Capítulo 10

―¿Cuáles son las garantías mínimas?

Song, a su lado, se recostó en la silla mientras acomodaba sus lentes en su rostro, moviendo un lápiz en su mano sobre la carpeta en tanto el Presidente del Gobierno chino, Ang Lee, arrugaba el ceño con molestia.

―¿Se tomó al menos la molestia de leer nuestro Petitorio? ―preguntó Song con burla en su voz.

El Presidente apretó sus labios, mirando al resto de su Gabinete reunido en la mesa, tensos e incómodos en el lugar.

―Las garantías mínimas ―repitió dirigiendo sus ojos a Max.

Max ladeó la cabeza.

―Señor Presidente ―dijo Gun con voz suave― la líder es Song Qian, no Max Nattapol, así que es a ella a quién debe dirigirse.

Ang Lee soltó un ruido de desprecio.

―No hablaré con omegas rebeldes y provocadores, así que no te dirijas a mí, maldita puta ―espetó el Presidente.

La ofensa no lo inmutó: no era lo peor que le habían dicho los alfas en su vida.

Perra. Zorra. Chupapollas. Puta. Siempre necesitado de una polla en su sucio agujero. Animal que sólo sirve para follar. Agujero útil sólo para satisfacer a un alfa.

Max soltó un gruñido de advertencia.

―Si lo vuelve a ofender, daremos esto por terminado ―espetó Max furioso.

Antes de que Ang pudiera decir algo, Song se le adelantó:

―Inmunidad para todos los alfas, betas y omegas que pertenecen al movimiento ―dijo con tono duro―. Libertad inmediata para los presos políticos y betas y omegas condenados por defensa contra el ataque de un alfa, comenzando por Tul Nattapol, esposo de Max.

―Concedido y concedido ―cedió Ang furioso.

―No he terminado ―gruñó Song―. Al menos la mitad de su Ministerio tendrá que ser reemplazado por betas y omegas. La Cámara de Diputados y Senadores tendrá que poseer al menos la mitad de escaños para betas y omegas al igual que la presencia de betas y omegas en juicios.

―¡¿Qué?! ―el presidente enrojeció por la rabia―. ¡Están locos!

―Betas y omegas tendrán la misma libertad para poder acceder a los trabajos que deseen y estudiar las carreras que quieran sin distinción de su raza ―la voz de Song se iba tornando más y más exigente―. Voto para los omegas. Eliminación de escuelas sólo para omegas, betas y alfas. Eliminar del currículum escolar la clase de Principios Básicos para el Omega.

―¡Es inaceptable! ―gritó Ang.

―Y, por último, un proyecto de ley que apoye al omega marcado a la fuerza, violado y maltratado por un alfa, otorgándole los derechos y recursos para alejarse de su agresor y violador si así lo desea además de protección en caso de emergencia ―Song sonrió―. Esos son nuestros pisos mínimos, Presidente Ang.

Gun admiraba como Song podía mantenerse tranquila, impasible e incluso indiferente cuando la sala estaba llena de alfas enfurecidos por sus palabras. Costaba todo su esfuerzo, al menos para él, no encogerse y buscar algún lugar donde esconderse de toda esa ira.

Max percibió su nerviosismo, porque le tomó la mano por debajo de la mesa a pesar de que su relación estuviera rota y destrozada.

―Podría ordenar asesinarlos con sólo una palabra ―espetó el Presidente enfurecido―. Podría simplemente imponerme ante ustedes dos, malditas zorras engreídas, y hacer que se arrodillen ante mí pidiendo perdón para luego hacer que todos aquí se las follen por su insolencia.

Un murmullo colectivo en señal de aprobación recorrió a los Ministros.

Song sonrió fríamente.

―Puede hacerlo ―concedió Song poniéndose de pie―, pero mis órdenes son que si mis omegas no reciben un mensaje cada diez minutos, pueden volar todo el edificio con ustedes incluidos ―Gun le imitó, seguido de Max―. Los dejaremos para que discutan su posición.

La puerta se cerró detrás de Max, y Gun, sólo entonces, pudo soltar el aire que estuvo conteniendo. Song lo miró, suavizando su expresión, para luego acercarse dándole un abrazo dulce y materno.

Song era dura, imponente y hermosa, sin embargo, a Gun realmente le gustaba ser abrazado por ella porque se sentía, muchas veces, como si fuera una mamá para él. Gun no podía relacionarlo porque nunca tuvo una figura materna en su vida, nunca nadie se preocupó por él cuando era sólo un niño, pero imaginaba que la sensación debía ser parecida.

―Lo hiciste bien ―le murmuró Song.

―No hice nada ―dijo Gun en voz baja.

―Estuviste a mi lado ―Song levantó su rostro, sonriéndole― eso ya es demasiado.

