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Un año tomó que la paz se restaurara en su imperio y que el mundo humano retomara su ritmo. Sin demonios alrededor que los acosaran, los humanos podían trabajar más tranquilamente y dedicarse a sus antiguas actividades, muchas de las cuales habían cambiado cuando los demonios comenzaron a invadir sus terrenos. Ahora sin ellos, todo recobraba su paz inicial.

De vez en cuando, un demonio escapaba, pero ahora sus hijos, que se habían dedicado a la cultivación, se hacían cargo de exterminarlo. Todo igual a como había sido de antes de unir los dos mundos. Algunas de sus esposas y concubinas, que habían sido cultivadoras, retomaron su profesión tras la separación de los mundos. Sha Hualing, por otra parte, había terminado en el reino demoniaco, en el Palacio de Invierno que originalmente había pertenecido a ese lugar. Todavía debía cumplir su condena de cincuenta años y, al salir, la estaría esperando Mobei-jun para indicarle de qué tendría que hacerse cargo que a él no le gustara encargarse.

Dentro de esa nueva paz que se había instalado en el mundo humano, hubo menos problemas que el emperador debía solucionar y eso le concedió más tiempo para poder dedicarse a sí mismo y a las personas que quería. Por eso, después de un año, Luo Binghe marchó hacia el antiguo territorio que alguna vez perteneció a Cang Qiong. Con la separación de los mundos, los doce picos majestuosos y el natural terreno donde había estado la secta, se reconstruyó una vez más. Solo que no eran más que doce picos, con hermosa vegetación y sin construcciones humanas. Binghe dio un recorrido por el antiguo territorio y dejó de lado los malos recuerdos que tenía de esta secta. Podía ver el bosque de bambú, verde y fresco brillando en el segundo pico de la secta. Vio el primer pico, tan alto y poderoso como lo recordaba. No había ninguna casa ni nada donde habitaran discípulos. Solo una gran cueva espiritual que, por cuestiones de la unión de mundos, había sido contaminada con energía demoniaca y ya no servía para cultivar. Todo el territorio había sido contaminado y la energía espiritual que la había enriquecido alguna vez, ahora estaba manchada con energía demoniaca. Tomaría de cincuenta a cien años que Cang Qiong retomara su energía pura.

Binghe miró la entrada de la antigua secta y, para proteger el terreno, instaló una matriz fuerte que no permitiría el paso de ningún demonio que pudiera seguir contaminando el territorio.

Ideas rondando su mente. Pero para llevarlas a cabo, solo necesitaba tiempo.

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A raíz de la paz que estaban experimentando, Luo Binghe no necesitaba involucrarse en tantas guerras y, por ese motivo, Shen Jiu no necesitaba crear tantos planes. Ahora solo se podía dedicar a seguir instruyendo a sus cinco discípulas favoritas y a sus hijos más jóvenes, que seguían aprendiendo bajo su tutela, mientras los más grandes habían decidido salir y ganar experiencias por cuenta propia. No había nada de malo en eso, cada tanto enviaban cartas para comunicarle que estaban bien y contarle en que zona estaban. Algunas cartas venían con comentarios como Este paisaje humano es muy hermoso o El atardecer ahora es más claro. Los nuevos paisajes también ayudaron a que las clases de pintura fueran más entretenidas. Con nuevas imágenes para retratar, aquellos que disfrutaban de pintar se sentían renovados. Los otros simplemente tomaban todo como un desafío e intentaban recrear el atardecer con todos sus colores. Muy pocas veces, Shen Jiu se les unía y pintaba. Luo Binghe solo pudo verlo hacerlo en dos ocasiones y se había quedado tan embelesado mirándolo, que Tao-er se rio de él.

Pero ¿cómo no quedarse como idiota mirando a Shen Jiu pintar? ¡Ahora entendía por qué era el maestro del pico Qing Jing! Claramente manejaba el qin qi shu hua a la perfección. Sin embargo, solo lo había visto tocar el guqin y había jugado con él al weiqi. Su caligrafía era impecable también, eso lo sabía por los planes que escribía para él, pero pintar era algo que nunca antes lo había visto hacer. Tampoco había leído ninguna de sus composiciones poéticas. Al menos ahora sí lo vio pintar.

Un espectáculo sin duda alguna. Shen Jiu tenía la delicadeza y elegancia de un erudito. Sus pinceladas eran tan naturales y al mismo tiempo estaban tan controladas que era imposible no quedarte mirando su técnica. La facilidad con la que pasaba el pincel por el lienzo y retrataba algo tan simple como un cielo azul o un bosque de bambú era increíblemente maravilloso. Realmente no tenía palabras para describir lo inefable que era ver a Shen Jiu pintar y retratar la realidad con tanta facilidad, pero de una manera tan sublime que Luo Binghe sintió la necesidad de llenar los pasillos de su palacio con sus pinturas.

—Me encanta—dijo la tercera vez que lo vio pintar.

Shen Jiu estaba retratando una mujer, sentada al borde de un río mientras tocaba una muda melodía con su flauta. Sobre ella volaban tres pitta ninfas pasando de árbol en árbol.

En esta ocasión, Shen Jiu era el único en el jardín. Era día libre y parecía haber usado su tiempo para crear ese cuadro.

—Mm, podría estar mejor. Creo que perdí parte de mi habilidad.

—Yo creo que está perfecto—comentó Binghe, mirando el cuadro que Shen Jiu estaba terminando de darle forma—. ¿Qué harás con el cuadro?

—No lo sé, ¿dejarlo por ahí tirado?—Shen Jiu se encogió de hombros, sin darle importancia a lo que haría con su obra de arte.

—¿Vas a dejar en el olvido un cuadro tan hermoso? Deberías ser sentenciado a veinte años de prisión por eso—comentó Binghe, todavía detrás de él.

Shen Jiu se detuvo de pintar y se giró a mirarlo.

—¿En serio este cuadro te parece hermoso?

—Lo es, tus manos son muy talentosas.

Shen Jiu miró el cuadro que terminaba, elevó una ceja y volvió a encogerse de hombros antes de continuar dándole las últimas pinceladas.

—Si te gusta, te lo puedes quedar.

Binghe lo colgó en su estudio, con un marco de oro y plata. Shen Jiu lo llamó idiota por el marco tan elaborado y costoso, diciendo que esa pintura no lo valía tanto.

Al emperador no le importó en lo más mínimo y dejó el hermoso cuadro en su estudio, esperando secretamente que Shen Jiu pintara más para poder colgarlos en su estudio o en los pasillos del palacio. Donde sea con tal de exponer su arte.

—Mei-er me dijo el otro día que compusiste un nuevo poema—comentó esa tarde, durante uno de sus juegos de weiqi.

—Mm, sí, una estupidez que escribí porque estaba aburrido.

—¿Puedo...?

—No—respondió Shen Jiu a su pregunta incompleta mientras colocaba una ficha blanca en el tablero.

—¿A qué le dices que no? Ni siquiera formulé mi pregunta completa.

—Sé que quieres leerlo. No lo harás. Mis poemas son algo muy personal, no cualquiera puede leerlos.

Luo Binghe asintió, colocando una ficha negra en el tablero.

—¿Alguien, además de tu maestro, leyó alguna vez tus poemas?

Shen Jiu lo pensó, colocando una ficha blanca sobre el tablero.

—Nadie.

—¿Por qué?

—¿No te dije que es algo muy personal? No me hace sentir cómodo que cualquiera los lea.

Binghe asintió, tomando una ficha negra y observándola.

—Lo entiendo—sonrió, a pesar de que esas palabras le habían dolido un poco—. No te molestaré con eso entonces—colocó la ficha en el tablero y pensó en cambiar el tema—. El Festival de la Noche Estrellada se acerca, ¿le has contado a las niñas? Seguramente amarán ir.

El Festival de la Noche Estrellada era una festividad muy bonita que se celebraba en Mingyue. Durante esa noche, todos elevarían linternas al cielo para conmemorar a la diosa de la luna y pedirle por un año de prosperidad. Había juegos, puestos que vendían cosas únicas de esa noche y puestos de comida, con postres únicos también solo por las horas que durara el festival. Había obras de teatro también, que contaban la leyenda en la cual se basó el festival. Por lo general, era un buen momento para distraer la mente y salir de la rutina. Luo Binghe había ido dos veces en esos años, y en una de esas ocasiones no pudo disfrutarlo porque sus esposas habían estado peleando para ganar su atención.

No sabía si Shen Jiu alguna vez había asistido a uno de esos festivales.

—Todavía no se los he contado. Lo haré mañana, pero ya sé cuáles son sus respuestas—respondió colocando una ficha blanca en el tablero—. ¿Llevarás a tus hijos a pasear al festival?

—Planeaba ir con todos ustedes, si te parece bien. ¿Alguna vez fuiste al Festival de la Noche Estrellada?

Tomó una ficha negra y estudio el tablero. Solo tenía pocos lugares buenos para dejar la ficha y tenía que pensar bien en cuál la dejaría o perdería la partida.

—Una vez, cuando todavía era discípulo—comentó, pero no parecía interesado en decir más al respecto.

Binghe había notado que cada vez que Shen Jiu daba un comentario que contuviera información sobre su pasado, era limitado. Nunca hablaba de más, nunca decía nada más que lo justo. Y eso no lo ayudaba a desentrañar el pasado del hombre que tenía frente a él. Solo conocía que su estadía con los Qiu había sido un infierno, nada como lo que Haitang había declarado. También sabía que Shen Jiu y el antiguo líder de la secta Cang Qiong habían sido cercanos, pero no entendía de dónde nacía ese lazo. También sabía que Shen Jiu no era lo que los rumores sobre él habían dicho. No era lascivo y no parecía interesado en absoluto en las mujeres, a pesar de encontrarlo en un burdel no parecía ser que Shen Jiu hubiera sido un cliente del lugar, sino un amigo de las cortesanas.

Había tanto misterio que envolvía al hombre, tantas cosas sin decir, que Binghe no sabía si al preguntar sería imprudente. Estaba la posibilidad de no recibir respuesta, Shen Jiu había dejado en claro que no era del todo una persona de confianza para él. Si no podía leer sus poemas, ¿cómo siquiera se le revelaría su pasado?

—Podría decirse que yo también fui una vez—comentó, dejando la ficha al fin—. Aunque tengo pocos recuerdos buenos de esa noche.

O bueno, tal vez casi ninguno. Solo sabía que fue, pero no fue un momento significativo en su vida como para recordar algo que hubiera pasado con tanta exactitud.

—Entonces podrías aprovechar de ir a este, ahora que tu trabajo se redujo bastante.

—Si vas tú, no habría problema.

—Mi presencia no es necesaria para que disfrutes del festival.

—Shen Jiu, quiero ir contigo al festival—dijo directo, considerando eso lo mejor—. La adición de mis hijos y las niñas solo era para que no te sintieras incómodo.

La ficha blanca que Shen Jiu iba a dejar en el tablero titubeó y no fue depositada. El hombre de bellos ojos bicolor lo miró, sorprendido por su propuesta, pero complacido por su sinceridad. Jugueteó con la ficha blanca entre sus dedos por unos segundos antes de hablar.

—Binghe, necesito preguntarte algo y quiero que seas sincero conmigo.

—Te escucho.

—¿Todavía sigues con el plan de cortejarme y conseguir que te ame?—la pregunta era seria, pero Shen Jiu no fue duro al preguntar.

Estaba siendo curioso y amable, aunque su voz, para otros, no sonaba amable en absoluto. Pero Binghe lo conocía, hablaron muchas veces, sabía cuándo Shen Jiu estaba siendo amable, incluso si no sonaba así.

—No, realmente no es algo que tenga en mente. Yo solo...disfruto de tu presencia. Me resultas...un hombre interesante y me gusta pasar tiempo contigo. Si decides amarme o no, o si yo termino enamorado de ti o no, eso es algo que corresponde al destino. Ya no pienso en forzarlo.

Finalmente, Shen Jiu colocó la ficha blanca sobre el tablero. Sus dedos juguetearon un momento, repiqueteando en la mesa, antes de volver a hablar. Binghe tomó una ficha negra y la colocó sobre el tablero, mientras le daba tiempo a Shen Jiu de responder.

—Creo que sería bueno ir al festival contigo.

Binghe sonrió.

Ese día, él ganó la partida de weiqi.

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El Festival de la Noche Estrellada fue un evento del cual los más jóvenes del palacio hablaron con emoción, en especial las cinco niñas que Shen Jiu había llevado con él. Las cinco habían estado brincando de un lado a otro, hablando sobre el festival y preguntándole a su gege respecto al mismo. Binghe fue acosado con preguntas también sobre todo lo que ellas tenían que tener en cuenta para ir. Qué ropa usar, qué peinado, todo para que fueran favorecidas por la diosa de la luna. Incluso hablaron sobre las lámparas que comprarían y cómo las decorarían para lanzarlas esa noche.

Fue un evento único que llenó de alegría el frío palacio del emperador.

