Capítulo 1 "Estrella de la mañana"
No como una princesa... ni como un ser nacido para la unión de los reinos... sino como lo que eres... nuestra hija.
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MYTHICAL BUTTERFLY —SIDE STORY
YVAINE
Capítulo 1 "Estrella de la mañana"
El día daba inicio con las primeras luces del sol atravesando por la ventana, giró su cuerpo cobijándose un poco más sin querer salir del cómodo sueño en el que descansaba, al estirar su brazo pudo notar que se encontraba solo en el lecho, lo que provocó que se levantara rápidamente buscando con la mirada a su compañera de vida...
Un delicioso aroma lo invadió, haciéndole sonreír y bajarse de la cama en pasos algo torpes por haber acabado de despertar, sabía que estaba bien, pero tenía la imperiosa necesidad de asegurarse cada día que ella se encontraba a salvo, después de todo lo vivido, su corazón no sería capaz de soportar la carga de perderla... de perderlas...
La pequeña cabaña que ahora sentía más cercana y familiar que el propio castillo donde creció, sólo poseía 3 ambientes, por lo que no demoró en encontrar la razón de su preocupación al abrir los ojos esa mañana y con ella, el olor que se colaba por su nariz... Al verlo la genuina sonrisa de la joven lo saludó, y sin importar el ya crecido vientre de su amada esposa, le pareció que no había otra mujer más hermosa que ella, caminó de manera pausada hasta llegar a su lado, poniendo ambas manos en su cintura, provocando el sonrojo de la diosa, quien por acto de reflejo acarició su mejilla, bajando su mirada hasta donde las manos de él se encontraban...
—Estoy enorme, ¿no crees? — la risa se coló entre los dientes del ex monarca, acentuando aún más el color rojo en el rostro de su mujer.
—Mi diosa... míreme... —elevó con sus dedos el mentón de su amada hasta su altura – No hay mujer más bella que usted, y si está tan crecido, es porque dentro lleva vida... eso es lo que es mi diosa... usted es vida y amor... — besó su frente, la comisura de sus labios, arrodillándose frente a ella llevó la caricia hasta donde crecía la vida que los conectaba en un solo ser...
—Ali... — retomó la postura erguida, haciendo que ella lo siguiera con la mirada, sin apartar una de sus manos del vientre, llevó la restante a acomodar sus cabellos tras su oreja en un gesto tan propio de protección – Te amo... —sus palabras llegaron flotando hasta sus oídos.
—También lo hago Stacia, yo las protegeré, incluso con mi vida...
—No digas eso de nuevo... no podemos perderte otra vez—el miedo en su voz era evidente, ambos no deseaban que aquel suceso ser repitiera.
—No volveré a alejarme, primero tendrán que acabar conmigo. —era el juramento más importante que repetía en todo momento en su cabeza, no las dejaría y no permitiría que algo les pasara.
—Ali... —no pudo seguir el reproche cuando sus labios fueron atrapados por los de él, lo amaba en todas las formas en que se puede amar a un hombre, con todas las virtudes que encontraba en él, pero también con los demonios internos que habitaban en su alma, en su maldición, misma que ella lucharía por romper, quería liberarlo, más si no llegara a lograrlo, ella se quedaría ahí, en el mismo infierno si eso le permitía estar a su lado...
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La mañana se sentía alegre, el avanzado embarazo de Stacia lo hacía sobreprotegerla aún un poco más, pero no podía, ni quería traspasarle sus miedos, verla radiante de camino al pueblo lo hacía feliz, una tranquilidad que se contagiaba en el aire del campo abierto como si comprendiera su dicha. No quería que ella caminara tanto, pero su entusiasmo, cual niña pequeña, lo invitaba a olvidar sus muchas preocupaciones, centrándose en ella, después de todo, era su diosa la que le repetía que una mujer impregnada puede trabajar con normalidad, en su rostro se dibujaba la alegría hecha sonrisa...
—Puedo ver ya el pueblo, ves que no debías preocuparte... — tomó con entusiasmo su mano envolviéndola con las suyas... —Compraremos muchas más semillas y las plantaremos para que cuando venga la bebé, todo esté por brotar, quiero recibirla con la cabaña inundada de flores. —Expresaba sus planes, mientras él no podía más que asentir. Era su esclavo... sus deseos se convertían en mandatos para su corazón que se alimentaba de los pequeños destellos en los orbes avellanada, al mirarlo con aquella alegría deslumbrante.
—Aún nos falta volver... siempre está la opción de volar, ¿no crees?... — Ante su mención Stacia palideció, amaba estar en sus brazos, pero los mareos por la altura en su estado eran algo que no deseaba repetir, sin contar con el temor a las alturas que desde pequeña tuvo. En realidad, era un tema poco explorado entre los dos y el pensar que él no lo sabía aún... le hacía sentir que le escondía un secreto... No lo deseaba, pero para él... amante de los viajes por el firmamento... tal vez sería decepcionante enterarse que su mujer, se ponía nerviosa en esos momentos.
—Ali... sabes que me da algo de miedo... — admitió algo avergonzada de pensarse en sus brazos... en su estado, mareada y con miedo...
—Está bien, puedo cargarla a pie también mi diosa... —el tono divertido de su voz la hizo sonrojar, amaba ese poder que podía ejercer sobre ella, sólo él era capaz de hacerla sentir tantas emociones distintas.
Debían comprar provisiones, la tierra en la cual sembraban era fértil, por lo que no era mucho lo que debían llevar, habían vendido algunas de las verduras cosechadas, era sorprendente lo rápido que se adaptaron a este tipo de vida, con la cosecha que les quedaba era más que suficiente para ellos, con lo ganado decidieron ir hasta el pueblo, para ambos existía la preocupación del momento en que Stacia diera a luz, debía estar rondando fácilmente las 38 semanas y con cada día sumado, el nerviosismo en el ex monarca se hacía evidente...
Sabía que en cada pueblo debía haber una partera, pero el simple hecho de que fuera su hija lo inquietaba... su maldición... debían permanecer escondidos. Sabía que el clero podría estar buscando con insistencia a Stacia, al bebé, quien, por derecho, era el heredero al trono tras créelo muerto, después que le fue despojada su ala izquierda frente a su pueblo y lo dejaran desangrándose en aquel lugar del que poco recordaba. Por ahora en el pueblo donde estaban no habían llegado rumores de búsquedas, sin embargo, en su corazón era capaz de sentir la aprensión y el cuidado que debían mantener, no se arriesgaría. Sí llegaba la información de ellos a las personas equivocadas, no sólo su diosa estaría en peligro, también lo estaría su bebé... a quien más buscaban.
Ambos llevaban cubierta la cabeza, mas, ni el hecho de llevar un gran pañuelo sobre su cabello de fuego, ni el evidente estado de su esposa la hacían pasar desapercibida ante las inminentes miradas de los hombres, haya sido por su piel de porcelana, tan blanca que la hacía ver inmaculada, o los bellos ojos como oro líquido que reflejaban el sol, o sus generosas curvas que podían adivinarse aún con su crecido vientre, todas las emociones revueltas en su estómago lo hacían fruncir el ceño, extrañamente a diferencia de lo que ella creía, todo en esa etapa la hacía lucir bella, radiante y enérgica. Y que esos rasgos que le enamoraban estaban a ojos de todos aquellos hombres ajenos a ellos, le molestaba, las miradas hechizabas que lograba su diosa aun en su estado de maternidad, miradas que solo él debía darle.
Inmerso en sus propios pensamientos, llamó su atención una mujer sentada fuera de una casa algo maltrecha por el paso del tiempo, su edad parecía avanzada, pero sus ojos familiares y cercanos brillaban en alegría mirando a Stacia, que se había detenido en un puesto de fruta, por lo que su esposo, con las manos a sus costados de manera despreocupada, caminó hasta la anciana, la que sin apartar la mirada de la diosa, le habló...
—Es bella... por la posición de su vientre, dará a luz entre estos días... — en sus rasgos quebrados por las arrugas de sus años se dibujaban expresiones de alegría.
—Así es, es hermosa... —le sonrió el antiguo rey de Overworld, mirándola también. Stacia al verse observada por ambos, reverenció y siguió comprando.
—Sabes jovencito... cuando era una niña, mis padres me contaban lo maravillosa que era la diosa de la vida, que los dioses se encargaban cada cierto tiempo de devolverlos a la vida terrenal hechos carne... — hizo una pausa para mirar a los ojos de gema del ex rey — creo que podría morir en paz ahora que pude verla, aunque sea una vez...
La mirada de Alistair se endureció de golpe, a pesar que se trataba de una indefensa anciana no podía quedarse tranquilo al notar que alguien se dio cuenta de la verdadera identidad de su amada esposa...
—No me mires así, soy vieja sabes, nadie cree mis delirios...
—Gracias... — el miedo inicial al oírla era calmado por la sensación de confianza que la anciana le transmitía... —Pero... cómo es que usted... —Necesitaba indagar un poco más, pero fue interrumpido.
—Estoy aquí siempre... para lo que necesiten—le señaló la dirección hacia su amada, que sostenía la bolsa de compra y lo miraba expectante. Por lo que con una reverencia, el ex rey se alejó de ella, para regresar a donde se encontraba su mujer.
—Ali, ¿pasa algo?
—¿Qué?... ah no, sólo pensaba que lo mejor será volver y descansar...—no quería alterarla con suposiciones sin sentido.
—Creo que tienes razón... vamos a casa —Su marido le sonrió y tomó su mano dando un beso en ella, con el sentimiento latente de querer ante todo protegerlas...