Cerró sus ojos un momento cuando le besó en la frente, suspirando.

―Fue mejor de lo que esperaba ―comentó Max― creí que Ang se negaría a dejarte hablar.

Song se encogió de hombros, tranquila.

―No aceptarán, esto es sólo diplomacia barata ―contestó despectivamente―. Estos bastardos jamás aceptarán a menos que les esté apuntando con una pistola en la cabeza.

―Tal vez eso tienes que hacer ―sugirió Gun―, me gustaría ver sus caras.

Song soltó una risa, encantada, mientras Max negaba con la cabeza aunque sonreía con diversión.

Sin embargo, cuando la puerta de la sala volvió a abrirse, sus expresiones se pusieron serias otra vez, y Gun volvió a suspirar en su interior, preparándose para lo que iba a venir.

Chimon abrió sus ojos de golpe, aturdido, desorientado.

Había soñado otra vez con mamá.

No llores, mi amor, por favor. Prometo que volveré por ti, lo juro, Chimmie, pero tienes que quedarte un tiempo con papá, y cuando regrese, bebé... Te juro que iremos a comer todo el helado que quieras y te compraré todos los peluches del mundo, pero tienes que portarte bien.

Todo el helado que quisiera. Eso sonaba bien.

Cubrió su mano con su boca, ahogando el repentino sollozo que quiso escapar de sus labios, y se enderezó, notando entonces que el avión estaba descendiendo.

Descendiendo en China.

Su estómago se contrajo por la ansiedad, volteándose para observar a su padre dormir como una roca. Delante suyo, Nanon roncaba con la boca abierta mientras Pluem jugaba con su consola portátil.

Antes de poder decir algo, la voz del piloto resonó en la cabina, diciendo que aterrizarían en diez minutos y que apagaran sus teléfonos móviles. Pudo escuchar como Nanon se atragantaba con su saliva al ser despertado repentinamente, y sonrió por la diversión.

—Eres un idiota —murmuró Pluem mientras Nanon bebía agua—, siempre te atragantas, algún día morirás por eso, ¿lo sabes? Por supuesto que lo sabes, tonto, te lo he dicho miles de veces y aun así...

—Yo también te quiero, bebé —farfulló Nanon.

Antes de seguir escuchando esa tonta pelea que la pareja estaba teniendo, observó cómo su papá le tendía un pañuelo, amodorrado, pero sin decir cosa alguna.

Chimon le miró con agradecimiento, quitando el rastro de lágrimas de su rostro, tomando aire mientras el avión aterrizaba y Pluem seguía regañando a Nanon.

Veinte minutos después estaban en tierra firme, arrastrando las maletas detrás suyo, abriéndose paso entre la multitud de personas. Off, por supuesto, iba adelante pues era el que más se manejaba en chino y se encargaría de guiarlos por la ciudad.

Subieron a un taxi en silencio.

—Pedí sólo un cuarto para cuatro personas —dijo Off desde el asiento delantero—, pensé primero en pedir dos cuartos, pero luego pensé que no quiero ver a ningún mocoso desnudo o follando por ahí, así que se aguantan.

Pluem enrojeció, Nanon tosió y Chimon quería hundirse en su asiento.

—Sí, tío amargado —murmuró Pluem.

Chimon soltó una risa baja, girando su cabeza para comenzar a mirar por la ventana, sus ojos observando las calles vacías de Pekín, y tragó saliva cuando recordó la situación que estaba viviendo el país. Si ellos lograron entrar sin problema fue porque Off movió sus contactos, aludiendo a que era un viaje de negocios, porque en cualquier otra situación, entrar habría sido mucho más difícil, por no decir imposible.

En especial ahora que el conflicto entre omegas, betas y alfas era tan visible e imposible de detener.

Se hundió en su asiento, pensando en que su mamá estaba metido en todo eso y que era, prácticamente, una especie de fugitivo de la ley por lo que encontrarlo no sería algo fácil.

El taxi se detuvo fuera de un hotel por lo que no tardaron en bajarse, su estómago gruñendo por el hambre, pero a Chimon eso poco le interesaba porque estaba más impaciente por comenzar a buscar a Gun. Una vieja dirección estaba guardada en su bolsillo, una que le había enviado su mamá meses atrás cuando en una de sus muchas cartas le sugirió si quería ir a verlo, y se cruzó de brazos mientras su papá los registraba en el hotel.

Nanon le sonrió, apoyando las manos en sus hombros para tratar de tranquilizarlo, y Chimon mordió su labio inferior.

Off volvió, llevando la llave de la habitación, y subieron al ascensor.

—Dejaremos las maletas e iremos a comer algo —dijo su papá con tranquilidad—, veré qué logro averiguar.

Chimon le miró.

