Capítulo 11

Gun apoyó su frente en la ventana del auto, suspirando relajado cuando dejaron atrás el Congreso donde se había llevado a cabo la reunión, y sintió la mirada de Max puesta en él. No le importó un poco: ahora estaba rodeado de gente en la que confiaba, sabiendo que no le harían daño alguno.

—Supongo que rechazaron los pisos mínimos —dijo Zhāng YìXìng, el beta designado como conductor, con una sonrisa irónica.

Song hizo un ruido de desprecio.

—La inmunidad y la libertad para los presos políticos no fue problema alguno —dijo Song amarrando su cabello—. Aceptó ceder un tercio de los escaños políticos a betas y omegas, pero ¿qué hacemos con eso? Seguirán siendo minoría en el Congreso. Aceptaron el voto para omegas, pero sólo para mayores de veintiún años, y sobre el proyecto de ley... —soltó un bufido—, dijo que lo iban a plantear, pero la comisión estaría dirigida por él, y eso... ¿cómo pretenden crear una ley en beneficio para los omegas si sólo alfas lo van a discutir?

—Eh, pero fue mejor de lo que pensábamos —dijo Max frotando su frente—, creí que se negarían a todo.

—Ang Lee es un dolor en el culo —se quejó Gun—, sólo piensa en conservar su posición, todo lo demás le vale una mierda.

—Lenguaje, HaoXi —regañó Song como una madre.

Gun hizo un puchero, suavizando su expresión.

—¿Podemos pasar a mi departamento? —Pidió con tono dulce—. Necesito buscar algo de ropa, prometo no tardar más de cinco minutos.

Song lo miró por el espejo retrovisor, impasible, mientras YìXìng doblaba en una esquina.

—Si ocurre algo, recuerda que te dejaremos atrás —contestó Song tranquilamente.

Gun asintió sin inmutarse porque sabía que, a veces, era necesario hacer sacrificios para poder lograr un objetivo mayor que beneficiara a todo el mundo.

Minutos después se detuvieron fuera de su edificio, pero antes de bajarse, el celular de Song comenzó a sonar.

La omega lo puso en altavoz.

—CaoLu —saludó Song.

—Tengo una buena y una mala noticia —dijo CaoLu con tono casual— ¿cuál desean oír primero?

—La mala —suspiró Max.

—Los hombres de Ang los están siguiendo, así que métanse ahora en la intersección principal, estoy enviando otro vehículo para despistarlos pero tienen que moverse ya mismo —dijo CaoLu con aquel tono que no admitía réplica alguna.

Song maldijo en voz baja mientras Gun volvía a hacer un puchero.

—Pero necesitaba ropa —se quejó, aunque sabía que no iría a buscarla porque la seguridad era lo primero.

—Iré yo más tarde por ella, HaoXi —contestó CaoLu riéndose—. Ahora, la buena noticia... Están detenidos, ¿no es así? No quiero que choquen por la impresión... Aunque supongo que Max no está conduciendo, ¿eh? La última vez casi chocamos contra un basurero–

—Lulu, concéntrate.

—¡Oh, cierto! —CaoLu se rió—. Bueno, Song, todo fue un éxito como habías previsto. El mundo entero estaba con los ojos puestos sobre la primera negociación, así que entrar fue fácil.

—¿De qué está hablando? —preguntó Max confundido.

Song se giró, sentada adelante, mirando a Max directamente a los ojos.

—De la extracción —dijo Song—. El otro día nos acusaste de haber olvidado a Tul, Max, así que ahora tienes la prueba de que no es así —Song sonrió con dulzura—. Le ordené a CaoLu para interrumpir en la cárcel de omegas y sacar de allí a los presos políticos y a los condenados por ataques alfas.

—¿Tú... qué...? —farfulló Gun sorprendido mientras Max se atoraba con su saliva, incrédulo.

—Vámonos —murmuró Max, mirando a YìXìng con necesidad—. ¡Vámonos, por favor!

Song le hizo un gesto al beta para que acelerara, que obedeció segundos después con una mirada de firmeza.

—Tul ahora está siendo curado, Max, y está sano, lo prometo, él sólo quiere ver a Ming —dijo CaoLu antes de cortar la llamada.