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Al regresar a casa, el cansancio era evidente en la que con cariño y cierta prepotencia llamaba como su diosa, no había querido que la cargara de regreso y por ende sus pies cansados con aquel peso extra a cuestas se había convertido en una inevitable fatiga.
—Pondré agua a calentar para que te des un baño... te relajará. —La invitó a sentarse, una vez y con ayuda de él, lo logró, su amado tomó uno de sus pies y apoyándolo sobre su rodilla flexionada, empezó a desatarle la sandalia.
—No... déjalo, yo puedo hacerlo... y puedo poner el agua también. —habló suave, sentía que todo en esa última etapa de la espera era demasiado bochornoso... y sus pies estarían tan hinchados que seguramente se le hubieron marcado las lazas de las sandalias en ellos.
—Yo sé que puedes... pero es algo que quiero hacer. —Sacó el calzado de cuero, exponiendo el pequeño pie de su amada, realmente estaba... tan diferente a la primera vez que lo vio... cuando en la fuente del patio central de aquella fiesta en la que pactaron como representantes de los reinos, se reencontraron. La fina pedrería que lucía entonces, la hacía ver distinguida y elegante, con aquellos pies delgados y perfectos... suaves... al punto de dejarse ir en el recuerdo, hasta que la diosa le retiró el pie de entre las manos, sintiéndose apenada, trayéndolo de vuelta a la realidad.
—Te dije que yo lo haría...
—Stacia... —reclamó el que le fue despojado, con la mano extendida para que volviera a dárselo.
—No...
—No era mi intención ofenderte... —cerró la mano en puño. —Es solo que... cielos, es que ya lo hemos hablado tantas veces... pero cada vez aparece algo que me lo recuerda... y no puedo hacer más que sentirme infinitamente agradecido contigo... porque sé que el cambio de vida fue radical... y no te quejaste ni una sola vez...
—Sabes que haría lo que fuera por estar contigo... aunque... no puedo negar que yo también noto los cambios que hay en mí... a veces me pregunto si seguiré pareciendo hermosa para ti...
—Por los dioses... se inclinó hacia ella, tomándola de las manos. —¿Es que no lo notas mi diosa...? Me muero por ti... tanto por lo increíblemente hermosa que eres por fuera... como por tu alma divina... creo que no hay hombre en este mundo o en cualquier otro, que al verte no se entregaría por completo a ti... en una rendición total... y tú... ni siquiera lo notas... —sonrió seguido de un suspiro.
—Quizás... no lo noto, porque el único para mí... es mi señor...
—Y la única para mí... es mi diosa... —terminó de eliminar la distancia que separaba sus rostros, aún con sus manos tomadas y la besó, reclinándola con su acercamiento contra el soporte de la silla. La besó un par de veces más, sin separar los labios ni una vez. Para terminar, murmurándole entre besos. —Voy a calentar el agua y luego a sembrar las flores... —terminó por separarse y dirigirse hacia su cometido.
La diosa, lo miró marchar, casi al mismo tiempo que una leve molestia en lo bajo de su vientre, la llevó a acariciar el mismo.
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La tarde había estado inquieta, mientras decía que estaba bien, las muecas inconfundibles de dolor se dibujaban en sus ojos, la insistencia de Stacia al repetir que nada pasaba comenzaba a preocuparle, por lo que dejó el arado por un momento para acercarse a ella, sin tocarla, debido a la suciedad que lo envolvía.
—¿Qué te parece si entramos ya?...
—Sí... —respondió casi enmudecida. No quería asustarlo, pero el dolor se acrecentaba cada vez más. ¿Sería posible que la bebé estuviera por llegar?... En otras ocasiones le había dado una sensación similar, pero a las pocas horas desaparecía.
Al caer la noche, su amado, abrazó su cuerpo y lo atrajo a su espalda, para acariciar su vientre, sintiéndolo más tenso, lo que lo preocupó, una de sus manos la abrazo por el pecho, besó sus sienes, sintiendo a momentos los movimientos de sus hija dando pataditas en sus palmas, produciendo la mezcla extraña de miedo y felicidad, amaba a su diosa y ese sentimiento crecía al sentirse parte de este proceso en que ella en su milagro de vida, le regalaría el ser que, a pesar de sus terrores internos por lo sucedido, amaba antes que sus ojos pudiesen ver la luz de este mundo, el silencio gestado fue interrumpido por las mudas muestras de dolor de la diosa...
—Ali... me está doliendo mucho... —en su hablar entrecortado notaba miedo y ansiedad.
—Respira Stacia... ¿c... crees que ya...? —el miedo no era algo común en él, pero sintió como se apoderaba de su cuerpo haciendo que sus manos temblaran ante el primer quejido de dolor de Stacia, acompañado de la sensación en su palma, del vientre de su amada, poniéndose rígido.—¿Qué hago? —pregunto al no saber cómo ayudarla.
—Ahg... —respiraba en intervalos al estar presa de las contracciones —trae, agua y paños limpios... por favor Ali... —Un fuerte sonido de la tormenta que recién iniciaba cubrió el grito de la diosa, apresurándose y de manera torpe se las arregló para traer aquello que pidió con urgencia...
Tomo la mano masculina, la cual apretaba con mucha fuerza cada vez que un espasmo de dolor la recorría, el pulso acelerando del ex rey aumentaba mientras gotas de sudor comenzaban a bajar por su cara, cayendo silenciosamente a las mantas que envolvían a Stacia, la lluvia afuera parecía espejo de sus temores, necesitaban ayuda, su mente se lo gritaba, no sería capaz de ayudarla él solo, debía salir y buscar ayuda, pero el solo pensar que debía dejarla le aterraba...
—Iré por ayuda... no se mueva mi diosa, volveré pronto... —sus palabras abandonaron su boca con una increíble inseguridad...
La acomodó y antes de correr hasta buscar a alguien que los auxiliara, Stacia lo detuvo tomándolo de la manga de su camisa, al regresar sus ojos a ella, su mirada oscura tembló... al verla presa del dolor.
—No te demores por favor... —un pedido que le decía que no la dejara sola.
—No lo haré mi diosa...
Postró un suave beso en su frente que tal vez fue rápido, pero dejo con ella la promesa que no tardaría. Salió fuera de la pequeña cabaña, donde las gotas de lluvia de inmediato empaparon su rostro, la cual fue una buena estrategia para que no se notara que dejarla sola en ese estado estaba quebrando su voluntad... la cual creyó nunca se rompería. El camino a pie hasta el pueblo demoraría mucho y dejarla sola por demasiado tiempo le aterraba, bastó un segundo para decidir que debía agotar todos sus recursos, retiro su camisa, concentrándose en los músculos sobresaliendo en su espalda, hizo emerger sus alas, una tan negra como esa noche, mientras la otra resplandecía con cada trueno entre las nubes, desplegándolas lo más veloz que podía, sólo podía pensar en una persona para que los ayudara...
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No creía que las palabras escuchadas apenas esa tarde por parte de la anciana, eran más firmes que cualquier juramento de algún caballero... estaba listo para exponer alguna excusa para lograr que la mujer adulta le prestara su ayuda, pero se sorprendió cuando la anciana ya le estaba esperando en la oscuridad de su hogar.
Por ende, no pudo evitar que le viera descender del cielo cuando fue a pedirle su ayuda. La mujer de cabellos blancos ni siquiera le preguntó sobre el par de alas que gloriosamente posaban en su espalda, que no había notado en él durante su intercambio de palabras, todo lo tomó de lo más normal, como si no solo conociera a Stacia, como si supiera cual era la verdadera identidad del ex monarca. Se ahorró sus inquietudes y dudas, se dispuso a ocultar sus compañeras de vuelo para iniciar un recorrido por tierra... hasta llegar a ella y observarla con aquella mirada suplicante.
—Jovencito no creas que, por vieja, no podré resistir un pequeño paseo en el cielo —manifestó con seguridad mientras se acercaba al Alistair que no paraba con su asombro ante tal declaración.
—La tormenta ha empeorado, llevarla bajo esa lluvia podría traerle problemas más adelante —intentó hacerla entrar en razón, pero la mirada decidida en esa mujer lo puso a dudar.
—No me romperé, además no es tiempo de preocuparse por mí, la diosa espera.
Ante la mención de Stacia, asintió al darse cuenta que cada segundo avanzaba, le prometió que no demoraría. Esperó que la anciana se abrigara lo mejor que pudo antes de tomarla en sus brazos y retomar el vuelo. La lluvia no cesaba, cual diluvio cayendo sobre ellos, pues con cada aleteo que daba, sentía que le atacaba con mayor fiereza, el fuerte viento acompañado de truenos solo hacía del viaje escalofriante y peligroso, pero al no recibir queja de su pasajera continuó sin dejarse vencer por el caótico clima.
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Empapado y aun con las alas libres botando gotas de agua como si de una cascada se tratara, se apresuró a entrar a su pequeña cabaña, donde aun con la fuerte lluvia se escuchaban los gritos de dolor que la diosa no podía reprimir, el temor le invadió... A pasos largos recorrió la poca distancia que le separaba de su esposa, al entrar a la pequeña habitación donde la había dejado, la encontró sentada mientras se aferraba con fuerza de las sabanas, como si ellas fueran su consuelo y quienes le ayudarían a disminuir el dolor del que era presa.
—Ali... —pronunció su nombre cuando notó su presencia.
—Mi diosa... he vuelto —la tomó de la mano para trasmitirle su fuerza. De la cual Stacia se aferró como si su vida dependiera de ello, al mismo tiempo que se acostó, en el leve descanso que esos minutos le propiciaban.
