Capítulo 32
Pluem no tenía idea de cómo había acabado en la casa de sus papás, sentado en el sofá, oyendo a Emma ayudar a Frank con su tarea en el cuarto del menor y papá Tay de pie frente a él junto a su tío Gun.
Regresó a casa dos días atrás, luego de que Nanon le hubiera dejado sólo, y se limitó a sacar sus cosas del departamento lo más rápido que pudo, sin contestar los mensajes de Ohm pero sintiéndose miserable porque los dos alfas no le habían enviado ni siquiera algún mensaje preguntándole si estaba bien.
Aunque no lo merecía, no luego de lo que había hecho.
Sus dos marcas ardieron en señal de necesidad, pero las ignoró porque sólo quería llorar.
—Lo siento, tío Gunnie —se disculpó con tono débil.
Gun arrugó las cejas.
—¿Por qué lo sientes, Pluem? —preguntó tomando la taza de té que Tay le ofreció. Eran los únicos adultos en el lugar pues New se hallaba trabajando y ese día le tocaba a Tay cuidar de sus dos hijos—. A mí no me has hecho nada.
—Porque no he sido un buen omega —sollozó— porque lo he decepcionado...
Pluem recordaba muy bien las enseñanzas de la escuela para omegas a la que asistió, enseñanzas que odió siempre porque sólo iban en beneficio para el alfa.
«Un buen omega siempre sigue el principio FOS: Fidelidad, Obediencia y Sumisión. El buen omega tiene que serle fiel a su alfa, hacerle caso en todo, y someterse a él, de esa forma, alcanzará la felicidad»
Pura mierda, había dicho Pluem cuando se lo enseñaron y terminó en dirección porque aquello no era un vocabulario correcto para omegas. No le importó en ese instante, pero ahora...
Tal vez su profesor tenía razón. Tal vez...
—¿Un buen omega? —Farfulló Gun—. ¿De dónde has sacado aquella porquería, Pluem?
Se encogió, porque a pesar de que Gun fuera sólo su tío, se sentía como estar siendo regañado por sus padres. Incluso Tay parecía querer esconderse.
—Si lo fuera...
—Si fueras un "buen omega" —dijo Tay haciendo el gesto de comillas— no serías Pluem —suspiró, cansado—. Con papá New nunca quisimos enviarte a un colegio para omegas, pero nos vimos obligados a hacerlo por las leyes del país. Queríamos que Nanon y tú crecieran como iguales —frotó su frente— pero no hemos hecho un buen trabajo ¿cierto?
—No —gimió Pluem— no es culpa de ustedes. Yo sólo... No sé... Mi omega es...
—Tú omega no es ningún desconocido, Pluem —dijo Gun—, tú omega es una parte natural en ti, es un complemento de tu persona, y la expresión más primitiva de tus deseos —Gun alzó la barbilla—. Nunca vas a lograr comprenderte si tratas de renegar de tu omega ni te sientes orgulloso de ello, Pluem.
—¿Orgulloso? —Pluem soltó una risa despectiva—. ¿Cómo me voy a sentir orgulloso de... de ser un jodido omega que sólo quiere ser marcado y tener sexo con cualquiera? —miró a su tío a los ojos, tratando de contener la molestia—. Después de todo, ¿no se acostó usted con otro alfa para pasar sus celos?
—¡Pluem! —Gritó Tay con una expresión incrédula, y el omega bajó la vista—. ¿Cómo puedes portarte así? ¡Pídele perdón ahora mismo a tu tío!
—No, está bien —Gun sacudió su cabeza en una negativa, su expresión tranquila, aunque algo dolió al recordar a Max—. Somos omegas, Pluem, lo quieras o no. Y el celo es una etapa natural de la vida en la que nuestra parte primitiva desea acoplarse a alguien. Pero eso no significa que no puedas controlarlo. Si yo se lo pedí a Max, fue porque era consciente de ello —lo señaló—. Y nunca le pedí una marca. Conocía mis propios límites y una marca de su parte nunca me llamó la atención.
Pluem soltó un resoplido, aunque una parte suya se sentía avergonzada por lo que había dicho.