La noche en que debían ir, Binghe preparó varios carruajes para que los llevaran. Sus hijos ya estaban preparados, saliendo del palacio para meterse en los carruajes que les correspondían. Cuatro de las cinco niñas corrieron hacia su carruaje, luciendo hanfus de tonos pasteles y peinados adornados con joyas y piedras preciosas. Se veían como cuatro princesas del reino celestial. La quinta, la más joven de ellas, iba caminando al lado de Shen Jiu, su hanfu azul oscuro haciendo resaltar su pálida piel.

—Luces muy hermosa, An-er—comentó Binghe, An-er sonrió e hizo una reverencia.

Ya no era una niña, era una mujer joven y hermosa, cuyo cualquier pretendiente sería afortunado en poseer como esposa.

—Gracias, señor Luo—An-er se inclinó una vez más antes de marcharse, dejando a Shen Jiu y Luo Binghe a solas.

—Lo siento por tardar, pero An-er necesitaba ayuda con su peinado.

Binghe sonrió, ofreciéndole su mano a Shen Jiu.

—No hay de qué preocuparse. Vamos, Shen Jiu.

Shen Jiu rodó los ojos antes de aceptar su mano.

—No soy una doncella frágil, emperador.

—No, no lo eres, pero igual me gusta sostener tu mano—comentó sin darle más importancia.

Llevó a Shen Jiu al exterior, observando su apariencia de reojo, intentando no ser demasiado obvio. El hanfu azul y negro de Shen Jiu era hermoso, con mangas amplias y una majestuosidad única, digna del antiguo Maestro de Pico Shen Qingqiu. El color le quedaba muy bien, los colores oscuros le hacían resaltar la palidez de su piel, y el cabello recogido en un medio moño y adornado con una corona combinaba muy bien con el atuendo. Aunque la corona no era demasiado ornamentada ni contenía demasiadas piedras. Ah, lástima, con lo bien que Shen Jiu se vería luciendo todo tipo de joyas mucho más costosas que las que llevaba puestas.

El carruaje que Luo Binghe eligió para ellos, era amplio por dentro y les permitiría tomar una taza de té en el camino. Un té de jazmín, cuyo aroma inundaba todo el carruaje.

Shen Jiu tomó la taza que le ofrecía y miró hacia la ventana, viendo el sol a lo lejos comenzar a ocultarse. Para cuando llegaran a Mingyue, ya sería de noche.

—Este tiene curiosidad en algo y espera que el emperador pueda iluminarlo—dijo Shen Jiu mientras seguía viendo el cielo a través de la ventana del carruaje.

—Por favor, pregunta lo que quieras—respondió Binghe, su mano sosteniendo firmemente su taza con té de jazmín.

—¿En tu guardarropa todas tus prendas son negras y rojas o es solo una moda del emperador?

Había un borde burlón en sus palabras, una broma amistosa que Binghe aceptó con gusto.

—Es el último grito de la moda. Deberías probarlo, yo creo que te quedaría bien.

—Tal vez algún día, tu moda no es del todo lo mío—Shen Jiu acercó la taza a sus labios, soplando suavemente antes de darle un sorbo—. Es agradable.

—¿Qué cosa?

—La paz que se vive en estos días. Realmente la fusión había sido una gran molestia. Durante el tiempo que estuve en el Pabellón Rojo Cálido, presencié de cerca los problemas que los demonios causaban fuera y dentro del burdel. Tener una noche tranquila era cuestión de suerte.

Lo mismo que habrían pasado otros pueblos. Días en paz no habían sido más que cuestión de suerte.

—Las niñas, ellas... ¿son hijas de las cortesanas?

Binghe nunca se lo había preguntado directamente. O bueno, una vez lo hizo, pero la respuesta de Shen Jiu fue un simple ajá y no recibió más al respecto. Desde entonces no había vuelto a preguntar y solamente ignoró ese hecho, considerando que no era importante.

Y no lo era, para él. Solo tenía curiosidad.

—Solo An-er y Mei-er. Lian-er, Xing-er y Tao-er fueron adoptadas por el burdel cuando tenían entre cuatro y seis años. Eran de familias pobres que finalmente las abandonaron a su suerte en la calle. Sobrevivieron todo lo que pudieron antes de que las cortesanas las encontraran.

—¿Eran solo ellas cinco o había más niños en el burdel?

—Dos niños más, además de ellas.

—¿Por qué no los trajiste contigo? ¿Por qué solo a las niñas?

La vida de un burdel no era buena, las mujeres de ahí eran amables y solían simpatizar con los necesitados. Pero aunque el trato fuera bueno, el trabajo no lo era. Ni siquiera para un hombre, a pesar de que los hombres difícilmente se dedicaban a ese trabajo.

—Porque ellos todavía tienen la oportunidad de tener una vida mejor ahí dentro o de escapar para dedicarse a algo más. Pero las niñas no, iban a terminar como las demás cortesanas del burdel. Lo sé, ya lo he visto antes—Shen Jiu miró el contenido de su taza—. La madame que me llevó a ti. La conocí cuando tenía seis años. Era hija de una cortesana que la crio dentro del burdel. La madre de Mei-er, por ejemplo, la conocí cuando solo tenía un año. Y las únicas tres que no terminaron siendo cortesanas, fueron compradas y obligadas a ser parte del harén de un comerciante que quería mujeres jóvenes para que le dieran herederos. Cualquiera de los dos casos, no me parecía un futuro aceptable para las niñas. Los niños eran tema aparte. Uno de ellos sabe sobre carpintería, el otro es muy bueno con los negocios. Tienen más futuro que cualquier niña que termina en el burdel. No era necesario traerlos conmigo.

Entonces, lo único que hizo Shen Jiu fue salvar a esas cinco niñas de terminar como las mujeres del Pabellón Rojo Cálido. Él no quería que terminaran siendo cortesanas o concubinas olvidadas de un harén. Shen Jiu quería que fueran lo suficientemente fuertes e inteligentes como para poder valerse por sí mismas. Ya si encontraban esposo o no, eso sería tema de ellas.

A su mente llegó Ning Yingying, la discípula más favorecida de Shen Jiu durante su tiempo de Maestro del Pico Qing Jing. Ella era una mujer adorable y dulce, que terminó siendo una más en el harén del emperador. Y ahora no era más que una cultivadora errante junto con Liu Mingyan.

—Imagino que eso fue lo que quisiste también para Ning Yingying—comentó mirando el té de jazmín que humeaba en su taza.

Shen Jiu se quedó un momento en silencio.

—Sí, lo fue, pero no fui capaz de ayudarla. Su cabeza siempre estuvo llena con romance innecesario en lugar de concentrarse en cultivar, hacerse fuerte y conseguir a un buen hombre que la amara tanto como ella lo hiciera también. No supe cómo hacerle entender eso, y por eso terminó aceptando ser una más, en un harén que era cada día más grande y donde quedaba cada vez más olvidada. Solo por dejarse llevar por una cara bonita y un falso trato dulce.

—No fue la única mujer que cayó por mi cara bonita y mi falso trato dulce—comentó Binghe tomando un sorbo de té—. Aunque algunas me han costado más que otras, por supuesto.

—Sí, eso es lo que espero que las niñas eviten. No deberían cometer el mismo error que Ning Yingying. Al menos ahora espero que con sus viajes con Liu Mingyan madure un poco y se haga valer un poco más como mujer. Yingying es dulce y amorosa, debería ser capaz de conseguir una pareja que valore eso de ella.

—Estoy seguro de que encontrara a alguien así ahora—dijo Binghe, mirando el cielo también a través de la ventana—. ¿Shen Jiu nunca pensó en encontrar a alguien así?

Shen Jiu se giró a mirarlo, una ceja levantada. Binghe tuvo que aclararle que su pregunta solo era por simple curiosidad. Un tema así le resultaba de lo más curioso a Binghe, en especial viniendo de Shen Jiu quien no parecía demasiado interesado en las relaciones románticas.

—Nunca lo pensé demasiado. Estaba más ocupado odiando e intentando sobrevivir. No tenía tiempo de pensar en cuestiones del corazón.

—¿Y ahora que tu vida está más tranquila?

Shen Jiu dio un sorbo a su té.

—Lidiaré con eso llegado el momento.

O sea, hasta no enamorarse, no haría nada. Su shizun sin duda alguna no estaba interesado en una relación romántica. Tenía sentido, hombres como ellos tenían cosas más importantes con las cuales lidiar que tener que pensar en relaciones de pareja que podrían llegar a tener en el futuro. Quizás fantasear de vez en cuando para distraerse no estaba mal, pero convertir eso en algo primordial teniendo todo lo que tenía encima, no era lo más aconsejable.

—Me gustaría ver cómo lo haces—se burló amistosamente Binghe, mirando hacia afuera, apoyando su brazo en el borde de la ventana.

—Definitivamente mejor que tú—le devolvió Shen Jiu, dándole otro sorbo a su té.

—¿Qué? ¿No planeas secuestrar a quien robe tu corazón? Ah, Jiujiu, estás ignorando los antiguos métodos de cortejo. Tus ancestros estarían decepcionados de ti.

—No vuelvas a llamarme así—Shen Jiu puso una mano en su rostro, como si el apodo Jiujiu le lastimara—. Por los cielos, casi me haces vomitar.

—Oh, vamos, Jiujiu suena bien ¿no? Muy dulce, como un niño. Pequeño Jiujiu, sí, suena bien.

Binghe aguantaba la risa a medida que usaba el apodo y Shen Jiu se veía claramente disgustado con la idea de ser llamado así. Su rostro se contraía de disgusto y sostenía su taza con demasiada fuerza, casi como si aguantara las ganas de arrojársela al emperador a la cabeza.

—Bestia, detente de una vez.

—¿Por qué, pequeño Jiujiu?—Binghe sonrió, dejando su taza de té sobre la mesa.

—¡Ese apodo es horrible!—se quejó Shen Jiu, su rostro suavemente sonrojado y sus ojos molestos, Binghe no lo aguantó más y se echó a reír—¡Bestia idiota! ¡Lo haces a propósito!

Binghe rio con gusto, incluso cuando Shen Jiu comenzó a golpearlo con una de las almohadillas que estaban en los asientos que ocupaban. Eso solo aumentó sus risas, pero mientras más aumentaban sus risas, más lo golpeaba Shen Jiu. Hasta que al final se cansó, llamándolo bestia desvergonzada y apoyándose en la ventana para ver el cielo en el exterior. Binghe pensó que dejarlo un momento en paz era una buena decisión.

Llegaron a Mingyue cuando la luna comenzaba a hacerse un espacio en el cielo, cerca de las estrellas. Las cinco niñas estaban en verdad emocionadas, lideradas por Lian-er y tomadas de las manos para no perderse. Sus hijos ya conocían el festival, seguramente habían ido años anteriores con sus madres o con algún sirviente para que los acompañaran. Aunque sus ojos se maravillaban con las vistas, no estaban emocionados por ir al festival. No era como las cinco niñas, que no escondían su emoción de estar ahí.

Shen Jiu caminaba al frente con Binghe, cada tanto girándose para ver a las cinco chicas que paseaban juntas, viendo todos los puestos donde se vendían cosas de lo más llamativo. En esta ocasión, había más gente de lo que hubo en años anteriores en el festival. Luo Binghe no había estado presente esos años, pero recibía documentos con respecto a lo vendido y los visitantes de Mingyue durante el festival y, por lo números que vio, podía deducir que realmente no habían ido ni la mitad de personas que hoy podía ver en las calles.

Muchos hombres o mujeres lo saludaban al verlo. El trato de los humanos para con él había cambiado desde que separó ambos mundos y permitió la circulación libre de cultivadores para que mataran demonios.

—Mi Señor, bienvenido a mi humilde puesto—dijo un hombre que vendía todo tipo de joyas, aunque la mayoría tenían diseños de lunas o estrellas—. ¿En qué puedo ayudarle?

—¿Cuál es el precio de esto?—preguntó levantando un palillo para cabello, finamente decorado con piedras en forma de estrella que caían en una pequeña lluvia mientras en la punta brillaba un cristal con forma de media luna.

—Si Mi Señor lo quiere, este humilde se lo regala. No es necesario que lo pague.

Binghe negó y, como el señor se negó a darle un precio, sacó una lámina de oro y la dejó en su puesto antes de marcharse. Vio a Shen Jiu en otro puesto, uno donde vendían fragancias, y se acercó con cuidado. Parecía hablar con la mujer del puesto, haciéndole preguntas que ella respondía con una sonrisa, animada de hablar con alguien que parecía conocer lo que ella vendía.

La mujer le daba los detalles de las esencias, diciéndole qué ingredientes usaron y por qué los más costosos valían lo que valían. A Binghe le resultó interesante escucharla, así que se quedó en silencio, dejando que la mujer hablara sobre la esencia de la Luna, la cual era una fragancia usada en mujeres, principalmente, para atraer el amor y la fertilidad. La mujer le explicaba como dejaban la esencia reposar durante cuatro noches de luna llena bajo la luz lunar y luego dejaban guardado los frascos en cajas especiales durante veintiún días, para sellar la magia de la luna. Su olor era algo único. Según ella, la fragancia olía suavemente amaderado, pero no era así para quienes tenían fuertes sentimientos románticos hacia cierta persona. En ese caso, el olor cambiaba.