—Duele mucho... —el sudor en su rostro cayendo sin cesar eran muestra de lo insoportable de las contracciones.
—Ahora estoy aquí Stacia, no me separare de ti, seré tu fuerza...—le confió, a pesar que el pánico propio crecía en su interior, nunca había visto a su diosa sufriendo a esa magnitud y saber que no podría intercambiar lugares y así darle un pequeño respiro para que tomara un pequeño descanso era imposible, lo agobiaba.
—Hazme espacio jovencito —Se acercó la mujer, esperando encontrar la cooperación de la diosa.
—Eh sí... Stacia... ella es... —No sabía ni cual era su nombre... pero no podía desconfiar de la ayuda que había conseguido. —La partera... hemos... hablado de nuestra situación... —miró hacia la anciana, que asintió. Para entonces ver hacia su amada de nuevo. —Todo estará bien...
—Entiendo... —trató de sonreírle para darle la bienvenida, pero el dolor la atacó nuevamente.
—¿Me permite?... —preguntó demostrándole las intenciones de tocar su vientre, a lo que princesa de Underworld asintió.
—Las contracciones ya están en su punto más fuerte, pero hay algo más... —esa declaración le asustó.
—¿A qué se refiere? —lo que más temía se estaba volviendo realidad, su maldición... estaba afectando a su hija... y por esa causa Stacia sufría con mayor intensidad... un dolor insoportable.
—La anterior Reina de Overworld tuvo las mismas complicaciones, pero eso ya lo sabía ¿Verdad?
—Si... —pronunció con dificultad la diosa, dirigiendo la mirada ambarina hacia su sobresaliente vientre. —Pero no importa... yo lo soportaré...
—Jovencito, guarde ya sus plumas, necesito que me ayude. Usted será el pilar inquebrantable que transmitirá fuerza a la deidad.
No comprendía a bien que tanto sabía la anciana, no fue secreto la dura lucha que su madre, había tenido al darle a luz, pero muy pocos conocían la causa del porque el duro y sufrido alumbramiento, ¿quién era esa mujer? que parecía fue puesta en sus caminos por obra del destino para que les ayudara a traer esa vida mitad suya y mitad de su diosa que desde meses esperaban con anhelo, no era tiempo de averiguarlo. Le obedeció y de la misma forma en que saco sus alas las obligo a regresar a su estado de reposo.
—Primero debemos de acomodarla de mejor manera.
No quería soltar la mano que fuertemente le sostenía, pero tuvo que hacerlo para ayudarle a su diosa a mantener una postura más cómoda y que según la anciana ayudaría a que el alumbramiento fuera más rápido.
—Necesitamos agua caliente —manifestó la mujer quien se encontraba atendiendo a Stacia.
Sentía como su pecho se contraía cuando debía de alejarse de su amada, solo perderla de vista era un martirio... se repetía una y otra vez que si lo hacía era para poder ser útil en ese momento. Debía de no poner excusas y hacer todo lo que se le pedía pues con el poco conocimiento que poseía sobre el tema no era suficiente para brindarle la atención necesaria.
Una vez hubo vuelto con el agua y más mantas, se acercó a ella, como su cometido más importante.
—Mi diosa... —tomó un paño para secarle el sudor del rostro —Todo estará bien —le susurro muy cerca de su oído para transmitirle su amor.
—Ali... —sus miradas se conectaron como si fueran imanes que se llamaban el uno al otro —No me dejes...
—Eso nunca mi diosa, estaré a su lado todo el tiempo —le aseguró sin despegar sus orbes plata de ella —No tema pronto pasará todo y tendremos a nuestra hija —unió sus frentes antes de besar sus cabellos que se encontraban humedecidos por el cansancio y regados sobre las sabanas.
Y aunque fue él quien le dio esas palabras de aliento para calmarla y reconfortarla, parecía que la situación solo empeoraba conforme la noche avanzaba a paso lento, haciendo que el ex monarca perdiera esa confianza antes que su amada la fuerza. La labor de parto se había prolongado más de lo que se esperaba... la oscuridad de la noche y el rugir de la tormenta que les acompañaba afuera de la cabaña solo empeoraba todo.
Los fuertes gritos de Stacia cada vez se volvían más desgarradores y dolorosos para su inútil persona que no podía hacer más que alentarla y susurrarle pequeñas palabras de amor en su oído. La lucha era difícil... pero a pesar del cansancio que se notaba en la divinidad no había perdido esa determinación en su rostro.
—Ahg...—los gritos ahogados que soltaba le desgarraban el pecho.
Sabía que se estaba conteniendo para no asústalo, su mano que le servía de apoyó a la diosa se encontraba fuertemente tomada por la de cabellos largos, esa era la prueba viviente de cuanto sufría.
—Se... supone... que soy la diosa... de la vida...—no pudo contener otro quejido ante las múltiples contracciones que durante los últimos minutos le atacaba con más severidad—y no... puedo traerla... como se debe... —mencionó desdichada, apoyándose contra la almohada.
—No diga eso, es por culpa de mi maldición —acercó el agarre que los unía hacia su pecho —Ya falta poco para que traiga el milagro más grande que me hará el hombre más feliz —bajó su rostro para besar con suavidad sus nudillos. —Solo usted, mi diosa... podría darme ese regalo... que romperá aquello que me ata.
Una traicionera lágrima se aproximó en los orbes de Stacia, la cual su amado se apresuró a limpiar con la yema de su dedo para impedirle recorriera el rostro femenino. Acaricio su mejía con suavidad logrando que su amada sonriera.
—Nuestro milagro... —asintió ante el susurro que escapó de los labios de la diosa, que empezaba a debilitarse.
—Solo piensa en ella... cierra los ojos... —Pronunció suave, a lo que su amada, acató. — ¿La oyes?... está jugando afuera... —continuó con su relato, sin notar en qué momento las lágrimas se le corrieron a él... ya quería que todo el sufrimiento de su amada terminara... por lo que tomó aire, para continuar y apoyarla. —Está diciendo que tiene hambre... ¿Qué vas a hacerme de cenar mamá?... —sonrió ante lo último pronunciado.
Su amada abrió los ojos, en medio de una sonrisa, que atravesaba en medio del dolor de la contracción. —¿Crees... que le gusten las moras?...
—No hay duda de eso...
—Ya casi es hora —anunció la anciana. Rompieron esa pequeña conexión que les hizo olvidar por un instante el temor para prepararse para la etapa más dura de ese proceso.
Si bien estaban esperando ansiosos ese momento, no podían ignorar las múltiples inseguridades que los invadían. Más al de cabellos oscuros quien fue atacado por una oleada de frio helado en su cuerpo... aún seguía sin camisa y había olvidado ese detalle al estar inmerso en su esposa. Nuevas contracciones atacaron el cuerpo de la de mirada miel, haciéndola que se arqueara hacia atrás por el dolor...
—¡Aggh!
—¡Stacia! —la sostuvo entre sus brazos para evitar que esta se lastimara ante el brusco movimiento.
—Ali... —apenas y pronunció su nombre a causa de ser atacada por otra contracción.
—Stacia... estoy aquí —la abrazó con más fuerza, su cuerpo se encontraba temblando con el de ella. —Yo...
—Jovencito sube y sostenla de mejor manera, yo me encargare del resto.
Por el miedo que le invadía no comprendió en ese instante la sugerencia de la mujer, sin soltarla se subió a la cama y la recostó en su pecho, brindándole el soporte y calidez que las almohadas no le propinaban. Las manos de la divinidad se encontraban aferradas a las suyas, una de cada lado, reposadas en las rodillas de Alistair. Los pequeños movimientos casi imperceptibles en el abultado vientre de su esposa seguían ahí, dándole esperanzas que su hija estaba esperando ser traída a su lado.
Las piernas de la divinidad se encontraban una a cada costado al sentir que la llegada de esa ansiada vida estaba a punto de llegar. La anciana, se mantenía atenta a cualquier dificultad durante el alumbramiento.
—Su divinidad, no pierda el ritmo de su respiración y cuando sienta el dolor más fuerte, puje con todas sus fuerzas.
Ambos asintieron pues sabían que esa labor deberían hacerla juntos. Coordinó su respiración con las bocanadas de aire que Stacia tomaba al sentir el dolor cada vez aumentar más.
—Ahora, diosa.
—¡Ahg...! —el grito que escapo de la boca de su diosa fue tan lleno de determinación que sintió como su fuerza hecho sonido le pegaba en el pecho.
—No olvides respirar —susurró en su oído, cuando el primer esfuerzo fue dado. Respiraba junto a ella para acompañarla, el agarre en sus manos era sujetados con mayor fuerza.
—¡Ah... Ahg...!
—Lo haces bien Stacia, ya falta poco —le alentaba al no poder hacer más por ella.
—De nuevo... —guio la anciana.
—¡Ahg...! —cada vez la veía más cansada, pero el valor ardiendo en sus orbes le daba confianza.
—Siga así Diosa... ya puedo ver la cabeza del bebé —manifestó con alegría. Pero sintió que algo de lo expresado no fue dicho, o no quiso decirlo para no asustar a la futura madre.
Los gritos de dolor que continuaron aumentando, estaban acabando rápidamente con la fuerza de su diosa, que se repetían una y otra vez sin mostrar avance alguno. Estaba seguro que la causa era la maldición... no habían avanzado tanto ya que estaba seguro que su hija traía consigo la marca de su estado maldito... un par de cuernos, que dificultaba el alumbramiento de gran manera y lo hacía más doloroso.
—Puedes hacerlo Stacia... no te rindas —insistía en alentarla, sentía que cuando su voz le animaba con esas palabras llenas de amor a su diosa, la determinación y valor brillaban más que los truenos que de apoco iban alejándose para dar paso a la claridad de la mañana.