Max balbuceó unas palabras más, asintiendo, y Gun le tomó la mano con una sonrisa, aunque una parte suya, esa parte horrible, que no mostraba ante nadie, esa parte podrida y destrozada, le murmuraba que Ming y Max ya no lo necesitaban.

Que, otra vez, había vuelto a quedar solo y sin nadie que realmente le necesitara.

Chimon bajó del taxi a tropezones, mirando la dirección anotada en el papel, escuchando a Nanon agradeciendo al taxista en un torpe chino que aprendió sin muchas ganas en el colegio, para luego mirar la entrada del edificio. La calle estaba algo vacía, comprensible por la situación del país, y miró de reojo a Pluem que le tomó la mano para impedirle salir corriendo.

Miró su celular, titubeando si enviarle algún mensaje a Off para avisarle dónde estaban, para luego sacudir su cabeza.

—Vamos —le dijo a Pluem y Nanon, éste último detrás de él con una expresión dulce.

Entraron al edificio, notando enseguida que no había ningún conserje detrás del mesón principal, pero lo agradecieron en el fondo porque preferían ahorrarse las explicaciones. La construcción se encontraba dentro de un término medio: ni demasiado lujosa ni tristemente pobre. Contaba con siete pisos, pero el departamento de Gun era el 305, así que decidieron subir a pie.

Notaron también, cuando estuvieron en el segundo piso, que muchos departamentos estaban abandonados gracias a las puertas abiertas o destrozadas, y tragaron saliva, nerviosos.

No fue ninguna sorpresa ver que el departamento que su mamá había marcado como el suyo tenía la puerta rota, colgando sólo de una bisagra, así que Chimon mordió su labio inferior cuando entró seguido de Nanon y Pluem.

Percibió, a primera vista, que era pequeño: el comedor estaba unido a una cocina americana y un pasillo con tres puertas, adivinando que dos de ellas debían ser cuartos y la tercera el baño. Por otro lado, no estaba ordenado, notando que la policía estuvo allí por todo el desorden existente en el lugar; los cojines se hallaban esparcidos por el suelo junto con los libros, el suelo de la cocina estaba repleto de ollas y paños, las sillas estaban volteadas y los cajones destrozados.

Cuando entró, sin embargo, se quedó quieto.

Un olor familiar llegó a su nariz, un olor que reconoció pero había desaparecido de su mente.

Sus pies se movieron automáticamente, ignorando el susurro de Nanon, y abrió la puerta del fondo del pasillo, entrando a un cuarto con el mismo aspecto del comedor en cuanto a orden. Sus ojos se movieron, posándose en una cama de dos plazas y un gimoteo bajo escapó de sus labios, sin dudar en trepar sobre las sábanas para enterrar su rostro en la almohada.

Mamá, mamá, mamá..., murmuró su instinto, el olor suave, como pino y césped, inundando sus fosas nasales, su lado alfa gruñendo con felicidad al reconocer el toque.

La felicidad fue efímera: distinguió otro olor en la almohada del lado, y el resultado no le gustó demasiado.

Alfa.

Gruñó, furioso con esa inexistente presencia para alejar la almohada de Gun, abrazándola contra su pecho mientras dejaba que el olor lo envolviera, como si esa simple cosa pudiera protegerlo de todo lo malo en el mundo.

Adivinó que, tal vez, cuando Gun lo tenía en sus brazos, sí se sentía protegido del resto de las personas.

—Chimon, no llores.

Levantó la vista, chocando con el rostro preocupado de Nanon, para volver a enterrar su cara en la almohada, limpiando de paso las lágrimas que no sintió caer.

—Estoy bien —dijo en voz baja—, me siento feliz.

Se puso de pie, comenzando a buscar superficialmente algo que llamara su atención, notando entonces una pequeña cosa que le hizo sentir miserable y triste: no había ninguna foto en el cuarto, no había algún artículo personal o algún objeto con significado allí. En sí, el cuarto era bastante frío y vacío, con la cama en el centro, dos veladores, dos armarios y un escritorio frente a la ventana. Cuando lo veía, no notaba la presencia de Gun en él, no notaba que fuera un hogar.

—¿Chimon? —llamó Pluem desde otro cuarto.

Chimon salió, entrando por la puerta de la derecha, y volvió a quedarse quieto, su boca abierta por la impresión.

Un cuarto de bebé.

¿Qué demonios...?