—No lo entiendo —se quejó—, no a usted, tío Gunnie. Estuvo... estuvo luchando todo este tiempo en China por sus derechos, pero apenas tío Off apareció, usted se rindió a él —lo miró, desafiante—. Se convirtió en un omega que sólo quería a su alfa y no pensaba en nada más. Se dejó someter por él y ahora incluso carga a su bebé.
Gun sonrió, sin lucir afectado por sus palabras y Tay dejó salir otro suspiro. La verdad era que no sabía manejar esas situaciones porque no comprendía muy bien la naturaleza alfa-omega, así que parecía mejor que Gun manejara la situación. Si lo hacía él o incluso New, podrían terminar peleando.
—Querer a Off y luchar por lo que considero correcto nunca han sido ideas que puedan estar separadas, Pluem —contestó Gun—. Yo amo mucho a mi alfa, y él me ama como un igual: Off siempre me ha preguntado por mi opinión en todo, y aunque a veces se ponga posesivo y tonto, es capaz de mantener, la mayor parte del tiempo, sus sentimientos a raya —se inclinó unos centímetros—. Off no me ve como un omega. Él me ve como Gun.
Pluem se crispó.
—Pues eso está bien —le contestó— pero Nanon y Chimon no son así. Ellos sólo me ven como un omega al que cuidar y proteger, que no tiene opinión propia, que...
—¿Y cómo pretendes que ellos hagan eso —le interrumpió Gun— si tú tampoco quieres a tu omega? Mientras más lo desprecies, más te va a costar manejarlo. El omega no aparece sólo cuando estás en celo, Pluem, el omega está presente siempre en todos los aspectos de tu vida, y si tratas de bloquearlo, te afectará mucho más de lo normal —el mayor le acarició el cabello a Pluem, soltando feromonas de tranquilidad—. Tu omega controla tus emociones más sensibles, pero al mismo tiempo, regula las más pesadas. El dolor, la pena, la tristeza... Tu omega puede hacer que no sufras tanto, Pluem, pero sólo si se lo permites. Si continúas alejándolo, si continúas oprimiéndolo, tus emociones sólo van a confundirte más.
Los labios del omega menor temblaron mientras lo escuchaba hablar, sintiendo su garganta apretada y sus ojos picar por las lágrimas que estaba tratando de contener. Una parte suya quería correr lejos de allí, pero la otra, su parte más... animal, quería permanecer abrazado a tío Gun, porque se sentía cómodo en ese lugar.
—Pero... las marcas... el celo...
—El celo es la demostración de nuestro período fértil, nada más —contestó Gun— pero tu omega sabe bien con quién pasarlo —la voz del mayor se volvió triste—. Cuando Norrapat me marcó ¿tú crees que realmente mi omega fue feliz? Estaba en celo, pero yo no lo quería. Yo nunca le quise así —le obligó a mirarlo a los ojos—. Y a pesar de que pasaba mis celos con Max, cuando quiso marcarme, mi omega también lo rechazó. Mi omega no quería a ningún otro alfa, sólo ha querido a Off, a nadie más.
Pluem comenzó a llorar porque recordaba lo que les había dicho a Nanon y a Chimon. La mirada herida de Chimon sobre él, las palabras rotas de Nanon cuando le habló y la culpabilidad y el dolor lo golpearon con fuerza. Su marca ardió.
—Mientras sigas manteniendo a tu omega alejado de esa forma, seguirás sin comprender tus sentimientos, Pluem —prosiguió Gun—, pero por sobre todo, seguirás haciéndole daño a las personas que quieres. Tú haces de tu omega una debilidad, cuando deberías hacerlo una virtud.
Sorbió por su nariz, asintiendo mientras seguía llorando por lo ocurrido, por la forma en la que había actuado, por la cantidad de sentimientos negativos que poseía en ese instante.
—No sientas vergüenza de ser quien eres, Pluem —Gun le besó la frente— siéntete orgulloso mejor.
Hipó entre llantos.
—Es-está bien, tío Gunnie...
Gun sonrió, haciéndole señas a Tay para que lo fuera a reemplazar, y Tay no tardó en ocupar el puesto de su amigo, dejando que Pluem lo abrazara como un koala para que pudiera llorar en su pecho.