—Ali... —le llamó con dificultad.
—No te rindas... —susurró muy cerca de su cuello al percibir ese temor en la voz femenina —Se que puedes hacerlo... mi diosa... solo tú puedes llenar de alegría este día —besó con suavidad su blanca piel de su cuello, afianzo más el abrazo pegándola a su pecho para hacerle sentir que él estaba junto a ella para ser su soporte y su fuerza.
Una pequeña sonrisa se formó en el rostro de la divinidad quien a pesar de respirar con dificultad y ser presa del dolor movió su rostro hacia el encuentro del masculino quien le esperaba ansioso, acortaron la distancia que los separaba para unir sus labios en un suave beso... todos sus temores, miedos e inseguridades desaparecieron con cada roce tímido y lleno de amor que los futuros padres compartían...
—Falta poco... hagamos este último esfuerzo juntos... —expresó con determinación sobre sus labios.
No hicieron falta más palabras, solo su mirada dulce y ardiente que fueron la respuesta ante el deber sagrado que debían cumplir, sus respiraciones se coordinaron como una sola... ya no solo era ella ambos compartían cada sentimiento, el dolor, el cansancio... todo, eran uno solo... la bella y la bestia ya no existían eran solo ellos, dos jóvenes padres que daban todo para ser acreedores de ese título que valía más que ser un rey, una bestia o una diosa.
—¡Ahg...! ¡Ah... Ahggg...!
Una pequeña luz recorrió el cuerpo de la diosa, como si múltiples tatuajes con escritos que no comprendía fueron marcando la piel blanca de Stacia... recorriéndola como si de su flujo de sangre se tratara, la llenó por completo, marcándola. Y como si de ella irradiara, su propio cuerpo fue adoptando las mismas marcas en su piel, que le quemaban... las sentía arder provocándole esa extraña sensación que desde que escapó de aquel desconocido lugar para reencontrarse con su diosa en esa pequeña cabaña rodeada del bosque y tranquilidad, no había vuelto a sentir.
Dejó escapar un gruñido al sentir como su cuerpo... su estado de bestia iniciaba a tomar el control, por lo que abrazó con fuerza a su amada. Sus dientes se volvían afilados mostrando sus colmillos, un poco de sangre cayó en su rostro en el momento que su piel fue desgarrada cuando los cuernos afloraban con brusquedad saliendo en pocos segundos por completo, mientras en su espalda su par de alas que creía había escondido se encontraban distendidas cual ave en vuelo.
Solo había una diferencia... a pesar de todos esos cambios, no se sentía perdido, ni sumergido en la oscuridad, ni desesperación, el dolor, aunque le rasgaba la piel era algo que sentía pudó a soportar. La soledad, miedo y odio que lo tomaban el control de su débil ser no se encontraba... a pesar que fue en contra de su voluntad tomar esa forma, solo sentía la calidez del cuerpo que abrazaba con fuerza, esos tatuajes de fuego en su cuerpo parecían cadenas que mantenían encerrada a aquella bestia, que él mismo temía enfrentar y muchas veces por miedo le cedió el control.
Estaba seguro que ese poder no le pertenecía, era Stacia quien demostraba su fuerza doblegando a la bestia, utilizando la maldición que caía sobre él como método para crear un milagro, comprendiendo que su oscuridad no afectaría a su hija y esposa dejó guiarse por ella... su diosa... su salvadora.
—Ali... —le llamó, a lo que asintió mientras su naturaleza protectora afloró, los envolvió en sus alas como un capullo, primero la negra y luego la blanca como muestra que aquella que reflejaba luz controlaba su pasado, su temor y el recuerdo de la soledad. En esa posición y rodeados de luz continuaron por varios segundos, siendo uno... convirtiéndose en fuerza y pureza.
—Qué cálido... —las palabras mencionadas por su amada, salían suaves y por poco inaudibles, debido a la lastimadas garganta que poseía de momento. Pero presentes y firmes. —Tenía mucho miedo... de pensar en el momento que mi vientre no pudiera alojar más a nuestra hija... de no ser lo que ella necesite, pero ahora que está por dejarme... creo que voy a extrañarla demasiado... la protección que yo pude darle... terminará aquí... —llevó las manos de ambos, entrelazadas hacia su abdomen rígido.
—Ella no va a dejarte, mi diosa... por el contrario... vendrá y podremos conocerla... verla... tocarla... y sonreírle... —separó las alas, dejando maravillada a la anciana, que tuvo la honra de ver la pareja en ese estado. Los poderes de la diosa se habían activado, controlando a la bestia...
Y cuando los primeros rayos que el sol repartía en el cielo, un pequeño llanto inundó la sencilla habitación y todo ruido anexo a ese hermoso sonido le hizo derramar lágrimas, cayendo como fluyen los ríos... en los rostros de ambos, presos de aquel satisfactorio sentimiento que los invadió.
—Es una niña, que goza de buena salud —anunció la anciana que actuó como partera.
La sonrisa que se formó en su rostro competía con la de su amada quien veía como la mujer de cabellos blancos cortaba el cordón que las unía para luego tomar una pequeña cobija y envolverla antes de encaminarse hasta donde la dichosa madre esperaba conocer a su bebé. El ex monarca no noto en qué momento aquellas marcas habían desaparecido de sus cuerpos, regreso sus alas hacia atrás para que su diosa pudiera tomar en brazos a su hija.
—Ali, es hermosa... —expresó con alegría cuando al fin la pudo sostener.
Sus ojos siguieron derramando lágrimas de alegría cuando observó a su hija, dos pequeños botones en su cabeza que demostraba que ella también nació con la maldición de su pueblo, pero no importaba ese detalle cuando él mismo tenía en su cabeza un par de cuernos ya desarrollados, no eran monstruos o bestias, eran personas, que deseaban vivir y sentirse.
—Gracias... —acercó sus labios para besar con devoción a su diosa quien correspondió de inmediato la caricia a pesar de sentirse agotada por el esfuerzo dado. —Gracias por darme este milagro.
—Yo soy quien debería...
No la dejo continuar tomo sus labios para demostrarle de esa forma que ella no debería de agradecerle nada, era él quien le debía toda una vida... fue ella quien lo cambio, quien le demostró que podía amar, que su maldición no era algo porque temer, vivir junto a alguien más era mejor que estar en la soledad y ahora lo había convertido en padre.
—Te amo —susurro entre besos, los cuales no parecían tener fin.
—Yo también te amo Ali...
El llanto de su hija los separo. Stacia la inició a mover con sumo cuidado para calmarla, los rasgos de ambos estaban plasmados de una manera tan divina y perfecta en la bebé que en el instante que su padre la vio le robó el corazón, solo su a su diosa e hija les permitirá entrar y vivir en él.
—Debe darle de comer —sugirió la satisfactoria voz de la mujer que se encontraba en silencio observando la alegría de los padres.
Stacia acercó a su hija a su pecho el cual descubrió, para brindarle el alimento, la pequeña tomó el pecho de su madre con dificultad, hasta poder tomarlo y con pequeños movimientos de su diminuta boca iniciar a succionar.
Por inercia acerco su mano hacia la pequeña para acariciar su mejía, que gracias a estar ocupada no se inmuto ante la caricia dada por su padre, la sonrisa en su rostro aún no había desaparecido.
—Es una hermosa criatura, deberían de darle un nombre digno y especial —ambos levantaron el rostro para ver a la mujer a un costado de ellos.
—Tiene razón... —se limitó a contestar pues no recordaba que habían logrado decidir uno con su amada.
—Yvaine... —el susurro que escapó de los labios de su esposa le llamó la atención. —Quiero que nuestra hija se llame de esa manera Ali.
—Yvi... yne... —intentaba pronunciar el nombre sugerido por su esposa, pero sentía que no podía siguiera hacerlo.
—Jaja... Yvaine, es hermosa—la risa de la anciana le hizo sentirse un poco torpe —Es ideal, dado el tiempo que tardo el alumbramiento.
Asintió con alegría la diosa —Si, creó que le quedaría bien, ya que desde anoche que sentí las contracciones tomo demasiado tiempo, el amanecer de otro día llegó junto a ella. La primera estrella de la mañana... —su atención se enfocó en el ex monarca. Sabía que su esposa le estaba dando el veredicto final para darle un nombre a su hija.
—¿Es una creencia de Underworld?... Me parece perfecto... —acerco su rostro para observar a su hija y sonreír de gran manera —Si ese es el nombre que mi diosa ha escogido yo lo aceptaré con gusto.
—Estás seguro, no quería tomar esta decisión sola, pero...
—Es el nombre más hermoso, que solo nuestra hija podría tener —su mano tomó la de su diosa que sostenía a la bebé —Yvaine... es perfecto...
Entendía muy bien que la mención de Underworld podría entristecer a su amada... pero aquel nombre poseía un significado que no conocía... Aún así, al comprenderlo y aunque no lo hubiera hecho... tenía en cuenta lo mucho que representaba el reino del sur para su amada. Y él no sería quien le privara de eso.
—¿En qué piensas?... —la mirada de su amada, se equiparaba a una caricia, cual la dulzura y la fuerza se hubieran renovado en ella tras haber dado a luz.
—En ti... en que eres increíble... tu fuerza me ha dejado deslumbrado, Stacia.
—Esa fuerza de la que hablas... es algo que solo las madres poseen. —La aclaración de la mujer a sus espaldas, les hizo recordar que no se encontraban solos.
—Es verdad... Mi diosa ya es toda una madre... —miró embelesado a la aludida.