—¿En verdad es así?—preguntó Binghe, sin poder creer que algo así existiera solo por la magia de la luna.

¿La luz de luna sería tan poderosa?

—Si gusta, Mi Señor puede probarla—ofreció la mujer abriendo uno de los frascos.

Una gota la depositó en la muñeca de Luo Binghe, con cuidado, y le indicó que la frotara contra su otra muñeca. Lo hizo y acercó su nariz para oler, el suave aroma amaderado era tenue y agradable. Pero no era destacable.

Le ofreció su muñeca a Shen Jiu, al ver cómo miraba con curiosidad la prueba. Shen Jiu tomó su brazo y acercó su nariz a la muñeca, cerca de la vena palpitante. Olisqueó unos segundos antes de dar una respuesta.

—Amaderado.

—¿A este señor le gustaría probar también?—preguntó la mujer.

Shen Jiu ofreció su muñeca y ella dejó caer una gota sobre su piel. Shen Jiu restregó sus muñecas y acercó la nariz.

—Es un olor agradable—comentó viendo el frasco—. Me gusta que sea suave.

—¿Puedo oler?—preguntó Binghe, señalando la muñeca de Shen Jiu.

Shen Jiu le ofreció su muñeca, mientras le preguntaba a la señora por el precio de la fragancia. Binghe olisqueó la piel y detectó un agradable aroma a bambú y té verde, nada del amaderado suave que él mismo tenía en su piel. Olió su muñeca y luego volvió a oler la de Shen Jiu. Su muñeca tenía un aroma amaderado suave, pero la de Shen Jiu olía a bambú y té verde. No creía que la señora hubiera cambiado la fragancia, después de todo la vio usar el mismo frasco. Entonces... ¿la magia de la luna sería verdad?

—¿Ya terminaste?—preguntó Shen Jiu mirándolo—Necesito este brazo.

—Lo siento, es solo que estaba comparando olores.

—¿Y? ¿A qué conclusión llegaste?

Bambú y té verde.

—Amaderado—respondió encogiéndose de hombros.

Shen Jiu asintió y pagó por la fragancia. Cuando se alejaron, Binghe volvió a hablar.

—¿Acaso planeas atraer al amor de tu vida?

—No seas tonto—sonrió Shen Jiu—. Solo me gustó el aroma.

—No es un mal aroma.

No si lo usas tú.

Binghe se encargó de comprar las lámparas que lanzarían durante el evento final. Eran dos lámparas de papel blancas y simples, a las cuales podrían agregarle algún mensaje o algún dibujo. Eso era según cada uno. Shen Jiu compró tanghulu para los dos y, mientras pensaban qué agregarles a las lámparas, devoraban la fruta caramelizada, limpiando los palitos en poco tiempo.

Binghe ofreció escribir algo simple, como fortuna o salud. Pero Shen Jiu consideraba eso muy simple, así que pensó por un largo momento antes de llegar a una conclusión.

—Dame el pincel—así hizo.

Binghe solo vio cómo las hábiles manos de Shen Jiu dibujaban un paisaje de bambú simple y un hombre tocando el guqin en una lámpara. En la otra, dibujo un hombre abrazando a una persona, aunque por la falta de colores y espacio, no se podía saber si esa otra persona era un hombre o una mujer. Lo único por lo cual sabía que una de ellas era un hombre, era porque esa lámpara era la que le pertenecía. De lo contrario, tampoco lo sabría.

Si no estaba entendiendo mal los dibujos que Shen Jiu hizo, en su lámpara se dibujó a sí mismo, en su bosque de bambú tocando el guqin. Lo que no sabía era si se trataba del bosque de bambú de Qing Jing o el del palacio. En la lámpara del emperador, por otra parte, lo había dibujado a él abrazando a una pareja. Un interés romántico sin rostro. ¿Acaso le dedicaba suerte en el amor y a él mismo paz y tranquilidad?

Shen Jiu le entregó su lámpara y juntos caminaron por el puente que llevaba al lugar del evento, donde las lámparas se lanzarían al cielo. Sus hijos y las cinco niñas ya estaban ahí, hablando entre ellos y comparando sus lámparas. Ninguno de ellos notó que estaban ahí, así que Binghe siguió dejando que así fuera, mientras permanecía al lado de Shen Jiu, mirando el dibujo de su lámpara e intentando descifrar si la figura a su lado era un hombre o una mujer.

No esperaron demasiado antes de que comenzaran a encender las lámparas y, tras la indicación de la anciana del pueblo, todos elevaron sus lámparas y las dejaron volar en el cielo, por un año de prosperidad. La vista era hermosa, con el cielo comenzando a ser inundado por cientos de linternas elevadas al cielo despejado. Cientos de estrellas más que se sumaban al firmamento.

Binghe giró su cabeza hacia Shen Jiu, quien observaba las lámparas alejándose lentamente de ellos. Las luces de las linternas iluminaban la figura del inmortal y resaltaban su belleza. ¿Alguna vez podría decirle a Shen Jiu que apreciaba su belleza sin parecer un idiota mocoso enamorado ciegamente de su antiguo maestro? Quizás si buscara las palabras adecuadas podría hacerlo. Pero en este momento, era feliz con solo poder admirar el perfil de Shen Jiu, sus ojos bicolores iluminados por las linternas.

Cuando notó que el inmortal iba a girarse, rápidamente dirigió su mirada a las linternas. Incluso a la distancia, reconoció la de Shen Jiu volando cada vez más lejos. Un hombre sentado en un bosque de bambú, tocando el guqin. ¿Ese era su sueño? ¿Volver a recuperar su bosque de bambú en el pico Qing Jing? ¿Volver a aquellos días?

Luo Binghe no podía regresar el tiempo atrás. No podía evitar todo lo que hizo. Pero...todavía podía hacer algo.

Aunque tomaría tiempo.

Cuando sintió que Shen Jiu no lo miraba, volvió a girarse para seguir observándolo.

Solo dame un poco de tiempo, Shen Jiu. Y prometo devolverte lo que te quité.

—Shen Jiu—llamó y el inmortal se giró a mirarlo, Binghe sacó de su manga el palillo que había comprado y se lo dio—, creo que esto va más acorde contigo.

Shen Jiu tomó el palillo y lo observó, acariciando con las yemas de sus dedos los cristales y la lluvia de estrellas. Sonrió suavemente y quitó el palillo simple de su corona para reemplazarlo con el regalo de Luo Binghe.

—Yo también lo creo—comentó guardando el palillo simple en su manga.

Luo Binghe recordaría esa noche como el día en que se dio cuenta de que, al final, había caído enamorado de Shen Jiu.

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Binghe esperó que los años que siguieran, aunque fueran pacíficos para él, tuvieran sus momentos de conflicto. No solo tuvo que lidiar con rebeldes o grupos de demonios que buscaban pasar del reino demoniaco al humano para general estragos, sino que también tuvo que lidiar con los funcionarios humanos que parecían seguir interesados en engordar su propio bolsillo.

Pero a comparación del pasado, todo esto era mucho más fácil de sobrellevar. Mobei-jun se encargaba mayormente del reino demoniaco mientras instruía a sus dos hijos, aunque en palabras de Huojian, Mobei-jun purgaría el reino demoniaco de demonios si no conseguía un sirviente leal y efectivo. Todos los que habían terminado en el antiguo puesto de Shang Qinghua, habían sido asesinados poco tiempo después. El que más duró estuvo un mes y medio y solo porque Mobei-jun se había tenido que ausentar un tiempo por un encargo de Binghe. Los demás no pasaban las dos semanas y ya nadie quería tomar el puesto.

Huojian decía que no hacían mal sus trabajos, pero Mobei-jun parecía ver algo malo en todos ellos. Si eran demasiado feos, demasiado altos o demasiados callados, no importaba el motivo, eran asesinados. Congelados y destrozados contra el suelo. Su hijo había rogado para que su padre le ordenara a Mobei-jun no matar más demonios de manera innecesaria o en serio se quedarían sin mano de obra útil ahí abajo.

Lo único bueno que sacó Luo Binghe de todo eso fue que gracias a la convivencia con Mobei-jun, su hijo dejó de lado su comportamiento errático y maduró lo suficiente como para divergir del camino que quería su madre para él y tomar el suyo propio. Ahora, ser gobernante de una parte del territorio demoniaco, le resultaba más un dolor de cabeza y pedía permiso cada pocos meses para salir unos días y pasear por el mundo humano. Un permiso que le concedió luego de quince años de súplica.

Shen Jiu continuó viviendo en el palacio, junto con él, sus hijos y las cinco niñas. Sin embargo, diez años después del festival, Lian-er fue la primera en pedir permiso para salir al mundo a ganar experiencia como cultivadora. Mingfen, su hijo, y Huafan, su otra hija, habían pedido el mismo permiso para salir los tres juntos a ganar experiencia.

Considerando que ya eran adultos y que la experiencia de todas formas debieron tenerla antes, les permitieron salir y recorrer el mundo, aunque Shen Jiu le pidió a Lian-er que se comunicara seguido con él y que si se encontraba con algo que no podía enfrentar y necesitaba su ayuda, se comunicara de inmediato con un talismán especial que le dio. Uno que se comunicaría directamente con Shen Jiu.

Años más tarde, le siguieron Mei-er y Xing-er, quienes junto con un pequeño grupo de los hijos de Luo Binghe, salieron para ganar sus propias experiencias también. Tao-er y An-er no parecían interesadas en dejar el palacio y, en su lugar, se quedaban tocando el guqin o la pipa, pintando a los hijos de Luo Binghe que entrenaban en el bosque. A medida que sus hijos crecían, los alumnos de Shen Jiu disminuían y ya no tenía que oficiar demasiado como maestro. Luo Binghe consideró dejar entrar otros niños al palacio para que Shen Jiu pudiera continuar ejerciendo su rol de maestro, pero cuando le dio la idea a Shen Jiu, este sonrió y negó con la cabeza.

—No es necesario. No usaré tu palacio como una escuela de cultivo.

—Pero si es lo que te gusta, a mí no me molestaría.

—No es seguro, Binghe—declaró, colocando una ficha negra sobre el tablero de weiqi.

El emperador no dijo nada y simplemente pensó en donde poner su ficha blanca en el tablero. Su interacción con Shen Jiu en esos años había crecido. Ya no solo se reunían a jugar weiqi o en su estudio para que lo ayudara con el trabajo. Con los años, comenzó a establecerse una rutina agradable que incluía jugar weiqi dos veces por semana, cenar juntos casi todas las noches y hablar hasta altas horas de la madrugada en el balcón de sus aposentos los fines de semana. Se había vuelto común incluso que Binghe se apoyara contra Shen Jiu cuando este se sentaba en el barandal de piedra mientras hablaban, o llevar algún dulce en las partidas de weiqi, o bien bromear durante la cena. Aunque había días malos, días en los que Shen Jiu no parecía de humor, eso no arruinaba el día. Binghe generalmente buscaba cocinarle tanghulu cuando eso ocurría. Shen Jiu lo aceptaba de mala gana, pero en poco tiempo volvía a estar de buen humor. Lo mismo pasaba cuando discutían. Había veces en que discutían, muchas veces por cosas que no eran tan importantes, y muy pocas veces por cosas del pasado. En esas ocasiones, cada quien terminaba por su lado, pero la rutina de cenar juntos se mantenía.

Durante la cena, solían arreglar el asunto por el que sea que habían discutido. Si no se solucionaba en ese momento, se solucionaba en el balcón, hablando y apoyados contra el barandal de piedra. Al final de la reconciliación, ambos se encontraban muy juntos, con Shen sentado sobre el barandal de piedra y Binghe pegado a su lado, con sus brazos a cada lado de su cuerpo.

Hablar de sus problemas fue algo que le resultó realmente complicado a Shen Jiu. Como alguien que se guardaba las cosas, en especial las cosas personales, no decirle a Binghe sobre algo que le molestaba era normal. Tan normal que llegaba a ser molesto. Binghe aprendió en menos tiempo que hablar sobre lo que pensaba o sentía lo ayudaba a solucionar sus problemas de manera más rápida. Pero aunque Shen Jiu lo supiera, todavía le costaba hablarlo.

Fueron años de charlas, de compartir momentos a su lado, lo que ayudó al inmortal a abrirse poco a poco a Binghe, a que confiara en él.

Luo Binghe fue el primero en abrirse ante él, contándole su pasado y lo que recordaba de su madre. Cómo aprendió a cocinar y por qué le gustaba preparar platillos. Era una muestra de su cariño, aunque en el pasado lo había usado para comprar el perdón de sus esposas o concubinas enojadas. Sin embargo, sus platos nunca eran tan buenos en esos momentos, así que no podía contarlos como una muestra de cariño. Era solo soborno.