—Ya me debo ir —comentó Gun—, Off pasará a buscarme ahora.
—Gracias, Gunnie —le dijo Tay, suspirando por el alivio.
—Gracias, tío Gunnie —murmuró Pluem, sin alejarse de su papá.
Hizo un gesto para quitarle importancia, sacudiendo su cabeza y se despidió de ellos junto con los niños, que seguían en el otro cuarto, haciendo la tarea. Salió segundos después, observando el auto de Off, y le dio un beso cuando subió.
—¿Cómo te fue hoy? —preguntó Gun.
Off le dio otro beso, gruñendo contra su boca. Esos últimos días Gun había estado soltando un delicioso aroma materno que le provocaba querer besarlo (y hacerle el amor) en cada momento.
—Agotador —le dijo Off contra sus labios y Gun soltó una risa divertida al ver su mirada necesitada—. ¿Chimon está en casa?
—Con Sammy —contestó Gun— y ella también está molesta por todos los ruidos que hacemos.
Off resopló.
—¿Un motel? —ofreció Off, encendiendo el auto.
—Esas cosas no se preguntan —dijo Gun, riéndose por la felicidad cuando Off se apresuró en acelerar.
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Chimon no podía creer lo distintas que se sentían las cosas en el colegio ahora que había vuelto a clases.
Casi un mes atrás estaba en otro país, ¡en otro lugar! ¡En medio de una guerra civil que dejó cientos de muertos!
Y ahora estaba quedándose dormido en la clase de Química.
—Señor Adulkittiporn, si sigue durmiendo voy a enviarlo con el director —amenazó la profesora alfa.
Chimon limpió la baba de la comisura de su boca, refunfuñando mientras sus compañeros se mofaban de él, y se obligó a prestar atención el último cuarto de hora aunque su mente estaba en otro mundo. Habían pasado cinco días desde lo ocurrido con Pluem, y aunque quería estar acostado en ese instante sin hacer nada, su mamá no se lo permitió.
¡Lo obligó a seguir yendo al colegio aunque su corazoncito estuviera roto! ¿Qué clase de persona hacía eso?
Además, él odiaba la Química, era tan aburrida y sosa, ni siquiera comprendía que estaban viendo en ese instante...
—Chimon —dijo Lilly, una omega que se había acercado mucho a él las últimas semanas—, no anotaste nada.
Chimon rascó su nuca, guardando su cuaderno vacío, y suspiró.
—La verdad es que no presté atención porque no entiendo lo que estamos viendo —se excusó, algo enfurruñado.
Las mejillas de Lilly se colorearon de rojo.
—Yo podría ayudarte, Chimon —dijo con algo de vergüenza—, podríamos estudiar juntos.
Chimon la observó un instante, recordando a Pluem y a Nanon.
Lilly era bonita, amable, graciosa, dulce y tímida. Le gustaba pasar desapercibida por todo el mundo, y se acercó a él sólo para preguntarle si quería comer con alguien, porque la chica tampoco tenía amigos. Chimon no se vio capaz de decirle que no.
Lilly podría ser una buena omega, ¿no? Después de todo, Pluem no lo quería como alfa. Y sin Pluem, su relación con Nanon...
—Suena genial —aceptó Chimon, sonriendo con suavidad mientras salían del salón de clases.
La chica parpadeó, sorprendida por las palabras del muchacho, y sonrió ampliamente en tanto se abrían paso por la multitud de chicos y chicas que caminaban por el pasillo debido al fin de la jornada escolar.
—Podríamos vernos este fin de semana —decía Lilly— el examen es la próxima semana, pero si nos ponemos de acuerdo...
—Deberás tenerme mucha paciencia eso sí —dijo Chimon, avergonzado— soy algo tonto con estas cosas...
—¡Tranquilo! —Lilly le tomó del brazo—. Estoy segura de que podrás aprobar si pones de tu parte.
—Tienes mucha fe en mí —se quejó Chimon, riéndose.
—Es que eres un chico genial —siguió alabando Lilly— de verdad que...
—¿Chimon?
El aludido se giró cuando escuchó una conocida voz hablar.