—No —contestó impaciente— vamos enseguida, no quiero seguir esperando.

Nanon y Pluem se miraron, retrocediendo unos pasos en silencio.

El mayor miró a Chimon con una expresión en blanco.

—Dije que iremos a comer, Chimon —gruñó—, y luego yo me dedicaré a averiguar algunas cosas mientras ustedes tres vuelven acá a descansar.

Las puertas del ascensor se abrieron.

—¡No, no haremos eso! —dijo enfurecido Chimon— ¡No puedes dejarme fuera de esto!

—Puedo, y lo haré —le espetó Off—. Mierda, Chimon, entiendo que estés impaciente, pero Gun es un rostro visible de este movimiento y encontrarlo no será fácil, ¿pretendes acaso que vayamos preguntando persona por persona si lo han visto?

—¡Si es necesario sí! —su padre soltó un bufido, abriendo la puerta de la habitación, caminando sin detenerse—. ¡Estás haciendo tiempo, eso es!

Pluem y Nanon se escabulleron al baño, sin querer quedar entremedio de la discusión.

Off se giró lentamente, mirando a Chimon con ojos brillando por la rabia.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó tratando de conservar la calma.

Chimon hizo una mueca.

—Qué estás haciendo tiempo porque no quieres encontrarte con mamá —le dijo enfurecido—. ¿Creías que no iba a notarlo? ¡Tienes miedo! ¡Estás aterrado de encontrarte con mamá!5

—Estás hablando estupideces —murmuró Off.

—¡Deja de tratarme como un niño!

—¡Entonces deja de comportarte como uno!

—¡El único que se está comportando como un niño eres tú, papá! —Chimon dio un paso, cruzándose en su camino, y Off le miró con una mirada rabiosa—. Deja de evitarlo, deja de huir y enfréntate a mamá de una vez, ¡lo único que estás haciendo es atrasarlo porque tienes miedo de... de...!

—¿De qué, Chimon? —gruñó Off alejándose, caminando hacia la puerta.

—¡De que él ya no te quiera y esté con otro!

Off se quedó quieto, su mano en el pomo de la puerta, y por un instante Chimon temió haberse pasado, haber dicho demasiado, pero ya era tarde para arrepentirse.

Su papá lo miró por sobre su hombro, su rostro en blanco.

—Te quedarás aquí con los otros mocosos, volveré cuando sepa algo —escupió Off saliendo, cerrando con un portazo.

Chimon lanzó el florero más cercano contra la puerta recién cerrada, soltando un grito de molestia para luego apretar los puños, volteándose hacia las maletas y pateándolas de paso. Maldijo en voz baja, furioso, pero antes de poder golpear la pared, sintió un tirón en su hombro.

—Basta —espetó Nanon— asustas a Pluem.

Tiró de su hombro, soltándose.

—¡No me importa! —le dijo observándolo.

Nanon le devolvió la mirada, sin inmutarse ante su molestia, para luego volver a agarrarlo, empujándolo hacia una habitación. Chimon trató de resistirse, gruñendo, pero el mayor contestó de la misma forma, para después ser empujado contra la pared, Nanon acercando su rostro.

—Cálmate —ordenó Nanon con voz grave.

—¡¿Cómo quieres que lo haga?! —Gritó Chimon—. ¡Mamá está ahí y no puedo ir a buscarlo porque al idiota de mi padre se le antojó!

—¡Qué te calmes, Chimon! —Insistió Nanon—. ¡Sabes que Pluem es un omega y se asusta con los gritos!

—¡Me importa una mierda! —Espetó Chimon—. ¡Si quiere que me calme, que traiga su jodido culo para acá!

No pudo decir otra cosa porque entonces Nanon le cruzó el rostro con una bofetada.

Picor recorrió su mejilla, ardiendo, y sus ojos se movieron hasta chocar con la enojada mirada de Nanon. Reparó, entonces, en sus palabras, y agudizó el oído, oyendo los sollozos asustados de Pluem provenientes del baño.

Mordió su labio inferior.

—Yo...

—¿Tú qué? —Murmuró Nanon—. ¿No fue también la rabia y la ira lo que arruinó la relación de tus padres?

Enmudeció para luego bajar la vista, avergonzado.

La puerta del cuarto abrió y Pluem entró con ojos lagrimosos caminando, titubeante, hacia la cama, subiéndose a ella y poniéndose en cuatro, boca abajo.

—Si lo harás, hazlo rápido —lloró Pluem.

Nanon miró a Chimon, impasible.

—Lo siento —dijo Chimon con la voz temblando—. Pluemie, lo siento. No quise... No quise ofenderte, de verdad —Pluem se acurrucó contra la almohada, desplomándose como peso muerto—. Nanon, no quise... —su garganta ardió—. Gracias por golpearme.

