Capítulo 31

«Pluem quería que Plapodd le dejara de molestar, pero el alfa parecía no querer rendirse en su torpe coqueteo acosador que ya le estaba cansando.

―Detente, por favor ―le pidió, tratando de que su voz fuera suave, dulce, como el tono de esos omegas perfectos que veía en televisión y que nunca podría ser.

Pero Plapodd daba miedo cuando se enojaba, y si Pluem le rechazaba de forma grosera, el alfa no iba a dudar en golpearlo.

Y Pluem no quería que esa noche quedara arruinada, porque era la fiesta de Punpun, quería relajarse un poco y olvidar todas las cosas que tenía que estudiar para el colegio. Ese maldito, jodido colegio en el que sólo sacaba notas deficientes como al resto de compañeros omegas que tenía.

―Vamos, vamos Pluem ―dijo Plapodd, su sonrisa desapareciendo―, deja que te folle y te dejaré en paz. Esta noche hueles muy bien.

El alfa lo agarró de la muñeca, pero Pluem tiró de ella. Sin embargo, el chico se negó a soltarlo, la expresión divertida en su rostro desapareciendo.

Pluem estaba algo mareado, la música retumbando en sus oídos, su estómago revolviéndose, como si fuera a vomitar. Sus piernas temblaron.

Plapodd alcanzó a agarrarlo, acercando su cuerpo, y se estremeció cuando el alfa olisqueó su cuello.

―Oh ―susurró el alfa con expresión de alegría―. ¿Estás en celo?

Pluem no pudo responder, sólo gimió, desorientado, perdido, queriendo correr pero sin que su cuerpo respondiera.

Escalofríos le recorrieron cuando Plapodd tiró de él, llevándolo por el pasillo con rapidez, su lengua lamiendo en su cuello.

―No ―dijo débilmente― no, no...

Pero el alfa no hizo caso. Su omega estaba entrando en celo repentino porque olvidó tomar sus supresores los últimos días, así que su cuerpo soltaba feromonas rápidamente, todo en él mareado, confundido, necesitado.

Aunque seguía siendo consciente de lo que ocurría: Plapodd lo llevó a un cuarto, encerrándolo, tirándolo sobre la cama. Trató de empujarlo fuera, de quitárselo, pero su cuerpo no respondía bien: sudaba, temblaba, se sacudía. Y Plapodd lo estaba aprovechando demasiado bien, sosteniéndolo de las manos, frotándose contra él para descontrolarlo más.

Pluem sentía desprecio por su omega: debido a él, los chicos alfas no querían jugar a su lado a los trece años. Gracias a él, le metieron a un colegio de omegas donde aprendió cosas que no le interesaban y ahora estaba fracasando en la preparatoria mixta.

Y ahora, por su omega, estaba siendo violentado.

―No ―insistió, pero la lengua del alfa no se detenía, y comenzó a llorar tanto por el dolor en su entrepierna como por la situación―, por... por favor, no...

―Pequeña puta ―se burló Plapodd― en el fondo, quieres que te folle.

Sollozó con más fuerza.

―¡Qué mierda!

Plapodd se sobresaltó cuando una voz grave habló, quitándose, girándose y Pluem se hizo una bolita sobre la cama.

Nanon, su hermano adoptivo, estaba bajo el umbral de la puerta.

―¿Pluem? ―preguntó Nanon con una expresión de horror.

Sollozó con fuerza.

Nanon apretó su rostro, observando a Plapodd, que seguía atónito, y su hermano se lanzó sobre el alfa que trató de violarlo, gruñendo de forma amenazante. Un golpe seco resonó en el cuarto, Plapodd gimiendo por el dolor, y Nanon lo arrastró fuera del cuarto, aguantando el olor de feromonas que dejaba salir el cuerpo de Pluem.

―¡Pedazo de mierda! ―espetó Nanon hacia Plapodd, tirándolo fuera del lugar―. ¡Jodido bastardo! ¡Voy a...!

Su voz se cortó cuando se dio cuenta de que no estaba sólo Plapodd fuera del cuarto, sino también otros alfas. El aire estaba cargado de feromonas.

―¿Hay un omega en celo ahí dentro? ―preguntó uno de los alfas.