Pluem estaba de pie, detrás de él, con una mirada titubeante y descolocada, observando el agarre de Lilly alrededor de su brazo.
Chimon se sintió algo mareado cuando lo miró. A pesar de que no había pasado mucho tiempo lejos del omega, su alfa se sentía feliz y exultante de verlo allí en ese instante y quería abrazarlo, enterrar su rostro en su cuello.
—Oh —Pluem retrocedió, su tono volviéndose tímido—. Lo siento, no... no quise interrumpir...
Chimon observó a la chica.
—Nos vemos mañana, Lilly —se despidió.
Afortunadamente, la muchacha interpretó bien su tono de voz porque sólo le sonrió con amabilidad.
—Nos vemos mañana, Chimon —se despidió, poniéndose de puntillas para darle un beso en la mejilla e irse segundos después.
Chimon miró el rostro apagado de Pluem, su posición torpe e incómoda, pero trató de no amedrentarse, de no sentirse mal por ello aunque la situación no era lo mejor.
—¿Ocurre algo, Pluem? —preguntó con voz cortés.
Pluem parecía un niño frente a él y aunque a pesar de que fuera mayor y alto, en ese instante se veía algo perdido.
—Um, yo... ¿po-podemos hablar en algún lugar más... más privado? —preguntó con tono débil.
Una parte suya quería negarse, decirle que se fuera al diablo, sin embargo, no se vio capaz de ello. No cuando los enormes ojos de ciervo con los que Pluem le observaba ponían a su alfa como un cachorrito.
—Vamos a comer algo —invitó Chimon— yo pago.
Pluem asintió, sonriendo con timidez y ambos partieron a un local cercano a comer helado. Se sentaron en una de las sillas de fuera, apenas diciéndose algo, Chimon esperando pacientemente a que Pluem quisiera hablar.
El omega limpió sus labios, demasiado nervioso en ese instante, pero sabiendo que tenía que hacerlo.
—Lo siento —se disculpó bajando la vista—, por lo ocurrido el otro día. Por haber besado a Ohm —Chimon permaneció en silencio—. He estado confundido con... con todo lo que ha pasado últimamente y la he pagado con ustedes.
—No lo entiendo —dijo Chimon con voz suave— todo lo que ha ocurrido. Creí que estábamos bien, que... que tú lo querías.
—Y lo quiero —aseguró Pluem, sin duda alguna. Lo había entendido luego de pensarlo mucho, luego de darle muchas vueltas a las palabras de tío Gun—. Es sólo que yo... yo nunca he sido feliz siendo omega, porque creí que ser omega era depender de un alfa. Sentía que... que ustedes sólo me querían por el sexo, por obligación, no porque realmente hubiera algo más.
Chimon se quedó varios segundos sin decir nada, lo que Pluem interpretó como una forma de que siguiera hablando.
Humedeció sus labios.
—En la escuela de omegas me enseñaron que... que los omegas sólo sirven para la reproducción y hacer feliz a los alfas —explicó— y yo en los celos sentía que... que ustedes eran más felices porque sólo pensaba en follar, en bebés, en complacerlos a ustedes. Mi omega tomaba las riendas de todo, y se veían contentos con ello, con que apenas hablara y pidiera cosas. Sentía que me miraban en menos sólo por ser omega, y me odiaba por eso.
El alfa tragó saliva.
—Lo siento —pidió perdón el alfa—, lamento si alguna vez te hice sentir así, Pluemie, no fue mi intención, yo... yo sólo quería hacerte feliz —su garganta se apretó—, pero nunca te he mirado en menos. Nunca he... No quería hacerte sentir así. Lo lamento mucho.
Pluem sentía que iba a llorar, porque no pensó que Chimon fuera a disculparse también. Una parte suya decía que todo eso había sido sólo un error de él, de nadie más, pero agradecía enormemente que Chimon fuera capaz de decirle aquello cuando no lo merecía.
Lo siento, le había dicho Nanon la noche que lo marcó, mientras le hacía el amor. Se lo había dicho cientos de veces, sus ojos llenos de lágrimas por lo que había tenido que hacer, y Pluem sólo quería decirle que no lo lamentara. Que lo comprendía y, en el fondo, lo deseaba desde hace tiempo. Deseaba su marca.