Le contó cómo nació su amistad con Yingying, los abusos de Ming Fan y la manera en que conoció a Meng Mo, el demonio del sueño. Habló de su jade de guanyin perdido durante una pelea contra Ming Fan. Lo que había significado para él y lo que su madre había hecho para comprárselo. Reconoció que fue un gasto innecesario y que su madre pudo gastar eso en medicina, pero ella había deseado dejarle algo valioso antes de irse. Era una lástima que ese jade no hubiera sido más que basura, solo teniendo el valor sentimental que Luo Binghe le dio.

Habló también de los cinco años que estuvo en el Abismo Sin Fin, atrapado a los diecisiete años con un montón de demonios hambrientos y sádicos, que solamente querían matarlo o devorarlo. Fue una agonía constante que seguramente lo perseguiría en sueños hasta hoy de no ser porque controlaba sus propios sueños. Nada de lo que pasó ahí fue agradable, ni siquiera su matrimonio con Sha Hualing, a quien había usado por beneficio propio.

Y fue gracias a esas charlas, y tantas otras que tuvieron, que luego de diecisiete años, Shen Jiu finalmente le confesó su historia. Antes de hacerlo, le había aclarado que no quería recibir su lástima o lo golpearía. Y entonces, se lo contó.

Le contó que nunca conoció a sus padres y que fue abandonado en una zanja, donde Qi-ge lo encontró. Un niño pequeño cuidando de un bebé. Ambos niños de la calle. Ambos solos contra un mundo de adultos crueles. Ambos intentando hacerse su camino.

Shen Jiu confesó no haber sido nunca un niño agradable, principalmente porque si lo era entonces muchos otros niños podrían arrebatarle lo que con tanto esfuerzo había conseguido. Le contó lo que hacía con Qi-ge para mendigar y que le dieran dinero, lo buen actor que era y lo bien que el llanto falso le salía.

Le contó de una ocasión, donde por salvar a Qi-ge, quien con su complejo de héroe quiso salvar a un grupo de niños, terminó conociendo a Qiu Jianluo. La manera en que el odio del mimado y retorcido Qiu creció hacia él.

Luo Binghe se sorprendió de saber que Shen Jiu había sido capaz de manipular energía espiritual desde muy pequeño, incluso antes de saber que era energía espiritual. Era un talento sin igual, mucho más que el talento de Liu Qingge. ¿Por qué Shen Jiu no tuvo ese reconocimiento?

Fue cuando continuó con su historia que lo supo.

Su estadía en la mansión Qiu fue un horror tras otro. Sus intentos de escape habían fracasado y Qi-ge se vio en la obligación de entrar en una secta de cultivo para ganar la fuerza suficiente y salvarlo. Pero Shen Jiu esperó tres años y Qi-ge jamás llegó. Si no fuera porque se rebeló esa noche y mató a todos, jamás se hubiera liberado de esa familia de terror. Lo malo fue, que cayó en manos de un cultivador deshonesto de nombre Wu Yanzi.

El hombre no lo golpeaba ni lo violaba, pero le había enseñado a matar y robar, algo que atormentaba a Shen Jiu mentalmente. Sin embargo, por sobrevivir, siguió adelante y arruinó su propio cultivo. Y hubiera seguido arruinándolo más, de no ser porque irrumpió en la Conferencia de la Alianza Inmortal, donde Wu Yanzi buscaba matar a los jóvenes discípulos, y encontró ahí a Qi-ge. Tras una pelea con su maestro, al que mató a traición porque iba a matar a Qi-ge, Shen Jiu lo supo.

Qi-ge se había vuelto el discípulo principal de Qiong Ding y su nombre ahora era Yue Qingyuan. La revelación le dio la realización a Luo Binghe. Pudo entender por qué Shen Jiu sufrió tanto la pérdida del líder de secta.

Yue Qingyuan no había favorecido a Shen Jiu porque se hubiera encariñado con él durante su tiempo de discípulo en Cang Qiong, sino que lo había criado. Eran como hermanos, habían crecido juntos y Shen Jiu había intentado evitar que fuera por él para protegerlo. Si no fuera por las piernas que Luo Binghe envió, el líder de secta no hubiera respondido al llamado y seguiría con vida.

Qi-ge había sido la única familia que Shen Jiu tuvo y Luo Binghe lo asesinó. En su momento, creía que había sido lo correcto, porque Yue Qingyuan no había hecho nada para detener a Shen Jiu cuando maltrató a su discípulo y porque pensaba que matándolo dañaría más a Shen Jiu. Nunca pensó por qué Yue Qingyuan le permitía tanto a Shen Jiu. Nunca pensó que podría ser culpa por no haberlo salvado cuando eran más jóvenes.

Shen Jiu continuó con su historia. Contó como su tiempo de discípulo no fue sencillo. A diferencia de sus compañeros, su cultivo estaba arruinado y sus conocimientos en las cuatro artes eran casi escasas. Tuvo que empezar prácticamente de cero y fue gracias a su mente ágil y su lengua afilada que el Señor de Pico lo eligió como discípulo principal. Sin embargo, no por eso fue un camino fácil. Shen Jiu estuvo obligado a alcanzar a sus compañeros y a mejorar en menos tiempo del que ellos habían tenido para hacerlo. Luchó contra numerosas desviaciones de qi, burlas y desprecio, entre los rumores sobre su persona, para llegar a ser el maestro que fue. Fue duro. Muy duro. Aunque Shen Jiu lo consideraba menos tortuoso que su estadía en la mansión Qiu y su discipulado con Wu Yanzi.

Cuando Binghe preguntó respecto a los rumores que se decían de él, Shen Jiu los aclaró a todos. Sus visitas a los burdeles solamente se hicieron porque no podía dormir en una habitación rodeado de tantos hombres. Luego de convivir con Qiu Jianluo, su desconfianza hacia los hombres era tal que no podía dormir tranquilo si estaba rodeado de ellos. Era como sentirse amenazado constantemente. Las mujeres del Pabellón Rojo Cálido le abrieron los brazos como sus hermanas e intentaron cuidar de él cada vez que iba a dormir, tocando música para él o acariciando su cabello. Ninguna lo trató más allá de la fraternidad y Shen Jiu jamás sintió nada más que un cariño fraternal por ellas. Sin embargo, su orgullo no le permitió decir la razón de sus visitas y todos dedujeron que su cultivo se arruinó por su lujuria y actos inmorales desenfrenados.

El rumor sobre Ning Yingying solamente se esparció por su reputación de lujurioso y porque algunas personas tenían imaginación de más. Yingying no había sido más que una hija para él, recordándole a la inocente Haitang que lo había salvado de muchas torturas a manos de Qiu Jianluo. Cuando rescató a Yingying de un demonio que había asesinado a su familia, pensó en dejarla a su suerte, pero al ver lo dulce y gentil que fue con él, Shen Jiu no tuvo el corazón de dejarla ahí sola y la llevó al Pico Qing Jing, donde la volvió su discípula. A raíz de su personalidad, Shen Jiu se sintió encantado con ella y pronto la consideró como su hija, a quien favorecía solo por su cariño paternal hacia ella. Elegir a Luo Binghe fue, en parte, porque Ning Yingying quería un shidi o una shimei, y Shen Jiu buscaba complacerla. La otra razón por la cual eligió a Luo Binghe, fue por despecho al ver el interés de Liu Qingge en el niño.

Liu Qingge y los dos intentos de asesinato fueron otros rumores que nunca quiso aclarar sobre su persona. Shen Jiu le aclaró a Luo Binghe que en ninguno de los dos quiso asesinar a Liu Qingge, por más que le disgustaba su presencia, casi por las mismas razones que le había disgustado la presencia de Luo Binghe. En la primera ocasión, el demonio del pozo, Shen Jiu simplemente le salvó la vida, asesinando al demonio que había atacado a Qingge en su punto ciego. Sin embargo, el demonio se evaporó en el aire apenas lo tocó con su espada, y Liu Qingge no lo notó, pensando automáticamente que Shen Jiu simplemente quería asesinarlo a traición. En la segunda ocasión, Shen Jiu quiso salvarlo de nuevo, pero en esta ocasión falló. El Dios de la Guerra sí sufrió una desviación de qi mientras cultivaba en las cuevas LingXi y Shen Jiu quiso ayudarlo a calmarse. Sin embargo, a raíz de su cultivo defectuoso, no hizo más que provocar su propia desviación de qi y cuando volvió en sí, Liu Qingge estaba muerto. Y como su enemistad era algo bien conocido en toda la secta, todos apuntaron a él cuando se descubrió que el Dios de la Guerra había muerto.

Binghe recordaba el odio de Liu Mingyan hacia Shen Jiu por asesinar a su hermano, un talento natural y prometedor. Todos lo habían señalado como el asesino cuando en realidad solo intentó salvarle la vida. Y aunque Shen Jiu dijo la verdad, nadie le creyó. Nadie parecía dispuesto a creerlo, no con la reputación que construyó a lo largo de los años. ¿Quién le creería a una rata callejera como él que no intentó matar a Liu Qingge, a pesar de que siempre repetía que lo mataría algún día? ¿Cómo no creerle a Liu Qingge, un cultivador talentoso y honorable que provenía de una buena familia? Sea como sea, Shen Jiu no tenía a nadie que fuera a creerle, así que lo único que podía hacer era dejar que todos hablaran de él, mientras dejaba ir su odio contra alguien más.

Y ese alguien más resultó ser Luo Binghe.

Durante esa conversación, Shen Jiu reconoció haber querido matarlo al arrojarlo al Abismo Sin Fin, no solo porque lo odiaba, sino porque de esa manera no habría evidencia que pudiera perjudicar a Cang Qiong y, por ende, a Yue Qingyuan. Su vida realmente jamás le había importado, aunque pudo haber sentido un mínimo de arrepentimiento años después, todo eso se desvaneció cuando Binghe regresó del Abismo y Shen Jiu fue acusado de todos los rumores que corrían sobre su persona.

—Perdón, yo no lo sabía...—dijo Binghe, Shen Jiu le pellizcó la mejilla—¡Ay!

—No tienes que disculparte conmigo. Realmente no me importa ya, yo no me arrepiento de lo que te hice. En aquel momento, creí que era lo mejor tratarte como lo hice y si te hubiera matado, si lo hubiera conseguido, seguramente hasta el día de hoy seguiría sin arrepentirme. Tú tampoco lo hagas por lo que me hiciste, después de todo no fue más que consecuencias de mis propias acciones—Shen Jiu se encogió de hombros, mirando hacia el cielo—. Bueno, quizás sí me arrepentía de algo, pero eso fue de no haberte asesinado cuando eras más joven. De haber sabido el futuro, simplemente lo hubiera hecho.

—No está mal si te sigues arrepintiendo.

Shen Jiu negó con la cabeza.

—Ya no lo hago. Creo que...solo nos hacía falta conocernos más...Aunque a veces sí quiero matarte. En especial cuando insistes en ponerle cilantro a la comida.

Binghe sonrió y se acercó a Shen Jiu, sus hombros tocándose entre sí. Una paz que posiblemente ninguno de los dos hubiera experimentado nunca cuando eran discípulo y maestro.

¿En serio tuvieron que pasar por tanto dolor para poder disfrutar de ese momento a solas? ¿Había valido la pena tanto dolor?

Binghe miró el perfil de Shen Jiu, quien tenía una coleta recogiendo todo su cabello y dejando un par de mechones sueltos. Miró a ese hombre que fue causante de sus momentos más dolorosos, el mismo hombre que ahora se paraba a su lado y lo hacía sentir una paz abrumadora, una tranquilidad que nunca antes había conseguido. Su mano picaba por tomarlo del rostro, acariciar su mandíbula, su mejilla, acercarlo a él y dejar muchos besos por toda su hermosa cara. Quería llenarlo de besos y mimos, hasta que Shen Jiu se cansara de él y lo pateara lejos. Quería amarlo hasta el final de sus días y ser amado por él también. Que Shen Jiu lo amara a su forma, que le permitiera estar a su lado y sostener su mano.

¿Había valido la pena tanto dolor? Luo Binghe podía sonar masoquista, pero sin duda alguna, él creía que sí había valido la pena.

Y durante los años que siguieron, cuya rutina con Shen Jiu no cambió, siguió pensando que ese dolor había valido la pena.

Poco a poco, los años fueron haciendo que se sincronizaran con el otro de alguna manera. Si Shen Jiu tenía problemas para dormir, de alguna manera Binghe lo sabía. Y no, sus parásitos de sangre no tenían que ver con el asunto. Era otra cosa la que le advertía a Binghe sobre el hecho de que Shen Jiu estaba despierto todavía. Y también funcionaba de la manera inversa. Incluso con sus emociones. Solían saber cómo estaba el otro con solo una mirada y, por eso, muchas veces se controlaban para no empeorar los estados de ánimo.

Por ejemplo, si Luo Binghe andaba de un humor sombrío, Shen Jiu se encontraba hablando poco y tocando el guqin para calmar la mente del emperador. Si Shen Jiu estaba de un humor complicado, que solía pasar una o dos veces al mes, Binghe se alejaba y le daba su espacio, acercándose en la noche con un plato de tanghulu exclusivamente para el hombre.