Nanon tuvo que actuar rápido, soltando a Plapodd, retrocediendo y cerrando la puerta de golpe, girando el pestillo. Pronto, la puerta estuvo siendo golpeada por demasiados alfas, todos exigiendo que abriera para hacerse cargo del omega.

Corrió a abrir la ventana, pero estaban en un segundo piso, y no había ningún árbol cercano como para colgarse.

Su entrepierna se endureció al olisquear la loción de bebé de Pluem, girándose, viéndolo con expresión afiebrada sobre la cama.

―Duele ―balbuceó Pluem― du-duele, Alfa...

Y ese "Alfa" envió un escalofrío por su espina dorsal.

Trató de mantener la mente fría en esa situación, pero los golpes en la puerta se hacían más fuertes, no tenía una salida, no podía pensar bien, y Pluem...

Pluem comenzó a tocarse entre llantos.

Lo agarró de las manos, deteniéndolo, pero Pluem gimió por el dolor.

―Fo... fóllame, alfa... ―pidió Pluem.

Nanon apretó su mandíbula.

―No, no, Pluem...

Pluem lo besó, pero Nanon se alejó porque se sentía extraño. Pluem era su hermano adoptivo.

Su alfa se quejó en respuesta, murmurando que desnudara al omega y cogiera con él.

Los golpes se hacían más fuertes, los gritos más desesperados.

Nanon pensó, terriblemente, que si lograban entrar, era posible que todos allí violaran a Pluem. Al verlo en celo todos buscarían hacerse cargo, y más si el cuerpo de Pluem respondía bien. Querrían poseerlo, a menos que... a menos que...

A menos que Pluem fuera un omega marcado.

Con la marca, el olor a celo de Pluem bajaría unas horas, haría que el omega apestara a él, y todos sabrían que ya pertenecía a alguien.

Pertenecer. Que palabra tan horrible, despreciable, bajo ese contexto. Nanon tuvo que tomar una decisión en ese instante.

―Perdóname ―le pidió a Pluem mientras anudaba en su interior, antes de morderlo― perdóname, Pluemie...

Pluem no podía recordar ese momento, traumático para él, porque ese día había odiado ser un patético, imbécil omega.»

Cuando entró al comedor, observo a Chimon mirando una película, recostado contra Nanon y se sintió miserable en ese instante.

Ambos alfas se giraron, sonrientes.

―¿Cómo estuvo la película, Pluemie?

Odiaba ser omega. Odiaba ser un chico necesitado, que no podía imponerse frente al resto, porque la naturaleza quiso que fuera un estúpido omega.

―Estuvo bien ―su voz, extrañamente, salió firme aunque por dentro temblaba al recordar los labios de Ohm sobre los suyos―. ¿Qué han hecho?

―Ver una película ―respondió Nanon― esperarte...

―Estábamos aburridos ―apoyó Chimon y Pluem olisqueó el aire al notar cierta esencia algo suave y atrayente. Hormonas de celo―. ¿No quieres follar, Pleum?

Pluem los observó.

Ellos no te quieren. Ellos te desean, le dijo Ohm cuando lo alejó, minutos atrás. Sólo te quieren por ser omega, Pluem, ¿por qué no lo ves?

―No tengo ganas ―contestó―. ¿Por qué no follan ustedes?

Anda, si estás tan seguro de sus sentimientos, ¡sugiéreles que cojan entre ellos! Después de todo ¿por qué ser omega debería marcar la condición de ser tú el follado?

Nanon y Chimon se miraron, sus expresiones cambiando.

―Hacerlo entre nosotros requiere mucha preparación ―se quejó Chimon― y queremos algo sencillo, Pluem.

Te lo digo: van a negarse porque no te quieren. No te aman. Sólo eres su jodido omega al que follar cuando están aburridos.

Miró el suelo.

―Olvídalo, está cansado ―suspiró Nanon, volviendo su atención a la televisión―. Ve a dormir si quieres, Pluem.

Huir. Huir. Huir.

―Los engañé.

Chimon se enderezó. Nanon abrió la boca.

Pluem se quedó quieto, observándolos, recordando los labios de Ohm sobre los suyos.

―¿Qué? ―preguntó Chimon, volteándose para mirarlo directamente.

Nanon permanecía en silencio.

―Ohm se me declaró ―dijo Pluem― y me ha besado. Lo he besado de vuelta.