—Por otro lado —el alfa contempló su helado—, si tú lo quieres, puedo marcar a otra persona.
Pluem se atoró con la cuchara en su boca.
—¿Qué? —preguntó entre toses.
Chimon se encogió de hombros.
—Quitarte mi marca —explicó con voz débil—. Si no la quieres, si no me quieres, entonces puedo...
—¡No! —Pluem se puso de pie, e importándole poco si estaba llamando la atención, tomó la mano de Chimon y se sentó en sus piernas de forma posesiva—. No, no, no, no...
Chimon tuvo que agarrarlo de la cintura para que no golpeara el suelo.
—Pluemie...
—¡No! —Repitió el omega—. No, yo quiero tu marca.
—Pero...
—¡Eres mi alfa! —Insistió Pluem—. Tú y Nanon lo son. Son mis alfas —sus ojos se llenaron de lágrimas—. Siempre lo van a ser, así como yo soy su omega. Nos pertenecemos mutuamente.
Chimon asintió, su garganta todavía apretada, pero enterró su rostro en el cuello del omega, respirando profundamente, su aroma calmándolo.
Haciéndolo sentir mejor que nunca en todo ese tiempo.
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Off y Gun sabían aprovechar muy bien el tiempo en el que los niños no se hallaban en casa, agradeciendo a cualquier dios existente que Sammy decidiera salir con unas amigas y Chimon fuera a estudiar con una compañera.
—Ahhhh... —gimió Gun al sentir el nudo del alfa en su interior— mmm...
Off sonrió ampliamente ante su expresión colorada, sus ojos llenos de lágrimas de placer y lo besó con fuerza, sus labios devorando su boca, sus dedos jugueteando en la piel de su cintura.
Gun volvió a gemir cuando los dientes de Off se deslizaron por su piel hacia su cuello, hacia su marca, y mordió posesivamente, oyendo los chillidos del omega ante la situación.
No alejó su rostro, terminando de anudar, lamiendo la marca para dejarlo impregnado en su olor, y luego frotó su cara contra el cuello del omega para así también quedar marcado en el aroma a celo que Gun soltaba en el sexo.
—Vas atrasado para la cena con tu madre —jadeó Gun, respirando aceleradamente cuando el alfa se retiró de su interior.
—Me importa una mierda —gruñó Off— se aguantará. Estoy ocupado ahora.
Gun tembló al sentir el firme agarre del alfa en sus muslos, pero suspiró con amor cuando Off apoyó su cabeza en su vientre, frotando su mejilla contra su piel.
—¿Cómo estás, bebé? —Preguntó el mayor—. Papá te quiere mucho, ya quiero que nazcas para tenerte entre mis brazos —le dio un pequeño beso a su estómago—. Te amo...
El omega quería decirle a Off que permaneciera con él, que le abrazara y le hiciera el amor mil veces más, pero sólo suspiró cuando lo observó ponerse de pie, estirándose para irse a dar una ducha. Gun no quería que fuera donde su madre, tenía un horrible presentimiento, pero sabía también que Off y ella tenían cosas pendientes.
Nunca había entendido esa relación extraña que poseían: Off le había contado, cuando estaban saliendo, que su madre sólo se dejó embarazar por la esperanza de dar a luz un alfa puro, por ningún otro motivo, pues su naturaleza alfa rechazaba el ser dominada en la cama. Y aun cuando lo tuvo a él, nunca poseyó el llamado instinto materno: a Off lo criaron niñeras que duraban sólo un par de meses por el maltrato que recibían por parte de los señores Adulkittiporn. El alfa no tenía ningún buen recuerdo de sus padres, que casi nunca se hicieron cargo de él ni de sus necesidades personales o afectivas.
Pero a pesar de ello, Off había afirmado que les tenía algo de afecto, eran, después de todo, sus padres. Sin embargo, aunque existiera afecto, el alfa sabía que eran unas personas tóxicas y a las que era mejor mantener lejos por su seguridad.
Off salió de la ducha minutos después, si bien limpio, todavía con el aroma de Gun a su alrededor. El omega sonrió, observándolo vestirse.