—Y mi señor, ya es todo un padre... —respondió su esposa, incluyéndolo. La mirada de enamorados no desaparecía.
—Creo que ahí difiero... —las palabras de la mujer, fruncieron el entrecejo del ex rey. Y Asustaron a la diosa.
—¿Qué está diciendo?... —Reclamó, pero trató de controlarse. —Agradezco... de una manera que quedo en deuda por el resto de mis días, con usted... Por ayudar a mi esposa a traer al mundo a nuestra hija... Pero... —no podía evitar que las palabras mencionadas lo afectaran.
—Tranquilo, le suplico y extiendo las más sinceras disculpas... —Con los brazos temblorosos del cansancio, buscaba arrodillarse ante él.
—¡No! ¡Pero qué hace? Por favor... —la ayudó a levantarse.
—Mi señor... —no levantaba la cabeza, la anciana. —Durante toda la noche le he tratado con una total falta al respeto que usted se merece... pero ha sido por su propio bienestar... Ya que, aunque es usted el representante de un reino... aún es muy joven... y quiérase o no, necesitaba el apoyo y guía de esta anciana para poder colaborar con el momento del alumbramiento.
Era algo que tenía presente... todos sus mandatos los acató según dijo y en el momento que lo hizo, porque se sentía un inútil.
—Y se lo agradezco muchísimo... —respondió solemne.
—Es verdad... estamos muy agradecidos... —colaboró la diosa, que amamantaba a su hija.
—Pero... yo no soy un monarca ya... no tiene por qué hacer esas reverencias... ni mencionar los títulos de los que ahora carezco... —se disculpó, ante la sonrisa de la anciana.
—Eso lo menciona porque es usted muy sensible y generoso, mi señor... ¿No se ha dado cuenta... Que entre los brazos de su amada esposa... está la futura reina de Overworld?
Lo sabía... el título de su hija, le daba demasiado pesar... Privarla de lo que por derecho le pertenece... era algo que no terminaba de pensar y debían discutir.
—Entonces... cuando digo que usted aún no es padre... no me refiero a la duda de su paternidad... si eso es ineludible a la mirada... Sino... a que un padre... no es quien engendra... o quien busca ayuda para el momento del alumbramiento... es quien no duerme y vigila... quien protege y vive para ese ser...
—Lo sé... y aún así, sus palabras, me han dado una lección... gracias...
—Y mi señora... pasó de él, para llegar hasta la diosa. —Mis palabras eran ciertas... la paz de la muerte llegará a mí con júbilo al poder haberla visto... y más aún... ayudado de esta manera en la que me han honrado.
—Por favor... si la que nos ha salvado ha sido usted... —la mirada cansada pero sumamente agradecida la siguió hasta la puerta, a la que rápidamente se dirigió la mujer.
—¡Pero no debe irse tan pronto! —gritó con la poca voz que le quedaba y miró extrañada a su esposo, por la acción de la mujer.
—Iré a ver... —mencionó y se encaminó a la salida, abrió la puerta y...
Fue testigo de cómo la mujer se convertía a cenizas en los pasos que daba, inundando su rostro en horror e incredulidad, por lo que salió y cerró la puerta de la cabaña.
Los rastros de la tormenta resultaban en una bruma, que opacaba los daños de los alrededores... Pero al acercarse... todo se distinguía... en medio de los siniestros colores grises que adornaban la tierra.
Las perlas que poseía por ojos, temblaron ante lo que tenía en frente... haciéndolo caer arrodillado, mientras sus manos se enterraban en los grumos del suelo. Toda la cosecha... estaba marchita... Los campos se extendían en grandes hectáreas a los alrededores y ninguno parecía haber sobrevivido. Mientras las aves, desperdigadas en todo el campo, inertes... parecían haber sido golpeadas por un trueno... de los que cayeron en plena madrugada.
Y las flores que recién sembró... sus canales se habían rebalsado, desenterrando las semillas y lavando el espacio.
—Esto no puede ser... —se levantó y sacudió, al pensar en su familia. Debía regresar con ellas cuanto antes.
Un padre... no es quien engendra... o quien busca ayuda para el momento del alumbramiento... es quien no duerme y vigila... quien protege y vive para ese ser...
—¿Acaso usted... sabía algo de esto?... —preguntó al aire y suspiró, para enseguida emprender camino a la cabaña.
Una vez cruzó la puerta, todo parecía hermoso... al asomarse en la habitación, encontró a su amada recostada de lado, con la pequeña aun alimentándose.
—¿Qué pasaba?... ¿No deseaba ni una taza de té?... —preguntó a su amado, que, rodeando la cama, llegó a arrodillarse frente a ellas. Lo extenuado del rostro de su amada, lo llevó a sonreír, si habían logrado sobrevivir a lo que sea que pasó la noche anterior afuera... quedarse en aquel lugar un poco más, no causaría daño.
—Creo que una vez Yv...Yvi... la bebé, se duerma, tú deberías hacer lo mismo... —se inclinó sobre ella para alcanzar su frente y estamparla con su beso.
—Ven... recuéstate con nosotras... —se movió un poco hacia atrás y junto a ella la bebé, para abrirle espacio.
—No... ustedes son las que necesitan descansar... yo estoy bien, mi diosa...
—Estás pálido y frío... —respondió preocupada, no había querido mencionarlo y sutilmente le pedía descansar, pero ante su negativa, debió hablar.
—¿Eh?... seguramente es por el baño gratuito de anoche... enseguida me abrigaré...
—No... —respondió con suavidad, llamando su atención. —Déjeme recrear la vista un poco más, mi señor... —el juego en sus palabras le parecía enternecedor. Sabía que lo hacía para tranquilizar las emociones que llevaban a cuestas.
—Está bien... me quedaré junto a ustedes... —se acomodó lo más a la orilla que pudo de la cama, para no robarles el espacio que necesitaban para estar cómodas.
—¿Sabes?... estaba pensando... en lo que pasará con nosotros y la bebé... sobre su futuro como heredera...
—¿En verdad quieres hablar de eso ahora?... creo que es un tema que... debemos discutir en todos nuestros sentidos Ali...
—Sí... eso es verdad...
—¿Pero por qué lo decías?... ¿Hay algo que te esté molestando?...
—Más que molestar... me pone un poco triste...
—¿Por qué?... —la preocupación acudió a su mirada, por lo que su amado negó con la cabeza.
—No... no pongas esa cara... la tristeza es... porque es posible que tenga que renunciar a una de las maneras de llamarte que más me gustan...
—¿Llamarme?...
—Mi diosa... —le colocó la mano en los mechones de la frente, para liberar un poco de espacio, al llevar un parte tras su oreja.
—Pero... —la decepción acompañó el gesto de sus labios, al sentirse extraña, solo de pensar que ya no sería pronunciada de tal forma.
—Ahora... ya no somos la diosa y el rey... y menos con una niña... seguir la vida sin procurar esos detalles no es correcto...
—Entonces... ¿Qué seré ahora?... solo... ¿Cia?...
—Mm Mm... —negó cerrando los párpados por unos segundos. —Lo que siempre has sido... Mi... amor...
—Amor... —los iris de oro se aguaron, al escucharlo.
—Sí... —le sonrió y acarició la mejilla, con la mano que una vez tocó su cabello.
—Mi amor... —alcanzó a susurrar, con la vista dirigida hacia él, pero el cansancio era tan extremo que no pudo soportarlo más. La bebé de la misma manera se había quedado dormida, por lo que al sentir los párpados pesados se levantó de la cama, con cuidado.
Su trabajo como padre, apenas empezaba.
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Los rayos del sol de a poco dejaron apreciar la gran catástrofe que la tormenta dejó a su paso... Todos los aldeanos estaban consternados y muy preocupados por la gran pérdida en casi todos los terrenos, la escasez de alimentos sería un problema grave en cualquier momento. Prefirió no mencionarle el desastre en sus propias tierras a Stacia, que de seguro saldría corriendo para caer tendida en el lodo, era algo que no deseaba y menos estando en su estado.
Con cuidado se encaminó hasta donde su diosa se encontraba arrullando a su hija, apenas habían dormido escasos minutos cuando la bebé de nuevo empezó su llanto. Por lo que se tomó el tiempo para prepararle algo de té y a pasos lentos llegar donde su esposa, sentía los parpados pesados y su cuerpo cansado por el pequeño esfuerzo que brindó durante el nacimiento de la bebé.
—Mi amor, aquí tienes —la mencionada se sonrojó ante el llamado de su esposo, aún no se acostumbraba a ese cambio radical de nombre.
—Gracias Ali... podrías ponerlo un momento en la mesa —se quedó parado observándola por unos minutos, pensando si sería mejor ayudarla con su hija para que ella pudiera descansar. Ante la duda y el miedo que su buena acción cayera en desgracia, prefirió acatar lo que le sugirió y dejo ambas tazas en el mueble.
No queriendo molestarla más, decidió arrodillarse frente a ellas y observar embelesado a sus dos mujeres más importantes y a quienes amaba con toda su alma. Era extraña... esa calidez que nunca antes había experimentado a tal magnitud... la enorme sonrisa que desbordaba en su rostro era muestra de la inmensa felicidad que solo su amada podría darle.
La lucha fue dura y a pesar que sintió que no ayudó mucho en ella, ahora que recordaba como actuó le daba algo de pena... incluso sintió temor y la llegada de su hija solo fue el comienzo, su deber como padre apenas estaba comenzando, esas palabras rebotaban en su mente una y otra vez poniéndolo en aprietos, ¿Cómo lidiaría para sacarlas adelante? Si todo el trabajo en el que arduamente pusieron su esfuerzo fue fácilmente tirado a la basura y ahora se quedaron casi sin nada.