A diferencia del cuarto principal, esta habitación estaba pintada de un bonito color celeste cielo, con nubes blancas decorando cada tanto, una cuna blanca en una esquina y muchos peluches y juguetes por todos lados.

Su alfa gruñó otra vez cuando sintió el olor a bebé en el lugar, en la cuna, en los juguetes, en la ropa dentro de la cómoda, imaginando algo horrible, algo que dio vuelta su estómago.

¿Acaso Gun había tenido otro bebé, con otro alfa?

Sus ojos observaron los dibujos pegados en la pared; un perrito sacando la lengua, un sol sonriente, una noche estrellada...

Y sobre la mesita pequeña, un dibujo a medio hacer, penosamente abandonado: unos columpios, un tobogán, y un niño en el centro, siendo llevado de la mano por una persona llamada PAPÁ y otra persona llamada MAMÁ, de cabello rojizo, como el cabello de Gun.

Ira ardió en su interior porque Gun nunca le habló de otro bebé en sus cartas, de otro alfa en todo lo que le enviaba.

—Hey, Chimon, no saques conclusiones —dijo Pluem.

—¿Conclusiones? —Murmuró con amargura—. ¿Qué puedo pensar con esto?

Pluem abrió su boca para decir algo, sin embargo, enmudeció de pronto, girándose de golpe con una expresión de sorpresa.

Chimon escuchó una voz femenina hablando en chino.

Se obligó a tratar de entenderle, recordando cuando debía tomar clase de idiomas para poder manejar mejor la empresa.

Sólo estamos... mirando —contestó Nanon desde el pasillo con torpeza.

¿Son ustedes dos? —Preguntó la mujer con tono helado—. Al comedor, ahora.

Pluem salió y Chimon se pegó a la pared detrás de la puerta para no ser visto, respirando aceleradamente. Agradeció que el aroma de Nanon fuera lo bastante fuerte como para cubrir el suyo además de que feromonas nerviosas que soltaba Pluem inundaron el aire también.

Se obligó a prestar más atención.

¿Omega? —el tono de la mujer se volvió más amable—. ¿Estás aquí por obligación?

No entiende —contestó Nanon tragando saliva—. Es mi omega. No lo obligo.

Chimon asomó su rostro por la puerta, notando a la mujer omega de espaldas, delgada y bajita, su cabello tomado en una coleta desordenada.

Sus pelos se erizaron cuando observó el arma que sostenía, apuntando a Nanon.

Se obligó a controlar su respiración.

¿Qué están haciendo aquí? ¿Son espías del gobierno? —insistió la mujer con tono serio.

No, no —Pluem se apegó más a Nanon, asustado, mientras el mayor trataba de explicarse—. Sólo... sólo...

Chimon se movió, empujando a la mujer a un lado, escuchando su grito de sorpresa, y Nanon se movió empujando a Pluem al suelo. Chimon forcejeó con la omega hasta que logró quitarle la pistola, retrocediendo cuando la mujer se enderezó, y se obligó a decir algo para calmar el ambiente tenso.

—Gun. Buscó a Gun —la mujer le miró sin entender—. Gun. Lo estoy buscando.

Los labios de la omega se fruncieron en señal de no entender.

No lo conozco.

Chimon pensó primero en decirle que no bromeara con él, porque esa era la casa de Gun, sin embargo, un breve pensamiento cruzó su mente.

HaoXi. Zheng HaoXi, lo estoy buscando. Sé que lo conoces.

Comprensión lleno el rostro de CaoLu, pero le siguió mirando con desconfianza.

Todo el mundo conoce a HaoXi.

Chimon apretó sus labios e hizo algo que nunca había hecho antes.

"—¿Conoces a HaoXi, omega?"

CaoLu se tensó ante el tono alfa que usó Chimon y el alfa sintió como una sensación de poder grotesco recorrió su cuerpo, como si fuera mucho más grande que la omega frente a él, como si pudiera manejarla a su antojo.

—respondió CaoLu con tono monótono aunque ira iluminó sus ojos.

Tensó su mandíbula.

Llévame con él.

La omega volvió a tensarse.

—Chimon —llamó su atención Nanon— ¿Qué estás haciendo?

Chimon se volteó, mirando al alfa.

—Busco a Gun —contestó con voz dura.

—No Gun, es mamá —corrigió Pluem arrugando el ceño—. ¿Qué estás pensando? ¡No puedes...! —el omega miró a la mujer, asustado—. ¡La estás obligando!