—¿Ocurre algo? —preguntó Off, abotonando la camisa.
—Eres muy guapo —halagó Gun, su sonrisa tomando más fuerza al notar las mejillas coloradas del alfa—. ¿Por qué no vuelves a la cama, Off? Tengo ganas de chuparte el pene...
Off se rió, agarrando su chaqueta y se inclinó sobre la cama para darle un beso en los labios.
—Te cobraré la mamada cuando vuelva —le dijo, acariciando su labio inferior.
Gun hizo un puchero, dándole otro beso, tratando de ahogar la sensación de temor que había en su interior. No quería preocupar a Off, no de forma innecesaria. De seguro el miedo que sentía era porque no quería ver más a esa mujer, ya que a pesar de que Gun se veía capaz de enfrentarla, todavía tenía algo de susto por ella. Después de todo, le había hecho demasiado daño con sus acciones esas cosas no se olvidaban con facilidad.
—Te amo —le dijo a Off.
El alfa sonrió, feliz.
—Yo también te amo —suspiró el mayor.
Gun lo vio salir, asomándose por el balcón después mientras el auto se alejaba, y soltó el aire que estuvo conteniendo.
Off iba a volver, se repitió, pensando en lo que prepararía para comer.
Pluem se sobresaltó cuando la puerta fue cerrada bruscamente, volteándose y chocando con los ojos apagados de Nanon.
La culpabilidad golpeó su estómago, pero se obligó a mantenerse entero y no romper a llorar porque debía solucionar lo que hizo, así como había hecho con Chimon.
—Pensé que te estabas quedando donde papás —dijo Nanon, dejando su abrigo en el colgador.
—Quería hablar contigo —dijo Pluem, mordiendo su labio inferior.
Nanon rascó su nuca, acercándose, pero entonces Pluem frunció el ceño.
—Hueles a feromonas —le dijo y entonces parpadeó, sus ojos abriéndose por la sorpresa—. Oh...
—No —se apresuró a decir Nanon, sentándose a su lado—, bueno, salí con un chico omega, pero... pero no hubo nada más —hizo una pequeña pausa, levantando su mano de pronto y acarició su marca—. Si tú lo quieres, puedo quitártela y...
Pluem se echó hacia atrás, todo en su interior negándose. No sólo su omega, sino él también.
Hablar con tío Gun le había ayudado a comprender algunas cosas, aunque seguía un poco confundido también porque ciertas dudas no serían resueltas por el resto, sino por él. Pero había logrado entender, un poco, que tal vez tenía que permitirle a su omega tomar las riendas de ciertas situaciones y no sentir vergüenza por ser más emocional que el resto.
—No, es mi marca —Nanon le miró, sorprendido—. Yo la quiero. Siempre la he querido —su voz se tornó vacilante—. Cuando teníamos diez años, tú me marcaste por primera vez.
El alfa pestañeó.
Nanon recordaba aquella ocasión en la que ambos estaban jugando a las luchas, girando sobre la cama, gruñéndose y lanzándose mordiscos para tratar de vencer al otro. New les estaba gritando desde la cocina que se detuvieran, que se harían daño, pero ambos no lo tomaron en cuenta.
Pluem gimoteaba en señal de queja, haciendo que Nanon se compadeciera y el omega aprovechaba aquello para poder vencerlo. Nanon sentía, por otro lado, la imperiosa necesidad de morderlo, hasta que logró quedar sobre él, riéndose estruendosamente, y antes de pensarlo dos veces, mordisqueó la piel de su cuello.
Pluem había chillado por el dolor y New apareció, cargando una varilla con la que golpeó su trasero por lo que hizo.
El omega estuvo algo empalagoso y dócil los siguientes días, pero Nanon no podía entender bien por qué. Luego, cuando tuvo su primer celo, todo cobró sentido.
—Ese día yo... yo me di cuenta de que quería tu marca —dijo Pluem, sus labios temblando—. Nunca te lo dije porque me daba vergüenza, porque me negaba a admitir lo mucho que la deseaba —el omega bajó la vista— pero la quiero, Nanon. Siempre la he querido, así como la marca de Chimon.