Ya no era el Rey Alistair II, gobernante de Overdworl, se lo había dicho hace poco a su esposa y ahora no podría simplemente dar una orden y hacer que sus súbditos hicieran algo, tenía que lidiar él solo sin molestar a su amada, quien debía de hacer reposo y enfocarse en la crianza de su hija. Era estresante pero debía de buscar soluciones, cuando Stacia cayera dormida iría a verificar que de todo podría salvarse y limpiar el terreno para reiniciar la replantación de semillas.
—Ali... —regaló una sonrisa a su amada, en su voz aun se percibía resto de cansancio.
—¿Que sucede, mi amor? —se levantó para acercarse a ella y llenarla de besos por doquier.
No se cansaba de besarla, era su forma de demostrarle cuan agradecido estaba con ella por darle ese hermoso milagro en sus brazos.
—¿Quieres cargarla? —detuvo las caricias para verle nervioso ante la sugerencia. Aún no había podido cargarla, no porque la oportunidad no se dio, si no que sentía que era demasiado torpe para llevar a cabo esa tarea que su amada lograba con gran facilidad.
—No podría, mi diosa... —se sintió avergonzado al ser él quien incumpliera el acuerdo de ya no llamarle de la única forma que conocía hasta ese día. —Es una tarea que yo no sería capaz de cumplir a cabalidad.
—Son tonterías tuyas Ali, estuviste apreciándola por varios minutos así que pensé... —el temor le invadió, sí se había quedando embobado observando a su hija pero era porque se preocupaba por el futuro que les deparaba, no sabía si podría ejercer su labor de padre y protector.
—Stacia... yo... solo la dañaré —sus iris se cerraron cuando dejó escapar esa verdad. Estaba ansioso por conocer a su bebé pero ahora que la tenía enfrente, viva y llena de salud no quería que su inexperiencia en el asuntó le hiciera daño y más aquella maldición que aun caía sobre él.
—Ali, nunca serías capaz de lastimarnos...—la devoción y cariño en su voz le hicieron abrir los ojos, para atrapar su mirada. —La bestia a la que le temes ya no te atormentará, ahora seré yo quien la controle por ti, soy tu cadena, tu fuerza y luz...
—Stacia... mi amor... —lágrimas cayeron de sus plata, esa mujer siempre estaría ahí para él, aquella que no perdió la esperanza y le estuvo esperando en esa cabaña ahora su hogar para criar juntos a su hija...
Acercó sus labios para atrapar los de su amada en un besó, caricia llena de amor que nunca se cansaría de darle, incluso los años pasaran y sus cuerpos fueran cediendo ante el tiempo, la amaría y estaría también ahí para ellas. Separó su rostro de su esposa para extender sus brazos y tomar a su bebé por primera vez. Su cuerpo se sentía gélido y tembloroso cuando el pequeño peso fue pasado a sus brazos, la pegó a su pecho al sentir que en cualquier momento la botaría al suelo.
—Relájate... puedes hacerlo, eres su padre después de todo —le alentó mientras le indicaba cual era la forma correcta de sostenerla, luego de varias indicaciones y sabios consejos logró la postura y agarre adecuados.
—Es hermosa... —sonrió al notar lo maravilloso que fue fusionar dos vidas en una sola, la espera fue larga y si bien el alumbramiento sufrido y doloroso, el resultado fue realmente todo un milagro...
Acomodó la desgastada cobija que la cubría, deseaba haberla recibido de mejor manera, como la princesa que era, pero no podía exigirse lujos, no ahora. Su mano viajó hacia los diminutos cabellos oscuros de su cabeza y con delicadeza tocó esos dos botones que con el tiempo crecerían y la haría ver aún más hermosa, le pediría a su esposa que fabricara una corona de flores como la que le hizo en aquella oportunidad a él. La idea de ver a su pequeña corriendo alegremente por las tierras y con la decoración puesta en la cabeza, le sacó una sonrisa. Había tanto... pero tanto que les esperaba por vivir... verla crecer sería una de las alegrías más grandes que experimentaría en ese mundo.
Aunque la había negado, rechazado e incluso pensado en lastimarla... no podía dejar de apreciar sus rasgos propios y los de su esposa en ella. Las venenosas palabras de Vector lo habían llevado a la desesperación con solo pensar que su bebé nacería con el cabello rubio o portando la malicia de ese sujeto... algo tonto ahora que lo pensaba, pues esa pequeña había nacido del amor puro que sentía por su amada, todo ella era pureza y amor.
El pequeño quejido de disgusto que su hija dio, lo puso en pánico por unos segundos, haciendo que su esposa dejara escapar una ricita divertida por verlo en problemas, por acto de reflejo movió sus manos de una manera torpe hasta lograr que continuara con su siesta.
—Se parece a ti, Stacia —no podía dejar de perderse en la perfección y calidez que transmitía su bebé.
—Ali, deja de exagerar, no me adules —rió ante las ocurrencias de su esposo —Es tu viva imagen, ¿acaso no lo notas? —le contradijo, pues con solo la pelusa negra en su cabeza y los diminutos cuernitos aun escondidos se podía apreciar el gran parecido con el ex rey.
—Aun si es mi espejo o una copia mía, ella heredó tu gracia, belleza y pureza, incluso tu carácter se encuentra próximo a florecer —expresó con devoción, pues estaba seguro que si bien las características físicas fueron herencia suya, todo lo que es Stacia le fue heredado también.
—Yvaine... tienes un papá muy observador —su esposa susurró sin perder la sonrisa y la atención en ambos —Además de que es muy lindo en esta nueva faceta, estoy segura que te consentirá demasiado.
Alistair sonrió avergonzado, con solo observar la brillante mirada de su esposa notaba lo mucho que le gustaba verlo realizando sus tareas paternales. Las cuales haría su mejor esfuerzo para hacerlas lo mejor que pudiera, no solo las que involucraban la crianza de su bebé, también las que rondaban alrededor de su esposa.
—Además que tienes una madre hermosa y dulce que evitará que te malcríe como lo hice con ella —expresó haciendo que Stacia se apenara. Era cierto que todos sus caprichos y pedidos en su momento se los cumplió a cabalidad. —Tu mami también se ve muy bella cuando te carga y te alimenta, por eso la amo tanto como lo hago contigo —besó con suavidad la frente de su adormilada hija.
—Ali... —la timidez en la voz femenina le devolvió la atención a su esposa.
—¿Qué sucede?
—Cumplirías uno de mis caprichos... —con fuerza se aferró a las sabanas, algo que el de cabellos oscuros notó.
—Sus deseos son ordenes para mí —era cierto, cualquier cosa que le pidiera y estuviera en las posibilidades de cumplirlo, gustoso se lo daría.
—Se que estás cansado, aún no hemos tenido la oportunidad de dormir y sé que ya las has usado mucho, pero... —habló suave, como si estuviera conteniéndose o pidiendo a su mente cambiar de opinión —¿Nos darías un paseó...?
Su mirada se engrandeció en sorpresa al escuchar el pedido. Ella misma se había negado el día anterior, se había negado a que la trajera a casa de esa manera, si era cierto que desde anoche utilizó sus alas por demasiado tiempo, tenía la fuerza para cumplirle ese deseo.
—Olvídalo... no quiero molestarte... y además es de día y todos nos verán, será mejor olvid...
—No es molestia—se acercó a su amada para regresarle a la bebé y susurrarle muy cerca de su rostro —Me encanta llevarla por los cielos —se separó de ella para quitarse su camisa y tirarla sobre la cama, su cuerpo aun estaba algo agotado pero concentrándose un poco más logro que sus alas mellizas surgieran en su espalda.
Caminó los escasos pasos que los separaban para tomarla en brazos, el rostro femenino se recostó en su pecho desnudo. Mientras su hija seguía calmada y llena de paz mientras se encontraba descansando.
—Aunque no podremos salir afuera, tendré que limitarme a quedarnos en nuestra habitación —sugirió pues no quería mostrarle a su esposa el desastre había ocasionado la lluvia de anoche.
Ante el asentimiento de la madre, de manera lenta se elevaron dejando el suelo y flotar en el aire con su preciada carga en brazos. La mano de su esposa viajó para tomar su mejía, que se sentía rasposa, no había podido rasurarse, no se notaba a la vista pero al tacto se podía sentir los bellos que crecían en su rostro.
—Alguna vez desearía verte de esa manera —expresó con anhelo, la calidez en su mano era traspasada de una manera tan suave.
—¿De esa manera? —no comprendió, al tener la mitad de su concentración manteniéndolos en vuelo.
—Te verías mucho más lindo y varonil si te dejaras crecer la barba ¿No crees?
No pudo evitar reír ante esa sugerencia, su rostro siempre se mantuvo limpio, no se hacía a la idea de dejar crecerse la barba.
—Eso me haría ver viejo —se excusó algo que le causo gracia a su amada —Incluso en mi estado de bestia, si le agregamos una barba me haría ver como tal y no deseo asustarla.
—Nunca podría asustarme de ti Ali —el amor en sus palabras siempre apaciguaba su corazón, lo llenaba y le hacía sonreír —Eres mi esposo, el padre de mi hija y la persona que más amo... escúchame, nunca, nunca me asustaría que te dejaras crecer la barba, más bien me tendrías a tu merced...
—Es muy tentadora la oferta pero déjeme pensarlo esposa mía... —junto sus frentes —Pero no es momento de... —detuvo sus palabras al darse cuenta que estuvo a punto de expresarle sus preocupaciones.