Sí, Pluem había contestado a la situación, devolviéndole el beso a Ohm, gruñendo contra su boca. Pero no se sentía bien, ni correcto, ni bueno. Se había alejado segundos después, jadeando por la sorpresa, diciendo que aquello fue un error, que eso no estaba bien, que no correspondía porque él quería a Chimon y Nanon, y ellos a él.

Pero Ohm sólo le dijo que eso era mentira, que él realmente no los quería.

Tu omega sólo los busca porque son alfas. Tú no les quieres.

―Pluem ¿esto es una broma de mal gusto? ―preguntó Chimon.

Pluem lo observó.

―¿Te ha gustado? ―preguntó entonces Nanon, con voz extraña.

El omega no se veía capaz de mirarlo a la cara. No a Nanon.

―Ha sido bueno ―contestó, evasivo.

Nanon se rió, aunque no había diversión ahí. Parecía fría burla, ira contenida.

―¿Qué quieres probar con esto, Pluem? ―escupió el alfa―. ¿Qué eres libre de un alfa, que no te dominamos? ―Nanon estrechó los ojos―. Si tanto pensabas eso ¿por qué mierda te dejaste marcar por nosotros?

El omega explotó, confundido, desesperado, sin poder entender sus propias emociones ni sentimientos.

―¡Porque yo no he sido! ¡Porque a mi omega aquello le ha dado la gana, y ustedes parecen hacerle caso más a él que a mí! ―gritó.

A sus palabras le siguió un silencio tenso, duro, los dos alfas mirándose en tanto Pluem respiraba con dificultad.

—¿Es eso? —Preguntó Chimon, su voz plana—. Entonces no quieres de verdad mi marca. Ni la mía, ni la de Nanon —soltó una risa seca, poniéndose de pie—. ¿Qué mierda hago aquí?

Pluem sacudió su cabeza, sin saber qué decir en ese instante. Antes del celo, ser marcado por dos alfas no parecía una mala idea, lo había ansiado demasiado, la deseaba con desespero cuando lo conversaron, pero después, ahora...estaba confundido, sin saber qué hacer, sin comprender cómo las cosas habían cambiado tanto.

Chimon agarró su chaqueta, su rostro enfurecido, pero sin decir nada más.

—Entenderé esto como el fin de lo que teníamos —escupió Chimon, mirándolo.

—Chimmie... —balbuceó Pluem, su corazón quebrado.

El menor dejó salir un bufido.

—Yo no estaba convencido de ser mordido por otro alfa —le espetó— pero lo hice porque quería hacerte feliz. Porque tú parecías quererlo mucho. Y al final, eso te valió una mierda, Pluem.

El chico sorbió por su nariz cuando Chimon se marchó, cerrando con un portazo.

Se volteó hacia Nanon, que tenía los ojos llenos de lágrimas.

—Te marqué hace tres años —sollozó Nanon— ¿y tú realmente nunca me has querido?

—No —farfulló Pluem— yo no he dicho eso... es sólo que... Es-estoy confundido...

—Confundido —repitió Nanon— tres años confundido —frotó sus ojos—. Olvídalo, Pluem. Creo que has dejado todo claro ahora.

No se vio capaz de detenerlo cuando Nanon también se marchó, sin dirigirle otra mirada, y Pluem comenzó a llorar.

¿Cómo lo había arruinado todo?

Chimon quería llorar, gritar, golpear algo, patear muebles y tirar cosas por la ventana.

Pero sólo se limitó a meterse a la cama de su mamá, acurrucándose a su lado, dejando que el omega le acariciara el cabello con suavidad y no quería moverse de allí aunque sabía que papá pronto le echaría una vez llegara.

—Hueles tan bien —murmuró Chimon, su voz rota.

—¿Es una indirecta para que te deje dormir aquí? —preguntó Gun, amorosamente.

Chimon no contestó, ocultando su rostro en su estómago.

—¿Qué ocurriría si llego a marcar a otro omega? —dijo en cambio, levantando la vista.

Gun ladeó la cabeza.

—Tu enlace con Pluem desaparecería —contestó tranquilamente—. Él lo pasaría muy mal e incluso... podría morir —puso una expresión pensativa—. Aunque es poco probable. Todo va de acuerdo a los sentimientos.

Gun acarició su marca con suavidad, sus dedos rozando los bordes y sintió una ola de calidez que Off le envió a través del enlace, anunciando que le extrañaba mucho. Respondió de igual forma, sonriendo levemente.