Luego de aquellas palabras, Pluem se apresuró en explicarle todo lo que había pasado por su mente esos últimos días, todos los sentimientos malos que tuvo tanto tiempo, todo el miedo y temor que sentía, queriendo hablar para poder soltar aquellas emociones negativas que le estuvieron asfixiando.
Nanon tragó saliva.
—Tú nunca... —finalizó el omega—, nunca has sido un mal alfa...
—No digas eso —la voz del chico salió grave—. He usado la voz alfa en ti cuando he podido. Te mereces algo mejor, Pluem, no...
—Y yo he sido caprichoso, grosero y un imbécil muchas veces —le interrumpió Pluem—, pero ahí vas tú, aguantando mis actitudes —el omega lo abrazó, enterrando su rostro en su cuello—. Lo siento mucho. Lo siento, Nanon.
Nanon cerró sus ojos un momento, suspirando, llevando sus dedos al cabello desordenado del chico, acariciándole el pelo.
—¿Esto es...?
—Quiero estar contigo y con Chimon —aseguró Pluem—, yo sólo quiero que... Me gustaría... —apretó sus labios un instante—. Me gustaría estudiar algo y...
—Lo que quieras —se apresuró a decir Nanon—, todo lo que desees —le besó la frente—. Puedes hacer lo que desees y voy a apoyarte, Pluem.
Pluem lo abrazó con más fuerza, cerrando sus ojos un instante, dejando que el olor embriagador del alfa lo calmara, y cuando volvió a abrirlos, tenía una decisión tomada.
Le dio un beso pequeño en los labios.
—Voy a salir —le murmuró contra sus labios—. Necesito... Debo hacer algo.
Nanon se veía tentado de preguntarle qué era lo que haría en tanto otra parte se debatía en pedirle que no saliera porque ya estaba anocheciendo, pero se vio obligado a calmarse, asintiendo, confiando en Pluem.
El omega sonrió.
—No tardaré —prometió—, podrías invitar a Chimon para que pase la noche aquí —lo besó—. Los he extrañado mucho.
—Y yo a ti —admitió el alfa—, extraño tus quejas, conejito.
Pluem lo golpeó en el costado, pero sólo sonrió.
Segundos después, el omega salió de casa, casi corriendo a paso apresurado para llegar pronto a su destino, algo dentro de él sintiéndose más cómodo que nunca por la decisión que había tomado. Mucho más porque había logrado hablar con los dos alfas sin llegar a gritos, sin pelear, viendo la forma en la que le escuchaban, y su omega era feliz con aquello.
Su omega, por primera vez en mucho tiempo, se sentía contento, cómodo, sin una batalla en su interior que lo atormentara.
Llegó jadeando por la corrida, observando a Ohm que lo esperaba sosteniendo dos cafés. El omega le sonrió, ofreciéndole uno, y Pluem lo agarró por cortesía.
—Creí que me estabas evitando —comentó Ohm con voz suave.
Pluem respiró, recuperando el aire, y llevó el vaso a su boca, bebiendo antes de hablar.
—Lo siento —le dijo en disculpa— he estado algo... algo ocupado —titubeó un instante—. ¿Qué has decidido, Ohm? —preguntó, observando el río.
El chico mordió su labio inferior.
—Me escaparé —dijo Ohm—. Mis padres concretarán un matrimonio forzado. Me iré en dos días —le miró de reojo—. ¿Y tú, Pluemie? ¿Has pensado en mi propuesta?
Pluem miró el café, sus manos calentándose por el líquido.
—Lo siento, Ohm —murmuró con dulzura— pero no te puedo corresponder de ese modo. Yo no... —sus marcas ardieron—. Yo ya tengo a dos chicos que me quieren y yo los quiero.
Ohm asintió, distraído, una expresión triste en su rostro.
—¿No hay forma de hacerte cambiar de opinión? —preguntó, su voz extremadamente abatida—. Ellos te van a decepcionar. Los alfas no son buenos, Pluem.
Frunció los labios, negando con la cabeza.
—Chimon y Nanon lo son —aseguró— y ellos son míos, así como yo soy de ellos.