—Ali... —acarició con delicadeza sus oscuros cabellos —Sé lo que pasó allá afuera... —la culpa le invadió en ese instante.
—Perdona Stacia... no quería guardarte secretos... —su mirada bajo para ver a su hija quien seguía inmersa en el mundo de los sueños. —No, quería alterarte...
—Tranquilo... —siguió consolándolo —Todo estará bien, saldremos juntos de este apuro.
—Si juntos... mi amor... si estoy contigo, todo saldrá bien...
Aun volando en ese pequeño espacio, que los acogió, fue testigo de varias promesas hechas durante toda su estadía en ese tranquilo pueblo. Estuvieron por algunos minutos más...
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No lo entendía, veía con tristeza las pequeñas plantas que yacían muertas sobre la tierra, ayer se encontraban tan llenas de vida y con las pocas hojas cubiertas de roció por lo que no podía comprender por qué esta mañana las encontró marchitas. Había seguido los pasos al pie de la letra para plantarlas, como muchas veces lo había hecho desde que llegó ahí pero ahora parecía que la tierra fértil que gozaban en su terreno se había ahogado con la tormenta pasada hace varias semanas.
Apenas y lograron rescatar algunos vegetales ese día, ya que la tierra había quedado desecha y luego de todo un día de trabajo logro arar todo su terreno de nuevo, realizó la plantación de semillas y regaron todos los días como en la cosecha anterior hicieron, pero esta vez el resultado no fue el esperado. Ya casi no contaban con semillas y alimentos, debería de encontrar una solución antes de que la escasez fuera un infierno.
Se levantó al notar que ya no podía hacer más por ellas, se llevó una mano al cuello y con la vista repasó todo su entorno cerca de su hogar para encontrar algún espacio en el que no habían utilizado para la siembra y que podría serle útil para probar plantar pero no había nada, el sol estaba empezando a tomar fuerza y ya llevaba bastante tiempo afuera por lo que decidió volver antes de que Stacia saliera a buscarlo para que entrara a desayunar.
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Su mente divagaba a su propio ritmo, provocándole un leve dolor de cabeza, apenas y había probado bocado, su mirada perlada, se mantenía inerte frente al plato de alimentos que su esposa le había preparado y que a causa de su preocupación sentía había perdido el apetito.
—¿Y si probamos con otro tipo de semillas? —sugirió su amada mientras le daba unas palmaditas en la espalda —Quizás las que compramos el otro día ya estaba dañadas.
—No es eso, las plantas salieron —se tomó de la barbilla, donde pequeños bellos se dejaban ver —No es solo aquí, es mucha casualidad que en la mayoría de tierra esté sucediendo este fenómeno.
—Tienes razón... —expresó con tristeza cuando posó su mano en el hombro masculino, la cual tomó para tranquilizarla —El flujo de agua puede ser otra posibilidad, últimamente siento que no sabe igual.
Asintió mecánicamente ante lo dicho por su esposa, el también lo había sentido, era casi imperceptible pero pequeños cambios en el clima y ambiente se habían dado. Era algo inexplicable que no entendían a cabalidad por qué se estaba dando ese extraño fenómeno que afectaba a toda esa zona, había escuchado en el pueblo vecino también se había dado algo parecido pero no a gran escala como lo que pasaba en donde vivían.
—Será mejor que comas antes que se enfrié —le animó pues no servía que se matara de hambre de esa manera.
Vio como Stacia se sentó en la silla a la par de él para acompañarle a desayunar. No paraba de sentirse algo culpable ya que durante el periodo de reposo de su amada no pudo llevar a bien las tareas del hogar él solo, obligándola a que poco tiempo después de dar a luz continuara con su labor de ama de casa y ahora madre. Parecía que él solo era otro niño al cual debía de cuidar y eso lo avergonzaba de gran manera, por lo que tratar de buscar la solución para lograr que la tierra respondiera sus suplicas era tarea suya.
—¿Se ha quedado dormida Yvi... Yne... la bebé? —ni pronunciar el nombre de su hija podía, le era demasiado complicado y aún no había podido aprenderlo.
—Si, después de que estuvo llorando toda la noche —el cansancio en la voz de su amada era imposible de ocultar, aunque hacía todo lo posible por ayudarla cada noche para lograr que su hija durmiera, nunca lo lograban y ambos se quedaban en vela tratando de calmarla, apenas y podían dormir por un par de horas.
—Al parecer le gusta la noche, más que el día —bromeó lográndole sacar una pequeña carcajada a su esposa.
—¿De quién habrá heredado divertirse por las noches? —le acusó cuando fue atrapada por un tierno bostezo.
—Volar con Sirrah por el cielo oscuro era menos riesgosos a ser descubiertos cuando la visitaba, esposa mía, recuerdo que le encantaban nuestros pequeños encuentros nocturnos. —aunque el dolor le invadía al recordar a su amigo y fiel compañero de vuelo, rogaba para su Pegaso y aquellos que conocía estuvieran bien en Overworld.
—Ali... no empieces —se sonrojó la aludida al recordar aquellos momentos donde se adentraba a sus aposentos solo para seducirla.
—Aun lo recuerda... —la dulzura en sus palabras fue buscando obtener otro objetivo —La primera vez que lo hice, mi diosa recién acababa de tomar una ducha —sus labios se fueron acercando a su esposa como si de un depredador se tratara para buscar sus labios y encadenarlos a los suyos.
—Fue un momento vergonzoso y... —la cercanía de sus rostros se fue acortando, hasta sentir la escasa barba en el rostro masculino. La mano de su esposa viajo casi magnéticamente a su mejía para acariciar el poco bello que a decisión suya había dejado crecer.
Aprovechó que Stacia seguía presa de la timidez y el deseo de tocar aquel anhelo para tomar sus labios y besarla de una manera tan pasional, haciéndola que se entregara a él por completo, los roces eran rudos y con cada segundo que pasaba se iban profundizando, cada vez pidiendo más... hasta abrirse paso en entre sus ardientes labios para permitirle a su lengua recorrer aquella cavidad tan dulce y cálida que le hacía perderse en un mar de emociones.
El fuego que los consumía estaba tan viviente que no solo sus labios y lengua pedían demostrarse ese cariño y amor... sentía como su cuerpo deseaba tener en sus brazos a su amada, a quien era dueña de sus impulsos... la única que deseaba como mujer, a la que le permitió conocer todo su cuerpo y sus miedos. Su cuerpo se movió por instinto buscando acercarse más a su esposa, no estaba tan lejos pero él quería que no los separara ni un centímetro de distancia, atrajo su mano para que se encontraba del lado contrario donde su mujer, la cual no midió espacio y tiempo, empujando el vaso de cristal sobre la mesa, haciéndolo caer al suelo y romperse en varios pedazos junto a un fuerte ruido...
Ya luego limpiaría el desastre que estaba provocando, no le dio tanta importancia y continuo devorando a su esposa, a quien no le molesto haber perdido uno de sus vasos... a estas alturas sus manos ya se encontraban acariciando la espalda femenina que de apoco dejaba escapar pequeños delirios ante las caricias de su esposo.
—¡Buah!... ¡Buaaaah!...
Los gritos de su bebé les hicieron separarse, se miraron extrañados pues su hija se encontraba en la otra habitación durmiendo y era inusual que se despertara a esa hora del día, por lo que sin pensarlo más ambos padres se apresuraron hacia donde la pequeña se encontraba.
—¡Bu...aaahh!...
—¿Yvaine que es lo que sucede? —se apresuró la joven madre a tomarla en brazos para tratar de calmar su llanto —Ya no llores... —le susurro con cariño.
—¿Qué la habrá despertado? —soltó al aire el padre, que se acercó por atrás para tratar de abrazar a su esposa, pero esta al notar la intención de su esposo se volteó para encararlo.
—Fue tu culpa —le acusó un poco molesta.
—Mía... ¿Y yo porque...? —calló al recordar que hace un instante había votado un vaso en el suelo a causa de querer disfrutar con su amada un poco de intimidad. —Lo siento... yo...
No pudo terminar de expresar su sentir cuando Stacia le dio a la bebé, para que fuera él quien se encargara de tranquilizarla y hacer que se volviera a dormir.
—Mi amor... —miró suplicante a su esposa quien ya no parecía enojada, más bien una mirada divertida se posaba en su rostro.
—Tengo que continuar con la limpieza y aseo —expuso al momento que se alejaba del joven padre, para no arrepentirse y cambiar de opinión al verlo en un apuro —Se que podrás hacerlo, lo haces magnifico durante las noches, ¿Qué diferencia tiene el día?
—¡Que tú siempre me ayudas y estas junto a mí! —gritó suplicante al perderla de vista. Aun se sentía inútil en este tema, su miedo persistía.
Y como si su hija entendiera lo frágil y débil que se sentía estando él solo, su llanto aumentó haciéndolo preocupar de gran manera. Los pequeños movimientos de sus manos no surgían efecto, ni tararearle aquella nana que su amada siempre le cantaba todas las noches y que en silencio el escuchaba y le llenaba de alegría.
—No puedes hacerle esto a tu padre Yv... Yvi... Yui —dejó escapar ese último intento en un suspiro —Perdona a papá es un tonto que no puede pronunciar el nombre que tú madre escogió, aunque ese último no sonó tan mal Yui... ¿Te parece si te llamo así hasta que pueda aprenderlo?
Con sus dedos trato de acariciarle su regordeta mejía pero antes que siguiera llegara a tocarla, su dedo fue tomado por la diminuta mano, llevándoselo a la boca, parando el llanto por completo. Las escasas lágrimas aun manchaban sus ojos, tan negros como los suyos le miraron atrapándolo por completo.