Había sido increíble la manera en que ambos habían conseguido ese tipo de conexión. Lo peor fue que Binghe no podría decir cuándo ocurrió. Simplemente se dio y cuando menos se dio cuenta, ya sabía cómo se sentía Shen Jiu con tan solo mirarlo.

Quizás fue esa abrumadora relación la que llevó a Shen Jiu a tomar su decisión.

—¿Me estás pidiendo permiso de irte del palacio?—preguntó Binghe esa noche durante la cena.

No era un pedido extraño, para empezar. Las niñas ya no vivían en el palacio, aunque pasaban de vez en cuando a saludar, pero ya no lo hacían. Lian-er, por ejemplo, estaba en planes de casarse con Huojian, su hijo y de Sha Hualing. Una enorme sorpresa cuando se enteró, porque jamás imaginó ver a su hijo tan enamorado e idiota. Había sido un salvaje rebelde que había madurado en sus años como aprendiz de Mobei-jun, pero jamás creyó verlo tan dedicado a una persona como pasó con Lian-er.

An-er y Tao-er terminaron casándose hacía unos diez años, con dos hijos de Luo Binghe que se habían dedicado a la cultivación. Tao-er estaba a la espera de su primer hijo, ella y An-er viviendo en la ciudad, con sus devotos esposos. Mei-er y Xing-er por sus partes se habían dedicado a seguir viajando por el mundo, en compañía de sus otros hijos.

El palacio, desde que ellos se marcharon, se había sentido más vacío. Solo ellos y los sirvientes seguían habitándolos. Pero para Binghe estaba bien, siempre y cuando Shen Jiu estuviera cómodo.

—Sí, hay algo que me gustaría hacer.

Luo Binghe quería preguntarle qué tenía que hacer y si necesitaba que lo acompañara. Pero consideró que si Shen Jiu no le dijo lo que tenía que hacer, entonces no querría decírselo y preguntar sería irrespetuoso de su parte.

—No tienes que pedir mi permiso para irte. Si es lo que quieres, entonces solo debes hacerlo. Solo estaba bien si me avisabas que te irías—dijo Binghe, una suave sonrisa en su rostro.

—Iré a arreglar mis cosas, entonces.

—¿Ya te irás?—se apresuró a preguntar al ver que Shen Jiu se levantaba para irse.

—Sería lo mejor.

Binghe apretó los palillos en su mano, su mirada puesta en su comida. La que apenas comenzaban a comer.

—Está bien, avísame cuando estés de salida para despedirte—el emperador sonrió, intentando verse amable.

No estaba seguro de cómo se vio.

Cuando Shen Jiu dejó el comedor, Luo Binghe dejó los palillos a un lado y miró hacia el vacío. El apetito que había tenido al comenzar la cena se esfumó rápidamente. Un sentimiento desagradable se estaba formando en su pecho.

Shen Jiu quería irse del palacio para hacer algo que Luo Binghe no estaba seguro de lo que sería. Estaba bien, él era libre de irse y hacer lo que quisiera. Su amistad con Luo Binghe no tenía que detenerlo de realizar lo que sea que quisiera.

Aunque eso no quitaba el sentimiento amargo en su corazón. La sensación de abandono, aunque supiera que no estaba siendo abandonado. No lo estaban abandonando, ser libre de ir a donde uno quisiera era algo normal en una amistad y no por eso se consideraba abandono. Solo eran dos hombres tomando caminos separados, pero conservando la relación, la conexión que tenían. Eso la distancia y el tiempo no iba a disolverlo fácilmente.

Aun así...Luo Binghe no podía evitar la amargura de ya no poder compartir la cena con Shen Jiu. Incluso...sentía la necesidad de reclamar. ¿Por qué no compartir esta última cena a su lado? ¿Por qué no quedarse aquí un poco más con él? ¿Por qué estaba tan apresurado para irse? ¿Tan apresurado estaba por liberarse de las garras del emperador? ¿Tan insoportable había sido su presencia que Shen Jiu ahora lo único que quería era alejarse de su lado?

Binghe contó hasta tres y respiró hondo, buscando calmarse y callar la voz de XinMo que le hablaba. No lo había controlado en esos años, no lo iba a controlar de nuevo. Ya no.

Un guardia entró al comedor y le informó que Shen Jiu lo esperaba en la entrada para despedirse. Luo Binghe se levantó y marchó hacia la entrada, sus pasos resonando por todo el palacio.

El inmortal estaba ahí, de pie con una bolsita qiankun colgando de su cintura. Quería arrodillarse ante él y suplicarle que se quedara en el palacio, a su lado. Pero no podía hacerle esto. Shen Jiu pasó décadas a su lado, soportándolo luego de que fuera por él. Permitirle marcharse, ser libre, era lo menos que podía hacer para demostrarle que tenía toda su confianza.

—¿Necesitas un carruaje o un caballo? Puedes tomar el que desees—dijo al llegar, manteniendo sus manos unidas tras la espalda.

Ambas picaban por tomar al hombre y abrazarlo con fuerza.

—No es necesario, alguien me espera en la aldea—dijo Shen Jiu y Binghe sintió la necesidad de preguntar.

Pero no lo hizo.

—Entiendo. Entonces... ¿volverás?

—Posiblemente—asintió Shen Jiu—, pero no será en el futuro próximo.

Como se esperaba. Binghe sonrió, dando un paso más hacia Shen Jiu.

—Las puertas de mi palacio siempre estarán abiertas para ti. Ni siquiera necesitas invitación, lo sabes ¿verdad?

—Lo sé—asintió Shen Jiu—. Bien, hasta luego, Binghe.

Luo Binghe dio un paso dudoso hacia Shen Jiu, Shen Jiu se detuvo y lo miró, esperando.

El emperador solo le dio una sonrisa. Ambos sabían que era falsa.

—Hasta luego, Shen Jiu.

Shen Jiu dio media vuelta y se marchó. La puerta del palacio sonó demasiado fuerte para el gusto de Binghe. El silencio que siguió después fue tan insoportable que terminó en el balcón de sus aposentos, bebiendo vino hasta que se sintió mareado.

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Habían pasado ochenta y ocho años desde que visitó el territorio de la secta Cang Qiong y colocó una matriz para que ningún demonio entrara y siguiera contaminando el lugar con energía resentida. Ahora, dos semanas después de la partida de Shen Jiu, regresó a este lugar. La matriz no le negaría la entrada, así que la atravesó con facilidad, caminando por los extensos bosques y transportándose con XinMo por cada pico. La energía resentida prácticamente dijo adiós, igual que en las cuevas LingXi. Quizás en diez años más recobrara su pureza, lo que le daba tiempo todavía. Tiempo de llevar a cabo lo que había estado pensando desde que visitó ese lugar por primera vez luego de la separación.

La información que estuvo recopilando fue vasta y sin duda alguna suficiente para conseguir su propósito. Podía reconstruir los puentes arcoíris que unían los picos. Incluso reconstruir las edificaciones de cada pico, con las características que podía recordar. Aunque algunos picos cambiarían seguramente porque no los conocía demasiado como para reconstruirlos exactamente como habían sido en el pasado. Pero al menos...al menos podía recuperar Cang Qiong todavía.

Tras analizar el lugar y decidir que todavía faltaban unos diez años para que recuperara su pureza, Luo Binghe regresó al palacio y fue directamente a su estudio. De un baúl pequeño, oculto entre las estanterías, yacían los trozos de Xuan Su. Nunca se lo dijo a Shen Jiu, pero Binghe había sentido en la espada los restos del alma de Yue Qingyuan. No sabía cómo fue que el líder de secta logró eso, pero al final su alma había residido en su espada. En un inicio, lo consideró un buen objeto de chantaje contra Shen Jiu. Ahora, lo consideraba una oportunidad para devolverle a su hermano perdido al hombre que amaba. Solo que, como había esperado, no le tomaría poco tiempo.

Durante ese tiempo, aprendió sobre la Semilla de Flor de Rocío del Sol y la Luna. Una semilla capaz de cultivar un cuerpo humano y recordar un alma. Binghe no había estado seguro de que la planta que había estado creciendo en los territorios de Huan Hua se hubiera conservado, así que habló con traficantes y comerciantes para conseguir algunas de esas semillas.

Y las consiguió. En su poder, ahora tenía tres semillas y las tres tenían que ser sembradas en lugares específicos. Nada imposible siendo el emperador. Lo único malo de todo era que tendría que esperar a que estas crecieran y tomaran forma.

Pero siendo un demonio inmortal, ¿cómo podía preocuparse por eso? El tiempo, para él, era prácticamente nada.

Y lo fue. Cinco años no fueron nada para él.

Shen Jiu ocasionalmente le enviaba alguna carta, para que supiera que estaba bien. Pero hasta el momento no había ido a visitarlo. Luo Binghe no quería admitir que estaba preocupado, pero con cada día que pasaba sin poder verlo, se preocupaba más. Sabía que estaba bien, sabía que seguía con vida, pero la necesidad de verlo era difícil de controlar. Podía usar sus parásitos de sangre para encontrarlo, pero ¿no sería eso invadir su privacidad? Como entrar a su cuarto sin permiso mientras se estaba cambiando de ropa. Si Shen Jiu no le decía dónde estaba era porque no quería que lo supiera. Claramente quería estar solo, así que dejaría que así fuera y se conformaría con las cartas que le enviaba y que secretamente guardaba en un cajón secreto de su mesa de noche.

El primer cuerpo que se creó con la Semilla del Rocío del Sol y la Luna, fue el cuerpo de Shang Qinghua. Ese pequeño ratón en verdad tenía tantas ganas de vivir, tanto que regresó antes que los otros dos. En cuanto su cuerpo estuvo listo, Luo Binghe lo sacó de la tierra y lo llevó al palacio, donde lo dejó en una cama, dentro de una matriz que seguiría nutriéndolo hasta recuperar la conciencia.

Cuando recibió las tres semillas, solo tenía planeada la utilidad de una, no de las tres. Sin embargo, al pensar mejor, consideró que otra de las semillas podía usarse para demostrarle a Mobei-jun que valoraba su lealtad. No se le ocurrió nada mejor que traer a la rata de An Ding a la vida, más que nada para que Mobei-jun dejara de matar a los demonios que ponía en el antiguo puesto de Shang Qinghua. Aunque luego de la reprimenda de Luo Binghe, simplemente echaba a esos demonios al poco tiempo de tomar el puesto, sin dar ningún motivo. No había razón alguna, simplemente los echaba y ya.

Binghe tardó en entenderlo, pero al final lo hizo y por eso trajo de nuevo a Shang Qinghua a la vida. Era obvio que Mobei-jun extrañaba a ese pequeño roedor, al cual mató por órdenes suyas. Al inicio creyó que Mobei-jun no le importaba la vida de Shang Qinghua, en especial luego de ver la facilidad con la cual aceptó matarlo. Pero luego, considerándolo mejor, se dio cuenta que Mobei-jun no tenía otra alternativa más que matar a Shang Qinghua, ya que su lealtad estaba con Luo Binghe. Se lo prometió y Mobei-jun cumplía sus promesas, en especial si estaban relacionada con la lealtad.

Debió haber sido una lucha mental dura para él matar a la rata que le juró lealtad solo por no querer traicionar la lealtad de Luo Binghe.

Era fácil entender entonces por qué mataba a todos esos demonios cada poco tiempo.

Shang Qinghua despertó, una semana después de sacarlo de la tierra. Al inicio se mostró desorientado, hasta que se dio cuenta de que Luo Binghe estaba ahí. En ese momento tembló tanto que Binghe temía que fuera a explotar.

—Es bueno saber que al menos recuerdas—suspiró Binghe sacando la matriz para acercarse a Shang Qinghua y comprobar su cuerpo—. Sí, es un mejor cuerpo que el que tenías antes de morir.

—Y-yo...q-que... Mi Señor... yo... Mi rey sabe que yo...

—Mobei-jun no sabe nada de que te reviví—Shang Qinghua parecía desconcertado—. Pero lo sabrá, eventualmente. Cuando termines de ayudarme aquí volverás con él al Reino del Norte y te encargarás de lo que hacías antes de morir—Binghe suspiró—. La verdad, ya estaba algo cansado de que Mobei matara a tantos demonios sin motivo alguno. Al menos esto le dará algo de paz a ellos.

Shang Qinghua seguía desconcertado. Era normal, Luo Binghe había pedido que lo mataran y ahora era Luo Binghe quien quería revivirlo. Era normal que se viera tan confundido. Bueno, luego podría explicarle.

Sin darle ninguna explicación, llevó a Shang Qinghua con él a revisar los otros dos cuerpos que había plantado. La tarea que le brindó era sencilla: tenía que cuidarlos y comunicarle cuando ya estuvieran listos para que Binghe los sacara de la tierra y los llevara al interior del palacio. De esa forma, podía encargarse de lo demás sin demasiadas preocupaciones. Estaba seguro de que Shang Qinghua podía hacer bien su trabajo. Lo había hecho mientras estaba bajo el ala de Mobei-jun, lo haría ahora mientras estaba obedeciendo sus órdenes.