—¿Crees que esto me gusta? —Preguntó Chimon con una mirada sombría—. Odio esto, pero haré lo necesario para encontrar a Gun.

—Avísale a tío Off —dijo Nanon—. Dile que venga, no podemos ir nosotros...

—¡No! —Chimon los miró, rabiando—. Papá se enfurecerá si sabe y... y... —miró a CaoLu, que le observaba inexpresivamente—. Ella me llevará con Gun. Si no quieren ir, está bien, pero yo iré y lo encontraré.

—¡Pero no así! —Insistió Pluem—. ¡Usar el tono alfa...! ¡Obligarla está mal!

—¡Si debo usarlo para encontrar a Gun, entonces lo haré! —espetó Chimon.

Nanon se interpuso entre Pluem y Chimon debido a que notó que el omega parecía a punto de lanzarse para golpear al menor, queriendo calmar la evidente tensión en el aire. Se volteó hacia el alfa, que le observaba con decisión en los ojos, para luego girarse hacia Pluem, suspirando.

—Iré con Chimon —le dijo Nanon al omega— tú vuelve al hotel y dile a tío Off que–

—Vete a la mierda —soltó Pluem— iré con ustedes y no podrás impedírmelo a menos que me obligues —los ojos de Pluem se estrecharon—. Y les prometo que si usan la voz alfa, les cortaré el pene a los dos.

Ninguno de los dos alfas dudó que fuera capaz de hacerlo.

Chimon se volteó hacia la omega, que seguía quieta, ocultando muy bien su miedo ante las dos presencias alfas en el lugar. Muy bien podían ser menores que ella, pero Chimon todavía sostenía el arma, y por sobre todo, la contenía con su voz alfa.

Tú nombre —pidió Chimon.

—CaoLu —contestó la omega.

Llévame con HaoXi —ordenó Chimon.

CaoLu apretó sus dientes, asintiendo, para después girarse y salir del departamento. Los tres chicos se miraron un instante, titubeantes, siguiendo a la mujer pasados unos segundos, y subieron al auto que la omega señaló.

Comenzó a conducir sin decir cosa alguna, así que Chimon sacó su celular, sin saber qué escribir enseguida, tomándose su tiempo para pensar en algún mensaje que no sonara tan mal y no enfureciera tanto a su padre, pero sabía que eso no iba a ocurrir.

«Papá, fui a buscar a Gun, tal vez no vuelva en la noche. Estoy bien, Nanon y Pluem están conmigo. Te aviso cualquier cosa.»

Saltó cuando recibió una respuesta pasado un momento.

DE QUÉ MIERDA ESTÁS HABLANDO CHIMON.

El móvil comenzó a sonar.

—¿Es tío Off? —gimoteó Nanon realmente asustado.

—¡Córtale! —pidió Pluem.

Chimon obedeció, marcando el botón rojo, sin embargo volvió a recibir una llamada enseguida, y mordió su labio inferior.

Su dedo tembló.

—¡No lo hagas! —Insistió Pluem—. Tío Off va a estar enojado, Chimon, y puede... él puede...

—Es un alfa puro —recordó Nanon—, y puede imponerse ante ti y obligarte a volver.

Jamás su padre le había hecho eso, el imponerse aprovechando su condición para obligarlo a hacer algo que no deseaba. Ante Mook solía hacerlo, cuando ella enloquecía, pero ante su tía era omega, era algo que resultaba mucho más... más natural —aunque no lo hacía mejor—. Sin embargo, Off era también un alfa puro, y gracias a esa condición, podía imponerse sin problema alguno también ante otros alfas.

Nunca lo había visto haciéndolo y definitivamente no quería que lo hiciera con él.

Así que cortó otra vez y decidió apagar su celular para no recibir más llamadas.

Ya aceptaría las consecuencias de sus decisiones en otro momento.

CaoLu condujo por cerca de media hora, estacionándose fuera de un edificio algo abandonado, y notaron que estaban lejos del centro de la ciudad, en una zona periférica pobre y un tanto vacía.

Tenemos que caminar —dijo CaoLu con tranquilidad.

Chimon asintió, bajándose del auto seguido de sus amigos, metiendo las manos en sus bolsillos, y procedió a seguir a la mujer por las calles vacías del lugar, lleno de bares, y casas y edificios viejos.