—Si Pluem lo supiera, estuviera de acuerdo en romper el enlace, entonces puede que no reaccione tan mal —explicó ante la mirada inquisitiva de su hijo—. Sería distinto si él te amara mucho y no lo supiera. Cuando un alfa engaña a su omega de esa forma, es cuando el omega más sufre —le levantó el rostro, obligándolo a mirarle—. Pero tú no quieres marcar a otro omega ¿no es así?

—Lo quiero a él —lloriqueó Chimon—. A él y a Nanon. Los quiero tanto que duele. Pero... pero no puedo obligar a Pluem a estar conmigo si él no me quiere así y no sé qué tanto podamos soportarlo con Nanon —Gun limpió las lágrimas de sus mejillas—. Tal vez lo mejor es que cada uno siga por su camino...

—Ah, cariño... —Gun lo abrazó y Chimon comenzó a frotar su cabeza contra el cuello de Gun, queriendo desesperadamente dejarlo impregnado en su aroma. Le gustaba mucho eso, estar dentro del nido que su mamá creaba cuando se sentía triste y saber que quedaba marcado por su olor—. Ow, no seas caprichoso...

—Mamá mía —murmuró Chimon— papá es tonto.

—Tú le decías "popo feo" cuando te enojabas con él —recordó Gun cariñosamente—. Insultabas a cualquier persona que no te agradara.

Chimon soltó una risotada, divertido, su expresión tornándose extraña.

—Papá me contaba que yo era un niño educado con todos —le comentó—. Que a los abuelos les tenía mucho miedo.

El omega rascó su nuca, pensativo.

—Bueno, tú sabes, ellos nunca se portaron bien contigo —contestó Gun—. Ninguno de tus abuelos, en realidad... —le revolvió el cabello—. Siempre fuimos tú y yo, nadie más, Chimmie.

Chimon abultó sus labios.

—Tía Mook dijo que su papá estaba muerto.

Los ojos de Gun relampaguearon con un brillo extraño.

—¿Mi padre? —su tono se tornó raro—. La verdad es que no lo sé. Era un viejo borracho que buscaba sacar provecho de todo. Solía golpearme y gritarme que yo había matado a mamá —el omega se revolvió, algo inquieto y Chimon se pegó más a su lado para tranquilizarlo—. Él me echó de casa con trece años...

Frunciendo el ceño, Chimon abrazó a su mamá con posesión.

—Era malo, entonces.

—Mook me contó que la muerte de mamá lo golpeó duro —respondió el omega, distraído ahora gracias al dulce olor de su hijo—. Supongo que necesitaba dirigir su ira hacia alguien, y yo parecía un objetivo fácil —un momento en silencio—. Espero que esté muerto, la verdad. Él sólo quería sacarme dinero y hacerme daño.

Chimon no quería hablar de eso, porque no le gustaba escuchar acerca del pasado de su mamá. Entendía que era una parte vital de él, que le marcó por completo, pero era demasiado doloroso oír aquello.

Gun suspiró.

—Pienso que sólo debes darle un tiempo a Pluem —dijo el omega, cambiando de tema—, para que piense bien las cosas. No te apresures en tomar una decisión, ¿está bien?

—¿Qué tiene que pensar? —preguntó Chimon sin gana alguna—. Ya dijo todo lo que tenía qué decir. Nos ha pedido la marca porque su omega lo quería, no porque...

Gun frunció el ceño, sus labios haciendo una mueca adorable, y Chimon lo sintió como un regaño hacia él por lo que volvió a ocultar su rostro en su cuello.

—Pues Pluem está equivocado —dijo enfadado el omega—. ¿Qué es eso de que él no lo quería? Pluem piensa que humano y omega son dos entidades diferentes, pero no es así, nunca lo ha sido —Chimon puso una expresión triste—. Las cosas van a arreglarse, sólo no presiones a Pluem.

La puerta fue abierta y Gun sonrió cuando vio el enfurecido rostro de Off observándolos. Chimon se aferró más a la cintura de su mamá, gimoteando como un animal herido.

—Fuera —ordenó Off.

—¡Vete, popo feo! —chilló Chimon.

Gun no sabía cómo había terminado rodeado de idiotas.

𝕰𝖛𝖎𝖎𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

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