Como se esperaba de la rata de An Ding, era eficiente y cuidó bien de las plantas-cuerpos. Incluso ayudó a fertilizarlos para que crecieran más rápido y organizó los cuartos donde estarían hasta despertar.

El segundo cuerpo que estuvo listo, fue el de Liu Qingge. La idea de traerlo a la vida surgió después de visitar las cuevas LingXi y descubrir que parte de su alma había quedado atrapado en ese lugar. La verdad sea dicha, el Dios de la Guerra no le parecía una persona digna para traer a la vida, pero pensó en Liu Mingyan y Shen Jiu y consideró que Liu Qingge debía regresar, no solo para aclarar lo que pasó aquel día en las cuevas LingXi, sino también para conocer la verdad detrás del hombre al cual perjudicó con estúpidos rumores y acusaciones falsas.

Al igual que con Shang Qinghua, puso una matriz a su alrededor y esperó a que despertara. Lo hizo una semana después. En el medio de esa semana, el cuerpo de Yue Qingyuan había estado listo y había sido puesto en otra habitación con una matriz a su alrededor también.

Cuando vio a Luo Binghe, se sintió completamente perdido. Y era entendible, había muerto mucho antes del ascenso al poder de Luo Binghe. Llevaba muerto más de cien años, era normal que no entendiera nada.

—¿Quién eres?—preguntó, frunciendo el ceño al verlo.

Debía sentir su energía demoniaca bailando en él, la marca en su frente y sus ojos rojos delataban que era un demonio. Y para un cultivador como Liu Qingge, que luchaba con cuanto demonio se le cruzaba adelante, debía ser una especie de provocación.

—Mi nombre es Luo Binghe. ¿No me recuerdas? Hace años te viste interesado en mí, cuando me viste cavar un pozo en la tierra.

Liu Qingge lo pensó antes de hablar.

—No te recuerdo.

Bueno, al parecer para el Señor del Pico BaiZhan su interés por él fue algo pasajero.

—No hace falta que lo hagas. Solamente quiero que me respondas algo y, en su lugar, te contaré todo lo que pasó en este tiempo que estuviste muerto. Te hablaré de Mingyan también.

—¿Ella está bien?—preguntó Liu Qingge, mirando a Luo Binghe esperando una respuesta.

—Lo está, está a salvo. Es una mujer fuerte después de todo.

Liu Qingge asintió, aunque se veía que no creía mucho en sus palabras.

—¿Qué es lo que quieres saber?

—¿Qué pasó el día que moriste en las cuevas LingXi? ¿Lo recuerdas?

Debido a su desviación de qi, Shen Jiu no recordaba mucho de lo que pasó ese día. Solo sabía que, al volver en sí, Liu Qingge estaba muerto.

El hombre sentado en la cama pensó profundamente sobre lo que pasó ese día, su ceño frunciéndose mientras recordaba.

—Tuve una desviación de qi por mi mal hábito de cultivar solo.

—Así que recuerdas haber tenido una desviación de qi.

—Sí—Qingge asintió—, yo...recuerdo que Shen Qingqiu también entró a las cuevas LingXi y me encontró...teniendo mi desviación de qi.

El Dios de la Guerra se quedó callado, parecía recordar vívidamente lo que pasó ese día.

—¿Qué hizo él? ¿Se aprovechó de ti para matarte?

—No...Yo me maté—Binghe miró al Dios de la Guerra por esa declaración—. Estaba fuera de mí. Shen Qingqiu...intentó ayudarme, pero no lo consiguió. Como no lo pude resistir, clavé a Cheng Luan en mi pecho esperando que eso calmara mi desviación de qi. Ni siquiera sé qué pasó con Shen Qingqiu después de eso.

—Fue acusado de asesinarte—confesó Binghe, Liu Qingge lo miró—. Nadie le creyó que tuviste una desviación de qi. E incluso cuando hubo algunos que pudieron creer la desviación de qi, nadie creyó que no se hubiera aprovechado de la ocasión y te hubiera asesinado. Sea como sea, fue etiquetado como tu asesino.

—Pero él no lo hizo—Liu Qingge parecía molesto de que se hubiera usado su muerte de esa manera poco...honorable—. Tal vez intentó hacerlo una vez, pero en esa ocasión él quiso ayudarme.

—En aquella primera ocasión, él salvó tu vida—Qingge frunció el ceño, sin entender por qué Luo Binghe afirmaba eso con tanta seguridad—. Si te quedas callado, podré contarte una historia interesante.

Lo hizo, le contó una historia larga pero interesante que le tomó horas. Le contó sobre el niño que fue maltratado por su maestro y arrojado al Abismo Sin Fin. Le contó sobre ese mismo niño, que regresó cinco años después a vengarse. De un niño que se sentía perdido y que hizo cosas horribles para vengarse. Un niño que se había casado con su hermana y que la había dejado abandonada en un harén.

Hubo una pausa en esa parte porque Liu Qingge quiso matarlo por mancillar a su hermana, pero cuando se calmó pudo continuar.

Le contó cómo ese mismo niño perdido destruyó todo a su paso, hasta una visita inesperada que no detalló y le hizo replantearse las cosas. Le contó cómo fue por Shen Qingqiu, para reconstruir su relación y como, con los años juntos, este le confió su pasado y muchas cosas que solo muy pocos conocían. Shang Qinghua estuvo presente en la mitad del relato, porque había ido para llevar una bandeja de comida. Y ahí le confirmó a Liu Qingge que ese día, Shen Qingqiu lo salvó de un demonio que iba a atacarlo en su punto ciego. Que él lo vio y si no dijo nada, fue porque Shen Qingqiu lo había amenazado.

Fue una noche larga y agotadora, y al llegar a sus aposentos, Luo Binghe se arrojó a la cama sin más. Tan cansado de tener que lidiar con Liu Qingge, solo esperaba que al menos ahora Liu Mingyan pudiera dejar su odio de lado y disculparse con Shen Jiu por la acusación falsa hacia su persona.

Suspiró, pensando en Shen Jiu.

¿Cuándo volvería a verlo?

∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞

Yue Qingyuan tardó seis meses en despertar. Su alma, a diferencia de la de Liu Qingge y Shang Qinghua, estaba mucho más fragmentada y recuperar la conciencia le tomó más tiempo de nutrición. Durante ese tiempo, ambos cultivadores se quedaron en el palacio de Luo Binghe luego de que este le confiara lo que estaba planeando hacer. Qingge quiso ir a Cang Qiong, pero consideró mejor quedarse a cuidar el cuerpo de su líder de secta, que había muerto por intentar salvar a Shen Qingqiu. Al inicio no entendió por qué Yue Qingyuan se arriesgaría por una escoria como Shen Qingqiu, pero fue entonces que Luo Binghe le contó que Yue Qingyuan había criado a Shen Jiu desde bebé y que ambos eran como hermanos. Solo después de esa revelación, Liu Qingge no volvió a decir nada al respecto.

Tratar con Yue Qingyuan iba a ser más duro que tratar con Liu Qingge o Shang Qinghua. Luo Binghe le había mandado las piernas de Shen Jiu y le había tendido una trampa para asesinarlo. Era obvio que Yue Qingyuan no estaría nada feliz de verle la cara. Tuvo que mantener la matriz alrededor de Yue Qingyuan para que pudiera escucharlo. Una gran proeza, porque el hombre no estaba dispuesto a escuchar ninguna palabra de su boca. Tuvo que asegurarle que Shen Jiu seguía con vida y mostrarle las cartas para que, renuente, al menos lo escuchara.

Luo Binghe admitió sus errores frente a Yue Qingyuan, admitió arrepentirse de lo que hizo y que, durante todos esos años junto a Shen Jiu, aprendió más de lo que parecía. Pero también regañó al hombre, por no creer en su hermano y creer siempre en los demás antes que en él. Lo regañó por ser tan débil y no luchar por su hermano, por no regresar a tiempo por él a la mansión Qiu.

—Yo sí regresé—admitió Yue Qingyuan, y entonces Luo Binghe escuchó la historia de un joven cultivador que, por no haber tenido el suficiente cuidado, fue encerrado en las cuevas LingXi para lograr estabilizarse.

La historia de alguien que no llegó a tiempo para salvar a su hermano.

—¿Por qué no se lo dijiste?—preguntó Binghe frunciendo el ceño—Él no quería escuchar tus disculpas, él quería una explicación. ¿Por qué no se la diste? ¿Acaso no te diste cuenta de que eso le hizo más daño? Era mejor para él una respuesta dolorosa que la incertidumbre.

—Creí que era lo mejor—Yue Qingyuan bajó la mirada, tan entristecido que Binghe solo quería golpearlo.

—No lo fue. Pero creo que sería bueno que se lo dijeras—Binghe se levantó y quemó dos talismanes para llamar a Shang Qinghua y Liu Qingge—. Aunque ahora eso no viene al caso. Necesito tu ayuda y la de los demás para algo.

—¿Para qué?—preguntó con desconfianza Yue.

Liu Qingge y Shang Qinghua llegaron a tiempo. Binghe sonrió.

—¿Recuerdan todavía cómo lucían las edificaciones de sus picos?

∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞

Shen Jiu solo mandó cartas a lo largo de esos años. Pero estaba bien, porque Binghe todavía no tenía su regalo terminado. Construir de nuevo en Cang Qiong no era sencillo, menos si son cuatros personas. No podían recordar todos los picos, por más que quisieran. Así que hacen todo como lo recuerdan. Binghe incluso usó algunos libros antiguos sobre la secta para guiarse. El puente arcoíris era lo más sencillo de reconstruir y fue lo primero que hicieron.

Qing Jing fue lo segundo en ser restaurado. La casita de bambú, que Yue Qingyuan recordaba, fue construida con exactitud. Le siguieron los demás picos, por supuesto, aunque ocho picos ya no tenían maestros. Pero al menos estaba el líder de secta y él podría buscar una alternativa de qué harían en ese caso.

Todos los libros, pergaminos y notas que Binghe robó de la secta, fueron devueltos a Cang Qiong. Shang Qinghua fue quien se encargó de acomodar la inmensa biblioteca y, aunque le tomó alrededor de tres meses, parece feliz con dedicarse a eso más que a construir casas.

En el medio de todo, el suelo de Cang Qiong se purificó y, para cuando estaban cerca de terminar, ya no había energía resentida en el territorio de los doce picos. Una purificación de noventa y nueve años.

Una purificación que perduraría en el tiempo.

En el momento que Binghe terminó de reconstruir el último pico, recibió una carta de Shen Jiu. Es corta y simple, pero suficiente para emocionar al emperador.

Llegaré en la noche. Espero que tengas la cena lista para ese momento. Shen Jiu.

Dejó a los otros tres hombres plantas en Cang Qiong y se marchó, alegando que tenía algo importante que hacer. No supo cómo, pero en menos tiempo del que había imaginado, había cocinado un banquete completo y se había arreglado lo suficiente como para no lucir como si hubiera estado revolcándose en la tierra.

—No era necesaria tanta comida. Somos dos personas, ¿o esperas a alguien más?

Binghe sonrió, la alegría bullendo en su cuerpo al ver a Shen Jiu se pie en el comedor. Seguía tan hermoso como lo recordaba, con el cabello atado en un medio moño y túnicas de colores claros. Sus bellos ojos bicolores lo miraron con diversión mientras sus finos labios sonreían burlones.

—Lo siento, creo que me emocioné—admitió acercándose—. Tú... ¿te quedarás o...?

—Ya no es necesario que vuelva a salir. Al menos no por el momento.

Binghe asintió, sus manos picando por acariciar el cabello suave de Shen Jiu, su rostro. Pero resistió la tentación y le ofreció su mano.

—Vamos a comer.

La cena no fue incómoda. No se sintió como si hubieran pasado años sin verse. Fue como si no hubiera pasado el tiempo, como si la rutina jamás se hubiera roto y Shen Jiu no se hubiera marchado nunca del palacio. Se sintió tan familiar y tan cálido que Luo Binghe solo podía sonreír de felicidad.

Shen Jiu le contó sobre su viaje, sobre los lugares que había conocido. Binghe lo escuchó, esperando que su mirada no estuviera delatando lo enamorado que estaba de escuchar a este hombre hablar. Pero es que tenerlo de nuevo a su lado, contándole sobre cosas que había descubierto, simplemente lo hacía...lo hacía tan feliz.

Luego de la cena, ambos se dirigieron al balcón en los aposentos de Luo Binghe, un plato con tanghulu acompañándolos. Binghe le contó algunas cosas que habían pasado en esos años, pero no tocó el tema de la secta y Yue Qingyuan. Para eso quería esperar hasta mañana, durante el desayuno. Por el momento, solo quería que Shen Jiu se centrara en él. Que por esa noche, su atención fuera toda a Luo Binghe.

—Binghe—llamó Shen Jiu, apoyándose contra el barandal de piedra—, ¿sabes por qué me fui?