Escuchó como Nanon le murmuraba a Pluem que estarían bien cuando ya llevaban más de diez minutos caminando, así que estuvo a punto de preguntarle a CaoLu cuánto quedaba cuando la mujer se detuvo frente a la entrada de un metro abandonado. Tragó saliva al notar que CaoLu pasó por debajo de las cintas amarillas prohibiendo el paso como si nada, sacando de su chaqueta una linterna, y apuro el paso para alcanzarla a pesar de sentir un poco de miedo.

Nunca le había gustado demasiado la oscuridad así como las alturas o los insectos, pero no era algo que hablara en voz alta porque no era normal que un alfa sintiera miedos tan irracionales.

Aunque sus dos acompañantes parecieron sentir su vacilación porque inmediatamente Nanon tomó su mano derecha mientras Pluem le imitaba con la izquierda.

La estación, por supuesto, estaba completamente vacía y abandonada, telas de araña, polvo y objetos abandonados esparcidos en el suelo. La linterna era la única luz que iluminaba el oscuro lugar, saltando los molinetes y bajando escaleras sin detenerse.

Chimon estuvo a punto de echarse hacia atrás cuando observó a CaoLu bajando a las vías del tren con cuidado, apuntando hacia el túnel oscuro y frío.

¿Cuánto falta? —preguntó Nanon titubeante.

CaoLu lo iluminó.

Menos de un kilómetro.

Se obligó a bajar hacia las vías, tragando saliva por el terror de la absorbente e infinita oscuridad que parecía engullirlo, apretando las manos de Nanon y Pluem para sostenerse mientras seguían a la omega hacia el interior del túnel.

Estaba helado, demasiado helado, maldiciendo por no haber traído algo más abrigador, así que se apegó al cuerpo de Nanon en tanto Pluem se aferraba a su brazo mientras se introducían más y más en el lugar, sólo sus respiraciones oyéndose. La omega frente a él no parecía afectada por la situación, indiferente a sus jadeos y quejidos, y Chimon no pudo menos que admirarla por lo fría que lucía.

—Demasiado fácil, ¿no?

CaoLu apagó la linterna.

Segundos después, ocho pares de linternas se encendieron de golpe iluminándolos en un círculo cerrado, cegándolos un instante.

—¡Las armas abajo! —ordenó una fuerte voz.

Chimon obedeció porque no era idiota y no se arriesgaría a que alguien resultara herido.

Escuchó unos pasos, abriendo sus ojos con esfuerzo, notando que las personas que los rodeaban, iluminándolos, sostenían armas también. Pero la persona que caminaba estaba desarmada, un hombre alfa de cabello castaño y que había visto antes en televisión, acompañando a Gun mientras eran entrevistados.

—¿Qué tenemos aquí? —preguntó Max sorprendido—. Pero son unos niños, CaoLu...

—Estoy buscando a Gun —soltó Chimon sin poder evitarlo, dando un paso para volver a quedarse quieto cuando las personas que lo rodeaban gritaron en señal de que se detuviera—. No somos... nosotros no...

Los ojos de Max lo observaron.

—¿Gun? —preguntó—. No conocemos a ningún Gun.

—HaoXi —insistió Chimon con su estómago apretado—. Tú lo...

Se quedó quieto cuando su nariz logró percibir el aroma de Max.

El mismo olor que estaba en la cama de Gun. En la cama de su mamá. En la habitación de bebé.

Ni siquiera lo pensó, por supuesto: Chimon actuó sin control porque el aroma de mamá era conocido y el de Max no lo era, le era ajeno y no sabía qué relación compartía con Gun, pero mamá era de Chimon y si Chimon no lo aprobaba, entonces podía ponerse... malcriado, como solía decirle Off.

Dejó salir un gruñido enojado y se lanzó hacia Max a pesar de ser más pequeño y delgado, pero no le importaba demasiado en ese entonces.

—¡Chimmie! —gritó Nanon.

Pero no lo escuchó, sólo quería golpear al alfa bajo él que estaba atónito, pero que fácilmente se defendió de la situación.

—¡No! —escuchó el grito de Pluem.

Antes de poder darse cuenta, un golpe punzante apareció en su cabeza, derrumbándose sobre Max y sus ojos se cerraron enviándolo a la más completa inconsciencia.

𝕰𝖛𝖎𝖎𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top