había intentado reprimir, inundaron su rostro al verla sonreír hacía la diosa del sol... sintiendo como la alegría de las hermanas se convertía en una terrible preocupación dentro de su pecho.

Agitó la cabeza buscando borrar el pensamiento de que quizá ella era más feliz sin él en su vida; tal vez... sí, era así... bajó la cabeza y llevó sus manos a tapar sus ojos... para él, su diosa lo era todo... qué sería de él sin ella... ¿la amaba lo suficiente como para dejarla ser feliz... aunque fuese sin él?... la respuesta a su pregunta le aterró; giró para salir de entre los arbustos y llegar a ella, necesitaba saber más de su diosa en esta vida, mas tan absorto se encontraba en el caos que se habían vuelto sus sentimientos, que, al salir, ambas se habían marchado...

— ¿Qué hago ahora mi diosa? ¿Debo renunciar a usted?... — habló al aire con la angustia en su garganta buscando escapar como llanto una vez más; pero por más que la amara hasta la locura, sabiendo que solo sería feliz con verla a ella bien... era egoísta... —Necesito saber que estará bien... lo necesito... pero... cómo va a estarlo... viviendo con el miserable de Vector...

Sabía la dirección hacia el castillo de Underworld desde aquel lugar... ruta que se estampó en sus orbes de gema.

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Las pisadas lentas se convirtieron rápidamente en una carrera, que descontroladas se adentraban a lo profundo del bosque al tener cerca a la bestia que causaba caos en los pueblos cercanos.

Fuertes rugidos se escuchaban ya muy cerca, haciendo que el grupo de guardias que le darían caza, prepararan sus armas, de espadas hasta arcos, flechas incendiarias, venenosas y lanzas; listos para apuntar a la bestia que se decía podía volar.

Deshacerse de ese monstruo era su misión y no descansarían hasta lograrlo se dijo la caballero, que guiaba a sus hombres.

...

Continuará...

OMG... si que hemos sufrido redactando esto jajajaja pero es un placer culposo del que no nos arrepentimos jajajajaja.

Muchísimas gracias a mis queridas Kim y Yosii, que como siempre se han lucido de manera excepcional.

Muero porque esto siga xDDD

Diosss ya quiero que Liena encuentre a la bestia xD y que en la otra realidad Ali se encuentre con Cia!!!!

GRACIAS POR LEER 

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