Binghe se apoyó a su lado, sus brazos tocándose.

—¿Porque te cansaste de estar en el palacio?—realmente no estaba seguro, así que su pregunta salió con un tono vacilante.

—No. Yo...fui a buscar algo—los dedos de Shen Jiu juguetearon en el barandal, tímido, indeciso—. Tuve ayuda, por supuesto. De las niñas y tus hijos. Pero no fue sencillo y me tomó unos años poder hallarlo.

—¿Por qué no pediste mi ayuda?—preguntó con curiosidad.

Si Shen Jiu necesitaba buscar algo, entonces Luo Binghe lo ayudaría a encontrarlo donde fuera.

—Porque era precisamente algo para ti—Shen Jiu suspiró y de su bolsita qiankun sacó algo.

Su mano lo envolvía todo y solo podía ver dos cordeles rojos sobresaliendo de su puño. Fruncía el ceño, como si estuviera disgustado con lo que tenía en su mano.

—¿Shen Jiu?

—Al inicio no iba a ser un viaje largo, pero...tuve que buscar la otra parte y eso me tomó más tiempo—tomando su muñeca, Shen Jiu lo acercó a él y dejó lo que tenía en su mano sobre la palma de Binghe—. Espero...que eso no te moleste.

Cuando lo soltó, Binghe miró lo que tenía en su mano. Jadeó sorprendido y sus ojos se abrieron al darse cuenta qué fue lo que le tomó once años encontrar a Shen Jiu. Lo que lo mantuvo alejado de su palacio por tantos años, fue el falso jade de Guanyin que su madre le había regalado alguna vez. Luo Binghe lo había dado por perdido hacía mucho tiempo. Quizás lo hubiera encontrado en Qing Jing, pero tras la unión de mundos era difícil decir que el jade seguiría ahí. Así que simplemente lo dio por perdido y no pensó más en eso.

Sin embargo, Shen Jiu lo buscó por él. Fue por un jade falso, que no valía ni una misera moneda, porque sabía que para Binghe había sido importante. El último regalo de su madre. Lo último que tuvo de ella antes de morir.

La única diferencia ahora era que el jade falso de Guanyin estaba partido en dos. Posiblemente rompiéndose durante la fusión, o quizás durante la separación, Binghe no podía saberlo con exactitud. Solo sabía que tenía de nuevo ese falso jade de nuevo en sus manos, luego de décadas de creerlo perdido. El recuerdo de su madre estaba de nuevo con él.

Sus ojos picaron por las lágrimas y antes de poder detenerse, con su mano libre acercó por la nuca a Shen Jiu para darle un beso en la frente. El hombre se dejó hacer, tomando suavemente su muñeca y cerrando los ojos. Binghe apoyó su frente contra la de él, aspirando el aroma de bambú y té verde.

—Gracias—murmuró, su cuerpo pegándose al de Shen Jiu, deseando no volver a alejarse de él nunca más.

Shen Jiu no dijo nada, pero tampoco se alejó. Se quedó a su lado, sosteniendo su muñeca con suavidad.

Al final, terminaron con Shen Jiu sentado en el barandal de piedra, con Binghe detrás de él con sus brazos rodeándolo mientras continuaba contándole sobre lo que había conocido durante su viaje.

Cada uno con una mitad del falso jade de Guanyin colgando de sus cinturas.

∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞

Desayunar juntos no era algo habitual. Generalmente, Binghe desayunaba solo porque debía hacerlo más temprano de lo normal para poder comenzar su día. Fueron pocas las ocasiones en las que compartieron desayuno, por eso casi siempre compartían cena. Pero hoy...hoy necesitaban desayunar juntos. Binghe tenía una noticia que darle a su estratega.

Equilibrando en una mano la bandeja con el desayuno, tocó la puerta de los aposentos de Shen Jiu. No tardó en escuchar su permiso y, al ingresar, lo encontró cepillándose el cabello, con su túnica interior puesta. El cabello suelto era algo que a Shen Jiu siempre le había quedado demasiado bien. Binghe pensaba que se veía tan encantador como un hada.

Dejando la bandeja sobre la mesita, se acercó a Shen Jiu y tomó el cepillo suavemente de su mano para ser él quien se encargara de esa tarea. Shen Jiu se lo permitió, dejando que pasara el cepillo suavemente por la cascada negra de su cabello. Era una tarea que Binghe no tendría problemas de realizar todas las mañanas. Era relajante poder cepillar el cabello de Shen Jiu y sentir cada hebra entre sus dedos.

Con cuidado, lo peinó y le hizo el medio moño habitual que Shen Jiu siempre usaba, decorándolo con una corona ornamentada y con piedras. Mientras buscaba un palillo para colocarle, Shen Jiu le alcanzó uno. El que le había comprado hacía años durante el Festival de la Noche Estrellada. Sonriendo, le colocó el palillo y dio un paso atrás.

—Perfecto como siempre.

Shen Jiu rodó los ojos, pero estaba sonriendo. Se levantó y se acercó a la mesita, donde estaba el desayuno sobre la bandeja.

—¿Tengo que irme once años para que me traigas el desayuno al cuarto?—preguntó divertido, arrodillándose sobre una almohadilla para comenzar el desayuno.

—En realidad, tenía algo que decirte, pero prefiero que comamos algo antes—dijo Binghe, acercándose y arrodillándose frente a él.

Shen Jiu lo miró desconcertado, pero pronto comenzó a comer. Binghe le sirvió una taza de té, comiendo lentamente el desayuno y pensando cómo tomaría Shen Jiu la idea de regresar a Cang Qiong.

Quizás debió hablar antes ese tema con él.

—Shen Jiu—lo llamó.

Él lo miró, dejando su congee de lado.

—¿Binghe?

—Yo... ¿Has visitado Cang Qiong en estos últimos años?

Shen Jiu bajó la mirada a su congee, pensativo.

—No, no lo he hecho. Bueno, fui a ver el lugar luego de que me liberaras, pero fue una visita rápida. No regresé desde entonces.

—Oh, ¿puedo saber por qué?

¿Y si no era de su agrado? ¿Si ya no quería regresar a Cang Qiong? ¿Por qué Binghe no indagó más al respecto?

—No hay motivos para regresar, no hay nada más allí—Shen Jiu se encogió de hombros.

—Y... ¿no te molestaría volver?

Shen Jiu sonrió, dejando su cuchara a un lado.

—¿Es por esto que trajiste el desayuno a mi cuarto?

—Yo... quiero mostrarte algo. Si quieres. Es...un regalo, o bueno, solamente te devuelvo algo que te quité. Nada más. Solo espero que me acompañes, si estás de acuerdo.

—No es como si tuviera algo mejor para hacer—dijo Shen Jiu tomando de nuevo su plato de congee—. ¿Iremos luego del desayuno?

—Creo que sería lo mejor.

—Bien.

Durante el resto del desayuno, ambos se concentraron en hablar sobre otras cosas. Binghe le contó un poco a Shen Jiu sobre el progreso en el reino demoniaco y cómo Sha Hualing tomó el lugar de Huojian luego de que este se mudara al mundo humano para vivir con Lian-er. Un matrimonio que a la santa demonio no le gustaba para nada ya que Lian-er no pertenecía a ninguna familia noble o al menos de renombre. No era nadie y eso le había disgustado mucho, pero Huojian ignoró las palabras de su madre y defendió su relación. Shen Jiu solo sonrió orgulloso.

Al menos Lian-er había conseguido a alguien que la amaba de verdad y que cuidaría bien de ella.

Cuando terminaron el desayuno, Luo Binghe tomó la mano de Shen Jiu y lo dirigió a uno de sus carruajes para viajar a Cang Qiong. El hombre se dejó llevar, luciendo divertido por sus nervios. Pero no podía evitarlo, no solamente volverían a una Cang Qiong reconstruida, sino que también se encontraría ahí con Qi-ge. La idea del reencuentro de ambos ponía los nervios de Binghe de punta. No sabía cómo reaccionaría Shen Jiu al respecto o si le gustaría al menos volver a verlo.

Shen Jiu se sentó a su lado y apoyó su cabeza en el hombro del emperador. Binghe se sintió más tranquilo al sentirlo y su mano buscó por instinto la de Shen Jiu.

—Estás muy nervioso—murmuró Shen Jiu apretando la mano del emperador—. Cálmate, no es para tanto.

—Yo solo...lo siento. No puedo controlarlo—dijo jugando con los dedos de Shen Jiu que se entrelazaban con los suyos—. ¿Te quedarás un rato más así conmigo?

—Si eso te mantiene tranquilo—murmuró Shen Jiu cerrando los ojos—. Lo que sea en lo que estés pensando, ya no lo hagas. Tu corazón late como loco, va a salirse de tu pecho si sigue así.

Binghe sonrió y apoyó su cabeza sobre la de Shen Jiu, cerrando los ojos y concentrándose en el hombre que sostenía su mano y se apoyaba contra él. El cuerpo ajeno cálido y más pequeño que el suyo. No en altura, Shen Jiu no era bajo, Binghe lo superaba por unos pocos centímetros. Pero en cuanto al cuerpo de Shen Jiu, a diferencia de Binghe que era musculoso, Shen Jiu era más del tipo delgado. Incluso después de todos esos años compartiendo la comida juntos, el inmortal parecía no subir de peso.

Cuando el carruaje se detuvo, Binghe supo que habían llegado a su destino. Lentamente soltó la mano de Shen Jiu y abrió la puerta para salir. Ofreció su mano, para ayudar al otro hombre a bajar, y no lo soltó hasta estar en el principio de la escalera que llevaba a Qing Jing. Fue en ese momento en donde dudó, su mano temblando e insegura de seguir sosteniendo la otra.

Fue Shen Jiu quien reafirmó su agarre y lo instó a comenzar a subir las escaleras. Y aunque Binghe siguiera dudando, de todas maneras, mientras sostuviera la mano de Shen Jiu, todo estaría bien.

Al llegar al final y aventurarse un poco más adelante, Shen Jiu se detuvo y miró la casita de bambú que se alzaba a varios metros de distancia y el lugar donde los discípulos habrían tomado sus clases hace muchos años atrás. Sin soltar la mano de Binghe, Shen Jiu avanzó hacia la casita de bambú. La estructura debía ser tal cual la recordaba él, incluso los muebles habían sido hechos con exactitud gracias a la memoria de Yue Qingyuan.

Shen Jiu no tardó en ingresar a la casita de bambú, inspeccionando todo el sitio. Desde la mesa y las sillas, hasta la cama de dosel blanco en su cuarto. La sorpresa y la curiosidad brillaba en sus ojos cuando se giró para mirar a Luo Binghe.

—¿Cómo fue que lograste reconstruir este lugar si no lo conocías?—preguntó curioso, acercándose a él.

—Tuve la ayuda de alguien—Binghe golpeó sus nudillos contra la mesa un par de veces antes de volver a hablar—. Alguien que...me gustaría que vieras.

—¿Esto era lo que me querías devolver?

—No solo esto...solo...ven conmigo—volvió a ofrecerle su mano y Shen Jiu la tomó, dejando que lo llevara fuera de la casita de bambú.

Al estar fuera, Binghe lanzó un talismán para llamar a Yue Qingyuan. Shen Jiu simplemente lo vio y, mientras esperaban, Binghe tomó sus manos y las acarició. El gesto desconcertó a Shen Jiu, pero no hizo nada para sacárselo de encima. Simplemente permitió que acariciara sus manos, como un tesoro que Binghe quería conservar.

Besó ambas manos antes de soltarlas. Los nervios lo comían por dentro y lo único en lo que podía pensar era en abrazar a Shen Jiu y no soltarlo jamás. Pero eso sería inapropiado y, además, el reencuentro con Yue Qingyuan sería incómodo.

Shen Jiu abrió la boca para decirle algo, seguro desconcertado por sus gestos y acciones, cuando una voz se escuchó a pocos metros de ellos.

—¿Xiao Jiu?

El hombre se giró al instante, sus ojos abiertos en sorpresa.

—¿Qi...ge?—volvió a mirar a Binghe, una pregunta muda en sus ojos.

—Yo te quité a tu familia, te la estoy devolviendo, Shen Jiu—respondió Binghe, una suave sonrisa en su rostro—. Perdón por tardar tanto.

Binghe dio un par de pasos hacia atrás, para darles privacidad a ambos hombres. O bueno, más que privacidad para darle espacio a reencontrarse.

Yue Qingyuan miraba a Shen Jiu con tanto cariño y melancolía. Dos hermanos que volvían a reencontrarse luego de un siglo. El hombre dio un par de pasos hacia Shen Jiu, quien volvió a mirarlo. Su rostro con una máscara incapaz de permitirles saber lo que estaba sintiendo.

—Xiao Jiu...yo...

Paff

La bofetada resonó en todo Cang Qiong y tambaleó a Yue Qingyuan. Binghe no se sorprendió demasiado por la acción, por algún motivo se esperaba que esto pudiera pasar.