Su amigo volvió a asentir, terminando de beber el café.
—Si me hubieras escogido —dijo Ohm, sin perder su tono adolorido— habrías hecho las cosas más fáciles, Pluem, porque yo realmente te quiero.
Pluem lo miró.
Sus labios se arrugaron en una mueca cuando Chimon apareció en el umbral del comedor, algo desorientado.
—¿Y papá? —preguntó su hijo.
—Tuvo que salir —respondió Gun, un poco distraído.
—¿Pelearon? —Chimon enarcó una ceja.
Gun bufó, sin querer decirle a Chimon dónde estaba su alfa porque sabía que iba a alterarse.
—Algo así —mintió, decidido a cambiar de tema—. Pensé que te vendrías con Sammy. Ya son las nueve de la noche y no ha llamado —sacudió su cabeza—. ¿Se habrá quedado a dormir con sus amigas?
Chimon se encogió de hombros.
—¿Estaremos los dos solos? —preguntó, sus ojos iluminándose—. ¿Puedo dormir contigo, mami? —puso un puchero, queriendo verse adorable, y Gun se rió.
—¿En la cama dónde tengo sexo con tu padre? —dijo con inocencia el omega.
—¡Mamá, eso es asqueroso! —se quejó Chimon, pataleando como un niño pequeño.
—Venga, llamaré a Sammy para ver qué ocurre con ella. Ve a servirte algo para comer, la cena ya está lista.
Chimon se fue a la cocina, refunfuñando entre murmullos mientras Gun marcaba el número de Sammy para saber dónde estaba. De verdad, ¿tanto le costaba llamar para decir que no iría a comer? Si se quedaría con sus amigas lo podía entender, pero avisarle no costaba nada.
El celular de la chica estaba apagado.
Arrugó el ceño.
Chimon volvió, llevando un plato con sopa y sentándose a su lado en la mesa.
—No hagas esa mueca, mamá —regañó— es muy rara.
Gun le pellizcó la mejilla, volviendo a llamar a Sammy pero sin tener éxito alguno.
—¿Se habrá quedado sin batería? —preguntó extrañado.
Chimon se encogió de hombros, dispuesto a comer, sin embargo, su celular sonó en ese instante. Lo agarró, observando el número de Nanon, y sonrió.
—Hey —dijo alegremente—. ¿Qué tal...?
—Chimon, oye —saludó Nanon y notó enseguida que su voz estaba algo ansiosa—. Por casualidad, ¿Pluem no está contigo?
Sus cejas se arrugaron por la pregunta, confundido.
—¿Pluem? No —eso llamó la atención de Gun, que le miró—. No he visto a Pleum desde el jueves. ¿Por qué?
Gun recordó que tenía el número de la madre de una de las amigas de Sammy y llamó.
—Pluem salió hace una hora, y me dijo que volvía enseguida —balbuceó Nanon—, pero le he llamado porque me preocupé y no ha contestado. Su móvil está apagado.
—Hola, soy el tío de Sammy —saludó Gun cuando una mujer contestó— llamaba para saber si ella estaba con su hija. La llamó pero no contesta.
—¿Sammy? No, mi hija regresó a casa hace dos horas y ha venido sola —dijo la mujer al otro lado de la línea—. Dijo que cada una se fue a su casa luego de salir.
Gun sintió su estómago apretado, dando las gracias y despidiéndose.
Chimon tenía la garganta apretada.
—No lo he visto —volvió a decirle a Nanon— pero... ¿no te dijo a dónde iba?
—¡No! —Nanon parecía a punto de llorar—. Sólo me dijo que debía hacer algo y que volvería pronto. Chimon ¿y si... y si nos dejó? ¿Si se fue con ese amigo?
El chico sentía que su mundo se estaba desestabilizando y Gun le agarró del brazo, sus ojos endurecidos.
Rápidamente, Gun llamó a Off.
El número que usted marcó no está disponible o se encuentra fuera del área de servicio...
Lo intentó otra vez, pero el mensaje volvió a repetirse.
Gun apretó su mandíbula.
Bien. Bien.
Ahora Gun estaba enfurecido.
𝕰𝖛𝖎𝖎𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ
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