—¿Acaso ya tienes hambre? —preguntó aliviado al haberla calmado —Hace un momento tu madre te dio de comer y ahora no puede atenderte —susurró esperando que ella comprendiera.
Rió enternecido al tenerla entretenida, esa acción le pareció tan cálida y hermosa que no podía borrar la sonrisa en su rostro.
—Es difícil ser padre sabes... —a lo lejos logró escuchar una silenciosa carcajada, creyendo que fue su imaginación continuó hablando con su bebé —Pero hare mi mejor esfuerzo y te aseguro que seré el mejor papá.
Su hija aun no podía entenderle, pero al menos quería decírselo, que si bien apenas estaba aprendiendo a criarla, no se dejaría vencer tan fácil, estaría para ella en todo momento y lucharía para que no le faltara nada.
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El sudor en su rostro caía de a montón mientras araba la tierra con el azadón, a pesar del fuerte sol que le quemaba la cabeza no podía detenerse hasta acabar cuadrar esa zona, donde luego plantaría las nuevas semilla que había salido a comprar en el mercado el día anterior.
En todo su terreno utilizó semillas de diferentes puestos, incluso unas traídas de un pueblo al lado oeste, el cual no había salido afectado por la infertilidad de la tierra, también se había tomado el tiempo para verificar que la pureza del agua fuera adecuada, estaba decidido a averiguar qué era lo que ocasionaba que la tierra se negara a germinar las semillas, por eso la gran variedad de tipos que utilizó pero tendrían que esperar para saber cuál sería el resultado de este experimento.
Se limpió el sudor con el cuello de su camisa al sentir empapado por entero el rostro, dándose unos segundos de descanso. Ya había aprendido de sus errores y esta vez no terminaría con la espalda cocida a causa de sus infantiles acciones.
Los pasos de alguien acercándose a su espalda le obligaron a voltear, encontrándose con su esposa cubriéndose con su usual sombrero de paja en la cabeza y su hija en brazos, la cual estaba luciendo un vestido color rosa y un pañuelo del mismo color en su cabeza como si fuera una diadema que cubría sus pequeños cuernitos. Ambas estaban hermosas por lo que disfrutó de esa bonita vista sin decir nada hasta cuando las tuvo a escasos centímetros de su persona.
—Stacia, no deberían de estar afuera, el sol está muy fuerte —la mencionada solo sonrió ante el recibimiento de su esposo.
—Deberías tomarte un descanso entonces —le sugirió al verlo sudoroso y manchado de lodo por doquier —No quiero que te enfermes por sobre esforzarte... el trabajo puede esperar.
Ante esa suplica silenciosa dejó su herramienta de trabajo, dio unos pasos para salir del área ya trabajada, se paró junto a su esposa y sonrió al ver como su hija no le quitaba los ojos de encima, como si ya lo reconociera, extendió sus bracitos hacia su dirección.
—Papá está sucio por lo que no podrá cargarte —le habló al comprender que quizás su hija deseaba que le abrazara.
—Yvaine, papá no puede en este momento —el cariño en las palabras de su esposa logró que la pequeña le mirara y como si a Stacia si le hubiera entendido regresó sus diminutas manos.
—¿Cómo lo haces? Parece que puede entenderte y a mí me ignora —se quejó, mientras iniciaban una pequeña caminata hacia la mecedora afuera de su hogar, donde un árbol daba sombra y frescura.
—El secreto está en llamarle por su nombre —ante la diversión de su esposa quien ya se había dado cuenta que él no podía pronunciar el nombre de su hija, simplemente cayó para no alargar más ese tema.
Dejó que su esposa se sentara en la mecedora de madera, mientras él se apresuraba a asearse, después de lavarse la cara y quitarse el lodo de sus manos regreso a su lado para observar como su amada le cantaba una de las canciones de su pueblo, Stacia nunca había olvidado Underword la que fue su casa desde que nació y a causa que lo dejo todo por él, se sentía culpable.
Intentó olvidar aquello, pues no quería entristecerla al mencionar su reino, guardó silencio hasta que la letra de la canción termino para mostrarse, esta vez listo para tomar a su hija en brazos.
—Las aves parecen evitar esta zona, no he visto muchas por aquí —levantó su vista para ver el cielo y la copa de los árboles para lograr visualizar alguno pero le fue imposible ante la ausencia de ellos.
Ahora que recordaba, cuando la encontró en ese lugar, todos los días se escuchaba el canto de las aves, era como tener una orquesta privada durante la mañana. Quizás por estar demasiado ocupado en intentar lograr que su cosecha sobreviviera ante la necedad de la tierra no había notado en qué momento aquel armónico canto del bosque se esfumó.
—Sería maravilloso si Yvaine pudiera ver alguno...
Ante la solicitud de su esposa, insistió en buscar algún ave en el lugar pero por más que busco no encontró ninguno.
—Siempre podemos ir al mercado a comprar alguno, recuerdo que vi unos en venta la otra vez.
—Sí, tienes razón ¿qué tal si vamos mañana?
—Me parece perfecto... —asintió alegre, pues sería la primera vez que irían los tres juntos, ya que a causa que su hija aun estaba recién nacida y no les era posible ocultar sus rasgos diferentes al resto de niños, él era el único que se había paseado por el mercado para comprar provisiones.
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El clima de ese día le pareció perfecto, no era tan caluroso como el anterior por lo que no habría problema en exponerlas al sol, no obstante mantenían cubiertas sus cabezas como siempre lo hacían cuando salían al pueblo. La caminata hacia el mercado estuvo tranquila, nada fuera de lo usual, hasta que en los diferentes puestos a los que llegaban todos quedaban encantados con la pequeña en brazos de la de cabellos fuego. Las mujeres eran las que más expresaban sus adulaciones a la pequeña, y regalaban consejos a los padres primerizos.
—No sabía que tener un bebé sería algo beneficioso —hizo énfasis a que gracias a ella venían con carga extra, muchos de los comerciantes les regalaban algún presente por la bendición que la vida les trajo.
—Es porque se trata de nuestra hija, Ali... ella es amor y encanto —le recordó logrando que el ex monarca sonriera. —A todos les encantan los bebés, más a nosotras las mujeres, no podemos ir a algún lugar sin adular a los niños.
—Entonces la traeré más seguido, este canario nos salió casi gratis ya que ella se enamoró tanto de él, que el vendedor no tuvo más opción que hacernos ese descuento —comentó al levantar la pequeña jaula que traía en su mano derecha.
—No te dejare que te aproveches de su encanto —le regañó, a lo que el de cabellos oscuros desistió a la idea de traerla todos los días al pueblo.
—Y aunque no logramos llenar la casa de flores para la llegada de Yvi... Yne... la bebé, espero que ahora estos rosales puedan soportar las próximas tormentas.
—Tienes razón, me sentí triste pero ahora la lluvia no parece tan violenta como aquella —la niña en sus brazos se encontraba profundamente dormida.
—Bueno no hay que lamentar lo que quedo en el pasado —comentó con alegría para hacerle olvidar a su amada aquel anhelo que le fue arrebatado —Será mejor que nos apresuremos para dejar que la bebé descanse en la cama.
La de ojos claros asintió lo dicho por su esposo, disfrutando del recorrido que los llevaría a su hogar.
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—¡Cómo es que ha pasado esto?
El grito desgarrador de su esposa le hizo levantarse de golpe de la cama y deshacerse de la pesadez en sus parpados para correr y llegar hasta donde su amada se encontraba arrodillada en el frio suelo de su hogar.
—¿Qué es lo que sucede? —se arrodillo junto a ella y notó que sus ojos se encontraban cuajados en lágrimas, llenándolo de dolor al verla en ese estado.
—Ali... —señaló hacia al frente.
El horror que sintió al presenciar como en la jaula del canario recién adquirido, el ave se encontraba muerta. Una manta blanca que lo cubría del frio estaba tirada cerca de donde su esposa, por lo que dedujo que no fue un descuido que lo mató de frio durante la madrugada.
Abrazo a su esposa quien no paraba de derramar lágrimas a causa de la muerte de ese indefenso animal, que ayer se encontraba lleno de vida y juraba que esta mañana lo había escuchado cantar.
—Yvaine... estaba tan encantada con él... por lo que no lo comprendo... ¿cómo ha pasado esto? —habló entre el llanto con palabras entrecortadas.
—Stacia, tranquilízate, quizás algo paso o debió de estar enfermo —era imposible por más que dijera, no podría simplemente pedirle endureciera su corazón, esa pequeña vida que apenas ayer habían adquirido y ya lo consideraban parte de sus familia, se había ido. —Hoy mismo iré a comprar otro —era lo único que podía decirle para intentar disminuir el dolor de su amada.
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Continuará...
Jajaja ¡Hermanita, feliz cumpleaños!!!! Pues, Kim y yo nos unimos, a sabiendas que tú vas incluida en el proyecto, porque queríamos darte una sorpresota!!! Esperamos que no te moleste que nos hayamos adelantado en la trama xDD, pero creímos que qué mejor regalo perfecto que un bello Papi sexy xDDD
Estamos muy felices de haber compartido esto y esperamos que para la segunda parte te nos unas como debe ser!!!
Conocerte ha sido una experiencia maravillosa y tu forma de ser es tan linda que pues, nos queda solo desearte que sigas así siempre, porque la vida es un regalo increíble y no importan los años que sean los que se acumulan!! (Te lo diré yo) jajajaja La experiencia, el amor, la familia y hasta el trabajo, hacen de ella un sinfín de bellos y memorables actos.
¡Pásala súper!!
Te queremos!!!
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