Nanon lo agarró de las mejillas, levantando su rostro, inclinándose y dándole un beso en los labios, gruñendo en señal de afirmación. Chimon trató de seguirle el beso como pudo, de forma torpe y algo dulce, jadeando cuando el aire se acabó.

—¿Estás más calmado? —preguntó Nanon separándose unos centímetros.

Asintió, abrazándolo por la cintura, enterrando su rostro en su pecho, y agradeció que Nanon se quedara allí acariciándole el cabello, sin moverse, sólo sosteniéndolo.

—Soy un desastre —murmuró Chimon contra la ropa de Nanon, olisqueando su olor envolvente y fuerte.

—No —Nanon le besó la frente—, puedo entender que quieras encontrar a tío Gunnie pronto, Chimon, es comprensible todo eso —suspiró, llamando su atención—. Mira, tío Off dijo que no saliéramos, ¿cierto? Pero ¿cuándo le hemos hecho caso?

—¿Nunca? —titubeó Chimon, quién siempre había obedecido a su papá en cualquier orden que daba.

Nanon sonrió.

—Bueno, si te soy sincero... —el mayor se inclinó, frotando su nariz con la suya—, cuando eras un bebé, sólo le hacías caso a tío Gunnie. Eras muy malcriado... y lo sigues siendo —los ojos de Nanon brillaron—. Tal vez debería castigarte por eso.

Una ola de excitación recorrió su espina dorsal, sin embargo, se obligó a concentrarse en cualquier otra cosa menos en las imágenes que invadieron su cabeza y recordó el papel en su bolsillo, una vieja carta que mamá le había enviado cuando cumplió catorce años, preguntándole si le gustaría visitarlo, si quería viajar a China para verlo.

«No es obligación que vengas, Chimmie, pero me encantaría verte aquí uno de estos días. ¿Por qué no vienes a verme en verano? Puedes quedarte todo el tiempo que desees, y aunque fueran sólo dos días, yo sería feliz con eso.

No respondas, ¡amaría verte de sorpresa! Me imagino llegando del trabajo, cansado y agotado, mientras tú me esperas sentado fuera del departamento. Sólo de pensarlo me pongo a sonreír, mi vida.

¿Te parece? Voy a dejarte mi dirección anotada al final, entonces, para que puedas sorprenderme si decides venir.»

Y, al final, como lo había prometido, Gun anotó su dirección.

Se había olvidado de decírselo a su papá, demasiado enojado y molesto por su actitud, pero ahora, si él insistía en tomarse su tiempo, tal vez Chimon debía tomar al toro por las astas y hacerlo a su manera.

Ya luego le pediría disculpas a papá.

Sonrió, tomando a Nanon por el rostro, poniéndose de puntillas para darle otro beso en los labios dejándolo sorprendido.

—Tú, querido Nanon, eres un poco adorable, ¿lo sabes? —le dijo antes de otro pico en su boca.

Nanon parpadeó, su cara tornándose roja.

—Eso es lo que dicen las abuelitas antes de pellizcarme las mejillas —farfulló sonriendo.

Chimon enarcó una ceja.

—¿Qué mejillas? —ronroneó, deslizando ahora sus manos por el trasero de Nanon dándole un apretón, causando que se sorprendiera y comenzara a reír.

—¿Por qué se dan amor entre ustedes y me dejan olvidado? —gimoteó Pluem desde la cama.

Los dos alfas se voltearon, mirando al omega acurrucado contra el cojín y Chimon soltó a Nanon sintiéndose ligeramente culpable para después caminar hacia Pluem, subiéndose sobre la cama y el cuerpo del omega.

Pluem le miró, titubeante y Chimon comenzó a dejarle el rostro lleno de besos, sus manos deslizándose por la cintura de Pluem para hacerle cosquillas, sintiéndose mejor al ver la sonrisa enorme que decoró el rostro del omega producto de sus dedos acariciando su piel.

—Nunca pienses que tienes que someterte a mí —le dijo mirándolo a los ojos— porque tú y yo somos iguales, Pluemie.

Pluem le devolvió la mirada, sus labios temblando, para luego asentir.

Chimon se inclinó, indeciso, pero Pluem decidió dar el primer paso al elevar su rostro para darle un beso en la boca, sus labios suaves titubeando un segundo.

El alfa, sin embargo, lo tomó como su oportunidad para devorarle la boca con un gruñido bajo, causando que Pluem gimiera y se obligó a separarse para no terminar hecho un desastre.

Se puso de pie, observando a Nanon y Pluem para finalmente sonreír.

—Vamos —dijo, sintiéndose aliviado al ver las miradas determinadas de los otros dos chicos, porque sentía que podía llegar al fin del mundo si Pluem y Nanon estaban a su lado.

𝕰𝖛𝖎𝖎𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ




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