—¿Eres idiota? ¡Te alejé de mí por una razón! ¡Pero eres tan idiota que corriste directo a la trampa!—reclamó Shen Jiu antes de tomar de la oreja a Yue Qingyuan para jalarlo en castigo—¿Es que no puedes evitar la idea de hacerte el héroe? ¿No te diste cuenta que no llegarías a salvarme? ¡Debiste ignorar mis piernas mutiladas y quedarte donde estabas!

—Auch, Xiao Jiu, eso duele—se quejaba Yue Qingyuan mientras Shen Jiu seguía jalándolo de la oreja—. ¿Podemos hablar...como personas normales?

—¡Después de que te vea sufrir un poco más!

No fue un sufrimiento muy largo, porque mientras Shen Jiu seguía jalándole la oreja a Yue Qingyuan, llegaron dos personas al pico. Shang Qinghua se mantuvo distante, sin saber qué hacer. Liu Qingge, por otra parte, sí dio varios pasos hacia el frente.

—Shen Qingqiu—llamó y Shen Jiu se detuvo.

La sorpresa en su rostro fue mayor que cuando vio a Yue Qingyuan. Soltó la oreja de Qi-ge y frunció el ceño cuando Liu Qingge comenzó a acercarse a él.

—¿Liu Qingge?—preguntó, todavía sorprendido.

Pero se sorprendió más cuando el hombre se arrodilló frente a él y se inclinó hasta que su frente tocara el suelo.

—¡Este quiere disculparse por malentender las acciones de Shen Qingqiu y perjudicarlo tras su muerte!

Shen Jiu miró a Binghe, como si buscara alguna especie de ayuda. Pero Luo Binghe simplemente dio media vuelta y se acercó a Shang Qinghua.

—Los tres necesitan hablar—dijo antes de irse con la rata de An Ding.

El tembloroso roedor no le mantuvo la mirada. En su lugar, simplemente mantuvo sus ojos hacia el suelo, sin saber qué era lo que quería Luo Binghe de él.

—¿M-mi S-Señor?—preguntó jugando con sus dedos.

—Creo que es hora de que vayas con Mobei-jun—declaró Binghe, notando el temblor de Shang Qinghua incrementarse—. No te preocupes, le diré que no te golpee...al menos no tan duro. Si te mata de nuevo, no volveré a traerte de nuevo a la vida.

Aunque la primera vez que lo mató, fue por pedido de Luo Binghe y no porque Mobei-jun lo haya querido.

—S-sí...—resignado y tembloroso, Shang Qinghua aceptó su destino.

Luo Binghe tomó a XinMo y abrió un portal por el cual pasó sosteniendo firmemente a Shang Qinghua del hombro.

Esperaba que todo saliera bien.

∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞

Al final, Mobei-jun se vio complacido al recibir a Shang Qinghua. O bueno, su rostro no cambió en nada, pero Luo Binghe había pasado años conociendo a ese bloque de hielo con ojos como para saber que estaba complacido de recuperar a su ratón. Al momento de entregárselo, Luo Binghe fue directo y le dijo que si mataba a este Shang Qinghua no volvería a tener otro y que no lo golpeara muy duro o podría arruinarlo. El cuerpo de la Semilla del Rocío del Sol y la Luna se pudría rápidamente una vez que era asesinado. Si Mobei no tenía cuidado, simplemente mataría de nuevo a Shang Qinghua y su cuerpo se desintegraría en segundos.

Pero viendo cómo lo recibió, dudaba mucho que lo matara en el corto plazo. Bueno, realmente no creía que fuera a hacerlo. Y Luo Binghe ya no tenía la necesidad de pedirle que lo matara, así que la rata de An Ding se quedaría en el Reino del Norte hasta que Mobei-jun muriera o hasta que Shang Qinghua muriera por otras manos que no fueran las de Mobei. Como fuera, ya habría entregado el paquete para su mano derecha y había hablado con él con respecto a cómo iban las cosas en el reino demoniaco. Fue una conversación de horas, ya que hacía tiempo que Binghe no averiguaba cómo estaban las cosas en el reino demoniaco, por lo que al volver a Cang Qiong, ya estaba anocheciendo.

No sabía dónde podría encontrarse Shen Jiu, así que se dirigió a la casita de bambú para esperarlo ahí. Pero al entrar, pronto vio que Shen Jiu estaba ahí, sentado mirando hacia la ventana. Como si lo estuviera esperando.

—¿Pudieron hablar?—preguntó acercándose a Shen.

—Todo lo que se tenía que decir ya se dijo—respondió él, con su vista todavía en la ventana—. Liu Qingge me dijo que le contaste sobre lo del demonio del pozo.

—Quería que entendiera que tú nunca quisiste matarlo. Que solo fue un idiota queriendo perjudicarte de gratis.

—Qi-ge me dijo que tu idea es reabrir la secta.

—Sí, yo...creo que sería bueno que Cang Qiong abriera sus puertas de nuevo. Muchos han creado sectas pequeñas para lidiar con los demonios que escapan del reino demoniaco. Pero creo que tener una secta como Cang Qiong de nuevo sería lo mejor. Las niñas y mis hijos podrían pertenecer a ella si lo consideran necesario.

—Qi-ge también me dijo que podría volver a ser el Señor del Pico Qing Jing.

Sí, eso era algo en lo que Luo Binghe había pensado cuando pidió la ayuda de Yue Qingyuan para reconstruir Cang Qiong. Que Shen Jiu volviera a ser maestro de la secta había sido una idea que se había cruzado en la mente de todos. Recuperar sus puestos en Cang Qiong para recuperar la secta que habían perdido fue algo en lo que casi todos habían pensado. Shang Qinghua, aunque aceptó volver a ser el Maestro del Pico An Ding, no parecía del todo convencido.

—Solo si es lo que deseas—dijo Binghe.

La idea de que Shen Jiu volviera a ser Maestro del Pico Qing Jing, le disgustaba por un motivo: Shen Jiu volvería a vivir en la secta, ya no viviría con él en su palacio. Se había acostumbrado a vivir con Shen Jiu, a verlo en cada cena y a jugar weiqi con él. No quería que se fuera, quería que estuviera a su lado para siempre.

—No había pensado en todo este tiempo volver a ser maestro de una secta. Lo acepté en el palacio para pasar el tiempo, pero la verdad, no lo había pensado nunca. Luego de lo que hice, no creí que pudiera volver a ser maestro.

—Lo que hiciste, lo hiciste porque estabas lleno de odio y rencor. Pero no volverás a cometer esos mismos errores. No lo hiciste con mis hijos y las niñas, no tienes por qué volver a hacerlo—tomando una silla, se sentó frente al hombre—. Puedes corregir tus errores retomando tu tarea como maestro.

—Sí, lo he pensado—Shen Jiu sonrió, dirigiendo su mirada a Binghe—. Pero no estoy seguro.

—¿Por qué?

—¿Por qué? Porque vivo con un emperador pegajoso que seguramente llorará si tengo que volver a irme de su palacio—dijo Shen Jiu, su sonrisa era de burla—. ¿Crees que no lo noté la primera vez que me fui? Te restringes mucho cuando se trata de mí, ¿crees que no me doy cuenta de lo que quieres? ¿Crees que no sé lo que sientes por mí? Eres muy obvio, Binghe.

El emperador desvió la mirada, incapaz de ver a los ojos al hombre que amaba. Shen Jiu supo durante mucho tiempo que lo amaba, pero nunca le dijo nada. ¿Qué significaba eso? ¿Acaso era una forma sutil de decirle lo patético que era por amar a alguien que no le correspondía?

—Yo...no quiero incomodarte—confesó, sin atreverse todavía a mirar a Shen Jiu—. Todavía recuerdo que te llevé al palacio la primera vez porque quería que me amaras. Yo...te quería obligar a amarme. Y...no quiero que te sientas así. No quiero ser así—ser así de patético, no sería más que un idiota desesperado por cariño—. Yo...sí, te amo. Pero soy feliz con solo permanecer a tu lado, nada más como tu amigo. O como el emperador. No importa. Solo...me gusta esta relación que tenemos. Yo...realmente no la había tenido antes con nadie más y me gusta. Me gusta mucho.

—Así que eres capaz de aceptar verme ser feliz con otra persona siempre y cuando sigamos teniendo esta amistad.

Binghe asintió, todavía sin mirar a Shen Jiu. No había forma en que pudiera ver al hombre luego de desnudar su corazón como lo hizo. Era tan complicado, a pesar de que muchas veces lo había mirado a los ojos y dicho cosas peores. Pero ahora...ahora ¿por qué era tan complicado?

¿Así se sentía estar enamorado?

Shen Jiu se quedó en silencio. No podía saber cuál era su expresión porque no lo estaba mirando, solo sabía que estaba en silencio, como si pensara en algo.

—El día que nos probamos la fragancia en el Festival de la Noche Estrellada, ¿cuál fue el aroma que sentiste en tu muñeca y cuál en la mía?

Binghe apretó los labios, todavía recordando esa noche. En su mente seguía intacta la imagen de Shen Jiu con el palillo que le había comprado, iluminado por las lámparas ceremoniales.

—Amaderado en mi muñeca.

—¿Y en la mía?

—Bambú y té verde.

—Hm—Shen Jiu hizo una pausa antes de volver a hablar—. Azúcar, miel y caramelo.

—¿Eh?—Binghe lo miró, confundido.

—Azúcar, miel y caramelo. Eso fue lo que yo olí en tu muñeca esa noche. El amaderado fue solo en mi muñeca.

Luo Binghe se quedó en silencio un momento, su mente en blanco como si procesara un largo e imposible pergamino. Solo cuando comenzó a caer en cuenta, fue que volvió a reaccionar.

¿Acaso Shen Jiu le mintió respecto al aroma que sintió? Incluso en ese momento... ¿él sintió algo más que amaderado en su muñeca? Desde ese momento... ¿Shen Jiu comenzaba a sentir algo por él?

¿Era su forma de decirle que le correspondía?

—Tú... tú... ¿todavía hueles el azúcar, la miel y el caramelo en mí?

Shen Jiu apretó sus puños, sus labios apretándose también. Pero al final, aflojó sus gestos para hablar.

—Sí, todavía lo hago.

Había cosas que a pesar de los años no cambiaban. Luo Binghe había crecido, había madurado y había logrado sanar heridas de su corazón que pensó que jamás sanarían. Se había convertido en un hombre mejor del que fue. Alguien más tranquilo, más razonable y más sabio. Pero todavía era aquel niño tonto e impulsivo, que se comportaba como una pequeña bestia que se lanzaba al peligro sin pensar en las consecuencias.

Al menos ahora, no había peligro. Y las consecuencias no podían ser tan malas. Por lo menos, no fue abofeteado por Shen Jiu cuando se abalanzó hacia adelante y lo besó. El inmortal sí le golpeó el pecho por la brusquedad de su acto, pero no lo empujó para alejarlo. Le permitió besarlo, tocar sus labios por primera vez, usando la experiencia ganada con su harén hace décadas atrás.

Fue suave, fue hambriento, fue anhelante. Dulce como un tanghulu que desborda caramelo. Un beso que esperó por años, años de aprendizajes y charlas. Años de weiqi, de partidas largas durante las tardes. Años de cenas, de ver las estrellas juntos en el balcón. Años de compartir un estudio con trabajo tedioso, pero necesario. Años de espera, de un viaje con un final indeterminado. Años de romperse y reconstruirse. Años de mirarse en secreto, deseando en silencio. Años de amar hasta que el corazón no pudiera más. Años de sentir el bambú y el té verde, el azúcar, la miel y el caramelo.

Un beso cargado de memorias. El beso de una historia que comenzó hace muchos años, con un niño cavando un agujero en la tierra y un hombre eligiéndolo por despecho. Un hombre que odió al niño por tener lo que él nunca tuvo, un niño que odió al hombre por traicionarlo. Dos almas gemelas que no estaban preparadas para estar juntas.

Pero al final, el destino no puede evadirse, las almas gemelas destinadas a estar juntas terminarán juntas solo cuando sea el momento indicado.

Luo Binghe lo veía claramente ahora.

—Bestia llorona—se burló Shen Jiu luego del beso, limpiando con sus pulgares las lágrimas que caían de los ojos de Binghe.

Binghe rio, apoyando su frente contra la de Shen Jiu. Su pecho tan lleno de júbilo y calidez. Tan lleno de amor, de tanto amor.

—A-Jiu—dijo, sus brazos enredados en la cintura del hombre frente a él.

—Binghe—respondió él y sin verlo, sabía que sonreía.

Binghe olió su aroma.

Era Bambú y té verde.

Y le encantaba. 

Y aqui el segundo capitulo de esta pequeña historia. La idea había sido terminarlo acá peeeero quise escribir un capítulo más de ellos, ya en su relación de pareja. En ese tercer capítulo aparecerá mi bello Hualian :D Mis nenes hermosos tendrán su pequeña participación en esta historia porque los amo mucho, no hay otra explicación. 
Espero que les esté gustando la historia uwu

Próximo capítulo: Miércoles 23 de agosto

Nos vemos!!!

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